FIRMEZA DEL IDIOMA GUARANÍ
GIRALA YAMPEY
Corrientes, abril de 2011
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El interés de estos comentarios es exponer las circunstancias vividas por el idioma guaraní al contacto con los europeos. A pesar de la pretensión invasora, de aplastar la lengua indígena, ésta salió airosa por la firme belleza de sus expresiones.
El primer encuentro se produjo con la llegada de Cristóbal Colón a una de las islas del Caribe a la que bautizó con el nombre de “Guanahaní”, deformación de “Guariní” que significa guerrero. Los expedicionarios aprendieron que a los esquifes los llamaban “canoas”; que hacia el oeste, vivían los antropófagos, llamados por ellos “Caníbales”, y escucharon, por primera vez la palabra “Huracán”, además de otros vocablos del idioma nativo. Fueron los iniciales intercambios culturales entre la lengua castellana y la guaraní, aunque nunca existió un grupo aborigen de ese nombre.
Al orientar España sus expediciones hacia el sur en busca de un acceso al océano Pacífico, Magallanes lo descubrió en 1520. Luego, Juan de Solís encontró el Mar dulce, también llamado Mar de Solís, el actual Río de la Plata. Regresó a España llevándose varios Charrúas que fueron exhibidos como una exótica novedad. El pensador francés, Michel de Montaigne, al escucharlos hablar, pidió la traducción y ponderó la sonoridad de sus vocablos y la poesía de sus expresiones.
En su segunda expedición, en 1516, Solís fue ajusticiado por los charrúas por no traer de vuelta a sus parientes, dando motivo a la especie que los guaraníes eran antropófagos. Sin embargo, su grumete, Francisco Del Puerto, quien bajó a tierra con él, quedó a vivir allí, como uno más. Una de las naves de esa segunda expedición, naufragó frente a la Isla hoy llamada Florianópolis. Doce náufragos alcanzaron esa tierra, habitada por los Kariyó guaraníes. Al ver los adornos de oro que lucían, averiguaron el origen de aquellos aderezos, por lo que Alejo Garcia persuadió a dos de sus compañeros para ir a buscar esas riquezas, convenciendo a varios indígenas que los encaminaran al lugar de tales ornamentos. Fueron los primeros españoles que pisaron tierra paraguaya, llegando hasta las estribaciones andinas donde recogieron cuantiosos objetos de valor. Al regresar, cuando cruzaban el río Paraguay, Alejo García fue muerto por tribus hostiles a los guaraníes, pero el botín llegó a destino por medio de sus compañeros.
En 1526, Sebastian Caboto emprende el mismo derrotero de Magallanes pero, al anoticiarse en Pernambuco de la novedad de los tesoros, decidió remontar el Paraná buscando tales riquezas. Encontró a Del Puerto entre los Charrúas y lo llevó de lenguaraz. Hablar en guaraní, facilitó el recorrido por los ríos Paraná y Paraguay. Cuando Caboto se dio cuenta de su imposibilidad de proseguir tal empresa, regresó a España con la extraordinaria noticia. Esa historia, dio motivo a la más importante Expedición al Río de la Plata, la del Adelantado Pedro de Mendoza, quien fundó el Fuerte del Buen Aire. A pesar de contar con un séquito de nobles, armas, caballería y gran número de integrantes, la hostilidad de los Querandíes hizo imposible la sobrevivencia en ese lugar. Entonces, destacó a Juan de Ayolas para explorar aguas arriba y pudo recibir alimentos conseguidos de la parcialidad guaraní Timbú. Como cesaron sus noticias, designó a Juan de Salazar y Espinoza, para indagar sobre lo ocurrido. Salazar, sin hallar rastro de Ayolas, llegó a las inmediaciones del cerro Lambaré, donde, luego de una refriega con los carios del lugar, y seguir inútilmente las señales de Ayolas, fundó la Villa de Asunción en 1537, lugar de amparo que se convirtió luego en el Centro cultural y Fundacional del río de la Plata.
Salazar, deseaba abastecerse de alimentos e indagar sobre las fabuladas riquezas. Pactó una Alianza con los Carios y consiguió guías para su empresa. Fue una suerte poder usar a intérpretes del idioma guaraní, generalizado de la región, en un reencuentro desde aquellos iniciales contactos de Cristóbal Colón, en el Caribe.
