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ESTEBAN BEDOYA

  ADÁN, EL EXTERMINADOR DE SERPIENTES Y SU PACTO CON LA MUERTE - Cuento de ESTEBAN BEDOYA


ADÁN, EL EXTERMINADOR DE SERPIENTES Y SU PACTO CON LA MUERTE - Cuento de ESTEBAN BEDOYA

ADÁN, EL EXTERMINADOR DE SERPIENTES Y SU PACTO CON LA MUERTE

Cuento de ESTEBAN BEDOYA

 

 

I


El venerable cura Pío adoptaba niños como si estos fuesen suyos. Pequeños brotes vegetales, retoños tiernos que crecían como hongos después de la lluvia espesa del Trópico de Capricornio. El, les daba protección.- "Soy un simple intermediario del Señor" (decía) y donde él, los abandonados recibían una comida, ducha y cama a temperaturas adecuadas.

Las criaturas vivían en la casa del Señor; y entre ellas, una que luchaba con sus ruidosos huesos, cuidadosamente envueltos por su piel atigrada, a consecuencia del vitiligo. Curiosidad natural que le permitía mimetizarse sobre el cubrecama de brocados y damascos, que tan gentilmente las damas creyentes habían bordado para su pastor. Allí, el padre encargaba a Dios los hijos para las devotas mujeres. Pío les enseñaba a despojarse del pecado, "dando muerte a la serpiente que llevan dentro". Con gestos clementes les guiaba a un estado de armonía, en el cual las adolescentes aprendían a convivir con las calenturas que ardían terca e insistentemente. Los feligreses consideraban que "nadie más adecuado que el pastor del rebaño", para fiscalizar la virginidad. Era un sello de garantía para las futuras casaderas, quienes en muchos casos dieron al cura una robusta e indisimulable descendencia.

Dentro de ese ambiente caritativo, el niño fue partícipe de los rituales, donde de tanto en tanto, cuando el calor sofocaba, llevaba alivio a los penitentes, apantallándoles enérgicamente con un abanico que más que apagar el fuego, parecía alimentarlo, "hasta chispas salieron" contó alguna vez el niño a sus compañeros.

Desde entonces, Adán tuvo necesidad de exterminar el pecado matando serpientes, para lo cual abandonó el hogar donde tan bien había servido.



II

Soy el exterminador de serpientes. Maté más de las que puedo imaginar. Una mañana de escaso apetito ejecuté a la primera.
Una gran piedra rebotó en la cabeza puntiaguda y azul, desprendiendo uno de sus ojos que rodó sobre la hierba seca, hasta hundirse en un hoyo para espiarme despiadadamente.

Grité y marché arrastrando la boa, asfixiándola con largos besos, para convencerla de una muerte decorosa.

Fue una enorme distancia, en la cual hallé un naranjal, bajo cuyas sombras me detuve a rezar.

¡Ave serpiente, cabeza de papel...!!

Tal vez haya sido eso lo que la despertó; sí, se despertó y a pesar de ser tuerta me dijo...
-¡qué mal te ves!...pero no te entristezcas, después de todo, yo también estoy mal.



III

-¡¡Ekirirí nde rova tavy!!, (¡cállese bruto!) me gritó un pequeño hombre de la ley, que se me acercaba corriendo descontrolado como un vehículo sin frenos - “ché la autoridad” (yo soy el que manda), me amenazó con su cachiporra golpeándose los muslos)

- ¡Ejupi nde tembó¡ (venga acá “infeliz”). ¡No vaya qué tentá tu suerte!, ¿o queré pudrirte en el mismo pozo que tu parientes?

- ¡¡Nó mi capitán!! (le dije aterrorizado al observar sus profundas cavidades oculares, parecidas a los faros rotos de un camión).

- ¿Vo pió no sos de la Liga Agrarias?... ¿Qué e eso de andá matando serpiente?

(Mi escasa altura le permitía pellizcarme una oreja, mientras con la otra mano, el borracho me pegaba tukes (golpes secos y enérgicos sobre la cabeza).

-¡Ya vas a ver cientocho! 1]



BREVE ENCUENTRO CON LA YARARA

Así, por casualidad llegué a la comisaría del pueblo, donde con el paso del tiempo, se me trató como a uno más de la casa. Era una edificación vetusta, pesada y cuadrada como sus ocupantes. En ese lugar, dentro de una celda, debajo de una cucheta dormía una enorme víbora Yarará1que seguramente sería alguna de las Damas que el cura Pío no logró rescatar del pecado. Ella misma me contó, que las inundaciones del 68 la trajeron a Villa del Rosario.

No sé si por mi proximidad con la Yarará o por pura desconfianza, la gente me llamaba "Sebo´i [2]".

- ¡Sebo´i!, ¿terminaste de acomodar los huevos?

- ¡Adán!, ¡me llamo Adán! (respondía lacónicamente a la autoridad)

Ese era mi escarmiento, que me cambien el nombre y tener que recolectar los huevos del gallinero de la comisaría; el mismo sitio donde muchos presos purgaban sus condenas. Más de una vez llegué a pensar que serían ellos quienes fertilizaban las gallinas. - "Son huevos de serpientes...de allí van a nacer tus hermanos"; me respondió Benigno Saldivar, mientras chupaba frenéticamente las últimas gotas de su bombilla. Pero como a mi eso no me importaba, me limitaba a acomodarlos en las hueveras, ... hasta que se acordaban de enviarme al patio, allí parado descalzo sobre la tierra hirviendo, esperaba al pelotón de fusilamiento "el que no tardaría en llegar". Finalmente como lo bueno y lo malo tienen un fin, nunca me fusilaron... ¿A quién se le hubiese ocurrido fusilar a un niño, por el sólo hecho de exterminar serpientes? por el contrario, me destinaron a la cárcel de menores. El cabo Cañete fue quién me llevó a internar. -¡Cuídense de éste!, (le dijo al Oficial de Guardia) ¡...ni siquiera sirve para regar las plantas!

- ¿De dónde salió?

- ¡De la parroquia!... el cura lo agarró comiendo hostias! y robando el dinero de la limosna.

