LA WATUTSI
Cuento inédito de JUANA INÉS SÖRENSEN
Como propietaria de un salón de belleza en una zona residencial en donde todas mis asiduas clientes se conocen por pertenecer a un grupo social del' mismo nivel, me siento reconfortada y halagada por acompañarme todas ellas durante años. A mi vez, les ofrezco calidad en los productos utilizados, con un buen plantel profesional de colaboradoras. Comparto con ellas las alegrías y tristezas che sus hogares, comentarios de toda índole, hasta los preparativos de boda de sus hijos.
Tiempo atrás, el barrio salió de su modorra por la llegada de cuatro personas que ocuparon una residencia en alquiler, frente a mi negocio. Se trataba de un matrimonio de españoles. Don Francisco, contratado como consultor en una empresa multinacional, por dos años, la esposa, doña Jimena, una madrileña encantadora, sobria y muy educada, el hijode ambos, también Francisco como el padre, con el sobrenombre de Paco para diferenciarlos, era atractivo (con cierto parecido a Antonio Banderas) de profesión periodista, con diferentes contactos en medios' de comunicación, por recorrer América Latina en busca de impactantes noticias de relevancia, ávido de sensaciones que lo ubique y consagre para obtener algún premio internacional do prestigio. De estado civil divorciado con una bella lija adolescente de cabellos dorados y mirada dulce, cuya foto engalanaba la sala. Según la abuela, el vivo retrato de su madre. Completaba el grupo una mujer de unos 35 años, de aspecto vulgar, muy alta, delgada, pero al mismo tiempo musculosa, de tez color azabache, con el pelo afro de origen y actualmente alisado, de frente muy amplia como una autopista, con una mirada fría y penetrante, nariz chata, antes de hacerse la cirugía, boca grande, con el mentón prominente que sobresalía, sin armonía con el rostro y como corolario el cuello largo como una jirafa.
Su comportamiento por lo general era arrogante hacia los demás y su vestimenta provocativa, por lo que no pasaba desapercibida para nadie.
Con semejante aspecto, despertó la curiosidad y animosidad del vecindario, no por racistas, sino por su actitud despectiva. De procedencia caribeña lo conoció a Paco en Túnez, en donde ambos se unieron sentimentalmente.
Cuando salían, iban siempre por separado, el matrimonio por un lado y ellos por otro. Un día se acercó doña Jimena a mi salón para un servicio completo y al mismo tiempo preguntar sobre alguna persona del servicio doméstico disponible para ciertos días de la semana, ofreciendo un salario elevado, fuera de lo común. Enseguida la recomendé a mi apadrinada Lucía, que seguía la facultad y necesitaba de un extra para solventar sus estudios cuyos gastos eran onerosos. De ahí en más, cada tanto se acercaba la señora cuando tenía algún compromiso social. Si la conversación giraba hacia los integrantes de su familia, se la notaba tensa y nerviosa, adelantándose con: "mi marido y yo no nos metemos - en la vida privada de nuestros hijos", por lo que se deducía que tenían más de uno.
La "watutsi" como la denominamos por ser parecida a una originaria de Ruanda, jamás pisó mi local, la verdad no tenía nada que arreglarse. Por mi protegida, me iba enterando de la familia según sus comentarios esporádicos. Del matrimonio no tenía quejas, eran correctos y solidarios, n exigían nada, ni perturbaban su trabajo. Paco siempre salía, pero su pareja era diferente por sus actitudes, modales y la costumbre de criticar todo, de carácter explosivo, vocabulario soez, con la característica propia de ser una persona sórdida, practicaba karate y tenía el vicio de ser una fumadora compulsiva. Por las mañanas, acostumbraba encerrarse en sus aposentos o en el escritorio para utilizar la computadora de la quesolo salía a la llegada de Paco. Los almuerzos lo compartían solos. Recibían, de tanto en tanto, a los comunicadores de prensa como invitados, ocasiones en que la pareja hacía de anfitriones y el matrimonio no aparecía. Igualmente en las reuniones ofrecidas por las personas mayores, ellos no participaban.
Cuando nos enteramos en la peluquería de los pormenores de sus "cualidades", los comentarios adversos tomaron cuerpo corno "al Paco por lo visto le gustan las novelas de terror, por eso se fijó en ella", o "su actitud es típica de alguien con complejo de inferioridad por sentirse rechazada, siendo aceptada por educación, únicamente frente a su pareja" o algo más picante: "debe sobresalir en karate y kamasutra". Una arraiga, doctora en sicología y conocida docente, sentenció sobre el caso de Paco, como el prototipo de personas que sienten atracción hacia el sexo opuesto con extravagancias, de otras razas o con defectos de diferente índole, que en su imaginación o en la realidad desean uniones perversas como la zoofilia, que usan corno mecanismo de defensa por tendencias homosexuales o heterosexuales, por eso tienen predilección por relaciones conflictivas de contramano, pero que les satisface para huir de sus propias anormalidades psíquicas, o de lo contrario, podría ser por su deseo inconfeso o inclinación de impresionar a los demás exhibiéndose con ella, como un trofeo, pero con el suficiente criterio de no legalizar ésa unión. En general, se especulaba sobre la trasgresora, como una charada., sin embargo, algo no encajaba en la actitud de ambos, que no se podía descifrar con exactitud.
