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JUAN EDUARDO DE URRAZA
  EL MANIFIESTO - Relato de JUAN DE URRAZA


EL MANIFIESTO - Relato de JUAN DE URRAZA

EL MANIFIESTO

Relato de JUAN DE URRAZA



“Nos intentan amordazar con drogas, desviar con ideologías, apresar con leyes, esclavizar con préstamos y cánones preestablecidos.

Nos retienen con engaños, nos duermen con medios masivos de comunicación, redes sociales, YouTube y Whatsapp, nos desvían del camino con tecnología, in­mediatez, despersonalización, comodidad, antivalores, y alcohol.

Nos enredan en falsas felicidades, en carreras labora­les, en amores indebidos, en posesión de meros objetos materiales.

Nos muestran un mundo que no es, pero que ellos desean que sea: masivo, oportunista, consumista; ovejas en un rebaño dirigido no por perros, sino por lobos, que se alimentan de nosotros y que nos dirigen hacia un final inescapable, similar para todos. Han creado instituciones que nos adoctrinan en el constante ador­mecimiento de pensamientos y sentimientos, reglas que nos facilitan el no tener que decidir, actividades que nos mantienen ocupados para no desviarnos de los senderos programados, tabúes que debemos respetar sin motivos, estructuras de poder que debemos obedecer sin poner en duda su legitimidad, protocolos de comportamiento heredados indiscutibles, y de ese modo, nos intentan retener, indefensos, entre sus garras, esclavos mentales de todo este entramado sofocante.

Pero no podrán lograrlo, porque somos chispas de luz infinita, que no pueden ser apagadas, porque somos mi­les, somos millones, somos legión, infinitas estrellas que opacan el firmamento e iluminan más que el sol. Las reglas que nos imponen, las supuestas verdades, no son más que estructuras creadas para minimizarnos, aho­garnos, rendirnos. Pero no lo lograrán, porque sabemos que hay un camino mejor, que hay otras maneras de hacer las cosas, y nadie nos convencerá de lo contrario.

Somos los alborotadores, los revolucionarios, los in­conformistas, los inadaptados, los libres de ataduras mentales, los pioneros, genios, idealistas, visionarios, profetas, creativos, los que no aceptamos que nos digan que estamos equivocados, cuando ellos son los que están errados, porque vemos lo que los demás no pueden ver, al tener sus ojos cerrados, y sus conciencias dormidas. No hay forma de que nos repriman, anulen, o dominen, y por eso quieren hacernos creer que estamos mal, en­fermos, equivocados o locos. Intentan alejarnos a unos de otros, para que no sepamos que muchos más piensan como nosotros. Pero ese tiempo ha terminado, no hay forma de que eviten que nos comuniquemos, hablemos, y descubramos que no estamos solos, que somos cruza­dos en busca del grial del verdadero conocimiento, de la sabiduría, del descubrimiento de la realidad.

No eres el único que siente todo esto, no estás solo. Tú y yo, y los miles que no aceptamos este mundo, estas reglas, esta realidad, podemos cambiarlo. Somos una comunidad, una tribu que cuida de sí misma. Los artis­tas, los videntes, los despiertos, los agentes del cambio. Los que sabemos que hay mucho más en esta existen­cia que vegetar cómodamente esperando la muerte. Los que podemos crear cosas de la nada, generar ideas reno­vadoras, cambiar órdenes sociales, derrocar dictaduras, hacer el vacío a las marcas, informar de lo que realmen­te ocurre, nadar contra la corriente, juntarnos, vivir...

Debemos ser cardumen, que se protege y que avanza, evitando a los depredadores, y construyendo su camino en el océano infinito de la vida. Y poco a poco iremos creciendo en cantidad, despertando a otros con el ejem­plo, demostrando que hay mucho más por qué vivir, que todo tiene un significado profundo, que nuestro destino es de grandeza, que somos pequeños dioses to­dopoderosos. Todos somos así, sólo que la mayoría no puede verlo, atrapada en las redes tejidas en milenios de civilización e intereses sociales, y de dominación. Los que sí podemos hacerlo estamos obligados a mostrar­les el camino a los demás, somos los únicos capaces de lograrlo.

Somos pocos, y somos diferentes, pero justamente por eso destacamos de la masa informe que lentamente se dirige al matadero. Sin mirar atrás, sin saber lo que le pasa al que va delante suyo, hasta que lo ve caer fruto del golpe inicuo, del garrote, del sistema, cuando ya es tarde y no puede volver atrás, desnucado, tieso. Somos pocos pero hemos vislumbrado algo, una rasgadura en el velo de la realidad, por la cual la luz traspasó des­lumbrándonos, marcándonos, iluminándonos, desper­tándonos. Y desde entonces hemos caminado nuestra propia senda, lejos de los estándares sociales, del ami­lanamiento, del genocidio intelectual de nuestra raza.

¡Únete a nosotros! Si leíste esta declaración hasta el fi­nal, es porque eres uno de los nuestros, o al menos estás sacudiéndote el lodo que te cubre y superficialmente te hace igual al resto.

¡Tú eres diferente! ¡Tú puedes mucho más! ¡No debes conformarte con lo que te dicen que es suficiente! ¡Vive la vida, cada día, como el último y más importante! ¡Ayúdanos a construir el nuevo orden! ¡Sé parte de la revolución de la mente! ¡Únete a nosotros!”

Juan Eustaquio dobló minuciosamente el panfleto que le acababan de dar en una esquina, y lo atesoró en su bolsillo. Él se sentía todo eso y mucho más. Esa tarde debía ir al cine a ver una película de acción, luego cenar, tomar un helado, y revolcarse con su novia. La velada perfecta. Pero ahora se sentía diferente, estaba animado, quería romper el molde, deseaba ser uno de esos ilumi­nados, sacudirse la modorra, evolucionar.

Así que fue a buscar a su pareja, pero cambió los pla­nes. Le comentó lo que había leído, le dijo que no que­ría salir. Ingresaron al link web indicado en el papel, y leyeron nuevamente el manifiesto, así como lo que muchos otros comentaban al respecto; otros como ellos, inconformistas, visionarios, descontentos. Al fin se die­ron cuenta que no estaban solos en el mundo. Se senta­ron al anochecer en el patio de la casa, disfrutando del fresco natural causado por la reciente lluvia, descalzos palparon el césped húmedo con sus dedos, compene­trándose con el mundo, y conversaron y debatieron por horas, sobre lo que esperaban de la vida, del futuro, y lo que querían ser y hacer en él. Todo el tiempo estuvieron tomados de la mano. Decidieron no continuar dormi­dos, sino cambiar, evolucionar, ser aquello para lo que fueron creados. Luego fueron a la habitación e hicieron el amor como nunca antes, compenetrados, impregna­dos el uno del otro.

A partir del día siguiente, fueron, no otros, ni reno­vados, sino ellos mismos... Pero completos, despiertos y valientes. Y construyeron, dentro de sus posibilidades, un mundo mejor.



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SEP DIGITAL - NÚMERO 3 - AÑO 1 - ABRIL 2014

SOCIEDAD DE ESCRITORES DEL PARAGUAY/ PORTALGUARANI.COM

Asunción - Paraguay. Mayo- 2014

 

 

 

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