- ¿Otro árbol torcido?

- ¡Torcido y abusivo!...se llama Adán, ¡Adán a secas!

Cañete me despidió con suaves palmadas sobre la nuca, igual que cuando se acaricia a un animal; pero ya era tarde, yo prefería la prisión que tenía por delante, que seguir en el gallinero del pueblo, y eso solo, ya era una gran ilusión. ¡Claro! yo no era un preso, pero viviría con ellos con un título rimbombante que me habían enseñado a repetir..."estoy aquí sin expresión de causa", o sea, nadie sabía porqué estaba allí.

A decir verdad me encontraba feliz en el caos, saltando como una pulga, entre animales que luchaban por sobrevivir. Seguramente yo no hubiese hecho nada para salir del reformatorio, hubiese vivido allí toda la vida de no haber sido por una deuda de los guardia cárceles con la chipera...como no había dinero con que pagar, le pagaron con mi persona. A los pocos días la chipera ya no me soportaba porque decía que comía demasiado...y porque a los siete se tiene el pito muy chico.

Así llegué a lo de Catalina, una dama ilustre, que criaba amistades como se cultivan flores.


MI VIDA CON CATALINA

Cuando me bajaron del canasto, ella estaba esperando en la puerta de acceso al pequeño jardín de pastos crecidos, era como una estatua de yeso recién moldeada; detrás suyo, como niños traviesos, los cardos, ortigas y zapallos crecían descontrolados, trepando y lamiendo la pared de la casa rosada, en cuya fachada aparecían salpicadas dos pequeñas ventanas mal cerradas; el único adorno de esa morada, era un letrero de metal que se mecía ruidoso con el viento del Norte. Chapa sedienta, en cuya superficie se podía leer "El Paraíso", y en el borde inferior, "Local de copas -habilitado- registro 275/3 RPI, Ministerio de Salud Pública, año 197..".

Recuerdo que cuando me vio, ella gritó ..."¡Adán llegó al Paraíso! 3]"

…Al predio bíblico de Catalina, donde creyentes y condenados, desarrollaron profundos vínculos amorosos... Ella era el néctar de los insectos (casa y corazón, abiertos como flor jugosa). Casamentera por naturaleza, logró incontables uniones de conveniencia…
-¡El Doctor Raúl de la Vega te quiere conocer! (le dijo orgullosa a la inexperta Cristina Hermosilla, quién no pudo, ni quiso resistir a la engañosa propuesta).

Les preparó un pequeño salón, el mismo, donde años atrás se reunían las damas de la parroquia a bordar macramé. Té con macitas, limonada azucarada y un cuarto contiguo, con la cama cubierta de tibios deseos.

A Catalina no le parecía justo hacer el papel de celestina o damisela de honor …¡es para darle una alegría a la tontuela de Hermosilla!, (decía a fin de justificarse y asegurar la prosperidad). El Doctor de la Vega recompensó generosamente el eficiente servicio, aportando una vasta clientela, que con el tiempo construyó una sofisticada “casa de citas“; una mini empresa sustentada en los muchos machos cautivos de sus caprichos.

Un seno desnudo, el otro semi oculto por la seda salvaje del disminuido escote, y dos o tres adulones. -¡No es pecado ser bella! (les decía), ellos juraban estar en presencia de una gran Dama, nadie dudaba de sus palabras, linaje, nobleza de raza y corazón.
Así, Catalina no tuvo obstáculos para crear un show unipersonal, para desgracia de sus pupilas, quienes se alejaron en silencio, por temor a la verborragia de la madama.


Fue esa señora mundana, quien me acogió y me enseñó a diferenciar lo estable de lo inestable, lo dulce de lo amargo, y la verdad de la falsedad. Si bien ella era muy sabia, yo no prestaba mucho interés a sus relatos.

Raras veces lograba llamar mi atención, y una de las pocas, era cuando me hablaba de Rigoberto Torales, ....-¡Qué hombre tan bello!... Era toda caballerosidad y energía, nada que ver con el salvajismo de los parientes...¡El nikó era un príncipe azul!; ¡Sí me mojaba toda cuando me miraba a los ojos!...¡nada más que una simple mirada!

- ¡barre bien Sebo´i...allá en el rincón!

- ¡Adán, Señora...Adán..!

- Si, sí, Adán... algún día vas a ser el dueño de todo esto (me decía Catalina, para continuar con mímica emocionada sus historias con Rigoberto).

- El muy cretino me dijo, ¡No creas que te voy a olvidar!, y me sujetó la cara inclinándola levemente a un costado, para poder acomodar sus labios sobre los míos... me absorbió la carne como si fuese un mango maduro, y después...después, me apretó contra su pene que en medio de la oscuridad del zaguán parecía un salame de Milán... ¡Ayyy mi Dios!!.

¡Aullaba de hambre el animal! ... Era una bestia sedienta e infernal, sus ruidos me aturdieron hasta dejarme inmóvil, desequilibrada, apenas sostenida por una de sus manos, que me hamacaba rítmicamente, acompañando sus latidos... todavía recuerdo la rigidez de su cabeza áspera como papel de lija... luego, me acostó sobre las baldosas frías, quedé inconsciente y nada pude hacer, más que observar como se alejaba en la penumbra, mientras me decía. -¡Catalina, no seas ingrata con Rigoberto!

- ¿Rigoberto te quería?

- ...Y claro... idiota, ¿por qué crees que me cogió?

- ¿Pero madrina?, ¿donde está Rigoberto? (le dije, aunque lo que sentía era preguntarle si todos los que la cogían era porque la querían).

- ... ¡No sé, qué se yo!...andará por ahí...con alguna otra mujer.

- ¿Por qué no te casaste con él madrina?

- ... ¡Es que se iba a casar con mi hermana el muy desgraciado!...¡yo apenas tenía doce años! y Eugenia catorce recién cumplidos... La pobre lo esperó nueve años...y hasta su último aliento de vida, cuando la enfermedad ya la estaba llevando, ella pronunciaba el nombre del muy cobarde. ..¡Pero todavía le quiero!...

