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NELSON ROURA

  LOS AHORCADOS y CANCIÓN DEL SOL SIN EDAD NI MUERTE - Poesías de NELSON ROURA


LOS AHORCADOS y CANCIÓN DEL SOL SIN EDAD NI MUERTE - Poesías de NELSON ROURA
LOS AHORCADOS y CANCIÓN DEL SOL SIN EDAD NI MUERTE
 
Poesías de NELSON ROURA
 
 
 

LOS AHORCADOS

Orquesta de cuerdas.
Silencio
-notas húmedas se deslizan
por el plano caído,
en la tierra, desde el aire-
¡Una orquesta de cuerdas!
Viborean los violines
con desmayos largos
entre muertos aplausos,
sin público,
artistas muertos,
prolongando sus lamentos
desde el cielo
hasta el infierno,
con los gritos descomunales
del silencio en sangre.
Los violoncelos: serpientes.
Trenzados, unidos,
el viento, el viento,
y la luna, pálida espía,
del sol, muerto ya.
Trenzados y desesperados,
aullando grotescos
en la espera del más allá,
con sus húmedas carnes
temblorosas de rocío,
calladas las cuerdas verticales,
pulsando las verticales
con el viento en la tarde.
Las lenguas violáceas
se escapan de la abierta boca,
en silencio,
desmayadas en un jardín.
Los gusanos esperan en la tierra.
Los ojos sin puerta.
El corazón colgando
de un vacilante
retemblar de notas
por cuerdas verticales,
unidas a las vocales
por la piel sin sangre
-bolsa sin latidos
de tremenda carroña-.
orcados
Los ojos esperan
que bajen los ángeles
y los perros aúllan
que bajen la carne.
Sin lágrimas...
Sólo rocío.
Y el duque en la platea
aplaudiendo a los artistas,
su triunfo,
en su teatro de oro, brillante.
¡Una orquesta de cuerdas!
Los aplausos...
¡Y qué sonora!
¡Qué artistas!
Las manos blancas de las damas
enrojecen de aplaudir.
El teatro revienta de luces.
Dos por tres la orquesta,
las damas con abanicos
dos por tres.
Y qué suave perfume...
Qué hedor inaguantable
de sangre que se pudre,
vencida en las venas,
de carne amoratada,
bocado de perros.
Perfume de sepultureros,
invadiendo la noche
con el solo de violín;
corriendo a la ciudad,
al teatro, platea, duque:
-¡esos bandidos! ¡Muertos ya!
-Los aplausos suben y bajan al telón.
Final.
La gente sale.
Los perros saltan.
Suben a los coches.
Muerden a las piernas.
 
 
En: Péndulo, año 1, N°7, Mayo 1964.
 
 
 

CANCIÓN DEL SOL SIN EDAD NI MUERTE
Al triste son de zampoñas huecas, tú
en el valle te hundes;
magros y rudos pastores conducen
secos rebaños; pletóricos
de grasa y piel seca; tú,
dorado glóbulo,
al plasma azul escapas,
y es tu canto liso y llano.

 
Tú, que fuiste y eres
ojo severo y lo serás por siempre,
que tu muerte no es acto sólo
y no eres tú cirio que en el fuego su vida consume:
que tú eres fuego y tu muerte es vida, ojo
severo y de fuego, vives.
 
El canto amortece
y la sibila de sombras bebe
la luz del rebaño; y en el silencio improvisa
sus tragedias obscuras...

 
Manto único
y señal de tu ausencia, tejido
en la gruta ignota,
que, bajo el mar, la montaña y el cielo, telar
de maravilla encierra.

 
Manto único
que la araña diosa
teje y que Níobe,
sibila flaca y altiva, mas sin blancos
huesos ha tendido
sobre la tierra, huérfana de tu canto.
 
Con amor de lechera lo ha tendido
y nos ha dicho
con su voz dulce, grave,
por la fatiga quebrada:

 
"Hijos pálidos, no ha muerto el canto
y el ayer y el hoy y el mañana son uno
y una tea en mi seno"
(Desnudó el seno y pude ver hondos y
lejanos resplandores)

 
Y dijo:
"Hijos pálidos de aquel mi dios dormido
guardo en mi templo su llama
y soy su recuerdo"
Calló, entonces, y pensativa
abandonó su frente en sus manos.
Y de su vientre nacieron flores,
flores negras
y un gemido
que transformóse en canto
...Y eras tú, tú que vives...

