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GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ
  CUENTOS DE POESÍAS DE GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ


CUENTOS DE POESÍAS DE GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ

EL DÍA QUE LOS NIÑOS DEJARON DE JUGAR , LA BATALLA SEMÁNTICA,

PARA CUANDO PREGUNTES TODO , BIENVENIDO A LA ESPERANZA,

LOS NIÑOS HÉROES , ESPANTAJO DEL NEGRO,

KAMBA RA'ÃNGA y EL NIÑO Y SU LECTURA

Cuentos de poesías de GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ


 

GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ (Ava-í, 1959)

Poeta, narrador y periodista. Autor de versos testimoniales, reivindicados de los derechos sociales y humanos de su pueblo, Ramírez Santacruz fue también fundador y director de la revista TODO PARAGUAY, vocero (a comienzos de la década del 80) de la colectividad paraguaya en el exilio argentino. Desde 1975 reside en Argentina, donde entre 2004 y 2008 se ha desempeñado como Agregado Cultural en la Embajada de Paraguay en Buenos Aires. Su obra incluye prosa, poesía y artículos periodísticos que han aparecido en periódicos y revis­tas locales y extranjeras. Entre sus libros poéticos figuran los siguientes títulos: PRIMERAS LETRAS (1981), POEMUCHACHAS (1983), GOLPE DE POESÍA (1986), FUE­GOS Y ARTIFICIOS (1988), POEMAS DESCARTABLES Y OTROS BALADIÉS (1990), POEMAS Y CANCIONES DE AMOR Y LIBERTAD (1993), DESCALZO SOBRE EL ASFALTO Y OTROS POEMAS (1997), RAZONES DE SANGRE [Crónicas poéticas sobre el Marzo Paraguayo](1999), POEMAS ENTRE EL AMOR Y EL OLVIDO (2003) y PARAGUAY CANTA PARAGUAY SUEÑA (2008). También es autor de la novela ESA HIERBA QUE NUNCA MUERE (1989) y de dos colecciones de cuentos y relatos: RELATORIOS (1995) y EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO (2008). En 2006 publicó su OBRA POÉTICA, volumen que reúne gran parte de sus libros de poesía.

 

 


 

EL DÍA QUE LOS NIÑOS DEJARON DE JUGAR



 

"Niño, deja ya de joder con la pelota;

que eso no se dice,

que eso no se hace, que eso no se toca."


Joan Manuel Serrat

 

¿Quiénes son los que nos tiran tantas bombas? preguntó Sadeq a su padre Ismail, militar a cargo de la defensa de Bagdad durante la Guerra del Golfo..

-Son los infieles de Occidente -contestó sin parpadear y rumió con odio la respuesta.

-¿Por qué matan tanta gente e incendian la ciudad?-inquirió el niño con ingenuidad.

-Porque amamos a Alá-respondió con énfasis y despejó toda duda de su hijo.

Si para entrar al cielo debemos ser como los niños, por qué entonces los educamos para que dejen las travesuras y aprendan modales.

Nos desvelamos por darles los consejos y mostrarles los ejemplos para que el día de mañana puedan sortear los escollos de la experiencia. Obviamente, les pudimos abrigar el cuerpito todas las veces que hizo frío pero su pequeña alma siempre estuvo lejos del alcance de las manos.

Pero convengamos que, a veces, los niños no son puros ángeles como se nos quieren pintar. También, por momentos, les afloran sus almas de diablitos. Desde que nacen, para perdonarles de alguna manera los meses de embarazo, comienzan a perturbar el sueño a los padres. Defecan, orinan y toman pecho o biberón en forma sincronizada y a contramarcha del cansancio y voluntad de sus progenitores. Que las va­cunas, que los cólicos, que las gripes, que los mocos, que los pañales, que el bautismo, que los padrinos, que las demás cosas. Y no es que los padres no quieran a sus hijos, pero la rutina diaria subyace bajo ese amor filial que está por encima de estas pequeñas realidades.

