OBRAS COMPLETAS
Ilustración de Julio César Vergottini
© Patronato de Leprosos del Paraguay
Editorial Manuel Ortiz Guerrero,
Asunción-Paraguay 1969 (383 páginas)
PRESENTACIÓN A ESTA EDICIÓN
En 1952, el Patronato de Leprosos del Paraguay en cooperación con la Editorial Indoamericana, lanzó con agrado, la primera edición de las obras completas éditas de Manuel Ortiz Guerrero. Esta vez, con la inclusión de la obra inédita "ARENILLAS DE MI TIERRA", todas las obras de Ortiz Guerrero ven la luz, rindiéndole el más sentido homenaje, no sólo de parte del Patronato, sino muy particularmente de quien fuera su esposa, la Sra. Dalmacia S. de Encina.
Con la primera edición, se han recaudado suficientes fondos con los cuales se adquirió un predio en la capital paraguaya, para la erección de un moderno edificio, hoy realidad, desde donde se atienden a los atacados del Mal de Hansen, en forma totalmente gratuita. Por eso, en un sencillo homenaje que se le rindiera a la Sra. de Encina en frente del edificio, el Secretario General del Patronato, expresó y con razón, que "aún muchos años después que Ortiz Guerrero se haya ido, él ubicó la piedra fundamental, sobre la cual descansa hoy una obra de amor al prójimo, espíritu en el cual vivió Manuel Ortiz Guerrero".
Gracias a la infinita comprensión de la Sra. de Encina, hoy nuevamente, y con renovado entusiasmo, el Patronato de Leprosos del Paraguay, ofrece al fiel público lector, esta edición, que como la anterior, va impregnada de un sentido humanista de caridad social.
PATRONATO DE LEPROSOS DEL PARAGUAY
PRÓLOGO (FRAGMENTO)
ORTIZ GUERRERO
Y SU ÉPOCA EVOCACION DE JUVENTUD
La primavera canta, la primavera ríe
en un triunfal derroche de luz y de tesoro,
el sol sobre la tierra divino amor deslíe
cual si fuera un diluvio rubio, de puro oro.
O. G.
Como la sentía en estos versos, fue la primavera de su vida, canto y sonrisa, porque la virtud del canto le nacía en los manantiales del alma y la sonrisa que afloraba a sus labios, era la defensa con que le habían dotado los dioses frente a la humana desventura.
Romero de ignorados caminos, vigía de estrellas, "con su morral de ensueño a cuestas", apareció un claro día en nuestro viejo Colegio. Transparentando a través de su humilde aspecto de estudiante campesino la prestancia reveladora de auténtica aristocracia espiritual, que no habría de ser desmentida jamás, ni en hechos ni en palabras, se ganó de inmediato el interés y la simpatía de aquella sociedad juvenil, alegre y esperanzada. Amplia la frente, cuya comba daba una sensación de claridad; ensortijados los cabellos de la romántica melena; verdes, grandes y brillantes ojos; sonriente la boca de labios carnosos. La voz, de acento cálido y armonioso, parecía elevarse de lo hondo de un alma iluminada.
Su vida -lo sabremos después- tiene un precio muy alto. La madre murió cuando él nacía. Junto a la cuna un cirio; frente al fruto del amor, los despojos de la muerte. ¿No parece esto un símbolo de su destino? Y quien cantó con líricos acentos al amor, ¿no pensó alguna vez que la Intrusa había hecho un pacto con Eros, bajo el cárdeno fulgor de su estrella, para que él, poeta, herido en el corazón al nacer, cantara los dulces martirios, las mortales angustias, las alegrías infinitas, que caben, como en un alado paréntesis de eternidad, en el instante fugaz del beso?
La abuela se ha hecho cargo del niño huérfano vivaz y travieso, cuyos ojos absortos que avizoran lejanías de ensueño en países de magia, están cargados de arcádicas visiones, de azules intensos que recortan los perfiles de los cerros guaireños, poblados de árboles, de animados mitos y de leyendas. Cuando la sed los abrasa, ya sabe dónde, entre las matas de amambay, se oculta la fuente de agua clara que mana entre las rocas, aquella fuente que habrá de inspirarle un día el nombre de su primer libro "Surgente", que:
Fluye de la indiferente
roca, la mansa surgente;
fluye con fuerza inocente,
fluye... fluye eternamente.
