Para los músicos paraguayos que estaban en Buenos Aires, la década de 1930 era de luchas y esperanzas. Salidos de su terruño, habían recalado en ese puerto donde la guarania y la polca, de a poco, habían ganado un espacio.
La figura del maestro JOSÉ ASUNCIÓN FLORES empezaba a ser ya emblemática. Los músicos argentinos respetaban la solidez de su arte y apreciaban la grandeza de su sencillez. Lo querían porque era inmenso y seguía siendo humilde.
Los encuentros entre paraguayos y argentinos eran frecuentes. Eran hermanos en el común cariño a la música. Los límites de las fronteras se habían borrado en las largas peñas, en las interminables guitarreadas que miraban los ojos del alba sin un bostezo.
Un día-cuenta AGUSTÍN BARBOZA en RUEGO Y CAMINO (1)- intérpretes y compositores de ambos países se dieron cita en la casa de BENITO QUINQUELA MARTÍN, el mítico pintor de La Boca. Era amigo de Flores, FÉLIX PÉREZ CARDOZO, de Agustín y de muchos otros que, con sus instrumentos empezaron a llegar.
El compositor argentino JUAN DE DIOS FILIBERTO, autor del célebre tango CAMINITO también estaba allí, compartiendo el tallarín infaltable de la mesa del artista plástico anfitrión.
A los postres, con el vino corriendo de mano en mano para que la alegría circule sin trabas del corazón al rostro, se desenfundaron las guitarras, las arpas y los bandoneones. La música era ya la verdadera ducha de la hospitalaria casa.
AGUSTÍN BARBOZA le anunció -en un momento de la musiqueada--, a Filiberto que le iba a dedicar una nueva canción paraguaya. El maestro agradeció el gesto sin intuir lo que estaba a punto de llegar.
"Anuncié el tema con el nombre de TAPEMI y con FÉLIX PÉREZ CARDOZO en el arpa y la guitarra a cargo de PRUDENCIO GIMÉNEZ, entoné la pieza en guarani, traducida por MAURICIO CARDOZO OCAMPO", relata Barboza en la página 43 de su libro citado.
"Las bordonas de Pérez Cardozo, con sus manos de gigante dando el exacto compás del tango, el punteo puntilloso de PRUDENCIO GIMÉNEZ, que ya era aporteñado hasta en el hablar, y yo, con mi mejor acento imitando a mi ídolo AGUSTÍN MAGALDI, atacamos con vigor la novedad", continúa contando el cantor preferido de JOSÉ ASUNCIÓN FLORES.
Por la melodía, en los primeros compases, JUAN DE DIOS FILIBERTO se dio cuenta que ese ropaje diferente pero igual era de su entrañable CAMINITO.
"Al terminar la canción, se levantó emocionado aplaudiendo como un niño y acercándose preguntó ansioso
-¿Cómo dijo que se llama ?
- Tapemi-, le respondí.
- Tapemi, Tapemi -siguió repitiendo- Me encanta, me gusta más que Caminito, es más dulce Tapemi ", cuenta Barboza.
Filiberto, al día siguiente, le anunció por teléfono a Pérez Cardozo que en su programa de Radio Belgrano iba a hacer un concurso con las versiones de CAMINITO a otros idiomas. Le adelantó que la traducción de Cardozo Ocampo al guarani es la que más le satisfacía a él.
"El maestro Filiberto cumplió con su cometido y él, que actuaba sin cantor, me dio la brillante oportunidad y el privilegio de interpretar con su orquesta TAPEMI. La amistad nacida entonces fue otro espaldarazo pues gracias a él pasamos a actuar con la orquesta Ortiz Guerrero con excelente suceso en Radio Belgrano y al poco tiempo obtuvimos un ventajoso contrato con la emisora número uno del momento: Radio El Mundo", concluye AGUSTÍN BARBOZA.
(1) Barboza, Agustín. Ruego y camino.
Asunción, Fundación Agustín Barboza, 1996.
CAMINITO
Caminito que el tiempo ha borrado
que juntos un día nos viste pasar,
he venido por última vez
he venido a contarte mi mal ! ...
Caminito que entonces estabas
bordado de trébol y juncos en flor.
Una sombra ya pronto serás,
una sombra lo mismo que yo...
Desde que se fue, triste vivo yo
caminito amigo, yo también me voy.
Desde que se fue, nunca más volvió,
seguiré sus pasos, caminito, adiós.
Caminito que todas las tardes
feliz recorría cantando mi amor
no le digas si vuelve a pasar
que mi llanto tu suelo regó...
Caminito cubierto de cardos
la mano del tiempo tu huella borró,
yo a tu lado quisiera caer
y que el tiempo nos mate a los dos.
Letra : Coria Peñaloza
Música : Juan de Dios Filiberto