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MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

  PANCHA GARMENDIA, 2013 - Por MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA


PANCHA GARMENDIA, 2013 - Por MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

PANCHA GARMENDIA

Por MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

 

Colección GENTE QUE HIZO HISTORIA N° 1

© El Lector (de esta edición)

Director Editorial: Pablo León Burián

Coordinador Editorial: Bernardo Neri Farina

Director de la Colección: Herib Caballero Campos

Diseño de Tapa y Diagramación: Jorge Miranda Estigarribia

Corrección: Rodolfo Insaurralde

I.S.B.N.: 978-99953-1-380-7

Asunción – Paraguay

Esta edición consta de 15 mil ejemplares

Mayo, 2013 (100 páginas)

 

 

 

CONTENIDO

 

Prólogo

Introducción

Capítulo I

Transformaciones sociales a fines de la Colonia

La antigua sociedad colonial

La nueva elite socioeconómica

La vida social

Capítulo II

La sociedad durante la dictadura francista

El Decreto Consular

Contribuciones voluntarias

Trazados de calles

Impuestos gravosos

Una triste infancia

Capítulo III

La sociedad durante el gobierno de los López

La vida social y cultural

La diosa paraguaya

Pretensiones amorosas

Transformaciones socioculturales

La bella época del Paraguay

Capítulo IV

La vía crucis de la sociedad paraguaya. La Guerra

Evacuación de Asunción

Las conspiraciones

El final del holocausto

Conclusión

Cronología

Bibliografía

Anexo

La autora

 

 

 

PRÓLOGO

 

         El inicio de una nueva colección sobre el pasado de nuestro país es un hecho que regocija, más aun cuando dicha colección trata sobre GENTE QUE HIZO HISTORIA, aquella que desde diversos ámbitos contribuyó a construir el Paraguay.

         Esta colección tratará sobre personalidades que se destacaron en el arte, la música, el deporte, la educación y aquellos que fueron luchadores por los derechos y libertades civiles, laborales o de expresión, campos en los cuales han logrado un reconocimiento, y que por sus méritos propios necesitan ser recordados. Todas las biografías que forman parte de esta colección son inéditas y contribuyen a resaltar que en la historia paraguaya hubo civiles, hombres y mujeres, de gran valía que ayudaron a forjar nuestra sociedad.

         Este primer volumen, sobre PANCHA GARMENDIA, escrito con gran maestría por la doctora Mary Monte de López Moreira, no solo retrata la vida de una mujer paraguaya en el azaroso siglo XIX, sino que a través de esta documentada biografía, el lector podrá comprender como era la vida de las mujeres paraguayas en la primera mitad del siglo XIX.

         Pancha Garmendia era integrante de una familia de la elite española que fue perseguida por el gobierno del doctor Francia, para consolidar la independencia nacional según los defensores del dictador. En la obra de la doctora Mary Monte, se puede observar como la política francista empobreció a ciertos sectores de la elite asuncena, pero a otros no, pues por sobre todo no se trataba de realizar una transformación socioeconómica, sino de consolidar un proyecto político.

         Tiempo después, Pancha Garmendia fue una mujer que se encontró durante mucho tiempo en el medio de la disputa entre lopistas y antilopiztas, de hecho su figura fue utilizada en ese sentido para quienes consideraban a Francisco Solano López, y por tal motivo una escuela de Asunción llevaba su nombre. Cuando los lopistas llegaron al poder entre las primeras medidas fue la de quitar el nombre de Pancha Garmendia a dicha escuela.

         Por lo tanto el trabajo historiográfico desplegado por la autora en este libro es sumamente valorable pues se realiza un acercamiento a Pancha Garmendia la mujer, la persona, y no a la figura mítica creada en el medio de esa furibunda polémica, con el fin de denostar o ensalzar la figura de López, por lo tanto Pancha era un medio y no un fin en sí mismo.

         Esta obra contribuirá a dar algo más de luz sobre la figura de una mujer paraguaya atrapada en la red de intereses económicos y familiares tejida por su familia, y por lo cual tuvo que pagar con su vida de una manera dolorosa faltando pocos meses para que concluya la guerra contra la Triple Alianza.

         Se agradece a la autora por el trabajo de investigación desplegado para contribuir con datos novedosos sobre la biografiada, de un modo tal que permite vislumbrar a lo largo de sus páginas una realidad del Paraguay del siglo XIX, de las que pocas se hace mención en los libros de Historia.

 

         Herib Caballero Campos

         Mayo de 2013

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 

         La historia en su constante devenir no conoce momentos de pausa ni suspensiones, sin embargo existen periodos de celeridad y precipitaciones, lapsos en los que el surgimiento de los hechos toma un rumbo inesperado, sucesos del pasado inmediato que alteran y conmueven a un pueblo. Una de esas etapas, acaeció en el Paraguay entre 1864 y 1870: la guerra contra la Triple Alianza, acontecimiento que marcó un antes y un después en la historia del Paraguay, porque transformó la vivencia de todos los miembros de la sociedad y los obligó a asumir un nuevo e infrecuente rol en todos los aspectos.

         En ese improvisado protagonismo, hombres y mujeres de todas las edades, transformados por las circunstancias desempeñaron diversas acciones para poder subsistir en el transcurso de la contienda bélica y es precisamente en ese acaecer que la memoria histórica ubica a Pancha Garmendia como "la heroína de la virtud". ¿Pero quién fue en realidad esta mujer? ¿Era tan bella y culta, como dicen? ¿Por qué se la recuerda como la víctima del mariscal Francisco Solano López y de Elisa Lynch? ¿Fue ajusticiada por celos? Todas estas interrogantes que el imaginario ciudadano cuestiona, sirvieron de soporte para iniciar la investigación.

         Construir la vida de una persona que vivió en el siglo XIX y falleció en trágicas circunstancias durante de la guerra que azotó al país, no es tarea fácil y menos aún si su existencia y su muerte están ceñidas a versiones un tanto legendarias y, por ende, alejadas de la verdad histórica. Para ese cometido, se ha recurrido a fuentes primarias existentes en el Archivo Nacional de Asunción y en los registros parroquiales que han sido examinados con prolijidad, los cuales son citados por orden cronológico, pues dichas documentaciones aportaron datos poco conocidos que valieron de punto de partida para la elaboración del presente trabajo, sin desestimar de hecho, las fuentes ya publicadas que siempre son de mucha utilidad para completar la obra. La biografía de Francisca Garmendia Ituarte -así se llamaba-, más conocida como "Pancha", no se inicia precisamente con su nacimiento, sino mucho antes. Para una mejor comprensión de la historia de su vida, se ha remontado al "periodo pre independiente", es decir a fines de la Colonia, etapa en que arribó al Paraguay la familia Garmendia. De esa época trata el primer capítulo, denominado: Transformaciones sociales a fines de la Colonia.

         El texto además, se articula en otros tres capítulos. El segundo de ellos, La sociedad durante la dictadura francista, está relacionado con el gobierno del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, las persecuciones a los comerciantes españoles, la vivencia de Juan Francisco Garmendia y de Dolores Ituarte -padres de Pancha- y sobre la trágica muerte de ambos; su adopción por la familia Barrios Bedoya y su posterior educación.

         El tercer capítulo titulado La sociedad durante el gobierno de los López, abarca primero el régimen presidencial de Carlos A. López y luego el de Francisco Solano López, en cuyo entorno social vivió la protagonista de esta historia y en donde se ponen de manifiesto sus conflictos y avenencias, las pretensiones amorosas, su noviazgo con Pedro de Egusquiza, la llegada de la señora Elisa Lynch y los cambios experimentados en la sociedad paraguaya de ese entonces, ciclo conocido como la bella época del Paraguay. La cuarta y última sección, Vía crucis de la sociedad paraguaya, trata de la etapa final de la vida de Pancha Garmendia. Sus esfuerzos por sobrevivir en el trascurso de la guerra, el escenario de los dos últimos años de la contienda y de las acusaciones y vejámenes a la que fue sometida hasta su ejecución en 1869.

         El libro pretende rescatar algunos episodios ignorados de este período para esclarecer a la memoria ciudadana la realidad de los hechos e invalidar los mitos históricos, muy comunes en nuestro medio y además sirva de referente a las actuales generaciones de jóvenes investigadores que hoy trabajan tenazmente para demostrar con palmarias evidencias las diversas etapas públicas y privadas de la Historia del Paraguay.

 

 

Plano de Asunción a fines de la Colonia, realizado por Félix de Azara.

 

 

CAPÍTULO III

LA SOCIEDAD DURANTE EL GOBIERNO DE LOS LÓPEZ

 

LA VIDA SOCIAL Y CULTURAL

         Poco después de la muerte del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia -acaecida el 20 de setiembre de 1840- se sucedieron varios gobiernos de efímera duración pero que dieron paso al advenimiento de una nueva etapa en la vida nacional con la presidencia de los López; primero de don Carlos Antonio y luego de su hijo Francisco Solano. Las transformaciones, que se dieron en todos los órdenes por espacio de tres décadas, se iniciaron en 1841 con el gobierno del Segundo Consulado bajo la administración de Carlos Antonio López y Mariano Roque Alonso, quienes a través de sus decretos, intentaron encausar la educación y la vida social hacia nuevos rumbos. Así se creó la Academia Literaria, primera institución de nivel post primario fundada después del cierre del Colegio Seminario San Carlos en 1824. Los cursos se iniciaron el 2 de febrero de 1842, con la apertura de las cátedras de Filosofía y Latín y la inscripción de ciento cincuenta alumnos, entre ellos, el hijo del Cónsul López, Francisco Solano, los hermanos Barrios y los Garmendia.

         En cuanto al aspecto social, una de las disposiciones más importantes, fue la atención otorgada a los indígenas y a los esclavos. Con relación a los naturales que se hallaban al servicio del Estado, trabajando como peones en las estancias de la patria o como soldados en los fuertes de la frontera, se les decretó la jubilación concediéndoseles tierras y ganado. Dicha orden fue cumplida paulatinamente y logró su conclusión en 1848. Pero el estatuto que reviste su aspecto humanitario fue la "Ley de Libertad de Vientres", decretada el 24 de noviembre de 1842. Por esta acción el Paraguay se adelantaba en el camino de la civilización a otros Estados americanos. Por la misma, a partir del 1 de enero de 1843 se establecía que los hijos e hijas de las esclavas que nacieren en adelante serían llamados "libertos de la República". Sin embargo, permanecerían en esa condición con la obligación de servir a sus amos, los libertos hasta la edad de veinticinco años y las libertas hasta los veinticuatro años respectivamente. Si bien, estas disposiciones reflejaban una política progresista, se debe tener en cuenta que muy pocas personas se beneficiaron con dicha Ley debido al escaso número de esclavos existentes en el Paraguay, durante ese lapso. Según cifras extraídas del censo realizado en 1846, se registraba que solo el 7% de la población libre, de aproximadamente unos 230.000 habitantes, lo constituían los negros o pardos.

 

 

         Muchas de las familias de la antigua élite que se mantuvieron recluidas en sus estancias durante el periodo francista, volvieron a la capital y se incorporaron al quehacer ciudadano y a la sencilla vida doméstica.

         En 1844, asumió la Presidencia de la República, don Carlos Antonio López. Estaba casado con doña Juana Pabla Carrillo Viana, ambos provenían de antiguas familias criollas. De este matrimonio nacieron Francisco Solano, Inocencia, Venancio, Rafaela y Ángel Benigno, criados todos bajo el estricto contexto socio moral y las costumbres patriarcales de la época.

         A poco de iniciar su gobierno, el flamante mandatario tuvo intenciones de adecuar el país a las normas europeas, no solo en lo material, sino también en lo administrativo, cultural y religioso. En atención a este último aspecto, el Gobierno trató que la Iglesia paraguaya reordenase la "moral teológicamente abandonada" y a ese efecto, se establecieron las formalidades relacionadas con el matrimonio legal, pues en ese tiempo solo el religioso era el permitido. Sin embargo, las reglamentaciones religiosas o administrativas que velaban por la "moral ciudadana" no impidieron proseguir con la práctica de uniones libres sin compromisos o de amancebamientos, situación acrecentada en el transcurso de este gobierno y en el ulterior.

         Prueba de ello fueron las relaciones informales de los propios hijos del Presidente. Su primogénito, Francisco Solano, quien ya joven abrazó la carrera militar -desde 1845 ostentaba el grado de Brigadier General-, se vinculó por ese tiempo con varias mujeres en forma simultánea. En una visita que hiciera a Villa del Rosario, a la estancia de su tío Manuel Eraclio Carrillo Viana, hermano de su madre, se relacionó con su prima Asunción Carrillo Falcón, una joven "muy bella de entre 17 y 20 años". Fruto de ese encuentro nació en noviembre de 1848, Jesús María Carrillo y aunque se impuso la regla de silencio en la familia, por ser ambos primos hermanos, la situación no pasó desapercibida entre los parientes, vecinos y miembros de la elite asuncena.

         Si bien, durante el embarazo y los primeros años del niño, Asunción Carrillo se mantuvo aislada en la casa paterna, dos años más tarde, cuando retornó a la capital para iniciar la crianza de su hijo, volvió a vincularse con el primo y en 1851 nació Alejo Antonio.

         En ese intervalo, la pilarense Juana Pesoa Vasconsellos, una hermosa morena atrajo al joven general Solano López con quien mantuvo una intensa relación y de cuya unión nacieron Emiliano Víctor, en 1850, y Adelina Constanza, en 1851. De manera concurrente, también visitaba a Ana Carreras, quien en 1849 dio a luz a una niña llamada Rosita y tres años después, a un varón. Posteriormente, ya en convivencia con Elisa Alicia Lynch, se volvió a relacionar con Juana Pesoa, y en 1860 nació su tercer hijo, José Félix.

         Francisco Solano López, conocido por sus allegados como "Pancho", tuvo además otros romances. Hacia 1849, conoció a Olivia Corvalán, hija de un prominente estanciero, cuyas tierras lindaban con las propiedades de la familia López Carrillo, en Villa del Rosario. De acuerdo a versiones de la época, era ésta la elegida por "la presidenta" -comúnmente se la nombraba así a doña Juana Pabla Carrillo- para que su hijo formase un hogar cristiano. Sin embargo, los lazos amorosos no se concretaron en los esperados esponsales por la familia López y más tarde, la joven contrajo matrimonio con un hacendado de apellido García.

         Una mujer que cautivó también, el interés del novel militar fue Carmelita Cañete, oriunda de Ybyray, localidad en donde Francisco pasó sus años infantiles y a quien la visitaba asiduamente poco después que su padre asumiera la primera magistratura. En su lista de las conquistas amorosas además, figuró una señorita de apellido Burgos, hija del Juez de Paz de Luque. Ésta, al parecer, fue una de sus últimas amantes antes de su viaje a Europa. Todas estas relaciones simultáneas y los modales corteses de caballero culto dieron fama de galán afectuoso y atrayente al primogénito del presidente López.

         La vida social durante la primera década de este gobierno se desarrolló en forma corriente y hasta a veces, austera. Asunción, con sus calles arenosas y arboladas no difería sustancialmente del período colonial. La arquitectura de estilo popular, se hallaba insertada en la tipología de viviendas semirrurales, con corredores abiertos hacia la calle. El mobiliario de las casas también era modesto y carecía de adornos, no pasaban de lo necesario, con excepción de algunas familias de la elite que poseían moblajes y efectos variados heredados de sus antepasados o adquiridos de los comercios permitidos durante el gobierno anterior.

         La actitud respetuosa, aunque informal de las clases sociales más bajas hacia las más acomodadas, llamaba la atención de los observadores, quienes al mismo tiempo resaltaban con extrañeza que las mujeres de la elite, cuando se hallaban inmersas en sus cotidianeidades familiares, no se diferenciaban mucho en sus vestimentas y costumbres de la gente de servicio. Es de notar que, con algunas contadas excepciones, la mayoría de las mujeres era analfabeta, ya que el fomento educativo iba destinado solo a varones.

         Si bien, las actividades sociales de ese entonces transcurrían entre la ida a la iglesia, reuniones familiares o de amigos y el trabajo doméstico diario, algunas solemnidades de importancia y acontecimientos oficiales apartaban a la población -tanto a los miembros de la elite como a la gente del pueblo- de sus ocupaciones cotidianas. En una de esas festividades, los hijos del primer mandatario se sintieron atraídos hacia la señorita Garmendia, llamada cariñosamente "Panchita" por sus amigos y familiares, estos últimos le decían así para no confundirla con una de sus tías del mismo nombre.

 

 

         LA DIOSA PARAGUAYA

         Criada por sus tías, las distinguidas señoras Barrios Bedoya, habían hecho de Pancha una joven llena de virtudes. A más de sus atractivos físicos poseía una instrucción poco común para la época.

         Si bien inclusive algunas de las mujeres de la alta sociedad no sabían leer, Pancha, a más de deleitarse con la literatura de los grandes clásicos, hablaba bastante bien el francés, aunque sin poder escribirlo.

         El sacerdote Fidel Maíz la había conocido, siendo aún una adolescente y la describió como "una beldad, y tanto más bella y atractiva, cuanto que su virtud puesta tempranamente a prueba se asociaba y era comentada favorablemente en todas las esferas de la sociedad".

         Algunos contemporáneos de la joven también la refirieron como a una de las mujeres más bellas del Paraguay. La notable escritora, doña Teresa Lamas de Rodríguez Alcalá, en uno de sus artículos relata la conversación mantenida con una de sus tías que pervivió a los luctuosos acontecimientos de la guerra contra la Triple Alianza y conoció muy de cerca a Pancha Garmendia. Definió su perfil físico de la siguiente manera:

         "...toda la belleza, la majestad y la gracia de las mujeres más hermosas que conozcas, reunidas prodigiosamente en una sola, y tendrás a Pancha Garmendia. Blanca, de una admirable palidez fresca de azucena; alta, esbelta y armoniosa, iluminábanle el rostro, dándole angelical expresión, unas pupilas celestes de mirar suave y soñador. La cabellera, muy negra, reluciente y rizada, teníala siempre cuidadosamente peinada en bando o rematada atrás con un moño bajo que se arrollaba graciosamente sobre la albura de la nuca. Este peinado habialo puesto de moda en la Asunción una artista que actuaba por entonces en el viejo teatro que quedaba en la calle Paraguay Independiente entre Atajo y 25 de diciembre y las muchachas lo habíamos bautizado con el nombre pintoresco de 'peinado caú'. Vestía Pancha con primor, pues siendo discretamente coqueta gustábale realzar con atavíos sentadores el natural encanto de su belleza. Y te aseguro que lo conseguía a la maravilla."

