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EMILIO PÉREZ CHAVES (+)
  VOCES QUE NO SE APAGAN - EMILIO PÉREZ CHÁVES


VOCES QUE NO SE APAGAN - EMILIO PÉREZ CHÁVES

EMILIO PÉREZ CHÁVES - VOCES QUE NO SE APAGAN

CD 3
 
 
 
Entrevista realizada por VICTORIO SUÁREZ
 
Palabra viva de grandes escritores paraguayos
 
 
 
 
 
 

Es uno de los más lúcidos intelectuales de la Generación del 70. Nació en Asunción en 1952. Se destaca además como poeta, narrador, dramaturgo y ensayista y ha ejercido la labor de redactor de la histórica revista "La Estrella" del Colegio San José, que hasta hoy día aparece. Es catedrático universitario. Enseña Filosofía y Literatura Hispanoamericana. Ha dirigido la revista "Época" (1968). Estuvo como miembro del consejo directivo de la revista "Criterio" y ofició corno asesor cultural de varías entidades universitarias, entre ellos también el "Teatro Popular de Vanguardia". Dio a conocer su poemario "El fénix del recuerdo" (1976). La mayor parte de sus obras está dispersa en libros y revistas nacionales e internacionales.

Algunos de sus textos han sido traducidos al inglés, francés, alemán y portugués. Tiene también varias obras inéditas y está considerado como el líder indiscutido de la Generación del 70.



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EMILIO PÉREZ CHAVES. Entrevista por VICTORIO SUÁREZ

(5-VII-92 - ABC)

“QUERÍAMOS LA REDENCIÓN A TRAVÉS DE LA MILITANCIA POLÍTICA Y CULTURAL”

( GENERACIÓN DE 70 - LITERATURA PARAGUAYA )

 

Para ahondar nuestro apunte sobre la promoción del 70, presentamos este diálogo con el poeta y crítico Emilio Pérez Chaves, protagonista intelectual e integrante de la citada generación. He aquí la entrevista.

 

–Posterior al 60 aparecen los que conformaban la promoción de 1970, ¿cómo se puede sintetizar el fenómeno que impulsa la irrupción de tu generación en la literatura paraguaya?

–Para responder a tu pregunta debo hacer un recuento cronológico acerca de los procesos que se desarrollaron dentro del espectro sociocultural del país. La promoción precedente, la del sesenta, conformada por Francisco Pérez Maricevich, Miguel Ángel Fernández, Roque Vallejos, Mauricio Schvartzman, Víctor Jacinto Flecha, Renée Ferrer y Gladys Carmanogla, entre otros, fue la que lentamente abrió el camino mediante las ediciones de la revista “Diálogo” y los cuadernos de la colección “Piririta” (dirigida por Miguel Ángel Fernández). A éstas se suma la circulación de “Alcor”, dirigida primeramente desde Asunción y luego desde París por Rubén Bareiro Saguier. Tal publicación era estructurada por Colombino y un equipo muy interesante de gente vinculada al quehacer cultural. Fueron ellos los que asumieron una actitud solidaria hacia los jóvenes del ’70. Conste que “Alcor” era fundamentalmente vocera de la promoción del ’50, pero aún así la barrera generacional nunca fue un impedimento. En literatura no existe un núcleo generacional sin su órgano de expresión, aunque a veces éste se da a través de suplementos literarios; pero, generalmente, en la literatura paraguaya, como en toda la literatura latinoamericana, se agrupan alrededor de una publicación. La promoción del ’70 irrumpe de las academias literarias de los colegios de la mediana y alta burguesías. En el 69 se formaron las ligas de academias literarias que junto con el Teatro Popular de Vanguardia movilizaron los festivales de teatro, los cine-clubes y los movimientos estudiantiles que no se divorciaban de lo contemporáneo, es decir, del proceso ideológico, político y cultural. Estábamos insertados dentro de un esquema intelectual muy politizado. Los que nos precedieron, quienes eran más puristas, decían que no podíamos ser tomados en serio porque éramos muy políticos para ser intelectuales y muy intelectuales para ser políticos. En 1964, con Adolfo Ferreiro, José Carlos Rodríguez Alcalá, Mario Paz, Pedro Gamarra Doldán y Hernán Casco, fundamos la revista “Época” en el Colegio San José. Nuestra revista no se superpuso, sino aparece paralelamente a la ya conocida “La Estrella” (fundada por el padre César Alonso de las Heras, en la década del 40). En el año 1966, en la casa de Basilio Bogado Gondra, lugar solariego donde siempre nos reuníamos, dimos a conocer nuestro vocero literario: “Criterio”. Esta publicación se imprimió desde el 66 hasta julio del 77, año en que fue clausurada —en feroz represión anti-intelectual—. No debo olvidar que a partir de 68 la revista “Frente” cumplió una importante labor difusiva del pensamiento político y temas que tenían que ver con el activismo universitario.