Yo sé que va a regresar (decía con aparente optimismo, pero no podía evitar transmitir una tristeza profunda, angustiosa, al extremo de quedar sin voz, hasta desvanecerse entre sollozos entrecortados).

- ¡Dios lo quiso así!...¡Dios lo quiso así! (Insistió, acariciando una inmensa Biblia de cuero, tan grande como el espejo frente al cual se hablaba en las mañanas). Y siguiendo con sus sollozos dijo, - ¡Siempre la leo!...¡A veces recito el Génesis!... ¡A los cuates![4] (acotó) Es bueno que sepan de donde venimos y a donde vamos.

Yo conocía mucho de angustias y prefería no escuchar las de Catalina, solo quería evitar esa situación y descansar de ella y sus amigos, quienes no perdían oportunidad para hablarme en vos baja intentando ocultar sus delitos.

- ¡Escucháme Sebo´i!, ¿te gustaría ir los domingos al estadio... y reventarte la panza comiendo bollos de guayaba?... Ehhh¡, ¿que pensás de tener a alguien como yo?...¡un ángel de la guardia!

Me esforzaba por imaginar al obeso señor Crespo, volando como un ángel, pero a lo sumo se me representaba una de esas uras negras que depositan sus huevos sobre el ganado enfermo. Crespo me acariciaba la cara, sujetándomela contra el gran abdomen, púdicamente cubierto por una camisilla de algodón que olía a jazmín mañanero, mientras me hacía escuchar los ruidos cloacales de sus infatigables intestinos.

- ¡Pensálo "Adanito"!...los tres seríamos muy felices.



IV

Entre los visitantes "al local de copas" (el quilombo, como le decían los compañeros de la escuela), había de la más amplia variedad, Fulgencio Martinez, Clodomiro Ramirez y otros, pero los más notorios eran Rafael Acuña Leiva y el “Lekayá”. Acuña Leiva era egresado de la Pontificia Universidad Católica; “Egresado” decía él, no sé que significaba eso, lo que más impresionaba era su forma pausada, casi melódica de hablar y sus modales refinados, casi siempre utilizados para propagar las ideas de un “tal” Hernando de Soto; ese pequeño libro, “el mamotreto” como le llamaba Catalina, lo narcotizaba, igual que cuando fumaba marihuana. De vez en cuando nos leía en vos alta: -“Hasta en los países menos desarrollados, los pobres ahorran. El volumen juntado por ellos es inmenso: 40 veces toda la ayuda exterior del mundo desde 1945”....(decía Rafael con voz firme y académica) A decir verdad no le entendí, nunca le entendía y seguramente porque yo no era egresado como él. Finalmente, cerraba su libro, como hacía el cura con el misal, para luego ingresar con paso marcial en la pieza de la madama.
- “Imagináte Catalina, ¡la fortuna muerta que tienes entre estos ladrillos!!” (se seguía escuchando, hasta que ella cerraba la puerta)... sin lugar a dudas, ese cliente era un genio). Contrastando con la admiración a Rafael Acuña Leiva, había un visitante que me causaba temor, tal vez, no por su apariencia descuidada, seguramente producto de malos tiempos pasados o por causa de alguna enfermedad típica de los ancianos; sino por las descripciones de Catalina acerca de ese cliente a quien nunca atendía. - ¡Tené cuidado con el lekayá... es de los que roban criaturas!

Pero el viejo tenía un encanto particular que se apreciaba no solo en sus grandes manos rugosas, sino en la mirada tierna de su perro. Yo me decía, ¿cómo un señor malo, puede tener un perro tan bueno? Fue por eso que me animé a preguntarle, -¿Cómo se llama?

- Rigoberto...¡es más fácil hablar con un perro que tiene nombre de persona, que hablar con una persona!

- ¿Porqué?

- ¿Porqué no le preguntás a la putona[5] de tu patrona?... (Dijo sobresaltado, sorprendiéndome, como si me hubiese dado una cuchillada por la espalda)

- ¡Señor ...eso es pecado!

- ¡Ella es el pecado!...¿O no le viste las tetas?...¡Algún día vas a tener que pagar por ellas!, ¡vieja víbora! (dijo destilando aroma a caña blanca).

Mas lo escuchaba y más me desesperaba el trato que le daba a mi madrina.

- ¿Y vos quien sós?

- Adán... el criado de la señora, (dije apretando temblorosamente mis puños ...¡Y si este viejo tiene razón!, se me ocurrió pensar, ¿será que algún día tendré que pagarle?... Esa posibilidad me inquietaba, pero a la vez me producía una suave corriente eléctrica entre el pene y la nuca... Algo así como comer mangos fríos, desnudo en el borde del arroyo).

- ¡Y Rigoberto!... ¿cómo perdió la pata?...(le pregunté para cambiar de tema)

- ... Se la cortaron para acompañar la mandioca; ¡sí!, recuerdo que llegó llorando como un niño al que le robaron su juguete... rengueaba el infeliz, dando vueltas en círculo, buscando un rincón donde morir,... le tuve que hablar mucho para hacerle olvidar.

(El viejo hablaba, pero yo solo pensaba en Catalina)

- ¿Y usted viene hasta aquí para ver a .... a la putona?

- ¡Pero que decís cretino!, ¿pero vos quién te crees que sós para usar ese lenguaje? (dijo rojo de furia), luego respiró profundo un par de veces, para perdonarme.... - Yo la sigo esperando... Ella vendrá a vivir a mi casa de sueños ...junto con su cachorro.

- ¿Otro animalito?

- ¡Si! (dijo mirándome con los ojos plomizos).

Luego de la confesión del viejo, comprendí porqué Catalina me había mantenido alejado de él, de "el Lekayá", así le llamaba .



V

La gripe o la anemia, me afectaban menos que el contacto con personas como el "Lekayá" . Los días como las caras de los clientes, transcurrían idénticos, nada o nadie había cambiado en los últimos años, el pasado era el presente y el presente se diluía en los olores que manaban de la madama y sus amigos que reposaban en la cama almidonada. Alguna vez, Catalina se levantaba para recitar en voz alta y gesticular bajo una lámpara que flotaba como una boya en un mar negro e infinito...

