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ANNICK SANJURJO (+)
  ÑANDUTÍ, ENCAJE PARAGUAYO, 2008 - Por ANNICK SANJURJO


 ÑANDUTÍ, ENCAJE PARAGUAYO, 2008 - Por ANNICK SANJURJO
 ÑANDUTÍ, ENCAJE PARAGUAYO
 
 
 
Fotos: ALBERTO CASCIERO
 
 
Asunción-Paraguay
 
Segunda edición, 2008 (223 páginas)
 
 

Es poco frecuente que una manifestación foránea llegue a identificarse tanto con una región que hasta se vuelva un símbolo representativo de ella. Sin embargo, es lo que ha ocurrido con un viejo encaje español, extremeño de nacimiento, que en el Paraguay hasta ha perdido su nombre para ser rebautizado con otro que denuncia un concepto radicalmente diferente al de su origen.
 
Este proceso de aculturación está documentado y amenamente narrado en este volumen, el que también incluye un capítulo sobre la técnica de este encaje, comentarios sobre sus motivos decorativos, así como una lista de los mismos, además de un recuento de la vida de la tejedora de ñandutí, de su mundo, sus vicisitudes, es decir de esa mujer rural para quien la confección de un encaje “es un acto creativo que se renueva cada vez que comienza una nueva pieza y que requiere durante todo su proceso el uso constante de la imaginación”. Como todo acto creativo, la intrínseca belleza de una pieza de ñandutí está dada, sin duda alguna, por el sentido estético con que cada tejedora recrea su propio mundo a través de su obra.

Contiene el DVD: ÑANDUTÍ, ENCAJE PARAGUAYO/ ÑANDUTI A PARAGUAYAN LACE un film de ANNICK SANJURJO/ ALBERT J. CASCIERO – Filmada originalmente en película de 16 mm. De color sonora. Aprox.19min. ©1978/ Filmed originally in 16 mm color sound film. Approx. 19 min. ©1978
Multi Format DVD - © 2008 Southern Cross Press
 
 

ÍNDICE
 
Introducción/ Reconocimientos
 
El ñandutí
 
El encaje en España
 
Trasplante
 
Aculturación
 
Evolución
 
La técnica de ñandutí de Itauguá, Pirayú y Guarambaré
 
Significación del ñandutí
 
La tejedora y su mundo
 
Promoción del ñandutí
 
Leyendas, creencias e influencia del ñandutí
 
Economía
 
Dechados
 
Notas
 
Glosario
 
Lista de ilustraciones
 
Lista de láminas


 

Detalle de un manual de ñanduti, ca. 1930.
 
 
 
INTRODUCCIÓN
La feliz acogida que tuvo el libro "ÑANDUTÍ, ENCAJE PARAGUAYO. HISTORIA DE UNA ACULTURACIÓN", nos ha movido a hacer otro intento que recogiera gran parte de la información incluida en aquella primera publicación, la que contiene casi exclusivamente la información recogida en Itauguá durante muchos años de idas y venidas desde y hasta allí, de estudiar y comparar motivos, de buscar el cómo y el por qué de todo lo relacionado con ese encaje. Confesamos que salimos de esta experiencia grandemente gratificados. Adquirirnos conocimientos valiosos sobre un aspecto de la cultura paraguaya, a la cual no se presta la atención que merece, y apreciamos la generosidad con que fuimos siempre recibidos y, lo que es más, ganamos amigas, algunas de ellas verdaderas artistas, a las que recordamos con sumo placer.
 
También hemos constatado en estos años que siguieron a dicha publicación que quienes más la necesitaban, quienes más la hubieran usado con provecho, eran quienes no la tenían: las tejedoras, las escuelas, las maestras. Esto fue lo que nos motivó, nuevamente, a ponernos a trabajar. Si aquella primera vez las investigaciones de campo se habían limitado casi exclusivamente a Itauguá, esta vez se decidió dar un paso más e incluir material nuevo sobre Pirayú, Guarambaré y Carapeguá, al mismo tiempo que se ordenaban y modificaban conceptos que con los años de observación se habían ido aclarando.
 
Nuestro primordial objetivo, en un principio, fue rescatar motivos decorativos que ya estaban pasando al olvido de manera de crear un registro que ayudase a las tejedoras jóvenes a enriquecer su trabajo. Sin embargo, el entusiasmo nos iba poco a poco obligando a incluir cada vez más información. Nos importó tratar de saber un poco más de lo que ya se había perdido y registrarlo. Nos importó saber el origen, el cómo y el por qué de nuestro encaje. Todo nos iba pareciendo importante, porque no solamente tiene que ver con nuestra identidad, sino porque el ñandutí es mucho más que un simple encaje, es la imagen de toda una forma de vida que hoy, más que nunca, tiende a desaparecer con alucinante rapidez.
 
