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MARY MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

  LA CONCEPCIÓN HISTÓRICA DEL NOVECENTISMO - Por MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA


LA CONCEPCIÓN HISTÓRICA DEL NOVECENTISMO - Por MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

LA CONCEPCIÓN HISTÓRICA DEL NOVECENTISMO

MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

 

 

         A MODO DE INTRODUCCIÓN

 

         Dentro de la época en que predominó, aunque sea declarativamente, el régimen liberal se destacaron varios intelectuales a los que se llamó la generación del 900, la que aglutinó a las figuras más representativas en el campo literario, filosófico, histórico, educativo y socio-político-económico en el transcurso de los últimos años del siglo XIX y en los inicios de la siguiente centuria. La gran lección de esta etapa de "reconstrucción nacional" radica en el hecho de que toda tarea progresista se basó fundamentalmente en la disponibilidad de la educación. Las grandes figuras del novecentismo, hombres y mujeres, deben su resalte a la formación recibida en las nacientes instituciones instructivas y culturales de la época.

         Es importante anotar que la generación española conocida como la "del 98" tenía mucho en común con la paraguaya contemporánea. Ambas emergieron de la necesidad de reconstruir el tejido social y cultural de sus naciones, a partir de acontecimientos adversos similares. En el Paraguay, de hecho la guerra de la Triple Alianza significó ese punto de ruptura con la etapa de gobiernos paternalistas existentes antes de la trágica contienda. De la misma manera, España también tuvo un enfrentamiento bélico internacional con los Estados Unidos en 1898, cuyo resultado originó el ocaso colonial español en América. Luego de unos escasos combates en el Caribe, especialmente en la isla de Cuba, España se retiró definitivamente de sus dominios ultramarinos -Cuba, Puerto Rico y Filipinas-. De las cenizas de aquella contienda surgió una generación de intelectuales con una fisonomía cultural común y con una homogeneidad de cosmovisión. Todos ellos vivieron un mismo hecho histórico caracterizado por su disconformidad con lo recibido, su rebeldía social y su afán de regenerar el país mediante una prédica altamente reformista.

         Las ideas en el Paraguay en ese tiempo, se asemejan señaladamente en lo relativo a efervescencia a la experiencia española. También los pensadores paraguayos deseaban reformar y regenerar a una sociedad "anteriormente oprimida y supuestamente oscurantista". No obstante, la propia tarea de reconstrucción de la nacionalidad iría a necesitar de una revaloración del heroísmo de los paraguayos y de su capacidad de sobreponerse a la tragedia pasada"238.

         Ni bien terminada la contienda se hizo presente una masiva inmigración extranjera. Un número crecido de españoles, italianos y argentinos arribaron al Paraguay en los últimos lustros del siglo XIX y contribuyeron notablemente al desarrollo tanto económico como social y cultural del país. Entre los españoles fueron más caracterizantes y coherentes en su acción los profesores, periodistas, escritores, empresarios de espectáculos, mientras que entre los italianos abundaron los músicos, los arquitectos y los industriales, en tanto que los argentinos fueron escritores y hombres de empresa -grandes firmas yerbateras y tanineras-. Sin embargo, fueron los españoles, quienes con sus concepciones y pensamientos dieron un relevante aporte a la cultura a través de la cátedra, de la prensa y de sus ilustradas disertaciones. Es de mencionar a varios de ellos como: Cristóbal Campos y Sánchez, periodista de temperamento combativo, se lo considera uno de los gestores de la fundación del Colegio Nacional. Unos años más tarde, recogería su pluma un hijo suyo, Hérib Campos Cervera. Campos Sánchez murió violentamente en 1889, pero antes de desaparecer del escenario ilustrativo delegó su labor a un compatriota suyo, con un estilo diferente, Victorino Abente y Lago. Otros dos periodistas que también imprimieron un carácter férvido a las letras fueron Manuel Curuchet y Domingo Jiménez Martín239. Otros pensadores hispanos que dejaron sus huellas en el Paraguay fueron: Ramón Zubizarreta, quien llegó al país para liquidar un proyecto de colonización en Villa Occidental y entusiasmado con la idea de reconstrucción nacional, pronto fue reclutado para ocupar altos cargos en la judicatura por la inminente carencia de abogados. Fundada la Universidad Nacional, se convirtió en el primer rector y catedrático de la novel Facultad de Derecho. Cabe mencionar asimismo a los talentosos: Federico Jordán, jurista valenciano, afincado en el país desde 1885; el doctor Ramón Olascoaga, precursor desde 1882 de los estudios literarios, quien también se distinguió en la cátedra universitaria y en el periodismo y a Carlos López Sánchez, profesor de Filosofía y Derecho. La mayoría de ellos, formados en los semilleros del krausismo español, desempeñaron un papel fundamental en la concreción de una mentalidad especulativa y filosófica que se cristalizaría en el grupo de escritores paraguayos del 900240.

         Además de los citados, también otros extranjeros de renombre llegaron al país en este período y contribuyeron con sus ideas basadas principalmente en el liberalismo, combatido por Francia y los López por medio del exilio y ahora prodigiosamente admitido en el seno de la sociedad paraguaya. El krausismo, ideología panteísta que aunó a muchos pensadores del novecientos. Otra corriente fue la positivista, definida en función a las ciencias naturales y se extendió a todas las disciplinas de las ciencias del espíritu241.