- ¡Ámense como yo me amo!

Oculto en el ojo de la cerradura, la veía practicar movimientos estomacales, rítmicas ondulaciones que le ayudaban a digerir las carnes grasas de la clientela. Mi información no era mucha como para entender sus rituales, pero sospechaba de las influencias de las revistas dominicales... Yo la espiaba, para luego imitarla frente a un espejo enmohecido por el aliento de mis besos. La putona me observaba desde lejos, controlando mi mirada acuosa, plena de tristezas ante la certeza de no poder acariciar sus tetas.

- ¡Qué finura Catalina!! (se decía a ella misma), mientras hundía su meñique en un cilindro de lata, manchando sus dedos con el colorete que le pintaría los cachetes; entre pausa y maquillaje me dedicaba un comentario.

- ¿Estás calentito...?

- ¡Catalina!, ... ¿vos solo pensás en eso?.... ¿Es que nadie te sacó las ganas? (Le dije tibiamente, para ocultar mis propias faltas).

- Pero que decís insensato!!, ¿vos crees que sacarse las ganas es como sacarse una muela? (gritó, para luego cantar con melodía afiebrada)

- ¡Fumando espero... al hombre que yo quiero...! -Mirá mita-í[6], vos tenés que estar agradecido conmigo, yo te saqué del reformatorio, a vos ni el cura te aguantó en la parroquia... así que no me hagas preguntas pelotudas.



VI

CATALINA CUMPLEAÑOS

Un dieciséis de junio festejó su cumpleaños, inmejorable ocasión para justificar sus bailes de disfraces; allí los elegidos se mostraban tal cual querían; así, el Presidente de seccionalse vestía con largos tacones rojos y vestido de tul, y el gerente del Banco de Fomento se disfrazaba de gala con casco de bombero, imagen lustrosa y poderosa que arrancaba suspiros al hijo del despachante de Aduanas, un tal...Miguelito Von Tetta. El onomástico era una simple y repetida excusa para recibir clientes. Si no era el 16 de junio, era el 7 de mayo, o el 23 de octubre, 10 de agosto, o 4 de julio.... Catalina era de tauro, Géminis y Escorpio, según su estado de ánimo.

"El Paraíso", cuya existencia era cada día más difícil, se volvía señorial con los festejos; para los cuales Catalina, (respetando su estricto protocolo) se vestía con un traje de "madama cortesana". Así, apropiadamente enfundada, disfrutaba el curativo aroma de la marihuana; no había rincón en la casa que no haya sido impregnado con el vaho de la infusión, que desde una pava eléctrica trepaba hasta el inalcanzable techo; rememorando aquella siesta cuando la desvirgaron en playa Purificación.

Mimetizado entre los cortinados, yo como los otros, escuchábamos a Rafael esforzándose por ilustrarnos con estrofas de su libro “sagrado”...-“En medio de sus propios barrios populares y barriadas, hay, ya no hectáreas de diamantes, sí millones de dólares”, (leía en voz alta y salivando agua enjabonada) Mientras tanto, me deleitaba con rítmicas caricias al miembro, como si fuese un cocinero que extiende la masa cruda del pan.

- “¿Cómo dijiste que se llama el autor? (le preguntó con sorna, el Señor Diógenes Alterio)

- “¡Hernando De Soto!...quien además, es la admiración de gente como...Fridman, Coase, y Margaret Thatcher”. (Dijo orgulloso Rafael).

- “¡Koa la nde tarová...!” (gritó Diógenes).

Yo, sin embargo sentía respeto por los dichos de Rafael, y si bien no tenía ni idea de quienes serían Friman, o Margare Tacher, me imaginaba a la tal Margare como a una mujer blanca, hermosa y con tetas enormes... como las que aparecen en el cine. Y así, entre disquisiciones y sobadas, espiaba a los otros que iban llegando en cuenta gotas; hombrecillos éticamente neutros, aunque esposos cariñosos. Hacía tiempo que había dejado de creer en ellos y en el cuento de Catalina, quien me aseguraba que las visitas nocturnas eran de los reyes magos, así, justificaba los regalos que recibía. Años más tarde me enteré que el negro Baltazar, era un tal Jerónimo De los Santos, que Melchor era un ferretero de apellido Candia, y que Gaspar era un próspero abogado de apellido Galarza.



VII

El salón olía al perfume de ácidas manzanas verdes. La noche se presagiaba violenta, como una más de las epopeyas vividas durante las batallas carnales. Como una actriz, ella aguardaba "tras bambalinas" el momento preciso para dar inicio a la obra, retocando cuidadosamente tres peludos lunares pintados para la ocasión. Detrás suyo, yacía aturdido de tanta exaltación, mi cuerpo vencido de niño en adopción. Cuando la puerta se abría como una pesada concha de nácar, aparecía la joya más preciada ...Catalina Esculapia, Pikova, ante la mirada embobada de los amigos (como ella les llamaba).

- ¡Pero esto no es erótico! (Gritó y se paró para discursear agarrándome de un brazo)

- ¡Ninguno de ustedes podría aguantar uno de mis movimientos estomacales!

- ¿Acaso vos Rafael? (le dijo mirándole con sus ojos de nubes de tormenta)

- ¡Creo que no! (Respondió apretando los labios para no perder la dentadura)...Yo Soy un hombre mutilado en el proceso de la fe, la vida obscena y pública me atemoriza. (Sentenció, mientras unas lágrimas fáciles mojaban sus mejillas, para regocijo de los demás excitados concurrentes quienes nunca habían logrado comprender las debilidades de Rafael).

- Quiero expresarle Catalina...

- ¡¡María Antonieta!! (gritó Catalina interrumpiéndolo bruscamente)

- ¡Ciertoo!!, Quiero expresarle María Antonieta...¡como nunca antes lo hice!, ...yo soy un anárquico religioso, un ser dudoso de la propia existencia; no sé ¡tal vez un existencialista!...

