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GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ
  NARRADORAS PARAGUAYAS, ANTOLOGÍA - Recopilación de JOSÉ VICENTE PEIRÓ y GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ - Año 1999


NARRADORAS PARAGUAYAS, ANTOLOGÍA - Recopilación de JOSÉ VICENTE PEIRÓ y GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ - Año 1999

NARRADORAS PARAGUAYAS (ANTOLOGÍA)

JOSÉ VICENTE PEIRÓ, GUIDO RODRÍGUEZ ALCALÁ

[recopiladores]

 

Edición digital:

Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000

N. sobre edición original:

Edición digital basada en la de Asunción (Paraguay),

Expolibro, 1999. (245 páginas)

 

 

 

LAS NARRADORAS PARAGUAYAS Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

La mujer es la protagonista de la intrahistoria paraguaya, pero al mismo tiempo la gran olvidada del primer plano de los grandes personajes célebres. Mientras los hombres han pugnado por ocupar los espacios de la presencia social y del poder público, el llamado «sexo débil» en la tradición masculinista, ha dominado habitualmente los de la intimidad y la familia, con su firmeza en las decisiones, pero también con una actitud de postración, sobre todo en su imagen externa. Así, es comprensible que el mariscal López, inductor de las voluntades ciudadanas hasta el sacrificio mortal, fuera seducido por Elisa Lynch hasta ver su voluntad sometida desde lo íntimo a los deseos de una mujer, aunque en público siempre parecía que él era dueño absoluto de sus decisiones más importantes. En la intrahistoria (retornando el término unamuniano, ahora que celebramos el centenario de la Generación del 98 española, para hablar de la que dista de aquélla de los nombres propios en letras grandes), la mujer ha protagonizado con su esfuerzo, incluso el físico, la economía de subsistencia y el rumbo de las familias paraguayas en los momentos decisivos y difíciles de la nación. Sus decisiones fundamentales eran las definitivas en el núcleo reducido de la vida cotidiana, a pesar de que la sociedad paraguaya fuera patriarcal.

Sin embargo, su participación en la vida pública ha sido tomada como circunstancial; si examinamos la historia social paraguaya, ha estado apartada de las decisiones políticas influyentes. Las mujeres han quedado excluidas de los gobiernos, como ha ocurrido en la mayor parte de los países, pero tampoco existe en la historia paraguaya una figura política femenina capaz de mostrar la rebeldía del débil contra el sistema vigente, aunque se acerque a figuras latinoamericanas convertidas en mito como Evita Perón, por ejemplo. Las mujeres más populares son heroínas que han defendido ante todo el honor y la vida de sus seres queridos. Como paradigma, valga el que al examinar los acontecimientos históricos parecería que la mujer permaneció al margen de la resistencia a la dictadura de Stroessner, si no fuera por algunos testimonios que demuestran que hubo quienes sufrieron la represión por su comportamiento público de oposición a la tiranía, hechos a veces reflejados en la literatura. Resumiendo estas líneas, la mujer es la verdadera protagonista, sumergida y anónima, de la intrahistoria paraguaya, pero ha sido víctima de la exclusión del primer plano de la vida pública: ha sido un sexo fuerte mutilado para toda capacidad de decisión pública, por el predominio del patriarcalismo en la sociedad, aunque en el mundo familiar el matriarcado se haya impuesto generalmente.

El campo literario presenta una gran semejanza con el sociopolítico. Poca importancia se ha dado a la presencia femenina en la literatura paraguaya hasta bien entrados los años ochenta, sobre todo en la narrativa, con excepción de la que adquirieron Teresa Lamas, Josefina Pla y Concepción Leyes. Sin embargo, es decisiva cuantitativa y cualitativamente para la formación de las letras nacionales durante el siglo XX. El elenco cultural femenino es potencialmente más numeroso de lo que se piensa en principio, y en los años noventa incluso más extenso que el masculino.


Si nos adentramos en el estado sociocultural paraguayo, es en la narrativa donde podemos encontrar reflejos del pensamiento de la mujer más que en el ensayo, especialmente en los marcadamente políticos, impregnados de valoraciones apriorísticas que se alejan de la categorización de las conductas individuales que conforman un conjunto colectivo. Por esta razón, esta antología presenta como objetivo principal el cubrir la franja dispersa del estudio de la evolución individual y social de la escritura de la mujer y de la que trata sobre la mujer en Paraguay, que, por el carácter realista de la mayor parte, revela las verdaderas inquietudes de quienes parecen haber estado postergadas a la labor ingrata de sostener una familia y la fama o la desdicha del cónyuge, a arrostrar a la familia.

Ésta es la utilidad de los textos que, en un nivel diacrónico, ejemplifican la evolución del pensamiento y del sentir de tantas mujeres paraguayas. Pero una verdadera muestra representativa quedaría incompleta si obviáramos la otra parte del conjunto social; el «sexo opuesto». La idea del patriarcalismo y del machismo de la mentalidad tradicional del hombre paraguayo ha arraigado en el entendimiento sociocultural, en contraste con el protagonismo que ha tenido la mujer en lo cotidiano. Esta disyuntiva hace necesario el que sea imprescindible examinar también el pensamiento que el hombre ha desarrollado a lo largo de la historia paraguaya, y la forma como se traduce en la narrativa. E igual que en la femenina, la evolución de los argumentos de las obras escritas por hombres puede resultar válida y significativa para presentar ejemplos de los cambios de mentalidad que han venido produciéndose en la sociedad con el paso de los años.

El restringir al campo de la narrativa la antología puede dejarnos algunos huecos insalvables pero de suma importancia. Hemos de tener en cuenta que la narrativa se consolida como género literario en Paraguay ya en pleno siglo XX, sin llegar nunca a la profesionalización del autor preconizada desde el Modernismo. Por tanto, es más factible encontrar en el siglo XIX el pensamiento misógino en la poesía, sobre todo en los poemas donde se refleja mejor el sentir popular, por la ausencia de un conjunto amplio de obras narrativas. El verso de origen oral y popular transcrito por Natalicio Talavera en sus Apólogos puede ser un buen ejemplo de la misoginia del hombre corriente paraguayo en el siglo pasado, y por extensión nos atrevemos a afirmar que incluso en algunos actualmente, como en algunos tópicos de la imaginación popular que se observan en el siguiente fragmento:


Disputaban por saber
un pastor y un lechuguino
cuál es tesoro más fino
¿la botella o la mujer?
Aquél dijo, a mi entender
es más sabrosa y más bella,
la botella.


La escasez de grandes obras narrativas en el siglo XIX nos obliga a centrar nuestro análisis en el siglo XX. En el recorrido histórico-literario que emprenderemos por autores y obras observaremos cómo ha ido cambiando la mentalidad, hasta contemplar que en los ochenta la mujer ha roto en buen grado con el tradicional patriarcalismo y subvaloración social a la que estaba condenada, llegando a haber creado su propia versión del mundo exterior, más aguda en ocasiones y más reivindicativa de la libertad individual que la de los hombres.

Las antologías, como los diccionarios, acarrean el peligro de tener ausencias y huecos, casi siempre inevitables, y suelen enfrentarse a lectores ávidos de descubrir quién o qué falta antes de comprobar el contenido. Tampoco hemos pretendido realizar una biografía de cada autor a modo de presentación, como sucede en muchas antologías, porque lo importante es el texto en sí como ilustración del tema. Solamente mencionaremos datos biográficos que sean relevantes para la ubicación o la comprensión de lo que puede llegar a significar un autor.
Ante ello, nuestra propuesta es que el lector, sobre todo el interesado en temas paraguayos, cubra las lagunas que pueda presentar el trabajo hasta crear su antología propia formada por las lecturas individuales, para observar la evolución de la escritura y del pensamiento intrínseco de la ficción narrativa. Si logramos despertar la reflexión y la capacidad crítica nos sentiremos satisfechos porque nuestro objetivo se habrá cumplido.

 

 

LA NARRADORA PARAGUAYA

 

     A la hora de comentar la narrativa escrita por mujeres, reivindicativa de los derechos y expositora de la problemática individual y diferenciada de la mujer, preferimos el calificativo de feminista antes que el de femenina, despojado de connotaciones sociopolíticas. El concepto de literatura feminista adquiere un significado referencial más estricto al situarse en relación con los contenidos de reivindicación y de planteamiento crítico social, puesto que no sólo se refiere al conjunto global de textos escritos por mujeres que generalmente guardan unas características comunes. Hablar de narrativa femenina es caer en la vaga tipología superficial sexual que la circunscribe a la que está escrita por mujeres. Esta concepción es una simple división sexista, apriorística, y distante de la definición de una vertiente literaria basada en el estudio del contenido y de las formas de los textos literarios.

     Podemos englobar dentro del concepto de narrativa feminista aquellos textos donde la temática expresa problemas individuales y sociales de la mujer, propios de su condición sexual, que constituyen el centro del relato. Son creaciones escritas por una mujer generalmente desde su interioridad, que surgen de una voz interior profunda, ya estén marcados por la presunción de objetividad de un narrador heterodiegético, ya por la subjetividad de un narrador intradiegético.

     Centrándonos en la narrativa paraguaya, prácticamente todas las escritoras a lo largo de su historia, aun con distintos puntos de vista, han tenido en común la defensa de su dignidad como mujeres y la reivindicación de derechos y hábitos de conducta que hasta pocos años antes del final del siglo XX parecían pertenecer únicamente al universo del hombre. La incorporación masiva de la mujer a la narrativa desde principios de los años ochenta es uno de los fenómenos más importantes de la literatura paraguaya actual. Casi todas las narradoras vigentes comparten perspectivas distintas de desmitificación del patriarcalismo social y de ficcionalización de ideas y sentimientos subjetivos por medio de sus personajes. Pero no hemos de olvidar que ha habido unos precedentes de los contemporáneos como la desconocida Marcelina Almeida, y Ercilia López de Blomberg en el siglo XIX, la primera nacida posiblemente en Uruguay, y Teresa Lamas, Concepción Leyes y Josefina Pla en la primera mitad del siglo XX, dentro de las tendencias predominantes en la narrativa paraguaya en el conjunto de cada época. Sin embargo, la pobreza de las investigaciones literarias paraguayas deja abierto el campo crítico. Puede que existan más autoras aún desconocidas, sin obra publicada, pero nuestro propósito es simplemente el de reunir lo ya existente y vertebrar la dispersión que existe en la actualidad sobre el tema.

