UNA RABONA TELEVISADA, UN TREN ESPECIAL,
LA GOLONDRINA SUBIÓ AL CIELO, ESA MUÑECA ,
EL PRIMER RAMILLETE (CUADRO ESCÉNICO PATRIO),
MI LIBRO , ABUELITA , AÑO NUEVO, INDIO , AMIGO , MAYO y LIBERTAD
Cuentos y poesías de NIDIA SANABRIA DE ROMERO
NIDIA SANABRIA DE ROMERO (Carapeguá, 1928)
Poeta, cuentista y dramaturga. Educadora de larga trayectoria docente, fundadora del Colegio Iberoamericano, de la Universidad Iberoamericana de Asunción y del Taller de Literatura de dicha universidad, Nidia Sanabria de Romero se destaca especialmente por sus aportes en el campo de la literatura infantojuvenil. Miembro de la Organización Paraguaya de Teatro Infantil y miembro fundador de la Asociación de Literatura Infanto-Juvenil del Paraguay (ALIJPAR), en 1989 fue seleccionada por la Municipalidad de la Capital y la Asociación de Músicos del Paraguay entre las " 15 Mujeres Sobresalientes del Año". Su producción literaria incluye varias colecciones de cuentos infantiles-entre ellas: TARDECITA CON ALAS (1979), TIERRA EN LA PIEL: CUENTOS Y RELATOS (1984), obra seleccionada para la colección latino americana de la editorial "Plus Ultra- (Buenos Aires, Argentina) y CASCADA DE SUEÑOS (1986)-, LA GRAN VELADA (1985), una antología de seis obras teatrales para niños, y dos poemarios: BALADA DE CANTO Y MUSGO (1989) y EN LA HABITACIÓN DE LOS TEMBLONES: POEMAS PARA FECHAS, DÍAS Y MOMENTOS (1990).En 2008 dio a luz un libro de relatos de sus memorias: RESQUICIOS DE UN PASADO PEREGRINO. De más reciente publicación es ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL (2009).
UNA RABONA TELEVISADA
Yo soy Taqui un perrito medio pequinés. La verdad que mamá Pequi se casó con papá FEO, no era de raza, pero tan bueno el pobre. Decía mamá que cuando el casamiento, se armó tal lío y que mis abuelos se mordían la cola durante la ceremonia un poco por rabia y otro por tristeza.
La verdad es que abuela Pequinesa era de esas copetudas que vestía siempre de seda en verano y en invierno de pana y terciopelo, con estola de piel y todo.
Bueno para qué hablarles de lo que pasó tanto tiempo. Yo vivo en la calle 15 de Agosto, éramos tres hermanitos, a cada uno de los otros se lo llevaron a otras casas. No supe nada de ellos y papá murió muy joven, y la pobre mamá no pudo aguantar una operación de apendicitis, también se nos fue.
En la vecindad viven otros perros. Algunos que apenas asoman las narices a la tardecita, en el umbral de las casas.
Les quiero mostrar a Dolky. ¡Es de creído! Siempre perfumado y con la cola lustrada. ¡Qué les digo de Turrina! Esa sí que es una bataclana, usa pollerita de lana cuando hace frío. ¡Qué risa! y todavía es a cuadros y tableada. Cómo tiene las piernas finas... y es bastante... ja... ja... ja... Me muero de risa. ¡Que bataclana! Parece una cigüeña regordeta.
Pero si lo conocieran a Raqui, ese es un perro de verdad. Les digo que es flaquito, peladucho, pero macho. Nos fuimos a la misma escuela durante seis años, ustedes saben lo que es eso, todos los días me tocaba el timbre, un ladrido y yo salía. Íbamos al trote a la escuela. Éramos tan socios que en casa nunca lo supieron. ¿Qué? -Se lo voy a contar. No dejamos un timbre sin sonar en cada casa. Cuadra por cuadra y si no había timbre, ladraba Raqui o Yo, pero si aún nos antojaba ladrábamos a dúo. Y lo hacíamos tan bien. ¡Qué risa!
Un día nos llevamos tal susto, nos pareció que nadie estaba en la casa. Es de esas que tienen jardín adelante y con ligustrina con muro.