Catalina lo miraba a través de sus dedos que ocultaban su sonrisa de Monalisa, mientras pensaba en las ridiculeces que debía escuchar para poder pagarle las deudas al farmacéutico.

- ¡María Antonieta!, yo soy un hombre de súplica...

- ¿En qué quedamos Rafael?, ¿sos un hombre de súplica o un mutilado de la fe?

- ¡No, nó!...¡escucháme Catalina!... Construyamos un hogar, hagamos de él, una capilla sagrada...las condiciones están dadas, discúlpame que vuelva a mencionar a Don Hernando (dijo sacando el libro del bolsillo de su saco a rayas, verdes y marrones...acá está, pagina 70...acá,... “Así como Einstein nos enseño que a través de un ladrillo de uranio se puede liberar una inmensa cantidad de energía, en forma de explosión atómica. Por analogía...”

- ¡Pero Rafael...! ¿qué van a pensar nuestros amigos? (dijo Catalina con tono benévolo)

- ¡Nó, nó!... Escúchame Catalina... Déjame terminar...”por analogía, el capital resulta de descubrir y desencadenar la energía potencial de los millones y millones de ladrillos que los pobres han amontonado en sus edificaciones”.

- ¿Terminaste ya?...(le preguntó con indisimulado fastidio).

¡Catalina, María Antonieta!, (Rafael se arrodilló, más que por suplicar convincentemente, por lo difícil que le resultaba contener la orina) Catalina, María Antonieta ¡quiero ser un hombre puro... convertirme en tu refugio y salvarte del cruel destino!

- No creo que lo consigas leyendo pelotudeces. (Sentenció Catalina, quien dando un largo paso de baile, se alejó del aguafiestas Rafael, para asirse de la corbata negra de Joaquín).

- ¿Y vos Joaquín?, ¿hasta cuando el luto?... todos recordamos tu fama.

- Eso era antes del recalentamiento de la tierra, ahora prefiero ir al cine con alguna de las señoritas, que veo pasar todas las mañanas frente a mi balcón de la calle Ayolas.... son muy lindas y les gusta ir al matiné.

El dedo índice de Catalina, levantó el mentón de Joaquín y reventó sus labios con un beso,
- ¡Me encantan los hombres románticos!

En un rincón del salón, Rafael se estaba debatiendo en una lucha atroz contra la orina. Lo contemplaron moderadamente, y luego se tomaron las manos e hicieron una ronda hermética, mientras del tocadiscos se escuchaba...."galopera...baila tu danza hechicera...!”

A esa altura, los pensamientos y los deseos nadaban en alcohol – "allí se conservan mejor" (decía Catalina), quien como casi siempre ocurría, terminaba la noche irremediablemente reconfortada por los choferes de sus dormilones clientes, a quienes ella les llamaba "los ángeles custodios".




VIII

LA LLEGADA DEL FRÍO

En vísperas de acontecimientos religiosos llegaba la tregua, ¡por eso adoro al Patrón Señor San Blás[7]!, ... ese fue el tiempo cuando Catalina me adoptó, previa entrega de una docena de vestidos de fiesta; lo que causó gran satisfacción a la chipera, quien como muestra del acuerdo me "obsequió" en una típica canasta navideña, repleta de melones y mamones. Ahora tengo la cuarta parte de los años de Catalina, soy inmenso, opulento, ya no recuerdo mis primeros tiempos, salvo los picantes que me daba de comer, para hacerme fuerte y disfrutar el papel de hijo por encargo.

Esos últimos años fui sufriendo transformaciones, -¡es natural! (me decía Catalina).
Para mi no era muy natural haberle dejado de temer, y a cambio, solo sentir necesidad de recibir el trato de sus clientes...

- ¡Pero eso no se puede!...¡es solo por cuestiones profesionales! (Me dijo ella, sin saber lo que escuché de su conversación con Don Ramiro Acosta);

- “¡Así que lo querés desvirgar al nene!”, -¡Y si..., ya va a cumplir los trece, y nadie mejor que vos para iniciarlo!(le respondió Don Ramiro)...-“Bañálo bien que yo voy a tu casa a hacerle un regalito” (Le dijo ella con tono maternal).

Para mayor desgracia, el hijo de Acosta (le decíamos Kure hú[8]), era mi compañero de banco en la escuela.

¡Tarde o temprano tendré ese culo grandote! (Le dije cargado de resentimiento y sintiéndome el más infeliz de todos los infelices)

- ¡Enfermo!...¡degenerado!... ¡si en realidad me quisieses, serías dulce y cariñoso!

La contemplé extrañándome de que hubiese podido vivir con ella tanto tiempo; su pelo rubio se aplastaba como pasto quemado bajo los largos rulos rojos de su peluca, tenía naricita de "poroto manteca", toda ella se estaba reblandeciendo pero lo disimulaba con maestría gracias a sus altos tacones y a las fajas magistralmente aplicadas. ¡Un montón de ruinas! que ni siquiera me daba resquicios de esperanzas. La decepción y los rechazos reflejaban lo inaceptable... Ella nunca sería mía, y a pesar de eso, el sabor en mi garganta era dulce como un merengue de vainilla.

-¡Mujer insensata!, ¡ingrata!... ¡te mueres antes que traicionarme! (repetía y repetía dándome golpes en el pecho mientras aprovechaba a llorar bajo la ducha del vestuario del club "El Progreso”; allí podía disimular mi tristeza mezclada con el agua, sin que nadie lo note, no podía darme ese lujo, menos donde todos admiraban mis “notables condiciones de futbolista”).

Con el paso de los días, los deseos de asesinarla se convirtieron en una idea recurrente, obsesiva... Serían muchas las posibilidades, la primera, quemar sus ropas y pelucas, matándola de angustia (eso sería insoportable hasta para mi)...¡o talvez!, inducir a algunos de sus clientes a que lo haga, inventando alguna historia que justifique semejante acción. Por último, matarla yo mismo y preparar evidencias que inculpen a alguno de sus leales... Me quedaba por pensar, la no fácil tarea de elegir al cliente con más debilidades.

