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GENARO RIERA HUNTER

  EL PRESENTE DEL ADOLESCENTE - Por GENARO RIERA - Noviembre 2013


EL PRESENTE DEL ADOLESCENTE - Por GENARO RIERA - Noviembre 2013

EL PRESENTE DEL ADOLESCENTE

 

Por GENARO RIERA


Una fuerza desconocida pero viva, sin duda, caracteriza a la adolescencia, de ahí que es un período fecundo. Ésta etapa es conocida como aquella de las grandes causas, en la que es una constante, imponer nuevos modos de vivir los espacios afectivos. Tiene los medios, de pronto, para seducir y trastornar. No es amigo de la línea recta pero es un trabajador encarnizado no conformista y rebelde. Conquistar el espacio social más allá del familiar es un llamado que tiene, busca implantar en la vida un orden nuevo. Es una fase en que se busca hacer un corte, en establecer algún cambio, en algún punto, de paradigmas.

La sociedad posmoderna, de consumo, caracterizada por la producción en serie de gran variedad de artículos, los cuales, pronto se vuelven obsoletos y las decisiones rápidas, de actualizaciones constantes que sitúan al joven adolecente en constante conflicto; pues lo rápido y vertiginoso no es parte de su programa. Él, no es simpatizante del tiro directo ya que necesita tiempo. De hecho la adolescencia implica un tiempo que tiene que pasar. Pero el presente de la adolescencia consiste en que la temporalidad misma se ha modificado. El instante y el momento son exaltados en esta sociedad, llamada del espectáculo, en que la eficiencia y el consumo es la orientación.

Esta sociedad del espectáculo demanda una participación sujeta al exceso y a la acción; de ahí la atracción que ejerce en el joven adolescente este tipo de espectáculo social. Ahora, no le es fácil participar con palabras y expresar a través de ella lo que siente o quiere comunicar, sin embargo, se encuentra especialmente seducido por esta sociedad frívola, y sin freno en su rueda, en el cual e intercambio verbal significativo no es una exigencia.

Responder a exigencias del cuerpo, las llamadas libidinales, y a las planteadas por la sociedad, en especial a esta, la de los valores volátiles, es un problema para el joven actual. Esto se plantea como un problema bastante complicado a la hora de lograr conciliar esta sociedad volátil en valores, la cual aparentemente no ejerce presión alguna, salvo la exigencia del consumir que es una exigencia que no limita, que requiere un no límite. De este modo: “el todo se puede”, más “él siempre se puede”, más “él se debe hacer”, más “el necesito hacer” conforman una turbulencia difícil de manejar. La posibilidad de manejar esta situación presenta sus grandes desafíos, por un lado debido al hecho que el adolescente se encuentra desarmado estructural pero transitoriamente y, al mismo tiempo, por este presente cultural del adolescente de diversión y posibilidades de goce...”si no es divertido no es vida, no es cultural”.

El adolescente en grupo de amigos no se masifica, no se desindividualiza, a pesar de la época de masificación y desinvidualizacion, esta fase de la vida precisamente tiene la característica de oponerse a esa marcha. No es la adolescencia la que busca las adicciones nuevas como por ejemplo la ciber dependencia, es el sistema el que propone la frivolidad, la búsqueda de placeres fáciles y rápidos. Sistema que se basa en el hedonismo apuntalado por el discurso capitalista y su socio el saber de la ciencia productora sin límite. Es este placer hedonista sin límite el que abre las puertas a ir a un más allá permanente, un más allá que desde Freud se llama pulsión de muerte, de destrucción. El sujeto del placer no es el sujeto del deseo. El placer único, cualquiera sea, es valor del discurso capitalista y nos lleva a un más allá del placer ¿En qué momento detenerse? Es la pregunta que no tiene respuesta en esta época del quiero un poco más de placer, época de la satisfacción demás, época en que se escucha decir a la gente: no puedo parar. Esta, nuestra época, trata de vivir inmune a las responsabilidades y preocupaciones. Sostener decisiones sobre qué hacer con uno mismo, hacia dónde ir y que hacer, algo que empuja al adolescente, es obstaculizado por el medio social presente que incita precisamente a huir, a no pensar, a entregarse a la novedad. Lo más importante, como valor, es lo novedoso y lo espectacular. Cuando desparece en la vida cotidiana con el adolescente: la paciencia, la flexibilidad y la visión crítica social, facilitada por caracterizarse este tiempo como uno en el cual se ama las propias adoraciones, es visible el horror de la convivencia.