Pasa el tiempo y los niños empiezan a gatear y caminar. Rompen los vasos y las tazas de café. Ensucian las paredes y los manteles puestos exclu­sivamente para las visitas. Entran y salen de la alcoba de sus padres, sin importarles el horario ni la circunstancia. Lloran de noche desconsolada­mente y gritan de día como si el mundo no tuviera oídos. Nada les resulta intocable y menos indestructible. Los libros están para garabatearlos y deshojarlos. Los discos y cassettes sirven para lanzarlos y desliarlos. Las mesas no sirven sino para alcanzar el techo y acercarse a las nubes. Las camas para retozar ypracticar todos los saltos acrobáticos. Las sillas para arrastrarlas y probar fuerzas. Los espejos para hacerlos trizas. La paciencia para saber que no es infinita.

Estamos de acuerdo en que los niños son los más preciados que tenemos. Sin embargo, qué padres no darían oro si tuviera a quien entre­tuviese a sus hijos mientras hacen la siesta o descansan simplemente después del arduo trabajo. O mientras escuchan misa a quien pudiese hacerlos sentar o callar como cualquier parroquiano. O durante que se ejecuta cl himno nacional a quien lograra que se comporten patriótica­mente. O cuando llueve a quien consiguiese explicarles que el agua moja y el barro ensucia. O antes de comer a quien pudiera enseñarles para siempre que deben higienizar sus manitos. O después de almorzar a quien tuviese el don de hacerles saber que existe la digestión.

Los niños verdaderamente son un problema en un mundo diseñado para adultos. Sería un gran perjuicio hacerlo para niños, ya que éstos pronto serán también adultos y se quedarán sin nada si no tuviese un mundo para esa edad. Porque la infancia pasa como una fiebre ligera, pero la adultez dura hasta la muerte. Seguramente por eso se invierte más en los adultos, porque los niños y jóvenes viven transitoriamente sus momentos, para luego instalarse definitivamente en el mundo adulto que los aguarda. Mientras tanto, para entretenerse están las plazas, las escuelas, los circos, los juguetes, los caramelos. Hasta se instauró un día del niño en el ámbito mundial y se promulgó en Naciones Unidas también los derechos del niño.

-¿Por qué no debo juntarme con Yamil ?-interrogó Yae1 al dejar el juego con el vecinito y acudió al llamado de su padre.

-Porque no hay que juntarse con los palestinos-argumentó sin vuel­tas .Simón, director de un colegio religioso de Jerusalem.

-Pero Muhama es mi amigo-protestó el niño al tiempo que obede­cer a su padre.

-Todos parecen amigos hasta que nos ponen la bomba -añadió con ferocidad el ortodoxo.

Pero qué sería de nosotros, los adultos, y del mundo sin los niños. ¿Quiénes preguntarían vuelan los aviones? Sobre la respuesta de que vuelan gracias a su motor, su combustible y sus duras alas, y nos aplastan con su reflexiva comparación, diciendo entonces que los pájaros son mejores porque también vuelan sin necesidad de ningún motor y sus alas no son duras. Ellos también razonan pero con la imaginación, hacien­do piruetas con el habla e invirtiendo el orden de los factores y alterando el producto.

No tratan de ser originales, sino son auténticamente filosóficos cuando se proponen interrogar o deducir por sus propios medios. Cuando averi­guan  por qué los adultos no juegan entre ellos o si lo hacen por qué no se ríen nunca, porque el juego es diversión y el que juega sin alegría no juega, hace cualquier cosa como trabajar, luchar, correr, saltar, parar, pero no jugar. O como aquél niño que se enojó con su abuelito al morir y lo acusó de egoísta, porque se fue al cielo sin haberlo invitado, ya que él también quería conocer el cielo pero sin tener que morir. O el otro que reprochó a Dios no haberle consultado antes para enviar a otro hermanito, y así por el estilo hasta el infinito.

¿Porqué vivir con la Jihad  permanentemente?- se iba preguntando en voz alta el niño Hamid en Teherán, camino a la Mezquita y de mano de su hermano mayor.

-Porque manda Alá, es la única forma de repeler a los, satánicos que nos quieren someter-disipó la duda el adolescente al hermanito.

