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MARGARITA MARÍA PRIETO YEGROS (+)
  LA VENGANZA DE LA SERPIENTE - Cuento de MARGARITA PRIETO YEGROS


LA VENGANZA DE LA SERPIENTE - Cuento de MARGARITA PRIETO YEGROS

LA VENGANZA DE LA SERPIENTE

Cuento de MARGARITA PRIETO YEGROS


 

El redoble de tambores en la Plaza de Armas del fortin chaqueños, aquel Día de la Independencia, fue más elocuente que cualquier bando por altavoces.

-¡Por lo visto ha muerto el capitán! ¡Que pena! Hubiera sido un milagro que se salvara-comento en voz alta la directora de la escuela del lugar, quien a traves de la ventana de su modesta vivienda de adobe y techo de paja, vio que dos soldados arriaban la bandera hasta dejarla a media asta, en señal de duelo.

El capitán y dos tenientes estaban en una lejana picada controlando la limpieza de la abandonada base cateadora de petróleo, cuando de ‘pronto uno de los soldados grito:

-¡Mi capitán! ¡Mi capitán! Aca encontramos una víbora "cascabel" especial para vos.

Los demás soldados silbaron y aplaudieron porque conocían la habilidad del capitán para inmovilizar serpientes presionándoles del cuello con los dedos pulgar e índice de la mano derecha, en tanto les hacia pasar por la horqueta formada por los dedos pulgares e índice de la mano izquierda. Después las arrojaba al suelo y las ultimaba de un tiro certero.

-Mátenla nomas ustedes-respondió el capitán.

-Veni, mi capitán, veni, es “masiado linda luego” y hasta parece que tiene cría adentro

En realidad, la serpiente era un magnífico reptil de piel oscura, cruzada por rombo amarillos y con uno cola cargada de cascabeles. Rebosaba vigor.

El capitán se acercó cauteloso; no tenia animo para juegos, la temperatura había ascendido a los 43°C, y la siesta estaba abochornante.

Aunque la serpiente seguía enroscada, el militar comentó:

-Tiene por lo menos dos metros; es la ponzoñosa Crótalos Terrificus, que en guaraní llamamos Mboi Chiní.

Un cabo antiguo, acercandose dijo:

-Hace mucho tiempo que no encontramos una Mboi Chini con tantos cascabeles; yo ya onté, tiene treinta y dos "luego".

Mátale si que a tu estilo, mi capitán.

La serpiente, como animal de sangre fría que era, prefería protegerse del color durante el día y salir a cazar de noche, pero ahora ante tanta provocación no tenia más remedio que salir de su letargo ver que pasaba. Molesta ante tanto barullo comenzó a desenroscarse.

Irguió levemente la cabeza y pese a su miopía reconoció al capitán, famoso por su afición a domar y matar víboras. Muchos de sus parientes habían muerto en su poder.

-Esta es mi oportunidad para vengar tan crueldad -dijo, enderezando sus largos colmillos huecos para cargarlos con el veneno de su canal interno. El capitán vaciló un rato, pero atraído por el sonido de los cascabeles se acercó aun más a la serpiente. Esta, con diabólica astucia, permanecía dejándose observar por el hombre.

Los soldados y el monte habían enmudecido; ni la caída de unas hojas se oía.

Sin moverse siquiera un milímetro, la serpiente de ojos oblicuos mantenía fija la mirada en su enemigo. El capitán parecía hipnotizado por la serpiente y esta por el esbelto y formido militar. Ambos median sus fuerzas y controlaban sus gestos.

-ahora!-gritó de pronto el capitán, saltando a horcajadas sobre la serpiente. Esta, con celeridad imprevista, no se dejó asir por el militar y con la cabeza exaltada de furia lo mordió siete veces en las piernas.

El capitán, a sabiendas de que el veneno de la serpiente circularía por su torrente sanguíneo en cuestión de segundos, se esforzó en no dejarse dominar por el pánico y agarrándola por la cola intentó destrozarla a golpes contra un quebracho.

-¡Moriremos ambos!-gritó al caer desplomado. La serpiente entre el blanco espartilla y se perdió de vista, sin nadie intentara detenerla.

El único en superar el terror reinante fue el soldado encargado del botiquín, quien haciendo girar la manivela del teléfono de campaña pidió auxilio al hospital, distante sesenta kilómetros: -Aquí, picada Noventa, Picada Noventa...

Al rato se escuchó:

-Aquí, Hospital Toledo, Hospital Toledo. ¡Adelante. Cambio!

-¡Aquí, Picada Noventa! Una Mboi Chiní mordió siete veces a mi capitán Chamorro. Solicitamos ayuda e instrucciones

-¡Hospital Toledo responde! Inyectar siete dosis de antiofídico polivalente y colocar al paciente de costado para facilitar la respiración. Enviamos ambulancia.

Al soldado enfermero, apenas adolescente, le temblaban los manos mientras trataba de instrucciones y buscaba el antiveneno indicado. Era ésta el primer accidente grave que le tocaba atender solo.

