LA MUERTE DE UNA NIÑA

Por MIGUEL H. LÓPEZ

En TW: @miguelhache

La muerte de la niña de catorce años –en el Hospital de Itauguá– en trabajo de parto de un embarazo de alto riesgo encierra una serie de problemas, delitos e hipocresías que un importante sector de la sociedad prefiere evitar, mirando a otro lado o creyendo que el problema no es suyo.

El hecho genera todo tipo de indignaciones, controversias y comentarios variopintos. Por lo menos no queda en la indiferencia. Pero como la doble moral no permite ir más allá de lo que le es más fácil, las lamentaciones quedan en la muerte de la niña. Ni siquiera reparan en el bebé que está con cuadro reservado y respiración asistida; mucho menos en por qué una persona a esa edad estaba embarazada.

No faltan quienes incluso culpan a la niña fallecida de su estado, de su situación de gravidez y de no haberse cuidado (!). Casi nadie mira un poco más allá...

Los familiares denunciaron negligencia médica tras la muerte producida luego de tres paros cardiacos por una embolia amniótica. La niña fue obligada no solo a parir a esa edad, sino, además, a hacerlo en parto normal con un bebé de casi cuatro kilos.

En esta historia, que se viene repitiendo en varios hogares, hay otros asuntos que deben investigarse. El embarazo a esa edad es producto de un estupro, penalizado si ocurre entre los 14 y 17 años. En este caso, tampoco debe descartarse que todo sea resultado de un abuso sexual, delito aún más grave, ya que pudo haber ocurrido cuando la fallecida tenía 13 años. En cualquiera de las situaciones, los familiares son corresponsables de la situación, del silencio sobre los antecedentes del fatal desenlace; y la sociedad de seguir dando la espalda a una realidad criminal que sigue destruyendo vidas.

Entonces es cuando hay que traer a la escena una serie de elementos y situaciones en donde los fundamentalistas religiosos, la sociedad pacata y el Estado manejado por gobernantes conservadores e hipócritas son altamente culpables. ¿Qué viene ocurriendo hace tiempo con la necesidad de educación sexual responsable y laica en las escuelas y colegios? Un ministro como Enrique Riera, aupado por el presidente Horacio Cartes, elimina por resolución cualquier posibilidad, por pedido y lobby de grupos autodefinidos provida, que encierran en sí –como este caso– la muerte. La ley sobre salud reproductiva es sistemáticamente rechazada, porque los grupos religiosos creen ver en ella las manos de "Belcebú" que abrirá las puertas del "infierno". Estos dos simples ejemplos demuestran que el terreno sigue siendo abonado para que tengamos que lamentar más embarazos de niñas por abuso y más partos obligados que harán sus vidas trizas e infelices.

Tampoco podemos restar responsabilidad en esto a los progenitores o responsables de las niñas en desgracia. Como mínimo faltan al deber de cuidado. Se convierten en cómplices al no denunciar la situación; y, por ende, por llevar a estos lamentables decesos.

¿Qué debía hacerse? Y varias cosas. Denunciar al responsable del hecho, porque desde cualquier ángulo es un delito. Y, teniendo en cuenta la situación que en todos los casos conlleva algún riesgo de vida para la gestante, interrumpir el embarazo (lo que nos lleva a la necesidad de despenalizar el aborto y que sea seguro y gratuito).

El caso ocurrido en Itauguá no es la excepción, se está volviendo una peligrosa constante, que por tabú o el "honor" de la familia (o ignorancia) se encubre. A tal punto llega el problema, que el embarazo de niñas se está transformando en un asunto de salud pública y exige políticas de Estado para su erradicación.

El 15% de las mujeres que paren en Paraguay son menores de 18 años. Ya ni hablamos del subregistro que elevaría las cifras a niveles escandalosos. Este dato del Ministerio de Salud Pública es aterrador, porque el 100% de estos casos son indiscutiblemente resultados de algún delito.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Jueves, 22 de Marzo de 2018, 02:00

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

(Hacer click sobre la imagen)