Por las noches, a pesar del agotamiento físico que me causaba desempolvar la casa y repasarla, me hacía de tiempo para dar forma al plan que me liberaría definitivamente de Catalina. ¡Es que con la vejes se está poniendo arrogante!,... Es una vieja con las carnes fofas (me decía tratando de alimentar mi rencor y desprecio).

¡El gordo Gomez!... ¡Nó!, ¡ése no sería capaz de matarla!.... Todo el mundo sabe de su bondad y devoción hacia Catalina....el abogado Galarza, ese podría ser... ya que cuando se emborracha se vuelve agresivo, además podría matarla con un golpe de llave inglesa. La misma que utilizaron contra nuestro país los de la triple alianza.

Al otro día, como quien no quiere la cosa, le pregunté a Catalina, ¿qué era del Señor Galarza que hace tiempo que no le veo?

- Námbrena...Adán..."Papucho Galarza se murió de un ataque al corazón, cuando le estaban operando de los riñones...¡pobre angá!...demasiado bueno nikó era".

Tal fue la decepción al escuchar la noticia, que me bajó la presión y quedé pálido.

- ¡Vos le querías!...¿verdad? (me dijo Catalina, seguramente pensando que la decepción se debía a motivos más nobles).

Ese día pasó como todos los otros, y cuando ya nadie quedaba, busqué refugio saliendo al patio, donde me dispuse a tomar mi quinto plato de Borí-Borí. Entre cucharada y cucharada, observaba la casa de color rosa, que con la noche azul se volvía ligeramente púrpura. Un silencio pesado se abatía sobre los techos, dejando caer sollozos desde las tejas. Era una noche aromática como la boca enorme de la serpiente; bajo su guía maternal pensé en mis planes plagados de dudas... aunque finalmente decidí mantenerme firme, como la única forma de lograr la libertad.

Pensaba y pensaba sin dejar de mirar la casa y los helechos colgando de macetas sostenidas con alambres a las vigas del corredor. ¿y si Rafael tuviera razón?... ¿Si de uno de los miles de ladrillos de la modesta construcción se pudiese producir una montaña de dólares? ¡Talvez yo podría escaparme con algunos ladrillos de uranio, que seguramente se encuentran en los cimientos de éste quilombo! (Me repetía rítmicamente sin dejar de pensar en la muerte de Catalina).

-¡¡Rafael!!... sí, Rafael es el candidato, él es quien públicamente sufre las burlas de Catalina, él es quien tiene motivos para vengarse y asesinarla.(Me sentí eufórico y atribuí la brillante idea, a la evidente influencia de la yarara).




IX

Al día siguiente modifiqué mi camino de rutina, para tocar el timbre de su casa... Allí estaba él, arreglando una de sus cajitas de música, pegándole una pequeña bailarina de cerámica .

-... El viento del jueves pasado la tiró del aparador... ¡Pasá, pasá, no te quedes en la puerta!.(Dijo sin descuidar su tarea)

Dejé mi bolsa de los mandados sobre una banqueta de mimbre, y me serví agua de la jarra del tereré[9]; tragué lentamente, con la esperanza de recuperar las palabras que me habían quedado pegoteadas en la garganta.

Rafael se adelantó diciéndome, - !!Mi querido.. ¡, ¿Te entusiasmo el libro?.
- ¡Sí! (Le respondí al instante).
- ¿Sabés que pasa Adán, estamos inmersos, no en la miseria material, sino en la espiritual, no querría parafrasear a Hans Gert Braum...un periodísta (dijo Rafael con suficiencia)...¡un muy buen periodista! (acotó)...este libro mi estimado Adán, “ es un libro revolucionario que muestra que la mayoría de los pobres no son realmente pobres, sino que simplemente están discapacitados”...¿A vos te parece que el gordo Gomez, o Diogenes Ramirez se escapan a la regla?... ¡Son unos brutos!...

Rafael hablaba tan convincentemente que no dudé en apostar a favor de su teoría, la que me permitiría con algunos ladrillos de uranio, decir “chau” a la pobreza y a la incomprensión de Catalina.

- Hasta acá estamos de acuerdo!... ¡Pero no me pidas torcer la verdad!...Yo no podría reemplazar el amor a una mujer por la traición... mis solos deseos son los de compartir algunos buenos momentos con ella... Simplemente añoro darle un beso tierno... ¡Pensar que se está opacando por la ingratitud de un oscuro miserable!.

- -¿Quién es el miserable de la oscuridad? (Atiné a decir)

- ¿Quién más que vos Sebo´í?, acaso no te diste cuenta que todo lo que ella hace es para cultivarte, para redimirte.

- ¡Pero...!, ¡Yo soy su víctima!

- ¿Porqué tanto rencor jovencito?

- ¡Porque todo fue una mentira!.

- ¡Y si yo te digo que vos sos la mentira!...

- ¡Yo soy el hijo de la serpiente!, (imploré desesperado sabiendo la autoridad moral del egresado de la Universidad Pontificia).

- ¿ Matarías a quien amas?

- ¡ He matado cientos de víboras! (dije con la firmeza de una columna)

- No eres el único que la quiere para sí; el Lekayá, no es otro que la mismísima muerte que desde hace tiempo la viene a buscar.

- ¿El Lekayá? (le pregunté incrédulo)-...¡el Lekayá no podría ser la muerte!

- ¡Ahh nó!, ¿y quién podría ser tan persistente?, no le viste los ojos, las manos sin piel, su vos de ultratumba, su olor a cementerio?

- ¿Y porqué todavía no la llevó? (Le pregunté con la vos temblorosa)

- Por el cariño del perro Rigoberto a Catalina. Es confianza mutua entre ambos, ella dice que el perro es la reencarnación de su primer amor... por eso lleva el mismo nombre que el prófugo Torales, además, gracias a sus encantos le exigió tiempo para terminar con la misión de rescatarte.

- ¡A mi!... (Dije incrédulo).

