LA IDENTIDAD NACIONAL
Por MIGUEL ÁNGEL PANGRAZIO
La identidad nacional tiene sus antecedentes en la formación social del pueblo paraguayo y en los caracteres psicosomáticos del hispano-guaraní. Es prioritario determinar las diferencias demográficas y étnicas del paraguayo.
Bien sabemos que de la raíz agreste de la madre india y del padre español nació el mestizo. El peninsular con muchas diferencias. El español del norte no es igual al español del sur. Debemos convenir que el español del sur predominó con la población colonizadora del Río de la Plata, es decir andaluces y extremeños. Vascos y castellanos del norte completaron la dotación. Si el paraguayo es fuerte de temperamento, y con capacidad de mando, estamos en presencia de su antecedente vasco. Cuando le vemos al paraguayo mirar de frente, con atributo de caballero, anuncia su padrón castellano de hidalga estirpe. Se ha proferido mucha injuria contra España. Pero pocos discuten que el pueblo más sano de Europa es "Castilla la Vieja", por su hidalguía, por su moral, por su dedicación al trabajo; y le siguen los vascos.
Los españoles del sur, árabes de origen por ocho siglos de ocupación, presentan caracteres psicosomáticos diferentes.
El Andaluz no es el Castellano. El Andaluz es el hombre, no muy predispuesto al trabajo, a la responsabilidad plena, amigo de la juerga, el gallito cantor que quiere tener muchos romances, por lo general no le resta suficiente tiempo para las grandes responsabilidades.
Gracias a esa mujer nativa, a esa raíz agreste el paraguayo heredó las cualidades de orientación, de apego a la naturaleza, acostumbrado a sortear la maraña de la selva. El mestizo encontró su equilibrio y una visión serena, pero fervorosa, de impulso viril que protagonizó la historia más rica y más llamativa de nuestro continente.
Ahora bien, ¿de dónde vienen los guaraníes? Evidentemente se ha discutido mucho este tema, entre los antropólogos y sociólogos. Unos dicen que existen cuatro razas, mientras que otros afirman que existen tres. Los que dicen que existen cuatro razas, afirman que los aborígenes de la América, inicialmente tuvieron su asentamiento propio, sin migraciones. La otra tesis afirma que existen tres razas: la blanca, amarilla y la negra. La aria que ocupa preferentemente la Europa, la negra, que ocupa África; y la amarilla, el Asia. Es decir, que si estamos con esta tesis, que sólo existen tres razas, los guaraníes pertenecerían a la raza amarilla por ser mongoloides; de modo que el mestizo paraguayo es raza aria, por los españoles y mongoloide asiática por la madre. Ya ubicamos al mestizo paraguayo por cruza.
Precisemos sus caracteres positivos y sus caracteres negativos, para tratar de establecer la identidad del paraguayo y posteriormente, sentar la tesis del porqué el pueblo paraguayo es tan homogéneo en su conformación social.
SUS CARACTERES POSITIVOS:
- Generalmente es buen amigo. Capaz de ofrendar su vida en una farra por ese compañero, en una confrontación, sin tener nada que ver en el entredicho. Si el amigo está en la cárcel, no lo desprecia, lo visita. Cuando está enfermo, lo asiste con un presente para aliviar su dolor o el mal momento que vive. Concretamente, el paraguayo, por regla general, es buen amigo.
- Generoso: Aprendió esa generosidad de los padres franciscanos, que le enseñaron primero a amar al prójimo y a servir al semejante sin preocuparse, superlativamente, de las riquezas; no es apegado a los bienes materiales. Generoso cuando recibe la visita de un forastero, a quien le da todo lo que tiene, hasta le presta su cama para dormir y mata su última gallina para agasajarlo.
- Su sentido de observación. Los señores jefes pueden atestiguar. Por ejemplo, el soldadito que viene del campo, en pocos días ya conoce toda la ciudad. Es el mejor patrullero de América.
Audaz. Difícilmente el paraguayo diga "no sé hacer". Quiere descubrir; no se siente disminuido, no tiene el complejo del cholo, sin temor hasta para meterse con la hija del patrón.
Sufrido. Como híbrido no le afecta el sacrificio. El paraguayo tiene esa virtud, se suele decir que tiene cualidades físicas excepcionales (Ikatupyry).
Su sentido del humor. Es alegre por naturaleza. Por ejemplo, se encuentra en un velorio y empieza a echar las "maravillas". En un hospital se manifiesta: "Ikuenta vé a mano güéi pyta vai rangüé".
