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GENARO RIERA HUNTER

  EL ESCENARIO VACÍO DEL ADOLESCENTE - Por GENARO RIERA HUNTER - Domingo, 22 de Setiembre de 2013


EL ESCENARIO VACÍO DEL ADOLESCENTE - Por GENARO RIERA HUNTER - Domingo, 22 de Setiembre de 2013

EL ESCENARIO VACÍO DEL ADOLESCENTE (I)

 

Por GENARO RIERA HUNTER

Ágape Psicoanalítico Paraguayo


1

El sentimiento de presión asfixiante que siente el adolescente respecto a sus padres no solo es normal, aunque molesto, sino que es necesario captarlo. Normal-molestoso porque indica un momento de corte del sujeto con su pasado infantil, corte que no es de una, sino sucesivo y con máscaras. No se crece –al decir de J.D. Nasio– linealmente, sino por micronacimientos sucesivos; regreso y progreso continuos. Es también necesario captar el sentimiento de asfixia, porque si se sabe captar, se puede percibir, pues indica el exceso de presencia del otro, de los padres en la mayoría de los casos, y en este aspecto puede orientar al adulto sobre su propia lentitud o acomodo y de resignación en su vida, dado que al perder vitalidad ofrece un carácter caricatural de la condición humana. En otras palabras, una presencia sacrificial que el joven recibe como asfixiante. Si el escenario está vacío de posición deseante por parte del otro, los padres en general, se torna en una decepción angustiosa, la cual se asoma –sin ningún sueño ni ficción– en la vida del adolescente. El sentimiento de asfixia del adolescente traduce un supuesto padre no deseante en la vida, que no goza ni disfruta incluso de su sexualidad; este es el escenario vacío del adolecente. Este es condición para que el otro del mercado intervenga con el remedio americano que podrán ser adquiridos en los “shoppings” de la vida cotidiana.

2

La intervención del mercado en los escenarios vacíos se puede decir que es una manera contemporánea de hacer existir al otro, al del goce puro. Si el otro no existe, el de las reglas, el de los ideales, el de las tradiciones, etcétera, no quiere decir eso que la pulsión del otro no exista, que el imperativo a gozar –como señala Lacan– no exista en esta época y que más bien es su marca.

3

El progreso para la transición adolescente no es exclusiva ni necesariamente material. El progreso para el joven es no quedarse, no detenerse. Que la fuerza que lo levanta, que lo eleva, siga transformándolo en lo que quiere ser, en lo que desea. Que salga algo de sí, al menos a luz media, es lo que estima un progreso. No es en ningún punto concordante con lo que el discurso capitalista y la ciencia estiman un progreso. Este no está en la manía del frenesí del consumo incesante ni en la avaricia del provecho renovado continuamente. Su progreso en cierta medida es lo opuesto, es una lucha por armonizar discordancias.

4

La época que ya pasó y le toca vivir al adolescente es la época del otro cuando era consistente. Otro que planteaba un ordenamiento del futuro, cuya referencia era el padre o la persona que lo remplazaba, sea para seguirla o para oponérsela. Hoy, esta tradición está acabada, y el vacío se encarga de llenar y dirigir una lógica: la lógica del mercado.

 

Editor: Alcibíades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Publicado en fecha 22 de Setiembre del 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 


EL ESCENARIO VACÍO DEL ADOLESCENTE (FINAL)

Por GENARO RIERA HUNTER


4

La órbita virulenta familiar consiste en un juzgamiento cruzado: padres juzgadores-padres juzgados y no importa cuán cerca o lejano estén. Más juzgado equivale al sentimiento de menos amado, en ambos, que no se salvan, por otro lado, de esperar que llegue el día en que supuestamente se le permitirá pasar de largo al sentimiento de culpa que corroe a padres e hijos. Desmartirizarse es lo que más conviene, lo opuesto no tiene que ver con ninguna verdad sobre el amor y el deseo en la vida. Esta depresión (desaparición del deseo) familiar –nombre contemporáneo al malestar insoportable– tiene que ver con la pérdida. Con la pérdida de lo que envuelve a la falta del objeto. Uno de los nombres de ese envoltorio se puede llamar ideal del yo. El amor es uno de los recursos más conocidos de realizar esa función, aunque hoy se encuentra desprestigiado. Está desacreditado porque es más fácil consumir cuerpos, psicoterapia, productos dietéticos, drogas, forma de morir en éxtasis, etc., que arreglarse con los deseos y sentimientos del otro como sujeto que elabora, que quiere o no quiere y que nos presenta numerosas dificultades en nuestra búsqueda de satisfacción. La ciencia y la tecnología prometen así un saber y una producción del objeto adecuado que se presenta mucho más confiable que cualquier otro ideal sobre el asunto de la falta. Por eso tiene un poder superior de seducción.

5

La ordinariez, de cultura plana y de facha, entendida como la desaparición de las conformidades no significa un progreso, más bien implica un retroceso a la libertad conquistada. La defensa por la libertad, vale decir por el deseo, consiste justamente en no reducirse a un sujeto de pura necesidad. La transmisión de esta posición en los vínculos del adolescente colabora de seguro en mayor escala con la realización de este en su vida presente que es, por otro lado, su centro de gravedad; una especie de luz verde, unos minutos de soledad brillante. Cuando el adolescente cuenta con un ideal que lo representa, él se adhiere como un caballo sediento a la corriente del río. Al decir de Mario Goldember, el rasgo de subjetividad anterior era soñar el deseo insatisfecho. Sin embargo, el rasgo de hoy se asemeja más a dormir, dejando al deseo anoréxico, bulímico o adicto… y, por lo tanto, el taponamiento de la causa del deseo por los productos del mercado. El tapón son los objetos que se ofertan en el mercado como causa de goce, es decir, la oferta de los objetos adecuados al goce pulsional y, si estos fallan, se sabe que pronto vendrá uno mejor. No se vuelve más necesario –como diría Freud– imaginar, fantasear.

6
La decepción como la susceptibilidad rebelde del adolescente nos enseñan algo. Nos enseñan que existe alguna razón enferma oculta, desconocida, pero activa en la insistencia por desaparecer como sujeto del deseo. Vivir en huelga de la vitalidad es vaciar el escenario del adolescente. Es contribuir a una autodesvalorizacion excesiva. La vida no tiene impurezas para vivir con guantes y, más, cuando no se es canalla.

Ágape Psicoanalítico Paraguayo


Editor: Alcibíades González Delvalle - alcibiades@abc.com.py

Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR

Publicado en fecha 22 de Setiembre del 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

 

 

 

 

 

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