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Feliciano Centurión (+)

  LAS INTENSIDADES DE LA BELLEZA - C.C.E. JUAN DE SALAZAR 2013 - Obras de FELICIANO CENTURIÓN


LAS INTENSIDADES DE LA BELLEZA - C.C.E. JUAN DE SALAZAR 2013 - Obras de FELICIANO CENTURIÓN

LAS INTENSIDADES DE LA BELLEZA

Obras de FELICIANO CENTURIÓN

SALA JOSEFINA PLÁ - CENTRO DE ARTES VISUALES/ MUSEO DEL BARRO

Apertura: 8 de Noviembre del 2013 - Habilitada hasta el 30 de Noviembre del 2013

SALA GOYA - CENTRO CULTURAL DE ESPAÑA JUAN DE SALAZAR

Curaduría de FERNANDO DAVIS

Asunción - Paraguay

 

 

 

 


 

BIOGRAFÍAS

Feliciano Centurión nació en San Ignacio de las Misiones en 1962. Se radicó en Argentina en 1974. Estudió artes visuales en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón” y en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación “Ernesto de la Cárcova”. Desde 1987 expuso en diversos espacios de Buenos Aires y Asunción. En los años 90 fue parte del grupo de artistas vinculados a la Galería del Centro Cultural Ricardo Rojas (dependiente de la Universidad de Buenos Aires). Recibió los premios Martel de Pintura en 1990 y 1992. En 1994 representó al Paraguay en la Quinta Bienal de La Habana. Falleció en Buenos Aires en 1996. Ese mismo año el Centro de Artes Visuales organizó una retrospectiva homenaje de su producción y en 1999 el Centro Cultural de España “Juan de Salazar” presentó la muestra Feliciano Centurión. Últimas obras.

Fernando Davis es profesor e investigador de la Universidad Nacional de La Plata (Argentina) y curador independiente. Dirige el Laboratorio de Investigación y Documentación en prácticas artísticas contemporáneas y modos de acción política en América Latina en la Facultad de Bellas Artes de la UNLP. Integra la Red Conceptualismos del Sur.



La exposición Feliciano Centurión “Las intensidades de la belleza”, a exhibirse en la sala Goya del Centro Cultural de España “Juan de Salazar” y en la sala Josefina Plá del CAV/Museo del Barro, con curaduría de Fernando Davis, reúne cerca de setenta obras del artista Feliciano Centurión (San Ignacio de las Misiones, 1962; Buenos Aires, 1996), realizadas entre 1987 y 1996. Las obras pertenecen a la colección del CAV/ Museo del Barro y a colecciones particulares de familiares y amigos del artista, en Asunción. La muestra cuenta asimismo con la colaboración de la Galería Casa Mayor y de Verónica Torres Colección de Arte. Se presentará además la instalación sonora “La amistad como abrigo de la memoria”, realizada por Nicolás Cuello, Lucía Gentile, Guillermina Mongan (grupo de investigación c.a.r.p.a.) y el músico Tomás Mendoza Zelis, que reúne testimonios obtenidos a través de entrevistas a artistas, familiares y amigos y amigas de Feliciano.

¿Cómo puede el arte incidir en la invención de una vida bella? Esta pregunta parece atravesar la obra de Feliciano Centurión. “Me esfuerzo por producir belleza”, le escribe Feliciano desde Buenos Aires a su amiga Verónica Torres. Para él, la experiencia del arte es indisociable de la apuesta por la construcción de formas de vida fundadas en una política de la amistad y el cuidado y en la invención, desafiante y alegre, de uno mismo. Toda la producción de Feliciano persevera, obstinada y amorosamente, en esta exigencia. La frazada como soporte “afectivo” de su pintura, opera también como cobijo de la manualidad artesanal popular y de prácticas cuyo saber es trasmitido por las mujeres, de representaciones y procedimientos que la estética y la historia del arte hegemónicas (heteromasculinas) habían marginado y excluido –para confinarlos despectivamente al dominio de lo decorativo. Mediante estas estrategias, la obra de Feliciano moviliza descalces del sentido que se salen de las demarcaciones de género establecidas, para aludir a los procesos de subjetivación gay y de otras minorías sexuales.