         Otra descripción casi similar a la anterior y efectuada por el político y fecundo periodista argentino, Héctor Florencio Varela, quién había visitado el Paraguay con su esposa hacia 1855, con un estilo romántico, propio de la época y probablemente impresionado por la joven paraguaya, puntualizó:

         "Pancha Garmendia era una mujer realmente bella y de un tipo eminentemente Oriental [...] airada, esbelta, su ser muy flexible de cintura, cabeza muy erguida y envuelta en magnífica trenza de negros y perfumados cabellos, de cara ovalada, nariz aguileña, pobladas cejas, mirada llena de vida, de fuego y expresión aún cuando ligeramente velada por una nube de melancólica tristeza; metal de voz suave y armonioso [...] no era una belleza complementada, según la expresiva fiase de un profundo conocedor del corazón humano, que ha pretendido establecer un paralelo entre las mujeres de diversas zonas y pueblos, no era una mujer como la misma Elisa Lynch, por ejemplo, que a sus gracias naturales reunía los encantos artificiales de la elegancia, de la coquetería estudiada, de la educación vasta y profunda, del arte exquisito de hablar y conversar. No en la señorita Garmendia, no había nada artificial, todo era suyo, propio, natural, linda, fresca y pura."

         Personas que también la conocieron y compartieron su amistad la llegaron a comparar con una diosa griega o latina, por la blancura de su piel, poco común en estas latitudes, por la negrura de sus tupidos cabellos y por la esbeltez de su espigada estatura, al punto de ser llamada por algunos caballeros, la "diosa paraguaya".

         La gran mayoría de viajeros que arribó al país en la segunda mitad del siglo XIX y que tuvo la oportunidad de conocerla ya en celebraciones oficiales o en círculos familiares, elogiaba no solo su hermosa figura, sino también su excelente dicción y la amenidad de su conversación.

         En cuanto a su personalidad, todos sus coetáneos coinciden en expresar que si bien tenía una reputación de orgullosa, no lo era en realidad. En cambio, sí era muy digna, sencilla y en extremo caritativa, especialmente con la gente desprotegida. De temperamento más bien espontáneo y efusivo, propio de las personas nobles y al mismo tiempo directas y sinceras. Resolutiva y audaz en todas sus decisiones y, con la absoluta convicción de saber elegir o rechazar al pretendiente que proyectaba compartir con ella su vida en el futuro.

 

 

         PRETENSIONES AMOROSAS

         La belleza de la Garmendia no pasaba inadvertida a propios y extraños. Al principio atrajo la atención y la intención de Benigno López, pero debido a la supremacía que ejercía Francisco sobre sus hermanos menores, dicha pretensión y deseo de amistad inicial, quedaron truncos, probablemente porque también en ese momento, el joven general se interesó en conquistar a la tan codiciada beldad.

         El ardiente y apasionado candidato, perteneciente a una familia sentada en el trono de la potestad política y socioeconómica del Paraguay, cuya voluntad no conocía de límites y que sus deseos y caprichos tenían el derecho de imponerse sin legitimar la resistencia de nadie, solicitó a través de una carta a la familia Barrios Bedoya visitar a Panchita. Quien contestó a la misiva fue la madre adoptiva, doña Manuela, pues su esposo, aquejado de una enfermedad desde hacía tiempo, se hallaba postrado en cama. Por tratarse de tan ilustre pretendiente, la petición fue aceptada. Además por ese tiempo, el menor de sus hijos, Vicente, cortejaba a la hermana de López.

         Los primeros encuentros entre ambos jóvenes fueron bastante cordiales y amenos en presencia de doña Manuela y de algunas de sus hijas. Cabe indicar que gran parte de las señoritas Barrios había contraído nupcias y, por ende, dejado el hogar familiar. María Escolástica fue la primera cuando se casó con Juan Andrés Gill, en 1824; le siguió Margarita Juliana, quien contrajo nupcias en 1936 con Andrés José Valdovinos; y dos años después, María de los Ángeles, con Jordán Uriarte. En 1842, Juana con José Vicente Urdapilleta y al final de ese año, Pedro Zoilo con Bernarda García Peña.

         No pasó mucho tiempo y Bernarda Barrios conoció a Hilario Marcó, hijo de un argentino, don Cayetano Marcó, y de la paraguaya Benita Trigo, perteneciente ésta a una de las familias más acaudaladas del país. Hilario había abrazado la carrera militar y oficiaba de Jefe de Policía de la Capital con el grado de Sargento Mayor de Caballería. Al iniciarse la guerra contra la Triple Alianza, fue ascendido a Coronel del Ejército. El último de la familia en cambiar de estado civil fue Vicente, también militar, que contrajo matrimonio en 1856, con Inocencia López Carrillo, hija del presidente, don Carlos Antonio López. Las demás mujeres de la familia permanecieron solteras.

         Los galanteos del general Solano López hacia Panchita Garmendia se iniciaron de una manera filarmónica, enviando todas las tardes frente a la residencia de los Barrios, la banda de músicos de la guarnición militar a su cargo para que ejecutase las melodías que podrían complacer a la cortejada. Al principio, la joven admitió con agrado las pretensiones amorosas, sintiendo, como toda mujer de su edad y de su época, la preferencia que demostraba hacia ella el hijo del presidente de la República. Sin embargo, cuando las visitas empezaron a ser más asiduas y frecuentes, y cuando las amenas tertulias en donde intercambiaban ideas, retóricas y lecturas de famosos literatos, pasaron a revelar que sus verdaderas intenciones no conducían hacia una unión formal y genuina, sino más bien a propósitos basados en la pasión y efusivos deseos -actitudes propias de la personalidad del joven militar-, hicieron que Pancha desistiese con la prosecución de los encuentros. Además, en conocimiento de las otras relaciones simultáneas con varias mujeres, inclusive los nacimientos de sus hijos y de otros en camino, trató con el fino tacto y delicadeza que la caracterizaba, para demostrar al hombre su desdén sin lastimarlo; le manifestó a López que "su cariño no encontraba eco con el suyo".

         El rechazo no hizo mella en el impulsivo pretendiente, sino que incentivó su avidez de conquistarla a como dé lugar. Acostumbrado a vencer en todas sus lides amorosas sin oposición ni resistencia, la actitud de Pancha de no caer postrada a sus primeras insinuaciones, le motivó a seguir demandando en sus reclamos amorosos.

         Una tarde fue a visitarla y esta no lo quiso recibir, pese a la insistencia de su madre y de sus parientas adoptivas, a quienes afectuosamente Pancha las llamaba tías. Por más de una hora, el general López esperó en vano que fuera recibido por su pretendida. Ante tamaño desplante, irascible se encaminó hacia su cuarto y con furia golpeó la puerta, sin recibir respuesta. Esta desagradable escena indujo a doña Manuela Bedoya interceder de nuevo a favor del despechado, pero la joven obstinada en su resolución le manifestó que -jamás entregaría su corazón sin amor-. La anciana no insistió porque la conocía profundamente y por consiguiente, nada ni nadie le haría quebrantar o variar sus propósitos, pero también comprendió que se avecinaba una tormenta en el horizonte de su hogar por los desplantes que hiciera su hija adoptiva a tan importante personalidad política y militar, como ya lo era Solano López antes de concluir la primera mitad del siglo XIX.

         Entretanto, la banda militar no dejaba de tocar sus atrayentes melodías todos los martes y jueves frente a la casa de los Barrios Bedoya, pero Pancha ya no se asomaba a la ventana como gustaba de hacerlo en otro tiempo.

         Tales desplantes sirvieron de alimento a la chismografía de los vecinos asuncenos. Sin embargo, Solano López, indignado con el férreo comportamiento de su pretendida, volvió a insistir en sus peticiones tratando de persuadir a la joven. Una noche volvió a visitarla y ella lo recibió con la misma cortesía que acostumbraba a demostrar a las personas que frecuentaba su casa. Sobre este episodio, Héctor Varela describe que con finura, pero al mismo tiempo con indiferencia, le manifestó que no podría amarlo porque -su corazón le había entregado a otro hombre". Solano López, incrédulo y ofuscado por tal afirmación intentó precipitarse sobre Pancha, -pero ella con la rapidez de la que desea huir de un peligro inminente se lanzó sobre la puerta que conducía a las habitaciones interiores y desapareció". Él intentó seguirla, pero ella se atrincheró corriendo los pasadores. Henchido de cólera y humillado salió precipitadamente de la casa sin antes proferir la siguiente sentencia: "Yo me vengaré, si no eres mía jamás serás de otro".

         De acuerdo al relato de doña Teresa Lamas de Rodríguez Alcalá, narrado por una de sus tías, Pancha había conocido a uno de los jóvenes más simpáticos y atractivos de la sociedad asuncena, Pedro Egusquiza. Expresa la escritora que en una tertulia realizada en casa de la familia Bazarás, situada en la calle del Sol: "Panchita, enamorada a su vez del mozo, le dio el sí que había de pesar sobre su vida como un juramento inviolable". La noticia del noviazgo de ambos jóvenes se difundió muy rápidamente en los círculos sociales y lógicamente llegó a oídos del general López, quien, según sus infamadores, actuó por despecho y, cuando los novios creían poder ser felices, Egusquiza recibió una mañana la orden de alejarse de la ciudad.

         Por otra parte, la retirada de Solano López de la residencia de la Garmendia, tiempo atrás, había causado una gran afrenta, no solo en el joven militar sino en su entorno familiar, que con su posición y fortuna no podía aceptar tal desplante y, además, el incidente ocasionó su descrédito en la verborragia asuncena, como sucede en toda población pequeña y en una sociedad como la paraguaya en ese tiempo, concentrada en un pedazo de tierra, donde apenas llegaba el eco del bullicio del mundo.

         Una vecindad entregada a una ociosidad en la que todos conocían la intimidad de los otros, no era posible que pudiese pasar desapercibida las escenas entre el general López y Pancha. La expectante posición del militar y la belleza de la muchacha eran de por sí suficiente motivo para que estas circunstancias fueran el germen que impulsaban las conversaciones en todos los círculos familiares y sociales de la época.

         La sociedad paraguaya lo sabía todo, y en medio del temor en que se agitaba el espionaje, no sabía qué admirar más, sí a la virtuosa resistencia de la mujer o la persistencia tenaz del despechado pretendiente.

         En ese contexto y creyendo que Pancha ya libre de su romance con Egusquiza, Solano López volvió nuevamente a presionarla con sus intenciones. Esta vez, le escribió una carta y le dedicó el siguiente poema de cuatro estrofas:

 

         A Pancha Garmendia

Tú eres de mi amor asiento,

bella gloria, dulce encanto,

a quien mi amoroso llanto

rendidamente presento.

Tan solo decirte intento,

quien sin ser tuyo, concibo,

seré dichoso por cierto, y,

aunque amor me tiene muerto,

tu, eres gloria por quien vivo.

 

         II

En continúa adoración,

fija se halla el alma mía,

pues, hoy es idolatría,

1° que ayer era pasión.

Angustiado el corazón,

sufro, pero con decoro,

y, aunque el porvenir ignoro,

siendo verdadero amante:

tu eres por quien gimo y lloro.

 

         III

Si alguna vez alcanzara

a coronarme de rey,

mandaría que, por ley,

por reina te proclamaran.

Diamantes, perlas y oro,

tu, eres mi único tesoro,

en quien mi esperanza fundo,

pues, en lo que encierra al mundo,

tú, eres el ángel que adoro.

 

         IV

De tu singular belleza,

del imán de tu hermosura,

pende mi suerte futura,

si le das giro a mi empresa.

Pues, siendo tu gentileza,

el móvil por quien yo vivo,

me otorgarás un recibo

que acredite mi lealtad,

ya que tú eres la deidad

por quien me encuentro cautivo.

 

         Francisco Solano López

 

         Si bien, los versos estuvieron firmados por el general, existen versiones que él no fue el autor de los mismos. Al parecer, hacia 1850 lo encargó a un poeta de nacionalidad peruana llamado David Golas, cuando Pancha contaba con un poco más de veinte años. El poema, escrito con características propias de la pluma romántica -estilo literario que prevaleció por esos años- evidentemente no hizo mella en la destinataria pues, tanto los halagos como el oro y las promesas de un venturoso porvenir, no habían conseguido doblegar la firme entereza de la Garmendia. No pudiendo seducirla le prometió matrimonio, siendo una vez más rechazado.

         Con esta negativa, la familia Barrios Bedoya pensó que Solano López ya no insistiría en sus requerimientos amorosos. Pese a todas las presunciones, el intrépido militar decidió tomar a la joven por la fuerza. El siguiente relato lo escribió Héctor Varela, recogido de una supuesta conversación confidencial mantenida entre su esposa y Pancha.

         "Era la una de la mañana, de una madrugada, de las más calurosas de Asunción. López despechado, ciego, iracundo, resolvió hacer una nueva tentativa; y a esa hora doblemente silenciosa en un país tranquilo, ni movimiento propio, escaló la casa que ocupaba el objeto de sus pretensiones [...] Mortificada por el calor, Pancha había estado algunas horas recostada en una hamaca que se balanceaba en el corredor de la casa y luego volvió a su cuarto. Acababa de quitarse sus vaporosos trajes, cuando le pareció sentir ruido en el patio inmediato a su habitación. En un instante lo comprendió todo [...] desde que sintió pasos en el jardín, creyó descubrir en ese ruido sordo, casi apagado que produce la pisada en medio del silencio de la noche, la del general López. [...] Con todo sigilo se cercioró que la ventana y la puerta que daban al corredor, estaban perfectamente cerradas. De la otra puerta que la ponía en comunicación con las demás habitaciones, no se preocupó porque en ellas estaba su madre. ¡Qué mejor centinela para su honor! Pancha se acostó apagando antes la vela..."

         La narración del escritor argentino continúa diciendo que cuando la joven había quedado dormida, pero volvió a sentir un ligero ruido y sentándose de inmediato en la cama presintió que alguien más estaba en la alcoba y trémula de espanto preguntó:

         "¿Eres tú mamá? Nadie le contestó. Entonces lanzó un grito: ¡Socorro, ladrones!

         Pero inmediatamente sintió una mano que trataba de tocarle una parte de su cuerpo. Se horrorizó con la primera sorpresa, pero recobrando su habitual entereza dijo con voz tranquila y sonora:

         ¡Miserable, eres tú, te esperaba hace una hora para maldecirte, para hacerte oír lo que todavía no habías oído de mis labios. Eres un villano a quien detesto! [...] López contestó: no saldré de aquí hasta que sea mía.

         Muerta lo conseguirás, de otro modo, jamás..."

         La lucha continuó tanto en palabras como en forcejeos. López, fuerte y corpulento, dotado de una musculatura, cuyo vigor redoblaba a las fuerzas de la joven, pugnaba por doblegarla. En medio de la tremenda lucha, Pancha lanzaba gritos de dolor, sin que nadie acudiera en su defensa, hasta que apareció una mujer del servicio doméstico -es decir una de sus esclavas- en su auxilio y que prontamente fue despedida por los improperios del militar.

         La disputa continuó y ya casi extenuada, Pancha consiguió tomar un largo alfiler, utilizado para sujetar sombreros y con ese punzante instrumento clavó en las manos a su atacante. Por un momento, López se cruzó de brazos y aparentando una tranquilidad le preguntó si quería ser su esposa y ella le contestó:

         "¡Jamás!

         Está bien, te voy a dejar tranquila, me alejaré de aquí algún tiempo, pero no consentiré que seas esposa de otro hombre. Si tú sientes contento en hacer mi desgracia, yo sentiré la dicha inmensa en labrar la tuya. No ha de pasar mucho tiempo sin que te arrepientas de tus desdenes."

         Como Pancha siguió en silencio, López sacó del bolsillo una pequeña pistola apuntando al pecho de la infortunada joven, pero de inmediato bajó el arma y raudamente se retiró por el corredor y de allí al jardín, por donde había entrado.

         El incidente expuesto por el periodista argentino pudo haber sucedido, aunque no con el tinte romántico y casi novelesco como fue relatado. Es de saber que, las casas de la época habitadas por las familias de la elite, si bien eran dilatadas en los patios y en sus jardines o huertos, no lo eran en el interior. Solo la sala de recibo, que por lo regular se ubicaba a la entrada de la residencia, con sus ventanales protegidos por rejas de hierro que daban a la calle, era un poco más espaciosa. Habitualmente, los dormitorios eran austeros y no tan generosos en sus dimensiones, unidos por anchos corredores que llevaban a la cocina, la cual era más amplia que el conjunto de las demás dependencias. De hecho, las residencias contaban con pocos cuartos y en una familia numerosa, como la de los Barrios Bedoya, con muchas mujeres solteras, es posible que tres o cuatro de ellas durmieran en una misma habitación. Probablemente, Pancha compartía el dormitorio con algunas de sus tías, especialmente con la mayor de ellas -doña Ramona, soltera que para ese entonces contaba con más de cincuenta años y prácticamente era su guardiana-, por consiguiente, no lucharía sola por "conservar su honor".

         Es más, en su escrito Varela afirma que testigos oculares del hecho le manifestaron que la propia doña Manuela Bedoya por miedo a las represalias que podía tomar el General, fue ella misma quien le ayudó a ingresar al interior de su hogar. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que la obra del periodista argentino primero elogia la belleza física e intelectual de Pancha Garmendia y luego mistifica su pudor y la tenacidad por conservar su castidad, pero que al mismo tiempo desacredita todos los actos de Solano López al tratarlo de fatuo, inicuo e infame". La misma fue publicada en 1870, justamente al término de la guerra contra la Triple Alianza, una etapa en donde la ignominia y el deshonor contra el desaparecido Mariscal, estaba en boga.

         De todas maneras, el incidente, haya o no sucedido de la forma descrita por Varela, al parecer marcó el final de las pretensiones amorosas de López hacia Garmendia. Ella prosiguió con sus rutinarios quehaceres y él, en junio de 1853, se marchó al Viejo Continente al frente de una copiosa embajada, misión que lo llevaba para agradecer a los gobiernos europeos el reconocimiento de la Independencia Nacional e iniciar con varios países las relaciones diplomáticas y comerciales. En 1854, falleció don José del Barrio y como se acostumbraba en ese entonces a guardar un duelo muy cerrado, tanto doña Manuela como sus hijas se recluyeron por bastante tiempo en el seno del hogar de donde salían solo para acudir a misa en compañía de sus esclavas.

         En tanto, la delegación paraguaya llegó a Francia a fines de 1853, después de unos meses de estadía en Inglaterra. Una vez instalado en Paris, a inicios del siguiente año, Solano López conoció a Elisa Alicia Lynch, la irlandesa que posteriormente sería su compañera. Para ese entonces, ella contaba con veinte años de edad y vivía sola después de su separación de Xavier de Quatrefages, un médico militar francés. Muy pronto, la Lynch formó parte de la representación nacional y asistía a casi todos los actos e itinerarios oficiales. El 11 de noviembre, a bordo del TACUARY, zarpó de Burdeos junto con Solano López y los demás miembros de la comitiva rumbo al Paraguay, ya embarazada de su primer hijo.

         Para no despertar desafecto u hostilidad en su contra a priori, tanto por su padre y los miembros de su familia, como por la elite social paraguaya, Francisco Solano decidió que su compañera permaneciera en Buenos Aires hasta el nacimiento del niño y que luego se trasladara al Paraguay. En tanto, la delegación llegó a la capital el 21 de enero de 1855, tras casi dos años de ausencia. Elisa Lynch en compañía de algunas personas de servicio, contratadas para ese efecto, residió en la capital porteña unos cinco meses, donde nació su primer hijo, llamado Pancho, como el padre, y posteriormente se trasladó a Asunción. Desde su llegada y su afincamiento en una confortable residencia del centro capitalino, causó una profunda animadversión en los círculos sociales del país, muy especialmente en el sector femenino.