Allí beberá como aconseja, "con el hueco de la mano", en tanto la corriente se desliza escapándose por el cauce, rumbo al río, al mar, hacia el cielo, cruzando rumorosa y espejeante los campos, en eterna dación de eterno movimiento. Al mismo tiempo que sus ojos perciben imágenes exteriores, su sensibilidad se nutre de nativa substancia. Mientras en la tarea los lentos bueyes hacen girar el torno del trapiche, y en grandes y humeantes fogones se cuece la negra miel, saborea en tosca calabaza el mosto y la cachaza, que apagan la sed y alimentan deleitando. Y cuando en las noches de baile, al son de rabeles quejunbrosos, guitarras, arpas, dulces y tristes cantos de la tierra, en rápido torbellino de paso de polka o ronda de chopí, giran gráciles sobre ligeros y desnudos pies, las raída pôtï de blanco typoy y almidonada enaguas, en brazos del arriero que ajusta a la cintura, como trágico signo de hombría el puñal, semioculto por el poncho que le cae del hombro como un ala abatida, y en danza de cuerpos ceñidos, los ojos en los ojos, en los labios una palabra de amor encadenada al beso, el niño silencioso y pensativo intuye el misterio germinal. Y si en lides de amor y de política luchan los hombres con fiera saña, en el destello de los cuchillos que chocan, en el viborear de los cuerpos que esquivan la puñalada, admira el espectáculo bello y salvaje de la "trenza".
En la suma de sensaciones e impresiones de su niñez, en la desventura de la hora inicial de su existencia, dolor que gravitó siempre sobre su corazón con el peso sutil y hondo de una herida, ¿no están acaso presentes los elementos primarios, subconscientes, determinantes de su vocación? ¿Su obra poética no estará, acaso, animada por el alma de las horas que se deslizan serenas y placenteras en los suburbios guaireños, "sueños en crisálida" y "esperanza en flor"? Y en el medio físico en que se crió, en el ambiente social en que se desarrollaron sus facultades, ¿no le fue dada la divina hebra armoniosa con que se tejen los bellos versos? La propia lengua aborigen, que:
Cual mi yerutí, solloza y canta,
y como mi eireté grata es de aroma...
con la cual balbuciente ha invocado de niño a Dios y que lo comunica con su pueblo, ¿no le habrá concedido la virtud musical de sus estrofas?
ASUNCIÓN, 1914.
LA TORRE Y EL TEMPLO
Llega Ortiz Guerrero a Asunción, en los primeros meses de 1914. En aquellos años de la anteguerra mundial, la cultura se ha refugiado en la Universidad y se reduce al desarrollo literal de los tópicos del programa de su sola Facultad: la de Derecho. No existen centros de cultura literaria, artística ni filosófica. La Universidad es el asiento de una generación sin ideales, nutrida por sentimientos egoístas, que no está dotada del sentido de la realidad nacional, ni poseída por la conciencia de una misión. En el Colegio Nacional, en forma imprecisa, se percibe cierta vaga inquietud espiritual, malograda por la falta del correspondiente encauzamiento. No existen profesores de idealismo. El país, víctima de una economía colonial que succiona sus riquezas sin dejarle las reservas indispensables para estructurar su progreso se debate en espiritual anarquía. El universitario, servidor incondicional de un sistema económico, abraza su carrera con criterio estrictamente profesional. No le impulsa el anhelo de servir a la República, ni de superar su mediocre y rudimentaria cultura, ni de forjarse una personalidad; sólo aspira a asimilar los conocimientos necesarios para capacitarse en la lucha por la existencia, sin brillo y sin altruismo. La política y la burocracia son sus refugios, y para medrar en ellas, no es buena carta de recomendación el carácter.
Al lado de esta zona de penumbra, se proyecta el panorama a sol pleno de la vida nacional; cantos de siembra y cosecha sobre los campos fecundos, sudor de vida y muerte en el taller, manos asidas al hacha que hiende el quebracho, hileras de condenados que por las picadas de los yerbales llevan sobre las espaldas la maldición del oro ajeno y de la propia desventura. Y madres y novias por campos y aldeas, y niños humildes, por sus almas flor de eucaristía, en eterna ronda. Entonces, como siempre, pudo decirse: he ahí un buen rebaño con malos pastores.
