LOS CUATRO LINDES
Poesías de ESTEBAN CABAÑAS
Serie Poesía
Año 1 – Nº 3 – Dic. 1981
Ediciones NAPA
Asunción - Paraguay
ESTEBAN CABAÑAS: Nació en Concepción en 1937. Ha publicado "Los monstruos vanos", en 1964 y 1980, "El tiempo, ese círculo".
De "El tiempo: Ese Círculo" del mismo autor, escribió Josefina Plá:
"Este segundo volumen de Cabañas ratifica la pujanza de esa reducida pero sólida generación del 60. Decir que este poemario representa el hecho más importante producido desde 1950 acá en esta lírica, no será exacto ni justo, dado que ello supondría comparar entre sí obras que pertenecen a corrientes o vertientes distintas, primas entre sí, podría decirse, y, por tanto, imposibles de someter a la medida común que toda comparación supone. Pero quizás pudiese afirmarse, sin temor de menoscabar a nadie, que se trata del hecho más interesante en sí mismo, producido desde la misma fecha".
"La aridez casi lunar de este vocabulario, donde el color está proscripto -sólo son suyas las medias tintas entre el gris y la oscuridad total- donde está ausente el agua si no trae consigo nociones inaccesibles al hombre -espejo -eternidad-donde no hay lágrimas si no se aceptan como tales las gotas de sangre coagulada- donde está desterrado cuanto sugiere blandura emocional, amoroso resbalar mutuo de las cosas afines -son sin embargo vehículo de una inquietante ansiedad por el ser-hombre, una piedad infinita que se muerde ella también la cola sin alcanzar el centro del espíritu. No sé si se ha escrito antes de ahora en nuestra poesía algo tan bello sobre el dolor y la muerte "obscenos por impuestos" de que habló Camus (¿O fue Sartre...?). Ni algo que exprese con tanta claridad la diferencia entre la retórica de la poesía "comprometida" y la poesía auténticamente humana".
"Poemario testimonio de la mayoría de edad definitiva de nuestra poesía y que podría también, en su autenticidad, servir de modelo a las generaciones jóvenes, empenachadas -salvo honrosas excepciones- con las desgarradas cartelas de un circo en retirada".
Revista ABC Color
TAPA: OSVALDO SALERNO
UNO (1980/1981)
I
La tarde no tiene casa
ni la más remota casa
aparece en el tiempo como su casa.
El viento no tiene casa
como los altos fierros que defienden la noche;
la noche sin casa.
No tienen casas los azules ni las sombras
ruedan sin casa las piedras
sin casa las calles
la ventana sin casa y esta puerta
no tiene donde ponerse.
No tiene casa esta mano,
el ojo en ese espejo sin nada
siente alargarse la angustia,
los cuatro lindes, las enredaderas,
la pierna de su madre
el corazón y el patio.
La sangre se derrama
más allá de su casa
que crece en sí misma
como un vacío inabordable,
su casa no tiene casa
ni tiene casa en si mismo.
II
Aquí no estoy.
(Perdido en la mitad de un pañuelo
caído sobre los recuerdos).
Aquí no estás:
dilatado en el fondo de la noche
apenas cabe el rostro que ya no usas
la inquieta melancolía que sobrellevas
la pereza del viento
y esa luz amarilla que se arrastra a tu lado.
Aquí están las tormentas
el temor en la pisada
del animal errabundo
del objeto sin nombre,
la piel sin ternura y el beso roto.
Aquí está el silencio.
III
LAS LLAVES
Primero,
la que apagó los ojos de las palomas
en el principio del amor
y las sustituyó por piedras.
Después,
la que encendió la sonrisa
en medio de la vieja oscuridad
donde vigila el sueño
convertido en ángeles de cansancio y misterio.
La que abre la dulzura
sobre el despilfarrado
viento de la tristeza
que al retirarse deja
la soledad varada
en medio del espacio.
La que cierra el pedestal
y cubre de hojarasca
las lápidas inmensas
donde inscriben
los retazos del tiempo.
La que guarda, en fin,
la pequeña alegría
que se instala
en los rostros de mis hijos
creciendo como vientos de amor
en la tormenta.
