Portal Guaraní - DEL CUIDADO DE LO NECESARIO A LA PROTECCIÓN DEL SUJETO - Por GENARO RIERA HUNTER

Al abordar la cuestión de la violencia y de los llamados abusos infantiles, dos factores deben ser considerados, también diferenciados y articulados entre sí; son ellos: los determinantes del orden de las llamadas necesidades, por un lado, y los resortes psíquicos subjetivos, por el otro.

La dimensión psíquica puede presentarse, por ejemplo, en términos de una posición subjetiva de identificación del (ab)usado con la posición de víctima. En este caso, estaría el niño siendo una víctima y objeto de uso de su propio fantasma inconsciente y no apenas de las fantasías del maltratante. Es víctima de una posición subjetiva que le impone ser el objeto de goce del otro, por un lado y a gozar, al mismo tiempo, en cuanto niño-víctima de una posición pasiva del otro que su propia fantasía inconsciente le impone.

Esto puede orientarnos en el porqué los cuidados reducidos a las necesidades vitales o a la información preventiva son insuficientes en la medida que un sujeto no puede distanciarse de una identificación que lo determina inconscientemente. Algo que puede imponer la repetición de la experiencia del abuso. No debemos olvidar que el goce no se reduce a loa agradable para la conciencia o al llamado placer. Hay goces más inquietantes determinados por la realidad pulsional del inconsciente. Una realidad que puede presentarse impositiva y repetitiva al propio sujeto.

La pulsión tanto puede gozar sádicamente o masoquísticamente y esto no ocurre solo con los niños. Ser abusado como abusar hacen parte del circuito pulsional (empuje a la satisfacción o goce pulsional). Esto está implícito en toda relación sexual de forma manifiesta o encubierta. Cualquier persona puede pasar de una posición activa de goce a una pasiva o viceversa.

Esto nos ayuda a situar por qué el cuidado no puede reducirse a las necesidades. Que una protección fundamental pasa por una interrupción y regulación de ese empuje pulsional gozoso, sobre todo autodestructivo, que a todos nos constituye en cuanto a seres humanos en cuanto seres humanos. Esto fundamenta una ética, es decir, una mirada y posición ética con relación a la violencia y abusos referidos a la infancia. Por lo general, lo que se observa es que se interpreta la protección como una necesidad de recubrir las faltas que las necesidades imponen, alimento, techo, educación, etcétera. Y lo que concierne a la presencia pulsional y su regulación es desoída o no cuestionada. La ética de lo útil y necesario es insuficiente a la condición de lo humano del ser. Psicoanalista

El estado o las alternativas no gubernamentales como las ONG no son asimilables en su función al padre protector. Tratar la falta de la satisfacción de las necesidades es distinto a tratar de las desregulaciones pulsionales. Son dos tipos necesarios de protección y que deberían tratar de articularse entre sí. En general, lo que viene ocurriendo es que o se desconocen entre sí o se trata de asimilar o reducir el cuidado a las llamadas necesidades vitales. La esencia de la protección paterna es permitir una regulación pulsional, pero de alguna forma operante en un sujeto. A esto poco pueden responder el estado y sus aparatos alternativos. Lo que no quiere decir que no puedan sustentar la necesidad de esa “otra protección”.

La violencia es preocupante, más aun cuando la posición subjetiva del maltratante o del maltratado es de complacencia inconsciente y a esto se responde como si todo se redujera a un asunto de pedagogía o de legislación jurídica, como si ya se supiera demasiado bien (es obvio) lo que es una desprotección. Para el psicoanálisis, la desprotección subjetiva se ubica en esa presencia de actos pulsionalizados desregularizados; es decir, desamparados de una ley paterna y no apenas de una ley jurídica. Se puede ver en esto una diferencia de la ley protectora del estado con relación a la protección paterna.

Cuando la formación subjetiva de un niño pasa por meros principios generales de un pedagogía con ortopedias o con golpes e insultos, es cuando la palabra como elemento simbólico en función reguladora falta en la familia. Falta la palabra con autoridad, no porque impone sino porque escucha y sustenta un límite al goce pulsional. Falta la ley que impone y permite el manejar simbólicamente al goce y así se puede pasar a los actos de desconsideración del otro y de sí mismo como sujeto. Esta falta puede llevar a un “no poder abstenerse de golpear o ser golpeado”. Aquí es la rectificación subjetiva lo que corresponde abordar.

El psicoanálisis tiene una posición y deber ético con relación a una protección del sujeto y trata de hacerlo situándose en un más allá de las necesidades. Más allá, no en el sentido de un desprecio por lo necesario del vivir dignamente con recursos materiales y sí buscando una responsabilidad subjetiva reguladora de los impulsos a la destrucción gozosa. Busca medios de rectificar la posición de un sujeto ante su goce. Esto puede permitir a un niño defenderse mejor del otro y de sí mismo.

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