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CRISTINO BOGADO
  DON Y RECIPROCIDAD - Por CRISTINO BOGADO - Domingo, 17 de Diciembre de 2017


DON Y RECIPROCIDAD - Por CRISTINO BOGADO - Domingo, 17 de Diciembre de 2017

DON Y RECIPROCIDAD


Por CRISTINO BOGADO



kurubeta@gmail.com

Sobre el libro del doctor Sebastián Castiñeira recientemente presentado en Asunción Don y Reciprocidad. De Bartomeu Melià a la filosofía contemporánea (SB, Buenos Aires-México DF-Madrid, 2017, 300 pp.)

«El robo es la única forma pura de la compra entre los seres humanos» 

(Ladislav Klima) 

Jopói y french theory 

Sorprendente libro: tesis doctoral de filosofía de un académico argentino que estudió en España, enseña en México y yuxtapone conceptos del bagaje cultural guaraní y french theory, es decir, que eleva el jopói –y sus concomitancias, el pepy (convite) y el potirõ (trabajo comunitario)– a categoría filosófica. Para tal efecto, usa la estratagema de perfilar un Bartomeu Melià para principiantes, un The Melià Reader al gusto norteamericano. El trampolín para llevar el jopói al nivel del don de Marcel Mauss es y se llama Melià. Lo que piensa El Honoris Causa por la UNA sobre el don y la reciprocidad entre los guaraníes. Colorear lo guaraní con Melià. Melià es para el tesinante una de las voces más autorizadas de lo guaraní.

Podemos resumir que la cultura (no civilización, como gustaba de decir el exagerado de Bertoni) guaraní (término ambiguo, lo sé) ha aportado por lo menos, que yo sepa, dos ideas al repertorio del mundo dialógico del humanismo occidental: el yvy maranê’y (avatar guaraní de la utopía) y ahora el jopói (don mutuo y recíproco), que, gracias a esta tesis, seguros estamos, resonará en adelante tan estentóreamente como el don maussiano (1) en los debates contemporáneos.

En la segunda parte del libro se hace la inmersión en la filosofía contemporánea, sobre todo francesa: Ricoeur, Bataille, Marion, Merleau Ponty, Lefort, Derrida, Lévinas (reciprocidad ética), Deleuze-Guattari (la máquina deseante solo reconoce el robo y la conquista por encima del don y la reciprocidad, la sociedad no es mercante –cambista– sino, diríamos, marcante, no se rige por intercambios sino por marcas de las que salen las deudas...), Buber, Heidegger (la reciprocidad como acontecimiento), y el autor se pierde gustoso también por áreas no estrictamente filosóficas, como la antropología, la lingüística, la sociología, etc. Allí comparecen, entre otros, Viveiros de Castro (la actual estrella sudaka en el panorama del pensamiento contemporáneo con su perspectivismo caníbal, el devorar para ser, al final, el Sí mismo devorado por el Otro), Levi Strauss, Salihns, Godelier, Boltanski, Benveniste, etc. Yo, por prurito personal, me agito en la silla durante la lectura por no toparme con dos autores que han sopesado el don en sus obras, el franxute Baudrillard y el gurú del diván, Freud. Ya que no están en este libro –de hecho, la tesis no tiene ánimos de exhaustividad, como aclara el autor en su prólogo–, no me resisto a citarlos. Primero, a Baudrillard: 

«En esta perspectiva, otros acontecimientos teóricos adquieren una importancia capital: los anagramas de Saussure, el intercambio/don de Mauss, hipótesis estas más radicales a la larga que las de Freud y Marx, perspectivas censuradas precisamente por el imperialismo de las interpretaciones freudiana y marxista. El anagrama o el intercambio/don no son episodios curiosos dentro de los confines de las disciplinas lingüística y antropológicas, modalidades subalternas respecto a las grandes máquinas del inconsciente y de la revolución. Por el contrario, en ellas vemos perfilarse una misma gran forma de la cual marxismo y psicoanálisis no hacen quizá sino derivar, por desconocimiento, una forma que no beneficia ni a la economía política ni a la economía libidinal, al trazar desde aquí, desde ahora, un más allá del valor, un más allá de la represión, un más allá del inconsciente. Son cosas que suceden» (2).

Y después al Procusto moderno, como lo llamó alguna vez Borges: «No sabemos cómo renunciar a nada. Solo sabemos intercambiar unas cosas por otras», pesimista observación vienesa sobre la naturaleza imposible del don. Freud apud Sebag (2).

Tampoco hay en el libro ningún ejemplo literario sobre este tema, que, sospechamos, tendrá bastantes representantes (3).

El guaraní de Melià 

Dime qué has inventado y te diré quién eres: Argentina patentó el escrache (fuerza negativa, disgregadora); los guaraníes, la tierra sin mal y el jopói (dos fulguraciones positivas, dos imposibilidades quizá; a fin de cuentas, el propio Derrida en carta a Marion habla de «la imposibilidad del don», del don que «se puede pensar pero no conocer»).

Algo parecido sucede en otro campo próximo, el de la narrativa. «La traducción atrevida de Erin Moure transmuta el yopará portunhol y guaraní de la frontera sudaka de Wilson Bueno en oscilante frenglish de Quebec que mantiene el sonsonete del conjuro original», leemos en la contratapa de la edición de Mar Paraguayo (1992) lanzada este año por Nightboat Books en Nueva York como Paraguayan Sea. La lengua guaraní (contaminada, of course) como objeto de deseo de los traductores más zafados del mundo.