-gua... gua.. gua... dijo Raqui
-gua... gua... gua... di.je yo
Nada, silencio. Entonces nos dispusimos a entrar a explorar la casa. Claro, ese día hacíamos la rabona, en la escuela. En la escuela nadie lo sabría, creíamos nosotros. Bueno yo di un empujón con la cola, no se abrío, Raqui otro con la nariz, que de verdad... la tiene tan grande. Pero tampoco... -¡Bueno, me dijo Raqui, ¡tengo una idea genial! Ahora al mismo tiempo contemos hasta tres y nos largamos sobre el portón. Y zas se abrió de par en par. Entonces Raqui iba adelante husmeando y yo le seguía, la verdad es que yo le tenía fe a Raqui. Recorrimos la casa, primero el piso bajo. ¡Qué living! ¡Qué comedor! Y luego a la cocina. Allí abrimos la heladera, cominos salchichas y como postre un asado helado. Cuando estábamos en lo mejor sentimos llegar unos ladridos de perros que se dirigían hacia el patio.
-¿Qué hacemos? Le dije a Raqui, y como él era una máquina calculadora para salir de apuros.
-Tranquilo, me dijo, mientras esos ladran por el patio, nosotros salimos por el living... Y así lo hicimos... pero al salirnos encontramos con los dueños de casa, nos miraron con asombro, la señora alcanzó a decir: -¿Y estos de dónde salen?
-De tu living, le dijo Raqui en voz baja, y salimos ladrando. De allí ¿adónde iríamos?
-Vamos a la escuela, dije todo torpe.
-¿Quién te recibe a esta hora?, dijo Raqui. Tranquilo, tranquilo. Ahora nos iremos al parque Carlos Antonio López, allí seguiremos nuestras vacaciones... hasta que sea la hora de salida del colegio, lo digo por ti, porque yo puedo volver a casa que el cascarrabia del almacenero no se dará cuenta.
-Sí, le dije, tengo que volver a más tardar a los 15 minutos después ele la salida. Bueno, nos pusimos a recorrer el parque, jugamos, ladramos a pulmón abierto. Por allí estaban dos ancianos sentados.
-¡Fuera perros vagos! nos dijo el anciano.
-Vagos serían ustedes viejos pelados, les contestó en voz baja Raqui.
Pero nos retiramos. No queríamos líos y menos con viejos. Una ronda de niños alegraba la sombra de un inmenso tayí, nos detuvimos, teníamos ganas de participar de las canciones; pero al ladrar podríamos ser descubiertos porque un poco más allá estaban sentadas unas vecinas.
-Vamos a la parte baja, le dije. Allí no nos verán esas chismosas. Nos fuimos bajando, nos detuvimos ante un heladero, ¡qué ganas de tomar helados! Yo apenas tenía 5 guaraníes, y Raqui ni pensar, no tendría nada. Me tragué saliva y seguimos viaje. Allí nomás unos niños dejaron restos de su merienda. Nos "morfamos" como dos hambrientos y lo éramos de verdad.
-Allá está el canal de televisión me dijo Raqui.
-Magnífico, le contesté, es la hora de empezar la transmisión.
Nos meteremos entre la gente y zás en el estudio directamente.
-¡Qué idea hermosa!, por primera vez en el estudio de televisión. Íbamos bajando,.
-Imagínate todo lo que disfrutamos esta tarde, en la escuela hubiéramos estado bostezando -comentó Raqui.
-Lo simpático es que la gente de casa no se darán por enterados.
-Claro, dijo Raqui, allí con las puertas bien cerraditas nadie se enterará, quedará el secreto entre los dos.
Llegamos al canal, los operarios caminaban de un lugar a otro. Los locutores leían sus noticias, se cambiaban los muebles, se instalaban decorados. Todo para nosotros era maravilloso. Alguien advirtió nuestra presencia.
-Qué hacen aquí estos perros. Trató de patearnos, a Raqui le alcanzó la cola. Pero él no ladró, era demasiado inteligente para hacerlo. Lo miró mal, cerró los ojos, levantó una patita y se quedó como una estatua. Por fin dejaron de entrar y salir.
...Un hombre apuntaba hacia nosotros la cámara, ino! era hacia los niños artistas que debían actuar.
Estaban disfrazados de animales, habían zorro, sapo, gato y hasta perros. Nosotros nos aproximamos más a los perros para disimular. Todo está listo.
Anunciaba el programa "Una tarde en el zoológico". Sin darnos cuenta aplaudimos; ¡pero no se pudo escuchar porque en eso cayó un tambor al suelo e hizo un ruido fenomenal!
Cada animalito decía su parte, nosotros nada, no formábamos parte del teatro, sin embargo el cameraman, nos alumbraba con insistencia. En eso me acordé que en casa todos ven el programa desde las 5 de la tarde.
-Jesús, me dije. Estoy listo; de seguro que ya me habrán visto...
-¿Qué?... Me dijo en voz baja Raqui.