 

 

         TRANSFORMACIONES SOCIOCULTURALES

         La visita de Francisco Solano López a Europa expuso al joven general a una realidad muy diferente a la que estaba acostumbrada a vivir. A partir de ese viaje, su cosmovisión sobre el mundo cambió radicalmente y lo llevó a concebir innovaciones trascendentales para el país. En España, contrató al literato Ildefonso Bermejo; en Francia, al matemático y músico Francisco Sauvageod de Dupuis; en Italia, al admirable arquitecto Alejandro Ravizza; en Inglaterra, Prusia y Suiza, a centenares de ingenieros y técnicos industriales con el propósito de transformar la fisonomía paraguaya en sus aspectos: social, económico y cultural. La mayoría de los especialistas arribaron al Paraguay en compañía de sus esposas, quienes ulteriormente coadyuvaron de manera especial en la educación de las niñas y jóvenes de la sociedad paraguaya.

         Solano López, pensó antes que nadie en vías férreas, desconocidas en el Plata, en telégrafos, en arsenales, en escuelas de artes y oficios, en astilleros, en fundiciones metalúrgicas y otros progresos tanto materiales como intelectuales. Sin embargo, es probable que no se haya podido concretar cabalmente el sueño del joven López, no solo porque sobrevino más tarde la guerra, sino porque la sociedad paraguaya y el entorno en la cual se desenvolvía, eran substancialmente divergente a la europea.

         Con todo, la tranquila rutina de la tradicional familia paraguaya fue sacudida con la llegada de Elisa Lynch y de los demás europeos. Se inauguró el CLUB NACIONAL, lujosamente ataviado, donde se realizaban suntuosas fiestas, que a veces sorprendían a los visitantes extranjeros.

         Los acontecimientos políticos de trascendencia para la República, se conmemoraban con bailes populares en las calles o en los alrededores del club, donde danzaban con gracia y donaire, las hermosas kygua-vera4 alegrando a los jóvenes del pueblo. Es de mencionar que estas mujeres, pertenecientes a la clase media o baja vivían libres de sujeción masculina; generalmente se dedicaban al comercio y se mantenían de su trabajo.

         No eran precisamente prostitutas, como se las ha pretendido calificar, porque a veces -y no todas-, se relacionaban sexualmente con hombres, si estos podían ofrecerles ventajas en sus transacciones económicas. Con ellas precisamente, se alió Elisa Lynch para demostrar que era aceptada por el pueblo.

         La música y la danza tuvieron gran apogeo durante esta época y las fiestas, publicas eran muy frecuentes, pero con más énfasis en la capital y en sus barrios aledaños, que en los distritos rurales. En ese ámbito, la vida social se limitaba a las relaciones familiares, la iglesia y la pulpería, patrones de vida insustituibles, pese a los cambios originados a partir de la segunda mitad del siglo XIX.

         La libertad de los ríos después del reconocimiento de la Independencia por la Argentina en 1852, permitió el surgimiento de un mercado, aunque limitado, pero bastante lucrativo para artículos de origen europeo. Tanto las damas y caballeros de la alta sociedad reformaron sus usos y vestimentas. Las telas inglesas fueron conquistando el mercado y la porcelana y los enseres de bronce desplazaron a las vajillas de plata y de barro, pero no por eso dejaron de servirse las abundantes exquisiteces que eran motivo de novedad y asombro de muchos visitantes.

         A pesar de ir gradualmente adaptándose a los nuevos modelos de vida, la sociedad paraguaya no renunció a sus costumbres y hábitos cotidianos como el mate y el cigarro fumado por todas las clases sociales sin distinción de edad ni género. Era común que las mujeres paraguayas fumasen públicamente; tanto los mayores como los jóvenes fumaban el "puro" de elaboración casera, desde la Primera Dama hasta la más humilde esclava. Así también, estaba la tradicional hamaca utilizada comúnmente en las zonas tropicales invitando al descanso de la siesta.

         El mobiliario modesto y sencillo observado en el gobierno anterior fue paulatinamente cambiado por otros más ornamentados, especialmente los de la sala de recibo en las residencias de la capital. Si bien las nuevas instalaciones industriales servían casi exclusivamente para fines militares, también llegaron al país, en su proceso de renovación económica, las primeras máquinas de coser y las iníciales cámaras fotográficas, cuyos dueños eran argentinos o uruguayos. Una fotografía costaba mucho dinero por el tipo de láminas y el proceso utilizado para los revelados. Generalmente se retrataban los caballeros y las damas de la sociedad. Es así que dos imágenes de Pancha Garmendia llegaron hasta nuestros días mediante las cuales se pueden observar su belleza serena y poco común, en comparación con otros retratos de las damas pertenecientes a la misma clase y a la misma época.

         Es indudable que para la transformación de ciertas costumbres y de las relaciones sociales fue de trascendental importancia la presencia de extranjeros, entre ellos los diplomáticos, los ya mencionados técnicos y los comerciantes que con sus respectivas familias, ejercieron una notable influencia en la sociedad capitalina.

         La fisonomía ciudadana también sufrió modificaciones materiales. Fue durante este período que se prosiguió con el trazado de la ciudad, iniciado en la época de Francia, lo que alteró el esquema casuístico colonial siendo reemplazado por el damero5. Nuevos edificios públicos y privados fueron construidos, y es aquí, en la arquitectura, donde se verifica la postura esencialmente pragmática de la obra de don Carlos Antonio López.   

         La ideología liberal lo hubiera lanzado definitivamente a las primicias del clasicismo como símbolo de "modernidad", sin embargo, su fuerte conciencia nacionalista lo hizo adoptar solo el término de moderno pero sin destruir los valores autóctonos. El rígido control que el propio Presidente ejerció sobre los trabajos coadyuvó a que las líneas de acción no se apartaran de sus objetivos. Los técnicos fueron pues, intrínsecamente técnicos. Las mayores transformaciones arquitectónicas se notaron en los nuevos diseños que correspondían a los edificios de la Legislatura, Palacio de Gobierno, Estación de Ferrocarril, las residencias de los hijos del mandatario, los templos religiosos y fundamentalmente, el teatro, además de otros edificios que metamorfosearon el original paisaje asunceno.

         Versiones de la época describieron acerca de la primera función teatral presentada en Asunción en el edificio, cuya construcción fue asesorada por Ildefonso Bermejo, sin ser este arquitecto o ingeniero, sino literato. La obra inaugural fue la comedia musical El valle de Andorra, dirigida también por el maestro español, donde actuaron artistas paraguayos aficionados. Su estreno atrajo la atención de toda la sociedad capitalina, especialmente de la clase alta que se preciaba de culta. El presidente López y su familia concurrieron puntualmente y se ubicaron en un palco especialmente erigido para ese efecto. Tanto las autoridades, como el público asistente en la platea presenciaron absortos el espectáculo. A la izquierda del escenario, se encontraban las señoritas Barrios y Pancha Garmendia. La elegancia y sobriedad de esta última atrajo la mirada del auditorio y en especial del general López. Antes de terminar el último acto, el presidente y su comitiva se retiraron del teatro y entonces, hizo Su aparición Elisa Lynch. Lujosamente ataviada, ocupó un palco en forma de luneta, reservado para ella. Su presencia glamorosa eclipsó a las demás mujeres asistentes y de hecho también al general López que, sin dejar su lugar, la saludó efusivamente y al término de la obra se fueron juntos en el mismo carruaje.

         Escenas de esta índole eran muy frecuentes en aquella época, Elisa Lynch solo aparecía en público después de que la familia presidencial se hubiera retirado. Las fiestas celebradas en el CLUB NACIONAL, se iniciaban cuando don Carlos y su esposa llegaban al sitio. Durante su permanencia en el salón, los hijos Benigno y Venancio cortejaban a las damas de la sociedad y danzaban con ellas algunas piezas; inclusive en varias ocasiones Solano López había iniciado el baile invitando a la joven Garmendia como lo sucedido en la fiesta del aniversario de la Independencia del año 1857, en la del 1 de enero del año siguiente y en la realizada con motivo del cumpleaños del anciano presidente don Carlos, el 4 de noviembre de 1858. Tales circunstancias de nuevo indujeron a que ambos se constituyeran en la comidilla de la sociedad, sin que Pancha accediese a los galanteos del general López, probablemente el chismorreo iba destinado a desprestigiar a la "madama".

         Es de saber que Elisa Lynch no solo era rechazada por las damas paraguayas, sino también por las extranjeras. Dos de sus más firmes oponentes eran doña Purificación Giménez de Bermejo, esposa del literato español, y la señora de Cochelet, esposa del Cónsul francés en el Paraguay. Ambas no la aceptaban y normalmente se retiraban de las reuniones cuando la Lynch hacia acto de presencia. No obstante, se hicieron muy amigas de Pancha Garmendia, inclusive la española le llegó a tener un afecto muy especial, quizás para mitigar el desprecio y el rencor que sentía hacia la irlandesa.

         Un extranjero que visitó el Paraguay en esta etapa dejó constancia de las expresiones de descrédito y burla que hacían las damas de la sociedad con respecto a la Lynch. Su hermoso físico, su elegancia, la distinción de sus modales, nada les importaba. Era el rol que desempeñaba en Asunción. En cierta ocasión un grupo de señoras asistentes a una tertulia hogareña se despacharon profusamente contra ella -al parecer el tema de conversación obligado en estas reuniones era indudablemente ella-, expresando su resentimiento en todos los términos humillantes y despreciativos. Solo una de las jóvenes de las presentes llamó su atención, por guardar silencio ante los agresivos improperios y por el gesto de desagrado que le causaban las palabras provenientes de sus congéneres. Ella era Panchita Garmendia, "uno de los tipos más encantadores de mujer que jamás haya encontrado en mi camino", escribía posteriormente el citado Héctor Florencio Varela. Los fogosos comentarios femeninos se apagaron cuando se anunció que la cena estaba servida. Antes de sentarse a la mesa, una de las mujeres emitió el siguiente comentario: "Es una malvada, como nosotras la despreciamos, ella trata de vengarse, haciendo que Pancho -refiriéndose al general- nos humille en todo lo que puede", y dirigiéndose a los visitantes foráneos dijo: "Si esta mujer permanece aquí, después de la muerte del presidente, seremos muy desgraciadas". Palabras que no tardarían en cumplirse en los años posteriores.

         El 10 de setiembre de setiembre de 1862, después de padecer por largo tiempo prostatis crónica y gota, fallecía don Carlos A. López, en presencia de su esposa, sus hijos, del padre Maíz y los miembros de su gabinete. La compañera irlandesa de su hijo mayor y profundo motivo de su preocupación, fue la gran ausente. Antes de morir, designó a su hijo Francisco Solano como Vicepresidente de la República, por medio de un pliego cerrado. Un mes más tarde, el Congreso reunido el 16 de octubre lo ascendió al cargo de Primer Magistrado, iniciándose con este acto, otra etapa en la vida del país en todos los órdenes, cuyos ulteriores sucesos cambiarían radicalmente el devenir histórico del Paraguay.

 

Vapores de la época. Child. Colección Milda Rivarola

 

         LA BELLA ÉPOCA DEL PARAGUAY

         Las transformaciones socioculturales y económicas experimentadas en el país partir de los últimos años de gobierno de Carlos Antonio López fueron acentuadas en el breve mandato del hijo. El carácter social, algo rígido, que se mantuvo durante aquel período, cambió notoriamente, en diversos aspectos. Por ejemplo, en relación a las celebraciones donde asistía don Carlos y su familia se detectaban ciertas tendencias provincianas, tanto en los bailes, como en las vestimentas y los juegos. Ahora que Solano López era el Presidente, la asistencia de Elisa Lynch a las festividades y ceremonias, era pública. En los "saraos" realizados en las mansiones de los hermanos López, en los festejos y bailes de la elite o en el CLUB NACIONAL, ella era la estrella indiscutible por la elegancia de su vestuario y la delicadeza de sus modales, hecho que obligaba a sus oponentes, damas de la alta sociedad, a vestir y proceder con más formalidad y distinción.

         A Solano López le gustaba vivir bien, y sus aficiones distaban de ser vulgares. Su mansión particular, la cual no compartía con la Lynch -pues ella residía en otra a poca distancia y no menos ostentosa que la suya-, podría competir con cualquier vivienda elegante de París, tanto por el lujoso decorado, como por el moblaje rico y fastuoso. La opulencia y suntuosidad se extendió también a las demás viviendas, pertenecientes a la familia presidencial o a los encumbrados terratenientes que no diferían en casi nada a la del Presidente.

         En cuando a la moda de los vestidos, las damas comenzaron a lucir prendas de telas importadas, según los estilos introducidos por Elisa Lynch. Inclusive, la joyería tradicional, barroca de origen andaluz y árabe como las populares filigranas y el coral, fueron suplantadas por otras imitaciones de la orfebrería del segundo Imperio francés.

         Pero la pomposidad no se ciñó solo a la sociedad asuncena, esta se extendió a la del interior. De los informes recibidos en el despacho del nuevo Presidente, acerca de las festividades realizadas en las localidades rurales con motivo de su natalicio, se infiere que los hábitos del pueblo habían cambiado substancialmente, tanto en beber champaña o jerez como en sus vestuarios.

         Los hombres de la capital, si podían permitirse el lujo en sus prendas, usaban trajes a la usanza europea y lustrosas botas de charol, si no podían vestían el chiripá de algodón blanco, calzones bordados, camisa blanca, poncho y sombrero de paja y enormes espuelas de plata en sus pies descalzos.

         Las mujeres del pueblo, casi siempre iban ataviadas del clásico typoy que les llegaba hasta las pantorrillas, el chal que les daba un toque de distinción e invariablemente todas andaban descalzas.

         La proliferación de diversiones y bailes públicos se hizo costumbre en este período rotulado por sus contemporáneos como "la bella época del Paraguay". Como es natural, se pretendía con acciones populistas compensar la poca aceptación que Solano López y la Lynch gozaban en la alta clase paraguaya. Esas celebraciones eran organizadas generalmente por Elisa Lynch, "Ela" para sus amigos; pero más conocida como madame Lavincha o simplemente madama, por sus adversarios. En todas las festividades se ponía de resalto la gran popularidad del Presidente, por lo regular se iniciaban en el mes de mayo y culminaban en octubre, con un recalco manifiesto en las fechas próximas a sus cumpleaños y aniversarios de su ascensión, extrañando en demasía a diplomáticos extranjeros la inusitada importancia que el Gobierno desplegaba en ofrecer al pueblo diversiones gratuitas.

         Las recreaciones más comunes eran los paseos en tren, las corridas de toro, los juegos de sortijas, los bailes de disfraces en donde "numerosas comparsas contribuían a avivar la alegría popular". Pero probablemente, la más atrayente de todas, tanto para los extranjeros, como para los miembros de la sociedad, eran las excursiones por el río en los vapores del Estado. Generalmente, Pancha Garmendia y sus tías, las señoras Barrios asistían a estos paseos. Las travesías por el río Paraguay se constituyeron en toda una odisea y se realizaban los sábados y domingos o en festividades especiales como la acaecida en diciembre de 1861, cuando aún vivía don Carlos, con motivo de la bendición de la Iglesia de Humaitá. A bordo del TACUARY viajaba la familia presidencial y una selecta comitiva como Inocencia y Rafaela acompañadas de sus respectivos esposos y de los jóvenes Francisco Solano, Venancio y Benigno, a más de las autoridades oficiales y un grupo de extranjeros. Los vapores Río APA, MBOTETEY, PA RANÁ, OLIMPO y JEJUÍ transportaron a numerosos miembros de la elite asuncena. En otro buque, el Río BLANCO se embarcaron Elisa Lynch, sus hijos, las hermanas Prudencia Barrios Bedoya y Juana Barrios de Urdapilleta y por ende, también Panchita Garmendia, además de Emerenciana, Carolina y Carmelita Gill Barrios y Carmen, Asunción, Juana y Concepción Urdapilleta Barrios. Ya en Pilar, se sumó a las celebraciones, la señora Juana Pesoa Vasconcellos, con sus tres hijos habidos con el general Solano López.

         Es probable que el encuentro de las tres mujeres en dicha festividad no habría de influir casi en nada en el ánimo del futuro Mariscal, pues la Lynch aceptó desde un principio las anteriores relaciones amorosas de su compañero e inclusive -o al menos no se llegó a saber exteriormente lo contrario-, admitió con naturalidad de nuevo la unión que éste mantuvo con Juana Pesoa, cuyo resultado fue el nacimiento de su último hijo nacido en 1860.

         Con respecto a Pancha Garmendia, ella ya lo había rechazado mucho tiempo atrás. Es más, la práctica de la moral para los hijos del Presidente distaba mucho de la comprensión en su real concepto y de su genuina aplicación; por consiguiente, que se encontrasen en un mismo lugar, dos o tres de las amantes de Francisco -aunque Pancha nunca lo fue- era de lo más normal en la mentalidad de casi todos los jóvenes en una sociedad provinciana, como era la paraguaya en aquella época y que don Carlos pretendía transformarla mediante los cánones religiosos a conciencia de que sus hijos eran los primeros en transgredirlos.

         Otro esparcimiento de este período constituyeron las ocasionales conferencias patrocinadas por el maestro Ildefonso Bermejo y por los alumnos del Aula de Filosofía. El Semanario daba cuenta de la asistencia de los caballeros nacionales y extranjeros, además de varias damas a estas reuniones entre ellas, la de Pancha Garmendia, en compañía de sus tías, las señoritas Barrios Bedoya. Durante el mandato de Solano López, el Gobierno pagaba las bandas de música que tocaban hasta el amanecer en los alrededores del CLUB NACIONAL, en los corredores de la estación o en las dos plazas principales de la capital, y a veces llegaba hasta la esquina de la calles de la Ribera y 14 de Mayo, donde se hallaba ubicada la residencia de Panchita Garmendia y ejecutaban sus acordes musicales por espacio de una o dos horas, sin que la destinada a escuchar dichas melodías saliese a la ventana.

         No hay certeza que durante el gobierno de los López haya existido una estratificación de clases, pero sí de grupos sociales que adquirieron más énfasis en este lapso. El régimen político permitía la ascensión paulatina de la clase trabajadora y en forma reducida la promoción socioeconómica en torno a la familia gobernante, teniéndose en cuenta que las principales fuentes de producción y comercio eran explotadas y controladas por el Estado.

         La clásica división de clases se ilustra mejor en la asistencia a los festejos públicos a que generalmente acudía la sociedad asuncena. Esta era distribuida de acuerdo a su origen y condición. Frente a la plaza del Palacio de Gobierno se preparaban tres compartimientos diferentes. En el primero con sillas y alfombras se ubicaba a los políticos y a las clases altas con sus respectivas familias. En el segundo, las kygua-verá, militares y artesanos y, por último, las mujeres del pueblo, soldados rasos, peones y esclavos. Es probable que en la primera también se haya incluido a los extranjeros, entre ellos los diplomáticos, técnicos y comerciantes.

