GUAVIRA POTY
GUAVIRA POTY
Che mbaracami asyete nde púva
reicuaa paitéva che mba'e mbyasy
aropurajhéita cu ajhacjhuetéva
mombyry opytáva guavira poty.
Timbo yero'a tape ari oïva
upépe vaicha ose oñembo'y
che camba porä iyao jhümiva
ryacuä poräite guavira poty.
Caballero pueblo che pepo mopëva
icatuve'ÿva nde jhegui aveve
mita tyre'ÿicha che mbopadeceva
ajhechave'yre cu Zavala cué.
Co'yte co'yte rojhechaga'úva
almeno co'agä oikema ro'y
eyu che camba che mbokéra irüva
ani ne ñaña guavira poty.
Aníke ere mombyry aimére
jha'e ya ojhoitéma ndouveijhagua
ani repena co yvy apére
ndaipóri cuña nde recoviarä.
Che mbaracami asyete nde púva
emocäna chéve co che resay
topi che jhegui mba'asy añandúva
ajhechaga'úgui guavira poty.
Fuente :
Recopilación: MARIO HALLEY MORA y
MELANIO ALVARENGA.
Asunción-Paraguay 1991.
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LECTURA RECOMENDADA:
GUAVÍRA POTY
TESTIMONIO DE UN COMPAÑERO DE EMILIANO
Letra: EMILIANO R. FERNÁNDEZ
Música: MAURICIO CARDOZO OCAMPO
Inmerso en la oralidad donde la memoria juega un papel relevante pero también incierto -siempre se está a expensas de que sea fiel a los hechos-, la vida del poeta y músico EMILIANO R. FERNÁNDEZ se reconstruye por pedazos. Es un mosaico al que se le va agregando datos intentando contar historias que se aproximen al máximo a la verdad de lo que sucedió con relación a sus obras y a diversos pasajes de su existencia andariega. Guavíra poty es una polca que lleva el sello de lo obvio y evidente, pero también del misterio. En la revista Ocara poty cue mí de 1931 apareció con el nombre de Techaga'u rembiapo y esta dedicatoria: Dominga-pe ohomíva, es decir dedicada a Dominga Lugo. El poema estaba fechado en Caballero, junio de 1930.
CARMEN MÓNICA GRANCE, hoy viuda de Villalba, todavía viva y residente en Fernando de la Mora, afirma que ella es la destinataria de la canción. Era maestra de la compañía Guavirá, del distrito de Caballero, en el departamento de Paraguarí. Según cuenta, Emiliano le cantó en una serenata y le dijo expresamente que era para ella. A su favor juega la expresión GUAVÍRA POTY que -de acuerdo a la tradición del cancionero popular, la flor de un lugar es la mujer a la que se canta, por ejemplo: BAHÍA NEGRA POTY, YVAPOVÕ POTY, etc.-, no podía ser sino ella porque en la referencia a Dominga Lugo la expresión no encuentra asidero.
El poeta y locutor ELPIDIO ALCARAZ SEGOVIA, investigador de la vida y las obras de Emiliano, aporta lo suyo a este debate siempre inconcluso.
De entrada precisa que los poetas PEDRO ECHAURI LÓPEZ, de Zavala Kue -que en parte hoy pertenece a Asunción, en parte a Fernando de la Mora, en las inmediaciones de la ruta Mariscal Estigarribia y lo que se conoce como Calle última-, y ADOLFO ROJAS PAREDES, de Capiatá, fueron los compañeros del viaje en tren de Emiliano. Habían sido invitados por el también poeta SATURNINO R. LEGUIZAMÓN, telegrafista y jefe de la estación de Caballero.
Agrega que Dominga Lugo era la compañera sentimental del llamado Tirteo Verdeolivo porque defendió a la patria en la Guerra del Chaco. En coincidencia con lo que ALDO J. A. ROMERO RELATABA, Alcaraz Segovia cuenta que dejó a su amada en la casa de MARÍA PERUCHI DE ARCE, en Zavala Kue.
"En esos versos se comprueba en forma indubitable que la obra fue dedicada a la referida persona de su afecto. Los mismos parientes de Emiliano confirman que en aquella época se erguía a la vera del camino zavaleño un robusto ejemplar de `timbo jero' a tape ári oĩva' bajo cuya sombra Dominga se refrescaba frecuentemente", relata Elpidio.
“La poesía consigna -sigue argumentando- en otra parte: 'Caballero pueblo che pepo mopẽva/ ikatuve'ỹva ndehegui aveve/ ahechave'ỹre ku Zavala Kue'. La circunstancia que postergaba su regreso era el impedimento que no le permitía, en raudo vuelo, regresar al nido zavaleño. De no ser así, tampoco hubiera escrito `aníke ere mombyry aimére' señalando estar lejos de la amada y que en todo momento anhelaba el ansiado regreso".
"Conocí personalmente al poeta ADOLFO ROJAS PAREDES, quien perteneció al mismo regimienta de Emiliano en el Chaco. Él me contó que en la casa de SATURNINO R. LEGUIZAMÓN, en Caballero, escribió en junio de 1930 Guavira poty para Dominga Lugo", concluye, categórico, Elpidio Alcaraz Segovia.
GUAVIRA POTY
Che mbarakami asyete ndepúva
reikuaapaitéva che mba'e mbyasy
aropurahéita ku ahayhuetéva
mombyry opytáva, Guavira poty.
Timbo jero'a tape ári oĩva
upépe vaicha osẽ oñembo'y
che kamba porã ijao hũmíva
ryakuã porãite, Guavira poty.
Caballero pueblo che pepo mopẽva
ikatuve'ỹva ndehegui aveve
mitã tyre'ỹicha chembopadeséva
ahechave'ỹre ku Zavala kue.
Ko'ýte ko'ýte rohechaga'úva
al meno ko'ãgã oikéma ro'y
eju che kamba chemongéra irũva
ani ne ñaña, Guavira poty.
Aníke ere mombyry aimére
ha'e ja'ohoitéma ndouvéi haguã
ani repena ko yvy apére
ndaipóri kuña che rekoviarã.
Che mbarakami asyete ndepúva
emokãna chéve ko che resay
topi chehegui mba'asy añandúva
ahechaga'úgui Guavira poty.
Letra: EMILIANO R. FERNÁNDEZ
Música: MAURICIO CARDOZO OCAMPO
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Fuente/ Enlace:
LAS VOCES DE LA MEMORIA
HISTORIAS DE CANCIONES POPULARES PARAGUAYAS - TOMO X
Autor y ©: MARIO RUBÉN ÁLVAREZ
Edición del autor y Julián Navarro Vera
Dibujo de tapa: ENZO PERTILE
Diseño de tapa: MANUEL MORÍNIGO
Editora Litocolor S.R.L.
Asunción-Paraguay 2009
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LECTURA RECOMENDADA:
BAJO EL IMPERIO DE MELPÓMENE
(Enlace a datos biográficos y obras
en la GALERÍA DE LETRAS del
BAJO EL IMPERIO DE MELPÓMENE
La muerte de Carlos Antonio López motivó la ascensión de Francisco Solano López a la primera magistratura de la República. El Congreso del 16 de octubre de 1862 lo ungió presidente de la nación. Tenía entonces el general Solano López treinta y cinco años de edad. Integró su primer gabinete con Domingo Francisco Sánchez, en la cartera del interior; José Berges, en la de relaciones exteriores; Mariano González, en la de hacienda; y el coronel Venancio López, en la de guerra.
Durante los dos primeros años de su gobierno el general Solano López siguió las directivas políticas trazadas por su ilustre antecesor. Además de dedicar sus afanes a la defensa nacional, peligrada por una larga y complicada cuestión de fronteras con el Imperio del Brasil, dirigió la construcción de nuevos caminos, estimuló la instalación de nuevas líneas telegráficas, así como la apertura y funcionamiento de talleres y escuelas.
En lo que respecta a la cultura superior, en 1863 Solano López envió treinta y nueve jóvenes a Europa. Además de esto, a su regreso del viejo mundo, en 1854, ya había dejado en una escuela naval de Francia a Nicanor Sánchez y Antonio Ortiz, este último el más ilustrado oficial de marina que tuvo el Paraguay en aquel período de su historia. Del grupo de treinta y nueve jóvenes a que nos referimos, treinta debían de estudiar ingeniería en Richmond; tres, derecho en París; y seis, milicia en la escuela de Saint Cyr. De todo este núcleo, al que habían de agregarse dos más, Emilio Gill y Hermógenes Miltos, apenas regresaron unos pocos al Paraguay. La guerra contra la triple alianza, estallada en el mes de agosto de 1864, dejó a aquellos estudiantes librados a su propia suerte. El mayor número de los mismos pereció en Londres; otros murieron en Montevideo, ciudad esta a donde algunos pudieron trasladarse. Uno de los únicos sobrevivientes fue el después sargento mayor Francisco Rivas, a quien se deben las últimas noticias referentes a la suerte de los que fueron sus compañeros en Europa, en 1863. (218)
Todos los propósitos constructivos, todos los anhelos de superación cultural, todos los afanes de civilización que alentaron el pueblo paraguayo y su joven gobernante, quedaron malogrados por la histórica catástrofe bélica que asoló a nuestro país desde 1864 hasta 1870. Más aún; las consecuencias de ese gran incendio, cuyos cárdenos resplandores iluminan todavía los cielos de América, continúan gravitando, ochenta años después, sobre el alma y la tierra paraguayas. Fue tan terrible la tormenta de sangre y fuego, fue tan intenso el dolor colectivo, fue tan trágico el glorioso derrumbe, que sigue vibrando, como una realidad quemante, en el espíritu de la raza, en la conciencia y en la carne del pueblo guaraní.
No vamos a pretender la narración en detalle de las causas y consecuencias de la guerra de defensa contra la triple alianza, ni vamos a intentar el trazado de un cuadro colorido y vívido de lo ocurrido en el Paraguay en aquel trágico lustro de su historia. Todo eso es cuestión puramente histórica, ya referida e interpretada por historiadores eminentes, y es asunto que no corresponde, esencialmente, a la índole de este libro. No obstante, sintéticamente, nos ocuparemos de este acontecimiento pretérito, quizás el más apasionante de los ocurridos en la América latina en el transcurso del siglo XIX, a fin de diseñar el panorama en el cual se desarrollaron las letras paraguayas durante aquellos cinco años de hórrido recuerdo.
La guerra de 1864-1870, tuvo causas remotas y ocasionales. Entre las primeras deben citarse la cuestión de límites con el Imperio del Brasil y el afán de la República Argentina – mejor dicho, de Buenos Aires – de someter bajo su dominio al Paraguay, para realizar, así, el antiguo ideal porteño de la reintegración del Virreynato del Río de la Plata, bajo su propia y exclusiva hegemonía.
Una prueba evidente, incontestable de lo afirmado, es el tratado secreto de la triple alianza, cuyo tenor es el siguiente:
"Buenos Aires, 1º de Mayo de 1865.
"El Gobierno de la República Argentina, el Gobierno de Su Majestad el Emperador del Brasil y el Gobierno de la República Oriental del Uruguay:
"El primero y el tercero encontrándose en guerra con el Gobierno del Paraguay, por haberle sido declarada de hecho por éste Gobierno, y el segundo en estado de hostilidad y amenazada su seguridad interior por el dicho Gobierno, el cual violó la fé pública, tratados solemnes y los usos internacionales de las Naciones civilizadas, y cometió actos injustificables después de haber perturbado las relaciones con sus vecinos, por procederes los más abusivos y atentatorios.
"Persuadidos que la paz, seguridad y bienestar de sus respectivas Naciones, es imposible mientras exista el actual Gobierno del Paraguay, y que es una necesidad imperiosa reclamada por los más grandes intereses, hacer desaparecer ese Gobierno, respetando la soberanía, independencia e integridad territorial de la República del Paraguay:
"Han resuelto con este objeto, celebrar un tratado de alianza ofensiva y defensiva, y al efecto han nombrado por sus Plenipotenciarios, a saber:
"Su Excelencia el Presidente de la República Argentina, al Exmo. Sr. D. Rufino de Elizalde, su Ministro Secretario, de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores:
"Su Majestad el Emperador del Brasil, al Exmo. Sr. F. Octaviano de Almeida Rosa, de su Consejo, Diputado a la Asamblea Legislativa y Oficial de la Orden Imperial de la Rosa:
"Su Excelencia el Gobernador Provisorio de la República Oriental del Uruguay, al Exmo. Sr. D. Carlos de Castro, su Ministro y Secretario de Estado en el Departamento de Relaciones Exteriores:
"Los cuales, después de haber canjeado sus respectivos poderes, que fueron hallados en buena y debida forma, convinieron en lo siguiente:
"Artículo 1º – La República Argentina, Su Majestad el Emperador del Brasil y la República Oriental del Uruguay, se unen en alianza ofensiva y defensiva, en la guerra promovida por el Gobierno del Paraguay.
"Art. 2º – Los aliados concurrirán con todos los medios de guerra de que puedan disponer en tierra o en los ríos, según sea necesario.