No le contesté, seguía mirando lo que ocurría a mí alrededor.
Por fin todo terminó, hubo un barullo enorme, los niños salían con sus ropas colgadas en la mano, mientas que las mamás recogían las carteras.
Nosotros salimos comiendo. Cuando llegué estaba mi ama parada junto al portón.
-Muy bien Taqui, ¡qué bien salió la dramatización de tu grado! Yo no dije nada, entré calladito.
-¿Por qué no ladraste? ¿O se te olvidó lo que tenías que decir?
Di unos ladridos de contento. ¡Se tragaron la píldora!, me dije. Moví la cola y fui entrando a la cocina con ganas de comer algo. Sin duda alguna, mi rabona había sido televisada.
UN TREN ESPECIAL
Llegué hasta el nuevo ferrocarril. Yo tenía que tornar el vagón número 7 para ir a mi pueblo, pero me equivoqué, y abordé el coche que correspondía a los animales. Me metí en él ya cuando la maquinaria se sacudía y la pitada anunciaba la partida, advertí lo que estaba ocurriendo, pero ya no podía hacer nada. Me acomodé en un asiento vacío y a mí alrededor ocupaban como doce lugares un par de conejos con una docena de críos.
En los asientos de atrás y adelante iban inquietos monos, bulliciosas cotorras, unos venados gemelos que al parecer estaban enfermos porque la mamá los acomodaba en su regazo por tumo riguroso.
Más allá, un perro lanudo se ponía a estornudar.
El tren iba tragando distancias por las ventanillas se observaba el adulante paisaje donde colinas y llanuras eran intercaladas por brillantes lagos. Arroyos tajantes parecían labios abiertos en la espesura de los bosquecillos.
El sol volvía más majestuoso el paisaje, cubriendo con su rayo dorado las siluetas de los árboles y los cerros.
Los conejitos, todos muy juiciosos, se paraban sobre los asientos para disfrutar del panorama. Mamá coneja acomodaba la canastilla de las meriendas debajo de los asientos, papá conejo llevaba agua fresca en un recipiente brilloso.
-No salten tanto, ni saquen mucho la cabeza por la ventanilla. El viento puede arrastrarles -observaba la mamá. Y por rato las diez cabezas se metían un poco más adentro.
-Miren esa garza blanca, parece de nieve-, comentaba Conejiña que siempre fue parlanchina. Conejín dejó su revista y se fijó también un rato, luego siguió leyendo. Era entre los hermanos el más serio y más dedicado en sus estudios.
-Aquello con plumaje rojo es un papagayo. Fíjense en el pico, qué grande lo tiene-comentó Conejiña, quien sin duda estaba haciendo de relatora. Nuevamente las diez cabezas salieron a la ventanilla.
-Cuidado -grito la mamá.
En los demás asientos había igual alboroto, claro, unos más curiosos que otros. Solo los venados gemelos continuaban en silencio. Me levanté, comencé a caminar, aquello era una selva viva y ambulante, pero los animales eran muy civilizados respetuosos y atentos.
Como yo estaba perdido y no sabía adónde iba, quería tomar relación con los pasajeros para saber qué harían después. Pero quiero confesarles que no tenía miedo ni premura por volver. Sabía que lo pasaría muy bien.
-¿Están sus chicos enfermos? -le pregunté a la mamá de los venados.
-Sí, los llevé al veterinario, les tomó una fiebre de casi dos semanas y están con un poco de tos. Ahora están tomando este jarabe y les señaló un frasco bastante grande.
-Ya mejorarán -le dije, dándole una palmadita en el hombro.
Luego conversé con otros pasajeros que no dudaron en dar respuestas a mis curiosidades. Lo cierto era que todos se mostraban complacidos de charlar conmigo.
En eso una cotorra se puso a gritar: ¡Atención! ¡Atención! Antes del almuerzo escucharemos unas canciones, a fin de entretenernos.
-Bien, muy bien -decían todos.
-Esto es costumbre en el tren de los animales-me confesó la madre de los venados-. Ya lo escuchará. Lo pasará muy bien. Claro que a veces hay que aguantar algunos desubicados dijo y acomodó mejor a sus venaditos.
Los intérpretes se ponían de pie y la señora lechuza los presentaba con mucha ceremonia, dando un historial sobre cada artista. Una melodía y otra se dejaba escuchar siendo más aplaudidas las del ritmo ligero.
Y para matizar más la tertulia, la misma lechuza decía poesías de su autoría.
Los pasajeros siempre respetaban a esta señora y nunca ponían en duda lo que decía.