IV
El mar se envuelve
en su caracol transparente
y en el fondo, al final del ovillo
sueña el tiempo
donde no será más
o nunca o ha sido o tarde
y la petrificada sombra se desvanece
sin poseer jamás el presagio
donde todo ya es y es nada.
V
Cuando salgo a la calle y entiendo que estoy solo
y ya el relato arde en el fondo del cajón
hay un sonido espeso que alarga su palabra
para enhebrar el viento, para estrujar el aire,
iniciar el remate de las cosas usadas,
clavar las mariposas en una caja azul.
Cuadrada habitación, inmenso espacio
adentro, muy adentro, guardo la calle abierta,
desde aquella ventana
donde tu mano estaba y ya no está.
En la memoria cabe el dulce escarabajo
que apaga la caricia,
y la tristeza enciende la vieja soledad.
Sao Paulo, 12 de noviembre de 1980
VI
La soledad, cuchillo
que se enhebra en el agua.
La soledad, inventar
los árboles que bordean el camino.
La soledad, esperar
un tren que no existe.
La soledad, moneda
para comprar la muerte.
La soledad cruza la tarde
en un diagrama
cortado por un horizonte rígido
varado en medio de un reloj
cuyo último latido
se clava en el corazón del silencio.
VII
La rosa se enamora de su sentido concéntrico
cuyo final es un pétalo,
el vacío desnudo de su último
anhelo
es comenzar de nuevo
a recontarse.
Para entonces la rosa
ha sido.
VIII
CERROJOS
Cubierta por la caja
cerrada con las llaves
la censurada vida
tiene los pies del aire
aroma de los muertos;
en una sola vuelta descarnada
el rostro en la rendija:
el ojo moribundo,
la boca abierta en dos
para no decir
la palabra completa
ni la dividida palabra
del espanto.
IX
Vender los siete dedos
vender las veinte cópulas
vender la medía cara
vender ojo por ojo
vender las precisiones
los oscuros senderos
las penurias,
vender hasta los modos de vender
vender la muerte.
X
Levanto la piel en un ala
que al arrastrar eleva
su signo de animal terrestre.
Pongo en cruz estas manos
para indicar caminos olvidados
donde cuelgan los antiguos cadáveres
de todos mis amigos.
Cada rostro es una señal profunda
como un pozo.
Cada pozo retumba
en un gesto distinto
bajo el aire.
Estanque turbio y falso
donde aguardo
la escupida palabra
la imagen del traidor
la suave costra del indiferente.
No avances más alla.
Pongo los pies atrás
como volviendo.
No quiero ver los ojos
que la entrega me puso
como un fruto podrido
entre mis manos.
De pronto en esta tarde
ha cambiado el verano
y cada tiempo
me trae otros amigos.
Cada tiempo, además,
como el reloj de Praga,
cumplido el plazo fijo
los mata.
XI
ESPEJO
Estamos aquí para no vernos.
No ya un suave temblor al enfrentarse
sino el fiero desprecio,
el abierto combate:
el engrillamiento,
sacar los ojos,
cortar la lengua,
atar manos y pies,
estirar la piel clavada al sol
apergaminar los pecados azules
y poner en la boca
una dulce manzana envenenada.
(En este espejo
camina la otra imagen; en el espacio
camina el mismo cuerpo)
XII
RECUERDOS
Los recuerdos
penetran la vidriera
asumiendo el ayer
en su animal postrado para siempre
petrificado en cloroformos y lluvias
y agujeros peinados por otoños
por decididos dientes
y masticados sones.
Eternamente listos
frente a frente
bajo este mismo sol bajo
este mismo tiempo
la rajadura del recuerdo
avanza a lacerar el límpido
bruñido de los espejos.
XIII
El amor:
túnel ciego
al final de un incendio
con el polvo que esparce
su diagrama
en todas las heridas
dejadas por el beso.
El abrazo concluye
en una abierta paloma
donde esconde el teorema
cinco rumbos
y ningún amanecer.
XIV
Te miro
coser la nave de un sueño
sobre la tierra seca.