 

–Si se hablara de similitud con otras revistas que se imprimían en el exterior, ¿cómo ubicarías a “Criterio” y “Frente”? ¿Qué les unía y qué impacto creó para los del 70 la muerte de René Dávalos?

–En primer lugar, pretendíamos que “Criterio” fuese “Casa de las Américas” o “Sur”; y “Frente” un poco “Brecha” o “Marcha”. Esas eran más o menos las intencionalidades. A partir del grupo primigenio, ya en los comienzos de la década del 70, se acercan a “Criterio” José Luis Simón, Diego Abente y otros jóvenes valiosos que integraban los movimientos estudiantiles. En realidad, la generación del ’70 podría llamarse también la del 68/69, llevando en cuenta que la rebelión estudiantil de París (mayo del 68) tuvo una influencia decisiva y, por supuesto, llegó a América Latina. En mayo del 69, en la Argentina se produce el “Cordobazo” que derribó a Onganía. En junio del 69 nos visita Nelson Rockefeller y estallan las agitaciones estudiantiles, pues a la familia Rockefeller la asociábamos con la empresa petrolera Shell, responsable del conflicto bélico del Chaco. Había una especie de “revivir” surrealista y contestatario, fundamentalmente “antistablishment”, eso nos unía.

Puedo decir que dos episodios truncan en cierta forma la militancia cultural del 70: la muerte trágica, el 6 de octubre del 68, de René Dávalos. Se trata, sin duda alguna del poeta y crítico que más prometía entonces. Aquella desgracia fue un golpe muy doloroso, una herida que no pudo cicatrizarse hasta hoy. Por otra parte, en el 69 se produce una fuerte represión en contra de los movimientos estudiantiles liderados concretamente por las facultades de Ingeniería, Medicina, Derecho y Arquitectura. Más tarde se unió la Facultad de Filosofía con su activo grupo denominado “Mural”, que tuvo categórica influencia a través del poeta Juan Carlos Da Costa, Julio Samaniego, Hugo Oddone, Antonio Pecci, Hiro Ballasch (que dirigía la revista “Temas”) y Gustavo Laterza.

 

–¿Qué incidencia tuvo la Iglesia Católica en aquellos difíciles años de persecuciones violentas y efervescencia estudiantil?

–La Iglesia Católica fue muy importante a partir de Medellín (1968), pues sehabía dado un gran salto hacia el compromiso con la realidad de las grandes mayorías desposeídas. En ese sentido, debo decir que se plegó a la posición asumida por todas las iglesias latinoamericanas. Medellín fue un golpe al conservadurismo clerical. Los sacerdotes Oliva, Munárriz y Ramallo, a través de la Facultad de Filosofía UCA, difunderon el documento de Medellín. Luego se imponen las famosas misas “A go go” de las que participaron figuras conocidas como: Carlos Peralta, Gerardo Escobar, Víctor “Pato” Brítez y otros. Estos artistas entonaban canciones famosas de la época como “A desalambrar” y todo el repertorio de Biglietti y el “Nuevo Cancionero Latinoamericano”. Se comienza, además, con la nueva trova cubana en un clima de efervescencia muy importante. En 1967, con la Constituyente, ya había una gran reacción estudiantil. A pesar de los partidos políticos que participaban del proceso, había Estado de Sitio y gran número de presos políticos. Expresamente fueron excluidos el Movimiento Popular Colorado (MOPOCO), la Democracia Cristiana y el Partido Comunista. Nosotros nos solidarizamos con estos tres partidos progresistas y otros incipientes. Igualmente, las juventudes políticas (Alón, JRF, JDC) repudiaron aquella farsa electoral porque lo que se veía venir era el vitaliciado de Stroessner. No hacía falta convocar a una Constituyente para hacer un solo artículo y reformarlo. Entonces, en el 77 se evitó esta burla y se transformó un solo artículo.

 

–La década del 70 se caracteriza por una impresionante actividad política. En el mundo se dieron hechos llamativos. ¿Algunos que marcaron a fuego la visión de ustedes...?

