LA VACUNA DE FABIÁN

Por ALFREDO BOCCIA PAZ

@mengoboccia

La fuerza de una sola imagen puede ser más estremecedora que las cifras de cualquier estadística. Una cosa es sobresaltarse al comprobar que un centenar de compatriotas fallecen diariamente y muy otra el espanto de que una simple foto nos haga parte del dolor y la rabia de la hija de uno de esos muertos. Es lo que logró una joven que se apostó frente al Hospital Central del Instituto de Previsión Social con un cartel que rezaba: “Papá, este país corrupto te mató. Gracias, Marito, tu gestión de mierda llegó tarde”.

Su padre era Fabián Ríos, un técnico en Electrónica jubilado que falleció por Covid hace un mes, luego de esperar vanamente en los pasillos hospitalarios que se liberara una cama de terapia intensiva. Luciana, su hija, decidió hacer esa solitaria protesta el día que a él le hubiera tocado ser inmunizado. “Si el Gobierno no fuera tan inútil y corrupto —afirmó— hubiera recibido la vacuna hace tiempo y podría haber disfrutado de una vejez digna, rodeado de sus nietos”.

La enorme repercusión que tuvo ese cartel en las redes sociales interpelará al Gabinete de Mario Abdo día tras día, pues nos remite a una reflexión ineludible: Los muertos de hoy se hubieran salvado si las vacunas hubieran llegado hace unos meses.

Lo peor es que no solo estamos hablando de irreparables errores del pasado, sino de situaciones que siguen ocurriendo y que perdurarán por mucho tiempo. Miles de familiares de otros Fabianes que hoy están aún vivos rezumarán la bronca de enterrarlos por no haber podido vacunarlos a tiempo. Y no por falta de interés o porque sean adeptos a alguna de esas ridículas sectas antivacunas, sino porque lo intentaron y encontraron las puertas del Estado cerradas.

En estos días, las largas filas frente a los vacunatorios, iniciadas en horas de la madrugada, son la muestra de la ansiedad colectiva. Es obvio suponer que el tema vacunas figura desde hace tiempo en el primer lugar en la agenda estatal. Su peso en el humor de la población justificaría que todos los talentos y medios logísticos de varios ministerios estuvieran volcados a paliar los problemas derivados de su falta. Anteanoche, se sabía que las vacunas se estaban acabando y, pese a ello, no fueron capaces de comunicarlo eficazmente. La desorganización hizo que los adultos mayores se enteraran en la mañana de ayer que no serían vacunados y tuvieran que volver airados a casa, con la sensación de estar en manos de quienes jamás se ponen en el lugar de las personas comunes.

En la mente de ellos y de sus familiares flota silenciosamente la ominosa amenaza de tener el mismo destino de Fabián. El miedo ante lo que nos depara el futuro inmediato lo compartimos con toda la humanidad. Pero los paraguayos sufrimos temores adicionales. Estamos destinados a sobrevivir pese al Gobierno. Destinados a eludir al virus con la sensación de estar siendo dirigidos por zombis. Quien crea que esto es una mera licencia literaria debería mirar el ránking de los países de América según el porcentaje de la población que ya fue vacunada. Empiece por abajo, así encontrará enseguida al Paraguay.

Hasta la incompetencia podría ser aceptada, de tan acostumbrados que estamos al modo colorado de gobernar. Pero lo que supera la paciencia ciudadana, lo que subleva, es que pese al fatídico destino de Fabián, de los que lo precedieron y de los que lo seguirán, no tengan la intención de terminar con el despilfarro de los recursos públicos ni con la corrupción.

Es así, deberemos salvarnos pese a ellos. Ellos, los que nos miran indiferentes desde lo alto de la pasarela de ñandutíes, desde las ruinas del Metrobús, desde las privilegiadas planillas de Itaipú y Yacyretá. Ellos, los que devastaron nuestra salud pública durante décadas y negociaron con criterios provincianos la compra de vacunas. Ellos, los que ahora salen, con cara de piedra, a pedirle el voto a gente como Fabián.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Sábado, 22 de Mayo de 2021

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