Ante el riesgo que enfrenta esta artesanía singular, que de hecho ya ha desaparecido en muchos sitios, nos sentiríamos muy satisfechos si este trabajo pudiera servir como un registro que permita reconocer viejos motivos decorativos de su trama y sacarlos del olvido; como motivo de inspiración para que nuevas manos se pongan a recrear viejos diseños o a crear nuevos motivos; que sirva, en fin, para preservar de alguna manera la riqueza que este encaje ha ido acumulando bajo sus hilos durante cuatro siglos, pero, sobre todo, quisiéramos que este trabajo pudiese lograr que el ñandutí se conozca mejor y, a través de ese conocimiento, que se aprecie mejor su belleza y se reconozca el extraordinario valor cultural que nos ofrece.
 
 
 
Mantilla de seda, ca. 1980
 
 
 
 
EL ÑANDUTÍ
 
“Ñandutí" es el nombre con que se conoce el encaje de hilo, generalmente de algodón o seda, que se hace a la aguja en el Paraguay desde tiempos de la colonia. Su característica más sobresaliente es que está conformado por pequeños cuadrados, rectángulos o círculos generalmente de unos 5 a 8 cm, cuya urdimbre es siempre radiada. De aquí que, por la semejanza que guarda este diseño con la manera en que se representa comúnmente un sol, en España se los haya denominado precisamente con ese nombre, como los "soles de Salamanca" o "soles del Casar", y con el de "rueda" en Cataluña. Sobre los rayos de ese sol se van disponiendo, siempre con la aguja, motivos ornamentales que se suceden en forma también concéntrica. Para rellenar los espacios vacíos que quedan entre un redondel y otro, es muy frecuente que se use una urdimbre reticulada, sobre la cual se van disponiendo otros motivos ornamentales. El nombre de "ñandutí" es un vocablo del guaraní, la lengua autóctona que todavía se habla en el Paraguay. La mayoría de los autores concuerdan en que esta palabra significa "blanco de araña", de ñandu, araña, y fi, blanco o blancura. Según Mariano Celso Pedrozo (1), que era oriundo de Itauguá y gran conocedor de este encaje, "el ñandutí de la leyenda significa “aureola de la araña”, ñandú tini, por su urdimbre de rayos concéntricos". Por otra parte, si se considera que hasta no hace mucho esta palabra aparecía como ñanduty, es decir con una "y" foral, letra con que desde hace mucho tiempo se ha representado el sonido de la "i" gutural del guaraní, se tendrían que considerar las acepciones de "lugar donde hay , un montón' de arañas", así como "orina, zumo o jugo", es decir la secreción de la arañar. Claro está que como el guaraní no tuvo grafía, su escritura hasta hoy es bastante confusa y, aunque actualmente existe un alfabeto oficial, no todos lo aplican. Si se quiere ir aún más lejos sobre la etimología de esta palabra, se puede señalar que tĩ, es decir con una "i" nasal, significa "nariz, hocico o punta de algo", y se tendría entonces la acepción de "nariz" o "pico" de la araña.
 
Estas interpretaciones del nombre de este encaje toman en cuenta la etimología de la palabra ñandutí, pero no resultan del todo convincentes principalmente porque, existiendo en guaraní una palabra, ñandurenimbo, para designar a la telaraña, cabe la pregunta del por qué al encaje se lo llamó "blanco de araña". Esto lleva a considerar como probable otra teoría.
 
El padre Antonio Ruiz de Montoya registró, en la primera mitad del siglo XVII, en su "Arte. vocabulario y tesoro de la lengua guaraní o tupí” (3) el término "ñandutí" con la acepción de "alguacil de las moscas", es decir un arácnido de la familia de los áltidos que también se llama "alguacilillo" o "aguacil de moscas". Un siglo más tarde, otro jesuita, el padre Guillerno Furlong (4), da la siguiente información:
 
También introdujeron los Jesuitas los gusanos de seda. En 1763 llegó a nuestras playas el P. Ramón Termeyer trayendo consigo en frascos debidamente preparados y conservados lo que él consideraba un tesoro: una respetable cantidad de huevos con los que esperaba desarrollar la industria del gusano en estas regiones. "Así lo hice en Montevideo, Buenos Aires y últimamente en Córdoba". (Oposcoli, t. 1, p. 52). Desgraciadamente no pudo hallar moreras para los gusanos que necesitaban de este árbol, ni el zumaque falso para los que requerían vivir sobre el mismo. Habiendo fracasado su noble tentativa, ensayó utilizar para fines industriales la telaraña de la Aranea Latro Linn, que halló en el Chaco santafesino en una de sus correrías apostólicas y sabemos que llegó a ofrecer a Carlos III y al mismo Napoleón sendos pares de medias que "fueron fabricados de hilo de telaraña extraída de las entrañas de la araña Diadema y hábilmente hilado en la rueca y tejido con sutiles agujas por doña Lucrecia Raspón". (Oposcoli, t. 1, p. 294).
 