Si la política se nutre de los postulados del liberalismo filosófico, en lo literario se vive en plena era romántica. Aún se canta a la amada en versos lánguidos, al estanque plateado de luna, en hondos suspiros, en acentos quejumbrosos. Aún se muere en verso, abrazado a la esquiva quimera. La revolución de Darío que conmueve los cimientos de la lírica castellana, los versos de fuego de Díaz Mirón, el cristianismo de Almafuerte, el misticismo estético de Nervo y los cuadros del trópico de Chocano, afirman los prestigios de la poesía americana, e impulsan nueva savia en nuevos cauces. Pero en espíritu, se sigue siendo romántico. A la pálida amada sustituye la pálida princesa y, en los lagos plateados, ahora, boga grácil el cisne de Rubén.
El poeta y el prosador no han llegado hasta la entraña armoniosa del pueblo. Se reproduce el reflejo libresco, no se capta la realidad humana, presente, viva y palpitante. Cuentos concebidos sobre clásicos modelos: asuntos que se desarrollan en expresos, entre brumas. Salambó ocupa el lugar de la residenta, ausente del Panteón Nacional, sin ocupar hasta hoy el lugar que le corresponde al lado de su hijo, el soldado desconocido. Ni las recientes mal llamadas revoluciones, tragedia colectiva de heroísmo negativo, campo de observación para el artista y el psicólogo, ni las leyendas, venero inagotable, ni las ingenuas manifestaciones de un folklore, rico en intimidad nacional, dan a los escritores temas y sugestiones para elaborar la obra artística. La misma literatura española es dejada de lado. Se cita con veneración a Lamartine, a Hugo, a Renán, y se ignora o se olvida a los clásicos de la propia lengua. La sombra de Quijano el Bueno, se desliza silenciosamente por las almas, ocultando su divida, dignificadora locura. Correlativamente, en los colegios, se consumen horas y días en el estudio de los hechos de la Revolución Francesa, mientras la americana y asuncena gesta de los comumeros, apenas es una lección más del programa, por la misma íntima razón que se ha dado este nombre a una oscura calleja de una cuadra, que separa la Catedral de la cárcel. Fariña Núñez, el maestro, reacciona en las estrofas del "Canto secular", al cantar a la "Asunción comunera, madre de la segunda Buenos Aires, y cuna de la libertad de América"; Rafael Barrett, paraguayísimo extranjero, que al universalizar con aliento genial "el dolor paraguayo", descubre en la mujer heredera de la residenta, virtudes en acción, y en el nativo, valores potenciales dignos de ser exaltados.
El campesino, el mensú, el obrajero, el conspirador, toda una gama de tipos peculiares, no existen para nuestros escritores. ¿O es que la lengua autóctona, que pudo darles moldes originales, constituyó un factor de aislamiento entre la percepción del artista y del alma del pueblo? En todo caso, hubieran conferido a su obra, traduciéndola, ciudadanía universal. Y si sus fuerzas no alcanzaban a cristalizar este anhelo, quedaban las otras capas sociales más permeables: la alta sociedad y la clase media, vetas sin explotar aún. Este olvido, factor negativo, restó a la obra de esta generación, tomada en conjunto, valor perdurable como cifra expresiva de una cultura propia. En la vida misma, algunos escritores semejan personajes escapados de las Escenas de la Vida Bohemia, de Murger. Bohemia astrosa de buhardilla de ciudad europea. La imaginación de estos hombres está poblada de mujeres tísicas, ojerosas, ebrias de alcohol y de estupefacientes, y sus sueños absurdos cobran realidad engañosa al reflejarse en el verde menisco de una copa de ajenjo. Produjeron iluminados por el genio extranjero, sin tener en cuenta que mismo la obra de carácter universalista debe ser creada por el conducto de la observación directa de la naturaleza que nos circunda, de la sociedad que nos nutre de sentimientos y de ideas, en nuestro caso, naturaleza pródiga y hombre insigne, como tipo americano. Existen, sin embargo, algunos atisbos de originalidad esencial en apreciables intentos de liberación. El Huracán de Leo Cen, ilumina de histeria el escenario y Tablas de Sangre de Leopoldo
Ramos Jiménez, documenta, en vigoroso drama, la tragedia del yerbal. Algunas estampas poéticas, cuentos y leyendas se suman a este liberador intento. La novela de costumbres no existe aún.
