El sueño de CARLOS FEDERICO ABENTE era ser médico. En Concepción del Uruguay -ciudad de la Provincia de Entre Ríos, Argentina-, cuando hacía la secundaria en el internado del histórico colegio justo José de Urquiza, alimentaba infatigablemente la ilusión de convertirse un día en galeno, como que-ría su madre, JUANA DEOLINDA BOGADO ARCE.
Fue por eso que cuando terminó la secundaria aquel joven nacido en Isla Valle -Areguá- el 6 de setiembre de 1915 no perdió el tiempo. Con su compañero y amigo JOSÉ RAMÓN LAMBOGLIA -quien llegaría a ser miembro del máximo tribunal argentino- arribaron, en tren, a la estación de Chacarita. "Compramos un diario y buscamos una pieza para alquilar. Nos gustó una, sobre la calle Córdoba, frente al Hospital de Clínicas, porque estaba cerca de la Facultad de Medicina", recuerda el Dr. Abente en uno de sus periódicos retornos a su patria.
Los dos muchachos, con sus escasas pertenencias, se instalaron en un cuarto ubicado hacia la salida del conventillo. Una mañana, con sorpresa, Carlos Federico escuchó que un hombre fulminaba con palabrotas, dichas en guarani, a su mujer. Ne aña memby era lo más suave que pudo percibir de la andanada de insultos y calificativos.
-Cuando pasó por delante de mí, me cuidé muy bien en no decirle nada, por lo nervioso que se lo veía-, cuenta el islavaleño.
Al día siguiente, cuando ya la calma había vuelto, el recién llegado a Buenos Aires, se animó a dirigirle una pregunta: -Paraguayo piko nde (¿Es Ud. paraguayo?)-.
-Paraguayo che hína. Nde piko máva (Soy paraguayo ¿Ud. quién es?)-, le retrucó el aludido.
Así, por obra y guiño de la casualidad, nacía, alrededor de 1930, la entrañable amistad que uniría al Dr. CARLOS FEDERICO ABENTE con el músico y compositor guaireño -nacido el 11 de mayo de 1907 en Villarrica-, PRUDENCIO GIMÉNEZ.
"Ese muchachón, un poco mayor que yo, trabajaba en una panadería como maestro de pala y cada vez que volvía de su trabajo a la mediamañana, traía dos paquetitos de pan: uno para su familia y otro para nosotros. Ese gesto marcaba la dimensión del corazón de esa magnífica persona y gran artista", relata el que unos meses, después de ese encuentro ingresaría, con las calificaciones más altas, a la Facultad de Medicina de Buenos Aires, siendo con el tiempo uno de los cirujanos más respetados del vecino país.
PRUDENCIO GIMÉNEZ -alto y elegante, era también relojero y era muy práctico para arreglar lo que cayera en sus manos-, de noche, era la primera guitarra del cantante HUGO DEL CARRIL a quien había descubierto y catapultado a la fama. Dominaba los secretos de su instrumento y era, sobre todo, un gran compositor.
A fines de la década del '40, el flamante doctor -que a través de Prudencio había tomado contacto con los músicos paraguayos- se casó con la paraguaya EVA GARCÍA PARODI. El nuevo hogar fue bendecido con el nacimiento de MARÍA ESTELA. La niña andaba en los brazos de JOSÉ ASUNCIÓN FLORES, MAURICIO CARDOZO OCAMPO, el mismo Prudencio y otros artistas. CATURÍ -palabra derivada de la deformación sonora de criaturita-, era el nombre que el afecto de sus padres y amigos le había dado a la pequeñuela de la casa.
"Vivíamos en Vicente López. Cuando ella cumplió un año Prudencio nos hizo escuchar por primera vez CATURÍ ABENTE en su guitarra. Él era una caja inagotable de melodías muy hermosas. A Eva y a mí nos gustó mucho la obra que acabábamos de escuchar", rememora el autor de la letra de ÑEMITY, que tiene música de JOSÉ ASUNCIÓN FLORES.
Más adelante, MAURICIO CARDOZO OCAMPO escribió para la música de CATURÍ ABENTE un estribillo. "El primero que lo recitó fue DELFÍN FLEITAS, el cantor, hermano de doña Fidelina, la esposa de Mauricio. Lo grabó en un disco de pasta en el sello Odeón Prudencio. El mismo cantó el estribillo", precisa el médico que aun viviendo fuera de su país, sobre todo a través del guarani en el que escribe su poesía, llevó siempre al Paraguay dentro de él.
Aunque actualmente CATURÍ ABENTE es parte del repertorio de arpistas, como queda relatado, originariamente fue para solo de guitarra.