Aproximadamente en esa misma época, en la segunda mitad del siglo XVIII, Félix de Azaras encuentra que:
 
En las casas, árboles y campos se encuentran en mi juicio, no solo todas las especies de arañas que en España, sino aun muchas más, principalmente en el Paraguay...
 
Otra [araña], del tamaño de un grano de culantro, fabrica en el Paraguay, y hasta los treinta y dos grados, capullos esféricos naranjados de una pulgada; los suelen hilar y tejer, porque aun lavados conservan el color. Pero se advierte en las hilanderas, que destilan agua por los ojos y narices, sin que por esto perciban dolor, incomodidad, ni mala resulta.
 
Otros autores hablan de esta araña, incluso, los hay que mencionan el hecho de que las mujeres indígenas se negaron en un momento dado a "hilar y tejer" este material, a causa de las molestias señaladas por Azara, quien también nos da, en el mismo libro, la descripción de otra araña hilandera:
 
Aunque las arañas sean generalmente solitarias, hay en el Paraguay una que vive en sociedad de más de ciento. Es negrizca, del grueso de un garbanzo y hace su nido mayor que un sombrero. Se coloca en lo superior de la copa de algún árbol muy grande y frondoso ó en el caballete del tejado; siempre con el cuidado de que tenga algún abrigo. De él salen, todo en contorno, muchos hilos blancos, gruesos, fuertes, largos de veinte a veinte y cinco varas; que podrían hilarse y que están afianzados en las peñas o yerbas de la vecindad. De unos hilos á otros, pasan nueve hilos muy sutiles horizontales y otros verticales, en donde se enredan las moscas é insectos de que viven, comiendo cada una lo que pilla. Si junto á su domicilio pasa una calle ó camino, tiene la araña cuidado de no embarazarlo con sus hilos levantándolos. Todas perecen a la entrada del invierno, dejando en lo más abrigado del nido sus huevos que se vivifican en la primavera.
 
El dato ausente en todos estos comentarios es qué se "tejía" con este hilo. Sin embargo, existe otra referencia llegada hasta nuestros días, esta vez por tradición oral. La señora Margarita Miró Ibars (6), de Carapaguá, nos ha proporcionado el siguiente párrafo:
 
Di con una señora que vivió con una mujer que hacía encaje con el hilo producido por una araña, a la que no ha sabido darle nombre, sólo que es de color amarillo y de unos 5 cm de diámetro. Tiene una bolsa en el abdomen, que es donde guarda la materia para el hilo. Vive sobre grandes árboles que cubre con sus hilos, cuyo color tiende más a un amarillo ocre y su textura se parece más a la lana que a la seda. Vive en comunidad y se multiplica con frecuencia. Sus hilos, que produce en abundancia, son resistentes y es fácil juntarlos e hilarlos. Mi informante comentó que usaban la saliva para trabajarlos, pues así el hilo adquiría suavidad, en cambio el agua lo cortaba. La recolección del hilo debía hacerse, entonces, cuando el sol estaba fuerte y no al amanecer, cuando está impregnado de rocío, ni cuando llovía. El encaje que se producía con este hilo no se podía lavar, sin embargo, lo vendían en Asunción donde tenían muchos clientes. Mi informante declaró que ella era adolescente cuando realizaba este trabajo con el hilo de esta araña que, hoy en día, es considerada una plaga y se la destruye. Confesó, además, que este hilo nunca le produjo ningún tipo de molestias.
 
Para quienes esta referencia pueda parecer un tanto fantasiosa, se incluye la siguiente referencia tomada del diccionario de encajes de Pat Earnshaw (7):
 
Encaje de Araña. Se dice que el encaje de araña de Madagascar (registrado en 1890) se hace del hilo de araña. Para estimular a la araña a exudar su seda, en vez de formar una tela, se le aplica un jugo intoxicante hasta que comienza a girar formando círculos mientras larga un hilo grueso de sus hileras [órganos productores de la seda] abdominales. Estos hilos pegajosos son recolectados y con ellos se hace encaje a bolillo. A esta labor no se la puede poner en contacto con el agua, pero se la puede limpiar poniéndola en remojo en alcohol, endureciéndola luego con un poco de goma arábica, y presionándola después entre dos telas con una plancha tibia...
 