 

El capitán, tendido sobre un tablón, respiraba con dificultad a medida que se hinchaba y los labios se le ponían azules. El joven enfermero, al inyectar la última dosis del antiofídico, procuró tranquilizar al Oficial, diciéndole:

-Mi capitán, enseguida va a llegar la ambulancia....

El militar ya no entendió lo que le dijo el soldado, y comenzó a desvariar y a ver doble.

-¿Por qué vienen dos ambulancias? ¿Es cierto que una es para la serpiente?

-¿Por qué el General viste sotana? ¿Es cierto que ya me morí?

Gemía, sudando a mares, y respiraba siempre con dificultad.

El soldado, al notar que el capitán parecía asfixiarse, se arrodilló junto a el y comenzó a presionarle el pecho con las manos. En ese momento llegó por fin la ambulancia. Saltando del vehículo, el medico ordenó al soldado:

-Tómale el pulso. Si no se lo siente, inicie la resucitación cardiopulmonar.

El joven trató de recordar los pasos que debían seguir; el había practicado esa operación esa operación nada mas que un muñeco.

-¡Animo, mi capitán!-dijo, dándole respiración.

-¡Neina, che karai! -insistió en guaraní

El capitán reaccionó de golpe y comenzó a vomitar con tanta fuerza que parecía que iba a reventar. Cuando se calmó, cuatro camilleros se apresuraron a subirlo a la ambulancia.

El joven enfermero se tendió exhausto sobre el pastizal, asombrado de cuanto había hecho a favor de la vida de su jefe y, procurando que nadie lo viera, lloró.

Entretanto, la Mboi Chiní había entrado a la guarida de las víboras. Al verla llegar maltrecha, todas silbaron en coro: -¿Qué le pasó?

- Le heri de muerte al capitán asesino y el por poco me mata. Me escapé por milagro.

-¡Por fin! Silbaron viperinamente todas.

Un cascabel joven, muy engreído, de nombre Terrífilla, le dijo a la serpiente recién llegada:

-Creimos que andabas cazando solamente ratoncitos "anguya tutú", ni idea teníamos de la proeza en que estabas metida.

¡Felicitaciones!

Poniéndose en "punta de cola", una minúscula Ñanduriré advirtió:

-Ahora debemos esperar un ataque masivo de los hombres; mudarnos a otro sitio o atacar entre todas el campamento. -¿Qué? ¿Estas loca?- silbaron en coro las demás víboras. La Mboi Chini maltrecha, dijo:

-Mas vale que clamen pidiendo lluvia para esta noche, asi la sangre del capitán se aguachara toda y no tendrá forma de coagularse.

Al promediar la tarde, la ambulancia llegó al hospital Toledo.

-Te recuperaras, mi amor-le dijo su esposa al capitán, tratando de disimular su consternación ante aspecto macabro que presentaba el capitán, encogido de dolor, con voz apenas audible, asiéndolo la mano de su esposa, le dijo:

-Perdóname por todas los quebrantos quoe te causé con este diabólico sueño. Creo que esta vez perdí.

La mujer, besándolo en la frente replicó:

-Mañana muy temprano vendrá el avión ambulancia para trasladarte al Hospital Central.

-¡Agua! ; Agua! --clamaba la serpiente desde su cubil.

-Si llueve esta noche la victoria será definitivamente nuestra-sentenció la vieja serpiente cascabel-. Yo se porque le digo- arguyo. Después, tratando de acomodar su dolorida largura se arrollo en un rincón de la guarida y se quedó dormida, soñando con la agonía del capitán bajo una lluvia torrencial.

A medianoche tronó y relampagueó el monte entero y comenzó a caer una copiosa lluvia que anegó la pista de aterrizaje y los caminos vecinales.

A las tres de la madrugada, el médico de guardia, al examinar al paciente, vio que las heridas salían hilillos de sangre. Una hemorragia después de tanto rato de las mordeduras de la serpiente significaba que el veneno seguía impidiendo la coagulación de la sangre.

-Necesitamos el antiofídico específico contra la Mboi Chini: el anticrotalico -dijo el médico al farmacéutico.

- Lamento decirte que no lo tenemos; debía traerlo el avión ambulancia. Entonces llamen al capellan.El capitán no alcanzara el amanecer sin ese contraveneno.

Las primeras franjas de tenue luz avanzaban anunciando en nuevo día cuando el capitán dejó de respirar.




Fuente (Enlace a documento fuente)

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 REVISTA DEL PEN CLUB DEL PARAGUAY

POETAS – ENSAYISTAS – NARRADORES

IV ÉPOCA Nº 21 – DICIEMBRE, 2011

 

Editorial SERVILIBRO

Dirección editorial: Vidalia Sánchez

Diseño gráfico: Mirta Roa Mascheroni

Diseño de tapa: Carolina Falcone Roa

Tel.: 595 21 444.770

www.servilibro.com

Asunción – Paraguay

Diciembre, 2011 (233 páginas)

 

 

 

 

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