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JUAN MARÍA CARRÓN

  LOS HOMBRES DEL NOVECIENTOS ENJUICIAN LA SITUACIÓN ECONÓMICA - JUAN M. CARRÓN


LOS HOMBRES DEL NOVECIENTOS ENJUICIAN LA SITUACIÓN ECONÓMICA - JUAN M. CARRÓN

LOS HOMBRES DEL NOVECIENTOS ENJUICIAN

LA SITUACIÓN ECONÓMICA

JUAN M. CARRÓN

 

 

         En repetidas ocasiones los representantes de la generación del novecientos denunciaron las incoherencias y disfuncionalidades del sistema económico que se implantó entre 1880 y el fin del siglo. Dos de ellos se destacaron por la lucidez de su análisis, por su honestidad intelectual y por la probidad con la que administraron la cosa pública. Ellos fueron Fulgencio R. Moreno y Eligio Ayala. A ellos nos referiremos en este capítulo, sin olvidar algunas referencias a otros personajes de relevancia en el análisis y la gestión de la economía nacional.

 

         FULGENCIO R. MORENO

 

         Fulgencio R. Moreno nació en 1872. Le tocó la pesada responsabilidad de ser ministro de Hacienda en varios gobiernos que se sucedieron a principios del siglo XX. La "cuestión monetaria" ya se había instalado con toda su secuela de males para el país. Moreno pone toda su voluntad y su ingenio en buscar una solución, no meramente coyuntural, sino que arrancase las raíces del mal. Para ello prepara varios proyectos de ley que defiende en las sesiones del 22 y del 27 de agosto de 1902 de la Cámara de Diputados. Sus exposiciones han sido recogidas en un libro que pasamos a comentar198.

         Moreno toma como punto de partida una vibrante y dolorosa constatación de la situación social imperante en ese Paraguay cuya economía él trata de encauzar. "De que las grandes empresas industriales exportadoras prosperan, que los bancos progresan y el comercio internacional sigue adelante, no hay duda: ahí están los balances, memorias y estadísticas que lo prueban; pero de que el pueblo sufre, el trabajador se halla agobiado, el verdadero productor se desalienta (los destaques son nuestros) nuestro crédito sufre constantemente y todo parece encaminarse a una regresión general, lo proclaman los hechos que a nosotros mismos nos afectan, el presupuesto de nuestras propias familias"199. Su informe señala varias causas de esta situación. La principal de ellas es "la desvaloración constante del papel moneda nacional que no han sido parte a contener la acción casi negativa de los poderes públicos, ni los esfuerzos del verdadero productor".

         El diagnóstico que hace Moreno es agudo y punzante: -"El obscuro campesino que se inclina diariamente sobre la gleba durante meses enteros; el peón obrajero, el minero de las grandes empresas yerbateras, el pueblo, en fin, trabajador y paciente ¿qué recibe del producto que extrae de la tierra, de la materia a cuya elaboración contribuye a veces con su vida entera?, papel moneda o efectos de procedencia extranjera, por el sistema de permuta. Y el producto que el campesino extrae de la tierra, la materia que el mismo elabora ¿qué representa? oro; y como la potencia adquisitiva de este no varía y el papel moneda la tiene cada vez más debilitada, resulta que en el Paraguay el que trabaja, el que proporciona el oro para el comercio internacional, es en primer término la víctima expiatoria de las oscilaciones del cambio"200.

         En "la cuestión monetaria" se indaga, en primer lugar, cuáles son las causas de la desvaloración del papel moneda nacional. Un sesudo análisis le permite a Moreno demostrar que el fenómeno no tenía una inmediata relación con las emisiones de papel moneda ni con las oscilaciones del comercio exterior. Contra lo que generalmente se creía el precio del oro subía o bajaba erráticamente tanto cuando la emisión no tuvo aumento alguno como cuando se la aumentó, "las subas y bajas en la cotización del oro no sólo se manifestaron independientemente de toda emisión, como aconteció en 1899, sino que coincidieron siempre con el aumento o disminución de la misma en un sentido completamente inverso de lo que debiera ocurrir según los adversarios de los proyectos. En efecto, cuando en 1900 sólo había 9.885.000 pesos en circulación el oro se cotizaba al 825% y cuando la emisión llegó a pesos 11.800.000 el oro bajó a 78%"201. Del mismo modo demostró que los superávits o déficits en el comercio internacional del Paraguay no aparecían correlacionados con las subas o bajas de la emisión, citando como ejemplo que en 1899, en que no hubo emisión alguna, la balanza comercial arrojó un déficit de 288.844 pesos oro, mientras que en 1900 en que se emitieron más de 2.000.000 de pesos hubo un superávit de 96.142 pesos oro.

         Moreno no se satisface con estas constataciones; trata de entender estas aparentes anomalías y para ello coincide con el método de análisis que había de recomendar Fernand Braudel: superar el nivel de la historia episódica, que se mueve en el ciclo corto y el de la historia coyuntural que observa los ciclos un poco más durables pero cambiantes para ir al nivel de análisis de la historia estructural que considera los ciclos y tendencias de larga duración. Moreno no sólo percibe que una nueva estructura económica se ha enseñoreado en el Paraguay sino que es el primero en darse cuenta de cuáles son sus efectos sobre los cambios coyunturales y sobre las condiciones de vida, establecidas y durables, de una gran parte de la población. Desde luego, no niega radicalmente que la emisión pueda tener efecto sobre la desvaloración del papel moneda, sobre todo aquella que sólo tiende a satisfacer las necesidades del Estado. "Hay que distinguir también entre la emisión improductiva, tendiente a satisfacer las necesidades del Estado y la que tiene por único fin el aumento de la producción, la satisfacción de las necesidades económicas de la sociedad". Pero va más allá de las oscilaciones episódicas del tipo de cambio y de las emisiones para iniciar el análisis de las tendencias estructurales.

         En primer lugar señala que las estadísticas aduaneras no son confiables, no sólo por la longitud de las fronteras y por la escasez (o venalidad) de los controladores, fenómeno que ya afectaba entonces, crónicamente, al comercio exterior paraguayo, sino también porque no registran la ganancia del comerciante exportador que no figura en las estadísticas. Estas ganancias según la estimación de Moreno para los diversos productos de exportación durante el año 1901 alcanzaban casi 600.000 pesos oro, dinero que si hubiera ingresado al país habría tornado claramente en superávit la balanza comercial de ese año203. Moreno cita a varios autores para mostrar que "los cálculos aduaneros son erróneos pues reposan sobre las declaraciones de los comerciantes" y que "las relaciones de intereses entre los pueblos y sus intercambios no están exclusivamente vinculadas a operaciones comerciales, sino que también dependen de las negociaciones de carácter financiero y del movimiento de las personas". Moreno hace, por consiguiente, las siguientes cruciales preguntas:

         "¿A cuánto montan las importaciones y exportaciones que por diversas causas no pasan por las aduanas de la República?

         "¿Cuánto se gasta en el exterior por lo que un economista llamaba acertadamente ausentismo?