 -Entonces, seguirán matándonos quién sabe hasta cuándo –agregó el niño apesadumbrado

Los islámicos solamente debemos sumisión a Alá, el Misericor­dioso, a nadie más-concluyó categórico mientras se descalzaba las san­dalias en el umbral del templo.

Los niños muchas veces no saben lo que hacen  pero aman lo que hacen, no hacen nada sin sentimiento e imaginación. No como los adultos que utilizan otros criterios para sacar ventajas o perjudicar a los demás, elaborando razonables engañifas y seductoras patrañas para despreveni­dos.

Pero estas palabras liminares sólo son excusas para presentar el mal que aqueja al mundo, precisamente relacionado con los niños y su prin­cipal razón de ser: el juego. De tanto ver a los adultos mentir, robar y matar pareciera que se pusieron de acuerdo y comenzaron en todo el planeta una huelga: dejaron de jugar. Todo comenzó en un lejano poblado de Para­guay, Tatakua, lugar caluroso como un horno en lenguaje nativo, donde los niños una mañana permanecieron quietos sin saltar, ni jugar, quedando boquiabiertos los adultos y maestras que observaban a los habituales saltarines estar sentados y sin ganas de hablar siquiera.

Pronto se escuchó por radio que también en los pueblos aledaños y más lejanos los niños se llamaron a silencio y renunciaron al unísono a jugar. Pasaron los días y ya la noticia fue mundial, y el mal de los niños tomó carácter universal. Los juegos fueron abandonados en las plazas y parques, sólo el viento cansino y desganado jugueteaba con ellos. O bien llegaban los niños y buscaban un lugar para sentarse, contemplando con melancolía y nostalgia algo que parecía haber perdido en el arenero o en las hamacas.

Una tarde en un parque de Buenos Aires llega un niño con entusias­mo para ocupar un juego, ya que estaban todos desocupados y no sabía cuál elegir. De pronto observa que los demás chicos estaban mirándolo sorprendidos de que haya un niño con ganas de jugar, desacatando la huelga tácita de todo el mundo. Pero luego fue dejando el juego como avergonzado y fue a sentarse en silencio con los demás niños.

Las explicaciones médicas inundaron los medios de prensa y suge­rían esperar que baje la gran contaminación que reinaba en el planeta, que la capa de ozono había extendido momentáneamente su agujero y dejaba escapar entre los rayos ultravioletas algo muy nocivo para los niños.

-¿Por qué se matan entre ellos los árabes y los judíos?-preguntó Manolito a su padre, de ida a la escuela, al escuchar por la radio del coche un bombardeo sobre Ramalah.

-Porque los dos viven en un territorio que reclaman como suyos- trató de explicar el hombre a su hijo, mientras iba sorteando el tráfico céntrico de Madrid.

-¿Y por qué no parten el territorio por la mitad  para cada uno`? -si­guió interrogando el niño y, sin querer, planteó una solución.

-Porque ellos tienen otros intereses y no piensan como tú -dijo con ,sencillez el padre y levantó el volumen de la radio para cambiar de tema.

 Así pasaron los días y semanas hasta que alguien intuyó, porque ningún niño pronunció palabra alguna con respecto a la causa, que los niños no estaban enfermos si no que estaban haciendo huelga y por eso no jugaban ni querían comer. A muchos les costó creer que los niños fueran capaces de ponerse de acuerdo en todo el mundo y concretar una huelga de tal  naturaleza. Qué podía tener en común un niño de África con otro europeo; un sudamericano con un asiático; un niño ruso con otro yanqui; un niño de Groenlandia con otro de Mongolia y así, sucesivamente, nada que pueda hacer sospechar un común denominador. Pero sin embargo, los niños cada vez su silencio se volvía más profundo y elocuente, algo debía hacerse para que ellos vuelvan a su normal existencia: la alegría y la diversión.

