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CÉSAR GONZÁLEZ PÁEZ (+)
  ANCLAJES, 2013 - Poemas de CÉSAR GONZÁLEZ PÁEZ


ANCLAJES, 2013 - Poemas de CÉSAR GONZÁLEZ PÁEZ

ANCLAJES

Poemas de CÉSAR GONZÁLEZ PÁEZ

Editorial SERVILIBRO

Dirección Editorial: VIDALIA SÁNCHEZ

Colaboración de tapa: ENZO PERTILE

Asunción – Paraguay

Octubre 2013 (68 páginas)



CESAR GONZÁLEZ PÁEZ (1951)

Es oriundo de Valle Hermoso (Córdoba, Argentina), ha cumplido durante estas dos últimas décadas su labor de escritor en Paraguay, país donde reside y trabaja en el diario Ultima Hora, como periodista en la sección cultural. En su carácter de escritor cultiva el cuento breve. Ha editado “Concierto de cuentos” (El Lector, 1998) que obtuvo un comentario elogioso del poeta Elvio Romero.

También en narrativa ha publicado “Jarabe de cuentos” (Servilibro 2005). En 1996 ha recibido el Primer Premio “concurso de Cuentos del Club Centenario”. En la actualidad se desempeña como periodista de Cultura de Ultima Hora. Publico además en diarios y revistas del País y del extranjero. En el género poético público en 1981 el libro “Pan silvestre” y en 2005 publico el poemario “Luna de menta”.




PRÓLOGO

Otra vez las palabras desencadenando pensamientos, pintando el mundo, rompiendo la rutina. Amigas que me siguen, a pesar de cómo me cuesta ordenarlas para que digan lo que siento. Son y han sido mi vida, he ido tras ellas también como un amanuense escribiendo también lo que ellas me dictan y muchas veces he sentido su ausencia, por esa idea que no llega o ese término que alumbra conceptos oscuros. En este poemario está narrada toda esa batalla, lo que perdí y lo que gané. Las palabras fueron y serán siempre, para mí, preciosas anclas que detienen el asombro que huye... si ellas no lo retienen.

El Autor




LABERINTO

Resulta que no encaja,

ni en minuciosos inventarios,

ni ante exigentes auditorios.

La razón es bien simple:

no estoy completo sin ti.



Aparente me desplazo,

me desempeño bastante bien

y el trabajo no me esfuerza.

Pero tu absurda falta pesa más.



No dejo de cumplir horarios,

dicen que soy muy responsable,

que merezco un ascenso

pero, quién lo diría, falta algo.



Sin ti la vida me deja sin recreo,

la canción me suena hueca,

el día es un laberinto

para perderse buscando

la salida de tu nombre,


Si eso no es amor.



BLOQUEO DE SUEÑOS

Tardaste y dejo de latir la hoja

que escribía mi entusiasmo,

la ausencia se hizo ley a estrenar

con reglas desconocidas.



Eso no es posible, eso no se hace

Bloqueo de sueños les llamo

a los que dejan que otros cosechen

esperanzas incapaces de cumplir.



Y si esperas un poco

sabrás de repente que son tercos

los sueños mal atendidos:

Florecen porque la vida es buena

y los perfuma con lo posible.



RESONANCIAS

Cada palabra, un desenlace...

Entusiasmo: préstamos a corto plazo.

Ternura: ceniza de pasión.



Arrullo: brote del afecto.

Melancolía: tristeza prestada.

Agua bendita: almas lavadas.



Sueños sin arte: abstracto final.

Punto final: estación de otro comienzo.

Apuntes en libretas: amnesia espiritual.



Probabilidades de lluvia: agua sin agenda.

Sonrisa en breve: simpatía en retirada.

Asuntos a tratar: cosecha de rencores.



Tierna mirada: luz del principio.

Luz en la noche: oscura impaciencia.

Vino y rosas: palabras prestadas.



Ocupación diversa: sombra desempleada.

Contar la verdad: lo que pesa una pluma.

Pañuelos y adioses: trama infinita.



Pecados rodando: perdones ocultos.

Mal de amores: fruta amarga.

Hierba que crece: pasos ausentes.