 

LO CORRIENTE DEL ADOLESCENTE

Dejar la escolaridad para trabajar y no para cumplir un objetivo o algún sueño (actor por ejemplo), es una voluntad, por lo general, externa al joven adolescente.

Esta, se paga con un precio muy alto, en especial, cuando el joven vive en un entorno que hace culto de idolatría al estar cerca de un punto de presumida verdad absoluta. Abandonar un discurso no es con poco sufrimiento y se espera calmar o consolar con unas actividades más cerca del orden de los deseos fantasiosos, de ahí que se espera sacar del sufrimiento lo mejor de uno mismo y no lo peor que habita. Este abandono de discurso, este “desetiquetarse” del molde que nos fija al suelo está “heteroalimentado” por la sociedad, llamada por Vattimo, de la trasparencia, sociedad de la información, que remodela la sociedad y “reetiqueta” en especial al joven adolescente. Aunque por otro lado, permite que el adolescente corra en una cierta libertad que ayuda a convertir las palabras en instrumentos para comprender la realidad mostrada ya más compleja y más plural.

Eludir que los fantasmas se encarguen de uno, que nos controle y nos lleve a realizar cosas escabrosas depende del camino de satisfacción, de la sublimación que pueda alcanzar el sujeto y de las circunstancias que puedan apoyar y dar suerte. La sociedad de la trasparencia, donde rige apariencia y publicidad, en este sentido colabora en descomprimir las tensiones del crecimiento aunque eso signifique, en general, frivolizarse y hacer culto a la diversión. Los lazos están entonces perezosos con el desinterés consiguiente por el discurso fuerte, dominante, político que quizás también sea porque la lógica del espectáculo, de lo divertido, invade el campo político con una desenfrenada chismografía.

El descubrir “saber que se puede” así como descubrir que “no se puede”, vale decir, descubrir es un placer para el joven adolescente. Probar como buscar le es más interesante, para vivir la existencia, que suponer, adivinar o conjeturar. Los secretos de cómo se está hecho es algo que llama su atención. La poesía es un medio para justamente poder tocar los puntos que se consideran “tabú” y no necesita de la prensa escandalosa y amarilla para aproximarse a las intimidades del ser. También frente a los efectos revolucionarios del discurso científico, que toca por todos lados sin regulación, especialmente en el campo de fecundación asistida, los vínculos se vuelven cada vez más tenues, envueltos en ficciones legales y es entonces cuando la poesía, con su fuerza por rescatar la palabra esencial, se hace recurso, medio para regular una convivencia que permita relaciones humanas.

Con la poesía el joven encuentra o supone encontrar alguna organización a cuestiones de la existencia hoy más movilizadas, frágiles, inestables, sorprendentes... El mundo del cuestionamiento está más ancho, cada uno tiene hoy que arreglarse con la droga, la violencia, la sexualidad... Hay como un Padre ¿Por qué me has abandonado? posmoderno, es decir, las esfumaciones o declinaciones de los valores tradicionales caídos permiten que el capitalismo invada todos los aspectos de la vida y así desaparezca el sentido de afirmación o estabilidad del siglo pasado. El aumento de la incertidumbre muestra la presencia de manera clara el Principio de Incertidumbre de Heidelberg, este principio se vuelve casi palpable. En otras palabras, cuando existe la carencia de saber qué hacer con las relaciones y los vínculos es la pasión por los objetos del mercado lo que cumplen la función de orientar. A esto es lo que se llama en el psicoanálisis de orientación Lacaniana el rebajamiento del Nombre del Padre y, creo, es la poesía, en especial para el adolescente, lo que cumple esa función que hoy está en decadencia, de ahí su sensibilidad por las letras. Se constituye en el camino, el medio para hacer algo.

La amistad para el joven adolescente es decisiva, no admite discusión. La amistad está inserta en un mundo de representaciones, sueños y fantasías destinadas a no realizarse pero necesarias en sus ensueños en la fase de la adolescencia temprana. Es muy difícil que un amigo no cumpla la voluntad de un amigo. Pero así también cuando un amigo adolescente respeta y quiere a su amigo lo desobedece como fue el caso emblemático de Max Brod a Franz Kafka, ciertamente no adolescente, pero muy amigo. Desoyó la voluntad de Kafka: quemar sus obras. Así, y por eso mismo, como desatendió el pedido, la fama póstuma de Kafka surgió. El adolescente vive el presente y la amistad es presente. Es la evidencia de lo que puede transformar lo que le sirve, le da seguridad al joven para creer de que está cerca de un punto indispensable para poder hablar. En la sociedad de la trasparencia, como todo está muy cerca, la posibilidad de tener todo crece. Hay un plus en las relaciones, un pasar directo a la satisfacción. Trabajo y efecto de la ciencia y el capitalismo que vuelve lo imposible en una quimera. En este sentido los vínculos sociales del adolecente en especial están desplazados a instrumentos u objetos técnicos producto del mercado que deciden el modo de relación. Lo imposible deja de ser función del límite y no está ya en función de causa del deseo.