"Art. 3º – Debiendo empezar las operaciones de la guerra en el territorio de la República Argentina, o en la parte del territorio paraguayo limítrofe con la misma, el mando en jefe y dirección de los ejércitos aliados, queda confiado al Presidente de la República, General en Gefe de su ejército, Brigadier General D. Bartolomé Mitre.
"Las fuerzas terrestres de la República Oriental del Uruguay, una división de las fuerzas Argentinas y otra de las fuerzas Brasileras, que designarán sus respectivos Gefes Superiores, formarán un ejército bajo las inmediatas órdenes del Gobernador Provisorio de la República Oriental del Uruguay, Brigadier General D. Venancio Flores.
"Las fuerzas marítimas de los aliados estarán bajo el mando inmediato del Vice-Almirante Visconde de Tamandaré, Comandante en Gefe de la Escuadra de Su Majestad el Emperador del Brasil.
"Las fuerzas terrestres de Su Majestad el Emperador del Brasil, formarán un ejército bajo las inmediatas órdenes de su General en Gefe, Brigadier Manuel Luis Osorio.
"A pesar de que las Altas Partes contratantes están convencidas de que no cambiará el terreno de las operaciones de la guerra, sin embargo, para salvar los derechos soberanos de las tres Naciones, convienen desde ya, en el principio de reciprocidad para el mando en gefe en el caso de que dichas operaciones hubieran de pasar para el territorio Oriental o Brasilero.
"Art. 4º – El orden y economía militar en el interior de las tropas aliadas, dependerán únicamente de sus Gefes.
"Los sueldos, víveres, municiones de guerra, armas, vestuario, equipo y medios de movilidad de las tropas aliadas serán de cuenta de los Estados respectivos.
"Art. 5º – Las Altas Partes contratantes se prestarán mútuamente, todos los auxilios o elementos que tuvieren y que los otros pudieren necesitar, en el modo y forma que acordarán.
"Art. 6º – Los aliados se comprometen solemnemente, a no deponer las armas sino de común acuerdo, y hasta que no hayan derrocado la autoridad del actual Gobierno del Paraguay, y a no negociar con el enemigo común separadamente, ni firmar tratado de paz, tregua, armisticio, ni convención alguna, para poner fin, o suspender la guerra, sino de perfecto acuerdo de todos.
"Art. 7º – No siendo la guerra contra el pueblo del Paraguay, sino contra su Gobierno, los aliados podrán admitir en una Legión Paraguaya, todos los ciudadanos de esa nacionalidad, que quieran concurrir a derrocar dicho Gobierno, y les prestarán todos los elementos que necesitaren, en la forma y bajo las condiciones que se acordarán.
"Art. 8º – Los aliados se obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad territorial de la República del Paraguay, en consecuencia, el pueblo podrá escoger su Gobierno y darse las instituciones que quiera, no pudiendo incorporarse ni pedir el protectorado de ninguno de los aliados, como consecuencia de esta guerra.
"Art. 9º – La independencia, soberanía e integridad territorial de la República del Paraguay, serán garantidas colectivamente, en conformidad del artículo anterior por las Altas Partes contratantes, durante el período de cinco años.
"Art. 10º – Se conviene entre las Altas Partes contratantes, que las franquicias, privilegios, o concesiones que obtenga el Gobierno del Paraguay, han de ser comunes a todos, gratuitamente, si fueren gratuitas, con la misma compensación o un equivalente si fueren condicionales.
"Art. 11º – Derrocado el actual Gobierno de la República del Paraguay, los aliados procederán a hacer los ajustes necesarios con la autoridad que se constituya, para asegurar la libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, de modo que los reglamentos o leyes de aquella República, no puedan estorbar, entorpecer o gravar el tránsito y la navegación directa de los buques mercantes o de guerra de los Estados Aliados que se dirijan para sus respectivos territorios, o para territorio que no pertenezca al Paraguay; y tomarán las garantías convenientes para la efectividad de aquellos ajustes, bajo las bases de que los Reglamentos de policía fluvial, ya sean para aquellos dos ríos, o bien para el Río Uruguay, serán hechos de común acuerdo entre los aliados y demás ribereños que en el término que acordaran los mismos aliados adhiriesen a la invitación que se les hará.
"Art. 12º – Los aliados se reservan concertar entre sí los medios más propios para garantizar la paz con la República del Paraguay, después de derrocado el gobierno actual.
"Art. 13º – Los aliados nombrarán oportunamente los Plenipotenciarios necesarios, para celebrar los ajustes, convenciones o tratados, que hayan de hacerse con el Gobierno que se establezca en el Paraguay.
"Art. 14º – Los aliados exigirán de ese Gobierno el pago de los gastos de la guerra que se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y particulares, y a las personas de sus ciudadanos, sin expresa declaración de guerra, y de los daños y perjuicios verificados posteriormente, con violación de los principios que rigen el derecho de la guerra.
"La República Oriental del Uruguay, exigirá también indemnización proporcionada a los daños y perjuicios que le causa el Gobierno del Paraguay, por la guerra en que le obliga a entrar para defender su seguridad amenazada por aquel Gobierno.
"Art. 15º – En una convención especial se determinará el modo y forma de liquidar y pagar la deuda procedente de las causas antedichas.
"Art. 16º – Para evitar discusiones y guerras que traen consigo las cuestiones de límites, queda establecido que los aliados exigirán del Gobierno del Paraguay que celebre con los respectivos Gobiernos, tratados definitivos de límites, bajo las bases siguientes:
"La República Argentina será dividida de la República del Paraguay, por los ríos Paraná y Paraguay hasta encontrar los límites con el Imperio del Brasil, siendo éstos por la margen derecha del río Paraguay y la Bahía Negra.
"El Imperio del Brasil se dividirá de la República del Paraguay: "Del lado del Paraná, por el primer río abajo del Salto de las Siete Caídas, que según la reciente carta de Mouchez, es el Igurey, y desde la embocadura del Igurey, y por él arriba, hasta encontrar sus nacientes.
"Del lado de la margen izquierda del Paraguay por el río Apa, desde su embocadura hasta sus nacientes.
"En el interior, por las cumbres de las sierras de Mbaracayú, siendo las vertientes del Este del Brasil, y las del Oeste del Paraguay, y tirándose de las mismas sierras líneas, las más derechas, en dirección a las nacientes del Apa y del Igurey.
"Art. 17º – Los aliados se garanten recíprocamente el fiel cumplimiento de los convenios, ajustes y tratados que deben celebrarse con el Gobierno que se establezca en la República del Paraguay, en virtud de lo convenido por el presente tratado de alianza, el cual quedará siempre en toda su fuerza y vigor, a los efectos que esas estipulaciones sean respetadas y ejecutadas por la República del Paraguay.
"Para conseguir este resultado, convienen que, en el caso que una de las Altas Partes contratantes no pudiese obtener del Gobierno del Paraguay el cumplimiento de lo pactado, o que este Gobierno intentase anular las estipulaciones ajustadas con los aliados, los otros emplearán activamente sus esfuerzos para hacerlas respetar.
"Si estos esfuerzos fuesen inútiles los aliados concurrirán con todos sus medios para hacer efectiva la ejecución de lo pactado.
"Art. 18º – Este tratado se conservará secreto, hasta que se consiga el fin principal de la alianza.
"Art. 19º – Las estipulaciones de este tratado que no necesitan autorización legislativa para ser ratificadas, empezarán a tener valor desde que fuere aprobada por los Gobiernos respectivos, y las otras desde el canje de las ratificaciones que tendrá lugar dentro del plazo de los cuarenta días, contados desde la fecha del mismo tratado, o antes si fuere posible, que se hará en la ciudad de Buenos Aires.
"En fé de lo cual, los abajos firmados, Plenipotenciarios de su Excelencia el Gobernador Provisorio de la República Oriental del Uruguay, de su Excelencia el Presidente de la República Argentina y de Su Majestad el Emperador del Brasil, en virtud de nuestros plenos Poderes firmamos este tratado y le hacemos poner nuestros sellos.
"En la ciudad de Buenos Aires, el Primero de Mayo, del año de Nuestro Señor Mil ochocientos sesenta y cinco. – (L. S ) Rufino de Elizalde. – (L. S.) F. Octaviano de Almeida Rosa. – (L. S.) Carlos de Castro"
PROTOCOLO
"Reunidos en la Secretaría de relaciones Exteriores los Excelentísimos Sres. Dr. Don Rufino de Elizalde, Don F. Octaviano de Almeida Rosa y Don Carlos de Castro, Plenipotenciarios de la República Argentina, de Su Majestad el Emperador del Brasil y de la República Oriental del Uruguay, acordaron:
"1º) Que en cumplimiento del tratado de alianza de esta fecha, se harían demoler las fortificaciones de Humaitá, y en adelante no se permitiría que se levantasen otras de igual naturaleza que pudiesen impedir la fiel ejecución de las estipulaciones de ese tratado.
"2º) Que siendo una de las medidas necesarias para garantir la paz con el Gobierno que se establezca en el Paraguay, no dejar armas ni elementos de guerra, las que se encontraren serán divididas por partes iguales entre los aliados.
"3º) Que los trofeos y botín que fueren tomados al enemigo, se dividirán entre los aliados que hayan hecho su captura.
"4º) Que los Gefes Superiores de los ejércitos aliados, concierten los medios de ejecutar este acuerdo.
"Y lo firmaron en Buenos Aires a Primero de Mayo de 1865. "Firmados: Rufino de Elizalde – F. Octaviano de Almeida Rosa – Carlos de Castro."
Entre las causas ocasionales, la principal fue la invasión del Uruguay por las fuerzas armadas del Brasil.
Por el tratado del 25 de diciembre de 1850, el Paraguay y el Imperio habíanse comprometido solemnemente a garantizar la independencia de la República Oriental. Este compromiso fue roto por el Brasil, en 1864, por medio del famoso ultimátum de Saraiva y por los cañones de Mena Barreto y Tamandaré.
El 6 de mayo de aquel año arribó a Montevideo el ministro plenipotenciario del Brasil ante el gobierno uruguayo, José Antonio Saraiva. Sin pérdida de tiempo, presentó una enérgica reclamación al presidente Aguirre "por los daños y perjuicios que, según él, habían sufrido los súbditos de su soberano desde diez años atrás".
El presidente – Anastasio Aguirre –, quien había sucedido en el mando a Bernardo P. Berro, y que se hallaba a la sazón haciendo frente a una revolución sangrienta, preparada en los parques argentinos y encabezada por el general Venancio Flores, contestó el ultimátum brasileño en términos vigorosos, y contraviniéndolo, también hizo una reclamación por los perjuicios sufridos, en territorio del Imperio, por ciudadanos orientales.
En esa oportunidad llegó a Montevideo una comisión pacificadora integrada por Rufino de Elizalde, canciller de la República Argentina, y Eduardo Thorton, ministro plenipotenciario de su Majestad británica en Buenos Aires y suegro de Elizalde. Esta comisión obtuvo del gobierno uruguayo la cesación de las hostilidades revolucionarias por el término de cinco días. El ministro brasileño Saraiva se unió a los mediadores, y juntos fueron a entrevistarse con el jefe de las fuerzas rebeldes, general Flores.
La entrevista se realizó en Punta del Rosario, el 18 de junio de 1864, "fecha célebre porque en ella, según Mármol, quedó ajustada la triple alianza contra el Paraguay".
Como consecuencia de esta entrevista, signóse un documento por el cual se ponía término a la lucha; mas, al mismo tiempo, el caudillo rebelde dirigió al presidente Aguirre una carta privada imponiéndole otras condiciones humillantes, fuera de todo lo convenido oficialmente. Como es lógico, estas pretensiones, fueron rechazadas con energía y la lucha prosiguió más encarnizada que nunca. (219)
Ínterin, el ministro Saraiva había realizado un viaje a Buenos Aires, y luego de su regreso, presentó un segundo ultimátum, más violento y agresivo que el primero. Por este documento, que es del 4 de agosto de 1864, amenazaba al gobierno uruguayo con "represalias" por parte de los ejércitos de mar y tierra del Brasil, si en el perentorio plazo de seis días no se atendían todas sus reclamaciones.
El gobierno uruguayo devolvió el ultimátum por inaceptable y por ser indigno de figurar en los archivos orientales.
Al vencer el plazo de seis días, Joaquín Márquez de Lisboa, vicealmirante de Tamandaré, hizo efectiva las "medidas coercitivas" persiguiendo y cañoneando a los vapores uruguayos General Artigas y Villa del Salto.
El gobierno uruguayo, ante estos hechos, declaró rotas sus relaciones diplomáticas con el Brasil.
En tales momentos, e interiorizado de los propósitos perseguidos por el emperador del Brasil y el gobierno de la República Argentina, la cancillería del Paraguay interrumpió su expectante silencio. El 30 de agosto de 1864, el ministro de relaciones exteriores, José Berges, dirigió al representante brasileño residente en la Asunción la hoy histórica nota-protesta en la que invitaba al Imperio a no hacer efectivas las medidas de represalia a que se refería el ultimátum Saraiva, "declarando que su gobierno no podía consentir en la ocupación militar del Uruguay, porque este hecho sería atentatorio al equilibrio del Río de la Plata, que interesaba al Paraguay como garantía de seguridad, protestando, desde ya, contra tal acto, y descargándose de la responsabilidad de las ulterioridades de aquella declaración".
