LA UTILIDAD DE LO INÚTIL
Por JESÚS RUIZ NESTOSA
jesus.ruiznestosa@gmail.com
SALAMANCA, España. Un exitoso empresario, de larga y fructífera carrera en el campo industrial, directivo de varias asociaciones empresariales, Eduardo Felippo, acaba de ser nombrado presidente-ministro de Conacyt (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología). La institución depende de la Presidencia de la República, por lo que el nombramiento fue hecho por el presidente Mario Abdo Benítez. Aseguró que Felippo era la persona que ofrecía mejor perfil de la terna y que tenía plena confianza en que hará muy buen trabajo.
Ni bien trascendió la noticia, estudiantes de la Universidad Nacional convocaron a una manifestación de protesta frente al edificio de Conacyt para expresar su desacuerdo con este nombramiento. Exigen que se elija como presidente a un investigador o académico. Como respuesta, en declaraciones hechas a radio ABC Cardinal, Felippo dijo que el Conacyt no se debe manejar como las demás instituciones que son públicas, sino “como un ministerio o una empresa”. Con lo que está dando la razón a los estudiantes.
Somos absolutamente incapaces de aprender de experiencias pasadas, sobre todo si han sido negativas. Existe la creencia muy generalizada de que un empresario exitoso es garantía suficiente para que la cosa pública sea manejada de manera eficiente y que el país, como esas empresas del sector privado, logre avances notables. Desde que se derrocó la dictadura, en 1989, hemos tenido como presidente de la República a dos empresarios muy exitosos: Juan Carlos Wasmosy y Horacio Cartes (a no poner mala cara, es dueño de una de las tabacaleras más grandes de Sudamérica y sus cigarrillos se venden en todo el continente, especialmente en el Brasil). Para abreviar, ambas administraciones fueron desastrosas. Si es necesario otro ejemplo, el multimillonario Donald Trump va en camino de convertirse en el cuarto presidente estadounidense, en casi doscientos cincuenta años de historia democrática, a ser sometido a un juicio político por sus desprolijidades cometidas en el ejercicio del cargo.
Está justificada la preocupación de los estudiantes cuando Felippo adelanta que si llegan a Conacyt dos proyectos, “uno del área social y otro de la salud, apuntaría al segundo, porque traería más beneficios tangibles”. ¿Qué significa aquí “tangible”? “Que se puede tocar” (RAE). De ser así, la radiación, que es inodora, incolora, sin sabor y no se puede ver, pero mata, no podría ser nunca materia de investigación porque no es “tangible”.
En el campo de la ciencia, no cuentan las ganancias y las pérdidas como en una empresa. En investigación y educación siempre se trabaja a fondo perdido, porque son otros los valores que se encuentran en juego.
Como ejemplo de mala administración, se refirió a proyectos cuyo presupuesto incluye instrumentos “que después quedan para toda la vida, no como otro proyecto, donde son papeles, estadísticas, comentarios, afirmaciones o conclusiones, mientras que no queda nada tangible”. Se pasa por alto que, solo a partir de la invención de la escritura, se puede hablar de la creación y desarrollo de la ciencia. En cuanto a esos “instrumentos que quedan para toda la vida”, son de vida efímera y pronto pasan de moda. Los cuchillos que utilizaban los barberos de la Edad Media cuando oficiaban de cirujanos fueron sustituidos por el bisturí, y hoy, por el bisturí eléctrico.
La “ciencia básica” es la base del edificio del conocimiento que se construirá después. Se piensa equivocadamente que ella no sirve para nada porque no podemos aplicarla a la industria ni a la vida cotidiana. “Apenas” si sirve para enriquecer nuestro conocimiento. Una vez más, recomiendo que se lea un pequeño libro que nos puede aclarar conceptos sobre estos y muchos otros temas: “La utilidad de lo inútil”, del filósofo italiano Nuccio Ordine. No todo es empresa y dinero en esta vida. Defendamos ese pequeño rincón que debe estar destinado para el conocimiento y la sabiduría.
Fuente: ABC Color (Online)