         ¿Qué exportación de oro nos representan anualmente las empresas industriales con sus dividendos a los accionistas del exterior y los extranjeros que se ausentan liquidando sus negocios?"204.

         Por fin alguien pone el dedo en la llaga. Un país que ha vendido a capitalistas extranjeros ausentistas, es decir, que no viven ni gastan para su consumo personal en el país, la mayor parte de sus riquezas naturales, tiene que sufrir, año tras año, el drenaje de oro de dividendos o de retenciones de ganancias del intermediario comercial que quedan en el exterior. Moreno calcula cuantiosas sumas que remiten a sus accionistas en el exterior La Industrial Paraguaya, el Banco Mercantil y el Ferrocarril, ya vendido a una empresa extranjera. Podría haber agregado muchos nombres más a la lista, por ejemplo, el de la empresa Mate-Laranjeira. Lo importante no es la conclusión a la que llega Moreno: que los ingresos y salidas de oro por diversos conceptos más o menos se equilibran durante el año 1901. Lo importante es cómo llega a ello. Importa además su segunda constatación: que a pesar de todo lo antedicho "falta papel para el movimiento económico interno y escasea el oro para el servicio del comercio internacional". ¿Por qué esta anomalía? Las respuestas que da Moreno son contundentes y escandalosas: por la alta concentración del ingreso, porque el dinero, sea en oro o en papel, está en muy pocas manos, en su mayoría extranjeras, que hacen subir o bajar el peso del oro por razones especulativas y que para mas remiten al exterior buena parte de sus ganancias. "En el Paraguay las grandes casas importadoras son a la vez los fuertes exportadores; puede decirse que la producción entera del país está en su poder. Entre tanto los importadores de menos cuantía son numerosos. Al mismo tiempo aquellas son los principales capitalistas a papel moneda, pues las emisiones hechas anteriormente han tenido la rara virtud de ir a parar a los bancos de que forman parte como fuertes accionistas. Resulta entonces que cuando dichas casas han satisfecho sus necesidades a oro en el exterior, no tienen por qué ofrecer el sobrante, puesto que poseen capital suficiente de papel moneda"205.

 

         DENUNCIA CONTRA EL LAISSEZ FAIRE

 

         Moreno, sin tapujos ni ambages, denuncia la existencia en el país de un complejo productor-exportador-importador-financiero, todo a la vez, que está conformado por unas pocas empresas y que domina al conjunto de la economía del Paraguay. Constata que cuando la aparición intermitente de la buena moneda queda librada enteramente al arbitrio de la especulación particular puede dar origen a grandes calamidades, que el solo juego del mercado no asegura una normalización, si es que no existe una intervención gubernativa. De ahí concluye que hay que dar al Estado "el papel que le corresponde en la dirección de las finanzas", de modo que "la aparición u ocultación del oro en todo el Paraguay no dependa exclusivamente de las conveniencias particulares de unos pocos".

         Es este un alegato no sólo a superar el laissez faire que "ya ha sido relegado al museo de las antiguallas económicas" para lo que cita a varios economistas europeos contemporáneos, destacando que sólo gracias a esta intervención del Estado en la economía saldría del caos de las innumerables economías particulares, que se afanan por sus propios intereses, un sistema nacional y humanitario. El objetivo de la intervención es, por consiguiente, claro: velar que los bancos, las bolsas y todas las instituciones de crédito no excedan de los límites que les asigna el interés del Estado y de la comunidad, que su acción no sea afectada de parasitismo, que ellos no prosperen en detrimento de la propiedad y de la libertad, privada y pública. Todo esto es necesario porque es un sofisma que el interés general sea la suma de los intereses particulares. Por el contrario los intereses de cada grupo son contrarios a los de otros grupos. Los intereses individuales suelen generar el antagonismo "suscitando a cada paso competencias y luchas que ni la reciprocidad ni el temor de represalias pueden impedir y cuya consecuencia necesaria es el aniquilamiento de los débiles". "La intervención del Estado en la esfera económica es, pues, una condición necesaria para el desarrollo progresivo, para la integración constante del cuerpo social, pero el grado, forma, ocasión en que esta necesidad se manifiesta no es ni puede ser uniforme por lo mismo que la complejidad de los hechos económicos no puede estar sujeta a fórmulas aplicables en todas las situaciones, tiempos y lugares"206.

         Pero Moreno va más allá de la crítica del leseferismo y usa muy hábilmente las citas para llegar a la denuncia social en términos muy radicales. Así es como, citando a un sociólogo español contemporáneo, dice "mientras el capital pueda acumularse en pocas manos, por un mal entendido principio de libertad individual, los Estados están perdidos, o mejor, en ellos el hombre será víctima de la esclavitud y de la miseria. Todos los períodos que han precedido el hundimiento de las sociedades han presentado este fenómeno. El Estado se ha vuelto venal. El pobre desesperado ha odiado la ley, de la misma manera que el rico opulento se ha burlado de ella"207. Podemos imaginarnos cuán mal habrán sonado estas citas en los oídos de la oligarquía de la época.

 

         PROPUESTAS DE INTERVENCIONISMO ESTATAL

 

         Fulgencio R. Moreno va más allá. Propone una serie de medidas que tienden no sólo a un mayor control del Estado sobre el cambio de monedas, pide también la adopción de medidas que devuelvan al gobierno paraguayo el control de la producción y comercio de las más importantes riquezas nacionales. Como lo dice muy bien su plan es más económico que financiero. Consiste no sólo en la reglamentación de los cambios de moneda sino en dar al Banco Agrícola "la facultad de intervenir en el comercio de exportación y correr con el estanco de algunos productos si fuese necesario"208. Y esto con una clara advertencia a la clase económica dirigente: "El grado y la forma de la intervención del Estado en la esfera económica queda librado al arbitrio de los particulares. Si estos ayudan al gobierno, el gobierno disminuirá la fuerza de su acción y la suprimirá tal vez completamente. Si por el contrario, la entorpece, vigorizará su acción y llegará hasta el estanco. Al monopolio del oro que beneficia a unos pocos, opondrá el monopolio de los productos en beneficio de la generalidad, Y lo hará con la conciencia de haber cumplido un deber social"209.

