HISTORIAS DE MUERTES
Por DELFINA ACOSTA
Eran gentes que no buscaban ni merecían un final drástico, pero fueron víctimas de la intolerancia, de las represiones, de los regímenes dictatoriales (como los liderados por el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia), y de circunstancias violentas. Con 200 muertes no se cumplieron aquellos versos del "Romance sonámbulo", de Federico García Lorca: Compadre, quiero morir/ decentemente en mi cama/ de acero si puede ser/ con las sábanas de holanda.
Uno de los casos más resonantes, tristes y marcados por la sed de sangre de un tirano, o sea el primer dictador paraguayo, fue el suicidio del prócer Pedro Juan Caballero, en su calabozo, en 1821.
200 muertes es un libro escrito por Roberto Paredes e ilustrado por Juan de Dios Valdez y Raquel Rojas Peña. El material, que presenta crónicas históricas mezcladas con un poco de fantasía, fue publicado gracias a los auspicios del Portal Guaraní.
Se puede decir, sin faltar a la realidad, que las muertes en el texto registradas tienen relación directa con los tiempos políticos, con la Guerra Grande, con las guerras civiles, y la lucha armada, entre otras causales.
Juan Carlos Da Costa, uno de los principales dirigentes de la OPM (Organización Primero de Marzo), fue brutal, bestialmente torturado en las dependencias del tenebroso Departamento de Investigaciones. Tras sus pasos, estaba la policía política de Stroessner. Falleció en un tiroteo en 1976.
Soledad Barrett, nieta del admirado escritor español Rafael Barrett, autor de El dolor paraguayo, nació en el Paraguay, pero su vida la perdió en el Uruguay. Ella fue entregada a la policía por el propio padre del hijo que llevaba en las entrañas. La bestialidad humana no tiene límites, a decir verdad. Cuenta el informe oficial que la hallaron totalmente desnuda, con abundante sangre alrededor suyo y un feto a sus pies. Solamente contaba con 28 años.
Benigno López había conspirado, al parecer contra su hermano (como cientos de paraguayos que estaban hartos de una guerra suicida) Francisco Solano López. El 21 de diciembre de 1868 fue ajusticiado. He allí, en su muerte, un ejemplo patente de la locura de un hombre, que ni siquiera tuvo conmiseración para un ser humano por cuyas venas corría su misma sangre.
Los memoriosos recordarán cómo eran registradas por las cámaras televisivas las imágenes del dictador nicaragüense Anastasio Somoza Debayle, asesinado en las calles de Asunción. Hugo Alfredo Irurzun, integrante del operativo cuyo propósito era acabar con la existencia del expresidente de Nicaragua refugiado en el Paraguay, fue llevado desde su casa, ubicada en el Barrio San Vicente, por los agentes del Departamento de Investigaciones. Y allí, un 18 de marzo de 1980, dejó de existir, víctima de salvajes torturas.
Fuente: Suplemento Cultural del diario ABC COLOR
Domingo, 15 de Enero de 2012
www.abc.com.py
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