- Ella tiene la certeza que cuando lo consiga, habrá expiado sus culpas y afrontará la muerte con la tranquilidad de quién sabe, tiene como seguro de vida, la eterna morada del paraíso. .... Así que imagínate muchachito... ¡Si ni la propia muerte la pudo matar!...

Fueron sus últimas frases, luego enmudeció y descansó bajo sus párpados blandos. De ahí en más, me hundí en su mismo silencio y me limité a cumplir las tareas domésticas que imponía la patrona. No podía tomar a la ligera las historias de Rafael, por lo que empecé a mirar a Catalina como a una amenaza para mi futuro. Finalmente, ¿no tendría yo el valor de matarla en soledad?

Con los días comprendí quién era yo para ella, y teniendo en cuenta el relato de Rafael, vi la conveniencia de aliarme con el Lekayá, . ... ¡La perfecta venganza sería depositarla en los brazos de la muerte, la que a cambio me daría la libertad. ... Al fin y al cabo, alguien como ella, no podría satisfacer los deseos de alguien como yo!


X

El Lekayá tenía un hábito que cumplía con precisión de relojería, todos los jueves aparecía por el "Paraíso". Su perro Rigoberto le seguía de cerca, apoyándose firmemente sobre sus tres patas. Sin decir palabra alguna, se sentaba en una silla ubicada en el pasillo, entre el salón principal y la habitación de los placeres. El hombre parecía aceptar resignado la espera impuesta por la madama. Aquel día había llovido sin parar, y las gruesas gotas reventaban sobre la casa produciendo chispazos de agua contra la estructura que parecía a punto de ceder. Sin embargo, y a pesar de su aspecto enclenque, allí estaba el Lekayá...ni esta tormenta lo detuvo me dije, y pensé en las palabras de Rafael "y quién podría ser tan persistente?, no le viste los ojos, las manos sin piel, su vos de ultratumba, su olor a cementerio? " A esa altura ya no tenía dudas, él era la mismísima muerte. Con temor pero con esperanzas, le pregunté.- ¿Desea algo la muerte?
(Se quedó mirándome un instante eterno, seguramente sorprendido ante mi conocimiento)

- ¡Pásame una toalla, que tengo mojadas hasta las bolas!.

Siempre tan agresivo (murmuré), pero yo no pensaba enfrentarme a la parca... ¡A ver si cambiaba de idea y me llevaba a mi, en lugar de a la madama!, así que me esfumé para volver a aparecer con una toalla y con una copita de caña blanca.

- ¡Para servirle! (le dije sabiendo que los dos teníamos el mismo objetivo).

El Lekayá aprisionó el vaso de vidrio entre sus dedos toscos como tenazas, "esas manos jamás habrán dado cariño" (pensé) y luego me avergoncé al darme cuenta, que la muerte no tiene sentimientos. Esta tenía las uñas crecidas y ligeramente curvas como las garras de un tigre, su nariz se apretaba contra el labio superior para sorber las últimas gotas de alcohol, y después pasar la lengua por el fondo opaco del vaso.

Me quedé parado ante ella, esperando alguna palabra, pero ésta no hacía más que acariciar el cuello de Rigoberto. Ese día llevaba un saco marrón como las hojas del tabaco, debajo del cual seguramente ocultaría una pistola o talvez una daga filosa... Como era temprano y Catalina jamás lo atendía, me hice de tiempo para acercar un banquito de la cocina, luego, tomado las pocas fuerzas que quedaban en mis piernas, le conté todo lo que Rafael me confesó.

- .....¡Entonces!... Como le dije, no quiero que Usted rompa su acuerdo con la Pikova,...¡eso no!, ¡de ninguna manera!, seré yo quién le de muerte, pero a cambio quiero "Larga vida, Fortuna y Libertad " (dije demostrándole que era un joven de "armas tomar").

- ..."Eso es lo que necesito yo" dijo la muerte, mientras se alejaba hacia el baño, donde como siempre permanecía durante largos períodos... No pude evitar pensar en los ritos satánicos y los contactos con el más allá, desde el water de loza blanca, inmenso y florido como un trono.

Tiempo más tarde, Catalina Pikova, salió de su habitación, seguida de cerca del perro Rigoberto, quien sin disimulo se lamía los testículos.



XI

Como aprendí mucho más tarde, los sabios esperan sentados el paso del cadáver de su enemigo. La suerte estaba echada, mi destino estaba escrito... Yo no precipitaría lo inevitable. Y así fue... Vi la luz cuando todo era oscuridad.

Era lunes de madrugada, no más del primer amanecer, todavía quedaban gallos por cantar; el calor estaba aún adormecido, y yo caminaba a tientas entre las paredes y la penumbra. Cuando todo hacía pensar en la rutina, percibí en un rincón del salón, las pequeñas quince llamas de las velitas de una torta de confitería. Me había olvidado, ¡ya tenía quince!. Me sentí en falta con mi madrina, y con la vergüenza a cuestas me dirigí a su pieza. La puerta estaba entreabierta, tanto, como su robe de chambre negra con dragones rojos; ella me esperaba con los brazos abiertos, dejándome ver sus intimidades.

¡Feliz cumpleaños! (me dijo encendiendo el long play preferido de Agustín Lara).



XII

"Puesto que ya muchos han intentado escribir la historia de lo sucedido entre Catalina y Sebo´ i, según lo que ha sido transmitido por los que desde el principio, fueron testigos oculares y partícipes de festividades, me ha parecido también a mi, después de informarme exactamente de todos los orígenes......
Lucas. (Alias, Kuré–hú de Barrio Obrero, nó el apóstol)



XIII

- ¡Adrían!...¿Te acordás del Lekayá,... ¡de su perro!... ¡Adán!, ¿me escuchás?

No la escuché, porque sus palabras ya no me servían; simplemente recordé a los pequeños seres del reformatorio, y como parte de ese pasado, me escondí entre las ruinas para lamer la arcilla húmeda de Catalina; lentamente y con sigilo entré en ella... como alguien que vuelve a una casa que no visita desde la niñez.

- ¡No me arañes, no me asfixies por favor!! (susurraba en mi oído, mientras yo disfrutaba anonadado el interminable verano de su aliento).