Hasta que alguien dijo que un chico de su ciudad dijo que el motivo que llevó a los niños a dejar de jugar fue en protesta por la guerra intermi­nable en el mundo y la matanza de inocentes bajo las bombas asesinas. Empezaron a preocuparse todos por si tenía asidero este nuevo argumen­to, los propios soldados y militares que estaban en los frentes de batalla preguntaron si sus hijos también estaban en silencio y sin jugar. La res­puesta fue unánime y la gente comenzó a manifestarse en todo el mundo para que cesen las guerras y todos los enfrentamientos de violencia.

Se escuchaba de sur a norte, de este a oeste, en ciudades y pueblos, una sola voz: "no a la guerra". No había otra consigna que terminar la guerra y que los niños vuelvan al bullicio y el maravilloso desorden a que sometían a las casas, jardines y plazas. Que vuelvan a gritar y saltar. Que rompan vajillas y manchen las paredes. Que jueguen todo lo que quieran y que terminen con el silencio que se vuelve insoportable.

La tragedia de la guerra es importante pero es más dramático que los niños dejen de jugar. Después de todo el movimiento mundial en contra de la guerra, los países hegemónicos y desarrollados suspendieron cl ataque con misiles contra los pueblos indefensos. Lentamente se retiraron de los países usurpados y devolvieron la libertad a los prisioneros. Enviaron ayudas humanitarias y contingencia de voluntarios médicos y socia les. Los niños percibieron pronto que la guerra había dejado de tragar inocentes como un monstruo ciego de antiguas leyendas de ogros. Los  pueblos salían a las calles a cantar victoria y los niños de a poco volvieron a su vieja costumbre: la pasión de jugar y las travesuras infinitas. Los niños que, según José Martí, son la esperanza del inundo.

-¿ Por qué tirar tantas bombas sobre Bagdad?- preguntó Tommy a su padre que lo llamó por teléfono desde Kuwait.

- ¿ Quién te contó eso, pequeño Tom?-contestó con otra pregunta el teniente Harrison.

-En Ne w York  se ve todo por televisión -aclaró cl niño preocupado.

 -¡Ahhh! Pero nada para preocuparse, hijo, pronto estaré en casa -tranquilizó el padre.

Tommy preguntó angustiado sobre lo mismo:

-¿Entonces, quiénes son los que se mueren?.

Dijo finalmente el militar; al otro lado del teléfono, casi cariñosa­mente:

-Pero no somos nosotros, hijo, solo son los extranjeros.

 (Enero, 1992) 

 


LA BATALLA SEMÁNTICA

 

Elcacique en todo momento rechazaba las supuestas ventajas que olí ofrecía  la vida integrada a la sociedad paraguaya, pero el ministro insistía con  la posibilidad de desarrollo que brinda la luz eléctrica, la atención médica gratuita del hospital nacional, la escuela pública para todos los niños de la comunidad y muchas otras ofertas de la civilización.

El mburuvicha o jefe de la tribu un tanto ofuscado, se acomodó su vincha de plumas, clavó en el suelo tres veces su vara de mando y agitó su maraca solicitando atención. Sin pretender convencer al alto dignata­rio, dejó fluir una vez más su defensa teogónica a favor de la conservación del estilo de vida y la cultura propia:

-Por algo ustedes se llaman ciudadanos, porque viven en la ciudad. También por algo a nosotros nos llaman erróneamente salvajes, aunque debería ser selvajes, porque vivimos en la selva.

Volvió a golpear su bastón tres veces en el piso, dio un paso adelante hacia el ministro de educación, enviado por el gobierno para disuadir a los aborígenes de Tatakua, como queriendo hacerse escuchar mejor:

-Ustedes a los niños mandan a su escuela para educar en todo, no­sotros les mandamos a los nuestros a la selva para aprender de todo, la naturaleza es la única materia que el hombre debe estudiar para vivir armónicamente y sobrevivir en el tiempo sin fin.

El ministro se retiró al instante, después de escuchar al cacique repe­tir las mismas palabras de siempre, apenado por no poder doblegar tanta tozudez.