No, ningún método de desprecio o subestimación ayuda en la educación. El joven adolescente no siempre recuerda los métodos educativos de los padres de la primera infancia pero se da una idea aproximada cuando experimenta la desarmonía establecida entre su crecimiento y los ideales paternos. Desarmonía fructífera por cuanto está en lucha el adolescente por centralizar tanto la ternura como el deseo sexual en sus vínculos amatorios cuestión que si solo existiera la pulsión sexual las relaciones serian efímeras e inestables. Es la idea de Freud cuando señala en “Psicología de las masas y análisis del yo”: las pulsiones sexuales inhibidas en su fin (ternura) tienen sobre las no inhibidas (deseo sexual) una gran ventaja funcional. Como (las pulsiones inhibidas) no son capaces de una satisfacción total, se muestran particularmente proclives a crear lazos durables, mientras que las pulsiones directamente sexuales pierden cada vez más energía por el hecho mismo de la satisfacción. Ahora, en nuestra cultura contemporánea consecuencia por un lado del capitalismo y por otro, de un saber específico de la modernidad: la ciencia y sus efectos de tecnología, llevan en la actualidad al consumo que es algo que implica apuntalar al goce directo, a un continuum de goce pulsional con la inestabilidad de los lazos que eso conlleva y el retorno de la queja y el malestar insistente de nuestra época: la falta de amor entre las personas y por los objetos

No es por el desaliento como se puede alertar al joven adolescente; no es el aguijoneo del miedo al fracaso que ayudará a anticipar problemas o modo de tener un carácter firme o valiente, solo por ese medio se producirá y se podrá escuchar su falta de confianza, su pesimismo, su sentimiento de culpa patológica, su inseguridad enferma y su agresividad. Las argumentaciones fantasmales idealizadas de los padres no corresponden a los hechos reales, más bien empujan a calmarse con lo que la pareja ciencia-capitalismo, con su pacto, ofrece: promoción de goce plenamente realizable con la depreciación del sujeto del amor y del deseo. El sujeto en su dimensión Lacaniana de “falta en ser” pasa a constituirse como sujeto en “falta en tener” desatando esto un cierto absolutismo de la demanda. Por eso ante las dificultades en la crianza lo mejor es el análisis de los padres.

Responder para el adolescente es algo difícil. No sabe que contestar porque lo que le viene son muchas cosas, muchos detalles, más de lo que se puede expresar cuando se habla. Si se siente juzgado y menos estimado, las respuestas son más incompletas. Lo que es sencillo para el otro es destino difícil para el joven adolescente; tiene muchos juicios sobre sí mismo. Pasto fértil para ofrecerle salida a su angustia. Por algo es el mercado grande y rentable del discurso capitalista que ofrece de todo desde psicofármacos, psicología cognitivista, respuestas místico-religiosas... Que se consume de la misma manera como los objetos ofertados por la tecno-ciencia. El discurso capitalista es el discurso de las invenciones de alternativas eficaces al malestar contemporáneo que ese discurso mismo engendra al matar el deseo. La comilona social, fortalecida por los aparatos de comunicación, es un empuje al goce y no un deseo.

 

EL ESCENARIO VACÍO DEL ADOLESCENTE

El sentimiento de presión asfixiante que siente el adolescente respecto a sus padres no solo es normal, aunque molesto, sino que es necesario captarlo. Normal-molestoso porque indica un momento de corte del sujeto con su pasado infantil, corte que no es de una, sino sucesivo y con máscaras, no se crece, al decir de J.D. Nasio, linealmente sino por micro nacimientos sucesivos, regreso y progreso continuo. Es también necesario captar el sentimiento de asfixia, porque si se sabe captar se puede percibir, pues indica, el exceso de presencia del otro, de los padres en la mayoría de los casos, y en este aspecto puede orientar al adulto sobre su propia lentitud o acomodo y de resignación en su vida dado que al perder vitalidad ofrece un carácter caricatural de la condición humana.