         Ante las objeciones constitucionales que podrían surgir Moreno opone una serie de refutaciones citando las autorizadas opiniones de algunos tratadistas. En primer lugar un estanco no es un monopolio en sentido estricto porque no se concede un privilegio a una persona sino que se toma una medida a favor de todos los habitantes de la República. Además si muchas naciones conservan para sí las industrias de ferrocarriles, la de correos y telégrafos y otras similares es obvio que también tienen el privilegio de fabricar un artículo determinado ya sea por razones de seguridad pública, higiene o renta. Al hacerlo no violan la Constitución sino que la reglamentan para que se respeten tanto los derechos individuales como los intereses generales de la nación. Además la Constitución del Paraguay establece que corresponde al Congreso "Proveer lo conducente a la prosperidad del país y sobre todo emplear todos los medios posibles para el progreso y la ilustración general y universitaria". Por si faltara otro argumento más, Moreno menciona que ya en 1875, a los pocos años de proclamada la Constitución liberal, el Poder Ejecutivo declaró el estanco del tabaco por el término de cinco años y que en julio de 1876 se declaró el estanco de la yerba mate, citando extensamente un mensaje dirigido al Congreso por el presidente Salvador Jovellanos: "Sabido es que la mayor parte de las rentas de la Nación, antes de la guerra, provenían de los productos de la yerba mate. La supresión repentina de esta considerable entrada, hecha antes de arbitrar otras nuevas, en momentos en que quedábamos en la mayor miseria y el Tesoro Nacional exhausto de todos sus recursos anteriores, ha venido a hacer imposible todo medio de equilibrar el presupuesto... en tiempo de crisis y penurias sin ejemplo, lo más juicioso es atenerse a las entradas que el país está acostumbrado a proporcionarse". En otras palabras, Moreno quería no sólo hacer una reforma financiera, quería devolver al gobierno el control sobre las riquezas del país. Es fácil imaginar la reacción adversa que su programa originó en la oligarquía, tanto nacional como extranjera, que regía la economía del Paraguay.

         A instancias de Moreno el Ejecutivo envió varios proyectos de ley para su aprobación por las cámaras. Uno ampliando el capital del Banco Agrícola así como encomendándole las funciones de fomentar "el tabaco, la repoblación forestal, vialidad pública, adquisición de materiales y maquinarias agrícolas", etc. Otra por la cual el mismo banco queda autorizado a efectuar "operaciones de compra y venta de frutos del país y en las mismas condiciones a emprender aquellas industrias útiles de las que se retrae el capital privado, ya sea por sí mismo o asociándose con particulares inteligentes para su explotación". Otro proyecto de ley establece expresamente que el Poder Ejecutivo "podrá estancar todos o cada uno de los siguientes productos: yerba mate, cueros y tabaco, debiendo su administración estar a cargo del Banco Agrícola".

         Como era de esperar, estos proyectos de ley encontraron una viva resistencia en los círculos bancarios y comerciales. Por ello no tuvieron el apoyo legislativo, quedando varados a nivel de comisiones. Se objetaba tanto el control de cambios como el de la comercialización de los productos de exportación. Sobre todo se movilizó el poderoso grupo de los exportadores yerbateros. Sólo unos pocos comerciantes mayoristas y bancarios comprendieron que, a la larga, el proyecto iba a resultar benéfico; entre ellos estaban los banqueros Jorba y Angulo, quienes colaboraron con Moreno para hacerlo aceptable y conseguir su aprobación. La nueva ley, presentada al Congreso el 2 de mayo de 1903, se redujo a proponer simplemente un mecanismo destinado al control de cambios, se eliminó totalmente la intervención del Estado en la comercialización de productos de exportación. Para dotar de recursos a la Caja de Conversión se autorizó la gestión de un empréstito externo de un millón quinientos mil pesos oro. A pesar de estas drásticas reducciones el proyecto no consiguió el respaldo legislativo, por lo que Moreno presentó su renuncia al cargo de ministro de Hacienda el 12 de mayo de 1903210. Pocos años después, ya iniciada la era de los gobiernos liberales con la revolución de 1904, el presidente de la República Juan B. Gaona criticó duramente este proyecto: "Todos saben la situación en que se encontró el país durante el gobierno pasado que fue tan retrógrado en finanzas que quiso arruinar el comercio con un monopolio despótico, amenazándolo con estancar los cueros, la yerba y el tabaco; si bien después reaccionó en parte limitándose a expropiar la mitad de los cueros. Esa ley inconsulta fue una de las causas por las cuales el comercio simpatizó con la revolución en la que puso grandes esperanzas"211. Estas frases son una buena descripción de la trama político-económica que se impuso en el Paraguay de aquellos años.

 

         ELIGIO AYALA

 

         Otro de los hombres del novecientos, Eligio Ayala, aunque de actuación pública en un período posterior, debe ser mencionado en este capítulo porque en varios de sus libros se refiere a problemas que venían de larga data; desde los finales de la Gran Guerra, en especial en su tratado acerca de la Evolución de la Economía Agraria en el Paraguay. Nacido en 1879, de familia campesina, en Mbuyapéy, estudió en los colegios nacionales de Encarnación y de Asunción. Posteriormente se recibió de abogado y, desde 1911 hasta 1920 vivió en el extranjero, sobre todo en Europa, donde estudió ávidamente filosofía, economía, sociología y fue un observador sagaz del acontecer político. En el año 1915, escribe en Berna "La evolución de la economía agraria en el Paraguay", que pasamos a comentar. En esta obra rinde tributo a su tío José de la Cruz Ayala, llamada también Alón, quien en 1887 había prometido a sus seguidores que si fuese electo diputado devolvería a los campesinos las tierras de que habían sido despojados.

         En efecto, comienza el libro con una dura crítica a la venta de las tierras públicas. Se refiere a las concepciones de la época, según las cuales la tierras debían estar en manos privadas, pero dice más: "Estas erróneas preocupaciones económicas y las exigencias financieras, la escasez de recursos, los apremios de los presupuestos de gastos, fueron seguramente los motivos principales de la resolución funesta de vender las tierras públicas del Paraguay. Las leyes de venta de tierras públicas fueron dictadas con la precipitación propia de la imprevisión y la ignorancia. Y las mejores tierras del Paraguay fueron enajenadas a precios irrisorios, exiguos. La operación de venta fue fácil y rápida, claro está, pero estaban lejos de realizarse los beneficios esperados de ella. Se creyó que la iniciativa privada, en posesión de esas tierras, estimularía la producción y lo que se realizó fue sencillamente la ruina del porvenir económico del Paraguay. Las tierras pasaron de la propiedad del Estado a la de algunos capitalistas extranjeros. Un monopolio sucedió a otro monopolio. A la inmovilidad de las tierras fiscales sucedió no la actividad de la producción, la prosperidad económica, sino la acción venenosa de la especulación"212 (los destaques son nuestros).

 

         EL PROBLEMA RURAL PARAGUAYO

 

         La imagen que Eligio Ayala nos da acerca del problema rural paraguayo es realmente conmovedora y doliente. Condena tanto la venta de tierras como las emisiones de papel moneda inconvertible, estas últimas que aumentaban descontroladamente el circulante, favoreciendo la especulación. Esto dio como resultado que "algunos pocos extranjeros las monopolizaron y esperaron tranquilamente su valorización espontánea, sin preocuparse de explotarlas. Los agricultores paraguayos no recibieron ni un milímetro de esas fértiles tierras, arrojadas pródigamente por el Estado a las manos de unos pocos especuladores". Ayala considera que así los gobernantes de turno "sacrificaron el porvenir económico brillante del Paraguay para siempre" y agrega que este error económico fue el "más grande y más funesto que se ha cometido hasta ahora por gobernantes paraguayos, después de la guerra". Esas ventas "nos robaron legua por legua, las bases permanentes de una vida nacional robusta y gallarda, y de una organización social vigorosa, permanente y sana"213. Debido a estas ventas mientras los latifundios se robustecían los agricultores emigraban impulsados por los interdictos de desalojo. De modo que esta medida no incentivó una mejor explotación de las grandes propiedades, ni la creación de colonias agrícolas, ni atrajo a inmigrantes extranjeros, ni atajó la emigración de agricultores paraguayos.

