REALITY

Por  JORGE RUBIANI

Acostumbrados como estamos a los realities televisivos, se organizó uno para los candidatos. Un show en el que cuatro de los postulantes a la presidencia de la República, se mostrarán bien vestidos, sonrientes, más o menos aplomados y la lección medianamente aprendida sobre lo que harían en función de gobierno. Todo de acuerdo a lo que –alguien decidió– fuera la mejor oferta electoral. Pues ese “alguien” asumió también la decisión de marginar a aquellos que no aparecen bien posicionados en las encuestas. Esto solo se supone... pues son varias las fuentes a considerar y variados los guarismos. Por las dudas, cada candidato tiene sondeos propios que, por supuesto, lo ponen en los primeros lugares.

Al público televidente se le anunció un debate y a la mayoría –creo– nos pareció asistir a aquellas viejas peleas de cowboys en las que los contendientes recibían o daban trompadas por turno, hasta que finalmente, alguien quedaba en el suelo. Este reality no estaba programado para que alguno de los invitados quedara tendido. Sirvió solo para demostrar oficial y públicamente, nuestras escasas posibilidades de copiar medianamente regular, lo que en otras partes se hace bien con el mismo pretexto. Porque de hecho, los realities se programan para divertir y que nadie salga muy mal herido de la puesta. Acá no. Alguien se habrá divertido –es posible– pero los candidatos no fueron divertidos. Y mucho menos convincentes ...definitivamente.

Tal vez asumimos expectativas muy elevadas y pretendimos que el promocionado debate fuese la oportunidad de reunir en un acto digno y democrático, la suma de propuestas confrontadas a lo largo de la campaña. La que en toda su extensión debiera ser SIEMPRE –hay que aclararlo– un debate de propuestas. Imaginábamos que al momento en que los candidatos se pararan frente a las cámaras, expondrían con apasionada solvencia, enfática y educadamente desde luego, sus respectivas ideas y proyectos, inventariando recursos y posibilidades al mismo tiempo de considerar la coyuntura política o económica para la concreción de sus respectivos planes. Pero lo que se anunció pretenciosamente como “debate“, fue la crónica de un fracaso anunciado, pues la campaña electoral se caracterizó desde el mismo inicio, por la catarata de insultos con que los candidatos y partidos buscaron descalificar a sus adversarios. Con expresiones que delataban el triste contraste en la conducta de quienes son –hoy por hoy– nuestros más visibles rostros frente al mundo y DEBEN manifestar lo mejor de las virtudes democráticas.

Solo como botón de muestra y para mencionar a los que son adjudicados con las mayores posibilidades de éxito en el próximo acto comicial: uno, bajo las sombras de la bandera azul acusaba al otro de “narco“; y este, enarbolando el rojo pendón, motejaba de “ladrón” a su acusador. Si uno de ellos fuera el futuro presidente de la República del Paraguay, nos preguntamos: ¿No se dan cuenta estos señores, que este mutuo menoscabo daña irremisiblemente la sagrada investidura que aspiran? Si ambos utilizan el eufemismo de “pasado dudoso” para caracterizar los antecedentes del otro... ¿qué consideración podríamos esperar de los mandatarios de la región, quienes en los últimos meses ya se han manifestado irrespetuosos con nuestro país y nuestras autoridades? ¿Con qué prestigio podría asumir el próximo Ejecutivo Nacional si durante toda la campaña electoral, los candidatos se prodigan acusaciones tan ignominiosas? ¿Es lo que recomiendan los costosísimos asesores de campaña?
Con descalificativos como los escuchados reiteradamente ... ¿porqué no hay recusaciones fundadas ante los Tribunales pertinentes? Si los descalificativos son solo cínicos recursos electorales ¿por qué no interviene el Tribunal Superior de Justicia Electoral poniendo orden y respeto? ... para recordar al menos, a los futuros mandatarios (cualquiera de ellos) que la Constitución establece que nadie es lo que ellos afirman si no fue condenado por juez competente? Si este no fuera el caso... ¿no se llama difamación y calumnia al delito en el que estos candidatos incurren? Y ... ¿qué pasará en la noche del 21 de Abril? ...¿o se dirá que todo fue debido al fragor de la campaña? Porque de seguro, con cualquiera de ellos sentado en “el sillón de López” habrá que negociar la famosa “gobernabilidad” con cargos, prebendas y concesiones ... ¿será entonces la paz a pesar de que unos fueron “narcos” y los otros “ladrones”?

Finalmente y para que la izquierda no se sienta marginada de este comentario, pretendo de ellos la aclaración sobre algunos interrogantes que no me quitan el sueño:

1. ¿Por qué nos llamamos compañeros y nos molesta tanto el destello de otros compañeros?

2. ¿No será ese el motivo por el que nos presentamos siempre desunidos y sin posibilidades a la hora en que suena la trompeta de la “democracia burguesa” convocando a elecciones?

3. ¿Cómo es que calificamos de “golpistas” a quienes organizan las elecciones... pero participamos de ella? ¿O lo hacemos para que nuestro quejumbroso discurso de siempre, sea más contradictorio de lo que ya es?

Mi propia conclusión (independiente de las respuestas que reciba) es: que estamos en la fiesta de los “golpistas“, bailamos su música y para desgracia mayor, la bailamos muy mal.

Fuente: ABC Color

www.abc.com.py

Sección OPINIÓN

Sábado, 23 de Marzo de 2013

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