–Cantidad de hechos marcó nuestra experiencia, a modo de ejemplo tenemos la ideología de la Alianza para el Progreso, iniciada por Kennedy y sostenido posteriormente por Lindon B. Johnson. La situación tenía como trasfondo la Guerra de Vietnam; por otro lado, la guerrilla en América Latina y los otros movimientos transformadores como la Unidad Popular (Chile) con su primera experiencia socialista por la vía electoral. Este hecho llevó a una observación interesante, especialmente en Francia e Italia que tenían semejante proceso, es decir, el acceso de la izquierda al poder a través de las urnas. En 1970 estaba en Bolivia Juan José Torres, un militar revolucionario nacionalista; asimismo, la revolución peruana resultó muy positiva. No olvidemos a Torrijos en Panamá, y México con su accionar siempre favorable a los cambios. Pero ni tan lejos ni tan cerca de todo aquello, Cuba que fue para la generación del 70 —creo que en estos mis amigos van a coincidir— el faro inspirador. Es que siempre se veía en el “Che” Guevara y Fidel Castro la fusión entre el intelectual y el estadista conductor de pueblos. Y esto lo veíamos en el concepto del Tercer Mundo de Frantz Fanon y su libro “Los condenados de la tierra”. En enero del 68 se realiza en La Habana el Congreso Tricontinental, donde Fidel repitió lo que ya había dicho a los escritores cubanos en el 61: “Dentro de la revolución todo, fuera de la revolución nada”. Entonces nosotros también tratamos de aplicar esos principios para atacar a la dictadura feroz, fascista y longeva de Stroessner.

 

–Veinte años después, ¿cómo se puede caracterizar todo aquello?

–Quiero introducir veinte años después —fuera de lo formal— una pequeña broma para explicar o juzgar lo que fue el 70. Winston Churchill, que era muy pícaro e ingenioso y tenía sus salidas, decía: “El que no es comunista a los veinte años es un canalla y el que sigue siendo a los cuarenta, es un idiota”. Nosotros estamos ahora con cuarenta años. Con esto no quiero decir que dejamos de ser lo que hemos sido pero, evidentemente, debemos repetir lo de Neruda: “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”, y esto por una evolución natural. Cuando nosotros partimos al exilio en el 70, algunos críticos dijeron: “Los del movimiento independiente salieron del país como marxistas-leninistas y volvieron al país como socialdemócratas”. Más allá de la filosa intencionalidad de este comentario, el mismo encerraba algo de verdad porque evidentemente al irnos estábamos más en la línea guevarista, aunque no en el sentido estrictamente político sino humano. Volvimos con una concepción más próxima al euromarxismo que se identificaba con la línea de Gramsci, Berlinger, Carrillo, etc., insistiendo más en la línea insurreccional en el sentido de cuestionamiento total al “stablishment”, no al hecho solamente de pasar –como decía Marx– “de las armas de la crítica a la crítica de las armas”. Volvimos más en una clave de hegemonía cultural en el concepto gramsciano, cuando nos dimos cuenta de que el Estado latinoamericano por su posición de capitalismo dependiente y periférico alteraba todos los esquemas convencionales y dogmáticos. Repito, en el 60 y 70 el único faro fue la revolución cubana; posterior al 70 ubicamos al socialismo venezolano. Vimos otras alternativas que, si bien no cuajaron, quedaron: el movimiento de Gabriel García Márquez, el Frente Amplio de Uruguay y el Movimiento 26 de Marzo, de Mario Benedetti. La dictadura paraguaya, a pesar de estar podrida, daba zarpazos desaforados y se desmoronaba desesperadamente. A mediados del 80 algunas barreras se levantaron y muchos exiliados volvieron. Conste que otros ya lo habían hecho antes. Lo cierto es que existían focos de rebelión, y en tales circunstancias llega la clausura del diario ABC en el 84. En el año 82 se expulsó a Roa Bastos. Sumemos a estos hechos la plena vigencia de la represiva “Ley 209”, de funesto recuerdo. La persecución llegó al pico más lamentable con la intervención del Colegio Cristo Rey y una fuerte amenaza al Colegio San José y a la Universidad Católica. Esta última institución educativa se vio presionada por el ministro Montanaro para prescindir de 52 profesores. Fue una verdadera inquisición cultural.

 

– ¿Esa “inquisición cultural” alcanza a la promoción del 80?

–No es casual que la generación del 80 se sienta desorientada, porque no había referencias, no había parámetros, faltaba lo que los ingleses llaman los hitos, las señales en el camino. Esto hizo, en cierta forma, que la promoción del 80 fuera huérfana, algunos eran muy jóvenes para leer nuestras obras que en la mayoría de los casos se publicaron en el exilio.

 

– ¿Podrías ahondar en la expresión “cultura militante” y la línea de la promoción del 70?