     Bien es sabido que la narrativa paraguaya del siglo XIX presenta un vacío inmenso de creaciones descubiertas hasta la fecha, sobre todo si establecemos una comparación con otros países latinoamericanos vecinos como Uruguay y Argentina. Es evidente que en el Paraguay del siglo XIX no había arraigado la idea del Romanticismo del escritor como ser individualizado y que se expande posteriormente gracias al Modernismo. Conocida es, además, la esterilidad del campo literario femenino en el período que comprende desde la independencia del país en 1811 hasta 1921, en que aparecieron las primeras narraciones de Teresa Lamas Carísimo reunidas en un libro. Este fenómeno también se extiende al ámbito poético.

     Las razones históricas demuestran que el ambiente del Paraguay independiente favoreció muy poco el hecho literario. El cierre de fronteras y la destrucción de la clase letrada por Gaspar Rodríguez de Francia, la falta de instituciones culturales durante la colonia, y el tímido avance de Carlos Antonio López, quien controlaba políticamente lo que se escribía en el país, no son buenos presupuestos para el desarrollo de la actividad literaria. El posterior gobierno de Francisco Solano López y la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) devuelve la situación literaria prácticamente al estado de los primeros años de su antecesor. Durante la contienda, el país queda en una parálisis literaria (con la excepción de las creaciones propagandísticas) hasta que comienza la reconstrucción posterior a la derrota. Sin embargo, las derrotas militares generalmente han dado buena literatura en muchos países, pero, en Paraguay, la pérdida de la guerra no significó más que la búsqueda de una razón propia de seguir existiendo como nación, por lo que el ensayo subjetivo y poco científico fue el género más cultivado.

     Solamente aparecen dos nombres femeninos en el débil panorama narrativo paraguayo decimonónico: Marcelina Almeida y Ercilia López de Blomberg. De la primera se tienen noticias en 1860 de la publicación de una novela titulada Por una fortuna una cruz por medio de la revista La Aurora (donde se encuentran las primeras manifestaciones literarias del país), fundada por el maestro español Ildefonso A. Bermejo contratado por Carlos Antonio López. Parece, a tenor de las manifestaciones de Francisco Pérez-Maricevich, que es un relato muy marcado por el romanticismo sentimental. Pero, ¿quién fue Marcelina Almeida? Se advierten pocos datos comprobados de su biografía, como se observa en el vacío que presenta la primera parte publicada del riguroso Diccionario de la literatura paraguaya de Francisco Pérez Maricevich. Raúl Amaral opina que «esta no identificada autora hasta hoy es de nacionalidad dudosa, aunque se la sospecha oriental». Ni siquiera se puede averiguar en principio si el nombre fue un pseudónimo, teniéndose que poner en cuestión cualquier afirmación por ahora, y dejar una puerta abierta a futuras investigaciones profundas. La que es certera es la opinión de Raúl Amaral, su nacionalidad uruguaya, después de que hayamos examinado los ejemplares de La Aurora. Solamente nos queda en Paraguay la publicación del poema «La pecadora», también incluido en La Aurora, porque de Por una fortuna una cruz solamente tenemos noticias de su existencia a través de la carta que los redactores de esta publicación incluyen en el número 9, donde se reconoce como «una esperanza más para la América», y como mujer «de estos países, que avala el progreso de la sociedad, a la vez que propone la colaboración de la mujer en el esfuerzo necesario para ello».

     No obstante, sin pruebas biográficas, y mientras no se descubra lo contrario, hemos de afirmar que fue la primera mujer que difundió una narración en el Paraguay, aunque su redacción quedó limitada al círculo de seguidores de La Aurora, casi con seguridad el único público preparado para labores literarias en el país de entonces. El relato que hemos citado, según Pérez-Maricevich, es una demostración de la impregnación popular del romanticismo sentimental, inspirado en el autor francés Lamartine, durante la época de gobierno de los López. Estilística y temáticamente no aporta nada nuevo ni original, pero merece la anotación histórica debida.

     La segunda narradora decimonónica de la que tenemos noticias, Ercilia López de Blomberg, comenzó con poemas adscribibles a una suerte de romanticismo nacional y sentimental en el último tercio del siglo XIX, muchos de ellos desconocidos aún. Su obra narrativa se desarrolló una vez entrado el siglo XX. Su nombre adquiere una relevancia especial en las letras paraguayas porque su novela Don Inca es la primera que se conoce como escrita por una mujer paraguaya, aunque se publicó en 1965, después de su fallecimiento. Fue hija del coronel Venancio López y de Manuela Otazú Machaín y, en suma, nieta del presidente Carlos Antonio López, y sobrina del mariscal López. Emigró a Buenos Aires con su familia antes del final de la contienda de la Triple Alianza, donde se educó y se formó intelectualmente. Publicó en algunas revistas porteñas relatos de tipo costumbrista romántico, por su raíz historicista idealizante, que aún no han sido recogidos en una obra de forma conjunta. La novela Don Inca fue publicada en 1965 por su nieta, como homenaje en el año de la muerte de la autora, en Buenos Aires, pero según Teresa Méndez Faith, basándose en datos del profesor Raúl Amaral, fue escrita en 1920, hecho comprobable la semejanza del lenguaje del texto con el de otras obras de esta época, y en la vertiente temático-estilística de la obra. El argumento evoca el momento histórico paraguayo de 1889 como testimonio de la vida y costumbres del Paraguay de finales del siglo. El historicismo enfatizado (aparecen figuras históricas de y en relieve, como Bernardino Caballero) y el sentimentalismo refuerzan la tesis de que la mujer paraguaya del diecinueve y de la primera mitad del siglo XX, autora y lectora, optaba por la vía del romanticismo no exento de realismo en la ejecución del argumento. ¿Y no era el romanticismo una moda de la época, igual que el folletín? Sin embargo, la mujer adopta un papel trascendental en Don Inca: los personajes de Mónica, Rosalía y Genoveva conforman un universo femenino que trasciende a un primer plano de la acción donde se suman otros personajes femeninos secundarios. La mujer es sujeto social activo y paciente a la vez, hecho que queda atestiguado por su comportamiento heroico después de la contienda; pero los sentimientos de los personajes se someten al acontecimiento histórico y al hecho argumental, con lo que éstos quedan como figuras de fondo de un paisaje realista.

     En la mentalidad de la mujer decimonónica es patente su esfuerzo por permitir que las personas de su entorno sobrevivan y progresen en la vida. En este siglo se forjan las verdaderas heroínas anónimas de la historia paraguaya. La mujer no ocupa lugares públicos destacados pero interviene en las decisiones de los grandes nombres. La personalidad de Elisa Lynch, a juzgar por los testimonios subjetivos de la época y por la cantidad de detractores que tuvo, participó en la vida social de forma destacada y su influencia sobre Francisco Solano López fue determinante en ocasiones. Aunque cada mujer permanecía oculta detrás de la figura del esposo (y aún aparece sujeta a esa posición en la mentalidad paraguaya actual más tradicional) su papel influyente no es soslayable, como se observa en algunos testimonios de residentas y destinadas durante la Guerra de la Triple Alianza.

     La debilidad editorial y las circunstancias históricas impiden que sepamos si hubo mujeres paraguayas que escribieron relatos entre 1870 y 1900, aparte de la emigrada Ercilia López de Blomberg. Tenemos que esperar a Teresa Lamas Carísimo para poder encontrar la primera mujer que crea en el Paraguay una narrativa consistente en producción, siendo además la primera que publica obras narrativas propias en el Paraguay. En la primera década del siglo surgen narradores más o menos «profesionales», si entendemos que, aunque viven de otros oficios, practican la escritura con cierta regularidad, como José Rodríguez Alcalá y el modernista Fortunato Toranzos Bardel. Por otra parte, la llegada al país del anarquista español Rafael Barrett facilita la afirmación de la perspectiva crítica social de corte revolucionario. El ambiente de principios de siglo, después de la llamada Generación del Novecientos (poética y ensayística más que narrativa), favorecía la aparición de autores y obras con mayor entidad que las de los Albornoz y Montoya, Francisco Fernández, José de la Cruz Ayala, Crisóstomo Centurión, Diógenes Decoud y Adriano Mateu Aguiar, los autores de los últimos treinta años del siglo XIX que de forma aislada y sin continuidad llegaron a publicar algunas narraciones, y en cuya nómina no figura ninguna mujer.

     Teresa Lamas Carísimo es la esposa de José Rodríguez Alcalá, el autor de Ignacia, una de las primeras novelas paraguayas publicadas, y que se conserva gracias al mérito de sus descendientes. Sobresale en el campo literario cuando en 1919 resulta ganadora de un concurso de cuentos nacionales con «Vengadora». En 1921, sus familiares reúnen los cuentos que había escrito y como regalo de cumpleaños le obsequian con la publicación de la primera serie de Tradiciones del hogar, cuyo segundo tomo vio la luz en 1928.

     Tradiciones del hogar es el primer libro publicado por una mujer dentro de las fronteras del Paraguay. En él se revelan los gustos personales de la autora, pero también, por su incidencia, los de la mujer paraguaya de buena posición social y con el especial sentido matriarcal de la contadora de cuentos tradicional, que reunía a sus familiares alrededor del fuego del hogar. Son una serie de retablos costumbristas marcados por el historicismo y el sentimentalismo de raíz romántica, que se encuentran encuadrados dentro de las largas series de tradiciones que durante el siglo XIX, sobre todo, se escribieron en Latinoamérica. El realismo teñido de romanticismo (con los valores que este pensamiento implica) latinoamericano de la segunda mitad del siglo se encuentra presente en las narraciones de Teresa Lamas, cuya principal característica es la visión idealizada o enfática del contorno real de la sociedad. Son narraciones que se acercan a un tipo cuyo mayor exponente continental son las Tradiciones peruanas de Ricardo Palma. Este tipo de narrativa costumbrista, realista por su fidelidad objetivista y romántica por su idealización de personajes, costumbres y paisajes, se había impuesto antes en Paraguay, y afirmado especialmente con el modernista argentino Martín de Goycoechea Menéndez. De la misma forma, la novela del esposo de Teresa Lamas era una historia encuadrable dentro de la tendencia del realismo sentimental trágico latinoamericano decimonónico de fin de siglo.