No pasó mucho tiempo para que los invasores se enteraran de que los tesoros buscados, eran los ya explotados y embarcados a España desde el Cusco. La Alianza con los carios de Asunción perdió todo valor, creándose una situación adversa para los aborígenes. Los intereses habían variado. Como no había tesoros que explotar, se apropiaron de las tierras de los nativos y los sometieron al vasallaje. Como ocurre siempre, en todos los tiempos, los nuevos amos trataron de borrar la cultura aborigen para imponer la suya. En este caso, necesariamente usaron la lengua indígena y los conquistadores pasaron a ser conquistados por el idioma. En los primeros tiempos, eran tres solamente los poblados donde vivían españoles y se hablaba el castellano. Los restantes eran pueblos netamente indígenas. Hasta los cabildantes eran nativos que se manejaban exclusivamente en guaraní.
Desde aquella época y siguió luego de la Independencia, ningún gobernante español, ni los de la republica, sean democráticos o dictatoriales, intentó hacer enseñar a escribir el guaraní, que después fue prohibido y marginado, aunque es la lengua madre que conformó la Identidad nacional con impronta de acentos guaraníticos. Desde el poder, nadie se preocupó seriamente de enseñar su escritura. Sufrió tanto menosprecio que, con el tiempo, la lengua desembocó en un incipiente bilingüismo. No se habla bien el castellano y tampoco el guaraní, lo cual creó serios problemas en el desarrollo cultural. ¿Cuál es la solución?, ¿acaso debemos matar hasta el último guaraní parlante?
Oficialmente, los españoles rechazaban al idioma aborigen, pero su uso resultaba indispensable para el manejo de sus vasallos. Fueron épocas de sordas contradicciones y confrontaciones. Por un lado la necesidad de utilizar el idioma y por el otro las exigencias de la Realeza de excluirlo. Los de aquí estaban encantados de hablarlo, en todos sus tratos, especialmente con sus mujeres indígenas y sus hijos mestizos. Se perdió mucho tiempo esas luchas de marginaciones y desprecios pero, al mismo tiempo, fue una gozosa experiencia la utilización de la hermosa y precisa lengua que hacía dichosa la senda de la existencia, a pesar de la Cedula Real que lo prohibía.
Así es la tortuosa y singular historia del guaraní. Aceptado y hablado por todos pero rechazado, hostilizado y perseguido por los gobernantes de turno. Desde aquella lejana Fundación de Asunción, hasta nuestros días, la alta sociedad y los gobernantes, lo despreciaron. A pesar de ufanarse de ser herederos de los guaraníes, no dejaron de obstaculizar su normalización. Es en el ámbito del gobierno, donde se cocinan todas las dificultades para impedir el desarrollo del guaraní. Durante los primeros tiempos, los aborígenes, al ser nombrados Regidores u otras jerarquías de mando, escribían las Actas en su idioma nativo. Luego, aparecieron los detractores, en las diversas capas sociales. Por un lado se percibía el desprecio, y por otro lado, más generalizado, el amor por la lengua guaraní. Algunos la bastardean, otros se enorgullecen de ella. Por momentos, era confusa y angustiosa la ignorancia de quienes se oponían a su recuperación, siendo el elemento cultural generador de la Identidad Nacional.
Por esos avatares, principalmente por su estado de permanente oralidad, muchos vocablos han desaparecido. Otros quedaron mutilados o fueron reemplazados en una suerte de carrera por sobrevivir en el llamado “Jopara”, una mezcla destructora que introduce una palabra castellana, en lugar de usar el vocablo existente en guaraní. Bienvenido sea el Jopara, que todos los idiomas han recibido y los mantiene. El guaraní tampoco debe rechazar los neologismos que fueren necesarios pero, conociendo el mismo vocablo en el propio idioma, ¿por qué reemplazarlo por uno ajeno?
Nuestro ava ñe’ê, en su largo historial, ha tenido muchos altibajos. Le afectó también la falacia de quienes quieren mantener su oralidad, sosteniendo que el guaraní fue y debe seguir siendo oral, por siempre. Algunos siguen seducidos por esa idea, continúan repitiéndolo, como algo folclórico y gracioso, sin darse cuenta que, su irresponsable actitud, retarda el aprendizaje y buena difusión del idioma.