         Fue en este clima donde surgió la primera generación intelectual paraguaya de la pos-guerra. La atmósfera asfixiante de la derrota, la pobreza general y el estigma de que el paraguayo era un "bárbaro" que ni siquiera hablaba español, fue el aire que meció la cuna de este grupo de intelectuales.

         La generación del 900 apareció entonces, marcada por la impronta intelectual europeizante traída por los ya señalados embajadores de las diversas corrientes. El nacionalismo positivista, en boga en los cenáculos rioplatenses de la época, trascendió acentuadamente en el Paraguay. Sus representantes se adhirieron al cientificismo, y echaron las bases para producción del discurso escrito, con el propósito de superar la "barbarie" y fundar la tradición "culta"242.

         Muchos de los representantes novecentistas se dedicaron de manera preferente a la historiografía, dentro de los cánones privilegiados por la escuela positivista, pero escarbando un poco más en las motivaciones profundas. Los integrantes de esa generación buscaron, al abordar el tema histórico, recomponer el tejido social desgarrado por la terrible guerra.

 

         LA CONCEPCIÓN HISTÓRICA

 

         Dos grandes motivos incidieron en los estudiosos paraguayos para la preferencia hacia la historiografía nacional, a cuyo ámbito pertenece la mayor parte de su producción bibliográfica. El primero, se circunscribió a la campaña de revisionismo histórico iniciada por O'Leary, que puso en el tapete de la discusión el drama de la guerra del 70 y cuya consecuencia es el renacimiento del nacionalismo. Basado éste en el interés por recomponer el pasado compensatoriamente a partir de hechos heroicos relacionados con la contienda reciente, o mediante la exaltación de los protagonistas de esa "gesta gloriosa". Igualmente, esta corriente pretendió la recuperación de otras figuras del período anterior, consideradas como símbolos positivos en la conciencia colectivá243. Este impulso produjo una rica y abundante bibliografía, la mayor parte polémica, en la que sobresalen Báez y O'Leary.

         La segunda razón fue la necesidad de fundamentar los derechos históricos del Paraguay sobre el Chaco y de esta manera rebatir los argumentos alegados por Bolivia para apoderarse de casi toda la Región Occidental. Esta última intríngulis obligó a remover los archivos nacionales y extranjeros, a efectuar sistemáticas y profundas investigaciones sobre el pasado colonial y, a adquirir los métodos modernos de la investigación, del análisis y la crítica histórica244.

         Si bien esta generación se constituyó, en general, a partir de la reivindicación de "lo paraguayo", existen diferencias promocionales dignas de ser señaladas. El primer grupo, integrado por Cecilio Báez y José de la Cruz Ayala (Alón) tuvo una reflexión crítica con respecto al país. Buscó una explicación a la dramática realidad posbélica y dio una visión del proceso histórico más en acuerdo con la realidad degradada.

         Las promociones posteriores, en general, como Manuel Domínguez, Ignacio A. Pane, Juan E. O'Leary, se negaron absolutamente a toda crítica con respecto a la sociedad, mostrando por el contrario, un Paraguay idílico, armónico y maravilloso. La visión de que "El Paraguay se asemeja a un enano de enorme cabeza con cuerpo raquítico y piernas secas" (Alón) se transformará en "...el pueblo paraguayo es el más feliz de la tierra" (Manuel Domínguez); o lo de que "el Paraguay es una ergástula donde se revuelcan oprimidos y degradados los campesinos" (Alón), se reconvertirá en la idea de que: "...en el Paraguay no existe lucha de clases" (Domínguez).

         Cualquier visión crítica, este último grupo la repudiaba, estigmatizaba y era equiparada a la traición. Esta concepción fue ejemplificada en la polémica histórica iniciada el 17 de octubre de 1902 entre Cecilio Báez y Juan E. O'Leary. El primero de los historiadores planteó el permanente conflicto del paraguayo para acceder a la democracia, como resultado de un continuo proceso del autoritarismo, único sistema de gobierno conocido en el país en el transcurso de toda su historia. Durante la colonia, estuvo sometido al implacable régimen hispano a través de los gobernadores y de los jesuitas; en el período independiente, esta misma política continuó con las dictaduras de Gaspar Rodríguez de Francia, Carlos Antonio López y Solano López. Mientras que O'Leary, en tono airado sostuvo la defensa del gobierno y del heroísmo de Solano López. A consecuencias de esta polémica, toda la generación se dividió entre lopistas y anti-lopistás y cuyas secuelas ulteriores fueron terribles para Báez. La marca de legionario o de traidor, lo persiguió por el resto de su vida. Dentro de ese contexto se comprenderá la marginación que rodeó la obra del escritor hispano-paraguayo, Rafael Barrett (1876-1910), quien fue el único en presentar la realidad hiriente de la miserable situación en su Dolor Paraguayo245.