Las represalias fueron tomadas, como dijimos. Mas aún, el 16 de octubre de 1864, un poderoso ejército imperial invadió el Uruguay. El 28 de noviembre fue tomada la ciudad del Salto y bloqueada la plaza de Paysandú, la que cayó en poder de los brasileños el 2 de enero de 1865. El 20 de febrero siguiente, el ejército invasor entró triunfante en Montevideo. El dominio del Uruguay quedó así consumado.
Mientras tanto, el Paraguay que, de acuerdo con su protesta del 30 de agosto, ya se consideraba en guerra con el Imperio del Brasil, había roto sus relaciones con este país el 14 de noviembre de 1864, y sus fuerzas navales habían capturado el vapor enemigo Marqués de Olinda, a cuyo bordo viajaba el gobernador de Matto Grosso, y cuyas bodegas estaban llenas de elementos bélicos destinados al ejército que en el norte se preparaba a invadir nuestro país. Con la captura del barco enemigo se inició la gran tragedia que debía de culminar en Cerro Corá, casi seis años después.
La historia militar, para la mejor comprensión de los sucesos, acostumbra dividir la guerra del Paraguay en varias campañas. Las principales son las de Matto Grosso, Corrientes, Uruguayana, Humaitá, Pikysyry y las Cordilleras. La primera se inició el 24 de diciembre de 1864, cuarenta días después de la declaración de guerra al Brasil, y dio por resultado la conquista de aquella rica y vasta región, así como la captura de algunos buques, armas y pertrechos de guerra. La campaña de Corrientes comenzó el 14 de abril de 1865, casi un mes después de la declaración de guerra a la Argentina, la cual se produjo el 18 de marzo del mismo año. Esta campaña dio por resultado la conquista de la floreciente provincia y la captura de dos barcos, el Gualeguay y el 25 de Mayo, además de un valioso botín de guerra.
La campaña de Uruguayana principió el 5 de mayo de 1865. En ésta, como notificación seria de lo que sería la cruenta lucha, debe anotarse el combate de Yataí, del 17 de agosto de aquel año, en el que el valor, la abnegación y las aptitudes bélicas del soldado paraguayo tuvieron su mejor símbolo en el propio jefe que mandaba aquel destacamento: el entonces mayor Pedro Duarte. Caído prisionero, después de una lucha terrible, el enemigo no le quitó el sable y le rindió todos los honores dignos de su bravura y de su gloria. Era un rubio gigante, de ojos azules y de rizada barba de oro. Cuentan quienes lo vieron en Yataí que, ensangrentado y taciturno, bajo la sombra de un arbolillo, ya en poder del enemigo, descansaba sus brazos en cruz sobre el sable corvo que, enfundado en la pesada vaina, lo tenía clavado en la tierra. Allí le rodeaban oficiales y soldados adversos, en silencio, mirándole con el respeto que inspiran los héroes infortunados.
Otro hecho saliente de este período constituyó la capitulación de Uruguayana, consumada el 18 de septiembre de 1865. Fue obra casi exclusiva de los legionarios Juan Francisco Decoud, José Segundo Decoud, Jaime Sosa Escalada y Benigno Ferreira. "El 1º de septiembre acabó de efectuar su pasaje por el mismo río el Ejército, frente a Uruguayana", escribe uno de ellos.
"El 5 se dirigió mi padre (220) al jefe paraguayo en Uruguayana, teniente coronel don Antonio Estigarribia, pidiéndole una entrevista amistosa, la cual fue reiterada el 7.
"La entrevista tuvo lugar el 8, y acompañaban a mi padre, Benigno Ferreira, Jaime Sosa y yo. De la otra parte se encontraban Estigarribia, los hermanos Salvañac, Zipitria y Candia. La conferencia celebrada entre el comandante Decoud y Estigarribia produjo los resultados deseados e influyó en el espíritu de éste para capitular.
"El 10 llegaron el general Mitre y el Emperador del Brasil. El 16 pasamos con mi padre a saludar a este último y al Marquez de Caxias.
"El 18 capituló Estigarribia en Uruguayana con sus fuerzas." (221)
La campaña de Humaitá se inició a raíz de la evacuación de Corrientes. El mariscal López acampó con su ejército, el que contaba entonces, más o menos, con treinta mil hombres, en Paso de la Patria. Entre las acciones de esta campaña se destacan las de Corrales, el 31 de enero de 1866, en la que se cubrió de inmarcesible gloria la infantería paraguaya; la de Curuzú, el 2 de mayo del mismo año; la de Estero Bellaco, el 24 de mayo de 1866; las del Sauce o Boquerón, del 16 y 18 de julio siguiente; la de Curupayty, el 22 de septiembre de 1866; y la de Tuyutí, el 3 de noviembre de 1867.
Todas estas acciones que señalan el cénit de la potencialidad guerrera del Paraguay de aquel tiempo, fueron de una intensidad dramática extraordinaria. A través de los años resuenan como cantos broncíneos de una epopeya singular. La astucia, el coraje, la abnegación del soldado guaraní, el genio guerrero de la estirpe se exaltan en esta campaña en todo su magnífico esplendor.
También debe anotarse, en la evocación de la aludida época histórica, la entrevista de Yataity Corá, entre el mariscal Solano López y el general Bartolomé Mitre, jefes supremos de las fuerzas contendientes. Esta entrevista se realizó por invitación del primero de los nombrados y con el propósito de poner fin a la terrible lucha, pero no tuvo éxito. Se opuso el interés egoísta de los dirigentes de la triple alianza. Ciérrase la campaña de Humaitá con el sitio y capitulación de esta plaza, ocurrida el 5 de agosto de 1868, después de un año de brava resistencia. Durante este período, dos grandes batallas, las de Tatajyba y Tajy, cubrieron de gloria a la caballería paraguaya.
La caída de Humaitá tuvo relación con uno de los episodios más conmovedores de la guerra contra la triple alianza: la tragedia de Isla Po'i.
Durante la campana de Pikysyry se trabaron las batallas de Ytororõ, el 6 de diciembre de 1868; la de Avay, el 11 del mismo mes y año; la de Lomas Valentinas e Ita Ybate, del 21 al 28 de diciembre de 1868. Fueron estas acciones de trágica grandeza. La bravura desesperada del pueblo paraguayo en armas rayó en ellas a la más alta cima. Los soldados de Solano López veíanse obligados en estas pugnas sangrientas a combatir uno contra diez y uno contra veinte, con armas infinitamente inferiores a las del enemigo, y, sin embargo, realizaron proezas extraordinarias. En las lides rememoradas se liquidó, casi totalmente, el antiguo grande ejército del Paraguay. Después de Lomas Valentinas, la batalla de siete días, al mariscal López apenas le quedaron noventa famélicos soldados y un plantel insignificante, por su número, de jefes y oficiales.
El 1º de enero de 1869, los invasores entraron en la Asunción, la que fue sometida a saco. Ni sus templos, ni sus archivos, ni sus hogares, ni sus camposantos fueron respetados. Todo fue pasto de una barbarie desenfrenada.
La fecha recordada señala el comienzo de la campaña final de la guerra: la de las Cordilleras. Ésta fue la ascensión dolorosa de la cuesta del calvario, el cruel martirologio que precede a la muerte. Pero también – paradoja de la vida y del destino – fue el dolor prolongado de un gran alumbramiento: el de la gloria imperecedera.
La campaña terminal de la guerra duró quince meses. El mariscal Solano López rehizo el ejército y estableció su cuartel general en Azcurra. En Caacupé funcionaba todo lo necesario para realizar aquel milagro de la reorganización de los cuadros militares cuyas carpas se tendieron en Cerro León.
La batalla de Piribebuy, tercera capital de la República, el 12 de agosto de 1869, y la de Acosta-ñú o la batalla de los niños, son los episodios más notables de este período. Pero lo grandioso, lo admirable que caracteriza a dicha etapa es la resistencia sin esperanzas, el penar sin consuelos promisores de todo un pueblo que ofrece su vida en holocausto de su libertad. Fue un acto del gran suicidio colectivo, consciente y serenamente realizado en aras de la patria en peligro, en homenaje de los ideales que alentaron los próceres "comuneros" y los hacedores de la independencia nacional. Una ofrenda igual no se registra en la historia del mundo. Jamás se ha visto en la tierra un sacrificio semejante, por lo intensamente dramático y por lo hondamente humano.
Corona esta tragedia gigantesca la acción heroica de Cerro Corá. El 1º de marzo de 1870, en medio de un campo rodeado de serranías, tras el postrero combate, fue ultimado el mariscal Solano López juntamente con uno de sus hijos y con los jefes y oficiales de su estado mayor. La misma suerte corrieron el octogenario vicepresidente de la República, Domingo Francisco Sánchez, el general Francisco Roa, el coronel José María Aguiar y muchos más, entre quienes se encontraban los sacerdotes Francisco Solano Espinoza y José del Rosario Medina. Las mujeres y los ancianos, los inválidos y los niños que habían llegado hasta Cerro Corá, fueron también víctimas de la crueldad vencedora.
Y mientras estos sucesos se consumaban, poco antes del mediodía, a pleno sol, bajo la mirada impasible de los cielos – escribe Martín de Goicoechea Menéndez –, "el río Aquidabán mugía a la distancia, entre sus rocas centenarias, como si llevara a los mares lejanos y rumorosos el alarido de protesta con que se desplomaban un Ideal, una Patria y una Raza". (222)
Fueron figuras sobresalientes de las letras paraguayas en este período, Francisco Solano López, Juan Crisóstomo Centurión, Natalicio de María Talavera, Andrés Maciel, Gregorio Benítez, Gaspar López, Carlos Riveros, Julián Aquino, el presbítero Fidel Maiz, el padre José del Carmen Moreno, el padre Bonifacio Moreno, el padre Francisco Solano Espinoza y el deán Eugenio Bogado. Deben ser también nombrados el poeta cruceño Tristán Roca y el padre Gerónimo Becchi.
FRANCISCO SOLANO LÓPEZ nació en la Asunción, en la solariega casona de la Recoleta, el 24 de julio de 1826, según lo afirma el historiador Juan E. O'Leary. No obstante la autoridad de quien lo dice, hasta este momento no hemos podido hallar ningún documento que lo comprobase. Por el contrario, la partidada de matrimonio de sus padres data del 22 de julio de 1826. Se encuentra el original en el libro respectivo de la iglesia catedral. Además, todos los diccionarios biográficos e históricos que hemos podido consultar dicen que Francisco Solano López nació, en la capital paraguaya, en el año 1827. Así también nos ha expresado un sobrino del mariscal, Arsenio López Decoud. El general José María Paz, quien trató personalmente a Solano López en 1845, afirma en sus memorias que entonces éste tenía dieciocho años de edad. Finalmente, Bernardo Valiente, amigo personal del mismo, en un artículo aparecido en El Semanario, el 23 de julio de 1864, corrobora lo atestiguado por el general Paz.
Fueron padres del histórico soldado, Carlos Antonio López, "prócer de la República, y doña Juana Pabla Carrillo, dama distinguida, de encumbrada aristocracia". Estudió bajo la dirección de su ilustre progenitor en la Academia Literaria, cuyo rector era, por entonces, el sacerdote Marco Antonio Maiz. Después cursó filosofía con el dominico Miguel Albornoz. Más tarde fue alumno del instituto de moral y matemáticas, fundado y atendido por los jesuitas Bernardo Parés, Anastasio José Calvo, Fidel Vicente López y Manuel Martos. Desde 1848 estudió solo, pudiendo conquistar una cultura apreciable. Conocía el latín, el francés, el inglés y el portugués, lenguas estas últimas que hablaba correctamente. Fue erudito en historia y literatura americanas, apunta uno de sus más autorizados biógrafos. Versado en derecho y ciencias sociales, fue, asimismo, "orador elocuente y hombre de deliciosa conversación". (223)
En 1845, a los dieciocho años de edad, obtuvo los entorchados de general de la nación y la dirección superior del ejército de la República. Tomó parte, como jefe de las tropas paraguayas, en la campaña de Corrientes, en aquel año, contra el dictador Rosas, y en 1849, en la defensa de las misiones, al sur del Paraná.
El 12 de junio de 1853, el general López partió de la Asunción con destino a Europa, en misión oficial. Presidía la embajada extraordinaria constituida por el gobierno de Carlos Antonio López, y cuyo fin primordial era vincular al Paraguay con el viejo continente. Formaban parte de aquella misión Juan Andrés Gelly y Benigno López en carácter de secretarios; el entonces comandante Vicente Barrios; el capitán José María Aguiar; el teniente Rómulo Yegros y el alférez Paulino Alén.