Los evangelizadores españoles, usaron la grafía castellana para traducir el guaraní. Lástima que no se enseñó a los catecúmenos a escribir y leer, solo se valieron de ella para traducir el Catecismo y algunas obras en latín. Aunque el guaraní “permaneció”, no fue enseñado, a pesar de contar con una población en condiciones de aprenderlo, Simplemente no se enseñaba a escribir, salvo pocas excepciones, como el del genuino guaraní, Nicolás Japugua’ÿ (el que no miente) quien tradujo, del latín al guaraní, los “Sermones” y unas Obras teatrales que fueron editadas en la imprenta jesuítica. Todo quedó dentro de la Iglesia y para uso de la Iglesia, sin ser difundida, leída ni escrita, aunque aquellos profetas de la selva, eran verdaderos filósofos, capaces de desarrollar ideas abstractas que asombran actualmente a los estudiosos y pensadores que trabajan con entusiasmo por levantarlos de su postración, como lo deseó el jesuita, José Manuel Peramás, quien escribió la obra “La república de Platón y los guaraníes”
Es también lamentable que por el temor de ser denunciado ante la Santa Inquisición, vigente en esa época, impidiera que tanto el franciscano Fray Luís de Bolaños, el primero que tradujo al guaraní el Catecismo, con grafía castellana, como lo hicieron sus seguidores jesuitas, Anchieta, Antonio Ruiz de Montoya y otros, callaran lo que se supone habrían escuchado. Los sacerdotes, Maseta, Lozano y Ruiz de Montoya, conferenciaron durante tres días con el famoso e influyente Mburuvicha y Paje “Guyravera”, pero han omitido mencionar lo que aprendieron sobre las creencias guaraníes. Es como la quema de los Códices mayas, en este caso, Bibliotecas andantes. Sin esos elementos de la cultura guaraní, el idioma ha perdido sus valores esenciales. Es que los sacerdotes no investigaban, solamente adoctrinaban. Omitieron escribir sobre la teología de los vasallos y la cosmovisión guaraní fue ocultada por mucho tiempo.
Según el pensamiento guaraní, “Nuestro Gran Padre, el Primero”, emergió de la oscuridad primigenia (el Caos), iluminado por su propia luz (símbolo de Poder y Sabiduría) Eligió un lugar en el espacio e hizo hinchar la tierra pisando sobre dos troncos imputrescibles. Luego creó si propio cuerpo, un fragmento de los Cantos sagrados, dio origen a la palabra y a una porción de amor al semejante, todos para ser desarrollados por sus futuros numerosos hijos. Sintiéndose en soledad, creó a cuatro compañeros sin ombligo, por no nacer de mujer, otorgándoles mandatos divinos: Jakaíra, dueño de la Primavera, del Verano y la Neblinita vivificadora; Ñamandu Py’a guasu, encargado de los sentimientos y del valor; Ñanderu Karaí, señor del fervor y del fuego; Tupâ, dueño de las aguas y los truenos (las versiones difieren en pocas variantes, según los grupos). Luego, modeló una vasija y depositó en ella a la mujer: “Ñande sy” (Nuestra Madre), donde puso su semen y nacieron los mellizos. La saga se extiende en aspectos culturales y en los trajines selváticos, por donde fueron ocultadas esas creencias prohibidas, se perdieron muchos pasajes. En uno de ellos, se menciona al Yvága (Lugar de frutales - Edén) y la existencia de los añág, como tribus enemigas, no diabólicas. En esas creencias no aparece el Pecado original, el Purgatorio ni el Infierno. Tenían un Creador bondadoso, no castigador. La muerte es la simple traslación al Yvága. De ahí la búsqueda de la “Tierra sin males”. Las distorsiones, por mal uso de las palabras, tergiversan las cuestiones. Ahora a la Iglesia le dicen Tupâ’o, Casa de Tupâ, y Tupâ no es Dios. Al lugar donde repiten sus Cantos sagrados, algunos grupos guaraníes lo llaman: Ambá (un tronco erigido, con adornos plumarios), otros tienen el Kotyhû (Pieza oscura) Tampoco es correcto decir “Ñandejára” que significa Nuestro dueño. Los aborígenes corrigen con firmeza: “No es nuestro dueño, es Nuestro Padre”. A la Virgen la nombran Tupâ sy. Si la ella fue creada por el Gran Padre Primero al igual que Tupâ y después de él, no puede ser ella la madre de Tupä.