En: Péndulo, N°4. Asunción, 1965.
 
 

TESTIMONIOS
1. POETA SILENCIOSO
"Al caer de mis manos las campanas, salpicaron con sangre el eco tardío de los valles... ", escribió alguna vez Nelson Roura. Y estos versos nos sirven incomparablemente para evocar hoy a aquel poeta silencioso, cuya palabra llameante, enceguecedora o desgarradora, nos vuelve a tocar, revívida desde algunos papeles amarillentos, salvados del olvido. Porque su muerte fue como arrancarle las campanas a un irrepetible tañedor.

A 17 años de su muerte un volumen que contiene alrededor de 70 poemas regresa la figura de aquel joven extraño, acentuadamente taciturno y callado, en cuyos ojos profundos latían aguas y vientos agitados, poderosos, que frecuentaba los corrillos literarios a fines de los años sesenta. Alto y de contextura robusta, doblada ligeramente la espalda, como buscando la discreción que sus medidas le negaban y que parecía cultivar empecinadamente. Se lo veía generalmente con sus primos Juan Carlos y Norman Da Costa, expansivos, inquietos y charlatanes en comparación, como si éstos fueran sus mosqueteros, que sabían del alto valor que escondía ese personaje silencioso que parecían proteger. Ellos tenían el privilegio de acceder a su pensamiento y a sus sentimientos, en las charlas que Nelson dosificaba escrupulosamente con unas pocas personas, y en sus poemas que conocían de primera mano. Buenos habladores (especialmente Juan Carlos) hablaban por él a sus amigos, con una admiración que parecía superar al afecto, sobre las preocupaciones y temas en los que se hallaba embarcado, o en algún momento, sobre una enfermedad que lo venía aquejando. Eran los efervescentes finales del sesenta, tal como recordaron con profusión de datos, en la presentación del poemario póstumo, Jesús Ruiz Nestosa y Adolfo Ferreiro. Época de la que se ha hablado mucho, por otra parte. Años de inquietudes sociales e intelectuales, años de debates, revueltas y represiones. Años de poesía.
 

2. LOS COROS INFERNALES
 
Y Nelson hablaba en sus textos. En forma elocuente, incisiva, brillante. En un artículo extraído de un viejo número de Criterio, la revista que congregó por aquellos años el talento juvenil de Basilio Bogado, René Dávalos, Adolfo Ferreiro, Juan Carlos Da Costa, José Carlos y Guido Rodríguez Alcalá, entre otros, el joven poeta hacía varias definiciones. Con la excusa planteada por algunas afirmaciones del poeta francés Pierre Emmanuel en torno a la poesía contemporánea, las que eran sopesadas y cuestionadas por él, Roura va deshilvanando algunos pensamientos que hacen a sus concepciones esenciales.

"El Paraguay necesita una poesía desbordante de palabras, una poesía pletórica y llena de sol y hasta de artificios, no una poesía pobre, desnuda y arrinconada" decía, contradiciendo la sugerencia del visitante, de que el poeta debía buscar al pueblo en su lenguaje, adoptando sus signos sencillos. Y agregaba: "Si se me permite una comparación, diré que el paraguayo debe hacer lo que el antiguo hebreo: vivir en la privación y hablar el lenguaje del Cantar de los cantares... " - La Nación, 25 de febrero de 1996.
 
 

Fuente: POESÍAS DEL PARAGUAY – ANTOLOGÍA DESDE SUS ORÍGENES. Realización y producción gráfica: ARAMÍ GRUPO EMPRESARIAL, Dirección de la obra: OSCAR DEL CARMEN QUEVEDO. Recopiladores y autores: RAÚL AMARAL, MARÍA BARRETO DE RAMÍREZ, AÍDA ORTÍZ DE CORONEL, ELA RAMONA SALAZAR S., RUDI TORGA/ Tel. (595-21) 373.594/  arami@rieder.net.py  – Asunción/ Paraguay. 2005. 781 pp.).
 
 
 

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