–Quiero recuperar la pureza prístina de los términos “militante” y “militancia” que con el correr del tiempo fueron degradándose con la línea Abdo Benítez. Nosotros hablamos de una cultura militante, en el sentido de cultura no disociada de las luchas populares y que mediante los diversos medios de expresión representa la lucha del pueblo por un mejor destino. Siempre fuimos –creo que seguimos siendo– socialistas, humanistas y trabajadores de la literatura. En ese sentido, por ejemplo, descreíamos del realismo socialista y decíamos que dicha corriente no era realista ni socialista porque daba una visión edulcorada y falsa de la vida en los países del Este. Recordábamos a los escritores censurados de la Unión Soviética, donde las obras de Vargas Llosa, García Márquez y Cortázar, por sus páginas de erotismo un tanto audaces, eran amputadas en su versión rusa; esto no se diferenciaba mucho de la batería inquisitorial y fascista de Stroessner o del general Franco.

 

–¿Cuál era la relación con las promociones precedentes que no asumieron posturas abiertamente políticas, exceptuando algunos casos meritorios de escritores que vivieron el exilio interior y exterior?

–Quiero ser muy preciso en esto. No olvidemos este dato cultural muy importante: los miembros de la generación del 50 que quedaron en el país son los derrotados del 47, son los que vivieron el exilio interno seguramente más desgarrador que el exilio externo, donde uno puede por lo menos leer y comunicarse. El exilio interno implica sobrevivir dentro del rencor y la tristeza. La gente que quedó tuvo una tarea muy meritoria al subsistir con la mínima antorcha cultural. En esos años el padre César Alonso de las Heras tuvo una influencia muy importante con la fundación de la Academia Universitaria en 1946, un año antes de la guerra civil que desangró al pueblo paraguayo. Se prolongó la vigencia de ésta hasta 1954, año en que cae el presidente civil Federico Chaves. Este hecho que debería llamarnos a reflexión, porque allí se reinicia el poder militar absoluto bajo el ropaje de un sector dócil, doméstico y servil del Partido Colorado, pero el que toma realmente el poder es el ejército. No olvidemos que cuando asume Federico Chaves, cae asesinado una brillante figura del coloradismo: el Dr. Roberto L. Petit, lúcido y solidario dirigente del Partido Colorado. La muerte de Petit clausuraba el pensamiento crítico del coloradismo, aunque resurge vagamente en el 59 con la aparición del MOPOCO, cuyas cabezas más visibles eran Lovera, Riera, González Casabianca, Osvaldo Chaves y muchos otros colorados que partieron al exilio como: Teodoro S. Mongelós, poeta popular de relevancia, quien falleció en Foz de Yguazú (1966), sin poder retornar, obviamente. La cuestión se plantea así: por un lado, los desterrados del 47 y, por el otro, los derrotados que quedaron aquí, en el exilio interno y que mantuvieron una actitud muy digna, tenemos algunos casos concretos: José Luis Appleyard, Gómez Sanjurjo y otros. Conste que Bareiro Saguier ya había salido del país, al igual que Carlos Villagra Marsal, quien ejercía cargos en las Naciones Unidas. Con las promociones precedentes nos diferenciaban los criterios ideológico-políticos. A pesar de todo, hubo varios intentos de refundar la Sociedad de Escritores. Creíamos, además, que una sociedad de tal carácter no es solamente un territorio gremial, pues existen pautas mínimas de humanismo y democratismo. No obstante, había figuras indignas con quienes no se podía tratar. Ahí estaban Mario Halley Mora (jefe de Redacción del diario Patria en aquel entonces), quien se dedicaba a difamar sistemáticamente a los intelectuales progresistas; Roque Vallejos, que había editado “Stroessner, caudillo de América” y “Don Mario, intelectual del pueblo”; Ezequiel González Alsina, excelente poeta del 40, pero posteriormente se convirtió en el gran inquisidor de nuestra cultura. No podían participar de una mesa que quería organizar a los trabajadores de la cultura de nuestro país, conste que, hablando sin sectarismos, voy a nombrar a escritores colorados que mantuvieron  una postura más digna, tal el caso de Hipólito Sánchez Quell, que si bien fue embajador de Stroessner y presidente de la Corte Suprema, se mantuvo tolerante y pluralista, al igual que Bacón Duarte Prado.

 

 –¿Podrías mencionar otros canales de difusión utilizados por la promoción del 70? 