Otra asidua cliente, cuyo esposo era uno de los abogados de un conocido diario capitalino, vino a mi salón con el comentario riel día. La noche anterior, por festejarse, "el día del periodista", celebrado en un conocido club social, se encontró con la pareja. Durante la reunión, recorriendo el salón se le acercó a ella por curiosidad, y relató que la "entrevistada" era parca, anteponiendo una barrera en el dialogo. Sobre la escueta conversación social que mantuvieron inicialmente con: "¿qué te parece Asunción?", replicó lacónica, "no me gusta", a la pregunta sobre su añoranza por su país, viviendo lejos de su familia y algún hobby para distraerse, aseveró: "estoy acostumbrada, y mi entretenimiento es Internet; también escribo ensayos teatrales en donde los personajes se ajustan a mi perfil", y por último, sobre donde vivía, expresó "en un barrio aburrido con mi novio". Eso fue todo, pero reconoció que tenía una voz acariciadora y modulada sin que precisara de que país provenía, por la pronunciación. Llevaba puesto un ajustadísimo vestido de yérsey negro pegado al cuerpo Y como complemento una especie de mantón de Manila multicolor con flecos, que nuestra narradora comentó con saña que, al caminar parecía un espíritu en donde solo sobresalía el colorido accesorio.
Como todas en la peluquería estábamos expectantes por el relato del encuentro provocado, opinamos al unísono que la caribeña tenía doble personalidad, porque ésa entonación de voz, no coincidía con su carácter y manera de ser conocidas por nuestras informaciones "caseras" a través de Lucía, que la definían como zafia.
Por respeto a doña Jimena, a quién sinceramente la apreciábamos con lástima por compartir el hogar con ella, decidimos no ocuparnos más de la pareja de Paco, ya que la conducta de los demás no nos concernía, por tener nosotras a su vez nuestros propios problemas personales.
Transcurrieron meses y se develó el secreto de la moradora en la casa de nuestros vecinos que llevaban la misma rutina todos los días; el padre trabajando con horario continuado hasta las 17:00hs.; la madre, una señora apacible que pintaba sobre porcelana como entretenimiento; el hijo, un reportero que ambicionaba sobresalir, con un matrimonio malogrado por su ausencia del hogar a raíz de constantes viajes de trabajo al exterior y su pareja actual, que era todo un enigma.
Un sábado, cuando todas las peluquerías están con trabajo extra, se produjo en una apacible siesta, un chirrido abrupto de freno que pensé, como las demás, sería para evitar un choque de auto, por lo que una de mis clientas se asomó a la ventana para mirar mientras esperaba su turno. Fue ella la que nos avisó, toda azorada, que nos acerquemos para ver lo que ocurría enfrente.
Para no atropellar a un perrito pekinés que cruzaba la calzada, conocido por todos por sus escapadas de la dueña, un auto sin chapa con vidrios polarizados, frenó de golpe, que al detenerse produjo tal ruido, no obstante quedó estacionado con el motor encendido y del mismo bajaron tres hombres a cara descubierta que portaban tres pistolas con silenciador. Se introdujeron al jardín por el portón de hierro que siempre se encontraba entreabierto; dos de ellos se ubicaron a la entrada del pórtico, como aguardando algo y el tercero, que llevaba boina y un cronometro en la mano izquierda quedó en la vereda observando la cuadra. Se notaba que eran profesionales y decididos a todo por sus movimientos coordinados. Eran rudos y atléticos, pero de estatura mediana, bronceados por el sol y vestían en forma casual, con zapatos deportivos. El temor mío fue que nos descubrieran a través de las cortinas, yá que la peluquería siendo de mi propiedad, no tenía ningún cartel indicativo que lo identificara, por ser a su vez mi domicilio. Al principio pensarnos en un asalto, tan común últimamente, luego lo descartamos porque los tres esperaban que alguien saliera de la casa. . Por lo visto los sujetos sabían muy bien el manejo y horario de los ocupantes de la vivienda. La que apareció fue la " watutsi" en su horario habitual de ir todos .los sábados al supermercado, ya que volvía siempre cargada de bolsos con comestibles que los trasportaba en el auto de Paco.
El matrimonio viajó por el fin de semana al interior y no volvía hasta el domingo a la noche y Paco había ido con unos colegas de pesca, partiendo al alba para volver al atardecer, por lo tanto se encontraba sola. Al abrir la puerta y toparse con los intrusos no pareció sorprenderse, como si los estuviera aguardando. Iba vestida con jeans, usando un kepí y con sus inseparables botas de caño largo. Con actitud decidida optó por enfrentarlos antes que resguardarse adentro, dando un salto de malabarista hacia adelante, colocándose en medio de los dos, al mismo tiempo que los atacantes en posición de ataque, avanzaban hacia su víctima de ambos lados. Previamente enfundaron las pistolas, sacando navajas en una clara demostración de intimidarla más brutalmente.