         Según Ayala llegó un momento en el que "los legisladores paraguayos se asustaron de la obra nefasta de una legislación depravada. Se dictaron las leyes de prohibición de la venta de las tierras fiscales... las leyes de inmigración y de colonización y las del hogar... Estas leyes fueron dictadas sin estudiar previamente las condiciones del país, sus verdaderas necesidades, en una erupción de acción instintiva, como en el acceso de una crisis histérica". El resultado fue que "Los agricultores compraban pequeños lotes de tierras fiscales, pero las revendían a los propietarios de los campos, a los propietarios de grandes extensiones"214. En nada se alteró la situación anterior, en la que "gran parte de nuestra población agrícola carece de terrenos propios de cultivo". Ha contribuido a todo esto el incremento de la ganadería que ha absorbido a la pequeña propiedad en los últimos tiempos. Desde luego "el desalojo, y el temor a ser desalojados, la carencia de propiedad del suelo, siembran la zozobra, la inquietud, la inseguridad, que son los sentimientos que más embarazan la labor agrícola. Las cosechas en la agricultura requieren tiempo, y por consiguiente su primer requisito son la seguridad, la estabilidad, la confianza". Lo que agrava la situación, según Eligio Ayala, es que las expropiaciones de algunos latifundios para dar tierras a los ocupantes precarios tampoco han dado buen resultado porque no existe una asistencia ni una educación del pequeño agricultor, no se ha incrementado su aptitud para producir, ni se ha despertado su iniciativa ni su espíritu de cooperación. "Atrincherados en sus pequeñas chacras los agricultores... rutinarios, ignorantes de los modernos procedimientos de la cultura, sin instrumentos perfeccionados de producción, sin capital, y sin tierras (propias), apenas si obtienen provecho de sus cultivos. Imprevisores, no saben emplear el producto de sus trabajos. Se dejan engañar y explotar por los agentes de los grandes exportadores...". Aprovechándose de esas circunstancias aparecen los agentes enganchadores de peones para los yerbales, los gomales de Bolivia, y los obrajes argentinos. Hacen cabrillear ante ellos el espectáculo de un salario más elevado y les embaucan con adelantos de manera efectiva. Consecuencia lógica de esta propaganda es la emigración de nuestros agricultores a regiones remotas, incultas e insalubres, donde en vez de la Arcadia soñada encuentran un bárbaro tratamiento y una cruel esclavitud. Así se ha producido en nuestro pueblo rural una sugestión patológica, morbosa, malsana, de emigrar"215.

 

         CAUSAS DEL PROBLEMA AGRARIO

 

         Eligio Ayala se pregunta cuáles son las causas del problema agrario. Es consciente de que el tema es complejo y que está relacionado con una gran variedad de condiciones, que a su vez están vinculadas a nuestra idiosincrasia nacional, a nuestras costumbres y a nuestras tradiciones. Se queja de que los intelectuales paraguayos no se han ocupado de los problemas fundamentales de la vida nacional. Según él se han ocupado sólo de alcanzar el poder o de la historia. "Unos hocican en las dictaduras, otros se movilizan para recorrer el período de la Conquista; atraviesan como un ciclón los archivos, vacían las carpetas polvorientas, compulsan documentos, se aprenden de memoria los Azara y los Rengger. Pero todos permanecen y han permanecido siempre impasibles, indiferentes, ante nuestros problemas sociales, económicos, políticos e intelectuales del presente"216. Decididamente, él quiere reparar este error y analizar el tema de la economía agraria en el Paraguay.

         En primer lugar señala que el problema agrario no radica en la ganadería, la que presenta buenas perspectivas de desarrollo, sino en la agricultura. Y en el caso de la agricultura el primer problema es la provisión de tierras labrantías a los agricultores. La raíz del gran problema está en la distribución de la tierra para la formación de posesiones familiares estables. Pero esa distribución no satisfará por sí sola, todas las exigencias del desarrollo de la producción agraria porque "en última instancia el problema agrario, considerado en su plenitud, en la multiplicidad de sus relaciones, es un problema social": Para desentrañar ese problema social Ayala examina las condiciones en las que se desarrollan las explotaciones agrarias de varios países europeos. Constata que hay divergencias en la superficie de lo que se considera propiedad familiar. Por ello, en vez de optar por un determinado tamaño de la parcela propone dos criterios generales: para él es propiedad familiar aquella que el agricultor puede cultivar con la sola ayuda de su familia, sin necesidad de auxiliares asalariados, y además, aquella cuya producción sea suficiente para satisfacer las necesidades de subsistencia de la familia que la cultiva.

         También distingue distintos tipos de latifundios destacando que en el Paraguay existen latifundios de extensión, a los que define como propiedad de extensas tierras no aplicadas a la explotación económica y que en el Paraguay están destinados a la especulación. Sus propietarios no tienen asentados en ellos ni su fama, ni su prestigio social. Ellos son simplemente terrenos comprados para ser revendidos con lucro. "En el Paraguay la especulación en tierras ha degenerado en defraudaciones escandalosas en ciertas épocas. De esos abusos no fueron responsables sólo los propietarios sino la falta de policía, la incapacidad gubernativa, la incapacidad legislativa y la ineptitud y negligencia de los funcionarios administrativos". En este país predominan los latifundios ganaderos y los de especulación, mientras la pequeña propiedad es precaria, insegura e inestable217.

 

         LA CUESTIÓN AGRARIA EN EL SOCIALISMO

 

         En los capítulos 6 y 7 de esta obra Eligio Ayala presenta la cuestión agraria en el socialismo, haciendo gala de gran erudición, de gran precisión en los conceptos y de agudo sentido crítico. Comienza reconociendo que Marx basó sus inducciones acerca de la futura organización social en un análisis sagaz y penetrante de las condiciones económicas de las sociedades de su época. Explica muy precisamente cómo en el capitalismo tiende a aumentar más rápidamente el capital constante, destinado a financiar las máquinas, que el capital variable, destinado a pagar el salario obrero y cómo la acumulación de la riqueza hace que aumente el ejército de reserva de los obreros desocupados. Destaca que, según Marx, la misma ley natural de la producción industrial rige las explotaciones agrarias. También en el agro las grandes explotaciones tienen aptitudes superiores para vencer en la concurrencia a las pequeñas, porque, en general, las grandes explotaciones que aplican el capital, las máquinas y los conocimientos científicos son más productivas y más útiles que las explotaciones pequeñas. Estas últimas "son dispendiosas y caóticas, derrochan estérilmente las energías productivas". Por esto, según Marx, se dará una transición de la propiedad pequeña a la grande y, posteriormente, de la propiedad grande a la propiedad colectiva, socializada. Así que conforme al socialismo marxista la pequeña propiedad entorpece el proceso natural y necesario de la colectivización de la propiedad del suelo; con el agravante de que los pequeños propietarios no constituyen todavía una clase. Si la pequeña propiedad agraria es un obstáculo para el progreso de la producción agrícola, todos los esfuerzos que se hagan para conservarla o vigorizarla no harán otra cosa que prolongar estérilmente su agonía económica.