–Hay varios niveles, los canales escritos: “Criterio” (revista y editorial). Por otra parte, “Frente”, un semanario muy importante que se difundía en cada facultad, palpitando con la temperatura cotidiana de la vida estudiantil. Luego en la parte musical se creó “La joven alianza”, que luego daría impulso al “Nuevo Cancionero” con Mito Sequera —exiliado en París—, Maneco Galeano, prematuramente muerto; Carlos Noguera, Ani Ashwell, que luego viajó a los EE.UU. También Juan Manuel Marcos. Se realiza en 1973 el montaje escénico-musical “López”, de donde salen posteriormente obras que se hicieron conocidas como “Canto a la Residenta”, “El canto a Alberdi”, todo bajo una óptica renovadora. Las radios también fueron utilizadas, como Cáritas y Ñandutí. Algunas tímidas incursiones en la televisión con obras teatrales con Ana María Imizcoz, Antonio Pecci, el Teatro Popular de Vanguardia, Rudi Torga, Humberto Gulino y otros.

 

 –¿Qué leían y cómo lo hacían, llevando en cuenta la represión y su sistema inquisitorio para la literatura política y de ficción? 

–Te diría que (como fuimos una generación altamente y felizmente politizada) leímos todos los clásicos del pensamiento marxista. También todo el revisionis mo, sin ninguna limitación, y toda la literatura socialdemócrata de procedencia sueca; las obras de los pensadores mexicanos como Carlos Fuentes y Octavio Paz; es decir, teníamos una visión muy cosmopolita, universitaria, nada provinciana ni localista. Si los del 50 –tutelados por el padre Alonso– querían redimir al país a través de la cultura, nosotros queríamos la redención a través de la militancia política y cultural. Esa fusión exacta en la praxis evitaba la disociación o la divergencia entre vanguardia artística y vanguardia política. La acción cultural era la forma más elevada de militancia lejos del bipartidismo anquilosado y del dogmatismo del exilio. En cuanto a los poetas que influyeron se puede hablar de todos los surrealistas, ellos fueron nuestra fuente. También los poetas españoles del 27: Lorca, Cernuda, Alberti. Los latinoamericanos –incluyendo los brasileños– como Vinicius de Moraes, Carlos Drummond de Andrade, Murilo Mendes, entre otros. Asimismo, los cubanos Roberto Fernández Retamar, Eliseo Diego; la música fue importante para nosotros, a tal punto que muchas veces fuimos letristas de canciones. No quiero olvidar a los abuelos y padres tutelares de la poesía, como Rubén Darío, Jorge Luis Borges, César Vallejo, Octavio Paz. Todos ellos formaron parte de nuestras lecturas habituales de poesía, no para la imitación o el mimetismo, ellos sirvieron un poco como “garrocha” para las nuevas experiencias. Mirando a los nacionales, yo particularmente me identificaba con la línea de Gómez Sanjurjo, Bareiro Saguier y Carlos Villagra. Te diría que más que autores fueron actitudes vitales las que nos definieron; en nuestra actitud de vida pretendimos encarnar “El Hombre Nuevo”. Nos interesaba esa fusión entre la vida y la obra. A veces era preferible bajar el tono, escribir una poesía de tono menor, no épico, pero en concordancia entre texto y actitud vital. Y tocar este punto me lleva a una frase del Che: “Hay que enfurecerse sin perder la ternura jamás”. Quiero repetir a Albert Camus en este pensamiento: “Todos aquellos que luchan hoy por la libertad, vienen a luchar por la belleza”. No olvidemos a André Malraux y su hermosa lección “El lema de la juventud debe ser cultura y coraje”. Sería una injusticia olvidar a Martí: “Mi verso y yo nos salvamos juntos o nos condenamos los dos”. Estas bellezas expresivas marcaron nuestra formación.

 

–¿Podrías hacer un balance provisorio después de algunas décadas?

–En realidad, todo balance resulta provisorio, pero ahora en junio de 1992 (Quinto Centenario - Encuentro de dos culturas) puedo decir que el 70 ha dejado dos narradores: Guido Rodríguez Alcalá y Juan Manuel Marcos. Por otra parte, deja unos magníficos poetas como: Carlos Hempel (que insiste tercamente en la ineditez), René Dávalos, Jorge Canese y otros. El 70 también ha dejado lúcidos críticos sociales: Adolfo Ferreiro, Pepa Kostianovsky, Jesús Ruiz Nestosa y José Carlos Rodríguez Alcalá (el sociólogo más brillante de nuestra generación). Este panorama es apenas una síntesis apretada; me gustaría incursionar realmente en cada una de las vertientes que emergieron del 70. No obstante, espero que mis apreciaciones puedan servir de guía para aquellos que buscan una aproximación a la promoción de 1970.


 
 
 
 
 

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