Cuando terminaba la parte formal unas cotorras entrometidas comenzaban a cantar estos estribillos:
"Que se va, que se va el tren,
que se viene que se viene el cajón,
trayendo pedazo de queso,
lechuga y mucho pastel.
El almuerzo empieza
Y todos a comer"
En un abrir y cerrar de ojos saltaron de la valijera de abajo, y de arriba canastillos, cajas, viandas, paquetes, que se abrían haciendo sentir su apetitosoolor a comida casera.
Los conejos se pasaban sus zanahorias y lechugas y los dientes hacían su "cris", "cris", en ritmo cadencioso.
Aquello era un comedor muy original y el menú de lo más variado, al poco rato comenzó el convite.
-¿No le gustaría un poco de lechuga?
-Gracias, es usted muy amable.
-Le vendría muy bien para sus venados un poco de leche. Sírvase, señora, y déselos.
-Gracias -decía la mamá. Les ofreció a los venados, pero estos no querían probar un trago, se sentían cansados.
-Tómela usted, insistió, el viaje es aún largo.
Y se bebió la leche que contenía el vaso. Le vino muy bien, porque todo lo hizo en 24 horas sin descansar: viajar, ir al veterinario, comprar los medicamentos y regresar de nuevo. Y como sucede a todas las mamás, con la preocupación olvidó probar un poco de alimento.
Realmente, por un buen rato no se escuchó palabra. Todos estaban ocupados masticando, o bebiendo algo. De vez en cuando una charlita con el compañero de enfrente y alguna que otra risa, un bostezo contagiante y luego el silencio.
Todos se preparaban para dormir. Tanto disfrutaba ese viaje que había olvidado preguntar a dónde íbamos y cómo haría para regresar a la ciudad. Observé con cariño que una oveja daba de mamar a su cría y que con una pata le acariciaba la cabecita. Las otras ovejas dormían su siesta, que se hacía cada vez más agradable gracias a la brisa que entraba por las ventanillas.
El tren seguía su camino con la obediencia ciega del que es leal a su trabajo.
De pronto una frenada brusca, así en seco, sacudió todo el vagón y los pasajeros se esparcieron de aquí para allá. Los equipajes tirados. Algunos animales gemían, lloraban. Las mamás preguntaban: ¿No vieron a mi hijo?
Otra desde el suelo contestaba: -Aquí lo tengo.
Los venaditos estaban en el suelo, pero la mamá muy rápida ya los acomodaba nuevamente en el asiento. Hubo algunos heridos. Menos mal que en el vagón viajaba una mamá que por mucho tiempo fue enfermera de una veterinaria. Sacó su maletín de primeros auxilios y comenzó a vendar y poner tarabillas a las patas rotas. Poco a poco cada cual se fue acomodando con su familia.
El tren estaba inquieto. Salí a explorar para saber qué había ocurrido y allí observé a una vaca muerta en medio de la vía., y aunque el motorman aminoró la velocidad, no se pudo evitar el impacto.
Mientras los pasajeros se acomodaban, ayudamos a retirar la enorme vaca.
Algunos vecinos vinieron a poner hombro para que todo resultara bien. Fue admirable el comportamiento. Cuando el guarda dijo:
-Quietos, todos quietos, tuvimos un percance pero ya lo solucionaremos. Les pido que queden en sus sitios, los más pequeños junto a sus padres. Nadie debe descender del tren.
Aunque llenos de curiosidad, no asomaron las cabezas por las ventanillas. Tal vez hayan estado aún asustados o seguían adoloridos por el golpe.
Por fin el tren recuperó su marcha. La tarde se prestaba aún para disfrutar del paisaje, que ahora, cobraba otro matiz. El sol comenzaba a esconderse. Y allá afuera las aves se acercaban a los árboles para asegurar su noche.
Los animales terrestres buscaban en los bosquecillos los huecos de los árboles para protegerse de las inclemencias del tiempo. En el vagón poco a poco se fueron prendiendo las luces.
Los pasajeros preferían leer, los pequeños jugaban con las patas, contaban adivinanzas e imitaban las voces de otros animales. El día estaba terminando. Las ventanillas dejaron de ser el espejo mágico donde los ojos llenaban toda curiosidad.
El tren seguía su ruta fijada. Nada ya lo detenía, había despedido al sol con una genial pitada. Y veía asomarse a las estrellas, para tachonar el firmamento de mil ojos luminosos. Y la luna se dejaba ver solitaria, silenciosa.
El sueño se vino con todo, porque el susto y el cansancio hicieron caer las pestañas. Y todos, casi todos quedaron dormidos.