         Pese a la asiduidad con que asistía a casi todas las festividades oficiales y reuniones de amigos, Pancha Garmendia no era feliz. Desde la partida Pedro Egusquiza -más conocido como Perico- hacia el interior del país, se había dispuesto a no aceptar galanteos de otros hombres. Se le había secado el corazón.

         La descripción que hiciera la tía de doña Teresa Lamas en su relato se acerca notablemente a la realidad, que en ese lapso, antes de estallar la guerra, vivía la Garmendia, quien para ese entonces contaba con unos treinta y cinco años de edad. He aquí la reseña:

         "Yo la vi por última vez al pasar un día por su casa, que quedaba cerquita de la nuestra, en la esquina de la calle de la Ribera y 14 de mayo. Estaba sentada junto a la ventana de su cuarto y vestía un traje celeste que la embellecía maravillosamente, el amplísimo miriñaque idealizaba la finura cimbreante de su talle y las mangas anchas, que se usaban entonces, realzaban el primor de sus manos divinas; manos de eucarística blancura bajo cuya piel suave y transparente el azul de las venas evocaba rutas de ensueño; manos de lirio consagradas a sostener gloriosamente, hasta morir, ¡el velo ideal de su pureza inmaculada! Hacía como que leía, pero la vaga expresión de sus ojos indicaba que su pensamiento estaba lejos, muy lejos del libro que tenía ante sí, allá donde otro ser torturado por el amor correspondía a su secreta ansiedad y seguía el ritmo apasionado de los latidos de su corazón. Aún creo verla en toda la deslumbrante belleza de su perfección ideal; parecía la realización milagrosa de una fantasía artística."

 

 

CAPÍTULO IV

LA VÍA CRUCIS DE LA SOCIEDAD PARAGUAYA

 

LA GUERRA

         A fines de 1864, se inició uno de los acontecimientos bélicos más terribles acaecidos en la historia del Paraguay: la guerra contra la Triple Alianza. Situación que conmovió a todo el país y afectó profundamente la realidad socioeconómica y cultural que hasta ese momento vivía la nación. La apertura de los ríos en 1852, que había conferido un crecimiento productivo y comercial, se había clausurado. La navegación por los ríos Paraguay y Paraná, esencial elemento en esta estructura para el tráfico operativo de los principales rubros nacionales, como yerba mate, cueros, algodón y tabaco con destino al Río de la Plata y, por ende, al Atlántico, también se había interrumpido.

         Múltiples fueron las causas de la guerra que el Paraguay sostuvo contra la Argentina, el Brasil y el Uruguay por más de un lustro, el presente trabajo no pretende abordarlas todas, sino más bien reseñar las penurias y tribulaciones que sufrió toda la sociedad paraguaya, sin importar sexo, edad, ni origen, en el transcurso de esta conflagración.

         El 23 de diciembre de 1864, estalló la guerra contra el Brasil, en la región de Matto Grosso. En consecuencia, el emperador brasileño ordenó el despliegue de una flota de barcos de guerra que marchase hacia el Sur, es decir hasta Buenos Aires y remontase río Paraná con el propósito de bloquear al Paraguay. La noticia del inminente arribo de la escuadra Imperial se supo en Asunción el 11 de marzo, situación que alertó al gobierno paraguayo, que también estaba en conocimiento de la maliciosa campaña periodística porteña contra Solano López, quien ya no dudó de la existencia de un acuerdo entre la Argentina y el Brasil. Circunstancia que lo indujo a tomar ventaja sobre sus adversarios y anticiparse a los acontecimientos, intentando atacar a la escuadra brasileña apostada a 15 kilómetros al sur de Corrientes frente al Riachuelo.

         En este aspecto el Congreso Nacional jugó un papel decisivo, pues el 16 de marzo de 1865, aprobó la conducta desempeñada por el Ejecutivo frente al Brasil y autorizó la declaración de guerra a la Argentina. Antes de disolverse, la magna Asamblea concedió al presidente Solano López el grado de "Mariscal de los Ejércitos Paraguayos" y el derecho de firmar la paz con uno u otro beligerante cuando él lo creyese oportuno. El 8 de abril de 1865, el gobierno argentino declaró oficialmente la guerra al Paraguay. El 1 de mayo de ese año se reunieron los representantes de los tres países y firmaron el Tratado de la Triple Alianza, argumentado que la guerra no era contra el pueblo del Paraguay sino contra su gobernante. En tanto, el Mariscal, sin nadie que apoyase la causa nacional, se encontró solo para enfrentarse a los ejércitos beligerantes, dos de ellos superiores al paraguayo en hombres y armamentos.

         Ante el luctuoso futuro que le deparaba a la nación y en ese escenario de acontecimientos, el doctor Manuel Pedro de Peña, quien se hallaba exiliado en Buenos Aires, dirigió a su sobrino Solano López una serie de correspondencias, las que fueron publicadas más tarde en la capital porteña. En la primera de ellas, fechada el 11 de enero de 1865, Peña le manifestaba -en sentido figurado- el profundo dolor que le causaba la situación por la cual el país había entrado a la guerra debido, fundamentalmente a su desinteligencia diplomática ante los demás Estados del Plata; es decir, Peña lo acusaba de haber desatado la contienda contra el Paraguay. En un párrafo expresaba su disgusto con las siguientes palabras:

         "Aquel que creía yo que era todas las cosas buenas, viene a ser todas las cosas malas: el que era resplandor, hoy es volcán, el que era la piedra preciosa del Paraguay, hoy es mirado como la más vil escoria; el que ayer era el máximo Presidente, hoy es el mínimo; tu ilustración se cambia en furia, tu contento en rabia, antes todo te sobraba, hoy todo te falta."

         En toda la extensa misiva, Peña le reprochaba sobre su acciones poco inteligentes ante tan terribles circunstancias. En sus siguientes escritos le comunicaba sobre los preparativos bélicos que el Brasil se hallaba efectuando y que en la Argentina, los liberales: "se frotan las manos de contento al contemplar que al Paraguay le llega su redención (...) ni quieren que se diga Guerra al Paraguay, sino Guerra a López-. En todas sus cartas, el doctor Peña le informaba sobre los aconteceres en el Río de la Plata y al mismo tiempo aplaudía las primeras victorias paraguayas en el Mato Grosso.

         Las misivas prosiguieron el curso de los sucesos acaecidos en los siguientes días, pero una en particular, concerniente a la presente investigación, es la fechada el 23 de febrero de 1865, en donde el doctor Peña se refería a las actitudes poco caballerescas de Solano López hacia Pancha Garmendia. En la primera parte le describía el origen de la joven y las penurias que pasó la familia con el fusilamiento de su padre por no pagar un impuesto gravoso y la inmediata muerte de la madre6, proseguía explicándole que:

         "Los tres tiernos hijos y enteramente huérfanos fueron recogidos y amparados por la señora, doña Manuela Tadea Díaz de Bedoya, madrina mía de bautismo, una de las principales matronas de esta capital, mujer la más hacendosa, la más honrada, la madre más tierna y amorosa, la que ha formado y sostenido una numerosa familia llena de honradez, de pureza y de decencia.

         En este alcanzar invulnerable de la virtud y del decoro fue criada y educada Pancha Garmendia, niña esbelta coronada de belleza y atractivo, revestida de honestidad y honradez. Era el hechizo de cuantos la miraban. Todos la adoraban y respetaban: pero tú que nada respetas, tomaste el empeño de corromperla, la invadiste por todos los lados, la perseguiste sin cesar, estorbaste las uniones conyugales ventajosas que se le presentaron y has sido la rémora constante de su felicidad."

         Más adelante le reprochaba la indigna conducta de un caballero de su clase con la citada dama, expresándole:

         "Ella, como una roca ha resistido siempre a tus avances, se te ha hecho inevitable, y se ve inmaculada y adorada de brillantes virtudes en medio de ese piélago de tus corrupciones.

         Viéndote burlado de la Lucrecia Paraguaya, tomas el recurso de aprisionar y desterrar al hermano Juan Francisco, de modo a obligarla a que concurra ante ti a implorar su libertad. Ella lo comprende así, y sin trepidar un momento se acompaña de mi madrina, y llega a hacer sus plegarias y ruegos para obtener la libertad de su hermano. Tú, derretido en halagos te muestras clemente, y le prometes concederle lo que pedía; pero al salir de tu casa le haces decir secretamente con tu Edecán Coronel Alcahuete mayor, José María Aguiar, que si 'hubiese venido sola, no se le habría negado la libertad solicitada'. La prueba es que hasta hoy sufre don Juan Francisco su estado de pena y cautiverio, y la infeliz hermana lamenta su adversa suerte, nada más que por haber sabido conservarse pura. Si este procedimiento no es de canalla, no sé qué otro nombre darte. Es saber jugar perradas por descendencia y hacer quedar a una infeliz soplándose la uñas."

         Con respecto a lo sucedido con Juan Francisco Garmendia, el hermano de la joven, éste estuvo preso por espacio de dos años, acusado de cómplice en el juicio seguido al teniente José Zorrilla por traición a la patria. Recién el 24 de diciembre de 1867, el presidente Solano López decretó la dispensa de la pena de muerte que pesaba sobre el citado subteniente y dispuso su degradación militar y su posterior traslado a otro batallón.

         Las misivas de Peña escritas a su sobrino Solano López, continuaron hasta mayo de 1865 endilgándole en casi todas sobre su mal proceder y anunciándole que sí la guerra no concluía, era inminente la destrucción total del Paraguay. Sentencia presentida por el doctor Peña pues el primer desenlace fatal ocurrió en la mañana del 11 junio de 1865, cuando la armada brasileña se impuso al ejército nacional en la batalla de Riachuelo. Esa misma tarde, el resto del convoy paraguayo se retiraba a Humaitá. Triunfantes, los imperiales se replegaron hacia el Sur. El Paraguay, con la pérdida de su flota, quedaba bloqueado y debió abastecerse a sí mismo durante el transcurso de toda la contienda.

         La noticia de la amarga derrota se conoció prontamente en la capital y en las localidades aledañas. La población, sitiada por el enemigo, debió prepararse y para soportar la tragedia que habría de venir. Las poblaciones cercanas a la capital que contaban con ciertos medios de subsistencia permanecieron al principio, en sus localidades de origen y también, en Asunción la vida prosiguió sin mayores cambios. Las novedades de las ofensivas militares eran publicadas por EL SEMANARIO, periódico oficial del Gobierno, inclusive las derrotas paraguayas eran atenuadas y suavizadas por los articulistas de tal manera que la ciudadanía no se angustiase y pudiera continuar con sus acostumbradas rutinas.

         Una prueba de ello es una fuente documental sobre una escritura que certifica la compra de un terreno en el distrito de la Encarnación con casa y solar, adquirido por las señoritas Ramona, Rosario, Pabla, Josefa Prudencia Barrios y Francisca Garmendia, "obtenido con dinero de sus labores domésticas" por recomendación de su madre, doña Manuela Bedoya. El citado inmueble, ubicado sobre las calles Estrella y 14 de mayo, cerca de la residencia familiar, había pertenecido a Lázaro Aquino, quien poseía un comercio en dicho predio desde 1850. La escritura fue firmada por Diego Garmendia Ituarte "por mandato de su tía Ramona que no sabía firmar".

         Al parecer, doña Manuela pretendía que algunas de sus hijas solteras asegurasen su futuro con la adquisición de la propiedad, para que al término de la guerra -la cual no duraría mucho tiempo, según el criterio de toda la ciudadanía- o si ocurriera su fallecimiento, ellas pudieran vivir con el confort al que estaban acostumbradas. Cuán equivocada estaba la anciana matrona, ya que tanto sus hijas solteras como las casadas sufrirían persecuciones, torturas y morirían lanceadas, pero ella ya no estaría para soportar tamaña desdicha. La guerra prosiguió su curso. Antes de finalizar el año 1865, las pérdidas totales del ejército paraguayo eran de unos 35.000 muertos y aproximadamente 7.000 prisioneros. Además una gran cantidad de combatientes murieron a causa de distintas pestes, especialmente del cólera que atacó a 5.000 soldados de los 19.000 sobrevivientes que regresaron de Corrientes. Pese a todo, López no se desalentó en ningún momento y logró reunir más tarde otros 10.000 hombres, mediante nuevos reclutamientos y, para ese entonces, el ejército paraguayo contaba con un número aproximado de 30.000 milicianos.

         Tras varias derrotas, en 1866, Solano López resolvió mantenerse a la defensiva, eligiendo para el efecto la fortaleza de Humaitá como baluarte de su sistema. Fortificó el río Paraguay en Curuzú y Curupayty y construyó una red de trincheras que circunvalaban el fuerte. Estableció su cuartel general en Paso Pucú, el cual se unía con los otros sectores por medio del telégrafo. Reorganizado sus batallones amalgamando los restos de muchos otros, embistió con éxito en Yatayty-Corá, en Sauce y Boquerón. En esta última batalla falleció heroicamente el coronel paraguayo Elizardo Aquino. Sin embargo, estas victorias levantaron la moral del ejército paraguayo.

         El fervor entusiasta se difundió por todo el país. En ese contexto, un grupo de damas de la sociedad asuncena también procuró demostrar su patriotismo. En consecuencia, a instancias de doña María Escolástica Barrios de Gill -una de las tías de Panchita Garmendia, ya viuda para ese entonces de Juan Andrés Gill7-, el 19 de enero de 1867, convocó a una reunión en su residencia. Asistieron a la misma unas treinta señoras y señoritas, pero otras mujeres, interesadas por la convocatoria, "acudieron y se instalaron en los corredores, en los patios y en las veredas-. La dueña de casa después de agradecer tan relevante presencia, expuso el motivo de la reunión, manifestando que era hora en que las todas mujeres del país también colaboraran a favor de la causa nacional. Para ese cometido, se instó a la donación de joyas, reliquias y otros efectos que pudieran ser útiles para subsidiar la contienda.

         Las reuniones prosiguieron durante el mes de enero y para el 24 de febrero se invitó a una magna asamblea a celebrarse en la Plaza 14 de Mayo. La convocatoria congregó a miles de mujeres y algunos hombres de distintos estratos sociales, en cuya oportunidad hicieron uso de la palabra varias señoras. Los emotivos discursos produjeron en la concurrencia un entusiasmo singular para donar sus alhajas "por una causa justa y legítima". A ese efecto se suscribió un acta, parte de la misma expresaba lo siguiente:

         "... con el digno propósito de concertar los medios de llevar a debido efecto el patriótico sentimiento que ha nacido en su seno, y del que ya han ocupado en anteriores reuniones particulares, en que todas las ciudadanas han manifestado con noble espontaneidad y generoso desprendimiento los sentimientos de abnegación y patriotismo de que se hallan animadas, para concurrir al sostenimiento y defensa de la Independencia nacional amenazada, con todos sus intereses, y habiéndose ocupado con la debida detención de tan alto objeto, y ofreciendo todas las alhajas que hacían el adorno personal de la ciudadana paraguaya en los días de la paz pública, no podían tener en los de prueba destino tan honroso; ni colocación más conveniente que formando la ofrenda de las hijas de la patria para contribuir a la defensa y afianzamiento de la soberanía nacional, la más preciosa joya cuya conservación pertenece a todos y por la que se sacrifican gloriosamente las vidas de los ciudadanos incomparablemente más caros que las que ellas ofrecen a la patria en las especialísimas circunstancias porque pasa, en cuyo mérito preferían únicamente ostentar en lugar de sus alhajas el adorno de los colores nacionales que flamean en los campos de batalla, como el signo de las victorias y las glorias de la República. Aclamaron todas y espontáneamente, y con las más altas pruebas de entusiasmo, ofrecen para los gastos de la guerra, que tan heroicamente sostiene la nación, las alhajas y las joyas que poseen, y que al mismo tiempo de solicitar del Excmo. Señor Presidente de la República la aceptación de su ofrenda, quisieran obtener de su beneplácito el propósito que hacen de adornarse durante la guerra con el glorioso atavío de los colores del triunfante pabellón nacional, en que, manifiestan habrán de envolverse para la salvación y servirá de mortaja a todas las mujeres del Paraguay."

         Cabe apuntar que esta reunión de mujeres realizada en Asunción el 24 de febrero de 1867, fue la primera asamblea femenina registrada en los anales históricos americanos. Por ese motivo y ya en el siglo XX, se solicitó al gobierno, que en esa fecha se conmemorase el "Día de la Mujer Paraguaya", en recordación a tan loable gesto patriótico de aquellas memorables mujeres en el difícil trance que vivía la nación.

         Una vez leída el acta, unas cuarenta mujeres, entre las cuales figuraban, la citada María Escolástica Barrios de Gill, sus hijas Emerenciana y Carolina, su madre doña Manuela Bedoya, y Francisca Barrios, otra de sus hermanas, firmaron el documento que fue entregado al vicepresidente Sánchez para ser depositado a su vez en manos del Presidente. Inmediatamente después, se prosiguió con un baile que duró hasta la madrugada. Otras asambleas similares se llevaron a cabo en diversas localidades del interior.

         Pero las muestras de fervor patriótico de las mujeres no terminaron con la donación de sus joyas, sino que seguidamente a estos actos, se volvieron a reunir para costear una espada de honor que sería entregada al mariscal Solano López. Las expresiones entusiastas de las damas de la capital motivaron a las del interior a contribuir con aportes en dinero y en especies.

         Sin embargo, no todas las mujeres ofrendaron sus joyas o invirtieron sus preciados efectos por la causa patriótica, inclusive no figuran en la lista varias de las señoras Barrios Bedoya, hermanas de la auspiciante y ni aparece el nombre de Pancha Garmendia en el citado inventario de donaciones.

         Es de notar que la vida social en Asunción no tuvo variaciones en los dos primeros años de la guerra. En el trascurso de 1867, la donación de las joyas por parte de las mujeres, ocasionó una serie de festejos que se empalmaron con el cumpleaños de doña Juana Pabla Carrillo, madre del Mariscal, quien cumplía años el 24 de junio y con ese motivo desde la víspera, hubo celebraciones populares "con cohetes de la India que en las puertas de los almacenes y tiendas hacían su ruidoso estallido, proseguido de una ruidosa serenata se retiraba de la Plaza 14 de Mayo para prepararse a una diversión que se disponía para la mañana en la Plaza del Abasto", comentaba el Semanario. A la noche se iluminó toda la ciudad y se realizó un baile en el CLUB NACIONAL, donde acudió gran parte de la elite asuncena. Panchita Garmendia y varias de sus tías fueron a felicitar a la agasajada. Vestía esa noche "un glamoroso vestido azul adornado con rosas del mismo tono que resaltaba su fino talle y su esbelta figura, pero al retirarse doña Juana Pabla un poco después de la medianoche, ella y sus tías, hicieron lo mismo".