En otras palabras, una presencia sacrificial que el joven recibe como asfixiante. Si el escenario está vacío de posición deseante por parte del otro, los padres en general, se torna en una decepción angustiosa la cual se asoma, sin ningún sueño ni ficción, en la vida del adolescente. El sentimiento de asfixia del adolescente traduce un supuesto padre no deseante en la vida, que no goza ni disfruta incluso de su sexualidad; este es el escenario vacío del adolescente. Este escenario vacío es condición para que el otro del mercado intervenga con el remedio americano que podrán ser adquiridos en los “shoppings” de la vida cotidiana.

La intervención del mercado en los escenarios vacíos, se puede decir, es una manera contemporánea de hacer existir al Otro, al del goce puro. Si el Otro no existe, el de las reglas, el de los ideales, el de las tradiciones, y otros, no quiere decir eso que la pulsión del Otro no exista, que el imperativo a gozar, como señala Lacan, no exista en esta época y que más bien es su marca.

El progreso para la transición adolescente no es exclusiva ni necesariamente material. El progreso para el joven es no quedarse, no detenerse. Que la fuerza que lo levanta, que lo eleva siga transformándolo en lo que quiere ser es lo que desea. Que salga algo de si, al menos a luz media, es lo que estima un progreso. No es en ningún punto concordante con lo que el discurso capitalista y la ciencia estima un progreso. Su progreso no está en la manía del frenesí del consumo incesante ni en la avaricia del provecho renovado continuamente. Su progreso en cierta medida es lo opuesto, es una lucha por armonizar discordancias.

La época que ya pasó y le toca vivir al adolescente, es la época del Otro cuando era consistente. Otro que planteaba un ordenamiento del futuro cuya referencia era el padre o la persona que lo reemplazaba, sea para seguirla o para oponérsela. Hoy, esta tradición está acabada y al vacío se encarga de llenar y dirigir una lógica: la lógica del mercado.

La órbita virulenta familiar consiste en un juzgamiento cruzado: padres juzgadores-padres juzgado y no importa cuán cerca o lejano estén. Más juzgado equivale al sentimiento de menos amado, en ambos, que no se salvan, por otro lado, de esperar que llegue el día en que supuestamente se le permitirá pasar de largo al sentimiento de culpa que corroe a padres e hijos. “Desmartirizarse” es lo que más conviene, lo opuesto no tiene que ver con ninguna verdad sobre el amor y el deseo en la vida. Esta depresión (desaparición del deseo) familiar, nombre contemporáneo al malestar insoportable, tiene que ver con la pérdida. Con la pérdida de lo que envuelve a la falta del objeto. Uno de los nombres de ese envoltorio se puede llamar Ideal del Yo. El amor es uno de los recursos más conocidos de realizar esa función, aunque hoy se encuentra desprestigiado. Está desacreditado porque es más fácil consumir cuerpos, psicoterapia, productos dietéticos, drogas, forma de morir en éxtasis, y otros, que arreglarse con los deseos y sentimientos del otro como sujeto que elabora, que quiere o no quiere y que nos presenta numerosas dificultades en nuestra búsqueda de satisfacción. La ciencia y la tecnología prometen así un saber y una producción del objeto adecuado que se presenta mucho más confiable que cualquier otro ideal sobre el asunto de la falta. Por eso tiene un poder superior de seducción.

La ordinariez, de cultura plana y de facha, entendida como la desaparición de las conformidades no significa un progreso, más bien implica un retroceso a la libertad conquistada. La defensa por la libertad, vale decir por el deseo, consiste justamente en no reducirse a un sujeto de pura necesidad. La transmisión de esta posición en los vínculos del adolescente colabora de seguro en mayor escala con la realización de éste en su vida presente que es, por otro lado, su centro de gravedad; una especie de luz verde, unos minutos de soledad brillante. Cuando el adolescente cuenta con un Ideal que lo representa, se adhiere como un caballo sediento a la corriente del río. Al decir de Mario Goldember, el rasgo de subjetividad anterior era soñar el deseo insatisfecho. Sin embargo, el rasgo de hoy se asemeja más al dormir, dejando al deseo anoréxico, bulímico o adicto... Y por lo tanto, el taponamiento de la causa del deseo por los productos del Mercado. El tapón son los objetos que se ofertan en el mercado como causa de goce, es decir, la oferta de los objetos adecuados al goce pulsional y si estos fallan se sabe que pronto vendrá uno mejor. No se vuelve más necesario como diría Freud imaginar, fantasear.