         Ayala refiere que esta tesis marxista provocó, como era de esperar, muchos debates en los congresos socialistas de 1867 y 1868. Los partidarios de Proudhon se opusieron a los marxistas, defendiendo la pequeña propiedad como una condición primordial de la libertad personal. Sin embargo, las posiciones marxistas triunfaron. El argumento principal fue que la aplicación de capitales, de máquinas y de gran cantidad de obreros que configuran una concentración de los factores de producción, favorece la producción de la riqueza. Para ello es necesario optar por la gran propiedad agrícola, pero para que la riqueza no esté sólo en pocas manos, esta propiedad debe estar colectivizada. En el congreso socialista de 1869 se reiteró que la pequeña propiedad está vencida no sólo por el capital sino también por los conocimientos científicos y técnicos, botánicos, químicos y mecánicos, que sólo se pueden aplicar válidamente en las grandes explotaciones agrícolas. En todos los congresos de la Internacional Socialista realizados hasta 1894 triunfó esta tesis marxista. Pero en 1894 en un congreso del Partido Social Demócrata alemán se dio un viraje en esta posición programática. El Partido Socialista alemán cuyos adherentes eran casi exclusivamente obreros industriales quiso ganar la adhesión de los pequeños campesinos, quienes no comprendían los beneficios de la colectivización ni se resignaban a perder sus parcelas en interés de un remoto ideal futuro. El congreso del partido, reunido en Frankfurt, siguió afirmando que la pequeña propiedad agraria estaba desfalleciendo, oprimida por los impuestos, las deudas y la usura pero proclamó la necesidad de defenderla y la obligación del Estado de protegerla. Ante esta posición, más electoralista que sólidamente fundada, reaccionó Engels diciendo que es absurdo pretender salvar lo que es insalvable y que el socialismo no debe servirse de simulaciones ni de hipocresías. Es su deber demostrar a los pequeños propietarios que sus propiedades no pueden sobrevivir en el régimen económico actual, que no son poderosas para resistir la concurrencia de las grandes explotaciones capitalistas. La protección de los pequeños cultivadores contradice una tendencia económica inalterable. Estas objeciones ahogaron la reacción de Frankfurt.

         Posteriormente Kautsky, en 1898, se manifestó como el más firme defensor del colectivismo agrario marxista. La agricultura moderna, según Kautsky, no es autónoma, carece de fuerzas y leyes propias de desenvolvimiento, está subordinada a las mutaciones de la evolución industrial. No acontecía así en la Edad Media, cuando los agricultores producían para satisfacer sus propias necesidades y sólo destinaban unos pocos sobrantes al mercado. Por el contrario, cuando se expanden las actividades industriales en las ciudades se amplía la demanda de productos agrícolas y la agricultura se incorpora al proceso de la producción industrial capitalista. Ahora hay que aumentar la producción de bienes primarios. Esto requiere capital, crédito, dinero, maquinarias, conocimientos de toda índole, lo que sólo se puede aplicar en las grandes explotaciones, las que, además ahorran mano de obra. Los pequeños cultivos exigen doble trabajo, mayor número de obreros, derrochan el suelo y el material. En las pequeñas explotaciones la dirección científica, la división del trabajo y el empleo de maquinarias son imposibles. Tampoco sus propietarios pueden hacer previsiones para plegarse a las mutaciones del mercado. Finalmente, si la ley de la producción industrial capitalista es la concentración, la misma ha de gobernar también a la producción agrícola218.

         El extenso y cuidadoso análisis que Eligio Ayala dedicó a la doctrina marxista sobre el agro indica hasta qué punto le interesó y, hasta cierto punto, influyó en sus convicciones. Sin embargo Ayala reacciona con una actitud crítica que comienza proclamando que el desenvolvimiento de la agricultura y de la industria no son idénticos, ni obedecen a las mismas leyes. Para ello aduce argumentos que probablemente hoy nos resultaran desfasados, porque en tiempos de ser redactado su libro no se habían aún introducido en la agricultura las innovaciones tecnológicas que son aplicables ahora. Ayala no podía imaginar hasta qué punto la división del trabajo, la especialización y la utilización de maquinarias habían de hacer muy semejante la gran explotación agrícola a una empresa industrial. Sin embargo sus objeciones parecen tener validez para su tiempo. Él proporciona datos empíricos de cómo en la Alemania de su tiempo los latifundios tambaleaban, mientras que aumentaba el número de las explotaciones pequeñas y medianas. También en Inglaterra, en vez de una tendencia a la concentración se produjo la descentralización y parcelación de las grandes propiedades. La superioridad económica de las grandes explotaciones agrarias sobre las pequeñas no aparece como incondicional. En muchos casos las ventajas son anuladas por las desventajas. La propiedad colectiva de la tierra no es más conforme a los intereses sociales; por el contrario, la pequeña propiedad es condición del bienestar y de la armonía social.

         Ayala se niega a admitir la existencia de una ley económica que llevaría inexorablemente a la colectivización agraria. Dice que en todos los países se han producido épocas de transición de las grandes propiedades a las pequeñas y épocas en que la tendencia ha sido inversa. Estas transiciones no obedecen a una ley económica sino que son readaptaciones de la producción agraria a las transformaciones del mercado internacional. En último término la asociación cooperativa de los pequeños productores puede contribuir a aprovechar las ventajas de la gran explotación capitalista sin abdicar de la pequeña propiedad. Así aconteció en Dinamarca, donde desde 1870 la concurrencia de los productos agrarios americanos produjo una crisis en la agricultura local. El 72% de los cultivadores eran pequeños poseedores de tierra. Para hacer una competencia ventajosa con lo que venía del exterior era preciso refinar la calidad de los productos, invertir capital, aplicar procedimientos racionales y científicos. Los pequeños propietarios comprendieron que no podían subsistir sin adoptar nuevas modalidades de producción. Lo lograron mediante la asociación cooperativa. Ayala concluye que "la pequeña y la gran propiedad, las pequeñas y grandes explotaciones son categorías históricas. El predominio de una u otra forma en la economía agraria de un país depende de219 las condiciones locales e históricas, del grado de desarrollo de la actividad económica y de las diferentes y típicas aplicaciones del suelo. El error de los individualistas y colectivistas agrarios son las generalizaciones abusivas".