Al amanecer llegamos a la estación final; no lo hubiéramos advertido si no fuera por las pitadas del tren y las palmadas que daba el guardián.
-¡Llegamos a la estación final! A prepararse con los equipajes - decía el guarda.
Los animales comenzaban a desperezarse, los chiquitos se friccionaban los ojos para abrirlos mejor.
Los mayores buscaban sus zapatos de los que se habían desprendidos para estar más sueltos durante el sueño.
Una cantidad inmensa de animales esperaban a sus familiares. Con rapidez se vació el vagón, y cada cual tomaba relación con sus parientes. Se oían gritos de alegría.
-Aquí estamos papá decía una que había viajado con la madre. Y allí nomás besos y abrazos, derecho a casita.
El papá de los venaditos los esperó con un carro. Corrió a traer a sus pequeños. La mamá cargó con uno y el papá con otro, los llevaron al carro.
Cuando quise mirarlos solo el polvo cubría la ruta.
Al poco rato todo quedó en silencio. La mañana estaba hermosa, yo estaba solo. Me acerqué a la ventanilla donde decía "Boletería", pregunté el horario de regreso a la ciudad. Faltaba poco. Adquirí el pasaje. Di unas vueltas por ese lugar. Respiré fuerte el aire fresco. Estiré las piernas que las tenía un poco entumecidas. Traté de asearme en un arroyuelo cercano. Me mojé la cara, los pelos. Me peiné. Estaba listo. Llamó mi atención que ningún pasajero esperaba el tren. Me pregunté: "¿Seré yo el único que viaja"?
Pitó el tren por primera vez y una multitud de aves venían desde los árboles cercanos, otros tantos animales estaban debajo de los troncos, de las maderas estacionadas y apresuradamente abordaban el tren.
Buscaban sus asientos preferidos, ya todo estaba copado. Yo me ubiqué en un asiento que daba a la ventanilla, me acomodé tranquilamente. Como no tenía equipaje todo fue más fácil.
El tren ya había salido y habíamos recorrido un buen trecho.
Me acomodé mejor, estiré las piernas y en eso sentí que los pies se me enredaban con algo. Me agaché y vi. Brillar unos ojos pícaros.
-¿Ya llegamos, amigo? me dijo un viejo compañero de viaje que quedó dormido y olvido de desembarcar.
-Ya estamos de regreso nuevamente-le contesté algo burlón. Y muy tranquilo se acomodó nuevamente para seguir durmiendo. No tenía nada de que arrepentirse, parece ser que estaba acostumbrado a que eso le sucediera.
Yo me puse más cómodo, me desprendí los zapatos, desabroché la camisa y abrí de par en par la ventana para que el viento refrescara mi sueño. El tren daba su pitada triunfante. Di unas vueltas, puse mejor la cabeza, la apoyé sobre el respaldo.
Cuando todo estaba tranquilo, sonó la alarma. Me sacudí, tiré las sábanas. Ya era tarde. Llegaría con atraso al colegio. Nuevamente el reloj hacía sentir la alarma.
Me había quedado dormido, profundamente dormido.
LA GOLONDRINA SUBIÓ Al, CIELO
Pepe recibió con alegría la golondrina que le habían regalado.
Su tía apareció tan pronto lo supo, porque tenía en su casa una jaula dorada que no se habitaba.
EI niño no se percató de ella, ni le asombró el brillo del futuro hogar de la golondrina.
Para él solamente existía ese maravilloso amigo, que desde hoy sería su compañero. Y lo fue, era la admiración de todos y hasta los adultos se entretenían mirándola.
Pasó el tiempo, pero algo ocurría en la jaula dorada.
Ya no hubo trinar y la tristeza reinaba en ese hogar.
Pepe enfermó. Una fiebre alta le torturaba.
Vino el médico y no encontró causa del mal.
En otra visita no lo encontró en su dormitorio, estaba frente al castillo de oro, quieto, silbando una melodía como serenata de despedida.
Abrió las puertas de ese falso castillo y poco a poco la golondrina levantó alas, paseo por la jaula, y luego, sin esperar más, se largó al espacio. Sintió distinta la brisa, levantó los ojos al cielo y emprendió su vuelo hacia el infinito.
Cada vez más alto, cada vez más fuerte...
En el rostro de Pepe no había tristeza.
Sólo gritaba, vete más alto... más... acércate al cielo...
ESA MUÑECA
Esa muñeca no la puedo olvidar, me la trajo la tía Mabel, de vuelta del paseo como una recordación.
¡Qué bella, era de cartón prensado, pintado los labios en rojo y los ojos en marrón!