 

         LOS CULTORES DE LA HISTORIA

 

         CECILIO BÁEZ

 

         Nació en Asunción el l de febrero de 1862. Fue uno de los fundadores y su más importante ideólogo del Centro Democrático, entidad convertida más tarde en el Partido Liberal. En 1893, Cecilio Báez egresó con la primera promoción de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, institución a la que quedaría ligado para siempre por medio de la docencia y otras actividades universitarias. Se distinguió como canciller de la República en tres ocasiones; fue también rector de la Universidad Nacional otras tantas veces. En diciembre de 1905 se lo designó presidente provisional, en un período difícil marcado por la disputa del poder político. El 25 de noviembre de 1906, fecha fijada entonces para la transmisión de mando, Báez transfirió la banda presidencial a su sucesor, el general Benigno Ferreira, y retornó al campo del que para muchos, no debió salir: las letras.

         Fue autor de una considerable cantidad de libros, casi todos de trascendente impacto en su tiempo. Entre ellos "La Tiranía en el Paraguay", "Ensayo sobre el Dr. Francia y la dictadura en Sudamérica ", "Cuadros históricos y descriptivos" e "Historia diplomática del Paraguay"246. Su ideario estuvo enraizado en el positivismo spenceriano, sin desdeñar el influjo del doctrinarismo anglo sajón, cuyas constantes se advierten fácilmente en sus escritos a partir de 1898247.

         En 1893, para Báez, la Historia del Paraguay era la historia de un pueblo descuartizado y exánime, montón de carne y hueso triturado por la metralla, sangriento despojo de una inmolación inicua, sublimada en el heroísmo, en el martirio, por la grandeza en el sufrimiento de que dio prueba en todos los momentos del sacrificio.

         La historia de una mutilada nacionalidad, la cual debía ser reconstituida "de nuevo por un procedimiento semejante al del sabio que recompone los tipos de animales desaparecidos con las piezas de sus disgregados esqueletos y animar por la ilustración ese cuerpo sin vida, tal era la tarea que desde luego debía de acometerse, tarea que ha comenzado y que tiene que proseguirse con afán hasta que ella sea coronada por el éxito, conforme a las más legitimas y vehementes aspiraciones del patriotismo"248.

         En cuanto a la idea de patria, decía Báez que ésta significaba "un lazo que nos une a un país determinado y a los hombres de nuestra nacionalidad, asía las generaciones muertas como a las que viven y han de venir después. Por eso la vida nacional no ofrece ni puede ofrecer solución de continuidad: cada generación la continúa, aceptando la herencia de sus mayores, sin rehuir la responsabilidad en que éstos hubieran podido incurrir por sus faltas, sus desfallecimientos o injusticias"249.

         La herencia del pasado simbolizó para Báez, el esfuerzo acumulado de todas las generaciones para crear una patria, una nación libre y civilizada; el conjunto de sus luchas y sacrificios por la felicidad común y por el bien de la humanidad en general. Y así como la vida nacional es una por inspirarse en el genio propio de la raza, que se llama espíritu nacional, el cual se perpetúa por la tradición, una es la responsabilidad de cada pueblo por el principio de la solidaridad250.

         En relación a los temas esenciales de la historia nacional, le atrae sobremanera la figura y la personalidad del doctor Francia. En su obra El dictador Francia. Fundador de la nacionalidad paraguaya, Báez manifiesta que el dictador era un genio eminentemente matemático, una especie de geómetra de la historia, "todo lo medía y todo le salía a la medida de sus cálculos". Según su autor, Francia poseía la inspiración, la clarividencia de las cosas y todas las dotes del genio, unidas al temple de los hombres llamados a cumplir una misión providencia1251.

         En su obra Ensayo sobre el doctor Francia y la dictadura en Sud América expone que Francia sólo era conocido como un tirano o un hombre enfermo, pero nadie hasta entonces había intentado investigar cuáles eran sus verdaderos sentimientos íntimos, sus aspiraciones e ideales patrióticos; las grandes emociones de su alma, su carácter y los móviles de su política en relación al Río de la Plata.

         Según Báez, el doctor Francia, como los demás prohombres de la revolución americana, fue su más ardiente partidario y además un convencido republicano. Por su espíritu circularon las mismas corrientes de ideas que animaron a los otros, y agitaron su corazón los mismos temores y dudas que generalmente se abrigaban acerca del éxito de la gran contienda.

         "Francia fue un hombre de Estado de cuño europeo como Rivadavia", decía Báez. El espíritu de independencia fue una consecuencia lógica de la conciencia nacional anteriormente formada. Francia no la creó, sino que fue su encarnación personal. Impregnado de las ideas del Contrato Social, republicano a la manera de los revolucionarios franceses y penetrado del espíritu de su siglo, hizose su intérprete y su caudillo en el Paraguay. El éxito del doctor Francia en el Paraguay se debe, pues, a que él se hizo el intérprete de la aspiración nacional. Venció a todos sus adversarios y enemigos, prueba evidente de que era superior a ellos252.

         Otro tema histórico que también interesó a Báez fue el feminismo. A raíz de un controvertible telegrama enviado por 36 mujeres concepcioneras al Congreso, rechazando las elecciones fraudulentas para senador, realizadas en 1901, se originó una tremenda polémica periodística. La publicación de dicha comunicación causó un inusitado revuelo en la sociedad paraguaya. Todos los órganos de prensa desestimaron "el improcedente" accionar de estas mujeres. Sin embargo, los días 28, 29 y 30 de mayo aparecieron cuatro artículos en La Democracia, justificando y defendiendo el proceder de las concepcioneras. Dos intelectuales, Cecilio Báez y Arsenio López Decoud, se refirieron a la condición de la mujer. Específicamente, Báez escribió dos de los títulos y realizó una sistemática reseña sobre la situación femenina a través de la Historia de la Humanidad253.

