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JOSEFINA PLÁ (+)

  EL POLVO ENAMORADO, 1968 - Poemario de JOSEFINA PLÁ


EL POLVO ENAMORADO, 1968 - Poemario de JOSEFINA PLÁ
EL POLVO ENAMORADO

Poesía de JOSEFINA PLÁ

Ediciones Dialogo
 
Cuadernos del Colibrí 11,
 
 
Grabado de tapa: CARLOS COLOMBINO,
 
Viñeta: JOSEFINA PLÁ
 
Asunción – Paraguay
 
Diciembre de 1968.
 
 

.
 
... Polvo serán, más polvo enamorado.
 
Quevedo.
 
 
 

.. Como poeta la tenemos hasta ahora en cuatro valiosos opúsculos de sugerentes títulos que de por sí ya anuncian la alta condición inconfundible: "LA RAÍZ Y LA AURORA", "ROSTROS EN EL AGUA", "INVENCIÓN DE LA MUERTE" y "SATÉLITES OSCUROS". Poesía vivencial la de Josefina Plá. Poesía vital y activa. Poesía que se acerca a lo profundo del ser, al problema existencial del hombre. Poesía ceñida al ente humano y su cotidiana, encendida agonía terrestre. Buceo interno y salidas airosas a flor de agua, al aire diáfano, hacia la azulinidad del cielo y la claridad solar. En algunos momentos se hace poesía de reminiscencias, evocadora, desprendida del pasado y motivada por los recuerdos entrañables, pero no se queda en la simple añoranza, sino que trasciende y toma pro en el presente.
 
Los poemas que componen estos libros están separados por algunos argos, y así puede apreciarse la evolución de la autora, que va midiendo, y moviendo, su poesía al compás y a la palpitación del tiempo, manteniendo siempre el espíritu que la anima, dentro de una técnica bastante personal.
 
Parece ser que Josefina Plá al traspasar la puerta por la que se entra a las zonas turbadoras y relampagueantes de la poesía, dejara en el umbral su rico capital intelectual, su nutrido equipaje cultural, y sólo con las esencialidades y el afinamiento espiritual que éstos le han dado, se entregara al misterio poético en una como forma ingenua y tímida, dentro de un candor de inocencia, cómo va la doncella pudorosa a los misterios del amor. Y que en esta dispuesta actitud receptiva, abstrayendo de sus recursos estéticos literarios, recibiera la revelación y el mensaje poéticos en su forma original y pura, y así los transmitiera. De ahí la franca naturalidad, la limpia sencillez de su expresión poética, que rehúye todo barroquismo y se muestra parca en ornatos retóricos; de ahí la pureza de su poesía, la que, dentro de ese sólo aparente desplegarse sencillo, se carga de graves símbolos, de profundas esencias personales y humanas.
 
En algunos poemas esta poetisa se hace hermética, dejando en bien guardado cofre el presentido con-tenido, que espera la llave mágica de otra sensibilidad afín para transparentarse, para mostrar su secreto. Quizás haya que buscar esta peculiaridad en que parece vislumbrarse que de toda su obra en las letras, sea la poesía la parte más suya, la más pegada a su corazón, la más íntima, y, por tanto, la que le permite ejercer el derecho a reservarse algo para sí misma, manteniéndolo entre insinuantes penumbras.
 
Josefina Plá, talento y sensibilidad proteicos, creadora polifacética, voluntad indeclinable de trabajo y acción, se coloca por relevantes méritos y derecho propio entre las mujeres de avanzada de la América hispana.
(Fragmento de un estudio sobre la obra de Josefina Plá).
 
JOSÉ RAMÓN HEREDIA

 
 

I

... Aquí estuve. Aquí estoy. Fue un tiempo del cual jamás hubo memoria,
-porque la tuya con la mía son una-
Pero yo sé que estuve, y mi estatura
ahora es perímetro de huertos.
Yo estuve y sé que estoy. Yo bato el inaudible tambor de un antiguo latido
en el ladrillo del patio, en la corteza del árbol cejijunto,
en la gotera ciega como el beso;
en la danza del polvo
que en la raya del sol sonámbulo enloquece.
 

Yo estuve y yo regreso. Por siempre enamorado
como el viento de lengua lastimada
aprendo nuevamente el dócil canto de la primer cigarra,
el crepitar de la minúscula tijera de la hormiga
o debajo la lengua del más tibio cordero
suscito la voz blanda de la primera súplica.
Yo estoy y sé que estuve. Yo inauguro
hoy el canto olvidado en la reseca gárgola,
y en tus labios el pozo de tu primer olvido.
 
 

II
 
Hoy lo aprendí. Vivir es olvidarlo todo,
y morir aceptar que todos nos olviden,
para que nadie muerda con angustia los frutos
ni se desmaye de dolor al ver volar un pájaro.
Recordar es dejar colarse en nuestro pecho la mano que reclama
el préstamo primero,
y el que recuerda ya no puede
soñar que bebe toda el agua que su sed necesita;
ya no puede tener su muerte pequeña por entero.
 