Hay más tergiversaciones, pero sigamos con las creencias originales. Si los todos los seres humanos consiguen el “Kandiré” (la Perfección), pueden tener, aquí mismo el Yvága, la “Tierra sin males”. Los cambios de conceptos, han perjudicado el buen entendimiento del idioma. La omisión de la cosmovisión guaraní en los escritos católicos, tiene que ver con la permanencia en la oralidad del idioma, aunque, con más puntualidad debemos achacarlo a la falta de enseñanza de la escritura. Sin ella, se detiene su desarrollo y no puede seguir a la par del castellano. Se degradan y pierden fuerzas sus valores, y las palabras su belleza. Los dañinos depredadores abundaron en todos los tiempos, bajo distintos motes. Nunca se elaboró ningún plan ni se realizó esfuerzo serio para enseñar la escritura del idioma. Se lo dejó bogar en su oralidad y quedó colgado en la cuerda floja de la aculturación, el vasallaje y el desamparo. Los guaraníes no eran asalariados ni tenían rentas, eran esclavos sin retribución. ¿Cómo se puede desarrollar la educación sin la escritura? Sometidos a esa lamentable condición, quedaron a la intemperie. La Independencia del Paraguay, dejó que continuara la misma situación. La enseñanza fue solo para los pudientes, exclusivamente en castellano, al servicio de acomodados, en detrimento del guaraní, que todos hablaban, pero quedó huérfano de tal beneficio. Con tanta y generalizada discriminación y hostilidad, hasta los padres, guaraní hablantes, llegaron a prohibir a sus hijos el uso de la lengua madre, generándose una crisis de alarmante decadencia. Esa circunstancia y la no enseñanza de su escritura, causaron serios perjuicios y atrasos en su avance. Recién hace unos años, el empuje de las Instituciones Privadas, hizo posible algún adelanto.
El profesor David Galeano Olivera, Director del Ateneo de la lengua y cultura guaraní de Asunción, nos ratifica:
“El Guaraní jamás se enseñó en institución educativa alguna hasta 1944, año en que se inició su enseñanza en el área de letras de la actual Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Asunción. Luego, en 1956, el Guaraní llega a la secundaria en el Colegio Nacional de la Capital. En 1975, el Ministerio de Educación incluye al Guaraní tímidamente en la formación de Profesores de Idiomática. En 1987, se hace obligatoria la enseñanza del Guaraní en el Ciclo Básico (primero, segundo y tercer cursos) del Nivel Medio. Finalmente, en 1994, el Guaraní por fin ingresa al Primer Grado de la Educación Escolar Básica o nivel primario. Como puede apreciarse, hasta en su incorporación al sistema educativo el Guaraní pasó por un proceso insólito, pues en 1944 se inició su enseñanza en la Universidad y en 1994 llegó al primer grado. Por suerte, ahora la situación es distinta y ya el Guaraní transita en forma gradual y progresiva en el sistema educativo nacional”.
A pesar de las leyes dictadas hace poco tiempo, los gobernantes siguieron poniendo reparos y trabas para que el guaraní acceda a un trato igualitario con el castellano. Solo el vigor del idioma sigue empujándolo y, poco a poco, paso a paso, el pueblo lo recupera por ser el alma de la Nación. Son muchos los aportes del guaraní para la humanidad, por ejemplo, ocupa hoy el tercer lugar en cuanto al origen etimológico de los nombres científicos de las plantas, detrás del griego y el latín.
En estos tiempos, al recobrar su antiguo esplendor, quedaron chasqueados quienes diagnosticaban su condena. En el año 2000, se estimaba en siete millones los hablantes del guaraní. En este año 2011, son estimados en más de diez millones y cada vez se multiplican los medios para su enseñanza. La estadística es un elemento fundamental para evaluar la posibilidad de la sobrevivencia de una lengua y el guaraní es el mejor posicionado en toda la América latina. Eminentes pensadores, escritores y poetas ya han exaltado sus valores. Es suficiente conocer el guaraní para quedar maravillado de sus valores, la precisión y sonoridad de sus voces, sus expresiones poéticas y locuciones fraternales. Sin embargo, aún lo tildan de inútil, el habla del indigente, del indio y del ignorante. ¡Cuantas malas intenciones en esos motes peyorativos! Descreen de sus posibilidades. Sin embargo, pero tiene fuerza suficiente para resistir y resurgir.