 

         LATIFUNDIOS Y MINIFUNDIOS EN EL PARAGUAY

 

         En el capítulo 8° Eligio Ayala, después de haber proporcionado tantos antecedentes, aborda el tema de la pequeña y la grande propiedad agraria en el Paraguay. Comienza diciendo que en nuestro país las causas de la proliferación de latifundios no fueron ni la situación del mercado, ni las exigencias del consumo, ni la forma de la producción, sino "las funestas leyes de venta de las tierras fiscales. La especulación, derivada de leyes financieras y monetarias no menos funestas que las agrarias, impulsó su desarrollo". Las condiciones generales del país no favorecieron la aplicación de capitales a las explotaciones agrícolas. En cambio prosperó la ganadería, que requiere de relativamente poco personal para su cuidado y de pocos gastos de producción. "Todos los que disponían de algún capital, ministros y diputados, todos los políticos que tenían la oportunidad de embutir sus faltriqueras con parte de los empréstitos y las emisiones, formaban estancias, hatos o haciendas...La agricultura tenía pocos incentivos. Los pequeños propietarios, pues, vendieron sus tierras... el número de las grandes propiedades aumentó. Por el contrario, la pequeña propiedad disminuyó"220. Cuando los ganaderos cercaron sus tierras y dieron orden de desahucio a los ocupantes precarios, se desveló un cuadro trágico: la inmensa mayoría de los agricultores eran meros ocupantes. Incluso pueblos enteros estaban en terrenos de propiedad particular. Cuando se quiso paliar la situación dictando la Ley del Hogar que facilitaba a los agricultores la compra de algunos lotes "los adquirentes de esos lotes los revendían. Claro está, porque la agricultura continuaba sin incentivos y la sed de campos (para la ganadería) inapagada".

         Ayala no hace en su obra ni una apología de la pequeña propiedad, ni una defensa de la gran propiedad. Considera que la pequeña propiedad es mejor para ciertos cultivos agrícolas que requieren mayor solicitud y aptitud, sobre todo para ciertos productos destinados al mercado local. Es más adecuada para la agricultura intensiva; es más ventajosa en la proximidad de las grandes ciudades y de vías de transporte. Por otro lado la gran propiedad es más útil para la ganadería y ciertos productos agrícolas destinados a la exportación, al mercado internacional o en un régimen de agricultura extensiva". No sería justificado afirmar que la unidad ideal de la propiedad del suelo es la pequeña propiedad; que ella es social, política y económicamente más ventajosa que la gran propiedad. Estas serían generalizaciones viciosas, atrevidas y vacías que no contendrían la realidad, toda la verdad". Tampoco sería verdadero anatematizar a todas las grandes explotaciones; hay que distinguir entre los latifundios improductivos y los latifundios de explotación. Estos últimos desenvuelven y cultivan las energías económicas.

 

         PROPUESTAS DE SOLUCIÓN

 

         Cuando Eligio Ayala propone medidas para la solución de la cuestión agraria, se aparta claramente del leseferismo liberal. No acepta que "la tendencia económica se abrirá camino por sí misma". Se proclamaría así "como un laissez-faire, un fatalismo económico". Eso sería "exhumar los viejos dogmas de la economía deductiva", lo que "está fuera de circulación hace tiempo". Admite la influencia de los factores económicos en el sistema de tenencia de la tierra pero también han de intervenir en la cuestión la actividad social y política, la propaganda y la legislación necesaria. La influencia de factores económicos en la formación de las diversas categorías de posesiones inmuebles "no llega a la omnipotencia. La experiencia no justifica una conclusión fatalista, ni un ciego laissez-faire". Tiene que haber una legislación y un apoyo adecuados, "la situación del mercado no hace todo por sí misma". Este apoyo debe tender a lograr que las pequeñas explotaciones sean productivas, "si los pequeños cultivos no son productivos jamás serán atractivos". Hay que desarrollar la capacidad del pequeño cultivador. "La educación agrícola es esencial". La experiencia general también demuestra que la cooperación entre los pequeños agricultores es necesaria para el éxito y la cooperación de otros organismos: "cooperación para abaratar la adquisición de los instrumentos de producción, para facilitar la distribución y la venta de los productos". También habrá que estudiar cuáles son los cultivos más adecuados a cada región y a las pequeñas posesiones. Contra las múltiples fuerzas que se oponen al desarrollo de la pequeña propiedad "la acción político-social puede prestar inapreciables servicios, contribuyendo a despertar el interés en la pequeña propiedad y a impulsar su constitución"222.

 

         GUALBERTO CARDÚS HUERTA

 

         Otro de los hombres del novecientos que tuvo destacada actuación en el diagnóstico y en la proposición de soluciones a los problemas económicos del país fue Gualberto Cardús Huerta. Procedente de Concepción fue abogado y político. Fundó el periódico "El Orden" y publicó, en 1911, "Arado, pluma y espada". Fue diputado y en tal carácter atacó vivamente el proyecto del "Banco de la República" que se discutió entre fines de 1907 y comienzos de 1908223.

         Cardús Huerta critica los privilegios excesivos que se quiere conceder al Banco. Está siempre presente "la cuestión monetaria" de triste vigencia y asoma, una vez más, el riesgo de la inconversión de los billetes que este banco estará autorizado a emitir, mientras que el Gobierno, ni por sus gastos extraordinarios podrá expedir notas que puedan ser recibidas después por las oficinas recaudadoras. "Estamos administrando un país joven, un país pobre, y lo estamos administrando sin tener mucha práctica en el gobierno y querernos hacer la promesa por medio siglo de no pagar aún los gastos extraordinarios con notas emitidas por la Tesorería... De que el Paraguay ha de verse obligado a tener gastos extraordinarios, estoy seguro. No hay país joven en el mundo que no los haya necesitado... y cuando esos gastos vengan, será forzoso tener que pagarlos en alguna forma". El diputado Cardús Huerta se opone a que este banco tenga, de hecho, el privilegio de bajar o subir la tasa de interés a su antojo. A pesar de su fundamentado ataque el proyecto fue aprobado por ley del 24 de diciembre de 1907 y el contrato para el establecimiento del banco entre el Gobierno y los representantes del Banco Francés y del Río de la Plata fue firmado el 11 de enero de 1908.

         Las predicciones de Cardús Huerta no tardaron en cumplirse. En noviembre de 1908 el oro había subido a una altura que el país no había conocido jamás, los préstamos se hacían a unas tasas de interés que no podía soportar ningún negocio normal. Desde luego el abatimiento económico no era causado sólo por el Banco, pero sí era agravado por los increíbles privilegios que se le habían concedido. El Gobierno de turno, ante la elevación desmedida del precio del oro que hacía poco menos que imposible toda transacción comercial, obtuvo un importante crédito en oro del Banco Francés del Río de la Plata, con lo que aumentó aún más la dependencia de las finanzas del país con respecto a esa institución bancaria.