         Báez también incursionó en los temas relativos a los derechos históricos sobre el extenso territorio chaqueño. En su obra El Chaco Paraguayo, defendió a ultranza estas razones. Sin embargo, no debe olvidarse que Báez fue un crítico audaz de la condición de los López y no sólo polemizó con O'Leary, sino también con Manuel Domínguez a través de numerosos artículos periodísticos.

         Cecilio Báez, considerado como uno de los más genuinos representantes del liberalismo en el Paraguay, gravitó sobre varias generaciones de connacionales hasta su muerte, acaecida el 18 de junio de 1941, tras una larga y fructífera existencia que dejó sus huellas en la política, la cátedra, la historia, la sociología y el derecho254.

 

         JUAN EMILIANO O'LEARY

 

         Nació en Asunción el 12 de junio de 1879 en el hogar formado por Juan E. O'Leary y Dolores Urdapilleta Carísimo.

         Realizó sus estudios en la capital y luego viajó a Buenos Aires para ingresar a la Facultad de Medicina de aquella ciudad. Posteriormente, retornó al país y estudió hasta el 3er. año de Derecho. Ejerció la cátedra de Historia en el Colegio Nacional y en la Escuela Normal y se dedicó con entusiasmo al periodismo255. Se distinguió además, como poeta de gran inspiración, romántica y modernista. Igualmente, su pluma se extendió a las tablas del primer coliseo nacional. En 1910 subió a escena su obra "La Gasparina".

         En el Álbum Gráfico dirigido por Arsenio López Decoud y editado en 1911, escribió su obra histórica más copiosa hasta ese momento: Historia de la Guerra de la Triple Alianza, donde defiende enérgicamente las acciones de las principales figuras que protagonizaron el aludido conflicto.

         Durante el gobierno de Benigno Ferreira, en 1908 se le confió su primera misión en el extranjero, a partir de entonces desempeñó múltiples tareas en ese orden: Representante del Paraguay en las Fiestas patrias argentinas, celebradas con motivo del Primer Centenario de su Independencia, en 1910; delegado en la inauguración del monumento dedicado a Urquiza en la ciudad de Paraná; encargado de Negocios en España, durante la presidencia de Eligio Ayala. Los gobiernos posteriores le encomendaron embajadas ante países europeos y organismos internacionales.

         En el quehacer político ocupó una banca de diputado representando a la Asociación Nacional Republicana y, en la administración pública ejerció la Dirección General de Archivos, Bibliotecas y Museos de la Nación y la cancillería en el gabinete de J. Natalicio González.

         O'Leary se convirtió en el más firme paladín que abogó la defensa del Mariscal López caído en Cerro Corá. Historiador y periodista de aguda y apasionada letra, esgrimió todo fundamento relativo a levantar y heroizar la figura de Francisco Solano López. Juntamente con Ignacio A. Pane y Enrique Solano López iniciaron la campaña de reivindicación del citado guerrero que dirigió los destinos del Paraguay en el transcurso de casi ocho años.

         Posteriormente publicó sus trabajos referentes al tema en cuestión, entre los que merecen citarse: Páginas de Historia; Nuestra epopeya; El libro de los Héroes, El Paraguay en la unificación argentina; Los Legionarios; El Mariscal Solano López; El Centauro de Ybycuí, Apostolado Patriótico; Bernardino Caballero; La alianza de 1845 con Corrientes y otras tantas obras aparecidas en fascículos de la prensa y en revistas históricas, muchas de ellas escritas bajo el seudónimo de Pompeyo González. Es interesante anotar que, toda su tarea historiográfica está colmada de una poderosa pasión y de una profunda subjetividad256.

         Es de advertir que, en O'Leary la situación de quiebre social desapareció bajo los trazos del pasado, y éste se diseñó en un mundo lineal donde no existían saltos entre las distintas dimensiones. Surgió del texto "maravilloso" un Paraguay sublime y admirable. El máximo representante de la cruzada nacionalista percibió al Paraguay, en la época de las dictaduras del siglo pasado, como: "...la tierra ubérrima, eran los perfumados naranjales, era la aldea blanca y sonriente, era el hogar feliz (...), era el río, era el cielo estrellado; pero también era el pasado, la historia, las tradiciones (...), los esfuerzos remotos por la libertad...". En este párrafo de su obra Los Legionarios (1930), O'Leary nos brinda una cabal idea de la transmutación de situaciones que caracteriza a "la literatura maravillosa". La visión del autor se proyecta y cobra vida en la dimensión ficcional representada por el "pasado glorioso" y por el contrario la realidad inmediata de los sobrevivientes es sumergida en el dominio letal del desprecio y la negación257.