         Un mes más tarde, el 24 de julio nuevamente se realizaron varias celebraciones en honor al presidente que ese día cumplía cuarenta años. La plaza 14 de Mayo una vez más se erigió en el escenario principal de los festejos. Las damas asuncenas prepararon una alameda de palmeras formando tres calles, que terminaban en el atrio de la catedral. En el centro se alzaba un arco de triunfo construido sobre un diseño del arquitecto Ravizza en cuyo frontispicio ostentaba la siguiente leyenda: "Al héroe americano, el Excelentísimo Sr. Presidente Mariscal Francisco Solano López, padre benemérito y salvador de la patria. El pueblo en su feliz natalicio". Se realizaron corridas de toros, juego de sortijas y bailes populares. Al día siguiente en un gran acto público, las señoras de la elite entregaron al vicepresidente Sánchez el álbum con tapas de oro que registraba el ofrecimiento de las joyas y alhajas de todas las mujeres que brindaron tal donación y se constituyó una comisión de damas que iría hasta el cuartel general de Paso Pucú para entregar personalmente el Libro de Oro8, al Mariscal.

         Mientras tanto en los campos de batalla, los soldados peleaban no solo contra el enemigo, sino también contra las epidemias que no perdonó grados ni banderas. El cólera, las fiebres gástricas y las disenterías fueron causantes de miles de bajas tanto en el ejército paraguayo como en el enemigo. La peste de cólera de 1867, iniciada en los campamentos aliados por el contagio de unos marineros brasileños, y propagada desde Corrientes hasta el Paraguay fue el agente mortal en innumerables batallones. El país no estaba preparado para combatir tan terrible flagelo, que sumado a la carencia de medicamentos específicos y personal adecuado, cobró miles de almas.

         Cada división contaba con su propio hospital, a más de los cuatro establecidos en Asunción, los instalados en Paso Pucú y Humaitá y otro construido exclusivamente para oficiales, llegaron a albergar unos 2.000 infectados. Entre ellos, había caído enfermo un familiar de los Barrios, que fue trasladado al hospital de Asunción. Allí fue asistido por las señoras Barrios y por Pancha Garmendia, quienes se esmeraron no solo por cuidar al pariente, sino a los demás heridos. Es de advertir, que tanto Pancha como sus tías no ejercieron la función de enfermeras como lo hicieron otras mujeres, sino que voluntariamente acudían al hospital llevando víveres, vendas e infusiones para los enfermos, actitud desempeñada también por la mayoría de las señoras de la sociedad asuncena. En conocimiento de estas acciones, Solano López elogió el gesto y la nobleza de Pancha por ayudar a los desvalidos y "aliviar con su presencia, tantos dolores".

         Como es de observar, fueron varias las circunstancias en que Solano López volvió a relacionarse con Pancha Garmendia, sin mediar entre ellos más que una simple y extraña amistad, pues ya no compartían juntos las tertulias de antaño ni intercambiaban interesantes retóricas. Además, en un país como el Paraguay de aquel entonces y en la difícil coyuntura por la que atravesaba, era muy común que las personas se encontrasen en múltiples oportunidades y más aún si pertenecían al mismo círculo social o económico, como el caso de los López Carrillo y los Barrios Bedoya; inclusive habrían participado en más ocasiones por diversas celebraciones ya que estaban emparentados, pero que la memoria histórica, oral o escrita no dejó registros de esto.

 

         EVACUACIÓN DE ASUNCIÓN

         A mediados de 1867, los brasileños recuperaron la provincia Mato Grosso y cerraron de esta manera el círculo de hierro en torno al Paraguay. En el Sur, el ejército aliado permanecía en Tuyutí y en Paso de Patria, mientras las fuerzas paraguayas se habían concentrado en el famoso cuadrilátero, ubicado entre el río Paraguay con Humaitá, Curupayty y Curuzú, al Oeste y Tuyucué y Yatayty-Corá hacia el Este. Al iniciarse el mes agosto, la escuadra brasileña forzó el paso de Curupayty y paulatinamente los aliados fueron encerrando a Humaitá y al grueso del ejército paraguayo.

         El 13 de enero de 1868, el general argentino Bartolomé Mitre tuvo que retirarse del campo de batalla dejando el mando bajo las órdenes del Duque de Caxías, jefe del ejército brasileño. Éste ordenó a la escuadra imperial romper el cerco de Humaitá y así lo hizo el 13 de febrero. Entretanto, el representante de los Estados Unidos, Charles Washburn, había intentado sin éxito arbitrar en el conflicto. Por su parte, Inglaterra también ofreció su mediación, la cual fue aceptada por López, Mitre y Caxías, además por los pueblos de Argentina y el Brasil, pero el Emperador Pedro II rechazó la propuesta y de esta forma se perdió otra oportunidad de finalizar la sangrienta guerra.

         Solano López comunicó de todos estos hechos al vicepresidente Sánchez y ordenó inmediatamente la evacuación de Asunción. Los acorazados de la escuadra brasileña prosiguieron su marcha remontando el río Paraguay hasta la capital y bombardearon la ciudad por espacio de dos horas. Luego dieron la vuelta y enfilaron río abajo. La población civil creyó que el Presidente había sido derrotado y empezaron a celebrar algunas reuniones políticas. Enterado Solano López de estos encuentros, tomó serias medidas contra los asistentes, que culminarían posteriormente en los tribunales de San Fernando.

         Ese mismo día del bombardeo a la ribera asuncena, la administración política del Estado se trasladó a Luque, ciudad que se convirtió en la segunda capital de la República. La forzada transferencia poblacional de un sitio a otro no solo se redujo a la capital, sino a todo el territorio nacional, ya que la mayoría emprendió el ineludible éxodo hacia un destino incierto: los varones como integrantes del ejército y las mujeres con sus niños, acompañando a sus padres, esposos y hermanos soldados, convirtiéndose en "residentas", por residir de manera esporádica donde se establecía el ejército combatiente desde que la guerra empezó a desarrollarse en territorio paraguayo.

         En tanto, con la orden de evacuar Asunción de todos los habitantes, integrados en su mayoría por mujeres, niños de todas las edades y ancianos, recién la población asuncena empezó a sufrir los rigores de la contienda. De acuerdo al relato descrito por Héctor Francisco Decoud, las actividades de los preparativos para salir de la capital duraron toda la noche, disponiendo de los enseres más necesarios para la marcha que se inició el día 23 de febrero. Antes de abandonar la ciudad, varias señoras, apremiadas por la tensa situación, decidieron depositar sus bienes en las legaciones diplomáticas de Francia, Estados Unidos e Italia, con la ilusión de recuperarlos a su regreso o al final de la contienda. Otras, sin embargo, entre ellas mujeres de la elite, que aún conservaban varias de sus joyas más costosas, que no donaron por la causa patriótica, las kyguá verás y muchísimas mujeres del pueblo, desconfiadas de los representantes extranjeros, prefirieron enterrar sus reliquias y alhajas, mientas que las demás llevaron consigo sus mejores y más valiosos objetos.

         Las caravanas emprendieron la marcha por dos caminos: el uno por la Recoleta y el otro por la vía del tren. Gran parte de las mujeres de la elite y de las extranjeras, en compañía de la gente de servicio, tomó la primera ruta y debió pernoctar a la orilla del Campo Grande, sitio en donde les sorprendió la noche. Las señoras pudientes no habituadas a estos trajines -entre ellas, las Barrios Bedoya y Panchita Garmendia- no caminaron más de una legua en esa primera jornada.

         Antes del amanecer del día 24, se aprestaron nuevamente a marchar hacia el obligado destino, no sin antes cruzar varias lagunas y el arroyo Itay. Recién al final de la tarde, lograron arribar a Luque, pero la desesperación general al no encontrar albergue para esa noche, cundió en todos los recién llegados, pues la mayoría de las casas ya estaban ocupadas por las "familias agraciadas", es decir por aquellas colaboradoras con el Gobierno. En consecuencia, debieron ocupar los corredores de la Iglesia y de las casas; las menos favorecidas, se instalaron en la plaza del mercado, completamente a la intemperie. Las personas que habían realizado el viaje por la vía férrea, llegaron más temprano y ocuparon las casas de los alrededores.

         En este primer refugio, las señoras de la sociedad asuncena, acostumbradas al nuevo nivel de vida impuesto por Elisa Lynch y por las extranjeras que arribaron al país en el período de la preguerra -así como las matronas de las localidades más cercanas-, debieron adaptarse a las necesidades más perentorias del momento. Una vez ya ubicadas en los precarios hospedajes, se dedicaron a la procura de alimentos, circunstancia ingrata que se constituyó en un verdadero problema para todos los evacuados de Asunción. Sin embargo, otra ordenanza gubernamental que prescribía el establecimiento en los pueblos cercanos -como Altos, Limpio, San Lorenzo, Capiatá, Itauguá- o fijar sus residencias en los campos propicios para el cultivo, trajo cierto alivio para las residentas.

         Las mencionadas resoluciones contenían un doble cometido, por una parte proceder a la distribución equilibrada de la población a las diferentes localidades con el propósito de conducir hacia aquellas regiones que necesitaban mano de obra para la agricultura, actividad que desde el primer año de la contienda, se hallaba estrictamente reglamentada y organizada exclusivamente por las mujeres, debido a la escasez de varones. Por otra parte, el Mariscal implementó la política de "tierra arrasada", que implicaba dispersar el ganado y quemar los cultivos con el fin de evitar que los aliados, se alimentasen de los campos paraguayos. Sin embargo, después de la batalla de Piribebuy, cuando el ejército inició su éxodo hacia el norte del país, las residentas y un resto de la población civil, se vieron en la necesidad de cumplir con apremiantes medidas como el abandono de sus moradas originarias o de aquellas poblaciones a donde en un inicio, le fueran asignadas. Estas mujeres, unidas a la caravana de Solano López, soportaron la marcha forzada y conocieron a la par del último reducto, hambre y privaciones en la etapa final de la guerra.

         Sin embargo, otras mujeres no corrieron el azar de las primeras. Estas fueron las "destinadas", cuyos esposos o familiares eran opositores al Gobierno o fueron inculpados de conspirar contra Solano López, entre las cuales se encontraban las damas de la alta sociedad, las que fueron confinadas a remotas poblaciones "por traidoras", donde soportaron dolorosos sufrimientos, pereciendo un gran número de ellas en los campos de Yhú, Curuguaty, Igatimí y Espadín. De este último sitio las sobrevivientes fueron liberadas por las tropas brasileñas, el 25 de diciembre de 1869.

 

 

         LAS CONSPIRACIONES

         Desde la ascensión de Solano López a la Presidencia, se inició un movimiento de oposición a su Gobierno. A ese efecto, ordenó la prisión de aquellas personas que se resistieron a su nombramiento. Entre ellas, estuvo su antiguo preceptor y Rector del Seminario, el padre Fidel Maíz9, todos acusados de promover "una revolución social" en su contra. A su propio hermano Ángel Benigno, lo confinó a una de sus estancias por difundir ideas liberales. Es de anotar la característica especial que revistieron estos arrestos, la cual consistía en que los mismos no se limitaban a la persona inculpada, sino también a los demás familiares del presunto conspirador, sin respetar sexo ni edad. Para Solano López todos se hallaban implicados. Posteriormente, estas represiones se extendieron a las filas del Ejército, entre los campesinos del interior y a gran parte de los extranjeros, juntamente con sus familias, llegados al país antes de la guerra.

         Después de la caída de Humaitá, Solano López ya no tuvo dudas de que se había gestado una conspiración en su contra. En cuanto se volvió a reanudar la comunicación -que había sido interrumpida por el paso de la escuadra brasileña-, mandó llamar urgente a su hermano Benigno, para indagarlo acerca las reuniones políticas celebradas en la capital, antes de su evacuación. El encuentro se realizó en Ceibo, un punto del Chaco donde se hallaba el Mariscal de paso a la antigua estancia del Estado llamada San Fernando. Convencido de que sus enemigos buscaban el aniquilamiento del Paraguay y de su persona, decidió seguir la lucha hasta el fin. El pueblo paraguayo en armas, fiel a su autoridad y fervoroso de patriotismo lo seguía, sufriendo las penurias de la guerra, las que iban en aumento con el transcurso de los días. Sin embargo, Solano López no creyó encontrar ese mismo patriotismo en el sector que atendía los servicios gubernamentales. Después de la entrevista con su hermano y de recibir ciertos informes que complicaban a sus asistentes más cercanos en la conjuración, accionó tenazmente contra ellos.

         Las acusaciones involucraron a sus hermanos, Benigno, Venancio, Rafaela, Inocencia y hasta a su propia madre, la anciana doña Juana Pabla Carrillo y otros miembros de la sociedad. Todos fueron arrestados.

         La situación empeoró cuando fueron interceptados documentos destinados al cuartel general de Caxías, conteniendo datos de los planes paraguayos, los cuales parecían haber emanado del propio Benigno López. Ante los tribunales especiales celebrados en San Fernando donde el padre Maíz ofició de fiscal, los presos "confesaron los proyectos de una gran conspiración" contra el Presidente. Según esas declaraciones, el genio del complot sería el ministro norteamericano, Charles Washburn, quien -de acuerdo a las declaraciones de los conjurados-, estaba convencido que la guerra no cesaría mientras Solano López continuase en el poder y se alió a Benigno López, fuertemente inclinado hacia la paz. En consecuencia, esbozó un plan revolucionario e incluso un proyecto de Constitución. Los inculpados y sus familiares, los hermanos de Solano López, sus cuñados, el general Vicente Barrios y Saturnino Bedoya y la más alta y respetable figura del gobierno, José Berges fueron encadenados y sometidos a tormentos.

         Entre los meses de junio y diciembre de 1868, fueron ajusticiadas centenares de personas, entre ellas, Ángel Benigno López, el general Vicente Barrios Bedoya, Saturnino Bedoya, el obispo Manuel Antonio Palacios, el ministro José Berges, el coronel Paulino Alen, el deán José María Leite Pereira y los ciudadanos Eugenio Bogado, Juan Bautista Zalduondo, Dolores y Josefina Recalde, Mercedes Egusquiza de Mongelós, María de Jesús Egusquiza, Juliana Insfrán de Martínez, esta última, esposa del coronel Francisco Martínez, el defensor de Humaitá. Se salvaron de morir en estas circunstancias, Benigno, Rafaela e Inocencia López y también la madre del Presidente.     El ministro norteamericano Washburn persistió en negar tal complot y dejó el país en setiembre de ese año sin que se pudiera, jamás comprobar la realidad de los hechos.

         No había pasado mucho tiempo de la estadía en Luque, cuando el vicepresidente Sánchez recibió la orden de abandonar la ciudad con los empleados civiles y transportar los documentos el Archivo Nacional, los ornamentos de las iglesias y dirigirse hacia las cordilleras, llevando consigo a las residentas, varias de ellas, parientas de los involucrados en la conspiración y a quienes se las empezó a llamar "traidoras". A ese efecto, se dispuso la marcha forzosa a los pueblos de la región cordillerana, destinados especialmente para el segundo grupo de mujeres entre las que se hallaban algunas de las hermanas Barrios, la cuñada Bernarda García Peña y también Pancha Garmendia, consideradas como las "traidoras de la patria" por la participación en el complot del general Barrios. No existen referencias que hayan partido de Luque doña Manuela Bedoya como también sus hijas Ramona, María Escolástica Barrios de Gill, María de los Ángeles Barrios de Uriarte y Juana Barrios de Urdapilleta. En cambio la lista incluyó a Margarita Barrios de Valdovinos, a su hija Encarnación, a Emerenciana y Carolina Gill, hijas de Escolástica, y a las hermanas Urdapilleta Barrios. Probablemente murieron antes de partir o por desidia de los escribientes y vigilantes fueron omitidas en la nómina de traidoras.

         Para muchas señoras asuncenas esta nueva expedición resultó bastante dolorosa por las dificultades que tenían para trasportar a sus enfermos y sus pocos enseres por las sinuosas sendas cordilleranas. Se iniciaba así una verdadera "vía crucis de la sociedad paraguaya".

         En el difícil trayecto perecieron algunas ancianas y enfermos, especialmente cuando debieron atravesar el lago de Ypacaraí, y como si fuera poco, los oficiales custodios solo les habían proporcionado yerba y almidón. Con estos elementos, tanto residentas como traidoras tuvieron que agenciarse para comer ellas y alimentar a los suyos.

         En tanto, Solano López dejó San Fernando y se estableció en Lomas Valentinas o Itá Ybaté, una alta colina de donde se divisaba una gran extensión de tierras. El avance brasileño proseguía bajo las órdenes de Caxías, también siguió la misma trayectoria que el ejército paraguayo. A través de la selva y en 23 días, el comandante enemigo construyó una carretera que iba a salir detrás de las posiciones paraguayas.

         Solano López se hallaba acampando en Azcurra cuando fueron llegando a la zona las caravanas de mujeres, a quienes se las ubicaron en precarios ranchos y se les conminó a que cultivasen o de lo contrario no comerían. Mientras el Gobierno se instalaba en Piribebuy, ciudad convertida en la tercera capital, donde funcionó la administración pública dirigida por el vicepresidente Francisco Sánchez.

         Como las traidoras llegaron a los pueblos cordilleranos primero que las residentas, y ya se encontraban prácticamente asentadas en Tobatí, Altos, Barrero, Caacupé y en los alrededores de Piribebuy, tuvieron que ceder sus viviendas a las demás familias recién arribadas. A ese efecto, se decretó la salida inmediata de la zona de todas las traidoras con sus niños y se las destinó a Yhú; de ahí el nombre de destinadas con que fueron conocidas estas infortunadas mujeres. La orden de partida fue cumplida en la madrugada del 15 de enero de 1869. Cada grupo iba acompañado de un sargento y de cinco muchachos aún adolescentes, armados con pequeñas lanzas. Si alguien intentaba salirse de la caravana, era picada con la punta de sus astas.

         Vale mencionar que por ese tiempo, luego del desastre de Abay y de las cuantiosas pérdidas humanas en Lomas Valentinas, el Duque de Caxías pensó que la guerra llegaba a su fin con las victorias de las fuerzas aliadas, y en vez de perseguir al reducido ejército paraguayo, prosiguió hasta Asunción, que se hallaba desguarnecida. Los brasileños entraron a la ciudad el 5 de enero de 1869. La capital paraguaya fue sometida al más cruento saqueo por parte de las tropas imperiales. Ni las legaciones extranjeras, ni las casas particulares, ni iglesias ni los sepulcros fueron respetados, la tarea destructora prosiguió por varios días. La ciudad vacía estuvo a merced de los invasores. Muebles, artículos de valor, documentos y otros objetos fueron transportados sistemáticamente a los barcos, conduciendo tan valioso botín a Buenos Aires y a Río de Janeiro.

         Mientras tanto, entre el 18 de enero hasta el 31 de mayo de ese año, los contingentes de familias fueron llegando paulatinamente a Yhú. En total se contabilizaron más de dos mil personas, entre mujeres adultas, ancianos enfermos y niños. Uno de los primeros grupos en ubicarse fue el de las Barrios con Pancha Garmendia. A medida que iban llegando, un juez de paz anotaba sus nombres en un cuaderno y luego les daba las instrucciones que minuciosamente debían seguir. No podían salir del pueblo bajo ningún pretexto, so pena de ser lanceadas; cada familia debía construirse un rancho para su vivienda; sembrar porotos, zapallos, maíz, mandioca, etc.