Hay, eso sí, en lo que va del siglo, un vigoroso despertar nacionalista. El panfleto lanza su reivindicador anatema de fuego; la polémica deja en las columnas de los diarios como una candente huella de sangre. Es como el anuncio de futuras gestas revolucionarias. Es el trueno que se anticipa al rayo. Los historiadores están empeñados en la defensa de los derechos del país sobre las tierras chaqueñas en litigio.
Falta a la literatura paraguaya, en su etapa inicial, el cimiento ancho y profundo de Martín Fierro, el ingenio de Fray Mocho, la íntima y vívida comprensión humana de Javier de Viana, el arte descriptivo de Horacio Quiroga, los tipos-hombres y símbolos de Florencio Sánchez. No se comprendió que la fuente de inspiración en esta etapa de la cultura continental está en las costumbres, en la historia, en el paréntesis que es nuestra vida, abierto y suspendido entre el pasado y el porvenir, en los sueños de una generación, en sus rebeldías creadoras. Se vivió de prestado en la forma, en el estilo en que aquella se vacía. Produjeron obra, estimable y han dejado páginas notables, injustamente olvidadas, pero como sistema de literatura nacional y autóctona adoleció de la falta de aliento vital que engendra las obras inmortales. Fueron sinceros en el sentir y en el sentido que dieron a la obra, en la personal percepción de la belleza. Lucharon, y ésta es su gloria y su justificación, contra la falta de tradición literaria. Soñaron sobre escombros. Se sintieron incomprendidos, extranjeros en una patria que amaron sin entregarse, raros en un pueblo cuya vida no supieron reflejar. Dieron flores, pero no frutos... ¡Espíritus selectos! ¡Soñadores de un ideal alto y salvador! ¡Portadores de la perenne luz sagrada, se aislaron en la cumbre para vivir cerca de las estrellas!. Y allí construyeron su torre de marfil. Pero la torre no era un templo y la cumbre atrae al rayo. ¡Trágico destino el de esta generación! Todos los rayos de Zeus, todas las maldiciones bíblicas parecen descargarse de golpe sobre la blanca torre. Sus moradores caen; los unos, jóvenes fulminados por la muerte grata a los dioses; los otros, buscan refugio en las cavernas donde acecha la locura bajo la sombra alada de murciélagos en vuelo y algunos se salvan, mutiladas las alas del espíritu, en las áridas playas de la política.
Pero el espíritu no muere, y los cuadros se rehacen. Los nuevos hombres rectifican el rumbo y mientras América saluda la aparición de Don Segundo Sombra y de la Vorágine, de la labor pictórica de Diego Rivera y de Siqueiros, casi literaria por lo expresivo y universal de su contenido social, en el Paraguay nace el teatro autóctono, renace y florece la poesía guaraní, en pleno campo de batalla se escriben novelas, se glorifica al indio por los pinceles de Holdenjara, y las notas de la guarania y los reflejos de la cerámica de Campos Cervera se prolongan y se proyectan en una misma onda de luz y de armonía más allá de las fronteras físicas de esta patria, y el espíritu del pueblo, heroico y sacrificado, se hace presente en América y el mundo.
Y estos hombres nuevos, con los escombros de la torre de marfil construyeron un templo.
NACE UN POETA
En este clima, medio y época nace a la vida literaria Manuel Ortiz Guerrero.
Al mismo tiempo que publica sus primeros versos, se da a conocer en cenáculos y asambleas. Su voz melódica imprime a las palabras una grata tonalidad, un hondo sentido potencial y las aligera y las ahonda, dotándolas con hábil fonética, de cierta plasticidad ideal que las hace más gráficas y comprensibles. Sus recitales de cenáculo compiten con sus discursos. En la tribuna se apodera de inmediato del auditorio con magnética atracción. Frente a la muchedumbre se destaca su cabeza dantoniana y la palabra, imagen o anatema, fluye de sus labios, ora tonante, ora tierna. Pudo llegar a ser el primer orador de su generación, de habérselo permitido el destino. Este poeta que tan bien canta al amor, tiene vocación de luchador, siente sed de justicia y no teme a la muerte. Si en plena salud y juventud le hubiera tocado vivir un minuto grande de la historia, su mano, desde la tribuna, lo mismo pudo cerrarse en colérico gesto, amenazando secular Bastilla, que escribir, luego con pluma de oro, un delicado soneto a la amada.
