TE LLEVO EN MÍ
Tu corazón, amor, unido al mío,
atravesando el tiempo y la distancia,
tiene la singlatura y la presencia
de alucinante celestial navío.
Tu cuerpo, mar de fuego palpitante,
surcado de horizontes por mis huellas
-milagro azul de fúlgidas estrellas-,
forjóse en la pureza del diamante.
Te quiero así como te quise un día:
hermana, ángel, esposa y compañera…
Eres la única, y fuiste la primera
a bordo del bajel de mi alegría.
Serás, en mí, como la primavera,
fuente de luz, de canto y de poesía.
NAUFRAGANDO EN DIOS
(Himno de júbilo a la muerte)
“Nunc dimittis servum tuum, Domine…”
(Lucas 2, 29)
(“Ahora, Señor, ya puedes dejar partir a tu siervo”)
Con ternura infinita me hiciste
para ser tu destello, oh Creador,
y sembrar tu palabra en los hombres,
siendo de ellos un padre y pastor.
Yo sentí que al Altar me llamabas:
quise ser sacerdote, Señor…
Pero Tú me mostraste otra senda:
trabajar, en el mundo, por Dios.
Enseñando y sanando a las almas,
emprendí tan divina misión:
enseñando y sanando, cual Cristo,
fui, a la vez, sacerdote y doctor.
Y durante mi vida terrena,
me propuse ser fuego de amor,
siendo fiel al ideal que me dieras,
desde el vientre materno, Señor.
Fue creciendo ese ideal luminoso
que en mi cuerpo mortal encarnó:
ser tu viva presencia en el mundo,
como padre, camino y pastor.
Hoy mi tiempo en la tierra culmina,
pues en ella cumplí esa Misión,
aportando mi grano de arena
por tu Reino de Paz y de Amor.
Y, gozoso, obedezco al llamado:
mi jornada final ya llegó,
y retorno a la Casa del Padre,
en la cual mi existencia empezó.
Ya disuelta esta frágil morada,
me es posible la Mística unión:
como Novia, al Esposo Divino,
mi Alma fiel, a su seno acudió.
Te agradezco, Señor, por la Muerte
que nos lleva a la “Gran Dimensión”,
y nos hace encontrar el sentido
de la vida que el Padre nos dio.
De la vida el sentido es la Muerte:
gracias a ella se da la fusión
entre Dios y la humana creatura,
meta eterna de nuestra Creación.
Con la muerte rompí las cadenas
que me daban tristeza y dolor,
y, ya libre de humanas barreras,
ardo en luces de Resurrección.
Hoy despunta, Señor, la alborada
que mi alma hace tanto soñó:
¡A tu encuentro, por fin, me encamino!
¡Dame, Padre, tu abrazo de Dios!
(Octubre, 2007)
Fuente:
“REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY/ POETAS – ENSAYISTAS - NARRADORES”/ IV ÉPOCA - Nº 15
Arandurã Editorial, Asunción-Paraguay,
Mayo 2008. Páginas 31 al 34.