Y ella empezó a hablar: - "Esta vez sí, es hueso de mis huesos y carne de mi carne".
- Calláte...¡vieja loca!, ¡a mi no me vas a seducir como hiciste con la muerte!.

- ..."por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se adherirá a su mujer y serán una sola carne...."

- Ekiririna...guaimi-vaí!![10], (le dije mordiéndole el cuello).
- "...Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban."

Fue una jornada intensa que se fue apagando con las últimas luces, y antes que la noche se aleje definitivamente, perdí algunas lágrimas que se congelaron en su mirada.... Ella parecía dormir para siempre con los recuerdos esparcidos en el desorden de su cama. Ceremoniosamente logré colocarle la peluca de largos y caudalosos mechones y opté por contemplarla, sujetándola fuerte de las manos para darme valor, y repetirle la letra que sonaba del disco de Lara “...Porqué pretende odiarte quien te adora, porqué vuelve a quererte quién te odió... Porqué te hizo el destino pecadora, si no sabes vender el corazón...”

Por algunos instantes seguí girando sobre el disco rayado; después, respiré profundamente todos los secretos y vivencias celosamente guardados en la habitación, y descansé luego a su lado mi historia de enamorados. Enroscado entre sus brazos le hablé como quien conquista lo eternamente añorado; frases dulces, confituras exquisitas que resbalaban sobre su cuerpo enfriado. Volví a respirar profundo mientras abría el arcón de sus secretos, fotos borrosas de mujeres preciosas, una niña divina... seguramente Catalina, un hombre gacho... seguramente su abuelo, un bebé desnudo sonriendo descaradamente... seguramente algún amante, un diploma dorado de un curso de cocina, un papel rugoso, escrito con lápiz de punta gruesa.... Ya no tenía ganas de hurgar en su pasado; ella sabría perfectamente que jamás la hubiese estafado, por eso, y aunque me dolió, con los puños cerrados dejé sobre su mesa de noche, 32.000 guaraníes que era lo tarifado.

Con inconfundible desgano me terminé de poner el pantalón, y me hice de tiempo para absorber el resto del último cigarrillo apagado sobre el colchón. De pie, a su costado, tuve la sensación agónica de estar observando a un animal devorado por el hambre de una bestia infernal... le tuve lástima, pues vino a mi memoria su amarga historia con Rigoberto; sentí compasión por todo lo que perdió al haberme ignorado. Como aquella vez a la serpiente... le resé con respeto, apenas pudiendo tragar saliva por la emoción... Por lo sucedido y por suceder. Y con la sensación plena de haber cumplido mi pacto con la muerte, abrí lentamente la puerta que daba a la galería; y con gran exaltación observé detrás del revoque faltante de las paredes, a los ladrillos dorados de mi porvenir,...Allí estaban, perfectamente alineados aguardando mi salida; puse pues mis pies sobre sus baldosas y repentinamente escuché.

- ¡Adán!, ¡gran carajo!... Repasá el piso de la galería... Y sacále el olor a clericó, y después tráeme un cocido con leche... ¡Y cerrá la puerta que tengo sueño!! (Gritó Catalina, sin darse cuenta que para mi ya estaba muerta).


XIV

Adán llegó a Lugano, de la mano de Orlando Alegre, próspero empresario paraguayo, que de músico de restaurantes suburbanos, se convirtió en promotor de futbolístas.

Adán Escurra era un joven impetuoso, quién de no haberse roto los ligamentos de la pierna izquierda, seguramente hubiese llegado a triunfar en las canchas de la Confederación.

Cómo joven con buena estrella, recibió la ayuda y comprensión de una madura profesora de literatura, de la Universidad de Berna. A los sesenta años, Ursula Steiner estaba comenzando a pensar en la jubilación, pero eso no disminuía el interés que sentía por el joven latinoamericano, a quién acogió con mesurada pasión, en el cuarto de huéspedes de su casa.

Ursula hablaba como las locutoras de la televisión, y como si con eso no bastase, realizaba con maestría, ejercicios de danza clásica, apenas vestida, lo que deleitaba y templaba el corazón de Adán.

La profesora dedicó muchas horas al joven. –“Mi amigo paraguayo”, era su fórmula de presentación cuando se juntaba con colegas, quienes también se deleitaban con jóvenes parejas de mestizos americanos; todos ellos, sufridos, infantiles y agradecidos, (al menos, eso era lo que pensaban los universitarios europeos).

Tuvieron que pasar varios meses para que la Steiner lograse comprender el mensaje evangélico, oculto en el mundo de su huésped.

- “Adán, ¿Te sirvo más carne?”

- ¡Nó mi reina... ya estoy lleno!

- ¡Bueno!... ¡Seguí contándome de tu infancia y la forma como llegaste a lo de Catalina!...¿Sí?. (Dijo Ursula Steiner con tono comprensivo, bajando el volumen de la música que Adán le regaló después del primer encuentro amoroso entre ambos; a ella todavía le quedaba el gusto de la marihuana mezclada con los boleros de Agustin Lara)

- ...Y...¡Y bueno!... ¿qué querés saber?
- ¡De vos!, ¡de tu vida! (Ursula prendió el grabador para registrar la voz nasal de su amigo)

- ...¡Soy el exterminador de serpientes...!

 

 

[2] Sebo´i, (anquilostoma que penetra los pies de las personas descalzas de las regiones tropicales).

[3] Paraíso: Lugar en el que nadie cree, pero al que todos quieren llegar.

[5] Putona - la que todos querríamos gozar.

[6] Mita-í: niñito, en idioma guaraní.

[7] San Blás: patrono del Paraguay.

[8] Cerdo negro en guaraní.

[9] Tereré, (o té paraguayo), preparado con yerba mate o “ilex paraguariensis”, se bebe helada a todas horas del día.

[10] Guaimí vaí: vieja fea en guarani.

Fuente: LA FOSA DE LOS OSOS Y OTROS RELATOS

Relatos de ESTEBAN BEDOYA

Arandurã Editorial, Asunción-Paraguay 2003

 

 

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