Toda la historia en una sola línea
LUCHA DE LA BARBARIE DICTATORIAL CONTRA LA LIBERTAD CREATIVA DE LOS ARTISTAS
Por JESÚS RUIZ NESTOSA
jesus.ruiznestosa@gmail.com
El tema debería circunscribirse al ámbito cultural, tomando el término en su sentido más cotidiano, a lo que tiene que ver con la práctica de las artes en general.
A pesar de ello, el hecho más importante de estos cincuenta años de vida que conmemoramos en nuestro periódico, ha sido, sin lugar a dudas, el derrocamiento de la dictadura. El periodo más largo de libertad (imperfecta, es cierto) que ha conocido el país en toda su historia, es el que estamos viviendo desde 1989 al día de hoy.
En ningún país que no se permitan ni se respeten ciertas libertades mínimas, es posible que se desarrolle ningún tipo de expresión cultural. A no ser la de la violencia.
En estos cincuenta años, sin embargo, se ha producido un hecho llamativo, un curioso juego entre la falta de libertades y la necesidad de expresarse libremente. La dictadura, irracional, absurda, irreflexiva, irrazonable, como son todas las dictaduras de cualquier signo, encuentran su principal enemigo en el oficio de pensar. Todo aquello que pueda oler a libertad, ya sea la libertad de pintar, de cantar, de componer un poema, le causa espanto y hay que reprimirla por todos los caminos que estén a su alcance. Y, lastimosamente, los dictadores tienen a su alcance todos los caminos.
Por el lado opuesto, los creadores, quienes no tienen otras armas que el lápiz, el papel, el pincel, una voz para cantar, encuentran en esa capacidad de crear, la forma más eficaz de lucha en favor de la libertad.
Esta ha sido en resumen, toda la historia cultural de estos cincuenta años: la lucha de la barbarie dictatorial contra la libertad creativa de sus artistas.
Habrá quien quiera saber más, detalles, anécdotas, episodios, incidentes, acontecimientos. Ese camino que lo recorran los historiadores. Yo seguiré el de la condensación; a lo máximo, del bosquejo, porque es mucho lo que ha sucedido, la memoria es corta y las palabras escasas.
Ciñéndome al campo cultural, nuestro diario abrió unas puertas que estaban consciente o inconscientemente cerradas: abrió las puertas del periodismo crítico. Había espacio suficiente para que se hiciera crítica teatral, había una columna semanal dedicada a la crítica de artes plásticas (“El ojo de la crítica” de Óscar Trinidad), no había estreno de cine que no tuviera su comentario correspondiente, ni aparición de libro que no encontrara su lugar en el Suplemento Cultural de los domingos.
Abundaban las entrevistas con artistas y en las páginas del diario se dirimían las interminables y complicadas políticas mantenidas por los artistas. Quizá aquellas riñas no tenían un fin como se acostumbraba en las películas o en las novelas. Pero dejaron algo mucho más profundo: la costumbre de polemizar.
Paralelamente se abrieron pequeñas salas de teatro ya que el Teatro Municipal estaba en manos de unos pocos elencos, casi todos ellos de teatro popular, que raras veces hacían sitio en su programación para grupos ajenos a ellos mismos.
Las pequeñas salas permitieron un teatro diferente no solo por la novedad de los autores, sino también por la forma en que se encaraba el trabajo de la puesta en escena y todo el montaje del espectáculo.
Era una época en que estaba “bien visto” ir a los estrenos teatrales y a los conciertos.
Se pusieron de moda las sesiones de cine club con exhibiciones semanales seguidas de discusiones que podían durar horas. La gente estaba muy enterada de lo que estaba sucediendo y mostraba un gran interés.
Esto es “apenas” lo que ocurrió al principio de esta historia de cincuenta años. Hasta que se desató una represalia despiadada, cruel, sanguinaria (porque hubo incluso varios muertos); una represalia bárbara que se empeñó en descabezar todo movimiento, o que pudiera parecerse a un movimiento, que era visto como un peligroso enemigo del régimen que cada día que pasaba endurecía más sus medidas represivas. Comenzó con la intervención del colegio Cristo Rey y unos años después se clausuró nuestro diario.
No debemos ver todo esto con ojos optimistas pensando que se dio por terminada la noche de la dictadura. Quedaron sus consecuencias. Quedaron abiertas heridas que no se cerraron y quedó una suerte de desinterés por volver a reconstruir aquello que se había destruido de manera inmisericorde.
Creo que estos festejos celebratorios de nuestros cincuenta años de vida, pueden servir no solo para pasar un momento agradable, sino para plantearnos también qué es lo que hemos perdido y qué es lo que debemos recuperar.
Cabecera de la primera página de Artes y Espectáculos del 8 de agosto de 1967./ ABC Color
Fuente: ABC Color (Online)