Futuros caminos: árbol que cae.

Crece el entusiasmo: el azar acecha.

Volver de nuevo: un tibio rescoldo.



Cómo perderse: el azar conduce.

Penurias viejas: sonríe el futuro.

Nada que decir: recreo de las palabras.




RESONANCIAS II

Tan solo un siglo: cambio de pasajeros,

Tren de la tarde: postal sin sonido.

Agua y vertiente: dos estadios de pureza.



La calma en la noche: pastura de enemigos.

Flores en el patio: recuerdo de un perfume.

Esclavos relojes: martillo del tiempo.



Te quiero y punto: razones inapelables.

Amanecer sin isla: el mar a sus anchas.

Poco para ver: lo evidente invisible.

Anuncio formal: semilla del desinterés.



Pan para el pobre: voceros de nadie.

Ya no queda nada: fingir que no importa.

Eso es todo: excusas de punto final.

Lo veo y no lo creo: el espejismo seduce.



En días como éstos: experiencia no aprendida.

Loa al futuro: el eco no responde.

Cerrar la puerta: abrir la intimidad.




EL FINAL

Todo va al terminar,

hablo de la vida prestada,

con sus sueños incluidos.

Para morir he nacido

y un trato... es un trato.



Aquí mi corazón apuntala

la sucesión de minutos:

¡Qué suerte es haber anclado

en ojos que me supieron esperar

y comprobar que el sacrificio

da honor a la existencia!



Que por seguir tú sombra

le he llamado amor al proceso

En la desilusión de los días sin

le he puesto tu nombre a todo.


Y acudiste a mi llamado.




BELVEDERE

Agua, tierra amiga

que solo luces cuando faltas

y la tierra se agrieta

cuando te extraña.



Con qué palabras rezarte

para que vuelvas a inventar

la pastura de otros días,

el rocío que te nombra.



Agua, tantas veces derrochada,

ahora ordenas más respeto.

Las grietas de la tierra

lo saben, no habrá vida.



Sin tu consuelo

los animales se quedan

mirando el paisaje

en una muerte mansa.



Las excusas son muchas,

que cortaron los regadíos.

Desviaron la curvatura

de lo que pertenece a todos.



Dicen que hay recursos

que no hay qué preocuparse

si te han visto

en la Luna y hasta en Marte.



Agua, no te administran

Con honradez en este mundo.

Que importa el más allá

si la injusticia vive aquí.



IDEA

No tener una idea puede ser pacífico,

no dar señales de vida

a muchos les sucede.



Pero quien tiene una la defiende

y le importa poco el sacrificio

con que a veces se pagan los ideales.



Que se vayan a sus huesos

los que nada tienen,

que viva el sembrador

de ideas porque de mentes como esas

nacen mundos.



SOLAMENTE DE PASO

Gracias por el don de la brevedad

sin otra herramienta que la dulzura

pasaste y mi lado se enriqueció

de tu transparente perfume



Aroma que aún hoy recuerdo

y tanto, que se adueño del desvelo.



Qué mucho puede dejar

alguien que simplemente pasa

y graba a juego la espesura

de los deseos ajenos.



Si, con el solo pasar

parece que anularas tormentas,

y se solucionara todo



Por favor, pasa de nuevo

y vive pasando

que de verte nuevamente

se me inquieta el futuro

y eres ese pan de maravillas

hecho con harina de sueños



El mismo sueño

de siempre poder

volverte a ver...




LETRILLA

Busco una palabra

que reemplace

a la llamada poesía.


Quiero decirle que venga

de un modo que ella sepa

que la señalo con mi escritura

sin decir su nombre.


Y sentirme poeta

sin uniforme,

hombre de ideas

sin ponerme ninguna.


Un sembrador de palabras

pero todas pintadas

con rubor del buen decir

y del arte de emocionar


Sin decir que soy la luz

iluminarte el corazón.

Sin besos a la luna

pintarle uno en la cara.


y sin decir una palabra

sugerirla a todas

las del diccionario.

¿Se entiende?




FINAL

De pronto la puerta se cierra

Podemos quedar adentro o afuera,

De repente llegan las palabras-

Honrosas anclas que me salvan

de la marea del olvido.