 

LA SIGNIFICACIÓN DE LOS VERSOS PARA EL ADOLESCENTE

Los versos poéticos en las manifestaciones sociales y expresiones adolescentes llevan una defensa de la dignidad ante el atropello del poder, por eso su valor subversivo, son ejemplos de cómo la creación literaria une a la gente. Une por el elevado placer compartido, compartido por el mecanismo de la identificación que hace nacer la empatía entre los grupos, de ahí la utilidad colectiva del verso poético. Es de ésta manera que los yoes, los egos, los sujetos encuentran entre sí analogías. La ligazón afectiva brota en cualquier relación en que se conciba común una ganancia de placer. Los versos poéticos cumplen en este sentido un papel del Ideal que incluye o contiene a los sujetos, los toma en grupo, en masa. El poeta al hablar de él mediante variaciones y encubrimientos para no espantar, como identifica Freud la dinámica creadora, logra un nosotros, “un levantar las barreras entre cada yo singular y los otros”, logra expresar: cómo nos sentirnos nosotros. Su lógica consiste en que los objetos de goce son renunciados por cada uno e instalados o colocados en el lugar del Ideal y de ahí el poder convocatorio que tiene un Ideal que puede sustituir a un conductor, como señala Freud, por una idea, una abstracción o un verso poético como es el caso que se puede observar cuando la juventud está en marcha, en levantamiento. Lo que subvierte es la palabra.

La adolescencia es el nacimiento de una fuerza nueva necesaria para que un adulto pueda llevar adelante sus obras. Así como el juego infantil es el padre de las fantasías creativas y ensueños diurnos del adulto, la energía por el fuego de la acción adolescente corresponde a la lucha por los ideales y utopías del adulto. Que de la acción solitaria nada brota se le debe a la adolescencia, fase fecunda por consenso. Se percibe el valor del otro, la necesidad del otro por el descubrimiento intelectual y cultural del adolescente que fuimos.

Las nuevas y diferentes formas de vivir se conquistan en la adolescencia y el líder, que por primera vez surge, se articula firmemente a un grupo cada vez más amplio. Su proceso de transformación exige, precisamente por eso, transformaciones. Demanda trastornar los valores del status quo. Quizás por eso es que prende la poesía en la adolescencia justamente porque ésta pone en cuestión lo que se quiere imponer como fijo, dado y estable en disonancia con la metamorfosis adolescente. La poesía cumple el papel del Ideal y gobierna en consecuencia, si es buena, por instalarse en ese lugar. La poesía, en tanto Ideal, y la adolescencia van juntas como proceso transformador porque los une la palabra y así es defensa de la verdad del sujeto, en colectivo, contra el poder para mentir. Los poetas buenos son líderes porque son llevados por la “Necesidad a decir penas y alegrías y transformar realidades efectivas adversas y cada uno”, en un proceso de identificación con las insatisfacciones, adopta al verso como medio de lucha. Trasformación adolescente, líder, Ideal, palabra, versos, son términos que mantienen una conexión interna e íntima.

Cuando el poder corrompe en una lengua el valor de sus significados históricos-culturales de solidaridad por ejemplo es la poesía la que viene a revelar tal cuestión y a oponerse y desobedecer toda línea que no se implique en un acto de diálogo y de justicia social. Viene a recordar la fuerza de un valor en proceso de destitución. Así como el adolescente atraviesa una sociedad “interna”, por decir así, dogmática para desear otra más abierta, así mismo desea las tecnologías de punta porque abren a gran cantidad de personas; y son entonces los imperios tecnológicos, en su carrera tecnológica, los que establecen el dominio rebajando, despreciando, agujereando toda tradición abriéndose así la desorientación sobre no saber qué hacer o cómo manejarse en los vínculos sociales. ¿Qué se hace entonces?: se siguen los modelos y las imágenes que se difunden...y creo que es ahí donde la fuerza del creador literario, afín al adolescente, se planta cantando sus dolores y alegrías. Se canta no en la rutina de la vida sino en los momentos girados de emociones extremas, ante situaciones de cambio personal. Vale decir, explican, racionalizan, el poema, los sinsentidos de los callejones sin salida que nos trae el frenesí tecnológico y por eso es que es un freno necesario a las desmedidas que el adolescente, por otro lado, también padece transitoriamente y por eso lo usa, como límite, colectivamente. Para el adolescente la poesía, si ocupa el lugar del Ideal, es un instrumento que ayuda a equilibrar, pacificar un mundo que oscila entre vacas sagradas y toros furiosos.

 

 

 

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REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

IV ÉPOCA – N° 25 JUNIO 2013

Editorial SERVILIBRO

Dirección Editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Diseño de tapa: CAROLINA FALCONE ROA

Asunción – Paraguay

Noviembre 2013 (165 páginas)

 

 

 

 

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