Por la noche dormimos en el mismo lugar; yo aquí ella allá juntas las dos y dispuestas a soñar.
Al amanecerme levanto a mirar si la picarona ya se puso a despertar. ¡Claro!, es cumplidora y dispuesta a ayudar. Cara limpia porque con un plumerito me pongo a limpiarla, sacando los polvillos y luego a jugar.
¡Cómo extraño a esa muñeca que supo jugar sin molestar!
La llevo conmigo en mi corazón. Por eso amo a mi muñeca nueva, que me regaló mi madrina Isabel. ¡Más bella la otra, claro! Pero esta me divierte también.
La tengo conmigo en la cuna del patio y cuando vienen las niñas del barrio trayendo sus muñecas, me parece que la mía es la mejor, porque la amo, porque es mi compañera.
Pensando un poco también, me gusta la muñeca negra de María y la rubia de Raquel. . . La pelirroja que canta regalo de mi prima María Nidia con quien juego también. Y... sigo pensando... buena falta me hará un carro para pasearlas... ¡Eso!... Le pediré a mis abuelos y todos juntos saldremos a disfrutar.
EL PRIMER RAMILLETE
CUADRO ESCÉNICO PATRIO
Interior de la vieja casona de la época. Sobre lateral derecha del espectador una puerta que comunica al interior. Al fondo (foro) puerta calle y a su costado izquierdo un enorme ventanal con rejas. Hacía lateral izquierda -siempre del espectador- pared cerrada. Pegada a ésta: una mesita sobre la cual descansa un nicho adornado con flores, dos (2) sillas y si posible fuere un reclinatorio. Casi en el centro de la escena una pequeña mesa y sillas.
PERSONAJES
Juana María de Lara: Joven, bonita, viste ropa de calle de la época. Larga mantilla sobre los hombros, vaporoso traje de sobrios colores. Rosa: Diez y ocho años. Es la sobrina de Juana María de Lara. Viste con mucha elegancia, pollerón, chaqueta, peinetón y mantilla.
LA ESCENA VACÍA AL DESCORRERSE EL TELÓN. ES DE NOCHE ENTRE BAMBALINAS (AL FONDO) SE ESCUCHA LA VOZ DEL PREGONERO NOCTURNO.
Pregonero: ... Las 11 y sereno...!!! ... Las once... y silencio...!!!... (A poco por puerta calle entra Rosa Sigilosamente. Ya en la sala luego de observar detenidamente sus rincones llama)
Rosa: Tía...!!! ... Tía...!!! (Se acerca a puerta lateral derecha llamando hacia el interior)... Tía... ( nadie responde) ... Nadie y a estas horas... ( vuelve al centro) ... Entonces. .. No puede ser... Acaso todo lo dicho por la señora Ursula sea verdad... (Demostrando inquietud y nerviosismo se ubica en una de las sillas muy cerca de la puerta que da al interior) Y yo aceptando y cumpliendo sus mandados, sus consejos y darme cuenta mezclada en sus andanzas... (Pausa) de pronto se abre una hoja de la puerta de calle. Aparece Juana María de Lara. Se la nota nerviosa y cansada. Algo teme. Alguien está en la calle.
Juana M.: (Hacia la calle) ... ¡¡Que Dios ayude valiente Capitán!!... (Cierra la puerta y como vencida por el cansancio descansa sobre ella)... Qué noche... Dios mío...
Pregonero: ... Las once y cinco... y sereno...
Juana M: (Corre presurosa hacia la ventana)... Independencia o muerte... (Se acerca al nicho)... Padre: Tú que todo los has dado, hasta la vida misma por nosotros... Ten piedad... ¡¡ ...Por justa y noble haz que nuestra causa no sea manchada con la inocente sangre de nuestros hermanos... iii ...Padre... Yo también como tantos he dado mi palabra... Dame más valor y más fuerza...
Rosa: (que había pasado desapercibida se incorpora bruscamente)... Tía... iii...
Juana M.: (un tanto sorprendida)... Rosa... ¿Pero estabas tú aquí...?... ¿Y qué hay de recado que te entregara...?
Rosa: (con voz entrecortada) ... Lo recibió el propio Sr. Colmán... Dijo que... todo estaba bien... que te esperaba a la hora convenida... (se contiene, quiere llorar, agacha la cabeza)...
Juana M.: Rosa... hijita mía... ¿Qué te ocurre...?
Rosa:Nada... tía... nada...
Juana M.: Juana M:¿Y esos ojos gachos cuando hablas...?... Es que acaso te he ofendido sin querer...? Vamos no seas tonta arropate bien y a dormir.. El frío de la calle te ha sentado mal...