Todo lo demás

no me pertenece.



INDICE

Prólogo

Desde lejos

La represa

¿Que cómo es ella?

Discurso

Mundo animal

Laberinto

Esas manos

Ya

Dulce día

Aquí te dejé

Si es el viento

Bloqueo de sueños

Punto y aparte

Ámala

Resonancias

Resonancias II

Culpable

Un abrazo

El final

Pionero

Canta

Vigila tu nada

Belvedere

Sencilleces

Canción de las pequeñas preguntas

Idea

Desencontrado

Solamente de paso

Historia de desamor

Letrilla

Pena en órbita

No puede ser otra que tú

Final




ANCLAJES, DE CÉSAR GONZÁLEZ

Por MARIO CASARTELLI



Siempre me aferro a la idea de que las obras artísticas no necesitan presentación, porque ellas hablan por sí mismas. Y que nosotros, los presentadores, no hacemos más que encaminar un poco al posible lector, con la esperanza de que pueda percibir o sentir algo de lo que nosotros hemos experimentado en la lectura de un libro, como en el caso de este poemario, Anclajes, de César González, que nos ha deslumbrado con algunos poemas.

Su lenguaje coloquial prescinde de ropajes literarios. Y así, casi desnudo, va hilvanando sus versos que nos llevan a recorrer un ancho estanque de aguas mansas. “Poderoso anclaje es la esperanza”, dice el poeta. Qué rotunda expresión. Y a la vez que paradójica. Porque solemos percibir la esperanza como algo que se busca, como algo que se ansía. Y este anhelo supone muchas cosas, menos quietud, porque nos remite al movimiento.

En la propuesta de César González la esperanza es un anclaje. Pero su anclaje no es quietud de sumisión, sino la predisposición a mover el pensamiento y el sentimiento y fusionarlos, conjugarlos.

Aquí vemos que la vida se parece a un estanque “después de haber atravesado las alegrías de los desbordes”, como dice el poeta. Y quienes conocemos a César González -porque lo hemos frecuentado desde hace décadas- sabemos, casi con precisión, lo que siente al decirlo.

Ha vivido tanto este hombre, ha conocido agitaciones, tremendas sacudidas. Pero también el sosiego. La calma chicha siempre sucedió a la tempestad. Y entre aguas turbias y transparentes, sobrevivió el poeta y prosigue, ahora, con la capacidad de observación que conceden sólo los años.

Lo hermoso de todo esto es que, desde el estanque en calma, decide hacer un recuento poético. No digo que pretenda recogerlo todo, porque, como ya lo advertía esa magnífica escritora que fue Margarite Yourcenar: “Un libro cabe entero en la vida, pero la vida toda no cabe en un libro”.

Y César González siempre fue consciente de todo esto. Eso lo hemos percibido no sólo en su poesía, sino también en sus otras incursiones literarias: en su narrativa, en sus reflexiones periodísticas, hasta en sus composiciones musicales, porque césar es también un delicado compositor musical.

Refiriéndose a la mirada tranquila de Jesús, el poeta Eliseo Diego escribió alguna vez: “Sus ojos que no eran azules ni oscuros, sino pardos, el color de la feliz aceptación de todo”. Y algo de esto es lo que expone César González cuando señala que “el estanque y el agua hacen lo que pueden con el tiempo que les fue concedido, pero más de lo que son no pueden dar”.

Con su metáfora feliz -aunque a veces disfrazada de tristeza-, camina el poeta, recogiendo ricos sedimentos, porque él ya sabe -y pagó creces de experiencias por saberlo-, que todo cuanto acontece en la vida, fuese herida o fuese bálsamo, al final, si el hombre es atencioso, todo se convierte en tesoro. Tesoros de conocimientos que, al fin de cuentas, le solventan el oficio de vivir. Un vivir buceando en el fondo estanque, del que extrae todo cuanto encuentra en el camino, para subir después a la superficie, y allí –aquí- brindarnos, poemas de preciosos contenidos.

Hay leyes inmutables, que oscilan entre el llanto y la alegría del lobo y el cordero; y acaso comprenderlas torna el mundo más comprensible, pese a tantas desazones, porque, como él bien lo dice: “lo que tenga que pasar sucederá”.