Apresar la levedad del odio
en tu rostro ya enemigo
junto mi propio rostro y al espejo
(mi mano suena y se padece
ya portando el puñal
que será tu muerte
mañana).
Me veo secar
la piel al sol
como pandorga atrapada
por árboles infames,
enarbolar los restos
que dejó la tormenta
y ya frente a frente
el ojo que te observa
te mira con el silencio
de un ojo que empolla
una serpiente en el viento.
XV
¡Estamos después de tantos años
hartos de libertad!
Libres para oler una rosa
libres para cerrar los ojos
y dejarnos convencer que la verdad
no es sino un pedazo de sonido.
Libres para caminar
por la calle tapiada,
para llegar al río o escupir,
subir la noche
con el sueño invertido
de un murciélago
bajo el costal del aire.
Libres para atar con un hilo
un pájaro a otro pájaro
y detener su vuelo.
Libres para pensar
en la cercada caja del cerebro
sin enviar jamás nada a la boca
salvo pequeñas voces trituradas
Estamos hasta aquí
de ser libres.
XVI
TEOREMA
Las lápidas que enarbola
la calle de Nueva York
un día cualquiera.
Un rostro sobre otro
en el cementerio judío de Varsovia
engarzados
en los muros de Jerusalén.
Un amanecer emplumado
cubierto de asteriscos
con su cornisa de vientos
en un montón de sangre
y sueños.
XVII
Como dos piedras
sueltas.
Como dos animales cansados
de enhebrar el silencio del otro
separados por vientos de penumbra
por penumbras que hilvanaron sueños
por sueños sin respuesta:
palomas deshojadas como papeles blancos
contra murallas viejas,
y un camino tapiado
sin salida
que dirije con prisa
su fuga sobre el mar.
Como dos piedras
que el tiempo haya pulido
y gastado,
las huidizas ventanas de sus ojos
parecen exhumar
un muerto de otro muerto
un muerto que no dice que está muerto
un muerto hecho de dudas
retrocesos y miedos
un muerto al que le crece
la muerte cada día.
XVIII
Sobre la tristeza que es como
una mano que nos apaga el rostro.
Sobre la tristeza que es como
el azul que se pone en el tiempo.
Sobre la tristeza que es el viento
esparcido en el antiguo valle del recuerdo.
Sobre la tristeza que es como
partir sin deshacer la cuerda de los muelles.
Sobre la tristeza que es como
la pared que divide el corazón de la tarde.
Sobre la tristeza que son las bocas
que no se abren a ningún beso
y se han comido las palabras.
XIX
AÑO NUEVO
Como los muertos innumerables
que atropellan las lunas sosegadas
en un árbol alzado en el desprecio,
con un manotazo del viento
con el inveterado apremio de la rosa
y la débil sonrisa que apaga un rostro
en el fondo de un estante vacío:
aquí revienta el alarido
que acusa tu voz cosida
en la podrida carne
sobre la oscura ceniza del pasado.
Oh hilarante pierna de mi madre
clavada en el ardor postrimero,
¿dónde su mano olorosa a tibias mantas
cuando el corazón no era
sino esa avecilla emplumada
al amanecer
con el aliento del sueño
de sus ojos cansados?
Hoy han puesto piedras,
han cercado de piedras y palabras
nos arrancaron el rostro
han crecido palmeras en el pecho
luna al alba, sangre en el atardecer,
tapiadas las manos que navegan la noche
y así han pasado, madre,
veintiséis años.
Primero fue el duro sueño
que emergía en la línea con fiereza
y animales de ojo tieso enarbolados
sobre un montón de estiércol.
Después fuimos huyendo poco a poco,
tierra de la miel
tierra del sol ardiendo
lanzado a descartar el tiempo,
tierra que huele a suave boca
de niña en el primer beso,
tierra del diente del tigre
aguardando la sangre
del primer traidor
tierra sin nadie
donde todos vigilan.
Estamos ya hasta aquí
en el tiempo que el tiempo
nos ha dado.
Vuelas aquí, página llena
y levantes al alba
las sábanas limpias
no holladas ni escritas,
ni vomitadas,
al emerger al claro de luz
las luciérnagas nos enredan todavía
y nos detienen con su fulgor efímero.