Aquí, en Corrientes, numerosos intelectuales han cultivado la lengua, sus leyendas, mitos y costumbres. En 1916, Alfredo L. Martínez, publicó una elaborada y sorprendente gramática aplicada al idioma guaraní. Citemos también a Saturnino Muniagurria, con su libro “El guaraní” publicado en 1947; la “Gramática del guaraní” del presbítero Valentín Ayala; los escritos de Gerardo Pisarello, Velmiro Ayala Gauna, Esquer Zelaya, Toribio Lezcano, José Miguel Irigoyen, Florencio Godoy Cruz, Ricardo Dacunda Díaz, el Padre Julián Zini, con oraciones de improntas de creencias guaraníes; a Darwi Berti, cuyo libro “Los grecos guaraníes” incluye notables parangones entre griegos y guaraníes; Los trabajos de Silvio Liuzzi, licenciado en lingüística en La Sorbona (Paris); a Miguel Raúl López Breard, Jorge Sánchez Aguilar, Gavino Casco y otros tantos que se dedicaron y se dedican a destacar y afirmar la Identidad correntina mediante la difusión del guaraní. En la actualidad hay centenares de profesores capacitados para enseñar el idioma que esperan ser reconocidos por el gobierno, por no poseer título oficial de docentes. Se han publicado libros, comentarios, poesías, obras de teatro, versos en la música popular, usando el guaraní, que ayudaron y siguen ayudando a mantener viva la memoria de la lengua madre.
La intención y los deseos de eliminar el guaraní, es una constante, próximo a cumplir 500 años. Desde la Fundación de Asunción en 1537, hasta ahora, 2011, en que festejamos el Bicentenario de la Independencia paraguaya, existió siempre la marginación y el menosprecio, pero el idioma pudo perdurar en la garganta de sus hablantes para conservar la memoria de su cultura. Ha demostrado la constancia de su vigor para sobrevivir a tantos desprecios, marginaciones y prohibiciones. El idioma fue y sigue siendo, un amparo del guaraní parlante, tanto en la paz del hogar como en los conflictos guerreros. Fortalece la hermandad entre sus hablantes y brinda unidad a los combatientes. Fueron las madres, quienes transmitieron con gran eficacia el idioma a sus hijos aborígenes, mestizos o criollos, los preciosos vocablos que conformaron la Identidad cultural de la gran zona guaranítica. Este hecho es conmovedor en el caso paraguayo, de mayoría guaraní parlante.
Las toponimias en guaraní están por toda la América del sur, desde el Caribe hasta San Clemente del Tuyú, al sur de Buenos Aires. Las parcialidades que hablan el guaraní, aún viven en Colombia, Venezuela, el Amazonas, Perú, Bolivia, Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay. Desde hace varios años, se enseña en Brasil, Bolivia, Argentina y Paraguay. El Consejo del MERCOSUR, lo aprobó como normal en las deliberaciones de los grupos de trabajo. Últimamente, el gobierno paraguayo aprobó la Ley de lenguas que nivela, en igualdad de condiciones, al guaraní con el castellano, con todos los privilegios que ello acarea. Esa Ley permite conformar una Academia de la lengua guaraní, que unificará y seguirá los cambios necesarios, para el desarrollo dinámico de la lengua. Conservará la vigencia o pureza idiomática, ampliándola o admitiendo los cambios necesarios, conforme al uso popular.
Entonces, ni la grafía usada por los franciscanos ni la de los jesuitas, ni la de Kurt Hunkel, León Cadogan, ni la usada anteriormente por los paraguayos, serán ya válidas. La grafía ahora aceptada, mientras no surjan nuevos cambios, es la convenida en el Congreso realizado en 1950, en Montevideo (Uruguay), por los representantes de Uruguay, Argentina, Bolivia, Brasil y Paraguay, previo a intercambios entre lingüistas.
En la actualidad, un Organismo conformado gracias a la Ley de lenguas, evitará el aherrojamiento y petrificación del idioma. Por supuesto, lo de Montevideo es solamente una convención que irá modificando sus reglas, conforme sea necesario. En el guaraní moderno, que ya no puede parar su desarrollo, se buscará lo más adecuado y correcto, para mejorar el entendimiento, como ocurre con todos los idiomas del mundo.