Hay una bibliografía muy minuciosa pero, como toda bibliografía, nunca completa de los artículos y ediciones de El Premio Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica. El autor entrevistó al jesuita mallorquín en Asunción y tuvo acceso a sus archivos. La cronología también nos revela que El Hijo Dilecto de Asunción es sagitariano, como quien suscribe estas notas y como Mick Jagger; por ende, está sacudido por el fuego concomitante a tal elemento zodiacal. Del propio premio Bartolomé de las Casas he oído contar que pasó alguna vez tres días con sus noches danzando («Gústame a cumbia, gústame o baile», como dice Malandrómeda), ebrio de beber cerveza de maíz (chicha), aunque sin usar cráneos como vasos.

Una nota discordante es la cantidad de erratas que hay en el libro. Considerando que se trata de una edición multinacional, argentina-mexicana-española, sorprende tal negligencia. Un solo ejemplo: ¡Monte Ávala! ¡Es más, me parece que es el libro no paraguayo con más erratas que he leído en los últimos diez años! Si fuera tekorei, les contabilizaba la cantidad de erratas.

Son hombres de un día 

El libro recuerda las grandes obras hermenéuticas de Hans Blumenberg en su afán de rastrear un concepto a través de los años y del caleidoscopio de los más variopintos cerebros. El eje es otro libro, el seminal Ensayo sobre el don. La forma y la razón del intercambio en las sociedades arcaicas (1924), de Marcel Mauss. El don ha tenido un influjo terrible, y ha resonado y repercutido en casi todos los ámbitos de las humanidades en el siglo XX: economía, psicología, filosofía, etc. El autor pasa casi toda la información jesuita sobre el don y la reciprocidad guaraní (que pesca en Montoya, Cardiel, Jarque, Lozano, Del Techo, Guevara, Peramás) por el filtro de Melià. Y en esas letras jesuitas deconstruye las posibles visiones del don guaraní. Un ejemplo (de cientos que nos revela este libro, verdadero tesoro de la cultura guaraní ymaiteguare): los jesuitas ceden una vaca a los guaraníes para que los alimente al menos un par de días, mas ellos la liquidan en un solo día, atiborrándose toda la familia e incluso invitando a participar del festín a vecinos, etc. Los padres leen esto como un desprecio del intercambio simbólico. Y concluyen: «Son hombres de un día» (José Cardiel apud Furlong). Efectivamente, pero lo que recusan no es el don en sí, sino la estratagema colonialista que busca siempre en el Otro la obediencia debida, la respuesta establecida de antemano desde la perspectiva del mejor de los mundos, leibnizianamente implantado por el colonialismo español en América. El colonialismo es una cama de Procusto, donde la realidad del Otro, la de los guaraníes en este caso, es mutilada para hacerla encajar en la teoría propia, la del colonialismo. Eso nos muestra en un brillante ejercicio interpretativo el doctor Castiñeira vía Melià. (Un ejemplo de nuestros días, producto, entre otros factores, de la precarización de las sociedades contemporáneas, es que en muchas parejas actuales en las cuales solo uno de los miembros aporta económicamente se nulifica el intercambio simbólico y pierden valor los hechos y acciones de reciprocidad gratuita –llevar a los hijos al colegio, hacer el aguante juntos a la estrechez económica, etc.–, viviendo así en un nuevo verticalismo, el de la Mamoncracia, el imperio absoluto del dinero). Claro, a veces hay en el don la reciprocidad requerida con ese tenor colonialista, como cuando los nativos, adiestrados en la manipulación de instrumentos musicales e instruidos en las habilidades de la carpintería, la talla, la talabartería, etc., resultan excelentes alumnos en su oficio, casi hasta alcanzar un nivel de maestría, como reconocen los propios colonialistas. Diversas anécdotas cuentan casos en los que resultaba muy difícil reconocer la diferencia entre un original peninsular y una copia guaraní. En suma, estos hombres de un solo día no negaron siempre (como resistencia inconsciente) el don (colonialista). Pero los colonialistas mutilaron la reciprocidad y el don guaraníes ab origine. Es la posible definición del colonialismo que nos deja este trabajo deslumbrante.

Notas 

(1) El apellido de la familia es indudablemente alemán. Se dice que uno de los bisabuelos de Marcel, que no quería que su familia llevara el nombre de un animal –Maus significa «ratón» en alemán– fue al ayuntamiento e hizo lo que se requería para agregar una «s» a su nombre.

(2) Jean Baudrillard: El intercambio simbólico y la muerte, Monte Ávila Editores, 1980.

(3) Lucien Sebag: «Analyse des rêves d’une indienne Guayaki», en: Les Temps Modernes, n. 217, París, junio de 1964, pp. 2181–2237.

(4) La narración misma aparece como don en Onetti. Un personaje le debe su historia al narrador omnisciente y enreda con su deuda el relato principal, en una suerte de venganza de lo secundario: 

«–Se lo debía y vine –dijo con sencillez–. Murió. Recién hoy a mediodía. No pude conseguir que comiera. Yo había pensado, en serio, matarlo. Pero no hubo necesidad y, después de todo, no era más que un animal y lo mismo daba que estuviera muerto o vivo. Eso sí, le hice un agujero yo mismo y lo enterré. Era curioso verlo muerto: tenía la panza hinchada pero las patas eran como esas maderitas frágiles, blanquinegras, de las ovejitas de juguete. La otra, claro, era distinto». 

(Juan Carlos Onetti: Para una tumba sin nombre, Barcelona, Seix Barral, 1979, 271 pp. p. 81).

Fuente: Suplemento Cultural de ABC Color

Página 2

Domingo, 17 de Diciembre de 2017


 



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