 

III
 
Inmemorial jornada donde los soles funden su río interminable,
donde los ríos cuelgan sus aortas como efímeros cometas,
y los árboles siempre prisioneros
dan vuelta a tierra y cielo, al otro lado azul de todo viaje.
Inmemorial periplo donde aurora y ocaso sangran un solo parto
y la arena murmura al final su miseria pequeña
con la lengua infinita de la espiga.
...Jornada
madurándose en rayos como la nube; abriéndose
cual la granada de oro de las noches.
                                                                          ...Inmemorial vigilia.
 
 

IV
 
Donde pones tu pie, yo estuve, estoy. Te apoyas en mi pecho y te sostengo.
Me alzas en tus manos al cortar el primer crisantemo,
cuando tus sienes mojas yo te lavo para tu diaria muerte.
Mis dedos abren en tus manos las puertas y saben el número exacto de tus pasos;
mis pies suben a veces por tu espalda el tobogán del calofrío.
Duermo la siesta sobre las colinas
cobardes de tus rótulas
y en la feral quebrada de tus ingles acecha mi desvelo.
 
 

V
 
Arriba. Arriba. Arriba. El sueño era un engaño,
la hamaca un espejismo
y el descanso una estafa. Levántate, camina, porque son muchas las jornadas,
y viático tramposo el puñado de tierra que brindaron a tu hambre.
Levántate e ingresa en el coro sin noche y sin descanso,
y pide a Dios por un trébol de cuatro hojas, una semilla curativa;
por una sombra acogedora,
y hasta por una piedra que refugie a un gusano
o sueñe en el montón que atesoran los muertos.
Pide por una lluvia benéfica, un racimo
a punto madurado, un trago fresco.
 
 

VI

(Pero te son acaso consultados tus deseos?...
¿Alguien escribe con letras de piedad tu memorial de súplicas?. . . .
¿Pidieras tú en lugar de la violeta el cacto,
el puñal mejor que el cáliz,
en vez del agua fresca el sorbo de veneno?)
 
 

VII
 
Tal vez pidan por ti la flecha, el ala, la hélice.
Acaso la corteza de taciturna máscara.
Tal vez la mariposa funámbula del aire.
Tal vez te espere el mar, la vela, el témpano;
aleta aguda, anémona quemante,
fluorescente medusa, barroca caracola,
laberinto moreno de las algas,
flanco vertiginoso de torpedo asesino.
Ay, todo menos eso: seguir siendo
polvo, por siempre preso, en la trampa mineral implacable.
Cadena. Exilio. Cárcel. Extrañación. Castigo.
 
 

VIII
 
Levántate. Camina. Y no te quejes.
Tú que hablaste de amor. Porque el amor es esto:
un descanso imposible, un más allá en perpetuo reto, un viaje nuevo
tras de cada jornada insuficiente.
(¿Qué vida nuestra vida, si todo lo engendrase todo, menos el hambre de otras vidas?)
Levántate. Camina. Porque esto es el amor que te secaba
las carnes como seca el sol los herbazales en enero.
Esto el amor. Seguir tu forma inacabada,
sonámbula por todos los corredores de la muerte.
 
 

IX
 
Entre tanto, levántate. Camina.
No llores el amor que estuvo en tus mejillas claras,
que corrió por los mapas celestes de tu sangre,
porque ese amor te citará al regreso.
El ha de levantar tu polvo de noche entre los muertos
-hijo de nuestra oscura llamarada-
para darle otra vez una sed del tamaño del cielo.
(Ojos de uva al mediodía,
manos como estrellas abiertas a tientas en lo oscuro,
pasos midiendo bosques de olvidadizas hojas).
Levántate. Camina. Mundo de encendidas abejas, tu pulso
perdió voz y mirada. Es solo amor, tan sólo
amor. Amor tan sólo.
 
 

X
 
Mira bien el otoño manojo de rotos tulipanes
matadero de soles. Porque en él volverán a quemarse como polillas tus deseos.
Mira bien los plantíos, donde septiembre alza verdes vapores tiernos;
porque ellos levantarán el índice de tus tapiados pasos.
Y no llores en demasía la tarde que se te va cargada de preguntas,
como fruto de fuego con la vedada almendra;
porque hasta la última de ellas te será contestada
y aunque tú no lo quieras ha de llenar un día
el largo y ancho de tu muerte
la verdad que ha de darte su nombre de una vez para siempre.
 
 

XI
 
Otro sorbo de amor. Y la nostalgia crece,
la nostalgia que anuncia la claridad lejana.
Ah. Cómo cuesta, polvo,
dejar este amor duro, esta hambre de los huesos,
esta sed de cintura,
y cambiarlos un día
por la paz sin dolor, sin angustia, sin sueños, sin recuerdo.

.
 
 
 
 

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