         Durante casi toda su existencia, Juan Emiliano O'Leary se dedicó a la investigación y la exégesis históricas -incluyendo la defensa del Mariscal López-, salvo en el tiempo de su residencia en Europa, donde se sumergió en la poesía, especialmente en sus sonetos parisinos y romanos, en los que aparecen algunos elementos formativos del modernismo. O'Leary falleció el 31 de octubre de 1969 a los 90 años de edad"258.

 

         MANUEL DOMÍNGUEZ, IGNACIO A. PANE Y FULGENCIO R. MORENO

 

         El primero de ellos, nació en 1869 y fue un excelente alumno del Colegio Nacional, graduándose de bachiller en 1890. En la Facultad de Derecho adquirió renombre por su talentoso interés hacia los estudios jurídicos. Durante ese tiempo ya se desempeñaba como profesor de Historia del Paraguay y de Roma. En 1899 se graduó de doctor en Derecho con la tesis La traición a la Patria. Discípulo de Guyau, Taine, Renán, fue uno de los que con mayor asiduidad asimiló los beneficios de la cultura francesa.

         Fue director del Colegio Nacional, profesor de Derecho Constitucional en la Facultad de Derecho y rector de la Universidad Nacional. Ocupó además la dirección del Archivo Histórico Nacional, tiempo que aprovechó para investigar sobre los legítimos derechos del Paraguay sobre el Chaco. Casi todo su trabajo se circunscribió para solucionar las cuestiones limítrofes con Bolivia.

         Manuel Domínguez se inició además en las actividades literarias juntamente con otros connotados representantes de las letras. Fundó y redactó El Tiempo. Su prosa dio energía y aliento a las columnas de La Patria, La Prensa, La Unión, La Tribuna, La Semana y a la Revista del Instituto Paraguayo.

         Domínguez publicó más de un centenar de libros, folletos y artículos. Entre sus más destacadas investigaciones figuran las de orden pedagógico en "Las Escuelas en el Paraguay", las de carácter jurídico en "La Constitución del Paraguay", en tres tomos y la de contenido histórico "El Alma de la Raza". Manuel Domínguez falleció en Asunción en 1935259.

         Oriundo de la capital, Ignacio A. Pane nació en 1880. Se educó en el Instituto Paraguayo dirigido por Pedro Bobadilla. A los 22 años culminó la carrera de abogacía, siendo el más joven graduado en varias generaciones. Su iniciación literaria data desde la época de Juventud, periódico aparecido en Asunción en la última década del siglo XIX. Posteriormente publicó sus artículos en La Semana, La Democracia y La Patria. Sus trabajos sobre crítica histórica fueron conocidos editados bajo el seudónimo de Matías Centella. Por entonces ya era conocido su extraordinario poema sobre "La mujer paraguaya". Escribió además, "La mujer ante la causa obrera", "Nuestra bandera en las guerras futuras", "Concepto de Filosofía", "Geografía Social ", "La Familia" y otras obras fruto tesonero de largas investigaciones. Perteneció a las filas de la ANR y durante su labor en el Congreso, dicha entidad política tuvo en Pane su más brillante tribuno. Iniciaba sus estudios etno-antropológicos cuando le sorprendió la muerte en 1920260.

         Hijo de Natividad Moreno, Fulgencio R. Moreno nació en el histórico valle de Tapuá en 1872. Fue alumno sobresaliente del Colegio Nacional y se inició como periodista en El Tiempo hacia 1891. Poco después colaboró asiduamente en casi todos los órganos de su época. Afiliado a la ANR, ocupó un escaño en la Cámara de Diputados con apenas 26 años. En la vida burocrática, Moreno desempeñó diversas funciones en la administración pública: educación, hacienda, cancillería y servicio exterior.

         Moreno sobresalió por su brillante prosa literaria y por su profunda seriedad en los temas históricos. Entre las obras más importantes de este ilustre poeta, economista, periodista e historiador figuran "La Cuestión monetaria", "Historia económica del Paraguay", "Estudio sobre la independencia del Paraguay ", "La ciudad de Asunción", "Geografía etnográfica del Chaco", "Origen del Dr. Francia" y otros trabajos de importante valor histórico y literario. Fulgencio R. Moreno falleció poco después de iniciarse la guerra con Bolivia, en 1933261.

         Como buenos positivistas, estos novecentistas tenían que buscar justificaciones para explicar la transformación de los horrores del pasado en dioses. Aquí la "ciencia" tiene un rol que jugar y así retrocede hacia los orígenes primitivos en que el fuego de la magia y la verdad científica todavía no se hallaban divorciados. Manuel Domínguez e Ignacio A. Pane encontraron las causas del heroísmo paraguayo en el mestizaje entre la "raza superior" de España y la "raza superior" guaraní. Por otro lado, el "científico" de la generación, Moisés Bertoni (1857-1929), autor de múltiples obras sobre la "civilización guaraní", ya había llegado a la conclusión de que la misma, cuanto menos estaría a igual nivel que otras "grandes Civilizaciones" de la antigüedad: Egipto, Asiria, Babilonia, Judea, Grecia y Roma.