En la historia paraguaya, el idioma guaraní fue, y sigue siendo, un escudo en todos los avatares, tanto en los conflictos originados por la conquista española, como en las batallas libradas en defensa de sus intereses y su Identidad cultural.
En la Expedición del general Belgrano, ocurrió algo curioso que da validez a esta afirmación. Iniciada la batalla de Paraguarí, el empuje de la artillería y caballería de la Expedición, vencía a los defensores y se metieron en el pueblo para copar la plaza. El gobernador español huyó al creer perdida la batalla. De pronto, los paraguayos comenzaron a arengar en guaraní a sus compañeros y convirtieron en victoria lo que parecía una derrota. Confundido, Belgrano ordenó la retirada, sin comprender lo que sucedía, por no hablar el guaraní como tampoco sabían hacerlo gran parte de sus oficiales. La mayoría de su propia caballería, no entendía el castellano, igual que muchos de la infantería. Es que el guaraní, tiene un gran poder confraternal y de cohesión entre sus hablantes. El Sapukái, agrupó y dio entereza a los defensores, arrastrando a la vez a los atacantes. Seguramente Belgrano, habría intuido algo de esa circunstancia al recordar los Bandos, que mandó redactar en guaraní para que lo entendieran los paraguayos y sus propios soldados. Las voces en guaraní enredaron a los atacantes, cumpliendo con eficacia su función de mecanismo de unión entre paraguayos, misioneros y correntinos. Así se forjó la victoria del guaraní parlante. Puso enpráctica un sentimiento colectivo, consecuencia de un lenguaje particular asumido como propio y de la comunidad. Una experiencia aglutinadora, de las maneras de ser, sentir, pensar y actuar.
Lo mismo ocurrió durante los cinco años de infortunios y desventuras sufridos durante la desastrosa guerra de la Triple Alianza. El guaraní fue usado permanentemente y hasta se realizaron publicaciones en el idioma que mejor entendían y se logró una unidad y fortaleza de heroísmo increíble. Algo notable también pasó durante el enfrentamiento bélico con los hermanos bolivianos en el Chaco Boreal. Allá en los lindes bolivianos, los aborígenes, al escuchar hablar guaraní a los paraguayos, gritaron: ¡Son parientes!, y ayudaron a los soldados paraguayos. Algo similar habrá pasado en las Islas Malvinas, con el “Neike chamigo”, dando coraje y unidad a los correntinos.
En la actualidad, está recuperando sus antiguos valores y está emergiendo en igualdad de condiciones con castellano y otros idiomas, con legítimo orgullo y derecho. La Ley de lenguas, dictada por el gobierno paraguayo, hará posible la superación de muchas dificultades para que nuestra lengua materna adquiera el sitial que le corresponde. Entrará triunfante en el concierto de las lenguas del mundo. Terminarán los manoseos, llámese atropello, diglosia, yuxtaposición, aculturación o lo que fuera, para erguirse en su propio enriquecimiento y abarcar globalmente los valores de sus conceptos, como fueren necesarios, con neologismos propios o tomados de otro idioma. Saldrá ganancioso en todas las batallas, porque está avalado por el vigor de sus vocablos, sintéticos, precisos, poéticos y fraternales. No en balde el estudioso antropólogo, Bartomeu Meliá, prestigioso lingüista mallorquín residente en Paraguay desde hace largos años, dijo: “Los jesuitas redujeron a los guaraníes, pero también los guaraní han reducido por lo menos a un jesuita. Fui reducido por los guaraníes”, haciendo referencia a su total identificación con la cultura guaraní.Finalizamos estos comentarios destacando especialmente la extraordinaria labor de las Instituciones privadas, que lucharon y siguen luchando, para que los gobernantes se comprometan seriamente con su enseñanza del idioma. Si fuera así, será cumplida la nueva, genuina y verdadera liberación que consiste en la construcción de un Paraguay multicultural y bilingüe.
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El ATENEO DE LENGUA Y CULTURA GUARANI agradece al querido Maestro Girala Yampey, el confiarnos la publicación de este artículo suyo. Aguyje ndéve Karai Girala Yampey ojeroviáre ATENEO-re omyasâi haĝua ko ne rembiapo porâite.