En 1974, en medio de la cruenta dictadura de Alfredo Stroessner, la familia Centurión optó, como muchos paraguayos y paraguayas, por el exilio voluntario. Junto con sus padres y hermanas, Feliciano se radicó en la ciudad argentina de Formosa, ubicada a orillas del río Paraguay. Allí realizó el magisterio en artes visuales en la Escuela de Bellas Artes “Oscar A. Albertazzi”. En 1981, ya establecido en Buenos Aires, finalizó el profesorado en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Prilidiano Pueyrredón” y en los años siguientes continuó sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de la Nación “Ernesto de la Cárcova”. En los años 90 Feliciano fue parte del grupo de artistas vinculados a la Galería del Centro Cultural Ricardo Rojas (dependiente de la Universidad de Buenos Aires), espacio en el que presentó exposiciones individuales en 1992 y 1994. También expuso regularmente en Asunción y fue un conector entre la escena de dicha ciudad y la de Buenos Aires, organizando exposiciones de jóvenes artistas de ambos lugares. En 1994 representó al Paraguay en la Quinta Bienal de La Habana.

En la segunda mitad de los 80, Feliciano realizó pinturas de grandes dimensiones, cargadas de una gestualidad expresionista y de marcados contrastes cromáticos, en las que representó situaciones (una peluquería, la venta de tela en un mercado, un desfile de modas) y escenas homoeróticas que remiten al deseo y a las formas de vida homosexuales, a los procesos de subjetivación gay y a los vínculos sexoafectivos a ellos asociados. En algunos casos, estas escenas aparecen pintadas sobre tramas florales que imitan los patrones formales de las telas y lonetas que Feliciano veía en sus visitas frecuentes al barrio porteño del Once. En 1990 comenzó a utilizar, como soporte de sus pinturas, frazadas de producción industrial, cuyos diseños de fábrica estandarizados aprovechó en la elaboración de las imágenes. Un material barato y de uso corriente que, apropiado y despegado de sus circuitos de circulación y consumo cotidianos, a la vez no dejaba de operar como un potente significante asociado al cuerpo, al cuidado y al abrigo. En contraste con el carácter “neutro” de la tela sobre bastidor, la frazada se vuelve, según señaló Feliciano, “soporte afectivo, sensorial”. Así, el orden visual de la pintura es desplazado por la vibratilidad táctil, corporal, de la frazada.

En 1994 Feliciano incorporó a sus frazadas piezas de ñandutí y tejido al crochet y, un año más tarde, pañuelos y retazos de tela con frases e imágenes bordadas. En la apropiación de una serie de prácticas socialmente asignadas a la mujer, así como de elementos (manteles, servilletas, puntillas, carpetitas) pertenecientes al dominio de la intimidad doméstica, la obra de Feliciano desarreglaba las divisiones de género establecidas y ponía en tensión los territorios de lo privado y lo público, para hacer de la propia intimidad un espacio de activación micropolítica. Para él no se trataba de una mera inversión de los roles de género normalizados. En torno a estas prácticas las mujeres también habían construido, históricamente, redes de afectos y solidaridades políticas. La incorporación del tejido y el bordado aludía, así, a subjetividades e identidades políticas (de las mujeres, de los homosexuales) vinculadas a la invención de tramas de afecto y de alianza, desobedientes al orden social dominante heteromasculino.

En el acopio de los materiales para su obra Feliciano frecuentaba la feria de San Telmo en Buenos Aires o el Mercado 4 en Asunción y se llevaba de allí pañuelos bordados, manteles en desuso y delantales. Objetos anónimos que portaban una silenciosa historia de afectos y que cobraban una entidad singular cuando, rescatados de su olvido, eran cuidadosamente cosidos sobre una frazada y enmarcados con el ribeteado de una seda brillante. Así, ese gesto mínimo enhebrado en la trama de la tela, aparecía a la vez cobijado por la frazada que le servía de soporte e intensificado (embellecido) por el marco de seda que lo contenía. También las madres y abuelas de sus amigos y amigas solían tejer los apliques que Feliciano utilizaba en sus frazadas o las ropitas con las que en 1996 vistió (y “abrigó”) a dinosaurios, leones, caballos y otros animales de plástico.

Con la introducción del bordado, Feliciano abandonó las obras de gran formato para trabajar en piezas más pequeñas, en las que la intimidad de la práctica de bordar se tradujo en una intimidad de los soportes. En noviembre de 1996 falleció como consecuencia del deterioro de su sistema inmunológico por el VIH. “Florece mi corazón”, “Descansa tu cabeza en mis brazos”, “Soy una flor silvestre que brota en medio del asfalto”, “Soy el viento que nunca muere”, “Tu presencia se confirma en nosotros”, “Mi casa es mi templo”, “Soy el creador de mi propia realidad”, “Soy el flujo del tiempo que no se detiene”, paciente y amorosamente, Feliciano bordó estas frases sobre telas que cosió en sus frazadas. El tiempo del bordado es también el tiempo de una frase afirmativa que apunta a sanar, a dar cobijo y sosiego, repetida una y otra vez, como un mantra.