         En estas expresiones se advierte una incoherencia flagrante en la consideración por estos autores de ambos componentes étnicos. En efecto, posiblemente traicionados por el concepto evolucionista, propio de la escuela positivista, tuvieron expresiones - consciente o inconscientemente- de un profundo racismo. La manifestación despectiva de Domínguez en su obra El alma de la raza, indica claramente esta actitud "...El cristianismo y la música dulcificaron la crueldad nativa del indio antropófago". Resulta paradójico que esta generación, aparentemente renuente al esquema "civilización- barbarie", pretendió demostrar, utilizando la condición civilizada -no bárbara, en consecuencia- del paraguayo. Domínguez anotó que la inteligencia superior del paraguayo se debe a la alimentación, al clima del país, "tan sano como ninguno en el planeta ". "El paraguayo superior al porteño, superior al criollo, es también superior al español de Europa (...). En ninguna colonia latina había tanta población blanca como en Paraguay. Se daban 5 blancos por cada mulato o negro, mientras que casi en todas las colonias españolas había un blanco por 25 individuos de color. (...) Quién sabe si la raza paraguaya no estaba o no está llamada a alcanzar las cumbres a que sólo llegan las razas superiores"262.

         En cuanto al tema del Chaco, Alejandro Audibert inició esta tarea, pero fueron Manuel Domínguez y Fulgencio R. Moreno quienes la depuraron hasta un grado de extraordinaria precisión y acendrado valor científico. Se creó una verdadera escuela histórica paraguaya, basada en el cuidadoso uso de las fuentes y en una rigurosa metodología.

         Escapan a sus cánones las obras de O'Leary, quien no necesita documentar sus vigorosos alegatos, y la notable "Historia Contemporánea del Paraguay" (1921), de Gomes Freire Esteves, aunque, sin mencionar las fuentes, contiene un extraordinario acopio de datos y agudos juicios de la historia paraguaya desde 1811 hasta 1920263. Sin embargo no debe olvidarse a uno de los más importantes historiadores desaparecido a muy temprana edad: Blas Garay.

 

         BLAS GARAY

 

         Abogado y periodista; prodigio de la intelectualidad. Primogénito del matrimonio formado por don Vicente Garay y doña Constancia Argaña fue Blas Garay, nacido en Asunción el 3 de febrero de 1873.

         Al año siguiente el hogar recibió a otro vástago, Eugenio Alejandrino Garay, quien sería con posterioridad un esclarecido guerrero, y en 1876 al último de los hijos, Juan Jorge Garay, periodista sagaz, fallecido en 1914. La vida hogareña de los Garay se deslizó en el ambiente común al de todas aquellas familias que sobrevivieron a la gran epopeya, pero el infausto destino quiso que los niños Garay quedasen sin la necesaria presencia de la madre. Huérfanos, cuidados por la abuela, doña Nemecia García de Argaña, bizarra residenta y tullida por las heridas de la guerra, se educaron los tres niños Garay. A la edad de siete años, el mayor de ellos, Blas, ingresó a la Escuela Municipal, pero la carestía apremiante que la población paraguaya pasara por aquellos años de la posguerra, obligó a la señora de Argaña a trasladarse con sus nietos a Pirayú, donde un pariente; don Ladislao Argaña, había sido designado jefe de la estación del ferrocarril. Esta situación significaba la seguridad del pan cotidiano. En la pequeña escuela de aquel pueblo, Blas Garay prosiguió sus estudios. En poco tiempo, gracias a su aguda inteligencia y seriedad de su carácter, se convirtió en auxiliar de la modesta institución. Simultáneamente aprendió con entusiasmo el arte de telegrafía y en breve tiempo sustituyó al titular que ejercía ese menester.

         Su figura juvenil empezó a llamar la atención en el ambiente cansino del pueblo, y por insistencias de amigos y familiares decidió proseguir sus estudios en la capital. "Es un talento que no puede malograrse ", opinaban cuantos lo conocían. Transcurría el año 1887, cuando Blas y su hermano menor Eugenio se trasladaron a Asunción e ingresaron como internos en el Colegio Nacional.

         Muy pronto empezó a gravitar poderosamente en el ámbito estudiantil. Pulcro en el vestir, cortés en su conducta y arrogante en sus propósitos. Discutía con apasionamiento con los alumnos más distinguidos y aún con los más avezados maestros, se burlaba sarcásticamente de la "imbecilidad" o de las faltas de los demás, fueran estos condiscípulos o superiores264. "No perdona catálogos para proveerse de los mejores libros de enseñanza y de consulta, es dueño de una inteligencia robusta como su salud; de un espíritu analítico, emprendedor y perspicaz. Su labor es infatigable y metódica; constante su dedicación al estudio, acertada y útil la distribución de su tiempo; vasta y levantada su aspiración; inflexible su voluntad; profundo su desprecio hacia las tendencias mezquinas. Es en suma, un implacable azote del error". Nos describe acerca de su persona uno de sus biógrafos265.

         Si sobresalió como aventajado alumno del Colegio Nacional, también lo hizo como distinguido cultor de las letras.

         Su perfecta y clara dicción castellana asombraba a cuantos lo conocían y la vastedad de su cultura maravillaba a quienes lo leían. Durante ese tiempo, siendo alumno del quinto año fue invitado a colaborar en el periódico "El Tiempo", era el más joven del grupo, contaba apenas diez y ocho años, integrado por Manuel Domínguez, Fulgencio R. Moreno, Emeterio González, Liberato M. Rojas y Gabriel Valdovinos. A través de sus artículos, con el ingenio que le era característico y la facilidad de su pluma ajena a las vulgaridades literarias, en breve tiempo se convirtió en un experimentado periodista. Conspicuo redactor, a más del "El Tiempo ", lo fue de "La Unión', "La Opinión" y "La Semana".