El 14 de septiembre desembarcó Solano López en Inglaterra, siendo recibido solemnemente por la reina Victoria, en el Palacio Wight. Pocos días después de su arribo a la Gran Bretaña, se trasladó a París. Napoleón III le agasajó igualmente, honrándole con el mando de sus fuerzas, en unas maniobras del ejército francés. En París conoció a Elisa Alicia Lynch, mujer a la que amó apasionadamente y con quien compartió, desde aquella época, todos los azares de su vida hasta la hora inolvidable de Cerro Corá. De París se dirigió a Madrid, y luego a Cerdeña. El 11 de noviembre de 1854, se embarcó en Burdeos, de regreso a la patria, a bordo del Tacuarí, nave adquirida en Inglaterra por el mismo Solano López.
En Río de Janeiro se entrevistó con el emperador Pedro II y con otros personajes de la corte. Ya en la Asunción, presentó al ministerio de relaciones exteriores un extenso memorial en el que rindió cuenta de su misión. Sus actos fueron aprobados, primeramente, por su propio padre, y luego por el Congreso Nacional de 1854. Sabido es que este Congreso reeligió a Carlos Antonio López para desempeñar, por segunda vez, la primera magistratura de la República. En el gabinete formado entonces por el mandatario, Solano López apareció en la cartera de guerra, siendo a la vez designado general en jefe del ejército.
En el año 1859 fue nombrado ministro mediador en la guerra civil entre Buenos Aires y las demás provincias. Dicha misión, en la que logró la firma de un convenio de paz, el 10 de noviembre de 1859, signado en San José de Flores, le conquistó la simpatía del pueblo argentino. La embajada que entonces presidió el general Solano López, y que partió de la Asunción a bordo del "Tacuarí", el 27 de septiembre de aquel año, estaba constituida por Benigno López, Paulino Alén y Gregorio Benítez, como secretarios; los coroneles Francisco Isidoro Resquín y Francisco Wisner de Morgestein; los mayores Antonio de la Cruz Estigarribia, Francisco González, José María Aguiar y Rómulo Yegros; los capitanes Avelino Cabral y Cándido Mora; los tenientes Pedro Duarte, Manuel Núñez y José Díaz, como edecanes y agregados militares; y los señores Carlos Saguier, Ildefonso Antonio Bermejo, Guillermo Stewart, Ramón Mazó, Claudio Riera y el presbítero José María Núñez, en carácter de agregados civiles.
En 1862, el 10 de septiembre, falleció en la Asunción, Carlos Antonio López. El mismo día de su muerte se dio a publicidad el siguiente documento:
"¡Viva la República del Paraguay!"
"Habiendo fallecido en la mañana de éste día el excelentísimo señor don Carlos Antonio López, Presidente de la República, y resultando nombrado Vice-presidente de ella en el pliego de reserva firmado por el finado excelentísimo señor, cuyo tenor es como sigue: Nos, Carlos Antonio López, Presidente de la República del Paraguay. Usando de la jurisdicción suprema que el honorable Congreso Nacional nos ha confiado en el art. 5º de la ley del 3 de noviembre de 1856 para los casos prevenidos en el art. 5º del título IV de la ley del 13 de marzo de 1844, nombramos para vice presidente de la República al brigadier general ciudadano Francisco Solano López, general en jefe del ejército nacional, ministro de Guerra y Marina, con el tratamiento de excelentísimo señor vicepresidente de la República, y mandamos:
"1º) Que los ministros de Gobierno y Relaciones Exteriores, ciudadano Francisco Sánchez y de Hacienda, ciudadano Mariano González, de la administración cesante, continúen en la del vicepresidente de la República.
"2º) Que el presente decreto se conserve en el despacho del ministro de Gobierno con el título de "Pliego de Reserva de nombramiento de vicepresidente de la República por el excelentísimo señor Presidente de la República, ciudadano Carlos Antonio López para el caso prevenido en el art. 5 del título IV de la ley orgánica de la República", firmado y sellado como corresponde; y que para llevarse a efecto el presente nombramiento de vicepresidente de la República, el ministro secretario de Gobierno convoque a los ministros de Hacienda, de Guerra y Marina, y a las corporaciones civiles, militares y eclesiásticas, y estando presentes en la Sala de Gobierno abra el pliego que contiene este decreto, lo publique y el reverendo obispo diocesano tome el juramento nacional al nombrado vicepresidente y le ponga en posesión del Gobierno provisorio, con la solemnidad y formalidades que ordena el artículo 5º del citado título IV de la ley orgánica del país.
"3º) Que el mismo día se publique en la capital, por bando, el presente decreto con el acta ordenada en el anterior artículo 2º y se circule en todas las Villas, departamentos y partidos de la República.
"4º) Que el vicepresidente de la República con "el ministro secretario de Gobierno convoque inmediatamente el Congreso Nacional para la elección de Presidente propietario, conforme está mandado en el artículo 9º del referido título IV de la administración política de la República.
"5º) Que reunido el Congreso Nacional en su sala de sesiones, se presente el vicepresidente de la República a hacer la apertura del Congreso en la forma que ordena la ley nacional y le dé cuenta por un Mensaje del período de su administración.
"6º) Que si por cualquier causa legítima el nombrado vicepresidente de la República no pudiese aceptar el cargo, los predichos ministros de Gobierno y de Relaciones Exteriores y de Hacienda con el teniente coronel comandante de la escolta de Gobierno, ciudadano Felipe Toledo, entren en la administración provisoria del Gobierno de la República con el título de "Excelentísimo Gobierno Provisorio", y con calidad de que lo presidirá el ministro de Gobierno. Dado en la Asunción, capital de la República del Paraguay, a los quince días del mes de agosto de mil ochocientos sesenta y dos, el cuadragésimo nono de la Independencia Nacional – Carlos Antonio López – Francisco Sánchez."
"Y estando llenadas todas las formalidades arriba prevenidas y las que requieren por la ley, publíquese. – Asunción, septiembre 10 de 1862 – Francisco Solano López – Francisco Sánchez."
En cumplimiento de las disposiciones transcriptas, por decreto del 15 de septiembre de 1862, fue convocado el congreso nacional para el 16 de octubre del mismo año. Reunida en tal fecha la asamblea, por unanimidad, proclamó Presidente de la República al brigadier general Francisco Solano López.
El Semanario, al traer la crónica de la magna convención y refiriéndose al acto de la proclamación antedicha, expresa: "Este – Solano López – dirigió entonces un sentido discurso a la Representación Nacional para recordarle que en la legislatura anterior y en aquella misma sala, cuando le aclamaron Presidente, se negó de un modo positivo a aceptar el cargo que se le quería confiar, pues que entonces, como ahora, no tenía aspiración a este puesto; pero que, en vista de la disposición decidida que manifestaba la Representación Nacional, se excusa a reiterar aquella manifestación, y, agradeciendo la confianza que la Nación depositaba en él, aceptaba el mando supremo en consideración a las circunstancias en que se hallaba el país y en el deseo de llevar adelante las empresas en que se hallaba empeñado su honor." (224)
Enseguida prestó juramento en manos del obispo diocesano, tomando posesión del Poder Ejecutivo.
"Eran las cuatro y media de la tarde, dice el historiador O'Leary. Una salva de artillería y el repique de las campanas de todas las iglesias de la capital anunciaban en aquel momento que los representantes del pueblo acababan de elegir el nuevo Presidente, es decir, al ciudadano que en adelante regiría sus destinos." Al día siguiente se dio a publicidad la siguiente proclama:
"EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DEL PARAGUAY Y GENERAL EN JEFE DE SUS EJÉRCITOS.
Habitantes de la Nación:
"El voto unánime de vuestros representantes acaba de elevarme a la suprema magistratura de la República. Sinceramente dedicado al servicio de mi patria, me he hecho cargo de tan ardua tarea.
"El patriotismo y la unión de todos los habitantes de la Nación me dejan esperar que la República del Paraguay consumará un día la obra de su regeneración política, sin haber tenido que enjugar las amargas lágrimas de una contienda de familia.
"Es imposible que ningún país alcance su felicidad sin que le animen sentimientos de orden, justicia y moralidad.
"Paz, unión, y concordia, son los fundamentos más sólidos de nuestro porvenir y engrandecimiento.
"Al abrigo de estos sanos principios cultivará nuestra patria el árbol de su libertad, y, ajenos a la árida discusión de los principios abstractos de la política, agrupémonos ante el altar de la patria para trabajar por el bienestar general.
"En el Ejército, de cuyas filas he sido elevado a tan encumbrado puesto, miro el ejemplo práctico de la subordinación y fiel observancia de las leyes y el sostenimiento de nuestros sagrados derechos.
"Yo me haré digno de la confianza de la Nación, velando por su salud; y, al aceptar el cargo que no he buscado, cuento con las simpatías y el apoyo de mis conciudadanos.
"Francisco Solano López."
Dos años después, en 1864, estalló la guerra contra la triple alianza.
El congreso que la declaró a la Argentina y ratificó los actos de Solano López en lo que respecta al Brasil – dice O'Leary –, aprobó el siguiente proyecto, presentado a su consideración por el diputado por Villarrica, José Carmelo Talavera, padre del poeta Natalicio de María Talavera:
"El Soberano Congreso Nacional.
"Tomando en consideración los méritos contraídos por el excelentísimo señor general de división, ciudadano Francisco Solano López, por su dedicación consagrada a la carrera militar desde su más tierna edad, por los grandes, útiles y numerosos servicios que ha prestado a la Nación como fundador y organizador de sus Ejércitos, así como por su aptitud, ilustración y patriotismo, y usando de las atribuciones que le competen y visto la ley del 27 de Abril de 1848:
"Sanciona con fuerza de ley:
"Artículo 1º – Nómbrase al excelentísimo señor general de división, ciudadano Francisco Solano López, mariscal de los Ejércitos de la República, con las esenciones, prerrogativas, honores, privilegios y sueldo que son inherentes a este supremo grado militar.
"Art. 2º – Expídase una copia autorizada de esta ley con el gran sello del Estado y entréguese al nombrado como título.
"Art. 3º – Comuníquese al P. E. de la Nación.
Asunción, marzo 6 de 1865."
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En tal oportunidad Solano López renunció al sueldo de sesenta mil pesos que le fijó la asamblea y aceptó la espada de honor con que le obsequiara el congreso. (225)
Su bastón de mariscal, primorosa obra de Ramón Franco, artífice paraguayo, llevaba esta inscripción latina: "Decus pacis – Terror belli".
El 8 de junio de 1865 Solano López abandonó para siempre la Asunción. Partió para ponerse al frente de sus tropas. Desde entonces vivió los azares de la cruenta campaña que epilogó con su muerte en Cerro Corá, en la mañana del 1º de marzo de 1870.
Solano López, que es indudablemente la figura más apasionante de la historia nacional del siglo XIX, dejó páginas de encomiable valor literario. Cabe apuntar en este lugar una virtud de su talento: dictaba notas diferentes a tres o cuatro secretarios simultáneamente. (226)
El padre Fidel Maiz, ocupándose del mariscal Solano López, expresa: "Todos los que han tenido que tratar y escuchar a López no podrán menos que confesar que poseía una vasta preparación en todo género de conocimiento. Sus correspondencias y notas diplomáticas prueban suficientemente que era capaz de desempeñarse con habilidad y altura, sin que haya tenido ningún consejero superior a su talla.
"Poseía una gran facilidad de expresar sus pensamientos por escrito, y todavía más, para producirlos a la voz, y entonces, con una elocuencia siempre conmovedora, en ocasiones arrobadora, arrastraba a sus oyentes. Esto principalmente en sus arengas militares, sea que hablase en castellano, sea que lo hiciese en guaraní, idioma que mucho estimaba, hablándolo con especial propiedad y hasta con elegancia.
"Conocía a fondo la política de los gobiernos sur americanos; pero hablaba poco de éllos. Era una cualidad muy estimable en él esa moderación y prudencia para con sus mayores enemigos.
"De modales cultos, jamás se le oyó proferir palabras groseras o epítetos injuriosos; de ánimo siempre reposado, dominaba en él el estoicismo, aún en medio de los más inesperados contrastes y en presencia de las más funestas decepciones y fracasos porque tuvo que pasar fatalmente.
"Hombre de rara firmeza en sus resoluciones, sin vacilar ante obstáculo alguno, obraba con decisión, afrontando hasta lo imposible. Apremiado en tales trances, su expresión favorita era, ésta: ¡la copa está servida... es preciso beberla!" (227)
EL general Mitre también se expresó en parecidos términos. O'Leary, en su libro El Mariscal Solano López, del cual obtuvimos las informaciones de este trabajo, trae la siguiente anécdota: "Y el que estas líneas escribe tuvo ocasión de escuchar, en 1904, de los labios del mismo general Mitre la confirmación de su extendida cultura.
