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LEÓN CADOGAN (+)

  VERSIONES TUPÍ- GUARANÍ DE CICLO DE LOS GEMELOS - Por LEON CADOGAN


VERSIONES TUPÍ- GUARANÍ DE CICLO DE LOS GEMELOS - Por  LEON CADOGAN

VERSIONES TUPÍ- GUARANÍ DE "CICLO DE LOS GEMELOS”

Por  LEON CADOGAN


PA’I RU ETE KUARAHY

La futura madre de nuestro padre Pa’i era niña púber; armaba lazos para cazar perdices “tataupa”; en uno de ellos cogió una lechuza.

La ató para su animal doméstico. Luego quiso acide de comer grillos, pero Rolos comía; tampoco comía mariposas; sólo comía costras secas de mbeju.

Todas las noches hacía dormir su ave a la cabecera de su lecho. Ella golpeaba suavemente a su dueña con las alas en la cabeza, y la niña con esto quedó embarazada.

Al acontecer esto, tomó cuerpo la lechuza resultó ser nuestro padre, Papa Mirí. Nuestro Padre sentó precedentes para nuestra futura conducta.

Producidas estas cosas, quiso abandonar su tierra.

-Vamos a mi morada -dijo a su esposa.

-No quiero ir; será mala tu esposa, la verdadera madre de tus hijos que está en los paraísos, —Y diciendo esto, se quedó.

-Aunque sea más tarde, llévame mi hijo- dijo.

Se marchó nuestro padre; se quedó la esposa de Papa, la madre de Pa’i, en la tierra

Después de estas cosas, siguió las huellas de su esposo, llevando su hijo en el vientre; a él le preguntó sobre los caminos que había tomado su padre.

El lugar donde vivió originariamente nuestra abuela se llama el lugar de las aguas surgentes. Dicho lugar es el centro de la tierra, el verdadero centro de la tierra, el verdadero centro de la tierra de nuestro padre Papa Mirí.

Yérguese en dicho lugar una palmera milagrosa. Cuando la palmera milagrosa floreció por primera vez, fue el ave piri’yriki la que originariamente libó sus flores.

Hasta el presente las numerosas huellas de nuestra abuela han de conservarse intactas en su totalidad; ninguna de ellas ha de desaparecer, hasta el presente.

Y esto mediante, en verdad, si nos amamos con verdadero amor y si pronunciamos sinceras plegarias, hemos de volver a ver estas cosas.

Vio Pa’i una flor de lirio. Al verla dijo:

—Coge aquella flor para jugar yo con ella mando lleguemos a las afueras de la casa de mi padre.

Luego volvió a ver otra.

-Vuelve a coger aquélla para jugar yo con ella cuando lleguemos a las afueras del paraíso de Papo.

Volviendo a coger aquélla, picó a su madre un abejorro, enojándose su madre por ello, y dijo:

—Solamente después de estar entre la gente debemos pedir juguetes, queremos jugar.

Preguntó la mujer acerca del camino que había seguido su padre, pero no le contestó. Por ello, siguió el mejor de los caminos llegando, por consiguiente, a la casa de los Seres Primitivos.

En dicho lugar, así habló la abuela de los Seres Primitivos:

—Vuelve sobre tus pasos, mi hija, que los chicos son seres perversos.

Pero, a pesar de haber dicho esto, no volvió. Entonces la abuela la cubrió con una olla grande. Enseguida sus nietos llegaron de la selva y exclamaron, dicen:

— ¡Uh, mi abuela ha cazado!

En vista de esto dijo la abuela:

— ¿Cómo queréis que yo haya cazado, ¡ay de mí!, si vosotros que anduvisteis recorriendo la selva no cazasteis?

Entonces vino llegando un hermano menor que tenía mejor olfato. Alzó el borde de la olla y halló que debajo, efectivamente, estaba la madre de nuestro padre Pa’i.

La mató en el acto y, al destriparla, halló que estaba embarazada. Por esto dijo a su abuela:

—Ásalo en este cazo, y lo comeré -dijo.

Queriendo asarlo, el asador no pudo penetrar en él; por consiguiente dijo:

—Lo comeré asado sobre las brasas.

Nuevamente no pudieron asarlo; no tuvieron poder para asarlo; por consiguiente:

—Llévalo al mortero y rómpele los huesos.

Nuevamente les fue imposible romperle, los huesos.

Dijo:

—Llévalo al sol para que se seque y me sirva de animalito doméstico.

En cuanto se hubo secado, buscó un arco.

-Ponle cuerda a mi arco— dijo la abuela de los Mba’e Ypy (Seres Primitivos).