Difícil es sintetizar tanto cúmulo de sabiduría en una breve exposición. Y en aras de lo breve, dejo de lado muchos poemas a los cuales quisiera referirme, como el caso del ejemplar díptico resonancias –que después leeremos con el autor-, pero quiero terminar esta presentación leyéndoles, ya, el texto que sintetiza, creo, todo cuanto les estuve diciendo del poeta. El título es “Vigila tu nada”, y dice así. (47)

26 de noviembre de 2013





DE BOLEROS, CUENTOS Y ANCLAS QUE VUELAN

Por ANTONIO CARMONA



Recuerdo todavía la llamada de Jesús Ruiz Nestosa para preguntarme si conocía a César Gonzalez Páez, a quien el jurado del Concurso del Centenario le había dado el premio, por el cuento El libro de las artes imposibles; estaba sorprendido, maravillado y compartimos ese descubrimiento.

César, cordobés de Cosquín, capital musical, y no lo reseño gratuitamente, se había incorporado hacía ya un tiempo a Ultima Hora, pero no era tan conocido en el ámbito intelectual local. Hoy se lo conoce más, pese a que trata siempre de pasar desapercibido.

El relato se incorporó a su libro Concierto de cuentos, que como escribí en aquel entonces, era un desconcierto de relatos que, justamente, resultaban mágicamente absurdos, ¿acaso el arte de Bach no era el desconcierto, la fuga permanente, un tratado vital de cada día sobre las “artes imposibles”?

Y esa fue la imagen que tuve de ese cuento y de ese concierto, la fantasía del artificio de los contrapuntos, haciendo derivar las variaciones por mares impensables.

Después me sorprendió con Jarabe de cuentos, jarabe, brebaje, poción que tiene magia y embriaga, que desconcierta y sorprende, como el ancestral Centinela de Piedra, que emerge de las profundidades, convidado a una cita con los vivos como testigo de causa, o el Discurso cervantino, en el que el ganador del Premio Cervantes en el año 2025, en vez de ofrecer un discurso, más o menos largo y sesudo, dijo una sola frase “Ay, Don Quijote, más veces citado que leído!”

Y el majestuoso claustro de Alcalá de Henares, sin ceñirse a la lógica ceremonial, aceptó que tan breve discurso invitaba a disfrutar del brindis, considerando que el propio Cervantes lo hubiera aplaudido.

“El bolero tiene una brújula imantada a la tristeza”, escribe en Sombra de boleros, y es cierto; lo que me lleva a otra fuga, aquél otro canto narrativo, que dice que “la tristeza no tiene fin, la felicidad, sí”.

Y a la historia de la canción. Toda canción cuenta una historia, y más generalmente triste que alegre, lo que se patentiza claramente en el tango argentino o en la copla española o en la polka paraguaya, por poner ejemplos de cantares bien cuenteros, como tantos otros.

Pero es una historia que cabalga entre la realidad y la ficción, entre la prosa cotidiana y la poética musical; una máxima expresión de este aserto es Garota do Ipanema, canción simple y poética tan fuerte, inspirada en un personaje real que caminando por la playa, al ser conjurada como musa inspiradora por la magia de Vinicius, pasa a ser la Garota de la canción, con mayúsculas, y no la real, la minúscula que camina por la playa; y a representarla en la realidad, si es que a este mundo de la fantasía y el espectáculo podemos llamarle realidad. ¡Hasta las caderas se vuelven imaginarias!

Es decir, toda buena canción tiene un drama, en el sentido originario, cuenta una historia: a veces una historia individual, otra que es la historia de muchos o apenas una anécdota insignificante pero que al relatarse, al cantarse, cobra vuelo.

Viene a cuento, en sentido estricto, con este libro de relatos cantados como boleros, o boleros contados como cuentos, es decir que hay que entrar a leerlo como el que escucha un disco, atendiendo la escritura sonora de la música, mientras se escuchan las palabras leídas, sabiendo que hay más variedad que unidad, a veces más tango o más corrido, otras más balada triste, otra que parece Eleonor Rigby, que cuenta varias historias pequeñas y cotidianas, pero con aire de tristeza y soledad, la de la mujer que recoge el arroz lanzado en la boda, o la del sacerdote que escribe un sermón que nadie va a escuchar: “¡Ha, look at all that lonely people”, cuentan los Beatles, “mira a toda esa gente solitaria”.