         La vida en este nuevo destino no fue fácil. Si bien al principio encontraron un poco de carne, mandioca y porotos, alimentos que podían comprar; es decir, cambiar por sus apreciados efectos que traían consigo y que paulatinamente fueron despojándose de ellos para poder subsistir. Tal mercadeo se realizaba en el pueblo de San Joaquín, cercano a Yhú, de donde iban y venían con un pase del juez y acompañadas de algunos soldados. También, a veces los indígenas les proveían de carne silvestre a cambio de sus enseres. La obligación de sembrar había quedado en el olvido razón por la que las mujeres y los niños procuraban otros medios de subsistencia. A mediados de 1869 a Pancha, a sus tías y a otras mujeres ya no les quedaba nada que vender o intercambiar y debieron recurrir a los frutos silvestres de los bosques aledaños. Entre ellos, el más abundante era la naranja agria que una vez madura, la fruta era cortada transversalmente y se colocaba sobre la ceniza caliente para ablandarla y comerla luego con un palito. Esta preparación se constituyó en un poderoso alimento para mitigar el hambre y fue conocido entre las destinadas como la "chochoca". Otros frutos que también sirvieron de fuente nutritiva, fueron los coco. Del corazón de su tallo extraían una harina que unida con agua y cocinada tenía un gusto semidulce, sustancia que le dieron el nombre de "calostro", que se convirtió en una delicia para los niños. Esta fue la vivencia de las traidoras y destinadas con sus familias en Yhú.

         Simultáneamente a estos hechos, las fuerzas aliadas que se hallaban en Asunción, habían proyectado atacar Piribebuy y terminar definitivamente con la guerra. Para ese objetivo, cinco columnas compuestas de 25.000 hombres al mando del Conde D'eu y de otros altos oficiales del ejército brasileño entraron al mismo tiempo al pueblo de Piribebuy, defendido por unos pocos individuos. A la negativa de una capitulación la población se entregó a una batalla cuerpo a cuerpo. Las mujeres también pelearon en las trincheras armadas de sables y piedras se enfrentaron al enemigo. El 12 de agosto, luego de cinco horas de intenso combate, el sitió cayó y Solano López logró retirarse con los pocos sobrevivientes hacia el norte del país.

         Entretanto, en Asunción varios ciudadanos paraguayos que habían llegado por ese tiempo al país e influenciados por los representantes de las fuerzas aliadas, entre los que se citan al canciller brasileño, José María Da Silva Paranhos y al representante argentino, José Roque Pérez, intercambiaban sugerencias y opiniones acerca de establecer un Gobierno provisorio que asumiese la representación del Estado paraguayo. Se convocaron a diversas reuniones, cuyos resultados se dieron con la integración de un Triunvirato. Fueron nominados para representar al nuevo Gobierno del Paraguay: Carlos Loizaga, Cirilo Antonio Rivarola y José Díaz de Bedoya. Una de las primeras medidas de la nueva dirigencia consistió en declarar a Francisco Solano López "fuera de la ley y para siempre arrojado del suelo paraguayo, como asesino de su patria y enemigo del género humano". Conocedor de estas noticias, el Mariscal se dirigió a la localidad de San Isidro de Curuguaty, elegida como la cuarta capital de país. Al llegar el maltrecho ejército, la administración civil al mando del vicepresidente Sánchez ya se encontraba instalada y fue allí también donde las destinadas y las traidoras, debían ir.

         Luego de unos meses de permanencia en Yhú, las mujeres con sus respectivas familias recibieron la orden de salir inmediatamente de ese lugar y dirigirse hacia la mencionada villa de Curuguaty. La caravana, integrada en su mayoría por mujeres, niños y ancianos casi todos enfermos, alcanzaban unas 2.500 personas, con la inclusión de los pobladores de Yhú y de San Joaquín; se puso en marcha a mediados de setiembre. La jornada se inició el día 16, a la medianoche, situación que desconcertó a los viajeros, quienes debieron buscar a los suyos y recoger sus escasos bártulos en medio de la intensa oscuridad. Custodiados pon los lanceros que no permitían el desbande de las mujeres, caminaron toda la noche hasta el amanecer.

         A la mañana siguiente y pleno sol, sin descanso y fatigadas como estaban, solo alcanzaron transitar media legua. A este paso lento y en medio de insultos groseros, golpes y picas de lanzas, llegaron a la nueva capital tras dos semanas de arduo camino en cuyo recorrido se perdieron unas treinta vidas, entre desaparecidos, lanceados y muertos por inanición. Una vez instalados en Curuguaty, los oficiales encargados de las traidoras efectuaron una lista de las mismas y les informaron acerca de las tareas que éstas debían realizar.

         La penosa y angustiada condición en que llegaron estas infelices mujeres después de tan lamentable viaje entre montes y arroyos, lluvias y agobiantes calores, les obligó a escribir un petitorio al Mariscal Presidente, haciendo loas su Gobierno, a su coraje de conductor de las fuerzas nacionales "e impetrándole perdón, terminando con mil adulaciones y bajezas de este género impuestas por su desesperante situación". Suscribieron la citada petición centenares de mujeres y tan contento se mostró el comandante que ese noche, les permitió comer carne con porotos, acto seguido, agotadas como estaban se tendieron a dormir sobre la tierra en el campo abierto. No trascurrieron ni tres horas del descanso cuando fueron obligadas a latigazos a levantarse y marchar de nuevo hacia el Norte, con dirección a la villa de Igatimí.

         Simultáneamente a estos sucesos, se había descubierto una nueva conspiración para envenenar al Mariscal, dirigida supuestamente por el gobierno provisorio de Asunción y aunque la misma no haya sido totalmente probada, Solano López se enteró que su madre, doña Juana Pabla, sus hermanos Venancio, Rafaela e Inocencia, ambas ya viudas, intentaban asesinarlo con dulces envenenados que le enviarían con motivo del aniversario de su ascensión al Gobierno. La trama también involucró al coronel Hilario Marcó y a los demás oficiales pertenecientes a la escolla presidencial, pensando que una vez muerto el Mariscal terminaría la guerra y estos negociarían con los aliados vencedores el mando del Gobierno.

         En consecuencia, se procedió a efectuar un sumario a los implicados y para ese cometido se eligieron a dos eclesiásticos, que fueron asistidos por el general Isidoro Resquín y el coronel Silvestre Aveiro. El vicepresidente Sánchez actuó en carácter de juez. A principios de octubre de 1869, se iniciaron los procesos, mucho más rigurosos que los anteriores, cuyos veredictos no revestían apelaciones.

 

         EL FINAL DEL HOLOCAUSTO

         El camino hacia Igatimí fue también, como los demás trayectos bastante penoso. La partida inició a las diez de la noche del 2 de octubre, produjo una vez más zozobra en la multitud que exhausta como estaba tuvo que emprender nuevamente la jornada. Adelante iban las vecinas de San Joaquín y de Curuguaty, llamadas "chiñuelas " por ser conocedoras del camino, por lo tanto, fungían de guías. Pero en medio de la impenetrable oscuridad, la marcha de las traidoras y destinadas fue más lenta debido a que debían cuidar de sus niños y enfermos, además muchas de ellas estaban heridas a causa de los azotes y las picas de lanza que recibían constantemente.

         La versión narrada por Héctor Francisco Decoud con relación a esta jornada es muy significativa para entender la aflicción de estas mujeres:

         "La soldadesca, ávida de actos de crueldad, se introdujo de dos y tres en los grupos de las infelices y, a semejanza del procedimiento acostumbrado en los cortes de ganado vacuno, comenzaron a castigar con sus ysypó (juncos) a los escuálidos seres humanos que al último tuvieron que moverse y seguir a las chiñuelas."

         A causa de los constantes castigos físicos y del agotamiento, muchas mujeres fallecieron en el trayecto. Después de dos días, llegaron hasta la orilla del río Jejuí-guazú, cuyas aguas estaban desbordadas por la creciente. El paso en balsa fue bastante lento para trasportar a toda la multitud y a pesar del apremio con que se realizó el cruce, por temor de toparse con las fuerzas brasileras que también venían remontando el río, después de tres días recién pudieron pasar todos a la otra orilla. Una vez en tierra, seca, las mujeres debieron enterrar a unas 17 personas que murieron en la travesía. Tras seis días de peregrinaje, la agotada muchedumbre fue llegando como pudo al campamento de Igatimí, en donde se procedió al contaje e instrucciones de estilo. En toda la marcha emprendida desde Yhú hasta la citada capilla, murieron más de 300 personas.

         El padre Fidel Maíz, quien se encontraba en ese lugar, relató en una carta escrita posteriormente, la manera como se encontraba Pancha Garmendia tras el fatigoso viaje:

         "Era una tarde serena, el sol iba hundiéndose en el ocaso cuando la bella Garmendia entró en aquel campamento. Venía a pie, en un cuadro de soldados armados, tapada con un pedazo de bayeta rosada; descalza, con un ligero y gastado vestido que apenas bastaba a cubrir el cuerpo; visiblemente extenuada, marchita del todo, pero mismo así con sus perfiles de peregrino y encantadora hermosura; su color todavía de carmín, transparentándose por entre su cutis fino y de blancura alabastrina.

         Dio la coincidencia de encontrarse López fuera de la casa que habitaba y sobre el camino que traía la Pancha, para allí afrontarse con ella. Otra coincidencia también, la de hallarme yo en ese momento con López para haber presenciado aquel encuentro de tan profundas impresiones para mí, pero que al parecer, en nada conmovió ni inmutó a aquel hombre de carácter tan adusto y frío, marmolizado estoicamente.

         La Pancha no pudo ocultar su sorpresa que le causó la presencia de improviso de López, pues se detuvo, casi retrocediendo, al verlo. La paloma sin hiel, no sentiría palpitar con más ansias su inocente corazón al encontrarse pendiente de las garras del rapaz halcón, como la Pancha, pudorosa virgen, al verse bajo la inmediata acción de aquel hombre, dueño allí de su vida, y lo que es más, de su honor y su fama.

         López avanzó un paso hacia la estática Pancha, le tendió la mano y con muestras de afabilidad, la invitó a pasar a la casa de su habitación. Yo me retiré a mi rancho, pero después que vi también a la Lynch que salía a recibir a la Pancha con muestras igualmente de alegría, la obsequió con una cena y pocos momentos después la Pancha fue de allí conducida a la mayoría del cuartel general, en calidad de presa e incomunicable."

         Otro relato similar a este encuentro y con relación a la llegada de Pancha a la villa de Igatimí juntamente con sus tías y las demás mujeres, también doña Teresa Lamas de Rodríguez Alcalá describió un diálogo con Solano López y muy significativo al respecto en esta última etapa de la vida de Pancha Garmendia:

         "En la trágica retirada de López hacia los confines de la patria, Pancha Garmendia fue obligada a seguirlo. Una de sus tías la acompañaba. El Mariscal solía mostrarse solícito con ella, a pesar de la inquebrantable y desdeñosa firmeza con que la niña resistía a sus apasionados asedios. Una noche la sentó a su mesa. El hambre que ahuyentara de su cuerpo las rosadas carnes que dieran lozanía a su hermosura, hízole aceptar el convite, pues en aquella dantesca marcha a través de desiertos y envuelta en las sombras del desastre, sólo en la mesa de Solano López se comía. Sirviéronse manjares delicados. De una conserva de perdiz comió Pancha con ansia devoradora que revelaba su hambre. El Mariscal la miraba con ojos de pasión; la Lynch, a quién mortificaba la presencia de la niña, no le sacaba de encima la fría mirada de odio de sus hermosas pupilas celestes que parecían dos aceros.

         De pronto Panchita cesó de comer.

         ¿No comes más, Pancha? ¿Es que no te gusta?

         Sí, me gusta mucho señor, pero deseo pedirle un favor...

         ¿Qué quieres?

         Mi tía, mi pobre tía... Hace mucho que no come... ¿Me deja llevarle este resto de perdiz?

         Lo dijo vacilando, con los ojos llenos de lágrimas, sin alzar los párpados, temblándole la voz.

         Un arranque de generosidad conmovió a López: tomó la lata que contenía la conserva y se la ofreció a Pancha, sin darse por advertido del disgusto que su galante obsequiosidad producía a la Lynch y que ésta no puso el menor cuidado en disimular."

         Uno de los presentes en esta cena fue el general Bernardino Caballero, quien declaró lo sucedido en aquella oportunidad a otros oficiales sobrevivientes de la guerra. Sin embargo, años más tarde cuando un periodista le preguntó sobre las detalles de la escena, él manifestó no recordar nada.

         No obstante, la invitación que hiciera Solano López a Pancha de sentarla a su mesa tendría otro interés. Al parecer, el Mariscal estaba interesado en los pormenores del complot que se había gestado en su contra con la intervención de su madre y de sus hermanos en directa complicidad del coronel Hilario Marcó y su esposa doña Bernarda Barrios, quienes pretendían asesinarlo con dulces envenenados que le obsequiarían en el aniversario de su ascensión al Gobierno.

         Como era muy común en Solano López el compartir la comida, y otros manjares que eventualmente recibía, con los principales oficiales de su entorno presidencial, también ellos morirían; entonces Marcó completaría la obra con el levantamiento de las tropas y la liberación de los presos políticos y, de esta manera, la guerra llegaría a su fin. Si no se lograba concretar el proyecto, los conspiradores tenían preparada una embarcación en el río Curuguaty para salvarse ellos con sus familias, inclusive también huiría con ellos Pancha Garmendia que vivía con la señora de Marcó y sus hermanas.

         El Mariscal se enteró de la trama al pasar por San Estanislao y deseaba estar seguro si quiénes deseaban su muerte y de todos los implicados en la conjura. El coronel Silvestre Aveiro en sus memorias, brinda detalles sobre el tema y comenta que Solano López mandó apresar al citado Marcó porque sin permiso alguno liberó a su hermano Venancio López, quien se hallaba encarcelado por el delito conspiratorio anterior.

         Una vez en la villa de Igatimí, en donde también se encontraban doña Juana Pabla Carrillo y sus hijas Inocencia y Rafaela; el Mariscal, por indicación de los fiscales, mandó buscar a Pancha Garmendia y estando éste frente al cuartel general, llegó ella custodiada por cuatro soldados. Estaban presentes además, el vicepresidente Sánchez, el ministro Caminos, el coronel Centurión, el general Resquín, el coronel Aveiro y otros varios oficiales. Solano López recibió a la joven con mucha cortesía y después de los cumplimientos, le dijo lo siguiente:

         "Me he permitido interrumpir su marcha para hablarle sobre un asunto que es de mucho interés para Vd. Pidiéndole enseguida que le hablara la verdad. A lo que contestó ella que era una mujer incapaz de mentir.

         Así lo espero por la importancia de lo que le voy a decir. Me han informado los fiscales de la causa que se está siguiendo a varias personas que de las averiguaciones también resulta Vd. complicada por el conocimiento que tuvo de los hechos y por el silencio en que se ha mantenido.

         Agregó que él no le iba a exigir que le refiriera nada de lo que hubiese podido saber y silenciar; pero que le pedía que en caso de ser llamada por los fiscales y examinada sobre los hechos, hablara con franqueza la verdad, refiriendo todo conocimiento que hubiese tenido en una trama contra su vida. Que si se portaba de esa manera, él le daba la palabra de Jefe Supremo de la República de que sería puesta en inmediata libertad de la reclusión en que iba a encontrarse hasta el día de su declaración.

         Esto le repitió cada vez más con mayor interés diciéndole que si antes no se le había molestado era mediante que él la escudaba, pues que en la causa de San Fernando también ya había aparecido su nombre, pero que por las relaciones de estimación que habían mediado anteriormente entre él y ella, siempre había borrado su nombre, cuantas veces aparecía, concluyendo por encarecerle aquel pedido, porque si se portaba de un modo contrario, acogiéndose a la negativa de cosas en que tuviese conocimiento, con la primer palabra negativa, le maniataría (hizo la señal de manos cruzadas y atadas en las muñecas) y no podría firmar su libertad. Ella protestó de que siempre hablaría la verdad, con cierto tono de coquetería, y entonces López le dijo: que él le hablaba con seriedad porque su situación era grave y que si le ayudaba del modo recomendado, haría todo lo que pudiese en su beneficio."

         Acto seguido, Solano López la invitó a pasar a sus habitaciones y aceptando ella fue recibida por Elisa Lynch, con quien conversó por espacio de unos minutos hasta el momento de cenar. Acabada la comida fue acompañada por el coronel Centurión hasta el rancho donde estaban las demás mujeres de su familia. Antes de retirarse, le fueron reiteradas las recomendaciones que el Mariscal le había notificado, en presencia de los demás oficiales.

         El campamento de las destinadas y traidoras se hallaba a cargo del comandante Tomás Urbieta y del cura Eliseo Cantero, quienes aleccionaron a las recién llegadas a que "debían trabajar la tierra para ganarse el sustento y la que se negase hacerlo personalmente, era porque quería morir y por consiguiente sería lanceada". Posterior a este recibimiento fueron conducidas hasta el arroyo Itanará para enseñarles el rozado y hacerlas trabajar, conforme a las instrucciones recibidas. Una vez establecidas en Igatimí, de nuevo debieron construir sus ranchos como ya lo habían hecho en Yhú. Así, sin herramientas ni elementos de labranza, edificaron sus viviendas y cultivaron la tierra. A más de los arduos trabajos que debían efectuar, estas mujeres sufrían constantemente una serie de vejaciones tanto en palabras como en azotes y en ese transcurrir, se había incriminado a todos los familiares de los procesados de San Estanislao.

         Desde el día posterior a la cena con Solano López y Elisa Lynch y los demás oficiales, Pancha Garmendia fue llamada a declarar ante los fiscales. Estos se hallaban prevenidos: "si la mujer respondiese negativamente a la primera pregunta que se le hiciera, no lo escribieran hasta que así lo dispusiese el Mariscal". En efecto, ella negó "tener conocimiento de los planes de Marcó y de Venancio". De inmediato, los fiscales informaron a Solano López sobre dicha negativa y en consecuencia, éste envió primero al vicepresidente Sánchez y después a Caminos para que le recordara la recomendación que se le había hecho la noche antes, pero Pancha se mantuvo firme en no asentir su vinculación a los hechos. Varias horas de interrogatorios, siendo ya muy tarde, se dispuso su retiro sin escribir su negativa.

         Al día siguiente se continuó con la misma diligencia, pero Pancha siempre negaba su participación o conocer los detalles de dicha conjura. Igualmente, las hermanas Barrios fueron convocadas en reiteradas oportunidades por el comandante Urbieta y el cura Cantero para que declarasen ante los fiscales. Una y otra vez estas pobres mujeres eran requeridas por las autoridades, sin que las acusadas dieran los informes que dichos mandos locales pretendían saber sobre el tema.

         Extenuadas por las constantes requisitorias y ya muy débiles a causa de la escasa alimentación y por los constantes vejámenes a que eran sometidas, Pancha, sus tías Barrios y sus primas Gill, Valdovinos y Urdapilleta, pasaban sus días entre el trabajo en el campo y las asiduas interpelaciones. Así llegó el mes de diciembre de 1869, y los apremios físicos y las interrogaciones contra las traidoras continuaban invariablemente. Siguiendo con las memorias del coronel Silvestre Aveiro, el Mariscal volvió a enviar al ministro Caminos para comunicar a la Garmendia que "estaba cansado de haber hecho por ella lo bastante y que la abandonaba para seguir su suerte".