Le puso cuerda. Flechó (con él) mariposas, trayéndolas en grandes cantidades a su abuela Más tarde, habiendo crecido y adquirido entendimiento, buscó pájaros para su abuela, matándolos en grandes cantidades.

Después de esto hizo a quien le serviría de compañero, de hermano menor. El mismo, de su propia divinidad, creó de una hoja de kurupika’y a Futura Luna.

Habiendo (ellos) adquirido destreza en la selva, su abuela les dijo:

—A aquel monte azul no debéis ir.

Pero siendo ya más activo su hermano:

— ¿Por qué será que nuestra abuela no n quiere mandar a aquel monte azul?

En respuesta dijo (Futura Luna):

—Si quieres, vamos.

—Vamos a pesar de todo, dijo Pa’i.

Dicho esto, se fueron al monte el uno al lado del otro. Mataron muchos pajaritos. Entonces el hermano menor encontró un loro. Disparó una Hecha sin decir nada a su hermano mayor. Erró y el loro habló.

—Al errar el loro, he aquí que ha hablado — dijo a su hermano mayor.

En vista de ello, se acercó su hermano.

—Vuelve a tirar —dijo.

Habiendo vuelto a errar, dijo el loro:

—A quienes devoraron a vuestra madre sustentáis —dijo.

Al escucharle, nuestro padre Pa'i se apoyó en su arco y lloró. Libertó a los numerosos pájaros que habían cazado e hizo chupar a su hermano el hizo de guembepi con que habían estado atados, creando de él un ave jayru. Volvieron con las manos vacías, sin llevar nada a su abuela.

A raíz de estas cosas supo nuestro padre Pa’i que eran los Mba’e Ypy los que habían devorado a su madre; hizo una trampa. Vino un hermano mayor, de los Mba’e Ypy.

— ¿Qué haces? —dijo.

—Hago una trampa grande (para tigres) —dijo-

—Pues en ésta, verdaderamente yo no moriría - dijo el Mba’e Ypy.

—Entra pues en él, a ver —dijo.

Entró y murió. Fue en esta manera que exterminó a los que habían devorado a su madre, que aniquiló a los machos.

Fue después de esto que nuestro padre Pa’i hizo el árbol frutal de los Mba’e Ypy para, fingiendo querer convidar con la fruta a las Mba’e Ypy, engañar a las que habían devorado a su madre. Trajo a su abuela algunas frutas caídas del árbol. Queriendo vehementemente su abuela comer más, dijo:

—Vamos junto al árbol frutal para comer a gusto.

Por consiguiente, nuestro padre Pa’i hizo un río y colocó sobre él un puente; echó al agua cortezas de árboles, creando de ellas moradores del agua: serpientes, lobos chicos, lobos grandes, boas constrictoras, los que devorarían a las Mba'e Ypy, a las mujeres.

Hizo que Luna cruzase el río para sujetar la extremidad del puente.

—Cuando todas estén sobre el medio del río, dale vueltas al tronco en cuanto estén (en el medio), yo arrugaré la nariz; entonces tú le darás vuelta —dijo a su hermano.

Luego, y antes de hallarse todas sobre el centro de la corriente, de puro gozo hizo nuestro padre Pa’i un gesto semejante al que hace quien frunce la nariz. Su hermano dio vueltas al puente antes de tiempo, pudiendo dar un salto una Mba’e Ypy preñada, irguiéndose ya a salvo sobre la barranca del rio. En vista de ello, dijo nuestro padre Pa’i:

—Ser horroroso, ¡súmete en sueño y despierta! Ser que tornas horrorosos los ríos y las costas de los ríos, ¡súmete en sueño y despierta! Y he aquí que su hijo fue macho, dicen: por consiguiente fornicó con su madre y procreó, extendiéndose su prole por toda la tierra.

Por haberse enfurecido grandemente nuestro padre Pa’i al ver a la que había devorado a su madre erguirse en la barranca precipitosa del río y ponerse a salvo, fue por eso que la convirtió en el ser que toma inhóspitas las costas de los ríos. De no haber procedido así, no habría jaguares.

Después de lo acontecido, y habiendo divulgado lo de la fruta dulce a fin de engañar a las Mba’e Ypy, no la dejó para que la comiesen los jeguakáva: dejó en la tierra su simple imagen, convertida en la “comida de las iguanas .

Acontecidas estas cosas, recogió los huesos de su madre y dijo a su hermano:

—Ve y espanta una perdiz.

Fue y espantó una perdiz y al hacer esto, dijo la madre de Pa’i:

— ¡Escucha, el chico espanta perdices!

Y él Jachy dijo:

— ¡Ay mamita! he intentado mamar.

Volvieron a caerse los huesos de su madre.