¿Buen o mal estudiante? Término sin sentido, medida precaria para medir o clasificar a un espíritu de tal magnitud. Poderoso intuitivo, sí lo era. Su alma...
la loca
llevando un gran beso y un tibio pedazo de canto
en la boca...,
estaba en perpetuo estado de gracia. ¿Preceptiva? ¿Retórica? Las conoce porque las siente, y su oído no le engaña en la musical percepción. Ha de reír con sonora risa de los retóricos, leguleyos del lenguaje. Emisario de lo divino, en la alquimia de su creadora fantasía sabe dar forma a los sueños, luz a las imágenes, música al verso, entregando pródigo a sus hermanos la astral cosecha: pan de amor a las almas, miel que sabe a dulzor de pecado a los sentidos.
Vive con Molinas Rolón, el inspirado cantor de "La Atlántida", un fugaz período de bohemia. En la casucha que les sirve de albergue, no se come todos los días, y en las noches de invierno han de dormir por turno para poder utilizar la única frazada con que cuentan.
De entonces son estos versos:
Como una visión blanca que pasa sin ruido
vaga toda la noche por la calle desierta
abrazado al fantasma de su sueño perdido,
o con velas hurtadas a necrópolis yerta,
amanece sentado, junto al blanco, al querido
insepulto cadáver de una esperanza muerta.
Alude, sin duda, al hablar de las velas hurtadas a su singular aventura del cementerio. El poeta no puede escribir en las largas y frías noches de forzado insomnio. Está sin luz, el bolsillo vacío y agotado el escaso crédito. Un anochecer ronda con porte sospechoso alrededor del camposanto. En sus grandes y verdes ojos arde un designio. De pronto se detiene y espía. El guardián se aleja después de echar el cerrojo a los grandes portones que chirrían, ruido que a nuestro hombre se le ocurre el eco de dos tibias que se entrechocan. Escala la muralla internándose con paso rápido en las estrechas callejas de blancos panteones. A derecha e izquierda, va apoderándose de las bujías que arden en flamígera rogación a lo alto, y escondiéndolas debajo de la capa, gana a la carrera la calle, ya sumida en sombras, y regresa al centro. Natalicio González ha de pintar más tarde, con mano maestra, las consecuencias de esta aventura: "...El problema de la luz lo teníamos resuelto por varios días, pero, he aquí, que el alma de los difuntos persigue al poeta, reclamándole el fruto de su pecado venial. De noche -según él-, jauría de invisibles euménides le vocifera su ira en el aposento solitario".
A la luz de bujías hurtadas, consumidas por llamas sacrílegas, escribió sus versos en aquellas interminables noches disipando el sueño con el ensueño. La llama votiva vuelve a Dios en luz de poesía, y la ofrenda que manos piadosas consagraron a los muertos, se consume para iluminar espiritual alumbramiento.
¿Mujeres en su juventud? ... ¿Carmen? ... ¿Albina? ... No importan los nombres. Lo amaron y él las cantó. A Dalmacia, fuerte y buena como una mujer del Evangelio, no la nombra, como no se nombra a sí mismo. A su madre sólo la canta en vísperas de su agonía. El dolor por su progenitora, el afecto a su compañera, alientan en la fibra más íntima de su poesía y el dolor y el amor que a él sólo pertenecen, surgen de fuentes recónditas, veladas a los ojos profanos. En su concepción panteísta del Universo, siente el orgullo de saberse una ínfima partícula de Dios, encendida de misterio y de pasión, pero entre sus hermanos se juzga pequeño. ¿Qué es el hombre frente al infinito? Y mide su pequeñez por la de los demás. ¿Mujeres? Sí, lo arparon y él las cantó. ¿No está latente en la mujer el signo de la eternidad? Ora, es la raída que con húmedos pies de aurora:
Va rumbo a la espesura donde la fontana
late en el silencio como un alma humane...;
o, en las horas de su juventud cuando aun el destino no le ha revelado la fatal herencia:
... De todos los vasos los vinos mejores
que exaltan, sutiles, los cinco sentidos
e inflaman los besos de los amadores
sobre los intactos senos florecidos...
Y en las horas grises de los últimos días, cuando ya no ve sino con los ojos del alma:
...Luminoso veneno de un azul homicida
intoxica con una vagarosa ebriedad,
los harapos gloriosos de mi sueño en la vida
reverberan al beso de su azul claridad...