Rosa: No tía... nada de eso...
Juana M.: Rosa... Tú sabes cuánto te quiero. No me ocultes nada... no quiero verte mortificada...
Qué no daría por hacerte feliz.. No olvides que nunca me has guardado temor o miedo y que he jurado a los pies de tu padre, mi querido hermano, hacer lo imposible porque nada te falte a mi lado... Algo te inquieta...
Rosa:Doña Ursula me dijo... (se contiene)...
Juana M.: ¿Qué te ha dicho la Sra. Ursula...? Vamos, dime... ¿qué te dijo..?
Rosa:Me ha hecho dudar de ti... haciéndome unas preguntas muy raras.
Juana M.: ¿Dudar de mí...?... ¿... Dudar de qué...?
Rosa: De tu comportamiento tía... Que noche tras noche veían con estupor entrar y salir de esta casa a hombres de misteriosas capas... que tú también salías con ellos... que hablaban en voz baja... y... que tú también ibas a visitarlos...
Juana M.: ¡¡¡Cobardes!!!... ¡¡¡Maliciosas y cobardes!!!
Rosa: ¿Solo eso me dices tía ...?..¡¡No te da vergüenza...? Tú que me has enseñado siempre a mezquinar el honor como lo más preciado...??!!... Y ahora de lo que la calle dice y repite... nada te preocupa..??!!...
Juan M - El honor... Mira Rosa... Tal vez tú también no me comprenprendas pero ojalá no te apresures a condenarme como esa señora "doña Ursula" cuyo ideal está hecho de chismes y de groseras presunciones...
Rosa: Todo lo que quieras tía...Pero hace un instante te he visto entrar tan nerviosa y decir no sé que cosas a no se quien ahí en la puerta... y luego esas idas con recados apresurados a la casa del Dr. Colmán... y ese decir en la ventana de... "puede ser a las ocho"... en el lugar acostumbrado... ¿Quieres acaso que después de todo esto siga creyendo en ti como ayer... Que esté tranquila y no dude de ti...?
Juana M.: Si Rosa... a pesar de todo eso ansío que vuelva en ti la tranquilidad y que no dudes... No tardaré en hablarte como quisiera hacerlo ahora... Y bien querida... mírame en los ojos... ¿Ves acaso en ellos temor o vergüenza...? ... Segura estoy que no... Muchas veces hijita la vida no es otra que la misma tierra que nos sirviera de cuna, nos exige no solo el honor sino la propia existencia. Ahora no puedes entenderme mucho... Si por lo que has visto o escuchado dudas de tu Tía Juana María estás dudando de tu propia existencia... A estas horas centenares de valientes como en la noche navideña están en vela preparando un gigantesco pesebre... La patria les ha exigido ese sacrificio y segura estoy que más tarde les ha de exigir otros... Ellos no han dudado... Tú tampoco dudarás cuando a ti recurra... Habrán dedos que te acusen, lenguas que difaman... pero sobre todas esas cosas se elevarán los brazos potentes de nuestros hermanos de sangre clamando y conjugando el verbo de la libertad.
Rosa: Parece que comprendiera todo ti...
Juana M.: Aún no Rosa... cuando el aire que respires llegue limpio a tus pulmones... cuando la sombra de los árboles se te haga tibia y te invite al descanso, cuando sobre la tierra roturada por tus propias manos recibas en su seno las semillas de tus inquietudes y esperanzas y veas germinarlas en verdes y potentes brotes, cuando en las rejas de estas viejas ventanas escuches la serenata amante con notas arrancadas de nuestros propios montes y nuestras propias selvas... entonces, entonces Rosa comprenderás... y ya no dudarás de mí... (Se escucha una clarinada... Las campana suenan)
Rosa: Algo que ocurre ti... (se acerca al ventanal)... El vecindario corre tía...
Juana M.: ¡... Bendito sea Dios...! Rosa corre tú también a traer el ramillete... Lo he dejado en el patio... (Sale Rosa. Juana M. se arrodilla frente al nicho. Vuelve Rosa con el ramo de flores rojas, blancas y azules)
Rosa: ¡Qué precioso ramillete, tía!...
Juana M.: Juana M: Este ramillete lo he preparado con flores que yo misma las he cuidado en un pedazo de tierra de esta misma casa y quiero que sea mí presente, el más humilde y modesto, para aquellos valientes que han hecho de nubes, cielo y sangre un pueblo libre y soberano... Sí... para el Capitán Caballero, para lturbe, Molas, Bogarín, Yegros, Francia... para este nuestro pueblo de hoy, de mañana y de siempre... (Ambas arrojan las flores al público mientras suenan las primeras notas del himno patrio).