- Son los mejores obreros y artesanos del Río de la Plata. En las peores condiciones de salubridad, ahí está el paraguayo trabajando. Si observa a una persona que está a 15 o 20 pisos construyendo un edificio en Buenos Aires, ése es un paraguayo. Ahí donde está el peligro está él, por sus cualidades excepcionales. En los yerbales soporta estoicamente la maraña de la selva.
El coraje. El paraguayo es individualista en su concepción personal y posee un valor innato. Esto lo recibe de la madre, quien le predica: "prefiero verte muerto antes que humillado" (emanó a ni re güevi). Por ejemplo, la mujer paraguaya, quien prefiere ver muerto físicamente a su hijo, antes que la muerte moral. Ella peleó en la guerra del `70 al lado de su marido, combatiendo como soldado. Cuando la patria quedó diezmada; prefirió dar hijos a la República como una dación fecunda a su misión de madre y jefe de familia.
Enumeremos sus características:
- Por lo general no tiene responsabilidad. "Ayúta", "Ayúne", "Ikatu", ése es el paraguayo. Por ejemplo, el 40% de la población no es responsable plenamente. Debemos educar, principalmente al pueblo y a la niñez paraguaya, a ser responsable, primer atributo de los países progresistas.
- Otra variante del paraguayo: le podrás hacer cien favores, le dejás de hacer uno y se resiente. "Pe aña memby, i pereri", le juzga negativamente. No siempre es grato. Exclama: Arriero jevale'i pa'i sombrero. No sirve para otro como el sombrero del cura.
- No tiene paternidad responsable. Para él su hijo extramatrimonial es fruto de la ocasión.
Soberbio en el mando y sumiso ante la autoridad, no por cobardía, sino por falta de educación y tradición cívica.
Resignado, se manifiesta fatalista: "mboriahurã, mobiruahupáma", "ha ricorã, rico páma".
Malicioso. Por una visita a la comadre, para asistirle en sus necesidades por ausencia del compadre, provoca la murmuración del vulgo: "péa oiko voi hendive", "ndo perdonái", "igáucho, ja felicita vaerã chupe".
Abusivo. No hay que darle confianza al paraguayo, le das la mano y te va a tomar el codo.
- La severidad. Como hombre formado por la filosofía moral, suelo decir que la severidad es una cualidad del mando. La crueldad es el peor crimen. La severidad supone castigo moral. No vamos a ser autoritarios. Se ha perdido el sentido del respeto. Mientras no recuperemos el respeto moral, el valor social de la educación, no avanzaremos. El primer mensaje para la recuperación moral del pueblo paraguayo, es el respeto a los principios, a la autoridad moral, a las buenas costumbres. No al autoritarismo.
- Imprevisor. El campesino, en un juego de truco o por apostar en una carrera de caballos, pierde todo el sacrificio de una cosecha. La familia queda sin recursos y la pobre mujer en situación difícil.
Los que vienen de Buenos Aires o de las grandes urbes, ven la necesidad de administrar en forma su dinero. Hoy en día, se está mejorando en este aspecto, aunque lentamente.
Por reflejo, otro de los complejos es el del machista: desmerecemos a nuestra compañera, a las mujeres. De acuerdo a un estudio realizado, el machismo alcanza un alto porcentaje entre los casados, con menor índice en el concubinato. La mujer compañera se siente libre y manifiesta: "Por qué voy a ser castigada, si ni siquiera somos casados. Si voy a ser castigada, me voy y punto".
El paraguayo es fanático, tiene la frente obnubilada, la mente confusa, no dispuesta al razonamiento. Es fanático por el fútbol, por la política. Una persona fanática, no puede ser
jefe, no puede ser hombre de democracia, y es difícil con el fanático convivir. Con la educación, los programas televisivos y la radiodifusión se van mejorando.
Ahora bien, para terminar tenemos que decir, según ciertos estudios, que el paraguayo se maneja conforme a algunos antivalores, reiterando lo dicho en capítulos anteriores.
- La anti ley del mbareté. "Amandá vaerã". Impone sus decisiones no siempre razonables, "amandakuaa arã". El mbareté proviene del capitán español y ligeramente del cacique.
- Tova atã, propio del audaz, del hombre que porfía, aplicado con pasión por don Juan de turno. "Tova atã, caso potĩ, prudencia ha mbarete nde mbo gáuchone".