Sin posibilidad de que le escuche más la máxima autoridad educa­tiva del Paraguay, el cacique siguió su alegato para rematar en una arenga, en tono jubiloso y con énfasis de haber vencido:

-Ustedes viven de la naturaleza, nosotros vivimos con la naturaleza. Somos el puente entre la tierra que siembra cuerpos y el cielo que cosecha almas.

DE: EL MALEFICIO Y OTRAS MALDADES DEL MUNDO

(Asunción: Editorial Arandurã, 2008)­

 

 

PARA CUANDO PREGUNTES TODO


A Pablo Ernesto


Sabrás que llegaste azulmente un 19 de julio

y te  recibió Sandino con su sonrisa latinoamericana,

flameando  liberada en Las Segovias,

en  la cara misma de los amuecados  misiles imperialistas.

 y vos lloraste como estaba previsto,

mientras   Managua era un bullicio de cantos y libertad.

Sabrás también que no naciste ese día

sino  llegaste desde algún tiempo pasado,

porque siempre hablábamos de vos y te esperábamos,

como si estuvieras viniendo glorioso de un combate,

lleno  de cosas para contamos o como un palomo torcaz

o como un hijo ingrato que nos hizo esperar mucho,

pero siempre habitaste el espacio feliz entre tu madre y yo.

Sabrás que tu nombre estaba escrito de antemano,

Pablo de pueblo de arco, pincel y poesía;

Ernesto paraguayo, argentino y latinoamericano,

Ernesto de La Higuera, Sierra Maestra y Solentiname,

pero sólo recuerda que no es malo morir dignamente

 ni muy encomiable la vida a cualquier precio,

cuando  un hombre tiene precio es porque ya no vale nada.

Sabrás también que hasta la relatividad es relativa,

no  dudes en elegir la paz fecunda y humanizada

sobre la violencia mezquina y aterrorizante,

ni  en optar por la guitarra, el machete y el trabajo honestos

sobre  el silencio complaciente o grito adulador,

pero  mucho menos dudes en elegir el fusil, Pabloé,

si amenazan el pan libertario de tu pueblo

o  guiñan el ojo mercenario los chacales de todos los tiempos,

 como  hicieron con nuestro Mariscal López los Mitre y los Flores,

los Pedro de todas las calañas con la sangrienta Corona

y demás hierbas malas.

y  serás el hombre nuevo de tu padre tocayo,

hombre revolucionado y no evolucionado,

 y hablarás el guaraní, el azteca, el maya, el inca, el mapuche,

el araucano, el aymará, el misquito o callarás sin remordimientos,

 porque entonces Latinoamérica será una sola y hermanada,

y la sonrisa de Sandino se generalizará como una epidemia para los opresores.

DE: GOLPE DE POESÍA

(Asunción: Editorial Comuneros, 1986)

 


BIENVENIDO A LA ESPERANZA


A Leonardo "Manino" Adrián


Todavía no es propicio el mundo para los niños,

todavía la posibilidad de vida es remota,

todavía la lucha no ha parido su estrella,

todavía nos sigue prohibida la patria

y todavía no flamea victoriosa  la bandera,

pero yo te recibo en nombre del futuro feliz

y te doy la bienvenida a la esperanza, Manino.

Todavía no ha sonado el clarín de la igualdad,

todavía  la libertad  no se hizo cargo de los oprimidos,

todavía la noche está para la pesadilla,

todavía  los sueños son penados por la ley

y todavía la dignidad no ha abandonado la celda,

pero yo te abrazo en nombre de tantos esperanzadores

 y te doy la bienvenida a la cercana libertad, Manino.

Todavía los niños no tomaron el poder,

todavía las madres no pueden  garantizar la alegría,

todavía los padres no son los dueños del pan,

todavía el pueblo no ha ganado su batalla

y todavía Latinoamérica sigue con el puño cerrado,

pero yo te recibo en  nombre de la felicidad

y te doy la bienvenida a la vida, Manino.

DE: FUEGOS Y ARTIFICIOS

(Asunción: Editorial Intento, 1988)

 

LOS NIÑOS HÉROES

 

Al pueblo paraguayo

que todavía está en la cuna.