     Teresa Lamas no dejó de escribir durante toda su vida, pero todas sus creaciones no resultan fáciles de conseguir por los lectores actuales. En 1944 escribió una novela histórica bastante poco reconocida que aún no se ha reeditado, Huerta(1) de odios. Retomaba el tema de las pasiones humanas enfrentadas, con una tonalidad sentimental y óptica realista. En 1955 tuvo más fortuna su libro La casa y su sombra, de nuevo de corte realista con largas digresiones descriptivas y costumbristas, que se publicó en Formosa (Argentina).

     Hay que esperar a la llegada de Josefina Pla al Paraguay, a finales de los años veinte, para encontrar una narradora que sea capaz de abordar el tema de la marginación de determinados tipos de mujer en la vida paraguaya. Española [14]nacida en 1909, según su currículum, esta polifacética mujer introdujo un nuevo aire fresco en la vida cultural paraguaya. Ha cultivado casi todas las artes en distintos géneros, aunque su primeriza obra fuera poética especialmente. Su contribución principal ha sido la de haber sido capaz de ayudar a dinamizar el desarrollo cultural paraguayo, y el haber intentado adoptar en Paraguay un papel literario semejante al de su admirada Virginia Woolf, siempre menos irredento, sobre todo cuando al integrarse en el grupo poético de 1940 llamado Vy'a raity, rodeada de hombres como Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, etc., fue la única mujer de un núcleo literario, que no fuera el compuesto por los miembros de una familia. En él imprimió su sello personal, de la misma forma que la autora británica lo hizo en el londinense Bloomsbury set. Después de contraer matrimonio en España con el ceramista paraguayo Julián de la Herrería, emigró al país guaraní en 1927, donde transportó el espíritu de las vanguardias españolas de los veinte. Artísticamente, mientras su pintura refleja ese espíritu de renovación de la vanguardia, su poesía y su prosa, aunque innovadoras temáticamente en el discontinuo y laxo panorama literario paraguayo, se alejan de esas formas y se inscriben en el simbolismo, en la poesía pura y conversacional, aunque intimista y psicológicamente profunda.

     Comienza a publicar relatos más tarde. Estas narraciones son testimonios del sufrimiento del ser humano que está situado en las escalas más bajas de la pirámide social. Y entre las situaciones de desvalía, la de la mujer de esta condición es más dramática por la consideración de objeto que el hombre tiene de ella. Las jóvenes han visto pasar por encima de ellas a hombres lascivos y caprichosos sin haber podido adquirir antes conciencia de lo que representan. Así, la rebeldía de la mujer es un tema recurrente de los relatos de Josefina Pla, ya en la actitud de los personajes, ya en el carácter de tesis que el narrador imprime. Ella es exponente de renovación temática y de reivindicación social, pero además todo un símbolo de autoafirmación femenina, por encima del significado de liberación. Es una personalidad tan importante por lo que representa, como por la herencia que ha dejado a las escritoras posteriores, una importante estela de rebeldía textual.

     Las obras narrativas que ha publicado Josefina Pla han sido preferentemente cuentos. La mano en la tierra (1963) fue una recopilación de relatos primerizos y maduros. El resto de su producción en prosa de ficción ha visto la luz durante los años ochenta, aunque la mayor parte de los cuentos son bastante anteriores, como los de El espejo y el canasto (1981), posiblemente la mejor obra narrativa de la autora. Otras suyas individuales son La pierna de Severina (1983) y La muralla robada (1989), donde se mezclan la inspiración personal psicológica, incluso autobiográfica, con la externa basada en la fijación del detalle observado. También ha publicada cuentos infantiles y una novela en colaboración con Ángel Pérez Pardiella, Alguien muere en San Onofre de Cuarumí (1984), de la que se puede extraer la conclusión de que en tema y en estilo presenta las características de los cuentos, aunque su calidad es notablemente inferior.

     Ya en los años cuarenta Concepción Leyes de Chaves aparece en el panorama de las letras paraguayas. Es la antítesis artística de Josefina Pla; mientras ésta introduce tímidamente en la literatura paraguaya la tradición de la ruptura y la ruptura de la tradición, aún sin llegar a los extremos de revolución literaria de las vanguardias, aquélla revaloriza el signo tradicional de las letras paraguayas, sólo que esta vez teñido de un naturalismo acentuado por historias románticas sentimentales, sin adoptar el determinismo zolesco. Su mejor exponente es la novela Tava'i, publicada en 1942, cuya historia dramática se adhiere a la corriente de recuperación de lo realista costumbrista, dentro de la exaltación del marco espacial paraguayo. Las mujeres que presenta son perfectos modelos de comportamiento matriarcal, y se corrompen sólo cuando la sociedad patriarcal les empuja a ello. Esta autora continúa con la misma visión tradicionalista de la mujer, y por extensión de su sociedad, en el resto de sus obras: Río lunado  (1961), evocación de mitos y leyendas folklóricas, y Madame Lynch (1966), biografía novelada de la mítica concubina del mariscal López en la que polemiza sobre su valor y su figura.

     Estas escritoras competían en la literatura con una pléyade de hombres. Eran presencias individuales frente a ellos, lo que no evitó que se llegaran a convertir en figuras recordadas de la narrativa paraguaya. No obstante, hay que aguardar a la década de los sesenta para encontrar una nueva narradora: Ana Iris Chaves de Ferreiro. Hija de Concepción Leyes y esposa del poeta Óscar Ferreiro, el ambiente familiar determinó su afición a las letras. Su primera obra es una novela, Crónica de una familia (1966). Es una creación donde se observa que argumentalmente los temas predilectos de la novela paraguaya femenina apenas han cambiado con el paso de los años y siguen la línea del realismo romántico sentimental de filiación historicista, aunque técnicamente presenta algunas novedades en la literatura nacional, que no en la continental. Cuenta la vida de tres generaciones de una familia girando alrededor del peso de la Guerra de la Triple Alianza en las mentalidades. Si argumentalmente permanece fiel a las condiciones de los temas tratados con recurrencia por distintos autores paraguayos, estructuralmente presenta novedades más próximas a la novela de nuestro siglo que a la decimonónica, como el uso del monólogo interior indirecto, la estructura tripartita de la saga donde la elipsis y la transición temporal son aspectos importantes, ciertos pasajes fragmentados, etc. La siguiente novela de Ana Iris Chaves, Andresa Escobar (1975), sigue estilísticamente la línea de la anterior, y aunque el argumento se sujeta a la refutación del sufrimiento de la mujer por la injusticia, el personaje femenino deja de ser un simple objeto decorativo de la narración, a no ser que padezcan de las pasiones amorosas de los hombres, para tener índole propia dentro de una sociedad que ya ha empezado a dejar de valorarlas despectivamente. En estas novelas se va constituyendo el empleo de la ironía como forma de rebeldía de la mujer en la estructura de la ficción en prosa de Ana Iris Chaves. Pero también hay que destacar la penetración del elemento erótico en Andresa Escobar; es la primera obra escrita por una mujer donde la sensualidad ocupa, sin morbo, un lugar destacado en algunos pasajes. La frase con la que finaliza el primer capítulo es significativa: «su voz sonaba contenida mientras sus manos de adolescente no terminaban de saciarse».

     Sus obras cuentísticas de los ochenta vendrán a demostrarnos una nueva faceta de discrepancia y rebeldía contra los presupuestos patriarcales de la sociedad paraguaya: en sus argumentos introduce mujeres que con ironía e inteligencia ridiculizan a unos hombres que se muestran inferiores a ellas de forma vehemente, pero que cara al exterior aparentan lo contrario. Las mujeres de Retrato de nuestro amor (1984) y de Crisantemos color naranja (1989), su última obra narrativa publicada, dominan las situaciones, manejan al hombre sin parecerlo, son más astutas, y humillan al «sexo fuerte» empleando ardides de habilidad e inteligencia.

     Por otra parte, fue una de las mujeres más activas de la vida literaria paraguaya. Participó en asociaciones, organizó clubes de escritores y conferencias, demostrando que la mujer podía dejar de ser una aburrida ama de casa, que en sus momentos de ocio escribía para escapar de la monotonía diaria. Su papel histórico literario ha sido determinante en generaciones posteriores, con las que se mezcló antes de fallecer en 1993.

     Una narradora nueva aparece a finales de la década de los sesenta: Mariela de Adler. Autora de origen ruso, publica en 1966 el relatorio La endemoniada, y en 1968 un libro de cuentos titulado De otro modo: historias en voz baja, donde destaca el acercamiento a la interiorización del discurso de los personajes.

     El número de escritoras se incrementa ligeramente en Paraguay en la década de los setenta, pero en la vía del cuento y no tanto en la novela. Destaca la labor cuentística de Noemí Ferrari de Nagy, una mujer italiana de nacimiento que publica en 1970 una novela corta titulada El mengual, obra importante que aporta una nueva visión realista de la sociedad paraguaya con la perspectiva moderna y distanciada de una extranjera que reside en Asunción. La atmósfera del relato rebasa el localismo paraguayo, de la misma forma que Josefina Pla había elevado el cuento paraguayo a lo universal en la captación del pensamiento y sentimiento de sus personajes. Noemí Ferrari de Nagy vuelve a publicar en 1972 su obra de cuentos titulada Rogelio, donde se unen la evocación de personajes y la localización supraespacial que salva las limitaciones del lugar paraguayo como hecho diferenciador de la narrativa nacional, a pesar de ser cuentos localizados dentro del país.