- Pokarẽ, la mano torcida, muy frecuente en los entreveros políticos, también aplicado en el juego del truco, las carreras de caballo. Es la exaltación del fraude. Muy propio del género humano, pero debemos recordar que, en gran medida, afecta a toda América Latina. La reforma educativa tiene que ir corrigiendo los antivalores.
Los griegos conocían estas defecciones. En las "Nubes", de Aristófanes, se describen esas perversidades del mundo helénico.
- Jepoka, otro antivalor. El que sin esfuerzo alcanza una ventaja por una contingencia bien aprovechada. "El cuñado fue designado gerente de una multinacional, y espera de él una influencia para lograr un buen empleo en la empresa".
En la política se repiten los ejemplos, el padrinazgo.
- Ñembotavy. El pobre indio no encontraba mejor defensa para repeler el abuso de los peninsulares. Así fingía total desconocimiento de los hechos. Al faltar razones se la aplica paraguayamente.
- Akãpete. Al guaraní no le caían bien los grados jerárquicos. Su tradición igualitaria fue de rechazo para el nuevo ordenamiento político.
El paraguayo le baja la caña al caudillo, al personaje de turno. Si le admira, íntimamente siente un resentimiento por el privilegio que ostenta su principal.
- Ka'aty. Es la justicia por propia mano, el ajuste de cuentas. Es la respuesta desleal del ofendido que presenta como único testigo la majestad de la selva o la curva aleve del tape po'i.
Es oportuno referirnos a los factores que consolidaron la integración del pueblo paraguayo.
Quizá, el primer elemento aglutinante haya sido el idioma materno, el guaraní. Ese medio de comunicación que les aproximaba a la realidad social mestiza, consolidó una estructura, afianzó una sociedad matrilineal y promovió a comunidades homogéneas de raigambre rural.
La madre india aportó mucho para preservar su lengua. Ella obligatoriamente se comunicaba con el hijo en idioma guaraní, pues desconocía el español.
En otras áreas de colonización como México, el Perú, Chile, la cruza de españoles e indias fue insignificante. Las mujeres peninsulares constituían parte de la población blanca. El español prefirió a su maja que a la indómita nativa.
La población en esos virreinatos estaba bien diferenciada; por un lado, los aborígenes. El mestizaje en tales territorios fue muy lento, distinto al proceso poblacional de nuestra provincia.
Es dable observar que el hispano no se aplicó en aprender el idioma de los indígenas; en cambio, los nativos de esos territorios fueron compelidos, por el estado de necesidad, a aprender la lengua castellana.
Krocher distingue ocho familias lingüísticas en América: chicha, quéchua, aimará, araucana, caribe, araveca, tupi-guaraní y tapuya.
El bilingüismo es una realidad que nos peculiariza.
El guaraní es el idioma del hogar campesino, el que nos identifica con la patria, el de las arengas para las heroicas batallas de Curupayty, Tuyutí, Humaitá, Lomas Valentinas, Cerro Corá, Boquerón, Campo Vía, El Carmen, Yrendagüe. El de la picaresca para expresar las famosas maravillas y las relaciones.
El español pertenece al idioma de la ley y de las clases más favorecidas.
Una razón histórica contribuyó a la identidad del pueblo paraguayo. Asunción, capital de la provincia del Paraguay, se constituyó en el centro de irradiación de las expediciones más audaces, que consolidaron la colonización en el Río de la Plata.
Su lucha incesante contra los guaicurúes, payaguaes y bandeirantes o mamelucos del Brasil, templaron su carácter y fortalecieron su moral de defender el terruño, su familia, sus bienes y su libertad.
Esa mentalidad separatista que reflejaba la idea del rechazo a Buenos Aires y a la Corona Lusitana dio origen a los fundamentos sociopolíticos de nuestra nación.
El paraguayo tuvo que defender sus fronteras hacia todos los vientos. Se formó la conciencia del agrupamiento geográfico. Y ese imperativo geopolítico alentó a nuestros provincianos, a considerarse separados de cualquier otra metrópoli que no fuera Asunción.
En esa convicción uniforme de patria aparece el primer elemento homogéneo de nuestra formación de pueblo soberano.
Fuente: ÉTICA Y MORAL. SELECCIÓN E INTRODUCCIÓN ROQUE VALLEJOS. COLECCIÓN: HACIA UN PAÍS DE LECTORES 6. Editorial El Lector. Diseño e ilustración de tapa: Juan Moreno. Asunción – Paraguay. 2002 (131 páginas)
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