 

Artículo publicado el sábado 30 de noviembre de 2013 en el Correo Semanal del diario Última Hora

 

LA BELLEZA DE TU ABRIGO, FELICIANO CENTURIÓN

Por DAMIÁN CABRERA

 

Habiendo pasado gran parte de su vida en Buenos Aires, Feliciano Centurión es un artista que no conocemos del todo. En el Centro de Artes Visuales/Museo del Barro, en la muestra Feliciano Centurión: Las intensidades de la belleza, se expone su obra, bajo la curaduría de Fernando Davis.

Nuestras escenografías domésticas están constituidas por objetos cotidianos, de apariencia ordinaria. Ya sea que se tome posición para mirarlos distinto, o un gesto desarreglador nos los muestre transformados, estos objetos pueden distanciarse por un momento de su lugar habitual y aparecer extraordinarios ante nosotros.

En las obras de Feliciano Centurión, expuestas ahora en la sala Josefina Plá del Museo del Barro, eso extraordinario parece estar cifrado en una belleza enternecedora, que, más allá de la forma, palpita intensamente en el gesto de un trabajo manual cuyas huellas pueblan el tejido.

Hay algo en ese trabajo de tejer, bordar y pegar apliques y encajes que nos remite a imágenes cotidianas y aun así bellas; el trabajo de ornamentar estos tejidos-apéndice, que cubren nuestros cuerpos y los objetos que nos rodean, es una forma de inscribir visualmente imaginarios pero también afectos.

Tradicionalmente, estas piezas artesanales son puestas en circulación por mujeres en pequeños circuitos afectivos que ellas construyen. Feliciano Centurión produjo una peculiar obra apropiándose de un soporte cotidiano y del lenguaje del trabajo manual revestido de afectividad, esforzándose por construir algo también, “por producir belleza”; una que, me parece, nos guiña en el bordado y en el texto, pero que sobre todo palpita en otro lado.

Las frazadas industriales, con motivos geométricos –líneas y franjas de colores tenues o animal print-, esas que pueblan algunas mesitas del Mercado 4 de Asunción, funcionan como soporte para los bordados, donde motivos tradicionales se resignifican asociados a un emotivo lenguaje textual de declaraciones y consignas poéticas.

La frazada es abrigo, y en sí remite a una forma de cuidado, de calor y de contención; hay, sin embargo, en la naturaleza del material, en su procedencia reconocible, otra forma de abrigo que nos remite a un espacio, a un lugar y la hora de un sueño dislocados.

En sus últimas obras, las piezas de tela bordada son contenedoras de un peso: el del trabajo y el del cuerpo. Las personas recorren la muestra, observan los tejidos, leen las líneas de ese otro tejido que es el texto, y algunos creen presentir en ese gesto inscripto una angustia. ¿Es el nombre del artista puesto como filtro de lectura?

En ese caso, esas formas palpitantes, dan cuenta de una vida igualmente palpitante: Humorada, como en sus juguetes abrigados, y bella en sus hilos sensibles, como puede escucharse en la instalación sonora “La amistad como abrigo de la memoria”. La misma fue realizada por los artistas Nicolás Cuello, Lucía Gentile, Guillermina Mongan y (grupo de investigación c.a.r.pa.) y el músico Tomás Mendoza Zelis. Ellos han montado un pequeño jardín interior en la sala; entre las plantas están dispuestos unos auriculares: escuchando, uno puede imaginar al artista ausente, vivísimo en los testimonios y el recuerdo. Los jardines son domésticos archivos orgánicos, el archivo de Feliciano es igualmente orgánico, igualmente jardín.

Cuando no están dobladas y guardadas en baúles y roperos, las frazadas están extendidas, horizontales sobre las camas. El sueño, el sexo y la muerte parecen buscar esa posición horizontal siempre, y acaso el resguardo de una cobertura. Puestas en vertical, estas frazadas convocan la mirada, se predisponen a una mostración. Invitan, quizás, a abrigar otras cosas, descosen el ruedo del mundo.

 

Fuente en Internet: www.museodelbarro.org

 

 

 

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