     Semejante caso es el de Teresita Torcida de Arriola, quien publica en 1971 Cuentos de la tía(2) Lulú, una obra que presenta semejanzas con la vertiente de Noemí Ferrari de Nagy. Autora de origen argentino, volvió a publicar una novelita titulada Y soy, y no en 1975, en un volumen donde aparecía con Andresa Escobar de Ana Iris Chaves. La principal diferencia con las obras anteriores es la apertura comunicativa de su protagonista; un hombre. Él piensa desde el monólogo interior sobre el descriptivismo exterior. Expresa al principio sus particularidades, especialmente la distinción genética masculina de los cuarenta y ocho cromosomas, pero este hombre se muestra inseguro en el mundo y evalúa sus triunfos y derrotas. Así, la novelita es una representación del mundo mental de un personaje masculino; una penetración en el espacio íntimo del hombre, en su psicología. Su pasión hacia la mujer que desea, Estrella, se transforma de deseo en tormento. El hombre acaba sumido en la desesperación psicológica porque es la mujer quien domina sus sentimientos íntimos. El insulto que exclama al final de la obra es significativo.

     En esta década hay que destacar la expansión de la narrativa infantil escrita; del cuento en prosa. María Luisa Artecona de Thompson y Nidia Sanabria de Romero, entre otras autoras, irrumpen en este subgénero en el que parece que la mujer viene destacando por su especial sensibilidad en el trato y consideración hacia el mundo de la infancia, mientras el hombre se ha acercado a él en contadas ocasiones, salvo excepciones como el aire de novela juvenil de Mancuello y la perdiz (1965) de Carlos Villagra Marsal y algunos cuentos de Augusto Roa Bastos.

     Las escritoras que publicaron por primera vez en los años setenta son posiblemente unas grandes olvidadas en la historia de la narrativa paraguaya. Noemí Ferrari de Nagy y Teresita Torcida, extranjeras de nacimiento(3), y las cuentistas infantiles como Nidia Sanabria de Romero, se encuentran en una posición cronológica compleja. Hay que reconocer que la proliferación de narradoras en los ochenta las ha solapado en buena medida. Pero ellas, junto a Ana Iris Chaves, abanderan una fase de transición de la narrativa paraguaya, donde se van abandonando los temas tradicionales en favor de una temática más universal e intimista, y de la adopción de técnicas narrativas modernas y más complejas. Se encuentran entre dos frentes, el de las narradoras más clásicas del Paraguay como Concepción Leyes, y las más renovadoras que surgirán años más tarde, por lo que sus trabajos no han sido necesariamente muy considerados, a pesar de las innovaciones que presentan y de la dificultad de publicar sus producciones durante estos años.

     Es en la década de los ochenta cuando se experimenta el auge masivo de obras narrativas escritas por mujeres y la renovación estilística y temática. La sociedad, rígidamente establecida y cerrada para la mujer, se abre al exterior por efecto de las corrientes de pensamiento universales que van adentrándose en el Paraguay. Comienzan a cambiar las relaciones entre hombres y mujeres, lo que se transluce también en las que existen entre la literatura y la mujer. La actividad de la escritora casada, de posición acomodada, con inquietudes culturales y ávida de recuperar la fuerza que arrinconó para cumplir su función natural materna, deja de circunscribirse al mundo del hogar en exclusiva; comienza a trabajar por cuenta ajena y logra algún grado de independencia. La mujer joven seguirá contrayendo matrimonio a una edad temprana, en el inicio de su juventud, hecho que contrasta con el cada día más profundo retraso con que la mujer europea accede a la vida en pareja. Pero la paraguaya siente anhelos de emancipación. La sociedad cambia de forma tímida, sin reformarse en su aspecto externo, pero ella ya no queda postergada tan sólo a labores hogareñas. Se altera la relación entre los hombres y las mujeres en el trabajo, aunque no tanto en la vida familiar y social. Sin embargo, los avances igualitarios que reclaman las mujeres más jóvenes siguen siendo insuficientes y llegan despacio y fragmentados; aun así un nuevo espíritu que tiende a hacer cambiar las relaciones sexistas va forjándose, de la misma forma que ocurre en otros países, aunque el arraigo del masculinismo en Paraguay provoca que la mujer se incorpore con más lentitud a la vida pública, como se observa en la relación de cargos políticos.

     La relación entre la mujer y la literatura hasta los ochenta ha quedado definida perfectamente por Ana Iris Chaves en 1979: «Usted sabe que las únicas novelistas que estamos en el Paraguay somos mi madre y yo. Las paraguayas, claro. Después, está una argentina, Teresa Torcida; una rusa, Mariela de Adler; y una italiana, Noemí de Nagy. Porque tengo entendido que la señora Plá [sic] no posee novelas; tiene cuentos. Además es española. Las únicas novelistas paraguayas -insisto- que existimos somos: madre e hija. Eso es rarísimo porque el Paraguay en otros campos tiene una gran apertura. Pero en la narrativa no. Y yo creo tener la explicación. Ocurre que nuestro ambiente es muy pequeño. Todos nos conocemos. Y cuando una escribe los demás creen que está haciendo autobiografía. Aquí no se concibe que uno pueda tener imaginación. Piensan que uno se está confesando. En su mayoría, las mujeres no escriben por eso: porque no pueden hacer una prosa testimonial por lo que pudiera ocurrir».

     Al margen de las contradicciones que se desprenden de la lectura del texto, surgidas de la confusión de géneros literarios que tanto prima en el Paraguay, esta autora determina con acierto algunas circunstancias del estado de la narrativa escrita por mujeres en Paraguay. Asunción, la única población paraguaya donde la cultura tenía cierto peso específico social, es una ciudad donde cualquier persona relevante se conoce con profundidad, y hay una valoración apriorística de las obras de la mujer. Si Ana Iris Chaves comenta que las creaciones de la mujer son tenidas necesariamente por testimonios autobiográficos personales por la sociedad, a ello hay que añadir que generalmente el que la mujer se dedicara a la literatura no estaba bien visto. La mujer escritora se veía rechazada por una colectividad que la veía como una persona de extracción burguesa acomodada que simplemente utilizaba la pluma para distraerse, visión que también se extendía a algunos escritores masculinos. Esta situación cohíbe al autor, pero especialmente a la mujer, porque habrá de enfrentarse con la autocensura previa a la escritura por causa del temor a que su personalidad se confunda con la de sus personajes de ficción. Esta visión reduccionista y provinciana de la realidad del escritor ha sido, y sigue siendo en cierta medida, un lastre para el desarrollo continuo y fecundo de la narrativa en Paraguay, donde no acababa de distinguirse que la prosa puede ser de ficción y que lo que se cuenta no siempre tiene que partir de experiencias individuales ocurridas realmente. Esta visión persiste en el profano en literatura actualmente, pero empieza a desaparecer en el mundo de los seguidores de la narrativa. La disimilación entre ficción y realidad comienza a acendrarse en los ochenta, donde parte del público ya es capaz de discernir entre el mensaje que las autoras pretender divulgar y la utilización de una estructura superficial de ficción para ilustrarlo.

     Subsisten otras cuestiones que enlazan con la narrativa que surge desde 1980. En las obras, generalmente, varía la focalización de la novela hacia lo íntimo produciéndose un proceso de individuación y subjetivismo. El elemento erótico adquiere un papel subversivo de la moral vigente inspirada en un catolicismo exacerbadamente rígido, como en las mejores novelas feministas, y la escritora se expresa con más libertad. De la misma forma, la relación amorosa perfectamente descrita nos remite a la idea de reivindicación de la plena libertad, como se observa en novelas de finales de los ochenta como Los nudos del silencio yLa vera historia de Purificación, de Renée Ferrer y Raquel Saguier respectivamente. Hay también un obvio intento de combatir la sociedad que el hombre domina partiendo de la variación de perspectiva. El adulterio como tema, siempre objetivado en el pensamiento en primera persona de una narradora-protagonista, es un motivo que las escritoras utilizan como forma de impugnar la sociedad dominada por el hombre. Pero además de estas características cabe añadir las estrictamente paraguayas, y por extensión latinoamericanas: la condena del casamiento sin amor de la joven con hombres maduros, por imposición familiar, la adopción del apellido del esposo después del matrimonio, lo que desvirtúa simbólicamente la personalidad de la mujer, y el enclaustramiento en las funciones sociales asignadas tradicionalmente, como la maternidad, la complacencia, el acatamiento y la sumisión a los deseos del esposo y a las labores del hogar.

     Si se puede advertir que el cuento femenino era un género consagrado en la literatura paraguaya, la novela feminista ha ido ensanchándose cuantitativa y cualitativamente de forma progresiva desde el segundo lustro de esta década de los ochenta. Se ha visto favorecida por la evolución de la sociedad y la fuerte incorporación de la mujer a los ámbitos públicos que anteriormente le habían estado vetados; el Paraguay de los ochenta ya ha recibido suficientes influencias de las ideas exteriores occidentales y expandidas también por otros países latinoamericanos, aunque con lentitud. Pero en el campo artístico hay una tradición literaria adquirida. Las nuevas autoras de mediados de los ochenta sienten admiración por Ana Iris Chaves y, especialmente, por el espíritu rebelde de Josefina Pla. Ella había roto los moldes al ser una mujer próxima a una bohemia artística moderada y sensata, y a la aparente desafección exterior por la opinión que sus conciudadanos puedan tener sobre su personalidad. Además, había logrado por su condición de extranjera que sus actividades fueran aceptadas, aun con reticencias. Su labor social había sido un primer paso hacia la asunción de la concienciación de la necesidad de buscar nuevas fórmulas que permitan a la mujer dedicarse a otros menesteres distintos a los tradicionales. Esta herencia ha sido recogida por las escritoras actuales, aunque algunas reconocen su magisterio espiritual, y otras lo niegan. Fuere como fuere, la aparición de Josefina Pla en la cultura paraguaya supone un gran paso hacia la libertad artística de la mujer, sin entrar en la valoración de sus obras; a la adopción de un oficio de escritora valorado como algo negativo por la sociedad paraguaya, que va cambiando en esos años, especialmente desde la caída de la dictadura de Stroessner en 1989.

     La mujer escritora anterior se correspondía con un tipo social concreto: procedencia familiar culta o extranjera, de origen y situación social burgueses, y que abandona sus labores del hogar por la literatura, lo que constituye una forma de rebeldía, tímida pero real, contra la falta de libertad que le acucia. Las narradoras que comienzan a publicar durante los años ochenta han tenido en común la sólida posición económica y que se hayan negado a postrar su vida como amas de casa, la función para la que estaban concebidas en la mentalidad tradicional del Paraguay. El campo de procedencia social de la escritora se va ampliando y actualmente se adentran en la literatura quienes proceden de clases medias e incluso de las más bajas que han progresado culturalmente, con lo que se ha roto el tipo de escritora habitual en el país.