         Tanta fue la crisis económica y el descontento que un golpe militar derrocó al general Ferreira el 2 de julio de 1908. Cardús Huerta fue nombrado ministro de Hacienda del nuevo gobierno. Parte de la constatación de que las cosas están mal. En una entrevista concedida a un periódico de la época el periodista pregunta "De modo pues, señor ministro, que las finanzas del Gobierno no están bien", a lo que respondió el ministro: No, señor, al contrario, bastante mal, debo confesarlo. El primer deber de un hombre que está en el Ministerio de Hacienda es decir la verdad, sin ocultaciones ni reparos. Están mal las finanzas porque hace ya tiempo que los ingresos no cubren los gastos". El nuevo ministro quería implantar varias reformas: el estanco de ciertos productos, un nuevo empréstito, una revisión general de las leyes de impuestos, supresión de varias reparticiones estatales, limitación del reclutamiento, rescisión del contrato con el Banco de la República224, medidas que poco tenían que ver con la doctrina económica del liberalismo. Las preferencias del jefe de gobierno y una racha de recuperación económica disuadieron su aplicación, pero de todos modos logró Cardús Huerta varios éxitos remarcables: el manejo ordenado de los caudales públicos, la decisión firme de no cejar hasta llegar a la nivelación del presupuesto, "Con esas ideas rectoras, de las cuales el ministro de Hacienda Cardús Huerta era el principal promotor, los esfuerzos del gobierno para poner orden en la administración de las finanzas públicas fueron extraordinarios. Los registros contables fueron puestos al día... Se dictó la ley de Organización Administrativa, que restableció el orden en el manejo de los fondos públicos. En adelante, todo pago previsto en la ley de presupuestos, en ley adicional o especial, quedaba sujeto a un trámite ineludible, que al propio tiempo permitía la más amplia y rígida fiscalización. Se estableció un nuevo aforo para la liquidación de los impuestos aduaneros, lo que redundó en el aumento de las recaudaciones como en el incremento del valor de registro de las importaciones y exportaciones"225.

 

         LIBERALISMO ECONÓMICO Y GESTIÓN DE GOBIERNO

 

         Es preciso destacar que gobiernos posteriores tampoco se ciñeron estrictamente a la ortodoxia liberal. Así por ejemplo, Eduardo Schaerer expresa en su mensaje del 1° de abril de 1913 que no aceptará la correspondencia directa entre encaje metálico y monto total de la emisión en papel moneda y que es posible contribuir a la estabilización cambiaria a través de la presión impositiva en oro e interviniendo activamente en la plaza226. Pero la Primera Guerra Mundial truncó muchos de los proyectos de este estadista. Anteriormente Manuel Gondra, electo presidente de la República en 1910, afirmó que su gobierno pondría "especial cuidado al problema social de la tierra proponiendo leyes que tiendan a facilitar la subdivisión de la gran propiedad e incorporando resueltamente a nuestra legislación de hogar el principio de la inalienabilidad, hoy tímidamente insinuado en la fundación de colonias indígenas". Poco después los diputados Cleto Sánchez y Carlos Pastore presentaron a la Cámara, en el mismo año de 1910, un proyecto de ley que, con ligeras modificaciones introducidas por el diputado Modesto Guggiari, recién logró ser aprobado en 1918 con el nombre de Ley de Homestead227. Esta ley había sido preanunciada por la reforma de los estatutos del Partido Liberal aprobada en agosto de 1916, donde se establecía como uno de los fines del partido procurar el establecimiento de un régimen que permita y facilite una justa distribución de las riquezas, así como "propender por todos los medios más aconsejados a la multiplicación y estabilidad de la pequeña propiedad".

         La Ley de Homestead autoriza al Poder Ejecutivo a conceder gratuitamente lotes de tierra de labor de diez y veinte hectáreas en la Región Oriental y en el Chaco respectivamente. Estos lotes no podían ser vendidos, gravados en hipoteca, ni traspasados mientras vivieran el agraciado del lote o su cónyuge. Los adjudicatarios quedaban obligados a construir en esas parcelas su casa habitación y a cultivarlas. Se facultaba también al Poder Ejecutivo a expropiar tierras del dominio privado cuando fueren solicitadas por un mínimo de 100 pobladores y cuando no excedieren una superficie de siete mil quinientas hectáreas. Las buenas intenciones expresadas en esta ley y la introducción de preocupaciones de índole social que representaban no tuvieron el correlato de una aplicación efectiva en forma intensa y significativa.

         Aun aquellos hombres del novecientos que se declaraban decididamente liberales no carecían de inquietudes sociales. Este era el caso de Eusebio Ayala, cuyas ideas vale la pena analizar, dada la importancia que tuvo en las políticas de la época. En una compilación de sus discursos y artículos estas se pueden detectar228. En el artículo La ética del dinero parte del principio que "La igualdad económica, la más suspirada de las igualdades es también la más irrealizable. Las teorías sociales o políticas que prometen nivelar económicamente a los hombres son pura fantasía". Los hombres no tienen la misma capacidad de trabajo, ni el mismo trabajo da a los diversos individuos el mismo rendimiento. Tampoco considera adecuado el principio de dar a cada uno lo que necesita, porque así los hombres no se sentirían impulsados a dar de sí el máximo de su esfuerzo. "Estas doctrinas que pretenden repartir los bienes económicos según la regla aparente de la equidad social, conducen fatalmente a la anulación de la libertad y al despotismo, individual o de clase".

         Aunque Eusebio Ayala parte de estos principios y de la constatación que la actitud de los proletarios ha sido siempre de protesta y rebelión porque "las organizaciones gremiales desde que existen son formaciones de combate", no atribuye esta actitud exclusivamente a la acción de agitadores, ni la considera antisocial porque "si las clases obreras no hubiesen puesto en la balanza el peso de su número y de su acción colectiva seguramente no habrían alcanzado a la fecha las condiciones de trabajo de que gozan". Más aún reconoce el derecho que tienen a la organización y a la necesidad de combatir y que este estado de ánimo no puede ser cambiado "por ninguna clase de prédica en el sentido de la resignación". Mientras tanto los capitalistas constituyen una clase dispersa y mucho más heterogénea que la de los obreros. "¿Hay un ideal capitalista? No lo vemos; no vemos sino intereses individuales, de círculos o de grupos".

         Después de haber pasado por una larga e intensa experiencia de luchas políticas y sociales, Eusebio Ayala llega las siguientes conclusiones (esta conferencia fue dictada en 1936): "La filosofía del conservadorismo es la doctrina liberal. El capitalismo, las grandes acumulaciones de fortunas, las profundas desigualdades entre las clases económicas, todo es efecto del régimen individualista... La aplicación de este principio llevado a sus extremos es el origen del malestar que reina en el mundo. Según la expresión conocida, este sistema, en desarrollo espontáneo y sin trabas, hará que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres". Por ello propone Ayala que se racionalice la distribución de la riqueza, "no bajo la dirección de un Estado Providencia sino bajo los auspicios de la gente que por su experiencia, por su aptitud y por su poder ofrece las garantías de asegurar conjuntamente la obtención de estos dos fines: la prosperidad y la justicia". Se lee entre líneas que esta gente serían los patrones a los que se recomienda, con no poco contenido de utopía, que renuncien a parte de sus beneficios a trueque de ser no sólo creadores de riqueza "sino que, más vale, creadores de felicidad". En definitiva se recomienda un gesto conciliador que reúna a las clases de parte de aquellos individuos que "por obra del azar o de sus propios afanes gozan del privilegio de usar libremente del poder del dinero, el más codiciado y más activo que la sociedad otorga, los que no tienen derecho a sustraerse de la responsabilidad que por tal razón les incumbe".

