¿SERÁ PARA MEJOR?

Por  JORGE RUBIANI

“Un hombre inteligente se repone enseguida de un fracaso. Un hombre mediocre no se repone jamás de un triunfo”. Sacha Guitry.

Quien declama virtudes, está obligado a ejercerlas. Es la consigna que debe imponerse el gobierno que asumió tras la destitución de Fernando Lugo. Junto a la obligación de demostrar que el rigor constitucional aplicado para el logro de esta medida realmente valió la pena. Especialmente porque los paraguayos en general y la clase política en particular han comenzado a evidenciar la misma actitud maniquea que durante el “marzo paraguayo” de unos años atrás. Cuando entonces, todo aquel que no fuera “argañista” era inevitablemente puesto en el bando contrario y viceversa. Por lo que el que no manifiesta hoy una confianza ciega e ilimitada hacia el orden recientemente instaurado, es tildado inmediatamente de “luguista” aunque se admita que la destitución siguiera un procedimiento legal y medianamente correcto.

A los que pensamos un poco “más simple” se nos hace imposible olvidar, sin embargo, que un Parlamento rigurosamente aplicado en la ocasión se ha omitido demasiadas veces de ejercer su rol. Y, más a menudo de lo conveniente, sus miembros han brillado por la demostración de otras perlas.

Entre estas y para hablar solo de la más reciente, el intento de solucionar el problema laboral de sus operadores partidarios gracias al Presupuesto nacional. Hecho que, por otra parte, pudo haberse consumado si no fuera por el veto del presidente Lugo. Justicia es consignarlo.

Otra generalización absolutamente intolerable e intolerante es la de calificar a cualquier exoficialista como “bandidos de la izquierda”. Basta que le agreguen “apátrida” y tendremos el retrato fiel de un original que al parecer se ha estampado a fuego en la corteza cerebral de muchos. Debería recordárseles que la peligrosa simplificación es contraria al más puro canon liberal de respeto a la libertad individual y de pensamiento. Y que en la izquierda como en el centro y la derecha habemos de todo: buenos, malos y semis, al punto que podría asegurarse que el Paraguay de hoy es más producto de una derecha intolerante, antidemocrática, arbitraria y corrupta, que la consecuencia de tres años y más de un gobierno que, por cierto, no hizo los deberes como debía. A propósito, les invito a leer mi artículo “¿Es Ud. de izquierda?”, publicado en ABC en diciembre de 2011.

En cuanto a la acción del Frente Guasu y el gobierno resultante de la variopinta alianza que lo consagrara, los errores han sido colectivos, por acción u omisión. Y las culpas no fueron solo del presidente Lugo, sino de otros ubicados más lejos que cerca de los anillos del poder. Especialmente de quienes vienen apostando a proyectos meramente electorales y no de gobierno, desde prácticamente instaurada la democracia. Los que aplicados a acceder o pellizcar el poder a cualquier costo, supeditan la estrategia electoral al “perfil” del candidato, a una cuestión de simple marketing o de estar atentos al palpitar de las encuestas. Además de lo fundamental: juntar dinero para financiar la campaña. Es cuando termina de “arreglarse” la lista de quienes “representarán” al pueblo. De gobernar ya se verá cómo y después. Y se dejará librado al reparto de cargos que convertirá al “Gobierno” (con mayúsculas) en un gueto de cada interna partidaria beneficiada con la repartija.

Valdría la pena entonces que encaremos este nuevo proceso ejerciendo las virtudes que proclamamos.

La destitución del presidente, por más constitucional que fuera el procedimiento y por más alegría que trajera a las carpas azules, es un fracaso más en la larga serie que inventariamos los paraguayos. Para superar este nueva frustración deberíamos empezar respetando la diversidad ideológica, además de elegir mejor a nuestros interlocutores o aliados, sabiendo lo que puede esperarse de cada uno de ellos.

Por lo demás, habría que empeñarse en que el pueblo perciba que se ha elegido a los mejores hombres y mujeres para las más altas responsabilidades del Estado. Es demasiado triste constatar que muchas veces el “cambio” no es más que la sustitución de nombres o colores en el cometido de reiterar los mismos vicios de siempre. Que si ayer asumimos la decisión de hacer cumplir la Carta Magna, el hecho no nos redime de las veces que no lo hemos hecho. Tampoco nos exculpa de nuestras miserias anteriores ni omite la responsabilidad de personajes y partidos en la generación de una crisis que –por lo visto y sabido– no ha terminado de dejarnos.

Finalmente, es altamente deseable que el gobierno no se parezca a esas parejas que en conflicto y separadas, se descubren defectos que el ardor, el amor o la conveniencia les impidió notar cuando juraron amarse y honrarse “hasta que la muerte los separe”. Porque las parejas pueden desatender sus juramentos y promesas sin mayores consecuencias. Los que asumen las responsabilidades de gobernar un Estado Nacional, definitivamente NO.

Fuente: ABC Color

www.abc.com.py

Sección OPINIÓN

Miércoles, 04 de Julio de 2012

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