         Ingresó a la Facultad de Derecho en 1892, y es durante esta etapa en donde se lo comenzaba a conocer verdaderamente en público. Aún no tenía veinte años y ya estaba en boca de todos. Era el "niño prodigio de la intelectualidad", aunque la mordacidad de su temple, se disimulaba en consideración a su portentoso talento.

         Los estudios universitarios no le constituyeron ninguna rémora, por el contrario los seis años de la carrera de abogacía los concluyó en tres, a la edad de veintidós años. Alternaba sus lecciones de derecho con la lectura de centenares de libros escritos por los grandes clásicos, escribiendo artículos para los periódicos e investigando en los antiguos legajos del Archivo Nacional, el pasado del país, especialmente las cuestiones de los límites coloniales. "Conversa, discute, lee, redacta, diserta, expone. Trabaja catorce horas diarias y posee una facultad asimiladora verdaderamente maravillosa y una gran rapidez de concepción", agrega Centurión266.

         Afiliado a la Asociación Nacional Republicana, formó parte del núcleo que acompañaba al general Bernardino Caballero.

         Por un decreto del Poder Ejecutivo fechado el 3 de marzo de 1896 se confió a Blas Garay la misión de viajar a Sevilla, con el fin de investigar en los documentos ubicados en el repositorio de aquella ciudad, todo lo relativo a la historia y limites del territorio paraguayo, especialmente los relacionados con Bolivia.

         En abril del citado año llegó a Europa en carácter de Encargado de Negocios en Madrid y Secretario de la Legación Paraguaya en Londres y Paris. Durante su permanencia en España visitaba asiduamente el Archivo General de Indias, sitio en el que trabajó incansablemente, hurgando en los distintos legajos, datos que arrojasen luz sobre el propósito de su cometido. En todo ese lapso siguió el doctor Garay examinando, clasificando y copiando los distintos instrumentos más importantes y decisivos en las cuestiones limítrofes paraguayo-bolivianas.

         A fines de diciembre de 1897 regresó al país, después de haber visitado Londres, Bruselas, París y otras ciudades europeas. Sin embargo es trascendental mencionar que, gracias a su infatigable tarea de escribir, durante su corta estadía en el viejo continente publicó cuatro volúmenes: "Compendio elemental de Historia del Paraguay"; Edición especial, Madrid, 1896. "La Revolución de la Independencia del Paraguay"; Madrid, 1897. "El Comunismo de las Misiones de la Compañía de Jesús en el Paraguay", Madrid, 1897. "Breve resumen de la Historia del Paraguay"; Madrid, 1897. Dejó inédito "Los límites del Paraguay". Pero probablemente una de las compilaciones más interesantes que coadyuvó en ulteriores investigaciones fue la "Colección de Documentos Relativos a la Historia de América y particularmente a la Historia del Paraguay ", publicada en Asunción en 1899.

         Luego de su llegada, se interesó en fundar un diario que estuviese al servicio del pueblo, así concibió la aparición de "La Prensa", periódico nacido el 1° de febrero de 1898, en momentos propicios donde se agitaba apasionadamente la cuestión presidencial del mandato de Juan B. Egusquiza.

         Consagrado, el doctor Garay en su constante tarea de rendir a su país el máximo de su preclaro talento y de su poderoso vigor, trabajaba día y noche con pasión extralimitada, pero su intransigencia con la falta de justicia e irregularidades en la administración pública, las que denunciaba diariamente con su acerada pluma, le había ganado no pocos enemigos. Herido a consecuencias de una bala homicida, el 16 de diciembre de 1899, falleció dos días más tarde, truncándose con ello su brillante carrera.

         Como un fulgente meteoro, en sus cortos veintiséis años, Blas Garay, de su transitar por la vida, dejó un notorio impacto en todos los sectores de la vida pública paraguaya267.

 

         CONCLUSIÓN

 

         La generación de los cultores de la Historia novecentista nos ha dejado invalorables legados, pese a existir en ellos algunos elementos explícitos que en cierta medida trabaron el desarrollo de las ciencias sociales en el Paraguay. El primero, se relaciona con el contenido de la propia cultura paraguaya, que viene desde su formación como comunidad humana y el segundo, la emergencia de la ideología nacionalista en el mismo momento fundante de la "tradición culta" en el país, debido a circunstancias históricas muy especiales. No obstante se debe considerar que todos ellos tenían en común el amor a la patria y su fe inquebrantable en un futuro mejor. Por otra parte, es innegable que esta generación es un monumento intangible a la importancia clave de la educación pública en un país como el nuestro. Fue el Colegio Nacional primero, y luego la Universidad Nacional, el persistente semillero de nuevos talentos y de eminentes ciudadanos que gravitaron de manera efectiva en las diferentes prestezas de la sociedad paraguaya. Por todo lo expuesto, se torna imprescindible recuperar los valores y el optimismo que movilizó un siglo atrás a aquella célebre "generación del 900".