En vista de ello, dijo:

—Ve ahora más lejos y espanta una perdiz.

Entonces dijo nuevamente su madre:

— ¡Escucha, el chico espanta perdices!

Dijo nuevamente su hermano:

— ¡Ay mamita, ay mamita!

Intentó nuevamente mamar; nuevamente se descompuso el cuerpo reconstruido.

Entonces, en vista de la imposibilidad de reconstruir los huesos de su madre, los arrojó por

la selva.

—Semejante a madre, ¡súmete en sueño y vuelve a la vida!

Dijo, convirtiéndola en jaicha, en comadreja moteada paca. Por eso, hasta el presente, cuando una paca cae en una trampa, el Sol no sale pronto, por remordimiento.

Pa’i Rete Kuaray y Jachyrá partieron siguiendo las costas del río, uno en cada orilla. Luna encontró una guavira.

— ¿Qué fruta es ésta? —dijo.

— ¿Qué forma tiene la fruta? —dijo el Sol

—Tiene fruta colorada con un corral en la extremidad.

—En ese caso son guaviras; no las comas; te darán lombrices. Las guaviras maduras deben fumigarse para comerse.

Luego encontró frutas de pindó.

— ¿Qué frutas son? —dijo—. Tiene frutos colorados y además duros.

-Pues son frutas de pindó; muérdelas.

Iba comiendo y llegó donde había guaviju.

—Hermano, ¿qué fruta es ésta?

—Son guaviju, pues; no las comas; hay que fumigar antes de comer.

De allí siguieron por las costas del río; llegó Luna adonde había aguaí. Al llegar dijo a su hermano mayor:

— ¿Qué fruta es ésta?

— ¿Qué forma tiene la fruta? —dijo.

—Tiene fruta larga y es amarilla.

—Pues es aguaí —dijo—. Enciende fuego y ásalas; no las comas crudas. De las que comas recoge las pepitas y ponías en el fuego y apriétalas con tu arco.

Entonces puso las pepitas de aguaí en el fuego y las apretó con su arco. Se levantó, irguiéndose del lado del fuego. Las pepitas de aguaí que había puesto en el fuego estallaron. Él se asustó grandemente y, dando un salto, cayó donde estaba su hermano mayor en la otra orilla.

Llegaron a donde Charia pescaba. Kuaray penetró debajo del agua y tiró del anzuelo. Charia erró el pez. Tres veces Kuaray hizo así y tres veces también Charia cayó, yendo de espaldas.

—Ahora yo— dijo Luna.

Luego Luna penetró debajo del agua; zambulléndose se fue. Tiró del anzuelo y lo sacó Charia y lo golpeó por la cabeza con un palo.

Llevó el pescado a su mujer. Al cocinarse, fue llegando el Sol al lugar.

— ¿Vas a comer pescado? —dijo Charia

—No voy a comer —dijo Sol—. Dejadme solamente un poco de polenta. No arrojéis los huesos, para que los pueda recoger.

Habiendo recogido los huesos, se los llevó y rehizo a su hermano menor e hizo que volviese a encamar el alma; con el mbaipy le proveyó de sesos.

Es solamente debido al hecho de haberle Chaira devorado que hasta el presente la Luna desaparece; sólo por haberle su hermano mayor resucitado es que hasta ahora vuelve a nacer la Luna nueva.

En la misma forma, cuando la Luna se eclipsa, Charia está por devorarla: la Luna se eclipsa en su propia sangre.

Luna se introducía subrepticiamente en la habitación de su tía paterna con intención de fornicar.

Queriendo saber quién era el que se introducía junto a ella, embadurnó sus dedos con resina y de noche, mientras a tientas la buscaba, le embadrunó a Luna el rostro.

Al día siguiente Luna fue a lavarse la cara a fin de quitarse la resina. No salió, no salió del todo; sólo se le ensució más la cara.

Para que hasta el presente lleve la cara manchada acontecieron estas cosas, sentando en esta forma, efectivamente, precedentes para nuestra conducta.

Dijo el Sol a su hermano menor:

—Hiere en el centro del cielo con tu flecha.

Disparó una flecha y lo hirió.

—Clava una flecha en la muesca de la primera.

Efectivamente, clavó otra flecha en la muesca. En esta manera iban llegando las flechas hasta la tierra.

—Pues ahora, sube por las flechas— dijo.

Subió Luna, efectivamente, y Kuaray extrajo su flecha; entró en el agujero y entró en el cielo.

En cuanto a su arco, permanece hasta el presente, el arco milagroso que llamamos Arco de Luna, para que lo usemos para nuestros arcos.

Entonces Luna hizo que lloviera; hasta el presente, para quitarse las manchas que le puso su tía, Luna hace llover; así es que la Luna nueva se lava la cara hasta el presente.

