Portal Guaraní - QUE NUESTRAS FEMINISTAS VAYAN A KABUL - Por ALFREDO BOCCIA PAZ

El retorno del régimen talibán evoca el horror vivido por las mujeres afganas cuando tenían prohibido salir a la calle sin la compañía de un varón, estudiar, sacarse fotos, mostrar el rostro, practicar deportes, trabajar fuera del hogar, asomarse a los balcones o reír en público.

En 2001 Estados Unidos intervino militarmente Afganistán en respuesta a los ataques a las Torres Gemelas. Como objetivo colateral —decía la propaganda norteamericana—, la invasión liberaría a las mujeres de su opresión medieval. Pero dos décadas después, las cosas no cambiaron demasiado.

El 80% de las jóvenes siguen siendo analfabetas y más de la mitad de ellas son víctimas de violencia machista en su propia casa.

Los matrimonios forzosos de menores de 16 años siguen siendo habituales, sobre todo en zonas rurales.

Los ejércitos de ocupación tienen intereses geopolíticos que no siempre coinciden con los de la población local.

La situación de las mujeres puede servir como argumento estratégico, pero está lejos de ser una prioridad, sobre todo en un país con una cultura fundamentalista tan arraigada en la historia.

Ser mujer en Afganistán siguió siendo difícil, pero nada se compara con lo que les espera con la vuelta del fanatismo intransigente al poder. Si bien la coalición de la OTAN no logró avances democráticos trascendentes, su retirada abrupta deja a las mujeres afganas en manos del infierno teocrático.

Por eso, las imágenes de la apresurada evacuación de tropas y diplomáticos —además de traer reminiscencias de la humillante caída de Saigón en 1975— despertaron la preocupación de la colectividad mundial.

Las mujeres afganas no son las únicas que viven en situación de opresión, pero están hoy en el lugar más riesgoso del globo para ellas. Despiertan una humana empatía en cualquiera que conozca algo de historia y, en especial, en sus congéneres de todo el mundo.

Es muy complicado encontrar maneras de ayudarlas. Es imposible pensar en una nueva intervención paternalista, pero resignarse a no hacer nada tampoco es aceptable. La comunidad internacional deberá diseñar con urgencia algún instrumento que garantice la vida y los derechos de esas mujeres.

En Paraguay, por supuesto, numerosas activistas y organizaciones feministas manifestaron su defensa a estas mujeres, en una coyuntura en la que no hay demasiadas opciones para hacer algo concreto.

Existe una distancia sideral entre las mujeres de Afganistán y las del Paraguay. Pero eso no significa que las de aquí tengan garantizados sus derechos. Los conquistan con una lucha cotidiana en un país muy machista. Una lucha que no impide la solidaridad con las que están en mayor peligro.

Y aquí viene el motivo de este comentario. Esas publicaciones de apoyo en las redes provocaron decenas de reacciones francamente idiotas. Como los/las que se preguntaban: “¿Dónde están las feministas?” o los/las que las desafiaban a ir a Kabul a defenderlas, “ya que son tan valientes”. En los isquémicos cerebros de estas personas existe la convicción de que las feministas paraguayas deberían formar una suerte de batallón para rescatar a tiros a las mujeres del poder talibán.

Estas opiniones podrían ser consideradas como simplemente estúpidas, no dignas de una respuesta, si no fuera porque trasuntan la reiterada vocación de la derecha antiderechos de indicar con imperativo dedo trémulo el camino que deben transitar los movimientos feministas. Tampoco esto importa tanto, pues eso a ellas les resbala.

En realidad, decir que las feministas deben ir a Afganistán es solo la expresión del deseo inconsciente de que pasen por lo mismo. Solidificados en la ignorancia, incitan al odio. Son pequeños talibanes que, desde el teclado, disfrutan de una lapidación virtual.

(Hacer click sobre la imagen)

ENLACE INTERNO A ESPACIO DE VISITA RECOMENDADA

EL IDIOMA GUARANÍ, BIBLIOTECA VIRTUAL en PORTALGUARANI.COM

(Hacer click sobre la imagen)