TODOS LOS MUERTOS: PROTESTA

Por GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

La Conmemoración de Todos los Muertos, en principio religiosa, tiene un carácter auténticamente popular en México, como señala Octavio Paz en El laberinto de la soledad, libro publicado en 1950. Desde entonces, han ocurrido muchas cosas y, en fecha más reciente, los mexicanos han decidido darle a Todos los Muertos un carácter más universal, protestando por todos los periodistas y escritores asesinados por decir la verdad.

México enfrenta una dura lucha contra el crimen organizado, que se siente con derechos de vida y muerte sobre quienes dicen lo que no les gusta. Los criminales han asesinado 89 periodistas desde 2004, que no han sido las únicas víctimas de una guerra que se ha cobrado millares de vidas. Es comprensible que el PEN mexicano haya decidido recordar a los caídos por la libertad de expresión en el Día de Todos los Muertos, y que la recordación se haya extendido a otros países del continente, incluyendo el Paraguay, donde han asesinado a diecisiete periodistas desde 1989. Ahora se juzga en los tribunales el atentado mortal de Pablo Medina y Antonia Almada, dos comunicadores cuyas investigaciones molestaron al narcotráfico.

PEN significa poetas, ensayistas, narradores, o sea, los que fundaron la entidad en Londres en 1921: Bernard Shaw, George Orwell, H.G. Wells y otras celebridades. Posteriormente se incorporaron dramaturgos, historiadores y periodistas; periodistas de opinión, se entiende, y comprometidos con la causa de la libertad de expresión por encima de las diferencias ideológicas, que el PEN considera estrechamente ligada a la literatura. Hoy la entidad cuenta con 145 filiales en el mundo (la del Paraguay se fundó en 1943). Desde su creación, el PEN ha bregado por la plena vigencia de los derechos básicos. No pudo salvar la vida de Federico García Lorca, asesinado por el fascismo español en 1936, ni la del escritor nigeriano Ken Saro-Wiwa, ahorcado en 1995; sin embargo, salvó la de Arthur Coestelar, amenazado por los asesinos de Lorca, y la de Wolfe Soyanza, condenado a muerte por el dictador de Nigeria, el general Gowon. Gowon admiraba a Marilyn Monroe, y en su indulto pesó que pidiera por el condenado el marido de Marilyn, Arthur Miller; por lo demás presidente del PEN Internacional y brillante escritor, cualidades secundarias para el déspota.

Dentro de esa línea, tiene sentido la protesta en contra de los abusos de la posdemocracia, que es lo que tenemos ahora. Ya no tenemos dictadores militares como Stroessner, Videla, Pinochet, enemigos declarados de los derechos humanos. Hoy se reconocen los derechos humanos en el continente, donde periódicamente se celebran elecciones y los poderes del Estado son independientes (requisitos básicos de la democracia). No hay censura previa, se puede decir lo que se quiere; también se pagan las consecuencias. La represión corre a cargo de los asesinos a sueldo; los crímenes no se resuelven. A veces la represión es discreta, es legal, pero no todo lo legal es lícito. La Justicia condenó a Luis Verón por denunciar la depredación del patrimonio cultural, y a Nelson Aguilera porque se le dio la gana (un caso pendiente de casación). Kattya González denunció la corrupción judicial y fue amenazada de muerte. Sin ninguna duda, este es el Paraguay de la posdemocracia.

Fuente: ÚltimaHora (Online)

Sección: Opinión

Domingo, 29 de Octubre de 2017, 01:00

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