     Por otra parte, la escritora paraguaya va dejando de firmar como la «señora de». Raquel Saguier fue la primera novelista nacida en Paraguay que omitió el apellido de su esposo como segundo suyo en la firma de sus obras, lo que le costó algunas críticas negativas. El acto de afirmación simbólica fue seguido posteriormente por otras escritoras, siendo importante destacar el papel que asume la creación del Taller Cuento Breve, dirigido por el profesor Hugo Rodríguez Alcalá, para la formación de algunas escritoras paraguayas actuales de importancia. Sin embargo, se suele citar que las mujeres maduras que han comenzado a escribir durante estos últimos quince años son «vocaciones postergadas» y no «vocaciones tardías», porque solían escribir o leer en sus ratos de soledad desde hacía muchos años, y sin embargo la crítica las ha valorado como «señoras aburridas que escriben como hecho social», lo que aunque pudiera ser cierto en algunos casos, excluye cualquier valoración intrínsecamente literaria y, por supuesto, el examen profundo de sus creaciones, dentro de una visión reduccionista del ejercicio de la literatura, que no la contempla como expresión personal y de libertad. Lo cierto es que comienza a dejarse de valorar la extracción original de la escritora y mucho más sus obras, aunque sea importante en el análisis de las obras.

     Un caso particular es el de Ester de Izaguirre. Esta poetisa y cuentista paraguaya vive en Buenos Aires desde hace muchos años, y su espíritu libre y contestatario, así como el carácter intimista de sus obras, ha influido en un buen grado en muchas escritoras. Ester de Izaguirre representa la continuidad del espíritu de rebeldía y de heterodoxia que iniciara Josefina Pla, y que ha sido recogido por la mujer paraguaya con sensibilidad en el arte y en la literatura. Ha escrito un largo número de relatos, reunidos en 1973 con el título de Yo soy el tiempo, y posteriormente en Último domicilio conocido (1990). Mujer que aúna su vida con la literatura, ha sido capaz de renovar el cuento paraguayo desde sus inicios como escritora hasta acercarlo a los ámbitos de los aspectos metafísicos y fantásticos del cuento borgiano. En sus relatos no hay una especial valoración de la mujer, sino una reivindicación del hombre como individuo perfectamente personificado a quien no le resulta dada la comprensión de la realidad y del inexistente límite que ésta presenta con la ficción. La monótona vida cotidiana se rompe por la aparición de una circunstancia, casi siempre extraña o sobrenatural, que modifica su particular relación con la naturaleza, con la sociedad y con el ambiente que le rodea. Autora muy admirada en Paraguay, ha influido en la escritura de escritoras más jóvenes a través de un taller de literatura dirigido por ella, cuyos frecuentes viajes le han permitido mantenerse en contacto con su país. Con la publicación de Último domicilio conocido,logra conmover a sus compatriotas con relatos provistos de una fuerza especial que magnetiza cualquier contacto del lector con los personajes.

     Ana Iris Chaves negó cualquier participación en la política feminista activa. La mayor parte de las escritoras paraguayas tampoco se adentran en el campo de la praxis reivindicativa, pero en sus narraciones subrayan de forma especial el estado de la mujer. Su forma de reivindicar su papel social y libre es la narrativa, la literatura; es su forma de compromiso. Sin embargo, las autoras actuales luchan contra el principio de confusión entre autobiografía y ficción crítica, como anteriormente hemos indicado. Sus personajes femeninos, desde esta perspectiva, rompen el encierro al que la sociedad conyugal les ha sometido por imperativo de la costumbre consuetudinaria, al microcosmos del olvido y de la postración. Su ingenio les permite salir airosos de los contrastes del mundo. La imagen de la mujer que proyectan es la del ejemplo de la ruptura del patrón básico establecido en búsqueda de la libertad, luz que se manifestará de diferentes formas en las narradoras posteriores, quienes volverán a dejar sentir la preocupación por la condición de la mujer de hoy en día.

     El boom de la irrupción de mujeres en la narrativa en el fin de siglo, más profuso que el de la poesía, se ejemplifica en que el elenco de escritores paraguayos está integrado en buena parte por mujeres, y el número de narradoras es mayor que el de los narradores. En este sentido, la labor de magisterio de Hugo Rodríguez Alcalá, Carlos Villagra Marsal y Ester de Izaguirre en la dirección de talleres literarios ha favorecido el aprendizaje de la mujer en la literatura. Algunas escriben por notoriedad social; otras por cuestiones de moda; pero lo cierto es que actualmente la escritora ha conseguido ser aceptada en los ambientes culturales de Asunción, y va ocupando un espacio antes reservado casi en exclusiva a los hombres, salvo las excepciones susodichas.

     En este sentido, el Taller Cuento Breve fue creado por un grupo de mujeres al proponérselo al profesor Hugo Rodríguez Alcalá, que acaba de jubilarse de su labor académica en los Estados Unidos. En principio, Horacio Sosa Tenaillón era el único hombre que integraba un grupo de trabajo de más de diez mujeres. La experiencia ha sido viable; además de demostrar que la mujer madura, casada, con hijos adultos y nietos, puede dedicarse a fomentar su afición creadora literaria, ha servido para descubrir a grandes valores de la narrativa paraguaya actual como Raquel Saguier y Neida de Mendonça. Esta última autora presenta en 1983 una novela corta titulada Golpe de luz, que como su nombre indica, es un rayo iluminador para muchas escritoras que comienzan a creer que es posible desnudar su mundo interior y ofrecerlo al exterior como forma de reivindicar la condición humana femenina y de explorar el mundo que las rodea. La autora parte de su experiencia autobiográfica, y aunque ella misma valora de forma escasa las aportaciones de su primer trabajo publicado, concediendo más preponderancia a sus relatos publicados posteriormente, algunas escritoras coetáneas manifiestan de forma abierta el «consejo narrativo» que supuso esta obra para ellas. La protagonista de Golpe de luz,desde la melancolía, las interrogantes y el lirismo, desvela sus inquietudes ante un psiquiatra y abre su mundo íntimo sin ambigüedad. Revela la verdadera cara de los sentimientos de los asuntos cotidianos, su educación rígida y su vida planificada por otros seres del ambiente cercano. Se trata, pues, de una obra crucial que marca significativamente el inicio de la proyección de lo más íntimo y personal de una mujer en una obra narrativa; ha permitido descubrir, aun siendo una obra no excesivamente lograda, la posibilidad de que la sensibilidad permita desvelar lo oculto para penetrar en lo desconocido de la psicología interior del mismo escritor.

     Raquel Saguier irrumpe con fuerza, y logra un gran éxito editorial, cuando en 1987 publica su primera novela, La niña que perdí en el circo.Esta creación es la narración retrospectiva de una mujer que recupera el mundo de su infancia, incluso su lenguaje y mentalidad, para intentar redescubrir un universo que ha perdido en el tiempo desde que fue destinada a cumplir su función de esposa. Esa misma mirada irónica de la mujer ingenua pero tenaz y sincera, prosigue en su siguiente creación, La vera historia de Purificación (1989), donde la imaginación de la protagonista la empuja a reservar al amor verdadero y a la relación sexual amorosa plena y convencida, un sentido destructivo de las rígidas y ridículas preferencias morales de una sociedad tradicional caduca, pero aún vigente. La música, como en el caso del cubano Alejo Carpentier, acentúa el efecto liberador y el coro de la novena sinfonía de Beethoven actúa como indicador de la explosión de la consumación de la libre elección onírica de la mujer «de vida honesta». La protagonista, Purificación Vera, quiebra el sistema moral aun a costa de su reputación exterior, pero todo es un sueño vivo de libertad. La tercera novela de Raquel Saguier, Esta zanja está ocupada (1994), posiblemente la mejor de la autora, es la que más ataca profundamente al personaje del macho dominador. La muerte de Onofre Quintreros, el cínico hombre de ascenso fácil a costa del despecho hacia sus semejantes, genera distintas versiones, y la mujer que ha sido víctima moral de sus actitudes le descubre ante un mundo negador desmiente que la figura externa que representa haya podido ser una máscara irreal.

     Casi al mismo tiempo, Sara Karlik, escritora paraguaya radicada en Chile, logra penetrar en los aspectos más recónditos del carácter de sus personajes con un lenguaje especulativo. Revaloriza en sus cinco libros de cuentos hasta ahora publicados, de los que destacan La oscuridad de afuera (1987) yPreludio con fuga (1992), el naturalismo psicológico femenino con aspectos oníricos que se confunden y se dispersan en el verdadero sueño de la realidad. Sus narraciones se construyen a partir de impulsos incontrolables donde los personajes, especialmente los femeninos, no se ajustan a los moldes que les ofrece una vida de sufrimiento y desarraigo social. Construye con metáforas simples, a veces próximas al surrealismo, los recuerdos y experiencias en las relaciones entre el hombre y la tierra que habita.

     La, hasta entonces, poetisa y cuentista Renée Ferrer publica su primera novela en 1988: Los nudos del silencio. Sin soslayar la cuentística apreciable de sus libros La seca y otros cuentos (1986), Por el ojo de la cerradura (1993), el libro infantil La mariposa azul y otros cuentos (1987) y sus relatos ecológicos de Desde el encendido corazón del monte (1994), esta novela se constituye en hito de la narrativa del país. La temática de sus cuentos tiende a mostrar problemas universales del hombre surgidos de la experiencia o de la impresión subjetiva del autor. Los seres humanos que aparecen en las narraciones de Renée Ferrer se rebelan contra las estructuras sociales vigentes, contra una sociedad patriarcal y jerarquizada como la paraguaya. Pero la rebeldía no surge de la reivindicación política sino de las vivencias internas y de la inadaptación al mundo y al tiempo en que viven. La escritura de la autora se puede considerar como de rebelión contra lo establecido y las costumbres heredadas de forma tradicional, porque además de rechazar un sistema social impuesto, reivindica lo erótico y el amor auténtico como formas de transgresión de la moral y las formas de conducta impuestas, y realiza la protesta por medio de la afirmación lírica de su prosa, protesta contra la dictadura política y familiar, lo que significa rebeldía contra el mundo que surge de la fusión de lo íntimo y de lo externo. El lenguaje no transmite solamente un mensaje; acarrea una orientación intelectual en defensa de la expresión libre de trabas sociales, como en buena parte de la literatura escrita por las mujeres paraguayas.

