EL HEROISMO DE MABEL
Al mandamás sin parangón lo sostenían como figura permanente del partido que se mantuvo varios lustros en el poder. Pagado de sí mismo y su papel en la historia, su influencia aumentaba y disminuía periódicamente, entre las argucias del caudillismo. Los discursos acerca del vacío de liderazgo concordaban apenas con un autoritarismo cada vez más desarraigado.
La prensa reconocible de ciertos países americanos, también sus cancillerías, especulaban hábilmente con la idea de esclarecer al mundo sobre sumisión de estadista que no lograba complacer, sin embargo, las demandas de la oposición.
Mabel Sormejares (quien se juega de tal manera no vacila por nombres ni seudónimos) tuvo que matizar ilusiones y desfallecimientos entre los principales del grupo gobernante. Sin horario riguroso por el vuelo hacia Jamaica, estimo que pocas personas abordaron, mediante un bosquejo reconstruido hasta las anécdotas nimias, el panorama político y cultural de la República.
Los asientos contiguos no estimulan solamente acrobacias idiomáticas desde luego, ni temas puramente lúdicos. Argentina en documento, que por decisión y amistades conocía el Estado cuartel, no se limitó a los diálogos ministeriales ni a la entrevista palaciega.
El atentado, con el pretexto de que la corresponsal participaba en un complot, no redujo, felizmente, su confianza en la palabra, los recursos de información, ni la solidez de ciertas relaciones. Alteró quizás por otra parte, el tinglado del círculo cuya jerarquía -en una crisis que las restricciones tornaban sofocante- dependía cada vez menos de los designios del gabinete.
Difícil creer que pasé a máquina casi todos sus renglones, que renovó la elocuencia, más todavía en los artículos publicados antes de sucumbir el general de tropelías.
-Soy prácticamente como la Venus de Milo- me dijo Mabel, entre los trámites relativos a la nacionalidad; -tú ni nadie estrechará nuevamente mi diestra.
De: Revista Ñe-ëngatú, Año XVII, N° 119
(Diciembre 1998 - Enero 1999)