 

Aquí yo canto para la historia

la heroica hazaña de Piribebuy,

 cuando la patria entró en la gloria

con los niños mártires de Acosta Ñu

 

Cuando ya parecía que los aliados

 con su infantería iban de paseo.

los últimos  niños y soldados

dieron la batalla sin retaceos.

 

El campo sembrado de coraje y valor,

niños disfrazados de combatientes,

en la historia no conoce parangón,

pero entraña la libertad sonriente.

 

 Aunque el calendario de la humanidad

 olvida  siempre a nuestros niños héroes,

la patria recuerda que allí el Paraguay

renació a la gloria y la eternidad.

DE: POEMAS ENTRE EL AMOR Y EL OLVIDO

(Asunción: Editorial Casa de la Poesía, 2003)

 


ESPANTAJO DEL NEGRO

 

Espantajo del negro

en sueño me aprieta

 y el paso me cierra y me falta aliento.

 

Espantajo del negro,

para mí fue espanto.

de niño rezando,

temblando de  miedo.

 

Espantajo del negro

nos traía San Juan,

parecía imitar

el ser del ancestro.

 

Espantajo del negro

que canta su canción,

pisa ardiente el carbón,

la sartén lame el negro.

 

 Espantajo del negro

con su alma de  mestizo,

jirón de vestido

y el toro de fuego.

 

 Espantajo del negro

 estaba furioso,

 pelota de fuego,

fogatas  y sollozos.

 

Espantajo del negro,

los niños en ronda,

festejan con miedo

y gritan con sorna.

 

 

KAMBA RA'ÃNGA

 

Kamba  ra'ãnga
che kérajopy,
ndaikatui  aguata
che juru  mboty.
 

Kamba  ra’ãnga
heta che mondýi,
che  mitãro  yma
hetami  aryryi

Kamba  ra'ãnga
San juan oguerú,
Vaicháva  oha’ã
teko ñepyrũ.


Kamba ra'ãnga,
kamba purahéi,
opyrũ tata,
paila oheréi

Kamba  ra'ãnga
ãnga apatĩ
aó soropa
ha toro candil

Kamba  ra'ãnga
Vaicháva  ipochy,
pelota tata
kapi’i  hendy.

Kamba  ra'ãnga
mitákuéra oú,
kyhyje vy'a
sapukái puku.

DE: OBRA POÉTICA DE GILBERTO RAMÍREZ SANTACRUZ,

sección "PARAGUAY NEGRO, PARAGUAY INDIO"

(Asunción: Editorial ARANDURA, 2006)

 

 

EL NIÑO Y SU LECTURA

 

Con sus cinco años, mi pequeño hijo Lénin avanzaba en su apren­dizaje, después de familiarizarse con los números, comenzaba a recono­cer las letras y nombrarlas fonéticamente, cuando vio la procesión del jueves santo que recorría el barrio quedó boquiabierto por un rato, con su cortejo de curas y monjas que, rigurosamente vestidos de solanas y há­bitos blancos, como también algunos vecinos y devotos en general, acom­pañaba al sufrido Cristo caído que iba montado en la carrocería de un desvencijado camión, llevando una pesada y exagerada cruz al hombro.

Lénin, lejos aún de las imposiciones de figuras y símbolos cristia­nos, hizo su lectura al instante de lo que estaba viendo, por supuesto de acuerdo a los elementos recientemente aprehendidos en la escuela y su curiosidad por encontrar analogías con los hechos de la realidad circundante:

-¡Papi, venía ver, por favor, al pobre hombre que lleva esa enorme letra X en su espalda, seguido por muchos fantasmas vestidos de blanco!

 

DE: ESPIRIDIÓN Y OTROS CUENTOS PENDIENTES,

libro aún inédito en el mo­mento de publicación de este libro.



Fuente: LITERATURA INFANTO-JUVENIL PARAGUAYA DE AYER Y HOY. TOMO II (K – Z).

TERESA MÉNDEZ-FAITH, INTERCONTINENTAL EDITORA S.A.

Pág. web: www.libreriaintercontinental.com.py. Asunción – Paraguay, 2011.
 



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