Existen otras referencias sobre arañas con cuyo hilo, "que se parece más a la lana que a la seda", se pueden hacer redes y bolsos, como ocurre en Nueva Guinea, Islas Salomón y Nuevas Hébridas. Puede que estas arañas, que según datos obtenidos serían néfilas, así como las mencionadas por Ruiz de Montoya, Azara y Earnshaw no sean las mismas que menciona la informante de Carapeguá, pero ciertas características coinciden. Además, da la casualidad de que, después de un siglo de haber estado Azara en el Paraguay, aparecen en Carapeguá personas que utilizaban el hilo de una araña para realizar labores a la aguja, aunque este hecho puede ser regional y, sin duda, el encaje que se hacía con él era bastante efímero, ya que no podía resistir un lavado normal.
 
Aun cuando el uso del hilo de una araña para hacer encaje pudo haber sido muy local, toda esta información invita a reconsiderar el concepto de lo que la palabra "ñandutí" realmente significa, ya que habría podido designar a una araña o al hilo, no a la tela que es el producto foral, con el cual se hacía una urdimbre a semejanza de otro tipo de araña, que es la que hace su tela con las características que se tienen por lo general en mente cuando se habla de una telaraña.
 
Llama asimismo la atención que lo que en el Paraguay lleva el nombre de "encaje a la aguja", o encaje ju, es la redecilla o malla, la que generalmente se adorna rellenándola a la aguja con motivos geométricos o de flores. Es decir que se estableció en el Paraguay una clara distinción entre la urdimbre cuadriculada del encaje ju y la urdimbre radiada del ñandutí, que es como hacen su tela muchos tipos de arañas.
 
Sea cual fuere la posición que se tome con respecto al origen de la palabra "ñandutí", resulta claro que este vocablo guarda relación con la araña y con el hilo que fabrica. Nada tiene de extraño, además, que el habitante de estas nuevas tierras, tan proclive a dar sobrenombres, muchas veces no exentos de humor e ironía, identificara este encaje con algo conocido de su medio ambiente, como la araña, su hilo y su tela.
 
Se ha de señalar desde el principio que si bien el término "ñandutí" es exclusividad paraguaya, esta forma de encaje no lo fue. Se lo hizo en casi todas las regiones del Nuevo Mundo y se tiene noticia de que hasta no hace muchos años se lo seguía haciendo especialmente en el Río de la Plata (a todo lo largo del litoral del río Paraná y en Uruguay), en Bolivia, Brasil, Colombia, Venezuela y México. En la mayoría de estos países este encaje de "soles" ha desaparecido, excepto, tal vez, en la provincia argentina de Corrientes (que por muchos años fue parte del Paraguay y donde todavía se conservan muchos rasgos culturales comunes, incluyendo el idioma guaraní); en Venezuela, donde hasta hace pocos años se hacían los "soles de Maracaibo", a semejanza de las "rosetas" de Tenerife; en ciertas regiones de los Estados Unidos de América, en donde también se hacían las rosetas de las islas Canarias; en México, en donde hasta hace algunos años aún se podía comprar este encaje en la zona limítrofe con Norteamérica.
 
En ninguno de estos sitios, sin embargo, el viejo encaje español parece haber desarrollado raíces tan profundas como para merecer un nombre propio, como ocurrió en el Paraguay. En la riquísima colección de encajes que posee el Metropolitan Museum de Nueva York, existen algunas muestras de estos "soles" hechos en México, los que fueron registrados por su nombre guaraní, es decir "ñandutí". Es así como encontramos que un encaje de este tipo comprado en Puebla, México, está identificado como "ñandutí", y que otra pieza con "soles" españoles que estaba averiada fuera restaurada con un tejido de ñandutí, aunque su tarjeta de identificación no indica dónde fue hecho el remiendo. Sin duda, este hecho se debe a la semejanza que guarda el encaje paraguayo con el mexicano, pero tal vez haya influido también la ausencia de otro nombre para designar al encaje de soles hecho en América. Asimismo, algunos autores que se han ocupado del encaje español hacen referencia al "ñandutí" de México.
 
Este término, sin embargo, es relativamente reciente en el vocabulario de la lengua guaraní. Gustavo González (8) ha demostrado ya fehacientemente que los indios de la región no conocían este encaje, ni lo conoce la población indígena actual. El lujo del vestuario del indígena lo constituían las diademas y los mantos ceremoniales de plumas de ricos colores, a veces naturales, a veces teñidas, que ensartaban con verdadero arte, así como las pulseras y collares hechos con diversos materiales locales.
 
Lo antedicho demuestra que, aun cuando el nombre del encaje sea, no guaranización, sino un término netamente guaraní, y aun cuando, como vamos a ver, algunas mujeres de los primitivos grupos indígenas que habitaban el Paraguay tejían el algodón nativo, el encaje no pudo haber tenido cabida en las sociedades precolombinas de la región.
 
 
 
 
 
 
 
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