Dicen que en Luque, el más pobre trabaja el oro. Tienen una facilidad para estas cuestiones del arte, los luqueños. Indudablemente. Luqueños que cantan, que escriben poesía, que componen, además de joyas, música, hay por doquier. Pareciera que la luqueña es tierra de prodigios, tierra encantada. Un hijo de esa tierra es un artista que en estos días celebra sus cuarenta años con la música: Tucho Rivera.
Cuando niño aún, con la hondita entre los dedos, los bolsillos llenos de toscos bodoques, vagando las siestas entre matorrales y kurupíes, ni se habrá imaginado hasta dónde llegaría, transitando por la vida en alas del arte.
Aquel niño, nacido en un rincón luqueño llamado Cañada San Rafael, el 15 de abril de 1942, con el tiempo se convirtió en uno de los prestigiosos miembros del arte musical paraguayo: Tucho Rivera.
Se inició en la música de la mano de su tío materno, don Cristino Araujo, pese al disgusto de su madre, doña Petrona Araujo de Martínez, quien, como toda madre, aspiraba tener un hijo doctor, ingeniero, militar, en fin, que fuera alguien en la vida. Tener un hijo músico era poco menos que la desgracia para la gente. ¿Cómo podía vivir alguien con una guitarra como compañera?
Las primeras fraguas
Pese a la oposición de su madre, el joven aspirante a artista siguió en su trece. La vida le llevó a vivir en el mismo centro de la ciudad de Luque, cerca del Mercado municipal, lo que le permitió conocer al maestro Ramón Bazán, con quien perfeccionó sus conocimientos de la ejecución guitarrística y practicó canto. Poco después pasó a integrar el conjunto de Dionisio Valiente —autor de “Vergel luqueño”— y a realizar su primera grabación, cantando la polca “Concepcionera”.
Su figura se hizo popular en el ambiente artístico e integró varios grupos orquestales, como la Orquesta Típica de Rodrigo Benítez, de donde pasó a la Orquesta Típica de Roberto González, y por último, lo máximo de aquella época, ser integrante de la orquesta “los príncipes del compás”, la Gran Orquesta Típica Orrego.
Aquellos primeros pasos fueron escalones hacia el éxito. Al mismo tiempo que iba haciéndose conocido, también iba perfeccionando su conocimiento de la ejecución guitarrística y mejorando sus condiciones de cantante, con estrictas prácticas de vocalización, además de optar por su nombre artístico: Tucho Rivera, detrás del cual se esconde el luqueño Aparicio Martínez Araujo.
Su nombre ya había roto el coto luqueño, y muchos artistas empezaron a fijarse en él como potencial compañero de rutas, tal el caso del conjunto Trío Los Mariscales, integrado por Wilfrido Prats Godoy y Máximo Ledesma, a quienes se sumó Tucho Rivera.
Posteriormente integró el Trío Coral integrado por Dionisio Villamayor, Gustavo Prieto y el arpista Fausto Franco.
Con la música a otra parte
Era la época de oro de las parrilladas en las noches asunceñas. Tucho Rivera fue uno de los protagonistas de aquellas noches con música y canto.
Uno de esos días se presentó la oportunidad para desplegar alas y conocer otras latitudes: recibió una muy buena oferta. Después de actuar un breve tiempo con este trío en parrilladas de nuestra ciudad capital, tuvo una fabulosa oferta que le llegó desde Buenos Aires. Allá partió con un contrato para integrar el conjunto Los Ases del Paraguay (con Nicolás Barrios, Dionisio Villamayor y Oscar Cardozo Ocampo, director musical).
Con este grupo, realizó varias grabaciones con que marcaron época, con un arreglo espectacular de cuatro voces, con arreglo y dirección del talentoso y respetado músico Oscar Cardozo Ocampo.
Un luqueño en Europa
En abril de 1969, hace cuatro décadas, Tucho Rivera dio el gran salto de su vida profesional: viajar a enfrentarse con el público europeo, al frente de su conjunto Los de Tauro. En el Viejo Mundo, su principal cicerone y promotor fue nada menos que Luis Alberto del Paraná, quien le abrió las puertas de varios países europeos.En España realizó conciertos en teatros madrileños, además de participar de programas radiales y televisivos de alcance continental. Esas actuaciones e intervenciones en medios de comunicación le llevaron a ser contratado por la firma discográfica RCA Víctor, con la cual realizó una serie de grabaciones de música internacional, incluyendo canciones paraguayas. Luego de estas primeras grabaciones realizó otras, con otros sellos discográficos.
También surgieron los contratos para realizar presentaciones en vivo en cadenas hoteleras de las Islas Canarias, Londres y otras importantes ciudades inglesas. También actuó en la BBC y otros medios, donde los integrantes de Los de Tauro eran conocidos como The Golden Boys (Los muchachos de oro) o The Number One From Paraguay (El número uno de Paraguay). Además de ciudades de Inglaterra, realizó presentaciones en Escocia, Gales, Irlanda del Norte, etc.
De Inglaterra pasó a realizar presentaciones en puntos distantes, como China, Hong Kong, los Emiratos Árabes Unidos, donde en la ocasión de la visita de la Reina de Inglaterra, Tucho Rivera cantó para su majestad.
En su dilatada trayectoria tuvo ocasión de compartir escenario con celebridades como Shilly Basy, Gilbert Becau, Engenbert, Cliff Richard y otros famosos artistas internacionales. Pasado los años, Lo de Tauro se disolvió, pero Tucho Rivera siguió su rumbo, realizando sus presentaciones como solista, con su estilo particular y acompañándose de nuevos sistemas orquestales computarizados
Además de su faceta de cantante, también compuso varias obras, como, por ejemplo: “Salud, mi gran nación”, “Pobre niño de la calle”, “Mi pequeñita Anahí”, “Añoranza de un luqueño” y tantos otros temas.
Para celebrar sus 40 años de vigencia en el exigente mundo artístico europeo —y 67 años de vida—, vino a compartir con sus compatriotas ofreciendo un recital que se llevará a cabo el próximo 16 de abril, en el Salemma Super Center de San Lorenzo. ¡Felicidades!