Y esa anécdota o historia se pregona, se recita, se canta y, en fin, se cuenta.

Los cantares de ciego, que aún recuerdo haber escuchado en vivo bajo un soportal, recova diríamos aquí, en un suburbio de Madrid, eran crónicas policiales, se pregonaban o cantaban, con acompañamiento de guitarra, de acuerdo a las artes del cronista, pregonero o cantor, y se imprimían en hojas que se vendían y pasaban de mano en mano. Las recuerdo de mi infancia, de mi mente invariable, la memoria, que diría Emiliano; porque venían de mucho más antiguo.

Y el compuesto paraguayo Mateo Gamarra puede ser un modelo veraz y terrible, que canta-narra una historia del crimen de una mujer celosa, que dicen que sucedió, que luego se hace canción, va al escenario y termina cerrando el círculo, en el crimen impensado y perfecto en la realidad, llegando al teatro, con el desenlace de la muerte del actor, de mano de la actriz, que representan sobre las tablas.

Algunos de los cantos-cuentos de César son épicos, como el del músico que pidió su última voluntad antes de ser fusilado, aunque el detonante no es sólo de boleros, sino de canciones populares que suenan a rebelión, a protestas a revoluciones heroicas y frustradas.

“Qué siga la función”, dice en una de las sentencias que redondean los cuentos, como en una estrofa final de la canción, “la vida es ilusión y los huesos percusión.”

Otros son cotidianamente insólitos, como el del embarazador “Sereno Canal”, que resuena a la Venecia sin ti. O absurdo como el que quiere reclamar a un tal Silvio los derechos del Unicornio Azúl, que “sueña que soñó que alguien, alguna vez, tasó su vida.”

En fin, como él mismo parafrasea a Gracián, “Es tan difícil decir la verdad como ocultarla.”

Y de eso se tratan los cuentos y las canciones y, desde luego, los boleros. Si no lo creen, pregúntenle a Armando Manzanero.

Anclando y desanclando

Y paso a la poesía: César es un poeta y un músico, y hasta tengo que decir que los dos oficios, en muchos casos, son el mismo; se trata de hacer ritmo que desde la sonoridad cambia la significación de las teclas que tocas, ya sea una palabra o una cuerda de guitarra o la caricia de una cuerda de violín; se trata de dar un significado profundo a una señal, a un signo, a un simple sonido que, siendo igual, se vuelve diferente a todos y crea una nueva significación, que se fuga para convertirse en un encanto; como el telegrafista de Manorá, que de acuerdo a como apretara las teclas del morse podía lanzar un mensaje de vida o de muerte en Moriencia.

Nadie sabe que César vive de la música, y no hablo del oficio cotidiano de ganarse el pan de cada día, el traje que le viste y la mansión que habita, para decirlo con la fuga de Antonio Machado.

La música es en secreto: para él, para sus amigos y para matar el curso del tiempo, diría Borges.

César es un trovador, un juglar, que no es posible saber si canta, si narra, si hace sonar las cuerdas, pero esta todo ahí. En Luna de Menta, que ya tenía cuatro poemas con el título anclaje, porque evidentemente el ancla es un signo que se clava en el fondo del mar profundo e inmenso y tiene arriba el cielo y al frente el horizonte infinito y, atrás, todos los puertos: La poesía en el estado más impuro y bello.

Lo escribe él mismo en el poemario Anclajes: “Las palabras fueron y serán siempre, para mí, preciosas anclas que detienen el asombro que huye…si ellas no lo retienen”

Y añado yo, siguiendo su fuga delirante, las palabras son anclas, pero no sólo porque detienen y sostienen el barco en el lugar del asombro y la maravillación, sino porque también se elevan y liberan el vuelo, atajan y dejan volar las velas del asombro, las palabras mágicas, con anclas y con alas.



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