     Los nudos del silencio (cuya versión definitiva se publica en 1992) se construye alrededor de la escritura rebelde que representa la afirmación lírica de lo erótico sensual, especialmente de la contemplación de la escena sexual lésbica. La protagonista, una mujer que vive aprisionada por el tiránico mundo del marido, establece una comunicación identificativa con una oriental que trabaja realizando un número de streaptease en un viaje a París. Ambas sincretizan sincronizadamente sus sentimientos de mujeres víctimas de la opresión masculina, El tema fundamental de Los nudos del silencio es el de la reivindicación del derecho de la mujer a defender su propia educación y su forma de ver el mundo en una sociedad patriarcal paraguaya que la coarta. Sin embargo. la concienciación de Malena, la protagonista, surge cuando se produce una simbiosis entre sus pensamientos y los de la mujer oriental, ambas procedentes de un tercer mundo que descubre su verdadera condición moral anacrónica en el espacio francés, considerado simbólicamente como espacio de liberación, modelo de ruptura de la mentalidad tradicional. El soliloquio de Malena es el discurso de la duda que produce el descubrimiento del placer individual. Su sentimiento se divide y por unos instantes abandona el discurso monolítico que se le ha impuesto, hasta evadirse hacia la sensibilidad personal. La institución familiar ha actuado sobre ella como una imposición dictatorial acendrada en la sociedad y durante el espectáculo erótico que contempla puede salir de la trivialidad de su mundo habitual.

     Durante estos años, tanto Nidia de Sanabria como Elly Mercado de Vera ensanchan el número de publicaciones de obras infantiles. Sin embargo, esta última narradora se adentra también(4) en el rescate de narraciones folklóricas populares sobre el mito de los tesoros enterrados en Plata Yvyguy (199l). En otros campos literarios, las narradoras del Taller Cuento Breve continúan su labor como autoras individuales. Es el caso de Lucy Mendonça de Spinzi, quien publica en 1987 su obra Tierra Mansa y otros cuentos, relatos que enlazan la lucha del hombre con el medio social desde presupuestos narrativos a veces muy cortazarianos y borgianos. Mezclando la ironía, varios puntos de vista y utilizando recursos de estilo para amplificar la temática, Lucy Mendonça de Spinzi logra unos relatos donde se conjugan también las temáticas locales con las actitudes de pensamiento más universales en defensa de la mujer. Consuma una obra, que aunque no ha tenido continuidad en la publicación de otras individuales de la autora, es una de las más valiosas en la narrativa feminista paraguaya de la actualidad, sobre todo por las referencias críticas constantes a la realidad social y a la mentalidad de los seres humanos, especialmente los de su país.

     En 1992, Dirma Pardo de Carugati, una de las impulsoras de la creación del Taller Cuento Breve, construye su primera obra de cuentos, La víspera del día, donde el sufrimiento de la mujer está supeditado a su propia condición femenina como madre y amante, pero también a la rígida moral imperante. La reivindicación de la condición de persona de la mujer aparece desde un punto de vista más intrínsecamente femenino, y el sufrimiento no es la consecuencia de sus actos, sino de las circunstancias de enfrentarse a un mundo que no siempre es perfectamente comprensible. En este sentido, Maybell Lebrón de Netto construye las narraciones de su obra Memoria sin tiempo (1992) de forma muy semejante(5) a las de estas autoras citadas, pero añade los elementos de la desgracia que surge repentinamente en la vida cotidiana y el fantástico, que destruye cualquier paralelismo entre la realidad y la ficción. Otras autoras del Taller Cuento Breve como María Luisa Bosio, Yula Riquelme de Molinas y Susana Riquelme de Bisso también han sabido conjugar el intento de creación de un estilo personal y la confrontación con la coyuntura del medio paraguayo. Yula Riquelme de Molinas ha destacado además por crear la primera novela fantástica metafísica paraguaya, Puerta, publicada en 1994(6), donde introduce la sorpresa como solución real de una trama onírica en la que la protagonista busca su liberación en el más puro sueño fantástico de espacio extrarreal.

     A veces, la literatura se convierte en un campo de expresión social. Margot Ayala de Michelagnoli ha construido tres narraciones particulares donde es patente su dificultad para la expresión. Sin embargo, Ramona Quebranto (1989) constituye una pieza a destacar como inclusión del verdadero lenguaje callejero del barrio asunceño de la Chacarita y el sufrimiento cotidiano de la mujer de esta condición popular. Otras narradoras merecen ser destacadas como Lita Pérez Cáceres, cuyo cuento(7) recogido por Guido Rodríguez Alcalá y María Elena Villagra en Narrativa paraguaya (1980-1990) titulado «Más allá del arco iris» presenta una importante novedad argumental: es un relato de ciencia ficción en el que se presenta una sociedad deshumanizada y tecnificada desde la perspectiva en tercera persona de la acción de un personaje femenino que es madre de familia, y que, inconformista, va descubriendo la realidad en que ha desembocado el mundo, el del futuro. Es un relato de anticipación en la línea que en Paraguay llegó a iniciar en 1980 Osvaldo González Real. A ella se añaden otros nombres a tener en cuenta como el de Emi Kasamatsu, Gloria Paiva, Susana Gertopán, Margarita Prieto Yegros y algunos más jóvenes.

     La peculiaridad de los ochenta y de los noventa no es que solamente las mujeres de holgada posición económica escriban, como había sucedido en las décadas anteriores y a principios de la de los ochenta en el Taller Cuento Breve, sino que haya surgido una generación de escritoras jóvenes que ha irrumpido con fuerza y se ha incorporado a los primeros lugares de la narrativa del país, como es el caso de Delfina Acosta, Amanda Pedrozo, Milia Gayoso, Mabel Pedrozo, Lourdes Peralta, etc. Han creado obras que se caracterizan por la irrupción de un discurso transformacional (deconstructivo) que presenta la evolución del pensamiento interior de las mujeres protagonistas como rebeldía contra el contexto social en que viven, siempre desde el punto de vista del impresionismo y del proceso de individuación subjetiva que vive la narrativa paraguaya actual.

     Estas narradoras prefieren adentrarse en la problemática de la joven: el embarazo inaceptado por el hombre, el adulterio, el amor no cumplido, las disputas absurdas pero fundadas en los sentimientos más profundos de las mujeres, el casamiento forzoso por imposición familiar, la búsqueda innecesaria -pero obligada- de un novio con el que formar una familia, «la maldición de la soltería», y la educación represiva y coactiva. Pero además tratan de acercarse al verdadero sentimiento de la mujer que todavía, por su juventud, no ha llegado a adquirir la suficiente madurez para defenderse de la opresión masculina o social que la subyuga a una rígida tradición que se necesita hacer evolucionar. Estas autoras suelen ver a la institución familiar como una traba del verdadero ejercicio de libertad individual. Su actitud es deliberadamente feminista, y han adoptado posiciones narrativas varias para reivindicar su posición humana. Mientras el lirismo sensible se convierte en el alma de la vertebración estructural de los relatos de Milia Gayoso, la fina ironía y la volubilidad de perspectivas son las posturas de los narradores de los cuentos de El viaje (1995) de Delfina Acosta.

     Es frecuente que el erotismo se convierta en las obras feministas en una forma de transgresión, o al menos se incluyan secuencias llenas de sensualidad con este fin. Es una forma corriente de transgredir la moral establecida o heredada con el texto. Pero en Paraguay no han proliferado las creaciones eróticas narrativas, en el puro sentido del género, hasta la aparición del libro de cuentos de Chiquita Barreto, Con el alma en la piel,en 1990(8). No hay novelas eróticas, aunque este ingrediente es parte esencial de la novela de Renée Ferrer, Los nudos del silencio (quien por otra parte ha cultivado con profusión la poesía erótica) en algún fragmento como forma de rebeldía de las novelas de Raquel Saguier, y en cierta medida en algún pasaje de Los ensayos de Jesús Ruiz Nestosa y de El invierno de Gunter de Juan Manuel Marcos. Ha sido la mujer quien ha incorporado el erotismo como tema recurrente; pero aún es un subgénero incipiente en el país. Chiquita Barreto es la primera autora que se adentra en la narrativa erótica, lo que da muestras de primeriza amplitud temática de la literatura feminista en el Paraguay actual.

     Sin embargo, el cuento y el relato breve femenino ha, sido más cultivados(9) que la novela y, por ejemplo, las escritoras del Taller Cuento Breve reivindican su papel social y el resurgir de sus vocaciones postergadas de amantes de la literatura. Otras escritoras, como la poetisa Nila López, han escrito novelas que no se han publicado aún, y posiblemente no llegarán a ver la luz, lo que sin embargo no oculta la prolífica actividad literaria de las mujeres paraguayas, presentes tanto en la escritura como en las actividades literarias del país. Valga como ejemplo el que Nila López sea quien dirige la Editorial Coraje, además de ser autora de un grupo de narraciones plenas de lirismo en Señales. Una intrahistoria (1996).