"Preguntábamos al viejo caudillo – a quien visitamos en su casa de la calle San Martín – sus impresiones sobre Solano López, especialmente sobre su preparación intelectual, contestándonos lo siguiente:
"Lo conocí en 1853. Era ya entonces un hombre distinguido, muy educado y muy inteligente. En aquella época empezaba yo a aficionarme a los estudios históricos, haciendo mi primeras investigaciones y reuniendo los primeros libros y papeles de mi biblioteca americana. Aproveché, pues, la ocasión para pedirle noticias sobre la bibliografía guaraní, oyendo de sus labios una erudita disertación sobre el particular. Conocía perfectamente la cuestión. Por lo demás, me dio siempre impresión de un hombre bastante preparado." (228)
La tumba primitiva del mariscal Solano López se hallaba rodeada de serranías, marco pétreo digno de su infortunio y de su gloria. Hoy, sus simbólicas cenizas se guardan, custodiadas por todo el pueblo paraguayo, bajo la cúpula del Panteón Nacional.
EL TESTAMENTO DE GLORIA DE PIKYSYRY
Cuartel general, en Pikysyry, diciembre 24 de 1868 (a las tres de la tarde).
El mariscal, Presidente de la República del Paraguay, debiera, quizás, dispensarse de dar una contestación escrita a sus excelencias los señores generales en jefe de los ejércitos aliados en lucha con la nación que preside, por el tono y lenguaje inusitados e inconvenientes al honor militar y a la magistratura suprema que vuestras excelencias han creído llegada la oportunidad de usar en su intimación de deponer las armas en el término de doce horas, para terminar así una lucha prolongada, amenazando hechar sobre mi cabeza la sangre ya derramada y la que aún tiene que derramarse si no me prestase a esa deposición de armas, responsabilizando mi persona para ante mi patria, las naciones que vuestras excelencias representan y el mundo civilizado; empero quiero imponerme el deber de hacerlo, rindiendo así homenaje a esa sangre vertida por parte de los míos y de los que los combaten, así como al sentimiento de religión, de humanidad y de civilización que vuestras excelencias invocan en su intimación. Estos mismos sentimientos son, precisamente, los que me han movido, ha más de dos años, para sobreponerme a toda la descortesía oficial con que ha sido tratado en esta guerra el elegido de mi patria; buscaba entonces en Yataity – Corá, en una conferencia con el excelentísimo señor general en jefe de los ejércitos aliados y Presidente de la República Argentina, brigadier general don Bartolomé Mitre, la reconciliación de cuatro Estados soberanos de la América del sur, que ya habían principiado a destruirse de una manera notable, y, sin embargo, mi iniciativa, mi afanoso empeño, no encontró otra contestación que el desprecio y el silencio por parte de los Gobiernos aliados y nuevas y sangrientas batallas por parte de sus representantes armados, como vuestras excelencias se califican.
Desde entonces vi más clara la tendencia de la guerra de los aliados contra la existencia de la República del Paraguay. Y deplorando la sangre vertida en tantos años de lucha, he debido callarme, y poniendo la suerte de mi patria y la de sus generosos hijos en las manos del Dios de las naciones, combatí a sus enemigos con la lealtad y la conciencia con que lo he hecho; y estoy todavía dispuesto a continuar combatiendo hasta que ese mismo Dios y nuestras armas decidan la suerte definitiva de la causa.
Vuestras excelencias tienen a bien notificarme el conocimiento que tienen de los recursos de que pueda actualmente disponer, creyendo que yo también pueda tenerlo de la fuerza numérica del ejército aliado y de sus recursos, cada día crecientes. Yo no tengo ese conocimiento; pero tengo la experiencia de más de cuatro años de que la fuerza numérica y esos recursos nunca se han impuesto a la abnegación y bravura del soldado paraguayo, que se bate con la resolución del ciudadano honrado y del hombre cristiano, que se abre una ancha tumba en su patria antes que verla ni siquiera humillada.
Vuestras excelencias han tenido a bien recordarme que la sangre derramada en Ytororó y Avay debía determinarme a evitar aquella que fue derramada el 21 del corriente; pero vuestras excelencias olvidan, sin duda, que esas mismas acciones pudieron de antemano demostrarle cuán cierto es todo lo que pondero en la abnegación de mis compatriotas, y que cada gota de sangre que cae en la tierra es una nueva obligación para los que sobreviven.
¿Y, ante un ejemplo semejante, mi pobre cabeza puede arredrarse ante la amenaza tan poco caballeresca, permítaseme decirlo, que vuestras excelencias han creído de su deber notificarme? Vuestras excelencias no tienen el derecho de acusarme ante la República del Paraguay, mi patria, porque la he defendido, la defiendo y la defenderé todavía. Élla me impuso ese deber, y yo me glorifico de cumplirlo hasta la última extremidad, que en lo demás, legando a la historia mis hechos, sólo a mi Dios debo dar cuenta. Y si sangre ha de correr todavía, Él tomará cuenta a aquél sobre quien haya pesado la responsabilidad. Yo, por mi parte, estoy hasta ahora dispuesto a tratar de la terminación de la guerra sobre bases igualmente honorables para todos los beligerantes; pero no estoy dispuesto a oír una intimación de deposición de armas.
Así, a mi vez, invitando a vuestras excelencias a tratar de la paz, creo cumplir un deber imperioso con la religión, la humanidad y la civilización por una parte, lo que debo al grito unísono que acabo de oír de mis generales, jefes, oficiales y tropas, a quienes he comunicado la intimación de vuestras excelencias, y lo que debo a mi propio nombre.
Pido a vuestras excelencias disculpas por no citar la fecha y hora de la notificación, no habiéndola traído, y fue recibida en mis líneas a las siete y media de esta mañana. Dios guarde a vuestras excelencias muchos años.
Francisco S. López.
JUAN CRISÓSTOMO CENTURIÓN Y MARTÍNEZ nació en Itauguá, en el año 1830. Cursó estudios primarios en su pueblo natal y, después, ya en la capital, fue alumno del Colegio de Matemáticas dirigido por el francés Francisco Sauvageod de Dupuis. Realizó estudios de enseñanza secundaria en el instituto dirigido por Ildefonso Antonio Bermejo. En el año 1858 fue enviado a Europa, como becario, por el gobierno presidido por Carlos Antonio López. Trece jóvenes integraron aquel grupo de estudiantes que se dirigía al viejo continente en procura de conocimientos científicos y de superación cultural. De entre ellos, Juan Crisóstomo Centurión, Gerónimo Pérez, Gaspar López, Andrés Maciel y Cándido Bareiro, fueron destinados a la carrera diplomática. Los ocho restantes, entre quienes se contaban Juan de la Cruz Giménez, Manuel A. Portillo y Escolástico Ramos, debían cursar estudios de ingeniería. El último – dice Manuel Domínguez – estuvo, cuando la guerra, al mando de una de las divisiones, con el general Díaz, en Curupayty, y fue quien concibió la idea de incendiar la escuadra enemiga, atribuida sin razón a Díaz por Juansilvano Godoi. (229)
Luego de permanecer en Londres durante cinco años, se trasladó a París. De regreso al Paraguay se le designó para ocupar el cargo de secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores, cuyo titular, en aquel tiempo, era José Berges.
Durante la guerra fue uno de los colaboradores más competentes del mariscal Solano López, a quien acompañó durante toda la prolongada campaña hasta el sacrificio de Cerro Corá. En esta postrera y gloriosa acción recibió una herida que le destrozó la boca. Tomado prisionero, fue conducido al Brasil. Luego de obtener su libertad, retornó a Europa en donde permaneció durante mucho tiempo.
En las filas del ejército llegó al grado de coronel y obtuvo las más valiosas condecoraciones militares, inclusive la "Medalla de Amambay".
Vuelto al Paraguay, desempeñó el cargo de fiscal general del estado, y después, en el gabinete del presidente Patricio Escobar, fue titular del Ministerio de Relaciones Exteriores. En esa época, juntamente con Cecilio Báez, redactó un alegato, hoy famoso, defendiendo los derechos del Paraguay al Chaco boreal contra las pretensiones de Bolivia. Fue también interino de justicia, culto e instrucción pública, miembro del Consejo Nacional de Educación y senador de la Nación, en diversas épocas.
Escribió sus Memorias o Reminiscencias Históricas sobre la guerra del Paraguay, en tomos de indudable valor. Se editó en Buenos Aires de 1894 a 1897. Existe una edición moderna, en cuatro tomos, aparecida en Buenos Aires, bajo la dirección de J. Natalicio González; Viaje Nocturno de Gualberto o Recuerdos y Reflexiones de un ausente, aparecido en Nueva York bajo el seudónimo de J. C. ROENICUNT Y ZENITRAM, en 1872, y una conferencia leída el 28 de enero de 1885, en el Ateneo Paraguayo, relativa a instrucción pública en tiempo de los López. Dejó, además, numerosas traducciones del francés y del inglés, idiomas que hablaba con elegancia y distinción.
Como periodista fue el coronel Centurión asiduo colaborador de El Semanario. Durante la guerra, fundó Cabichuí con Natalicio de María Talavera, del cual ambos fueron redactores principales, juntamente con el padre Fidel Maiz. Posteriormente a la contienda redactó otros periódicos.
Juan Crisóstomo Centurión y Martínez falleció en la Asunción, en el año 1903.
NATALICIO DE MARIA TALAVERA, a quien Olegario Víctor Andrade llamó el Tirteo del Paraguay, nació en Villarrica, en 1839. Cursó estudios primarios en la ciudad guaireña. Más tarde se trasladó a la Asunción para ingresar en la escuela particular dirigida por el maestro Juan Pedro Escalada. De esta institución pasó a la Escuela de Aritmética, que funcionaba en Zeballos-Cué, bajo la dirección de Miguel Rojas. Posteriormente, según parece, fue alumno de la Escuela de Matemáticas y Moral dirigida por el profesor francés Francisco Sauvageod de Dupuis, cuyo local se hallaba instalado frente al edificio del actual Colegio Nacional, sobre la calle Eligio Ayala, escuela que comenzó a funcionar en 1853. En 1858 su nombre aparece entre el de los educandos del Colegio de Segunda Enseñanza, del cual fue fundador y director el español Ildefonso Antonio Bermejo. Fueron sus compañeros en dicho instituto, entre otros, José Mateo Collar y Juan Crisóstomo Centurión. Durante su estada en el establecimiento aludido, Natalicio de María Talavera revelóse como una vigorosa inteligencia, sobresaliendo en sus aficiones literarias y en el conocimiento de las letras castellanas.
En 1860, en La Aurora, revista fundada por los alumnos del "Aula de Filosofía", Talavera se inició en las labores intelectuales juntamente con Mariano del Rosario Aguiar, Enrique López, Gumersindo Benítez, José Mateo Collar, Américo Varela, Juan Bautista González, Mauricio Benítez, José del Rosario Medina y otros.
Al estallar la guerra contra la triple alianza fue incorporado al ejército nacional. Un año después se le encomendó la misión de escribir las crónicas de los campamentos, las cuales fueron publicadas, especialmente, en El Semanario. Talavera inició su misión de cronista el 17 de junio de 1865. Su último trabajo es del mes de septiembre de 1867. Débese a su pluma, entre tantos otros trabajos que vieron la luz pública en aquel periódico, el artículo aparecido el 11 de agosto de 1866, referente al tratado secreto de la triple alianza, signado en Buenos Aires el 1º de mayo de 1865, y la biografía del general José Diaz.
Talavera fue, asimismo, redactor de otros periódicos editados en aquel tiempo, tales como el Cabichuí del que fue cofundador. Versificador y prosista, era considerado en su tiempo como escritor de léxico elegido y depurada prosodia. La concisión de su estilo, la fecundidad de su pluma, la facilidad y corrección que caracterizaban sus trabajos, lo hicieron famoso como cronista y poeta de la guerra. Talavera cultivó también el cuento y la novela. Entre sus composiciones en versos son muy conocidas Reflexiones de un centinela en la víspera del combate y La botella y la mujer. Entre sus trabajos en prosa, además de las crónicas aludidas, citaremos Independencia de la mujer en la sociedad, Discurso sobre la libertad, Independencia Nacional, Muerte de Cristóbal Colón, Influencia del Trabajo en la organización física y moral del hombre, Influencia de la sobriedad en la duración de la Vida, El hombre, su poder, su misión y su destino, Dios es la verdad de las cosas, Amarás a tu prójimo como a tí mismo, La ciencia, La juventud, Estudios Recreativos – La naturaleza.
Natalicio de María Talavera falleció el 17 de septiembre de 1867, en el campamento de Paso Pucú.
La nación en armas se hallaba entonces todavía en la plenitud de sus energías. El calvario no se oteaba aún en las pétreas lejanías de Cerro Corá, ni el largo y terrible martirologio habíase iniciado para el pueblo guaraní.
REFLEXIONES DE UN CENTINELA EN LA VÍSPERA DEL COMBATE
El sol iba a morir. Su lumbre pura
doraba los lejanos horizontes
y vibrando en la cresta de los montes
rasgaba su luciente vestidura.
Sobre un cerro que, corvo y empinado,
a la florida selva el paso cierra,
con todo el aparato de la guerra,
centinela sagaz vela un soldado.
Ya marcha altivo en ademán guerrero,
ya se detiene al empuñar su lanza
y alarde haciendo de marcial pujanza
al aire blande el matador acero.