         La preocupación por la cuestión social no fue sólo objeto de conferencias académicas, también se expresó en proyectos políticos de dirigentes en función de gobierno. El presidente de la República José P. Guggiari en su mensaje al Congreso del 1° de abril de 1929229 expresa que el Paraguay está en la obligación de "acelerar el progreso de la legislación del trabajo, sin perder de vista de acercarse a su unificación, como un medio de elevar al mayor grado posible la justicia social... No pretendemos sustituir ni borrar el Código Civil, donosamente definido cono el código de los ricos y de la propiedad... Deseamos romper las estrechas fronteras de ese código... podemos decir que nuestra legislación social está en pañales. No se conocen en nuestro país otras leyes de carácter social que la ley del Homestead... la ley del descanso dominical y, por último, la de los accidentes de trabajo". En el mismo mensaje promete enviar durante el año proyectos de legislación social. En el mensaje del año siguiente230 el presidente Guggiari lamenta no haber podido presentar los proyectos relacionados con la legislación del trabajo, predominan la preocupación por los nocivos impactos de la Depresión sobre la economía paraguaya y los temas relacionados con el equipamiento y organización de las Fuerzas Armadas. La legislación social quedó como una materia no aprobada.

         Como muy bien señala un experto en la material231 los hombres del novecientos y los gobiernos de los que formaron parte tuvieron que tratar de conjugar los principios liberales con el pragmatismo. Si se examinan en especial las casi 4 décadas de la era liberal se puede encontrar un estilo de gobierno representado por la gestión de Cecilio Báez y Benigno Ferreira, que se caracteriza por la apertura al capital extranjero y por el apoyo a la inmigración. Como reacción surge otra tendencia, vinculada a la fracción radical, la que desde 1912 esboza un liberalismo de corte más intervencionista, con la excepción de Eusebio Ayala, quien vuelve a un liberalismo más estricto. El intervencionismo estatal era, de todos modos, más retórico que efectivo, "se reduce a una presencia en los mercados financieros, antes que en los mercados de factores de producción y mercados de bienes. Los logros en materia de reforma agraria e inmigración fueron limitados, en cuanto a dimensión e impacto. De hecho, la capacidad de intervención del Estado sobre el conjunto de la economía estaba limitada por la falta de un mercado interno propiamente hablando"232. El Estado era pequeño y frágil, contando con un instrumental limitado para hacer frente a las presiones de los grupos financieros. A pesar de todo, los análisis más objetivos no permiten identificar la era liberal con el estancamiento económico y la inestabilidad política. Hubo dos ciclos de notable expansión de la actividad económica: 1915-1919 y 1923-1928 con incrementos en el volumen y el valor de las exportaciones que no se habían producido hasta entonces en toda la historia republicana del Paraguay. Hubo períodos en los que la vitalidad de la actividad económica fue sorprendente aunque en ninguno de ellos pudieron observarse efectos durables a largo plazo.

 

NOTAS:

 

198MORENO, Fulgencio R. 1985. La cuestión monetaria en el Paraguay. Clásicos Colorados, Asunción.

199MORENO, p. 5.

200Ídem, p. 6.

201MORENO, obra citada, p. 15.

202MORENO. Obra citada, p. 83.

203Ídem, p. 25-29.

204Ídem, p. 32.

205MORENO. Obra citada, p. 47.

206MORENO. Obra citada, p. 53-59.

207ídem, p. 61.

208Ídem, p. 65.

209MORENO. Obra citada, p. 65.

210ASHWELL. Obra citada, p. 262-265.

211Citado por ASHWELL, p. 284.

212AYALA.; Eligio. 1986. La evolución de la economía agraria en el Paraguay. Editorial Histórica. Asunción, p. 18.

213AYALA. Obra citada, p. 20-21.

214Ídem, p. 21-22.

215AYALA, obra citada, p. 23-24.

216AYALA, obra citada, p. 26.

217AYALA, obra citada. p. 30-45.

218AYALA. Obra citada, capítulo 6, p. 51-70.

219AYALA, obra citada, capítulo 7, p. 71-86.

220AYALA, obra citada, p. 87-88.

221Ídem, p. 91.

222AYALA, obra citada, p. 92-93.

223Versión de las sesiones de la Cámara de Diputados, publicada por El Cívico desde el 12 de diciembre de 1907 hasta el 20 de enero de 1908.

224Según el diario Rojo y Azul del 10 de diciembre de 1908. Citado por ASHWELL, p.316.

225ASHWELL, obra citada, p. 322.

226Las citas de mensajes presidenciales están tomadas de "El estado general de la nación durante los gobiernos liberales. Archivo del liberalismo". Asunción, 1987.

227PASTORE, Carlos. 1972. La lucha por la tierra en el Paraguay. Ed. Antequera, Montevideo, p. 288.

228AYALA, Eusebio. 1988. Patria y Libertad. Ed. Schauman. Asunción, 401 p.

229"El estado general de la nación durante los gobiernos liberales". Publicación de Los archivos del Liberalismo. Asunción, 1987, p. 854-855.

230En la misma publicación, p. 933.

231HERKEN KRAUER, Juan Carlos. 1989. La política económica durante la era liberal Archivo del Liberalismo. Asunción, p. 69-77.

 

 

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EL RÉGIMEN LIBERAL 1870-1930

SOCIEDAD, ECONOMÍA Y CULTURA

JUAN M. CARRON ;

MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA ;

ANSELMO AYALA y

SALVADORA GIMENEZ

 

 

ACLARACIÓN:

El trabajo de investigación que sirvió de base para la siguiente publicación, fue financiado por el Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción. Los resultados que se derivan del mismo son propiedad de la Universidad Nacional de Asunción, Paraguay. Las opiniones que se encuentran vertidas en la publicación son de exclusiva responsabilidad de los autores, y no necesariamente reflejan la posición de la Universidad Nacional de Asunción.

Unidad de investigación de la facultad de filosofía de la UNA.

Con financiación del Rectorado de la Universidad Nacional de Asunción durante el año 2004

Investigador principal:

Dr. JUAN M. CARRÓN

Co-investigadores:

Prof. MARÍA G. MONTE DE LÓPEZ MOREIRA

Prof. ANSELMO AYALA

Prof. SALVADORA GIMÉNEZ

A cargo de la Prof. María Monte de López Moreira estuvo el estudio del contexto histórico de la época estudiada. A cargo de Anselmo Ayala las ideas filosóficas, así como las ideologías dominantes. Las ideas pedagógicas estuvieron a cargo de la Prof. Salvadora Giménez. El Dr. Camón se ocupó de la coordinación general, de analizar el contexto socioeconómico y de elaborar las conclusiones. El Prof. Miguel Ángel Fernández participó en la etapa inicial de preparación del protocolo de investigación y en la discusión de los primeros avances de la misma; no así en la redacción última de los capítulos que conforman la obra.

 

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