     Por resumir en pocas líneas las ideas expresadas, la irrupción a gran escala de la mujer ha sido uno de los fenómenos más importantes que se han producido en los últimos años en el panorama de la narrativa paraguaya, hecho que confirma el que se va produciendo en muchísimos países. Ya no son apariciones circunstanciales, surgidas incluso de la vocación familiar (como en el caso de María Concepción Leyes y Ana Iris Chaves) sino dedicaciones con vocación individual de autora, que en el fondo constituyen incluso grupos generacionales, frente a la solitaria labor de sus antecesoras. Estas narradoras son conscientes de la necesidad de adquirir un estilo y una personalidad propia en el campo de la narrativa, hecho que se demuestra sobre todo en la proliferación de las escritoras de novelas, publicadas o no. Por otra parte, también hay que destacar la incursión en la narrativa de la mujer adulta que ha descubierto en la literatura una vocación autorial escondida hasta ahora, por lo que ha irrumpido en el mundo de la literatura con obras de interés cuando ha cumplido incluso más de cincuenta años. Pero también hay escritoras entre las clases menos pudientes económicamente, y algunas de ellas no han podido llegar a publicar aún por falta de medios materiales para poder financiarse la edición del libro. Además, la mujer soltera también ha irrumpido en la literatura, lo que da conocimiento de la dimensión a la que está llegado este fenómeno en Paraguay, porque hasta hace poco la mujer soltera vivía en un ambiente familiar y social constreñido y de represión, y cualquier actividad pública podía suponerle un castigo moral durante toda su vida.

     A nivel formal, la mujer ha conducido a la narrativa paraguaya actual al terreno del intimismo psicológico, del que parte la narración de lo externo, al mejor modo de la narrativa femenina actual. Si Gabriel Casaccia se había inclinado hacia el psicologismo, las narradoras actuales han individualizado la problemática de sus personajes dentro del contexto social, y han protagonizado el alejamiento de los escritores actuales de las explotadas corrientes del realismo crítico social y del costumbrismo que ha caracterizado la literatura de Paraguay. Las protagonistas de las obras están plenamente individualizadas; sus problemas son personales aunque surjan del contexto de dominio masculino y de la moral imperante. La crítica, por tanto, se extiende a toda la sociedad, pero(10) parte de un caso perfectamente concreto, en un grado de objetivación de lo subjetivo. Las mujeres que aparecen en la narrativa feminista actual no son tipos sociales, sino individuos con una problemática personal que transciende al ámbito social, lo que forma parte del proceso de subjetivización de la modernidad literaria a la que está llegando el país.

     Es de destacar que las narradoras actuales demuestren un especial interés por enmarcar sus relatos en ambientes urbanos, sin abandonar por completo la localización rural, pero sobre todo por el cosmopolitismo y lo universal, prefiriendo hacer viajar sus relatos hacia Europa u otras civilizaciones. De esta forma emparientan las vivencias de sus personajes paraguayos con el mundo del progreso; ello es una forma de mostrar la conexión que se está produciendo entre el país y el contexto internacional, como ejemplo de superación, lenta pero irremediable, del aislamiento de siglos que lo ha caracterizado. Así pues, se confirma con la ubicación del relato el sentido universal de las experiencias que narran, muchas veces surgidas de las consecuencias interiores de las suyas. La mujer actual, más culta que la de generaciones anteriores, ha preferido encontrar modelos de liberación en otros países más desarrollados que el Paraguay, para acentuar la practicidad de su esfuerzo igualitario, o al menos liberador de la subyugación involuntaria. Por otra parte, suelen rechazar la escritura realista y verosímil que busca la pureza narrativa y se propone fundamentalmente distraer al lector, para hacer caminar la narrativa hacia aquella más típicamente contemporánea que investiga nuevas técnicas narrativas e incorpora a su trama elementos de toda procedencia, buscando además inquietar al lector y plantearle problemas vigentes. Por otra parte, en la narración femenina se abandonan los elementos de la novela rosa, la idealización, el juego de atracción y repulsa entre la experiencia del hombre y la ingenuidad de la mujer por su sentimiento maternal que desemboca en guerra de sexos. Ello implica, en definitiva, la desigualdad del hombre y la mujer por el mantenimiento de un doble código moral para sus faltas. Se combate el donjuanismo, el privilegio social masculino cuya raíz se encuentra en la desigualdad de la educación y comportamientos amorosos. Se pone en cuestión la tradicional disculpa de la infidelidad masculina y culpa de la femenina, y el deseo femenino de representar un papel salvador, sujetando al hombre a las leyes sociales que antes había infringido. El orgullo femenino suele terminar con triunfo, sobre todo frente a los oscuros pecados capitales de otras mujeres rivales, pero siempre con una recatada sumisión al hombre, y a partir de la narrativa actual, se ahonda en esta cuestión pero siempre siendo la mujer la que toma las iniciativas y últimas decisiones, o al menos con una narradora que critica la hipocresía social y el puritanismo cuando la mujer es la derrotada por las circunstancias. En el fondo, se cuestiona la inferioridad femenina prevalente en la novela tradicional escrita por mujeres y hombres.

     En referencia a la actividad creadora de las escritoras actuales, ellas se integran en un movimiento literario general de transformación y expansión, que viene a coincidir con la publicación alrededor de 1987 de Caballero de Guido Rodríguez Alcalá, El invierno de Gunter de Juan Manuel Marcos y La niña que perdí en el circo de Raquel Saguier, proseguido en los años siguientes. Hay que tener en cuenta también el que integran el círculo de los escritores, sean masculinos o femeninos, y que las nuevas obras publicadas muestran el ansia de renovación temática y técnica de la narrativa paraguaya de los últimos años. No es que su condición femenina tenga un interés complementario en la relación entre autor y lector, ni que se ignore su obvia orientación reivindicativa de feminismo en la escritura; lo que se subraya es que esos elementos no son la razón principal que justifica la obra, sino su intrínseca calidad y el rigor en que las más destacables se suelen apoyar. Su aparición produce una conmoción en el ambiente social paraguayo, como la de las obras de Juan Manuel Marcos y otros autores, y sus libros impresionan por el ardor del mundo interior de los personajes y la continua reinvención de un lenguaje exploratorio de la sinceridad. Es imposible leerlas con indiferencia.

     A este respecto, son aclaratorias las notas de Lourdes Espínola: «En la actualidad las escritoras, en su mayoría, tienen muy claro el planteamiento de cómo insertarse en el universo literario (que continúa siendo un espacio patriarcal). Existen dos posibilidades: el modo tradicional de formas líricas de tono amatorio o la búsqueda alternativa no-tradicional femenina».

     Lo erótico es un modo de renovar la temática, como forma de encontrar un sistema femenino de percepción de la realidad. Y como advierte la novelista argentina Reina Roffé (algo visible en las escritoras paraguayas actuales): «el ejercicio narrativo a partir del espacio mujer-sujeto se instala desplegando interrogantes: qué mundo construyo con la diferencia y los restos, qué elementos significantes elijo para representar este otro corpus de las letras. Interrogantes que conducen a opciones múltiples que admiten una pluralidad de lecturas». Desde ese planteamiento responden con una escritura apasionada, mezcla de humorismo y sentimentalidad, que revoca los tópicos y estereotipos de la narrativa anterior generalmente el, el espacio del anonimato de la vida urbana y de la extrañeza ácida e irónica.

     Ellas escriben la historia de las letras minúsculas, frente a las de las mayúsculas y épicas que el hombre ha preferido siempre, para con esta letra pequeña argumentar sobre lo que la tradición letrada masculina no dijo. Adoptan el testimonio en primera persona o la carta como forma de escritura, donde mejor pueden desplegar el ego de su experiencia biográfica. Los personajes suelen ser conciencias en evolución, como la Malena de Los nudos del silencio o la Beatriz de Golpe de luz, y se presentan con un modo de narrar autobiográfico, como evolución de sus conciencias. Las escritoras actuales prefieren expresarse adoptando modos de la novela lírica, la prosa con ritmo, el lenguaje poético basado en la metáfora, y el intimismo surgido de la desnudez del mundo interior de los personajes. En este sentido, para transmitir modos de percepción femenina renuncian al lenguaje y a las normas de composición forjados por la tradición: utilizan un léxico diferente y una sintaxis modificada. El texto se relaciona especialmente con los procedimientos del psicoanálisis y suelen producirse desdoblamiento de la voz del narrador y del punto de vista crítico intuitivo, perspectivas que permiten acercarse a un examen pormenorizado del ego. Pero lo que destaca es el orden logocentrista de asociación libre con un narrador intradiegético. En este sentido, la mujer trata de recuperar la «conciencia amputada» por medio de la escritura, como ocurre en la narración feminista, tal como sugieren Pratt y Ezargailis. Del mismo modo, cita Biruté Ciplijauskaité que Ia novela tradicional se fijaba más en la persona del protagonista; la actual prefiere presentar lo que se adivina como potencial latente».

     Las narradoras paraguayas actuales han roto con la imagen que ofrecía la literatura de Concepción Leyes o Teresa Lamas, la más tradicional, donde la mujer escritora ocupaba un lugar iconográfico matriarcal. La madre-reproductora del mundo cultural va siendo sustituida por la escritora que, sin asumir planteamientos feministas extremos, se plantea la literatura como un acto de lucha desde su interior; que inicia una batalla cuya arma es la creación con la palabra y la trama. En este contexto de lucha por la libertad y la dignidad del ser humano, entre el que destaca el mundo femenino como marginado socialmente, las narradoras actuales intentan que la narrativa paraguaya fluya hacia una madurez estética de dimensiones absolutas considerables. La mayor parte de las narradoras paraguayas actuales se integran de forma actualizada en el contexto global literario latinoamericano de fin de siglo, uniendo sus obras a un conjunto universalmente difundido desde México (Arráncame la vida yMal de amores de Angeles Mastretta, Como agua para chocolate yLa ley del amor de Laura Esquivel, y La flor de lis de Elena Poniatowska), Cuba y Puerto Rico (La última noche que pasé contigo de Mayta Montero y Maldito amor de Rosario Ferré), Chile (Eva Luna de Isabel Allende y La canción de Marie Alcázar de Lilian Elphick), Nicaragua (La mujer habitada de Gioconda Belli), y Argentina (Cambio de armas de Luisa Valenzuela y La rompiente de Reina Roffé); a todo el orbe cultural latinoamericano.

 

NOTAS

1.       [«Huerto» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

2.       [«de tía» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

3.       «nacimientos» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

4.       «narradora también se adentra también» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

5.       «semejantes» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

6.       «1995» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

7.       «Otras narradoras como Lita Pérez Cáceres merecen ser destacadas, etc.» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

8.       «1994» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

9.       «Ha sido más cultivado» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

10.       «sociedad pero» corregido de la fe de erratas del original (N. del. E.)]