Contra los duros árboles lo esgrime:
el éco al golpe con dolor suspira,
en los cristales de la fuente gime
y entre las olas murmurando expira.
"¡Muerte, idea de horror! ¿Y la esperanza
que en este ardiente corazón se agita?
¿Y mi noble ambición caerá marchita
al rudo golpe de enemiga lanza?
Y ya no más amor, no más pasiones...
El porvenir me cerrará sus puertas...
Ni blandas al pasar las ilusiones
darán calor a mis cenizas yertas.
¿Y por qué he de morir? ¿La muerte acaso
a todos hiere con sus negras alas?
Entre las nubes de encendidas balas
¿no podrá mi valor abrirse paso?
¡Y yo pude temblar, necio y cobarde!
Mañana cuando el sol haya apagado
su antorcha en los celajes de la tarde
¿quién osará decir que yo he temblado?
Tiemble aquél cuyo brazo con la tea
el odio armó, o en la ambición se lanza;
nunca en mis manos temblará una lanza
que defiende a la patria en la pelea.
Al combate, al combate, no más calma,
emoción del peligro ¡yo te ansío!
Que al fuego del valor templada el alma
recobre altivo su indomable brío.
¡Qué hermoso es el corcel, cuando tendido
al rumor de los bélicos clarines,
barre la arena con sus largas crines
al par que con su ardiente resoplido!
Y como un par de acero refulgente
girando en caprichosos oleajes
lanzas, pendones, sables y plumajes
avanzan en tropel confusamente.
Y selvas de apiñadas bayonetas
en la inflamada atmósfera vomiten
nubes de fuego, en tanto que repiten
los écos del sonar de las trompetas.
Y se oigan en confusa gritería
del ataque el clamor, voces de mando,
y el rugir de la ronca artillería
los aires con estrépito rasgando.
¿Quién no hará entonces de valor alarde?
¿Quién sordo al éco del marcial estruendo
en más la vida que el honor teniendo,
huirá el peligro, el corazón cobarde?
NADIE: que todos buscarán la gloria,
y al centro de las huestes enemigas
iremos a clavar en sus lorigas
los pendones que anuncian la victoria.
¡Y qué dulce será para el soldado,
aun coronado de fatiga y gozo,
a su patria anunciar con alborozo
nueva feliz del triunfo conquistado!
¿Qué hermosa entonces de su noble pecho
rechazará el amor y sus caricias?
Cuando la gloria brinda con su lecho
¿podrá el amor negarnos sus caricias?
Entonces, a los bélicos redobles
sucederán cariños hechiceros:
La gloria y el amor son compañeros
y por amor y gloria somos nobles."
Calló el guerrero: el alma enardecida
fingió sueños de gloria y de fortuna,
y en su lecho de nubes adormida,
blanca en el cielo apareció la luna.
GREGORIO BENITEZ nació en Villarrica, en el año 1834. Cursó estudios primarios en su ciudad natal. Después ingresó en el ejército, en cuyas filas obtuvo el grado de capitán. En 1856 fue designado secretario del general Francisco Solano López. En tal carácter acompañó a éste en su histórico viaje a la Argentina, en 1859, donde actuó en la mediación que puso término, en San José de Flores, a la antigua querella entre Buenos Aires y las demás provincias. El año siguiente fue designado secretario de la legación paraguaya en Londres. Era, entonces, ministro ante la corte de Saint James, Cándido Bareiro. En 1864, Gregorio Benitez cumplió una importante misión diplomática en Berlín. En aquella oportunidad fue condecorado con la "Cruz de la Corona de Prusia". Posteriormente sustituyó a Cándido Bareiro en la plenipotencia del Paraguay en Inglaterra. De esa época data la culminación de sus gestiones diplomáticas.
Amigo y confidente de Juan Bautista Alberdi, supo ganar la simpatía y la pluma de éste en favor del Paraguay, a la sazón en guerra con la triple alianza. Y con Alberdi, muchos fueron los amigos de Gregorio Benitez que, en Europa y América, a su pedido, pregonaron la justicia de la causa que defendía nuestro país y la ignominia de su cruel inmolación. Esa propaganda, que no pudo ser acallada por el adversario, no fue pagada por el erario de la nación; fue prédica noble y desinteresada, cuyas fuentes se hallaban en las informaciones dadas por Gregorio Benitez, en los principios de la eterna justicia y en los afectos sinceros de la amistad que el hábil diplomático hubo de granjearse para sí y para el Paraguay.
En 1868, Benitez visitó, sigilosamente, los Estados Unidos de América. Desesperado ante la suerte de su patria, fue a pedir a aquel país su intervención positiva en el conflicto sangriento trabado entre el Paraguay y la triple alianza. No podía ni debía permitirse la continuación de aquella matanza, ni el triunfo de la fuerza sobre el derecho de vivir que reclamaba nuestro pueblo. Napoleón III apoyaría aquella intervención. Pero la noble actividad de Gregorio Benitez fue tardía. Antes de florecer en realidad se le cruzó al paso el desastre glorioso de Cerro Corá.
Después de la guerra, Benitez continuó desempeñando elevados cargos diplomáticos. En 1894, hallándose al frente de la cancillería nacional, tocóle ajustar con el ministro plenipotenciario de Bolivia, Telmo Ichazo, el proyecto de tratado de límites que lleva en la historia de las relaciones internacionales el nombre de sus signatarios. Otros cargos desempeñó en la administración pública. Fue director general de Correos y Telégrafos, fiscal general del Estado y presidente del Superior Tribunal de Justicia. El Parlamento también contó con su ilustración y experiencia. Durante largo tiempo ocupó una banca en el Senado de la nación.
Las actividades literarias de Gregorio Benitez dejaron huellas en el periodismo y en el libro. Fue director de La Patria, cuyas columnas nutrió su pluma, juntamente con la de Blas Garay. Entre sus libros cuéntase Guerra del Paraguay – Las primeras batallas contra la triple alianza – Escapada de un desastre en la guerra de invasión al Paraguay, redactado en prosa limpia y sencilla, rica en informaciones. Este libro lo escribió en Villarrica, en 1904. En 1919 se hizo una nueva edición. Ya no lleva el subtítulo que decía "Escapada de un desastre". También publicó Las imposturas de Juan Bautista Gill y el informe del Comité del Parlamento de Inglaterra en la cuestión Empréstito del Paraguay, editado en Montevideo en 1876. También son de 1876 y dados a la estampa en la misma ciudad uruguaya, el Manifiesto al Pueblo Paraguayo y a mis amigos y De los abusos y las víctimas del Crédito Público Sud Americano en Londres, escritos en tono polémico. En Buenos Aires, tradujo del francés, en 1879, el Manual de Derecho Internacional para el uso de los oficiales de los ejércitos de tierra, y en la Asunción, publicó Memorias del Superior Tribunal de Justicia, en 1890; Exposición de los derechos del Paraguay en la cuestión de límites con Bolivia sobre el Chaco, presentada al Plenipotenciario boliviano Telmo Ichazo, en 1895; y El Fiscal General del Estado con el Banco del Paraguay y Río de la Plata, en 1899. En 1906 aparecieron La Revolución de Mayo y los Anales Diplomático y Militar de la Guerra del Paraguay. En 1910, retirado a la vida privada, hallándose un día en compañía de Eduvigis Estigarribia, en su solariega vivienda de Villarrica, Gregorio Benitez fue herido en el corazón por la muerte rondadora. Con su desaparición las letras paraguayas perdieron un cultor de nobles quilates.
FIDEL MAIZ era oriundo de Arroyos y Esteros. Nació en 1833. Como todos los niños de su tiempo, cursó las primeras letras en la escuela de su pueblo natal. Luego se trasladó a la Asunción, en donde fue alumno del instituto particular del maestro argentino José Joaquín Palacios. En el colegio carolino, y bajo la dirección espiritual de su tío, el presbítero Marco Antonio Maiz, cursó estudios teológicos. Destinado al curato de Arroyos y Esteros, fue llamado en 1859 para inaugurar el Seminario Conciliar, del cual fue designado primer rector por el presidente Carlos Antonio López. Se le confió, al mismo tiempo, la cátedra de teología moral y víspera de cánones. La nueva institución no tenía vice-rector. El padre Maiz, además de dictar la cátedra citada, dio también, en el seminario, lecciones de oratoria sagrada y litúrgica eclesiástica. Uno de los profesores notables del seminario, dice un testigo, era el padre Bonifacio Moreno; "pero el entusiasmo de los alumnos era el padre Maiz, joven entonces, elocuente y liberal" (230) Perseguido por el presbítero Manuel Antonio Palacios, después obispo de la diócesis de la Asunción, cayó en desgracia el padre Maiz, a poco de haber ascendido al mando supremo el general Solano López. Procesado, preso y engrillado hasta el año 1867, obtuvo su libertad el 24 de julio de aquel año, por gracia especial del presidente de la República. Durante el tiempo de su prisión colaboró en el periódico Cabichuí, que aparecía en el cuartel general de Paso Pucú. Redactó, asimismo, el famoso artículo aparecido en El Semanario, refutando la bula de Pío IX que instituía el arzobispado en la iglesia de Buenos Aires haciendo sufragánea de ella a la del Paraguay. Posteriormente fue nombrado capellán del ejército y destinado a prestar servicio en el cuerpo de rifleros, en el cuartel general. Más tarde ocupó el mismo cargo en la división de Espinillo, que comandaba el coronel Francisco Roa, y luego en la división de Tanimbú, extramuros de Humaitá, cuyo jefe era el teniente coronel Saturnino Viveros, condecorado con la famosa "Cruz de Corrales". (231)
En 1868, luego de trasladado el cuartel general a San Fernando, integró los tribunales militares. Acompañó al mariscal Solano López durante las dos últimas campañas de la guerra, la de Pikysyry y la de las Cordilleras, siendo siempre hombre de su confianza.
En febrero de 1870, en Cerro Corá, fue condecorado con la medalla que llevaba esta leyenda: "Venció penurias y fatigas". – El Mariscal López – Campaña de Amambay – 1870". Esta medalla fue el último título de gloria que concedió Solano López a los defensores de la nacionalidad, durante la guerra de 1864-1870.
Terminada la contienda, fue conducido al Brasil como prisionero de guerra. En el camino de Cerro Corá a Concepción fue obligado a pasar por sobre la tumba de Solano López, fresca todavía la tierra que lo cubría, y sobre ella fue víctima de un simulacro de fusilamiento. Puesto en libertad, regresó al Paraguay a fines de 1870. Ya en esta capital intervino, como protagonista principal, en lo que ha dado en llamarse la "cuestión religiosa".
El administrador de la diócesis del Paraguay, presbítero Manuel Vicente Moreno, luego de restituirle el libre ejercicio de sus funciones sacerdotales, le designó como secretario de dicha provincia eclesiástica. Dos meses después, y con motivo del fallecimiento del padre Moreno, el presbítero Fidel Maiz, por disposición póstuma del primero, se hizo cargo ad interin de aquella administración. Como secretario fue designado el padre Gerónimo Becchis.
Posteriormente, el padre Maiz visitó al Sumo Pontífice, en Roma. Luego de su represo, fue nombrado cura párroco de la Encarnación, en reemplazo del presbítero Mariano Aguiar. Después se radicó en su pueblo natal, donde permaneció en silencioso retiro durante veinte años. En 1899, ocupó nuevamente el curato de Arroyos y Esteros, del cual se retiró por razones de edad. Durante los veinte años de su aislamiento fundó y dirigió, en aquel pueblo, una escuela de primera enseñanza, a cuyo edificio manos criminales prendieron fuego. Entonces el padre Maiz se internó en el campo y cultivó la tierra, "para poder decir – son sus palabras – como aquel apóstol techador de casas: Estas manos me han servido para sostener la vida, sin ser gravoso a nadie!" Falleció en Arroyo y Esteros, en 1920.
Fue el presbítero Fidel Maiz catedrático ilustrado, escritor de prosa peculiar y orador elocuente. Jamás olvidaron sus enseñanzas quienes fueron sus alumnos. Había arte en su exposición y profundidad en sus ideas. Dueño era también de un estilo ligero, pero meduloso, limpio pero lleno de conceptos, agresivo en sus juicios. Su espíritu de combate no podía ser disimulado, y su destino quiso que viviera y actuara en un período apasionante de la historia patria. Su personalidad es así una de las más discutidas del clero nacional.
Como orador sagrado, su elocuencia aún no ha sido superada. Cuentan quienes tuvieron la suerte de escucharlo, que su palabra era castiza, elegante y "rica en acentos tribunicios de belleza incomparable".