         En tanto, los fiscales llamaron a un careo entre la señora Bernarda de Marcó y Pancha. Aquella, tal vez agobiada también, por tantos interrogatorios, declaró que ésta conocía minuciosamente los detalles y estaba al corriente de los pasos que se irían a perpetrar contra el Mariscal, citando lugar y personas implicadas, por consiguiente era inútil que Pancha siguiera negando todo conocimiento sobre el hecho. "Lloró un rato la Garmendia y en seguida dijo: todo es cierto, agregando a los fiscales que recién conocía de que había estado en un error". Probablemente cansada ya de tanta requisitoria y muy debilitada por los maltratos físicos, decidió confesar lo que de suponer, no tenía conocimiento.

         Estas declaraciones originaron gran consternación en el campamento de las mujeres. El coronel Juan Crisóstomo Centurión, comenta en sus memorias que muy temprano del día 11 de diciembre de 1869, se dispuso la marcha del ejército hacia el Norte y todo el campamento con gran diligencia se puso en movimiento. Antes de partir, su segundo el comandante Antonio Barrios10 se presentó ante él y le preguntó si qué pasaría con el piquete de soldados que custodiaba a las prisioneras. Antes de responder con alguna orden resolutiva, Centurión averiguó con el coronel Aveiro sí cuáles eran las decisiones tomadas al respecto, a fin de retirar la guardia; éste le aconsejó que consultase con el Mariscal. De inmediato, se dirigió hasta su casa y lo encontró de pie en el corredor y le manifestó el propósito de su presencia. Acto seguido, Solano López tomó un pedazo de papel y escribió los nombres de Pancha Garmendia y de Consolación, Prudencia, Josefa (Chepita), Rosario, Oliva y de Pancha Barrios, a más del de Bernarda Barrios de Marcó, ordenando su ajusticiamiento. Esa misma mañana, Pancha y sus tías fueron sacadas a empellones de sus ranchos y obligadas a marchar hasta el Arroyo Guazú. Decoud comenta el episodio de la siguiente manera:

         "Pancha Garmendia convertida en un ecce homo, a causa de las heridas ulceradas que presentaba su cuerpo desde la región cervical hasta las nalgas, por los azotes, que a corto intervalo, recibía de día y de noche, durante su prisión, envuelta únicamente con una sábana de lienzo criollo, toda sucia y manchada de la sangre vertida por su lanceamiento, con la cabellera suelta y desgreñada apenas podía andar de pies y manos. A sus verdugos no le dio gran trabajo para ultimarla, pues apenas la tocaron con las puntas de sus lanzas, cayó completamente inerte".

         Este testimonio fue corroborado por el por el propio comandante Antonio Barrios, después de la guerra y confirmado a su vez por el capitán de fragata Romualdo Núñez. A su vez el coronel Centurión también comentó sobre el lamentable suceso, manifestando que la orden emanada de Solano López le había causado un gran dolor y una profunda pena; "pero por dura que fuese, el caso no tenía remedio". Expresó además, que el papelito con los nombres de las víctimas después de haberse llevado a cabo la ejecución, lo guardó en su caja, la que fue saqueada junto con otros legajos de importancia por los aliados después de la muerte del Mariscal. Otra evidencia con relación a la muerte de la Garmendia fue el de doña Concepción Domecq de Decoud11, liberada por los brasileros a fines de diciembre de 1868, de los campos de Espadín, juntamente con otras destinadas y traidoras. Ya en Asunción, la citada señora declaró ante los jueces que una mañana a las nueve de la mañana vio a Pancha en medio de los soldados.

         "Ella pasó cerca y le gritó: Adiós María Concepción, no la veré más.

         Como no, hijita le dije, siendo tan joven.

         No señora, porque me manda llamar López.

         La heroína iba altiva y serena envuelta en una manta de bayeta colorada con hebilla blanca, descalza y casi desnuda."

         Después de ser ajusticiada por sus lanceros las hermanas Barrios y Pancha Garmendia, todo el campamento de la villa de Igatimí cercano al arroyo Guazú, emprendieron la retirada hacia los campos de Espadín. Las mujeres sobrevivientes que iniciaron la marcha fueron rezando el rosario y lamentado tan injustas ejecuciones. Doña Teresa Lamas de Rodríguez Alcalá en su ya conocida narración, expresó el desconcierto de Solano López al enterarse de la muerte de Pancha:

         "López tomaba mate en su campamento. Paseábase con paso agitado, pensando en la triste suerte de sus armas, en la hora definitiva que le aguardaba, en su poderío perdido para siempre y del cual solo le restaba, como recia empuñadura de una espada rota, la voluntad inquebrantable que todavía le hacía temible en aquel su tránsito doloroso por selvas y montañas, errante como una sombra apocalíptica, seguido de su fantástico séquito de fieles e indomables soldados hambrientos y semidesnudos. Atrás quedaba la Asunción, la ciudad de sus amores, llena del recuerdo de su bizarra y placentera mocedad, de donde partiera un día, al comenzar la guerra, y adonde no volvería jamás; quedaban también sus ilusiones de victoria que el heroísmo de su raza no pudiera realizar; quedaban sus ejércitos exterminados en la contienda, como en un martirio infernal.

         Uno de sus ayudantes se le acercó y cuadrándosele con el pavoroso respeto que infundía su presencia, le comunicó algunas novedades que él oyó distraídamente.

         Se han cumplido sus órdenes, señor. Esa niña acaba de ser lanceada.

         ¿Quién? -preguntó vivamente y con extrañeza el Mariscal.

         Pancha Garmendia, señor -contestó el ayudante.

         ¿Qué dice usted? ¿Panchita?

         Iba a llevar a la boca el mate que acaba de pasarle su asistente; pero un súbito temblor de todo su cuerpo hizolo caer a sus pies. Dobló pesadamente la cabeza hacia adelante y un aire de pena, de angustia, de desolación le demudó el semblante. Iba a decir algo, algo terrible, pero calló, apretándose los labios y llevando a la frente, para enjugar el copioso sudor frío que la inundaba, la mano derecha que un dolor íntimo crispaba.

         Fue ésa, seguramente, la primera vez que el férreo Mariscal tembló. Panchita había sido muerta por haber aparecido su nombre incluido en la lista de las ejecuciones ordenadas para ese día [...] La mano que tembló hasta dejar caer el mate, y el fulgor de lágrimas que relampagueó en aquellos ojos que no supieron parpadear ante los mayores espantos, revelaron silenciosamente el secreto de la horrible tragedia."

         Si el relato es verídico, se infiere que Solano López o no estaba al tanto de dicha ejecución y sus subordinados en cumplimiento de las órdenes a acostumbradas, de proceder contra los conspiradores, consumaron la tarea al hallarla culpable de alta traición, o simplemente, ya por todos los acontecimientos que sucedían en su entorno -los enemigos pisándole los talones y sus íntimos allegados, deseando su muerte- por rutina, dispuso su muerte. De todas maneras, Pancha Garmendia murió lanceada "para ahorrar proyectiles" en medio de una guerra injusta y acusada de una conspiración en la cual, posiblemente ella no estuvo implicada. Contaba tan solo 40 años de edad.

         La contienda prosiguió su marcha y al iniciarse el año 1870, el ejército paraguayo, convertido en una escuálida legión, sin víveres ni municiones y armados de lanzas y sables, iba detrás de Solano López en su última campaña. El 14 de febrero, la caravana alcanzó Cerro Corá, un colosal anfiteatro rodeado por los cerros del Amambay y cruzado por el río Aquidabán-niguí. Desde la punta de Itapirú hasta el remoto confín del país, no quedaba un solo palmo de tierra que no hubiese sido disputado al invasor. En la mañana del 1 de marzo de 1870, los soldados imperiales al mando del general da Cámara atacaron la guarnición. Solano López al mando de unos cuantos hombres enfrentó a los invasores. En el primer embate, resultó herido, lanceado por un oficial y por un cabo brasileño. Buscó refugio en las orillas del Aquidabán. Allí recibió una intimación del general da Cámara. En respuesta, el mariscal paraguayo le contestó que no se rendiría. Un certero disparo ordenado por el oficial enemigo terminó con su vida, con la guerra y con el deber de seguir luchando, marchando y resistiendo. Epílogo del trágico lustro paraguayo, primer caso de guerra total, registrado en la Historia Contemporánea de Occidente.

 

 

CONCLUSIÓN

         Fueron varios los historiadores, cronistas, literatos y periodistas, tanto nacionales como extranjeros que por bastante tiempo se ocuparon sobre la relación que mantuvieron Pancha Garmendia y Solano López. Se escribieron artículos, novelas, poesías y ensayos, muchos de ellos que, influenciados por la corriente liberal, distorsionaron la realidad de los sucesos, endilgando al Mariscal toda la culpa del estallido de la guerra y por asesinar cruelmente a sus víctimas: los miembros más respetados de la sociedad paraguaya y de la joven Pancha Garmendia.

         Esta visión de los hechos, que coincide con las versiones difundidas oralmente a través de las generaciones, ayuda a comprender cómo aun en nuestros días la memoria colectiva exalta a las víctimas de la guerra, entre ellas a la Garmendia, a tal punto de compararla con otras mujeres célebres de la Historia Universal -como Juan de Arco-, quienes sí empuñaron las armas o dirigieron ejércitos para salvar a su patria. Pancha no hizo ni lo uno ni lo otro, fue sencillamente una mujer criada bajo los parámetros patriarcales en una sociedad provinciana que le cupo vivir -como la paraguaya de aquella época- y bajo esas pautas defendió su honor de mujer al no corresponder a los galanteos de un hombre que no conocía límites en esas lides amorosas porque era el hijo privilegiado del presidente de la República. Si por esa razón se la sitúa en la galería de mujeres ilustres, entonces sí fue una "heroína de la virtud".

         En los rigores de la guerra, conoció las aflicciones del cautiverio y fue censurada por pertenecer a la familia de un traidor. Con posterioridad, fue procesada por estar al tanto de los planes conspiratorios para asesinar al Mariscal y encubrirlos. Si bien su confesión revistió signos de coacción, es de señalar que en tiempos de guerra y más aún en el siglo XIX, los procesos investigativos basados generalmente en delaciones o suposiciones, se realizaban de manera precaria y con medios coercitivos y, por el simple hecho de tener conocimiento sobre algún connato o complot y no denunciarlo, las personas eran condenadas a muerte. Pancha Garmendia fue acusada de alta traición y ajusticiada por omisión del delito.

         En la primeras décadas de la posguerra, gran parte de las opiniones vertidas sobre su muerte atribuyeron la culpabilidad de todos los hechos a Elisa Lynch, quien supuestamente presionó al Mariscal para que éste ordenara tales actos, convirtiéndose así en la "víctima de Solano López y de la Lynch", siendo ésta última la gran "infame y villana" que actuó subrepticiamente durante los funestos sucesos bélicos. Comentarios que empezaron a circular rápidamente después de los lanceamientos y de la liberación de las destinadas, cuyos efectos originaron una extremada animadversión por casi toda la ciudadanía. Evidencia constatada en 1875, cuando Elisa Lynch volvió al Paraguay y al día siguiente de su llegada, recibió una carta juntamente con un puñal envuelto en un papel con el siguiente mensaje:

        

         "Margarita Barrios de Valdovinos

         Las Vírgenes lanceadas por Elisa Alicia Lynch por celos: Pancha Garmendia, Prudencia Barrios, Chepita Barrios, Rosario Barrios, Oliva Barrios, Pancha Barrios y Consolación Barrios.

         Este puñal la perseguirá durante su vida, y, después de muerta, Dios la castigará.

 

         Encarnación Valdovinos Barrios."

 

         Ambas mujeres, remitentes de la misiva, Margarita y su hija Encarnación fueron sobrevivientes de la guerra y aún pesaba sobre ellas la luctuosa muerte de sus parientes. Sin embargo, unos días antes de su regreso al país, Elisa Lynch, escribió desde Buenos Aires una carta al diario LA TRIBUNA de Asunción, rechazando todas las recriminaciones publicadas en su contra, entre ellas las ejecuciones decretadas por los tribunales de San Fernando, la muerte de Benigno López, del martirio sufrido por las hermanas y la madre del Mariscal y de los lanceamientos de Pancha Garmendia y de las señoras Barrios. Como es de suponer, fuera o no culpable, la Lynch pretendía realizar su descargo por las acusaciones de las que era imputada y así poder recuperar algunos títulos de propiedad y otros bienes, pertenecientes a su patrimonio y que para ese entonces ya pertenecían al Estado paraguayo.

         En definitiva, la veracidad sobre la trágica muerte de hombres y mujeres -y sobre todo de Pancha Garmendia- durante la guerra contra la Triple Alianza subyace bajo las lápidas de aquellos testigos presenciales que relataron lo sucedido a medias u optaron por el silencio. De todas maneras, estos episodios han quedado impregnados en el imaginario ciudadano, que en pueblos como el paraguayo, que para relatar los hechos sucedidos en el pasado, fundamentalmente recurre a la memoria oral, trasmitida a través de las generaciones cuyos acontecimientos o personajes van muy relacionados a la intención del que las trasmite que puede ser perniciosa o favorable y a veces ambas concepciones. De ahí que resulta difícil evocar o recapitular dichos acontecimientos que siempre van conexos a la atención y a la intención, esta última generalmente perniciosa o favorable y a veces, ambas concepciones.

         De ahí que a pesar de estar conceptuado el mariscal Francisco Solano López como el héroe máximo de la nacionalidad -por gran parte del pueblo paraguayo-, esa misma memoria colectiva no lo exime de haber sido el causante directo o indirecto de estas infaustas acciones en el transcurso de la cruenta guerra que tantas pérdidas, en todos los órdenes, ocasionó al Paraguay.

 

 

 

NOTAS

4Se llamaban a sí a las mujeres que usaban peinetas doradas.

5Calles planificadas en cuadricula, similar al tablero del juego de damas.

6El doctor Pedro Manuel de Peña es uno de Los primeros que cita a la madre de Pancha Garmendia con el nombre de Dolores Duarte y no Ituarte, como era en realidad su verdadero apellido. Posiblemente los demás escritores se basaron en esta carta e incurrieron en el mismo error.

7Juan Andrés Gill fue el primer Ministro de Relaciones Exteriores que tuvo el Paraguay y por ende, el primer diplomático.

8El Libro de Oro fue incautado por las tropas brasileñas al término de la guerra y llevado a Río de Janeiro. El mismo fue devuelto en 1975, gracias a las gestiones realizadas ante el gobierno del Brasil por el Instituto Femenino de Investigaciones Históricas del Paraguay, presidido por la doctora Idalia Flores de Zarza. En la actualidad se halla depositado en el Archivo Nacional de Asunción.

9El sacerdote Fidel Maíz estuvo preso por espacio de dos años. Al iniciarse la guerra en 1864, fue liberado por el propio mariscal Solano López

10Antonio Barrios; hijo natural de Pedro Zoilo Barrios Bedoya y fue criado por la hermana de éste, Margarita Barrios de Valdovinos, pero escapó de su casa siendo aún adolescente y se alistó como soldado en el ejército nacional.

11Doña Concepción Domecq era esposa de Juan Francisco Decoud, uno de los paraguayos exiliados en Buenos Aires, oponentes al gobierno de Carlos Antonio López e integrante de la "Legión Paraguaya", ejército de paraguayos que se incorporó a las filas de los aliados enemigos.

 

 

 

 

CRONOLOGÍA

1814: Marzo: Empadronamiento de españoles para destinarlos a una residencia adecuada.

1814: (01-julio): Decreto que prohíbe el matrimonio entre europeos y mujeres blancas.

1816:El Dr. Francia ordena la prisión de personas por desacatar el decreto mencionado.

1816:Manuel Garmendia suministra al Gobierno piedra caliza y cal por un valor de 50 pesos.

1819 (?): Matrimonio entre Juan Francisco Garmendia y Dolores Ituarte.

1820: Se descubre el complot en contra de Francia, sus líderes son detenidos.

1820: Trazado de las calles e incorporación de alumbrado público en Asunción.

1821: Entre mayo y junio son fusilados los conjurados.

1824: Cierre del Colegio Seminario San Carlos.

1825: Juan F. Garmendia importa barriles de vino de baja calidad que le generaron pérdidas.

1826: Juan F. Garmendia interpone una demanda desalojo contra Manuel Talavera.

1826: (13-julio): Se impone una fuerte multa a comerciantes españoles.

1826: (30-agosto): Se aplican altos impuestos a españoles que importan productos al país.

1827: Muchos españoles remitieron parte de sus patrimonios a Buenos Aires.

1828: Francia obliga a los españoles el pago de 12.000 pesos para la defensa del país.

1829: (9-marzo): Nace Francisca Manuela del Corazón de Jesús (Pancha) Garmendia.

1830: Francia exige nuevamente el pago de 12.000 pesos.

1830: Juan F. Garmendia es llevado a preso, al no pagar la contribución requerida.

1830: (5-setiembre): Juan F. Garmendia es fusilado por orden del Dictador.

1833 (?): Muerte de Dolores Ituarte.

1834: Francia establece otra contribución a españoles.

1838: Nuevas contribuciones a españoles.

1840: (20-setiembre): Muerte del Dictador Francia.

1841: Segundo Consulado Carlos A. López - Mariano R. Alonso.

1841: (2-febrero): Apertura de la Academia Literaria, con las cátedras de Filosofía y Latín.

1842: Asume la Presidencia de la República, Carlos A. López.

1845: Francisco Solano López asciende al grado de General.

1845-1850(?):      Pretensiones amorosas de Francisco S. López hacia Pancha Garmendia.

1850: Solano López encarga al poeta peruano David Golas un poema para Pancha Garmendia.

1851 o 1852(?): Noviazgo entre Pedro Egusquiza y Pancha Garmendia.

1852: Argentina reconoce la Independencia del Paraguay.

1853: Francisco S. López viaja a Europa.

1854: Solano López conoce a Elisa Alicia Lynch en Paris.

1854: Fallece José García del Barrio, padre adoptivo de Pancha Garmendia.

1855: Héctor F. Varela visita el Paraguay y realiza una descripción sobre Pancha Garmendia.

1861: Inauguración de la Iglesia de Humaitá.

1862: (10-setiembre): Fallece Carlos Antonio López.

1862: (16-octubre): El Congreso asciende a Francisco Solano López como Presidente.

1864: (23-diciembre): Estalla la guerra con el Brasil.

1865: (23-febrero): Pedro M. de la Peña escribe una carta a López sobre Pancha Garmendia.

1865: (16-marzo): Se declara la guerra a la Argentina y López es elevado al grado de Mariscal.

1865: (8-abril) : El gobierno argentino declara oficialmente la guerra al Paraguay.

1865: (1-mayo): Argentina, Brasil y Uruguay firman el tratado de la Triple Alianza.

1865: (11-junio): Batalla del Riachuelo.

1865: (3-julio)      : Las hermanas Barrios y Pancha Garmendia adquieren una propiedad.