 

 

NOTAS:

 

238GONZÁLEZ DE BOSIO, Beatriz. 1998. El Novecentismo. Un siglo más tarde. Ejemplo, Obras y Legado. Asunción, p. 51152.

239PLÁ, Josefina. 1985. Españoles en la cultura del Paraguay. Araverá. Asunción, p. 123/125.

240AMARAL, Raúl, María G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA y VELILLA, Julia. 1990. Historia de la Universidad Nacional de Asunción. Vol. I. Asunción, p. 56/57 y PLA, Josefina. Españoles en la cultura del Paraguay. Opus cit., p. 126.

241GONZÁLEZ DE BOSIO, Beatriz. El Novecentismo. Opus cit., p.53.

242FLECHA, Víctor Jacinto. 1992. Sociedad, Cultura y Ciencias Sociales. Revista de la UNA. Año 3. N° 3. Asunción, p.108.

243Ibídem, p. 109.

244CARDOZO, Efraím. Apuntes de Historia Cultural. Opus cit., p. 222/223.

245FLECHA, Víctor Jacinto. Sociedad... Opus cit., p. 110.

246Biografía de Cecilio Báez realizada por Alfredo Seiferheld en Mensajes... Vol. I. Opus cit., p. 18.

247AMARAL, Raúl. 1991. Cecilio Báez. Antología. Cuadernos Históricos. N° 21. Archivo del Liberalismo. Asunción, p. 6.

248BÁEZ, Cecilio. 1893. Contestación al discurso del doctor Zubizarreta con motivo de la graduación de abogados de la Facultad de Derecho. Imprenta De la Democracia. Asunción, p. 53/56.

249Ibídem, p. 62/63.

250AMARAL, Raúl. Cecilio Báez. Antología... Opus cit., p. 27.

251BÁEZ, Cecilio. 1888. El dictador Francia. Fundador de la nacionalidad paraguaya. La Ilustración Paraguaya. Asunción, p. 122/124.

252BÁEZ, Cecilio. 1985. Ensayo sobre el doctor Francia y la dictadura en Sud América. 2da. Ed. Cromos-Mediterráneo. Asunción, p. 14, 24, 34 y 46/48.

253MONTE, Mary y MARTÍNEZ, Ofelia. Dios proteja... Opus cit., p.79.

254Ibídem, p. 97.

255GONZÁLEZ DE BOSIO, Beatriz. 2000. Juan Emilio O'Leary. Forjadores del Paraguay. Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, p. 462.

256MONTE DE LÓPEZ MOREIRA, María G. 2000. Juan Emilio O'Leary. Forjadores del Paraguay. Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, p. 463.

257FLECHA, Víctor Jacinto. Sociedad... Opus cit., p. 108.

258GONZÁLEZ DE BOSIO, Beatriz. Juan Emilio O'Leary... Opus cit., 462.

259CENTURIÓN, Carlos R. Historia de la Cultura... Vol. I. Opus cit., p. 435/440.

260Ibídem, p. 483/485.

261Ibídem, p. 442/443.

262FLECHA, Víctor Jacinto. Sociedad... Opus cit., p. 108.

263CARDOZO, Efraím. Apuntes de Historia Cultural... Opus cit., p. 222.

264MONTE DE LÓPEZ MOREIRA, María G. 2000. Blas Garay. Forjadores del Paraguay. Distribuidora Quevedo de Ediciones, Buenos Aires, p. 276.

265CENTURIÓN, Carlos R. Historia de la Cultura... Vol. II. Opus cit., p. 314.

266Ibídem, p. 315.

267MONTE DE LÓPEZ MOREIRA, María G. Blas Garay. Opus cit., p. 276/277.

 

 

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 EL RÉGIMEN LIBERAL 1870-1930

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA

JUAN M. CARRÓN ; MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA ;

ANSELMO AYALA y SALVADORA GIMENEZ

 

 

ACLARACIÓN:

El trabajo de investigación que sirvió de base para la siguiente publicación, fue financiado por el Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción. Los resultados que se derivan del mismo son propiedad de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. Las opiniones que se encuentran vertidas en la publicación son de exclusiva responsabilidad de los autores, y no necesariamente reflejan la posición de la Universidad Nacional de Asunción.

Unidad de investigación de la facultad de filosofía de la UNA.

Con financiación del Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción durante el año 2004

Investigador principal:

Dr. JUAN M. CARRÓN

Co-investigadores:

Prof. MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

Prof. ANSELMO AYALA

Prof. SALVADORA GIMÉNEZ

A cargo de la Prof. María Monte de López Moreira estuvo el estudio del contexto histórico de la época estudiada. A cargo de Anselmo Ayala las ideas filosóficas, así como las ideologías dominantes. Las ideas pedagógicas estuvieron a cargo de la Prof. Salvadora Giménez. El Dr. Camón se ocupó de la coordinación general, de analizar el contexto socioeconómico y de elaborar las conclusiones. El Prof. Miguel Ángel Fernández participó en la etapa inicial de preparación del protocolo de investigación y en la discusión de los primeros avances de la misma; no así en la redacción última de los capítulos que conforman la obra.

 

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Octubre de 2005 (220 páginas)



 

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