El padre Maiz nos ha dejado Etapas de mi Vida, libro polémico escrito contra Juansilvano Godoi y publicado en 1919, en la Asunción; La Virgen de los Milagros, editado en 1883; Cuestión religiosa en el Paraguay, en 1877; una conferencia leída en el Ateneo Paraguayo, el 11 de agosto de 1884; Via Crusis, importancia de esta preciosa devoción. Solemne creación del camino de la cruz en la iglesia de la Encarnación, en 1886; Pequeña Geografía para los niños de la Escuela de Arroyos y Esteros, en 1886; Carta del padre Maiz al director de "La Democracia" a propósito de las conferencias del doctor Wood en el Ateneo Paraguayo, en 1886; Breves instrucciones para las formalidades en administrar previamente el Santo Sacramento del bautismo, en 1886; Discurso en acción de gracias al asumir el mando el Presidente Electo Juan Bautista Gill, en 1875; Discurso pronunciado por el padre Maiz en la Iglesia Catedral el 25 de noviembre de 1886; La Familia de los López, 1908; y un discurso pronunciado en el Teatro de Belvedere, en la Asunción, en una serena noche de 1917, con motivo del histórico homenaje de desagravio a su persona.
LUIS CAMINOS, ANDRÉS MACIEL, GASPAR LÓPEZ, CARLOS RIVEROS Y JULIÁN AQUINO se dedicaron al periodismo y desempeñaron funciones importantes durante la guerra. Formaban parte del personal de El Semanario, antes de la tragedia, en 1863, con Gumersindo Benítez y Natalicio de María Talavera. Andrés Maciel – educado en Europa – era cronista de los campamentos; Gaspar López – también educado en Francia – era el traductor del Ministerio de Relaciones Exteriores. Murió durante la contienda; Carlos Riveros era una inteligencia brillante y bien nutrida. A sus cualidades de periodista agregaba virtudes de orador de palabra fácil, sonora y elegante. Lo levó la guerra hacia el mundo ignoto. Julián Aquino, como Riveros, era un joven de talento y de selecto espíritu. Sus artículos se guardan en las columnas amarillentas de El Semanario. Desde su designación como secretario general de la policía de la capital, nada se sabe de él. La gran tormenta de fuego parece haberle llevado hacia las regiones de la sombra eterna.
El deán EUGENIO BOGADO, oriundo de Ybytimí, dedicóse a la cátedra en el seminario de la Asunción. Sustituyó en algunas de ellas al padre Fidel Maiz, y también sucedió a éste en el rectorado de la misma institución conciliar. Murió durante la guerra, envuelto en las redes de la famosa conspiración de 1868. Fue fusilado en Lomas Valentinas, el 21 de diciembre de aquel año, juntamente con el obispo Manuel Antonio Palacios, José Berges, Benigno López, Vicente Barrios, Saturnino Bedoya y otros. Ordenóse este ilustre sacerdote, en 1850.
También dedicáronse a la cátedra el presbítero JOSÉ DEL CARMEN MORENO, nativo de la Santísima Trinidad. Sábese de este clérigo que fue ordenado en 1861, en la Asunción, y que falleció en la batalla de Ytororó; el padre BONIFACIO MORENO, quien fue un profesor notable – según dictamen de Manuel Domínguez –, era oriundo de Piribebuy. En La batalla de Avay cayó prisionero, y confundiéndosele con el general Bernardino Caballero, fue asesinado por las fuerzas armadas del Imperio del Brasil; y, finalmente, el presbítero FRANCISCO SOLANO ESPINOZA, natural de Itauguá, y ordenado en la iglesia castrense de aquel pueblo en el año 1861. Fue catedrático de latinidades y redactor del periódico guaraní Cacique Lambaré. (232) Fue muerto en Cerro Corá, el 1º de marzo de 1870.
TRISTÁN ROCA era oriundo de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Personalidad intelectual y política de alto relieve en su tierra natal, fue obligado a emigrar. Llegó al Paraguay poco tiempo antes de la guerra de 1864-1870. Se radicó en La Asunción. Posteriormente vivió en la villa de Areguá. Tenía una escuelita particular donde enseñaba las primeras letras a los niños del lugar. Le acompañaba en esta tarea docente, su esposa, Mercedes de Roca. El local de la escuelita se hallaba en la misma casa habitación de Tristán Roca, situada sobre la meseta. Es hoy propiedad de Angel Medina. La escuelita funcionaba todavía en 1868.
José Concepción Ortiz, en sus Apuntes para la Historia de Areguá, lo recuerda en estos términos: "A comienzos de 1868, vivía en Areguá, con su familia, el boliviano doctor Tristán Roca, no sabemos si por gusto, o porque se lo impuso, más bien, la evacuación de la capital, ocurrida a principios de aquel año. Ocupaba la casa que, sobre la plazoleta de la Iglesia, es hoy del doctor Angel Medina. Allí dirigió, según versiones recogidas, una escuela de primeras letras, asistido por su esposa, doña Mercedes de Roca.
"En 1867, las aregüeñas, juntamente con las demás paraguayas, ofrecieron al gobierno sus joyas y alhajas «para aumentar los elementos de la defensa de la patria». En la asamblea de ciudadanas de la capital y pueblos de la campaña realizada en la Asunción el 29 de julio de ese año, trajo la voz de sus coterráneas la comisionada de Areguá, doña Natividad Zayas. (233)
"A fines del año últimamente citado, la mujer aregüeña se hacía de nuevo presente en la capital, para participar en la manifestación realizada ante el vicepresidente Sánchez. Con tal objeto vinieron a la Asunción las areguanas y las hijas de Luque; también formaron batallones las quyguáverá de los tres distritos de la capital. Cada una de estas fracciones tenían sus versos especiales para sus cantos. (234)
"La letra de la canción de las primeras fue escrita por el doctor Roca, a cuya pluma también se deben los versos entonados por el grupo de adolescentes aregüeñas que en representación de su pueblo natal, participaron en la romería realizada por entonces a la gruta de Santo Tomás, en Paraguarí, con asistencia de madame Lynch, diplomáticos, funcionarios del gobierno y numeroso público." En aquella peregrinación – agrega José Concepción Ortiz – participó un grupo de dieciséis niñas aregüeñas en representación de su pueblo natal, entonando las estrofas, que me fueron dictadas por doña Dejesús Franco de Morel, que fue una de dichas niñas, y vive aún hoy en Areguá, casi centenaria:
Con fervientes ecos
Tus preces eleva,
En aquesta cueva
De Santo Tomás.
Señor de los cielos
Dios de las alturas
Aquí tus criaturas
Venimos a orar.
De rodillas todas
En esta caverna
Tu voz sempiterna
Haznos escuchar.
Somos las palomas
Que guardan su nido
Y e canto aterido
Te invocan, Señor;
De esta dulce Patria
Sostén su bandera
Y haz que la pantera
Muera a tu rigor.
De la santa espada
Del gran paraguayo
Refractará el rayo
Tu airado poder,
Porque en esta lucha
De libres y esclavos,
De López los bravos
Juraron vencer.
"El doctor Roca – envuelto en la sospecha de haber intervenido en la tristemente famosa conspiración de 1868 – fue fusilado, entre otros muchos condenados, en Lomas Valentinas, a fines de aquel año. Según parece, dio la casualidad que fuese un aregüeño de apellido Enciso, escribiente del tribunal que entendió en el célebre proceso, quien leyera la sentencia de muerte. El doctor Roca, que lo conocía por haber habitado en Areguá la casa del suegro de Enciso, pidió permiso al oficial que mandaba el pelotón de tiradores, para dejar a aquél como recuerdo el poncho de vicuña que llevaba puesto." (235)
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Pertenecen también a este periodo, JOSÉ BERGÉS y JOSÉ FALCÓN. El primero, oriundo de la Asunción, canciller de la República, fue una personalidad política más que literaria. Cursó estudios en las escuelas del maestro Cañete y del maestro Téllez. También fue alumno de Juan Pedro Escalada. Era hombre de cultura densa, que enseñaba con el ejemplo, en la conversación diaria, en su actuación pública. Fue juez de paz de San Roque y comisionado al Brasil y a Corrientes. Ha dejado una colección de notas diplomáticas y las memorias del ministerio de relaciones exteriores, a su cargo. Fue fusilado en 1868, durante la guerra, envuelto en el proceso de San Fernando.
José Falcón fue investigador de la historia y político eminente. Hurgaba en los archivos, buscaba en las profundidades del pretérito. Su colaboración fue valiosa en el juicio arbitral ventilado en Wáshington, sobre la propiedad del territorio del Chaco, en el conflicto paraguayo-argentino.
José Falcón nació en la Asunción, en el año 1810. Durante la dictadura de Francia se radicó en Santa Rosa de las Misiones y estudió bajo la dirección de su tío, don Bernardo Pérez Grance. Falcón pertenecía a una familia de limpio linaje.
En las funciones públicas desempeñó cargos de singular importancia. Fue ministro de relaciones exteriores, en 1852; secretario del Congreso Nacional extraordinario, en 1854; jefe y organizador del Archivo Nacional de la Asunción, el mismo año; ministro del interior, en 1857. Todo esto, como se ve, durante el gobierno de Carlos Antonio López. Fue otra vez canciller de la República, en 1862; presidente del Congreso de 1864, asamblea nacional que aprobó la guerra con el Brasil y la declaró a la República Argentina. También fue ministro del interior durante la guerra de defensa contra la triple alianza. En esa época fue designado "Caballero de la Orden Nacional del Mérito". (236)
Después de 1870, José Falcón cumplió, con brillo, y por tercera vez, funciones de canciller de la República y, luego, de plenipotenciario para negociar los tratados de paz. Ocupó, asimismo, una banca en el Senado y ejerció la presidencia de ese alto cuerpo legislativo. Falleció en la Asunción, en 1883.
NARCISO ACUÑA LEZICA, diplomático y periodista argentino, que vivió durante muchos años y murió en la Asunción, y que debe ser citado en este libro por el cariño que profesó a nuestro país y por sus afanes de cultura, ha dejado un libro inédito intitulado Diplomacia Argentina en el Paraguay. En él hace un estudio de la vida y la obra de José Falcón.
Si no fuera suficiente el trabajo de organización del Archivo Nacional y sus notas diplomáticas, quedan de José Falcón la colección de sus discursos, artículos periodísticos y memorias, así como un estudio de la Constitución de 1870, trabajos todos que dan a su autor sobrado derecho para ocupar un lugar elevado en la historia de las letras paraguayas.
Si bien ILDEFONSO ANTONIO BERMEJO fue harto injusto con el Paraguay en sus apreciaciones, la historia no puede olvidarlo. Contribuyó en los afanes de sembrar luz en las conciencias juveniles de nuestro país, durante varios años, y esa labor le hace acreedor, sobre cualquiera otra consideración, para ocuparnos de él en estas páginas.
Ildefonso Antonio Bermejo era natural de Cádiz. Nació en el año 1820. Llegó al Paraguay en 1855, contratado por el gobierno de Carlos Antonio López. En la Asunción fue redactor de El Semanario y fundó La Aurora, revista del Aula de Filosofía, institución que también contó con su dirección y su enseñanza. Fundó y dirigió, asimismo, una escuela normal.
Además de sus artículos periodísticos y su obra docente, Bermejo dejó escrita La Iglesia Católica en América, libro editado en la Asunción, en 1862, y un drama intitulado Un Paraguayo Leal.
Luego de su regreso a España publicó su libro Episodios de la vida privada, política y social en la República del Paraguay. Apareció en Madrid, en 1873. Las páginas de este trabajo, escritas con la pasión de un despechado y la bajeza de un ingrato, tienen su explicación, en los penares de un marido engañado por las coqueterías de una bella esposa, presta a responder a los requiebros de algunos jóvenes de la antigua sociedad paraguaya.
Ildefonso Antonio Bermejo fue, en la capital española, miembro del Cuerpo de Archiveros y Bibliotecarios, y redactor de La Época y Heraldo, de Madrid. En aquel tiempo, publicó, además, varios libros referentes a diversos temas y llevó a escena numerosas piezas dramáticas.
Bermejo falleció en Madrid, en 1892.
Después de terminada la guerra contra la triple alianza, sin pretensiones literarias, se cultivó en el Paraguay el género histórico - militar. Los protagonistas de aquel terrible drama bosquejaron sus respectivas actuaciones y dieron, así, datos de indudable valor para la evocación del terrible báratro.
Entre los autores paraguayos que ensayaron este género, además de otros ya citados, nombraremos a FRANCISCO ISIDORO RESQUÍN, PEDRO DUARTE, SILVESTRE AVEIRO, J. ESTANISLAO LEGUIZAMÓN, MANUEL ÁVILA, GASPAR CENTURIÓN, MANUEL TRUJILLO, GUILLERMO GONZÁLEZ, IGNACIO IBARRA y JUAN N. GUANES; y entre los extranjeros, a JORGE H. THOMPSON, FEDERICO MASTERMANN Y CHARLES AMES WASHBURN. También existen algunas Memorias inéditas, tal las del coronel VÍCTOR SILVERO, del padre IGNACIO ACOSTA y del padre JOSÉ DEL CARMEN MORENO.