1867: (10-enero): María E. Barrios de Gill convoca a una reunión a las damas de Asunción.

1867: (24-febrero): Asamblea Femenina en Asunción, la primera registrada en América.

1867: (23 y 24-junio): Festejos por el cumpleaños de Juana Pabla Carrillo, madre del Mariscal.

1.867:(24-julio): Festejos en Asunción por el cumpleaños del Mariscal López.

1867: (24-setiembre): Solano López dispensa a Juan F. Garmendia de la pena de muerte.

1867: Peste de cólera campamento de aliados y paraguayos.

1868: (13-enero): Mitre se retira del campo de batalla y deja al mando al Duque de Caxías.

1868: (13-febrero): La escuadra imperial rompe el cerco de Humaitá.

1868: (22-febrero): La escuadra brasileña bombardea Asunción.

1868: (22 y 23-febrero): Evacuación de Asunción. Luque segunda capital de la República.

1868: Fueron ajusticiados centenares de personas en los tribunales de San Fernando.

1869: (5-enero): Las tropas imperiales entran en Asunción.

1869: (15-enero): Las mujeres traidoras son destinadas a Yhú.

1869: Del 18 de enero al 31 de mayo, las destinadas y sus familias van llegando a Yhú.

1869: (Junio y julio): Las hermanas Barrios y Pancha viven en Yhú, en completa miseria.

1869: (12-agosto): Caída de Piribebuy, tercera capital de la República.

1869: (13-agosto): López se dirige a San Isidro de Curuguaty, cuarta capital de la República.

1869: (16-setiembre): Las destinadas inician la partida hacia Curuguaty.

1869: Entre el 6 y el 7 de octubre, las destinadas llegan a Ygatimí.

1869: (10-noviembre): Se inician los interrogatorios por el complot de San Estanislao.

1869: (11-diciembre): Pancha Garmendia y las hermanas Barrios son lanceadas.

1869: (25-diciembre): Las destinadas y traidoras fueron liberadas por tropas brasileñas.

1870: (1-marzo): El mariscal Francisco Solano López muere en Cerro Corá.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

         DOCUMENTOS DE ARCHIVO

A.N.A. Sección Copias de Actas del Cabildo de Asunción. Vol. 1 y Vol. 2.

A.N.A. S.H. Vol. 193. Fo. 10. 5-XI-1804.

A.N.A. Copias de Actas del Cabildo de Asunción. Carpeta N°- 34. Fo.26. 7-XI-1807.

A.N.A. S.H. Vol. 206. N° 1. 27-I-1807.

A.N.A. S.H. Vol. 206. N° 6. Año 1808.

A.N.A. S.H. Vol. 209. N° 10. Fo. 2. 25-XI-1809.

A.N.A. N.E. Vol. 834.12-VI-1811.

A.N.A. S.H. Vol. 223.5-I-1814.

A.N.A. S.C. Vol. 164. 18-I-1815

A.N.A. S.C. Vol. 255.17-IV-1816.

A.N.A. N.E. Vol. 750.22-X-1816.

A.N.A. S.H. Vol. 230.17-I-1820.

A.N.A. N.E. Vol. 708.12-XII-1825.

A.N.A. S.H. Vol. 232. N° 4. 5-XII-1826.

A.N.A. N.H. Vol. 238. N° 1.14-IX-1827.

A.N.A. S.C. Vol. 1445, N°-16.1842.

A.N.A. S.P. Vol. 76, N° 6. 3-VIII-1865.

A.N.A. Colección Colnago Valdovinos. Cuadernos del N° 1 al N° 9.

Libros de Actas de Bautismos, Defunciones y Matrimonio de las Parroquias de La Encarnación y de la Catedral.

Colección Zeballos. Carpeta 118. Fo.2. Año 1888. Informe de Don Ángel Peña, Secretario del General Caballero, sobre la muerte de Pancha Garmendia. Archivo del Museo del Ministerio de Defensa Nacional.

Colección Zeballos. Carpeta 128. Año 1887. Memorias de Concepción Domecq de Decoud. Parte II. Fo.2. Archivo del Museo del Ministerio de Defensa Nacional.

 

         LIBROS

AZARA, Félix de. 1847. Descripción e Historia del Paraguay y del Río de la Plata. Madrid. Imprenta de Sánchez.

BERMEJO, Ildefonso Antonio. 1973. Vida Paraguaya en tiempos del viejo López. Buenos Aires. Eudeba.

CABANELLAS, Guillermo. 1946. El Dictador Francia. Buenos Aires. Editorial Claridad.

CANET, J.P. 1957. Pancha Garmendia. Asunción.

CARRILLO, Julio Atilio. 2011. Dinastía heroica. Asunción. Intercontinental Editora.

CRISTALDO DOMINGUEZ, Cesar. 2012. Francisco S. López. Colección Protagonistas de la Historia. Asunción. El Lector-ABC Color.

CHAVES, Julio Cesar. Los últimos días coloniales. Diario ABC Color. 29IV-1973. Año 6. N° 2089.

DECOUD, Héctor Francisco. 1925. Sobre los escombros de la guerra. Una década de vida Nacional. 1869-1880. Buenos Aires. Talleres Nacionales H. Kraus.

FERREIRA PEREZ, Saturnino. 1989. Testimonio de un capitán de la Guerra del 70, Asunción. Litocolor.

FISHER, John. 1992. La sociedad estamental. Historia de Iberoamérica Colonial. Madrid. Cátedra 1.

FLORES de ZARZA, Idalia.1987. La Mujer Paraguay protagonista de la Historia (1537-1870). Tomo I. Asunción. El Lector.

LAMAS CARISIMO DE RODRÍGUEZ ALACALA, Teresa. 1997. Tradiciones del Hogar. Asunción. Prensa Económica.

MASTERMAN, Jorge Federico. 1870. Siete años de aventuras en el Paraguay. Buenos Aires. Imprenta Americana.

MAÍZ, Fidel. 1970. Etapas de mi vida. Contestación a las imposturas de Juan Silvano Godoy. Asunción. Imprenta La Mundial.

MONTE DE LÓPEZ MOREIRA, María Graciela. 1998. La época de los López. Crónica Histórica Ilustrada. Buenos Aires. Editorial Quevedo.

MORENO, Fulgencio R. 1985. La ciudad de Asunción (3ra. Edición). Asunción. Carlos Schauman, Editor.

PEÑA, Manuel Pedro de. 1865. Cartas del ciudadano paraguayo a su querido sobrino Francisco Solano López. Exmo. Presidente de la República del Paraguay. Buenos Aires. Imp. de la Soc. Tipográfica Bonarense

POTTHAST-JUTKEIT, Bárbara. 1996 Paraíso de Mahoma o País de las Mujeres. Asunción. Instituto Cultural Paraguayo-Alemán.

RODRÍGUEZ ALCALÁ, Guido. 2007. Residentas, destinadas y traidoras (3ra. Edición). Asunción. Servilibro.

ROMERO, Roberto A. 1998. Pancha Garmendia y Francisco Solano López. Leyenda y Realidad. Asunción. Augusto Gallegos Ediciones.

VARELA. Héctor Florencio. 1934. Elisa Lynch. Buenos Aires. Talleres Gráficos Argentinos L.J. Rosso.

VELÁZQUEZ, Rafael Eladio. 1965. El Paraguay en 1811. Asunción

VIOLA, Alfredo. 1992. El Dr. Francia. Asunción. Asunción. Carlos Schauman, Editor.

 

 

         PERIÓDICOS

EL SEMANARIO. 26-I-1867

EL SEMANARIO. 2-III-1867

EL SEMANARIO. 29-VI-1867

EL CABICHUÍ. 9-IX-1867

EL CABICHUÍ. 9-XII-1867

LA PRENSA. 14-III-1899

LA UNIÓN. 1°-III-1931

LA TRIBUNA. 5-X-1975

ULTIMA HORA. 4-X-1980.

SEMANARIO LA OPINIÓN 23-VII-1993

DIARIO Hoy. 14-III-1995.

 

 

 

 

ARTÍCULOS PUBLICADOS EN EL DIARIO ABC COLOR SOBRE EL LIBRO

PANCHA GARMENDIA OHAY MBARETEVA'EKUE LÓPEZ

Pancha Garmendia, mártir paraguaya omanova'ekue lanceada ojerurégui Mariscal Francisco Solano López opakuetévoñorãirõ guasu ( guerra de la triple alianza), ohayhuetéva hekove pukukue.

Aranduka, justamente titulado “Pancha Garmendia”, peteîha umi 17 volúmen aranduka ha'éva Colección Gente ojapova'ekue tembiasa( Historia), oñemoherakuãva ABC Color ha El Lector rupive arateî jave ( domingos), 22.000 guaraníes, diario más libro.

Biografía Francisca Garmendia Ituarte –oñehenóiva'ekue–, ojekuaáva “Pancha”,  doctora Mary Monte ára heñóiva'ekuépe, sino ymaite guive. Tembiasa hekovépe, ojegueromandu'áva “periodo preindependiente”, he'iséva, Colonia, etapa oguahëva Paraguay familia Garmendia.  Ko'ã época oipyhýva primer capítulo, oiporavóva Transformaciones sociales  Colonia oguahëva.

Publicado en fecha: 12 de Mayo de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

LA BIOGRAFÍA DE PANCHA GARMENDIA INICIA SERIE

Con el libro “Pancha Garmendia”, una magistral biografía de esta personalidad que en buena medida se convirtió en leyenda tras su muerte a lanzazos por orden del Mariscal López, escrita por Mary Monte de López Moreira, se abre hoy la Colección Gente que hizo Historia.

 

En esta entrevista, la doctora Mary Monte reseña la personalidad de Pancha

y el contexto histórico de su vida y martirio.

 

–¿Cómo era la vida de una familia como la Garmendia en el Paraguay de los López?

–La familia Barrios Bedoya, que adoptó a los hermanos Garmendia, cuando quedaron huérfanos, pertenecía a la élite asuncena y, por consiguiente, participaba de todos los eventos sociales de la época. Sin embargo, por más que se trataba de gente con acomodo sociofinanciero y poseedora de esclavos, las jóvenes trabajaban en labores domésticas y artesanales.

–¿Quién era Félix Egusquiza?

–Félix Egusquiza era un joven también perteneciente a la alta sociedad paraguaya y empezó a cortejar a Pancha de acuerdo con los parámetros de la época, pero Solano López, al conocer esta relación, envió a Egusquiza a los campamentos militares del sur y así se terminó el breve noviazgo entre ambos jóvenes.

–¿Pancha Garmendia asistía a las reuniones en las que participaban los López?

–Desde luego, pues como los Barrios Bedoya estaban emparentados con los López, (Vicente Barrios era novio y luego esposo de Inocencia López) y de hecho debían asistir a las mismas reuniones sociales o eventos artísticos.

–¿Qué ocurrió con Pancha durante la guerra?

–La sociedad asuncena proseguía con las mismas actividades durante los dos primeros años de la guerra, pero cuando los brasileños rompieron el cerco de Humaitá y Asunción fue evacuada, se comenzó a sentir los rigores de la contienda.

–Y comenzaron las conspiraciones contra el Mariscal.

–En 1868, algunos hombres importantes del entorno del Mariscal López conspiraron en su contra, pero el complot fue descubierto y los implicados fueron sometidos a un juicio en la localidad de San Fernando.

–Eso afectó a la familia Barrios Bedoya.

–Efectivamente, pues entre los conspiradores se hallaba el general Vicente Barrios Bedoya, pariente de Pancha. Por tanto, como las demás mujeres de la familia Barrios, ella fue considerada también traidora y trasladada de un lugar a otro.

–¿Su muerte fue a causa de la venganza de López?

–La mayoría de los detractores del Mariscal López aseveran que su muerte fue por venganza, porque ella nunca lo aceptó como novio ni se convirtió en su amante. Sin embargo, en 1869 fue descubierta otra conspiración en la cual estaban implicados algunos oficiales, entre ellos, Hilario Marco, casado con Bernarda Barrios, pariente de Pancha. De allí que a ella también se la acusó de conspiradora y fue sentenciada a muerte, juntamente con las demás hermanas Barrios Bedoya.

–¿Por qué se produjo la ejecución de Pancha de una manera tan cruel y dónde fue?

–Después de tanta travesía por el norte del país, donde las residentas y las traidoras seguían al ejército combatiente. Pancha, como todas las mujeres, estaba extenuada por el hambre y el agotamiento. Cuando fue sentenciada a muerte, en diciembre de 1869, escaseaban ya los proyectiles, por lo tanto, fue condenada a morir a lanzazos.

Publicado en fecha: 12 de Mayo de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

PANCHA GARMENDIA FUE EL GRAN AMOR DE LÓPEZ

Pancha Garmendia, la mártir paraguaya que murió lanceada por orden del Mariscal Francisco Solano López ya casi al final de la guerra, fue el gran amor no correspondido de este. Su biografía, escrita magistralmente y con absoluto rigor histórico por Mary Monte de López Moreira, aparecerá mañana con el ejemplar de nuestro diario.

 

El libro, justamente titulado “Pancha Garmendia”, es el primero de los 17 volúmenes de la Colección Gente que hizo Historia, a ser publicada por ABC Color y El Lector todos los domingos, al precio de 22.000 guaraníes, diario más libro.

La biografía de Francisca Garmendia Ituarte –así se llamaba–, más conocida como “Pancha”, no la inicia la doctora Mary Monte precisamente con su nacimiento, sino mucho antes. Para una mejor comprensión de la historia de su vida, se ha remontado al “periodo preindependiente”, es decir, a fines de la Colonia, etapa en que arribó al Paraguay la familia Garmendia. De esa época trata el primer capítulo, denominado Transformaciones sociales a fines de la Colonia.

El texto, además, se articula en otros tres capítulos. El segundo de ellos, La sociedad durante la dictadura francista, está relacionado con el gobierno del doctor José Gaspar Rodríguez de Francia, las persecuciones a los comerciantes españoles, la vivencia de Juan Francisco Garmendia y de Dolores Ituarte, padres de Pancha.

Publicado en fecha: 11 de Mayo de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

GRAN EXPECTATIVA POR LA PRÓXIMA SERIE DE LIBROS

Una gran expectativa reina en el público, según se pudo comprobar a través de los pedidos hechos a distribuidores y canillitas, respecto a la aparición del primer libro de la Colección Gente que hizo Historia: “Pancha Garmendia”.

 

Soldados aliados en la Guerra de la Triple Alianza./ ABC Color

 

El interés de la gente es superlativo dado que Pancha Garmendia es una figura que reúne en sí misma el aura de la tragedia, el romanticismo y la leyenda. Sin embargo, fue una figura histórica a través de cuyo conocimiento el lector puede entender mejor los signos de una época que abarca el final de la Colonia, la independencia, la dictadura de Gaspar Rodríguez de Francia, el gobierno de Carlos Antonio López y la Guerra de la Triple Alianza.

La leyenda de Pancha se acrecentó por la dura vida que le tocó y por su dolorosa muerte, lanceada por unos famélicos adolescentes que fungían de soldados en las ya raleadas fuerzas de Francisco Solano López.

Pancha había nacido en Asunción el 9 de marzo de 1829, y le pusieron el nombre de Francisca Manuela del Corazón de Jesús.

Fue hija del español Juan F. Garmendia, empresario fusilado el 5 de setiembre de 1830 por orden del dictador Francia, y de doña Dolores Ituarte, fallecida en 1833.

Hacia finales de la guerra, acusada de estar en una conjura para asesinar a López y terminar con la guerra, Pancha –en el paroxismo de su trágica existencia– murió dolorosamente acometida a lanzazos. Era el 11 de diciembre de 1869.

En su libro, Mary Monte recuerda que, criada por sus tías, las distinguidas señoras Barrios Bedoya, tras la muerte de su padre y de su madre, Pancha se convirtió en una joven llena de virtudes. A más de sus atractivos físicos, poseía una instrucción poco común para la época. Si bien inclusive algunas de las mujeres de la alta sociedad no sabían leer, Pancha, a más de deleitarse con la literatura de los grandes clásicos, hablaba bastante bien el francés, aunque sin poder escribirlo, según la autora.

El sacerdote Fidel Maíz la había conocido siendo aún una adolescente y la describió como “una beldad, y tanto más bella y atractiva cuanto que su virtud puesta tempranamente a prueba se asociaba y era comentada favorablemente en todas las esferas de la sociedad”.

Publicado en fecha: 10 de Mayo de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

RESCATAN A GARMENDIA DESDE LA VIEJA LEYENDA

Mary Monte de López Moreira escribió un libro fascinante sobre una personalidad cautivante en sumo grado: Pancha Garmendia. Y con esta obra se iniciará este domingo, con el ejemplar de nuestro diario, la publicación de la nueva colección, titulada “Gente que Hizo Historia”.

 

 

Pancha fue rescatada desde la leyenda en la que fue sumida por tantas versiones respecto a su vida, para ser parte de una historia exhaustivamente narrada por la autora del libro señalado.

La misma Mary Monte expresa que para iniciar la investigación que le requirió el libro, partió de interrogantes que el imaginario ciudadano se hace: ¿Quién fue en realidad Pancha Garmendia? ¿Era tan bella y culta, como dicen? ¿Por qué se la recuerda como la víctima del mariscal Francisco Solano López y de Elisa Lynch? ¿Fue ajusticiada por celos?

La autora señala, además, en la introducción del texto que construir la vida de una persona que vivió en el siglo XIX y falleció en trágicas circunstancias durante la guerra que azotó al país (la Triple Alianza), “no es tarea fácil y menos aún si su existencia y su muerte están ceñidas a versiones un tanto legendarias y, por ende, alejadas de la verdad histórica”.

Mary Monte ha recurrido a fuentes primarias existentes en el Archivo Nacional de Asunción y en los registros parroquiales que han sido examinados con prolijidad, los cuales son citados por orden cronológico, pues dichas documentaciones aportaron datos poco conocidos que valieron de punto de partida para la elaboración del trabajo, sin desestimar las fuentes ya publicadas que siempre son de mucha utilidad para completar la obra.

La biografía de Francisca Garmendia Ituarte –así se llamaba–, más conocida como “Pancha”, no la inicia la doctora Mary Monte precisamente con su nacimiento, sino mucho antes. Para una mejor comprensión de la historia de su vida, se ha remontado al “periodo preindependiente”, es decir a fines de la Colonia, etapa en que arribó al Paraguay la familia Garmendia. De esa época trata el primer capítulo, denominado Transformaciones sociales a fines de la Colonia.

El texto, además, se articula en otros tres capítulos. El segundo de ellos, La sociedad durante la dictadura francista, está relacionado con el gobierno del Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, las persecuciones a los comerciantes españoles, la vivencia de Juan Francisco Garmendia y de Dolores Ituarte –padres de Pancha– y sobre la trágica muerte de ambos; su adopción por la familia Barrios Bedoya y su posterior educación.

Mary Monte rescata algunos episodios ignorados de este periodo para esclarecer a la memoria.

Publicado en fecha: 09 de Mayo de 2013

Fuente en Internet: ABC COLOR DIGITAL/ PARAGUAY

 

 

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