 

 

 


Enlace al ÍNDICE de la versión digital del libro NARRADORAS PARAGUAYAS (ANTOLOGÍA) en la BIBLIOTECA VIRTUAL MIGUEL DE CERVANTES

LAS NARRADORAS PARAGUAYAS Y SU EVOLUCIÓN HISTÓRICA

LA NARRADORA PARAGUAYA

ERCILIA LÓPEZ DE BLOMBERG (1865-1965) - "DON INCA"

TERESA L. DE RODRÍGUEZ ALCALÁ (1887-1976) - "VENGADORA"

JOSEFINA PLA (1909-1999) - "LA JORNADA DE PACHI ACHI"

MARIELA DE ADLER (1909-1991) "LAZARILLO DE DIOS"

NOEMÍ FERRARI DE NAGY (1914-1992) - "ROGELIO"

ANA IRIS CHAVES DE FERREIRO (1922-1993) - "ETERNO IMÁN"

ESTER DE IZAGUIRRE (1923) - "YO, FABULADOR, EL VERBO EN PRESENTE"

MAYBELL LEBRÓN (1923) - "QUERIDO MIGUEL"

LUCY MENDONÇA DE SPINZI (1932) - "LETANÍAS LAURETANAS"

NEIDA BONNET DE MENDONÇA (1933) - "PARTO EN LA ARENA"

DIRMA PARDO (1934) - "AL ESTE DE HIROSHIMA"

SARA KARLIK (1935) - "PRESENTES ANTERIORES"

MARGOT AYALA (1935) - "RAMONA QUEBRANTO"

TERESITA TORCIDA DE ARRIOLA (1940-1988) - "Y SOY. Y NO"

LITA PÉREZ CÁCERES (1940) - "CURRÍCULUM VITAE"

RAQUEL SAGUIER (1940) - "ESTA ZANJA ESTÁ OCUPADA"

YULA RIQUELME DE MOLINAS (1941) - "ALGO RARO..."

RENÉE FERRER (1944) -"LOS NUDOS DEL SILENCIO"

CHIQUITA BARRETO (1947) - "LA NIÑA MUDA"

SUSANA RIQUELME DE BISSO (1949) - "EL FONDO DEL OLVIDO"

LUISA MORENO DE GABAGLIO (1949) - "LA PICADA DEL PEREGRINO"

DELFINA ACOSTA (1956) - "VESTIDO DE NOVIA"

MILIA GAYOSO (1962) - "ELISA"

MABEL PEDROZO (1965) - "CITA EN EL CASINO"

LOURDES PERALTA (1966) - "LA VIRTUD DE RENATA"

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

OBRAS

 

 

BIBLIOGRAFÍA GENERAL
1.     ALMADA ROCHE, Armando: «Diálogo con Ana Iris Chaves de Ferreiro». Buenos Aires, La Prensa (2 de diciembre de 1979), pp. 25.
2.     ALVAR, Manuel: «Los murmullos opacos de la noche: Los nudos del silencio de Renée Ferrer de Arréllaga». Humacao (Puerto Rico), Exégesis (Revista del Colegio Universitario de Humacao UPR), nº 26 (1996), pp. 52-53.
3.     AMARAL, Raúl: La literatura del romanticismo en el Paraguay. Asunción, El Lector, 1995.
4.     AMARAL, Raúl: Los presidentes del Paraguay. Crónica política (1844-1954). Asunción, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, 1994.
5.     CARLISLE, Charles Richard: «La mujer en la narrativa de Ana Iris Chaves de Ferreiro». Oklahoma, Discurso Literario, v. 1 (1984), pp. 289-293.
6.     CIPLIJAUSKAITÉ, Biruté: La novela femenina contemporánea (1970-1985). Barcelona, Anthropos, 1988.
7.     COHN, Dorrit: La transparence intérieure (Modes de représentation de la vie psychique dans le roman). Paris, Éditions du Senil, 1981.
8.     ESPÍNOLA, Lourdes: «Alter ego o una experiencia personal: una escritora feminista no nace, se hace». Texto personal cedido gentilmente por la autora.
9.     FLORES G. DE ZARZA, Idalia: La mujer paraguaya protagonista de la historia (1870-1930, Guerra del Chaco). Asunción, Intercontinental Editora/ Ñandutí Vive, 1993.
10.     GONZÁLEZ TORRES, Dionisio M.: Folklore del Paraguay. Asunción, Editora Litocolor, 1992.
11.     MÉNDEZ-FAITH, Teresa: Breve diccionario de la literatura paraguaya. Asunción, El Lector, 1994.
12.     PEIRÓ, José Vicente, edit.: prólogo de Mancuello y la perdiz de Carlos Villagra Marsal. Madrid, Cátedra, Colección Letras Hispánicas, 1996.
13.     PÉREZ MARICEVICH, Francisco: lª partedel Diccionario de la Literatura Paraguaya. Asunción, Biblioteca Colorados Contemporáneos, 1983.
14.     PLA, Josefina: «La narrativa en el Paraguay de 1900 a la fecha». Madrid, CHa, nº 231 (marzo 1969), pp. 641-654.
15.     PLA, Josefina: Obra y aportes femeninos en la literatura nacional, Asunción, Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos, 1976.
16.     RODRÍGUEZ ALCALÁ, Guido - VILLAGRA, María Elena: Narrativa paraguaya (1980-1990). Asunción, Editorial Don Bosco, 1992.
17.     RODRÍGUEZ ALCALÁ, Guido: «La poesía y la novela en el Paraguay en los últimos años (1960-1980)». En Literatura del Paraguay, Palma de Mallorca, Luis Ripoll, 1980, pp. 167-185.
18.     RODRÍGUEZ ALCALÁ, Guido: Residentas, destinadas y traidoras. Asunción, RP -Criterio, 1992.
19.     RODRÍGUEZ ALCALÁ, Guido: «Temas del Autoritarismo». En Borges y otros ensayos, Asunción, Editorial Don Bosco, 1995, pp. 33-49.
20.     RODRÍGUEZ ALCALÁ, Guido: Ideología autoritaria. Asunción, RP Ediciones, 1987.
21.     RODRÍGUEZ ALCALÁ, Hugo: «La narrativa paraguaya desde comienzos del siglo XX». Asunción, Intercontinental Editora, 1990, pp. 81-106. También en Narrativa hispanoamericana: Güiraldes-Carpentier-Roa Bastos-Rulfo (estudios sobre invención y sentido). Madrid, Gredos, 1973, pp. 37-81.
22.     RODRÍGUEZ ALCALÁ, Hugo: «Sobre las ficciones experimentales de Neida de Mendonça». En Poetas y prosistas paraguayos. Asunción, Mediterráneo/ Don Bosco Intercontinental, 1988, pp. 243-248.
23.     ROFFÉ, Reina: «Itinerario de una escritura. ¿Desde dónde escribimos las mujeres?». En Sonia MATTALIA - Milagros ALEZA edit: Mujeres: escrituras y lenguajes. Valencia, Departamento de Filología Española de la Universidad de Valencia, 1995, pp. 13-17.
24.     WELCH, Thomas L. - GUTIÉRREZ, René L.: Bibliografía de la literatura paraguaya. Washington, Biblioteca Colón, O.E.A., 1990.

 

OBRAS

Delfina ACOSTA: El viaje. Asunción, Editorial don Bosco, 1995. Mariela de ADLER: La endemoniada. Asunción, Editorial Don Bosco, 1966.

Margot AYALA DE MICHELAGNOLI: Ramona Quebranto. Asunción, s.c., 1989.

Chiquita BARRETO: Con pena y sin gloria. Asunción, RP Ediciones, 1990.

Ana Iris CHAVES DE FERREIRO: Retrato de nuestro amor. Asunción, Editorial Arte Nuevo,  1984.

Noemí FERRARI DE NAGY: Rogelio: cuentos y recuerdos. Asunción, Editorial del Centenario, 1972.

Renée FERRER DE ARRÉLLAGA: Los nudos del silencio. Asunción, Editorial Arte Nuevo, 1988. (2ª edición: Asunción, Arandurá, 1992).

Milia GAYOSO: El peldaño gris. Asunción, Editorial Don Bosco, 1995.

Ester de IZAGUIRRE: Último domicilio conocido. Asunción, Editorial Coraje, 1990.

Sara KARLIK: Presentes anteriores. Santiago de Chile, Red Internacional del Libro, 1986.

Teresa LAMAS CARÍSIMO DE RODRÍGUEZ ALCALÁ: Tradiciones del hogar. Asunción, Talleres H. Kraus, 1921.

Maybell LEBRÓN: Memoria sin tiempo. Asunción, Arandurá Editorial, 1992.

Ercilia LÓPEZ DE BLOMBERG: Don Inca. Buenos Aires, Imprenta López, 1965.

Neida de MENDONÇA: De polvo y de viento. Asunción, Ediciones Asedio, 1988.

Lucy MENDONÇA DE SPINZI: Tierra mansa y otros cuentos. Asunción, Criterio Ediciones, 1987.

Luisa MORENO DE GABAGLIO: Ecos de monte y arena. Asunción, Editora Litocolor, 1992.

Dirma PARDO DE CARUGATI: La víspera y el día. Asunción, Editorial Don Bosco, 1992.

Amanda y Mabel PEDROZO: Mujeres al teléfono. Asunción, El Lector, 1997.

Lita PÉREZ CÁCERES:María Magdalena María. Asunción, Intercontinental Editora, 1997.

Francisco PÉREZ-MARICEVICH: Panorama del cuento paraguayo, Asunción, Tiempo Editoría,  1988.

Josefina PLA: El espejo y el canasto. Asunción, NAPA, 1981.

Susana RIQUELME DE BISSO: Entre la cumbre y el abismo. Asunción, Arandurá Editorial, 1995.

Yula RIQUELME DE MOLINAS: Bazar de cuentos. Asunción, Arandurá, 1995.

Raquel SAGUIER: Esta zanja está ocupada. Asunción, RP Ediciones, 1994.

Teresita TORCIDA DE ARRIOLA: Y soy y no. Asunción, Escuela Técnica Salesiana (Premio Hispanidad 75), 1975.

 

 

 

 


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