Un buen día me llamó por teléfono Yberá, la viuda de Don Agustín Barbosa, me dijo que tenía algo para mostrarme y a la tarde llegó hasta casa con un hermoso poema que Augusto Roa Bastos le había dedicado después de su partida física, me expresó que pensó en mí para musicalizar, pues yo lo había conocido bien, le pedí que me dejara la letra por una semana, pues era muy buena y me gustaba, fue prácticamente muy fácil la musicalización, de esta manera le rendía un homenaje póstumo a un caballero y maestro de la música paraguaya, ya que Don Agustín fue una persona íntegra, humilde, con una conducta ejemplar, es un homenaje sencillo a un amigo, un colega, un gran hermano.