Uno de ellos le dio un corte en el brazo pero sin amilanarse entró en furia y ahí empezó una pelea real, al más puro estilo James Bond, en donde la caribeña se convirtió en una Grace Jones, la famosa negra asesina de una de las series del agente 007, distribuyendo patadas y sacando a relucir sus prácticas de karate para defenderse de los dos, que no se quedaban atrás en cuanto a golpes, contorciones, saltos y piruetas mortales. El que se quedó en la vereda estaba tranquilo como si nada sucediera. La mujer, en un instante extrajo de su bota algo reluciente, que parecía un cuchillo con el cuál le hizo a su vez un corte en la mejilla a uno de sus atacantes, por donde manaba abundante sangre.
La acción continuó en desventaja para ella con cansancio evidente, previa rotura de vidrios de las ventanas, quedando la puerta principal de madera destrozada. Uno la agarró del cuello para desnucarla, mientras el otro que la sostenía de los brazos la despojó del arma blanca, sin conseguir reducirla por zafarse la misma con una agilidad increíble. Al final fue alcanzada por un certero puñetazo en el rostro que la lanzó entre una de las matas del pequeño jardín.
El que observaba, ya fastidiado dejó su puesto por un momento y se dirigió a sus compañeros como recriminándolos por su tardanza, previo disparo con silenciador a las cuatro cubiertas del auto que estaba estacionado dentro de la residencia. El quinto disparo fue en el muslo de la que yacía en el césped entre las plantas ornamentales.
Cuando la inmovilizaron y estaba por recibir el tiro de gracia, se escuchó en la cuadra la sirena de la policía. Alguien de nuestro grupo dio parte al 911 desde su celular. Los tres hombres trataron de huir en su vehículo, pero fueron alcanzados por balas de intimación para detenerlos, cuando en el sentido contrario de la calle, les cerró el paso otra camioneta policial con refuerzos. Los sicarios fueron reducidos y esposados, igualmente la protagonista que continuaba paralizada por el proyectil que le atravesó la pierna.
Días después, por los periódicos, con grandes titulares se publicaba la confesión de los involucrados, en donde se conocieron los pormenores: todos eran guerrilleros, incluso ella que se había escapado del campamento en la selva por temor a la reacción de su amante, que era el jefe, por descubrir éste que se encontraba comprometida con otro para la distribución de drogas, por lo que se vio obligada a huir del país, ayudada por amigos. Fue Paco quien le solucionó sus problemas al viajar con su familia al Paraguay; incluyéndola en el grupo como su pareja sentimental. Fueron sus ex compañeros de lucha los que le siguieron las huellas hasta encontrarla, no para secuestrarla por venganza, sino para asesinarla por conocer nombres y secretos de hombres involucrados con la guerrilla.
Las pobres víctimas inocentes fueron los españoles, que ni soñaron con tremendo desenlace. El hijo, tan ávido de noticias, pero tan torpe por quedar encandilado por la caribeña, sin darse cuenta de que la historia que buscaba con tanto ahínco dormía a su lado. Por deducción lógica no era un buen investigador, tampoco un avezado periodista por no averiguar el pasado de una extranjera conocida al azar.
Después de las investigaciones pertinentes los cuatro guerrilleros fueron extraditados a su país de origen, reclamados por la INTERPOL.
Don Francisco, pidió su traslado por la vergüenza del escándalo con que fueron salpicados, el hijo lógicamente fue detenido e investigado como cómplice, ya que nadie podía creer que no estuviera involucrado. Después de un tiempo fue sobreseído por falta de pruebas, por no tener prontuario policial en ningún país y por su conducta sin reparos. Se le devolvió su pasaporte confiscado, y partió del país, libre pero con la broma generalizada de sus compañeros, por implicarse con mujeres proclives a encantamientos o magias tan usual en el Caribe, ya que de otra forma no se podían convencer de su encandilamiento amoroso con semejante personaje.
Nuestro barrio pasó de ser "aburrido" según la definición de la watutsi, para convertirse en "concurrido" por los investigadores que visitaban a los vecinos, casa por casa, para escuchar sus versiones, sobre los integrantes de la familia comprometida. En mi caso particular, fui beneficiada en mi salón de belleza, por ser testigo presencial de los hechos, al recibir nuevas clientes que querían interiorizarse de lo ocurrido.
Doña Jirmena tuvo la gentileza, antes de partir, de traerme corno recuerdo un plato de porcelana pintado por ella, que agradecí emocionada. Ante mi comentario sobre lo acontecido, que no podía pasar por alto, se mostró relajada y tranquila contestando con una sonrisa de satisfacción: "á Dios gracias volvió la tranquilidad a nuestras vidas. He rezado tanto a la Virgen de la Paloma, que me concedió la gracia".
Posterior a esa experiencia, si alguna otra persona se presentara en la cuadra, con similares características a la guerrillera, con certeza la denunciaríamos de inmediato a la policía corno sospechosa.
Facilitado por la autora JUANA INÉS SÖRENSEN
Cuento inédito fechado en Mayo 2008