FIN
MI LIBRO
Estante cargado
de toda la historia,
mucho de ciencias,
otro tanto de leyes,
matemática abundante,
fórmulas químicas
y tantísimo de literatura
conforman mi hogar,
que da al libro
su bello sitial.
No estoy solo nunca,
aunque lo estuviera,
porque en cada libro
yo encuentro
respuestas y ansias
para proseguir.
Mucho he aprendido
mucho que me queda
aún por leer
por eso el libro
es fuente constante,
manantial inagotable
que puede llenar
de gratas sorpresas
y de mucho saber,
a quien llegue a leer.
ABUELITA
-¿Cuánto me quieres?
-No sé decirte
niño del alma
-¿Más que a tu hijo?
-No sé decirte
niño curioso.
-¿Tal vez me quieras
más que a los otros?
-No sé responderte
niño travieso
Solo quiero que sepas
que me tienes loca
con tus preguntas.
Y, yo... a estas horas
no puedo sacarte
cuenta,
porque me equivoco.
Sólo te digo
nieto del alma,
que te amo tanto
y sin ti no puedo vivir un día.
¡Nieto del alma!
AÑO NUEVO
Por el camino estrellado
va llegando el año nuevo
con alforjas vacías
para llevarlas cada día.
Racimos de flores aún perfuman
el ambiente cocotero
y los tres Reyes Magos
ya regresan a la alcoba
para esperar otro año,
trayendo gratas preseas.
Hagamos desde ahora
de nuestra voz
un canto,
de nuestro gesto
una sonrisa
de nuestro anhelo una dicha,
y todo el año que iniciamos
nos brindará su aliento
para sembrar de flores
los caminos transitados.
INDIO
Rostro taciturno
mirada transparente
sonrisa apagada
pies encallecidos
por el tiempo,
en el largo peregrinar
de los siglos
Indio
largo sueño
de una raza
que se extingue,
sin perder
su identidad
Indio
deambulas nuestras calles
para recordarnos
que venimos de ti
y a ti te debemos esta
tierra que es tuya
y nos la cediste
por generosidad
Indio, hermano
eres origen
de nuestra heredad,
historia viva
de una raza
que es orgullo
de nuestra nación.
AMIGO
Te conocí, no sé cuándo
ni donde
tal vez, en cl colegio
pero hace rato
que eres el hermano que yo elegí.
Hay entre tú y yo
un imán que acerca
cuando necesito
abrir el corazón.
Si estoy contento
me alegro que tú lo sepas.
Y si tengo rabia
no estallo en llanto
hasta que tú me escuches.
Amigo, hagamos un pacto
de fidelidad.
Tú y yo en las buenas
y en las malas,
sin claudicar.
Amigo siempre, siempre hermano
sin declinar.
MAYO
Cuando la aurora
levanta el telón de la noche
y el arado abre surcos
de esperanzas nuevas,
la patria emprende su marcha vital.
Cuando las aulas
se pueblen de risas de infantes,
el himno en sus versos
en marcha triunfal,
la patria se proyecta fuerte y altiva.
Cuando en cada hogar,
al llegar la noche
se musita la oración al
Padre Nuestro,
la patria se fortalece.
Cuando suenan clarines
repican campanas
y se visten las calles
de la tricolor bandera,
la patria está de fiesta.
Mayo le presta su brisa suave
el sol le da su aureola.
La palma y el olivo su incienso
y mil aves repiten
el dulce trinar.
¡Qué bella es la siembra
de la libertad!
LIBERTAD
Si me falta el pan,
buscaré la hostia.
Si me quitan el abrigo,
hallaré otra manta.
Si me prohíben la palabra,
encontraré cómo expresarme.
Si me niegan el canto,
las aves me prestarán
su trinar.
Pero, si me quitan la libertad,
me dejarán sin aire,
sin agua y sin luz.
Ya no habrá razón de existir.
Entonces iré
detrás de ella,
hasta lograrla.
y si la tengo,
no dejaré
que me la quiten,
porque no se puede vivir,
sin ti.
iLibertad!
DE: ANTOLOGÍA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL,
Asunción, Paraguay, 2009.
Fuente: LITERATURA INFANTO-JUVENIL PARAGUAYA DE AYER Y HOY. TOMO II (K – Z). TERESA MÉNDEZ-FAITH, INTERCONTINENTAL EDITORA S.A.
web: www.libreriaintercontinental.com.py. Asunción – Paraguay, 2011.
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