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JESÚS RUIZ NESTOSA

  LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XIX) - De rodillas y llorando - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 13 de Agosto de 2017


LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XIX) - De rodillas y llorando - Por JESÚS RUIZ NESTOSA - Domingo, 13 de Agosto de 2017

LA GUERRA DE LOS GUARANÍES (XIX)

«De rodillas y llorando»

 

Por JESÚS RUIZ NESTOSA

 

 

jesus.ruiznestosa@gmail.com

 

La orden de abandonar los siete pueblos de indígenas que se encontraban dentro de los territorios que la Corona de España traspasaba a la de Portugal a cambio de que esta abandonara la Colonia de Sacramento en el Río de la Plata fue recibida con incredulidad por los indígenas que habían habitado esas regiones más de siglo y medio. El problema se agravaba por el poco tiempo que les daban los portugueses para que se marcharan. Los jesuitas trataron de encontrar medios de suavizar tales medidas.

El provincial de los jesuitas de la Provincia del Paraguay, José Barreda, dirigió una larga carta al marqués de Valdelirios, enviado por el rey de España para asegurarse de que la demarcación de los nuevos límites se realizara de acuerdo a lo que estipulaba el Tratado de 1750 entre España y Portugal. Después de exponerle lo que significaría la evacuación de dichos pueblos en solo seis meses, agregaba en su misiva, fechada en Córdoba el 19 de junio de 1753: «Señor marqués, todas esas exclamaciones y racionales discursos son los que sino con tanto concierto, pero sí con mayor tenacidad, tienen los indios impresos en su corazón, y aun con más vivas y significativas expresiones los manifiestan con mucho dolor en su idioma, porque han sido los primeros principios con que están establecidos en la fe y conservando en su cristiandad las cuales para descargo de mi conciencia y la de toda esta provincia a cuyo ardiente celo se debe su florida propagación, sin apartarme un punto de su más rendida obediencia del rey nuestro señor, y de sus reales mandatos, me veo preocupado por la mayor gloria de Dios nuestro señor, a hacerlas presentes a V. S. [Vuestra Señoría], no para disculpar la presente resistencia de los indios, la que desde luego repruebo, y una y muchas veces la están vituperando, y reprobando los padres curas con repetidas amenazas; y la que también desde luego juzgaría digna de un pronto y gravísimo castigo, sino considerara por una parte el corto alcance de los entendimientos de aquellos pobres indios, para penetrar las superiores razones y acordados dictámenes de los soberanos, y por otra tener entendido estar faltos de aquella luz sobrenatural que juzgamos necesaria aun entre los hombres más instruidos para sujetarse a un sacrificio tan violento y doloroso como lo tienen concebidos aquellos neófitos» (1).

El padre Barreda busca hacer comprender al marqués de Valdelirios los sentimientos de los indígenas expulsados de un día para otro de sus pueblos por órdenes de quienes creían que eran sus protectores. Por su parte, Valdelirios, aunque nacido en tierras americanas (era hijo de español y peruana), realizó toda su carrera política en España y aparentemente no lograba entender en su totalidad el problema planteado por los indígenas, su manera de elaborar las órdenes de expulsión y el abandono de unas tierras que ocuparon ellos y sus ancestros por más de ciento cincuenta años.

«Sólo si pretendo –sigue el padre Barreda– que en fuerza de lo ya referido se haga V. S. se resuelven a cargo de los motivos eficazmente impulsivos que tiene contra sí la poca advertencia con que ciegamente obstinados se precipitan y sin reflexión se resuelven a morir ante el rigor de las armas, que dejaran voluntariamente sus pueblos, determinación bárbara que teniendo atravesados nuestros corazones, les están reprendiendo sus curas con la amenaza prevenida de abandonarlos y salir de sus pueblos por ser indignos de su protección estando inobedientes a su rey soberano» (2).

El padre Barreda repite lo ya expuesto en otros documentos sobre la incredulidad de los aborígenes, que tenían en su memoria, y repetían, las ordenanzas recibidas en años anteriores por las cuales el monarca español «prometía ampararlos en sus tierras y defenderos de sus enemigos», motivo por el cual no podía ignorar lo prometido y quitarles las tierras que «con derecho natural habían adquirido por espacio de ciento y treinta años», y terminaban alegando que «para tan riguroso castigo no hallaban haber cometido culpa contra el rey» (3).

Los enviados de España y de Portugal presionaban a los jesuitas para que convencieran a los indígenas de que debían abandonar los siete pueblos en seis meses. Por otro lado, los indígenas pedían explicaciones, motivos concretos por los cuales debían obedecer aquel mandato del rey de España, del cual se consideraban fieles vasallos, habiendo dado prueba de ello en las ocasiones en que tomaron las armas para defender sus posesiones territoriales. El padre Barreda explica al marqués de Valdelirios esta situación diciéndole que «no teniendo [los jesuitas] que responder a las vivas y eficaces exhortaciones de los padres, hubieron de cerrar del todo los oídos a sus voces y rompiendo el freno de la obediencia que por tantos años los había sujetado, empezaron a quebrantar su respeto diciendo en voz alta [que] no querían mudarse, porque esto no podía ser voluntad de su rey y señor, sino invención de los padres que secretamente se habían convenido con los portugueses, por medio del padre comisario a quien tienen por tal, vestido de secular en el Río de Janeiro» (4).

Ante la ausencia de explicaciones razonables, los jesuitas recurrieron a cuanto podían imaginar para hacer cambiar de opinión a los indígenas. «No desistiendo por esto los padres de su empeño, antes sí, para no sólo persuadirles con razones privadas, sino convertirlos con pública y fervorosa predicación, los convocaron a las iglesias y con un crucifijo en las manos, y algunos puestos de rodillas y derramando muchas lágrimas, les intimaron los castigos que debían esperar de Dios y de su soberano rey, si no obedecían prontamente sus mandatos» (5).

Notas 

1. Legajo 1157, 43, Archivo de España de la Compañía de Jesús en Alcalá de Henares.

2. Ibdm.

3. Ibdm.

4. Ibdm.

5. Ibdm.

 

 

Fuente: Suplemento Cultural de ABC Color - Páginas 2 y 3

Domingo,  13 de Agosto de 2017

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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