El general de división FRANCISCO ISIDORO RESQUÍN, oriundo de San Pedro de Ycuamandyyú, nació en 1823. Antiguo soldado del ejército, desde los tiempos del gobierno de Carlos Antonio López, desempeñó durante la guerra de defensa nacional contra la triple alianza, el alto mando de jefe del estado mayor general. Desde esta elevada posición pudo recoger datos e impresiones que hoy tienen subido valor histórico. Los consignó en una obra intitulada Datos Históricos de la Guerra del Paraguay contra la Triple Alianza. Se editó en Buenos Aires, en 1896. Resquín falleció en su pueblo natal, en 1882.
El general de brigada PEDRO DUARTE nació en San Juan Bautista de Ñeembucú, distrito de Pilar, en el año 1829. A los quince años sentó plaza de soldado en la guarnición de la citada ciudad. Tras sucesivos ascensos, el comienzo de la guerra de 1864-1870 le sorprendió con el grado de sargento mayor. Fue edecán del general López, en Humaitá, en 1865, y el siguiente año, ayudante de campo del general en jefe. Acompañó a Solano López en su misión de 1859, e integró la expedición del mayor Antonio de la Cruz Estigarribia a Uruguayana, en donde quedó prisionero de los argentinos, en consecuencia del combate de Yataí. Luego de terminada la guerra fue designado comandante militar y jefe político en varios departamentos. En 1877 ocupó una banca de diputado en el Congreso Nacional. El 12 de abril de 1879 se le nombró jefe político de la Asunción y poco después desempeñó la cartera de guerra y marina. Falleció en la Asunción en 1903.
Se le atribuye una Biografía Militar del General don Pedro Duarte, Ministro de Guerra y Marina de la República del Paraguay, publicada en la Asunción, en 1890.
El coronel SILVESTRE AVEIRO, oriundo de Limpios, nació en 1835. Desempeñó funciones directivas en la gran tragedia nacional del siglo pasado. Integró los tribunales militares, entre otras actuaciones, en los dolorosos sucesos de San Fernando, en 1868. Antes fue secretario de Carlos Antonio López y de Francisco Solano López. Posteriormente fue escribano de gobierno y hacienda y archivero de la nación. Llegó a Cerro Corá como ayudante de campo del mariscal. Estuvo prisionero en Río Janeiro. En la revista del Instituto Paraguayo publicó Cerro Corá, narración hasta entonces inédita, integrante de sus Memorias. El coronel Aveiro falleció en Luque, en el año 1919.
El mayor J. ESTANISLAO LEGUIZAMÓN nació en 1846, en Humaitá. Ingresó bajo bandera en abril de 1865. Combatió en Tuyutí, Boquerón, Paso Pucú e Ytororó, en donde fue herido de gravedad. Fue ayudante de campo del general Bernardino Caballero. Cayó en poder de los brasileños en 1869. Posteriormente a la guerra, actuó en la revolución de 1873, junto con el general Caballero. Ascendido a teniente durante aquella, al término de la revolución era capitán. Por ley del 22 de abril de 1881, se le otorgó el grado de sargento mayor. Fue luego juez de paz de San Estanislao y Humaitá, y comandante militar del departamento de Neembucú y San Pedro.
Ha escrito y publicado Apunte Biógrafo - Histórico. Se editó en la Asunción, en 1898.
El sargento mayor MANUEL ÁVILA, nacido en la Asunción en 1850, fue alumno, antes de la guerra, de la Academia Literaria. Actuó en la gran contienda, y en su transcurso llegó a conquistar la graduación militar que ostentaba. Posteriormente desempeñó elevadas funciones en la administración pública y tuvo actuación descollante en la política. Su firma aparece en el acta de fundación del Partido Liberal. Fue, cronológicamente, el primer director general de Correos y Telégrafos. También ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación.
Manuel Ávila cultivó la historia militar y fue periodista. Redactó El Independiente, La Democracia y El Pueblo, en diversas épocas. En la revista del Instituto Paraguayo, publicó Estero Bellaco, La Contrarrevolución de Molas en 1874, La Controversia Caxias-Mitre y Un Fusilamiento Histórico.
El sargento mayor GASPAR CENTURIÓN, descendiente de Juan Baleriano de Zeballos, nació en Santísima Trinidad, en 1843. Cursó estudios primarios en aquella localidad, y los prosiguió en el Aula de Filosofía. Estallada la guerra, enrolóse en el ejército nacional. Actuó en Tuyutí, Paso Espinillo, Ytororó, Avay, Lomas Valentinas y Acosta Ñú. En el primero lo hizo como ayudante del coronel Luis González; en Lomas Valentinas al lado del coronel Manuel José Montiel y del comandante Patricio Escobar. Acompañó al mariscal Solano López hasta las cercanías de Cerro Corá. Perdido el contacto de su grupo con las fuerzas que caminaban hacia el gran calvario, desgranóse la pequeña unidad a que pertenecía en la selva infinita, ya poblada por fuerzas enemigas. Cada uno de sus componentes buscó entonces su propia salvación. Quince días después ocurría la tragedia del 1º de marzo de 1870. Posteriormente, Gaspar Centurión desempeñó importantes funciones públicas. Fue miembro del Parlamento durante varios períodos y ejerció la presidencia de la Cámara de Diputados de la Nación, en diversas oportunidades. Gaspar Centurión dejó un opúsculo: Recuerdos de la Guerra del Paraguay. Fue editado por uno de sus hijos, en 1931, con prólogo de Juan E. O'Leary. Comentando este trabajo y recordando a su autor, decía Manuel Domínguez: "Sobrias líneas, dice O'Leary, sí, pero evocadoras en su sencillez sincera. Le conocí cuando tenía trece años, en casa de mi tío Ferriol, a quien frecuentaba. Rubio, de ojos azules, suave y de seriedad amable, pensativa; así le veo a través de la neblina melancólica de mis recuerdos infantiles."
Y O'Leary escribía: "He leído con profunda emoción las palabras del viejo guerrero desaparecido. En ellas palpita el alma paraguaya y se hace oír nuestro pasado. Humilde, sin arrogancia, con encantadora ingenuidad, don Gaspar Centurión nos hace la narración fragmentaria de su vida militar y nos refiere algunos episodios desconocidos de nuestra guerra. Su lenguaje es el de los hombres de nuestra epopeya: sencillo, claro, preciso, enérgico, sin retoricismo postizo, de clásica serenidad. Algunas de sus evocaciones en su brevedad, son de una elocuencia única. Así aquel episodio relacionado con la batalla de Tatajyba."
El mayor Gaspar Centurión falleció en la capital paraguaya, en 1898.
MANUEL TRUJILLO nació en la Asunción, en 1846. Prestó servicios en el ejército desde el comienzo de la guerra. Revistó en la armada nacional. Después de terminada la contienda, publicó Gestas Guerreras, en 1911. El teniente Trujillo falleció en la Asunción, en 1935.
GUILLERMO GONZÁLEZ, oriundo de la Asunción, nació en el año 1851. Revistó en el ejército nacional durante la guerra contra la triple alianza. Obtuvo el grado de teniente de marina. Actuó en Lomas Valentinas, en el famoso pasaje del Ypekua y en la batalla de Acosta Ñú. Ha escrito y editado Reminiscencias Históricas de la Guerra del Paraguay – Pasajes de Ypecuá. Se publicó en la Asunción, en 1914. Guillermo González falleció en su ciudad natal, en 1945.
JUAN N. GUANES, quien tuvo destacada actuación pública después de la guerra de 1864-1870, dio a la estampa un folleto intitulado Recuerdo Histórico de la Guerra del Paraguay Contra la Triple Alianza – 1865-1870. Dictó dicha narración a una de sus hijas, pues se hallaba tullido y ciego, muy próximo a la muerte. Contaba entonces noventa y tres años de edad.
Juan N. Guanes nació en la Asunción, en el año 1846. Fue alumno del antiguo colegio dirigido por don Juan Pedro Escalada. Falleció en la capital paraguaya, en 1940.
JORGE H. THOMPSON, súbdito inglés, quien actuó en el Paraguay durante la guerra contra la triple alianza formando parte del cuerpo de ingenieros militares, publicó La Guerra del Paraguay, acompañado de un bosquejo histórico del país, con notas sobre la ingeniería militar de la guerra. Esta obra fue editada en Buenos Aires, en 1869, en inglés. Traducida al portugués por Antonio Augusto da Costa Aguiar, se dio a la estampa en Río de Janeiro aquel mismo año.
JORGE FEDERICO MASTERMANN, quien también estuvo en el Paraguay durante los años de la guerra contra la triple alianza, súbdito inglés, como Thompson, era farmacéutico. Escribió Siete años de Aventuras en el Paraguay, publicado en Buenos Aires, en 1870, traducido y aumentado por David Lewis.
CHARLES AMES WASHBURN, ciudadano norteamericano, desempeñó las funciones de ministro de los Estados Unidos de América ante el gobierno del Paraguay. Cúpole actuar en los días azarosos de la guerra contra la triple alianza. Su vida quedó ligada a los dramáticos episodios terminados con los procesos de San Fernando y la ejecución de sus principales protagonistas, en 1868.
De regreso del Paraguay, publicó The History of Paraguay, en Boston, en dos volúmenes, en el año 1871. Una versión castellana de esta obra fue editada en Buenos Aires, en tres volúmenes, de 1892 a 1898.
Obvio es decir que durante la larga dictadura de José Gaspar de Francia nadie, que sepamos, dedicóse al teatro en el Paraguay.
En tiempos del gobierno de Carlos Antonio López estrenóse un drama, Un Paraguayo Leal, cuyo autor – ya lo anotamos – fue Ildefonso Antonio Bermejo. Consta de dos actos, y se halla escrito en verso. Este drama se editó, en folleto, en la Asunción, en el año 1898. Un Paraguayo Leal fue llevado a escena por una compañía española de dramas y comedias que actuaba en el Teatro Nacional de la capital paraguaya, bajo la dirección de la actriz María Barreda, en el mes de diciembre de 1858.
En el año 1864, PETER C. BLISS, funcionario norteamericano, residente en el Paraguay, escribió, en inglés, una comedia intitulada La Divertida Historia de la Triple Alianza. Esta comedia, traducida al español, fue estrenada también en el mismo Teatro Nacional de la Asunción, por la compañía de comedias de Pelayo Azcona, en el curso de aquel mismo año. Se halla publicada en El Semanario, número 652, del mes de diciembre de 1866.
Al iniciarse la guerra contra la triple alianza, la compañía de Pelayo Azcona realizó numerosas presentaciones a beneficio de los fondos de la defensa. Después quedó disuelta y sus componentes perdiéronse en el torbellino del conflicto armado.
NOTAS
XVI.– Bajo el imperio de Melpómene
218- MANUEL DOMÍNGUEZ, La instrucción pública en el Paraguay.
219- JUAN E. O'LEARY, El mariscal Solano López.
220- El coronel Juan Francisco Decoud, fundador de la Legión Paraguaya.
221- Apuntes para la autobiografía de José Segundo Decoud, Asunción, 1905. Los originales son de puño y letra del autor. Han sido publicados en fragmentos por Rafael Calzada, en su libro Rasgos biográficos de José Segundo Decoud, Buenos Aires, 1913.
222- La noche antes.
223- JUAN EL O'LEARY, El mariscal Solano López.
224- Col. Archivo Nacional.
225- Nota del 7 de marzo de 1865.
226- Juan Crisóstomo Centurión, Cit. de O'Leary.
227- Carta del padre Fidel Maiz. Archivo de O'Leary.
228- Página 112.
229- La instrucción pública en el Paraguay.
230- José Mateo Collar.
231- FIDEL MAIZ, Etapas de mi vida.
232- ENRIQUE D. PARODI, La Prensa. "Revista Paraguaya".
233- El discurso que pronunció puede leerse en El Semanario, del 5 de agosto de 1867. – N. del A.
234- Véase en Revista del Instituto Paraguayo, Nº 17 MANUEL ÁVILA, La conspiración de 1868.– N. del A.
235- JOSÉ CONCEPCIÓN ORTIZ, Apuntes parta la historia de Areguá. Revista Cultura. Año I, Nº 1, Asunción, 1943.
236- EDUARDO AMARILLA FRETES, El cincuentenario del laudo Hayes.
Fuente: HISTORIA DE LAS LETRAS PARAGUAYAS – TOMO I
ÉPOCA PRECURSORA y ÉPOCA DE FORMACION
EDITORIAL AYACUCHO. BUENOS AIRES-ARGENTINA (1947)
Amplio resumen de autores y obras
de la Literatura Paraguaya.
Poesía, Novela, Cuento, Ensayo, Teatro y mucho más.
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IMÁGENES DEL PARAGUAY COLONIAL
Mariscal FRANCISCO SOLANO LÓPEZ
Carte de visite (ca. 1860). fotógrafo no identificado.
Fuente:
ASUNCIÓN SIGLO XX
ÁLBUM FOTOGRÁFICO
COLECCIÓN JAVIER YUBI
Editorial EL LECTOR,
Telf.: 595 21 491 966/ 610 639
www.ellector.com.py
Textos: JAVIER YUBI
Corrección: EMILIA PIRIS GALEANO
Diseño gráfico: CELESTE PRIETO
Asunción – Paraguay
Agosto 2010
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