Y estás aquí
año de nuevo
a punto de reventar
a punto de hacerte nuestro
en este primer avance
desde el principio y luego hasta el fin
cuando rueden tus horas
en la larga angustia de tus días
cuando camines lentamente
recordarás a cada uno
el final
el vano sentido
y la extraña esperanza.
Levántame la copa
aquí, más allá del hartazgo:
sombras se arrastran por el patio.
Si estoy preso, acuérdate
de poner un espejo sobre la ventana.
31 de diciembre 1 de enero-1981
XX
Cumpliremos el atardecer
subiendo por silenciosas escaleras que el tiempo
hace desaparecer en pequeñas habitaciones
perdidas en la tristeza
con líneas que prevalecen en el aire
aún después de muertas.
Cumpliremos como paloma suelta
que al arder sobre un crepúsculo de sangre
deja su estrella sin pena en el recuerdo.
Cumpliremos, tu mano sobre mi mano
descifrando la caricia en el espacio de la soledad
donde crecen las palabras ahogadas
por el mudo teclear de la claudicación
que aplasta la mirada sobre un papel acuoso
bajo el viento del otoño.
Cumpliremos para ejercer
el mínimo poder sobre el sueño
y hacer brotar lo que quisimos ser
en la pantalla de un televisor demorado
en la trastienda de tus ojos.
Cumpliremos el beso del ayer,
del hoy, del detallado siempre,
y nos pensaremos felices, lo que fuimos
lo que dejamos de ser
en la varada calle, en algún atardecer
donde este resabio de amor
desgajado de todas sus penurias
ruede hacia los atardeceres
de los recuerdos innumerables,
hacia todos los cuerpos que pasaron
sin dejar frente a nosotros
sino la máscara disecada del sueño.
1981
DOS
Aquí sobre esta piel
herida con una profunda imprecación
donde estos gritos ruedan
y suenan al trepar
los ríos más aviesos
cruzados por el tiempo y el estigma:
el rostro guarda la profunda imprecación
la inexorable
la inevitable imprecación
donde las paredes caen sobre muchedumbres
agolpadas en las filas del espanto.
Aquí sobre estas máscaras
enarboladas en la noche
vacías
con las manos en alto
marchando hacia colinas oscuras
perdidas en un paisaje interminable
bajo el granizo ardiendo
y el hedor de las calles
que aventara en su soledad
animales de ojos coagulados
heridos en la más intensa imprecación
que le dejaron los dioses anteriores
sustituidos por la resignación y el ruego.
Aquí cuando estamos vendiendo los costados
las lenguas
los oídos en las ranuras
la boca abultada de palabras
palabras sin imprecación
vacías
sumisas
como plumas
como manos desinfladas
como guantes.
Aquí
bajo el tumulto de la sumisión
claudicamos.
Aquí
bajo este cielo empollando lunas de sopor
cuenco de lágrimas
herida en la más profunda imprecación
ruedan las piedras
alzadas con voces duras
precisas
que destapan los vientos
y llueve
con la tranquilidad de una voz
que aniquila las puertas.
Aquí
no firmar los pedidos de imprecación
no firmar por los que alargan su tristeza
bajo muros
donde se pudren hálitos
hacen crecer víboras de venganza.
Aquí
heridas todas las formas de la imprecación
alzo este vaso
para beber tu sangre
y esparcir tus cenizas
que ya tienen la imprecación a cuestas
como un agrietado tizón irredento
que atraviesa la noche.
¡Alza el puñal mañana
y abre la tierra!
Aquí
la maldición
se entierra como una semilla.
Asunción - 1981
ENLACE INTERNO RECOMENDADO
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LOS MONSTRUOS VANOS
Poemario de ESTEBAN CABAÑAS
Cuadernos del Colibrí Nº 3
Ediciones DIALOGO,
Director: MIGUEL ÁNGEL FERNÁNDEZ
Tapa y Viñeta: JOSEFINA PLÁ;
Asunción – Paraguay. Mayo de 1964 (16 páginas)