Encontró Charia coatíes y mató uno Después subió Kuaray a una guavira; estando allí le tiró Charia con arco; Sol fingió estar muerto y cagó.

El excremento lo envolvió Charia con hojas de lirio; puso el cadáver en un canasto junto con el excremento, debajo de los coatíes. Fue Charia y bajó el canasto lejos del agua. Se escapó Sol, poniendo una piedra en su lugar. Se fue Charia y llegó a su casa; miraban sus hijas.

—Pues aquí está el Ñakarachichá, os digo; también su excremento— dijo.

Sacaron sus hijas los coatíes.

-Este es un coatí huérfano — dijeron.

Cuando lo que quisieron decir, efectivamente, fue: es verdaderamente un coatí.

— Y esto es.. . ¡una piedra! — dijeron.

Encontraron la piedra debajo de los coatíes.

Subió Charia por un árbol frutal.

— ¿Qué fruta es ésta? —dijo.

—Es el añangapiry —dijo Kuaray.

— ¡Ay! Nuestro Padre me hace fluir agua de la piel —dijo Charia.

Y vino cayendo al suelo.

Encontró Ñande Ru un cedro cargado de cápsulas.

—Coatí, ¡transfórmate! —dijo.

Ya existieron coatíes, que se alejaron corriendo. Por haber sido así es que hasta ahora suben los coatíes y poco después se arrojan todos al suelo.

Nuestro padre Pa’i ya tenía hijos. Hizo que su Mito se lavase los pies cuando quería pescado; haciendo esto morían todos los peces y él los recogía y comía. Luego vino Charia.

—Préstame tu hijo —dijo—; yo también quiero comer pescado.

Lo llevó por el bosque y lo golpeó en la cabeza, y arrastrándolo lo llevó al río. Como se golpea el timbo lo golpeó; imitando lo que haría posteriormente con el timbo, así hizo; y mató al hijito de nuestro padre.

Se encolerizó nuestro padre Pa’i; lucharon; se derribaron el uno al otro. No pudo vencerlo Charia y Sol volvió a levantarse. Resultado de esto son hasta ahora los eclipses del Sol.

Después de esto hizo nuestro padre Pa’i para su hija un canasto. La dio a Charia y él la llevó y fornicó con ella por el camino, destrozándose el pene. Castigó por eso Charia a la mujer, y sin más volvió a convertirse en canasto.

El jaguar encontró el arco de nuestro padre Pa’i por el camino. Lo manoseó, y el arco le pegó en la cara. De él el arco surgió el ñandyta. Hasta el presente cuando dormimos en despoblado nos desviamos del camino hasta encontrar un ñandyta; de él retrocede el jaguar. Si a la trampa le colocamos los costados de madera de ñandyta, el jaguar no se le acerca.

Después de estas cosas hizo nuestro padre Pa’i un adorno de plumas para la cabeza Con fuego lo hizo; lo dio a Charia Yendo él por la pradera olió quemazón: ardía el adorno que llevaba en la cabeza. Penetró en un pantano y salió: todavía ardía. De allí corrió y encontró un río; no se apagó; de allí salió y corrió por el campo, incinerándose.

Cuando se hubo apagado, Ñande Ru Pa’i sopló sobre las cenizas convirtiéndolas en ‘mbarigui'’, jejenes, moscas chupadoras y tábanos.

Reventó el intestino de Charia. “Chororó ro ro”, dijo. Voló un pedazo de su intestino y cayó en la maleza, convirtiéndose en la perdiz “tataupa”, dueña del fuego.

El alma de Charia la convirtió nuestro verdadero padre en los Tupá Rekoé (agentes de destrucción).

Una hija de nuestro padre Pa’i quiso mirar.

—No mires —dijo Ñande Ru.

Miró, sin embargo, y en consecuencia murió. Ella fue la primera a quien derribó el mbogua alma de origen telúrico

La enterró; sentando precedentes para nuestra futura conducta no la resucitó.

 

 

 

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LOS FUEGOS DE LA NOCHE

BARBOSA RODRÍGUEZ/ BARTOLOME/ CADOGAN/

CHASE SARDI/ PANE CHELLI/ TOMASINI

Compilación: FRANCISCO PÉREZ MARICEVICH

DIAZ DE BEDOYA – GOMEZ RODAS EDITORES

© Copyright by F.P.M. y ZENDA – Selección Cultural, 1983

Diseño de tapa: Francisco Corral y Osvaldo Salerno

Logotipo Carlos César Almeida

Primera Edición Paraguaya, 1983

Asunción – Paraguay (193 páginas)

 

 

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