ÍNDICE
Dedicatoria/ Presentación a esta Edición/ Presentación a la Primera Edición/ A manera de Prólogo
EIRETE (comedia)
SURGENTE (poemas)
· Bebe/ Nostalgia/ Para tu Sortija Ideal/ Suma de Bienes/ Tarde Glauca/ Raida Poti/ Al Poeta/ ¡Loca!/ Remember/ ¡Pasa!/ Leopoldina/ Ritmos de Vida/ Promesa en Flor/ Claro Lunar/ Ofrendaría/ Canción de Ensueño/ Saudade/ Ermelinda/ Serenata/ Delirio de Pizzicatos/ El Bohemio/ La Amada Inefable/ El Maestro/ Aromas/ Sonata Blanca/ Jamás/ Alabanza/ En el Belvedere/ Comunión/ La Amarga Plegaria de unos Labios en Flor/ En Voz Honda/ Magdalena Eterna/ Schubert en tu Piano/ Maternidad/ La Gran Conquista/ Hacia el Olvido/ Introducción del Poema “Urutaú”/ La Guitarra del Desengaño/ Mi Verso
EL CRIMEN DE TINTALILA (tragedia)
LA CONQUISTA (drama)
NUBES DEL ESTE (poemas)
· Verbo de Fe/ Génesis/ Primavera/ Del Fuego Eterno/ Amanecer/ Amanecer Rosado/ Media Noche/ Pura Esencia/ Arlequín/ Ricordo/ Adelina/ La Prometida/ Su Promesa/ La Cita/ Memento/ Mote/ Piropo/ Canción de Agosto/ Discurso Fúnebre/ Carta/ Mi Instrumento/ Trasmutación/ Hojuelas/ Copla/ La Rosa/ Endoso Lírico/ Setiembre/ Munificencia/ "Polen"/ Profesión/ Sonetín/ Su Mirada/ Sus Manos/ La Boca Divina/ Niva/ Los Veteranos/ La Sortija/ Diana de Gloria/ “Ulf”/ Mensaje a la Ciudad de Posadas/ Visión Encarnacena/ Gratitud/ El Desfile de Mayo Rogación
PEPITAS (poemas)
· Pepitas Galante/ Pepitas Amuletos/ Pepitas Cuadros/ Pepitas Políticas/ Pepitas Líricas/ Peritas Varias
ARENILLAS DE MI TIERRA (Poemas)
· La Ciudad de Asunción/ Soneto/ La Lechera/ El Gaucho/ Susana/ Chamorro/ Chopí/ La Labranza/ Yasy Yateré/ El Penal/ A México/ Carbonera/ Árbol Aquel/ India/ Buenos Aires, Salud!/ El Mate/ Orientación/ El Poeta/ En Vano/ Parque Caballero/ A Nicaragua/ Rima Celeste/ No, no puede ser/ A mi Amada/ Voz de Presidio/ Guarania/ Himno Social del Humaitá F.B.C./ La Canción del Soldado/ Himno Social del Círculo de Barrereños "La Montaña"/ Voz de Clarín/ Himno Social del Rubio Ñu F.B.C./ Dulce Veneno/ Himno del Club Luis Alberto De Herrera/ Mi Amada/ El Piano/ La Paraguaya/ Diana Mbayá/ Kerasí/ Oñemîtiva Ñe'é/ Paraguaî/ Panambí Verá/ Ne Pore'în/ Îsapî Resá Mimí/ Yukerimí/ Ne Rendape Ayú/ Îvaga Jhovi/ Poranguerecó Ara/ Ta Alabamí' Che Amape/ Cunu'ú Sîrî/ Himno del Club Pettirossi/ Estero Bellaco
POEMAS DEDICADOS A MANUEL ORTIZ GUERRERO
· Alma del Alma Paraguaya (F. Bolívar)
· Manuel Ortiz Guerrero (D. G. Serrato)
· A Ortiz Guerrero (por M. N. G.)
· A Ortiz Guerrero (por Pbro. J. C. Prieto)
· A Manuel Ortiz Guerrero (por A. O. M.)
· Al Malogrado Poeta Paraguayo (Conrado Rodríguez) ..
ALMA DEL ALMA PARAGUAYA
Con el alma desnuda
Y el corazón sangrando, hay que llegar a ti
Manuel Ortiz Guerrero.
A callar todo ruido y musitar un rezo
y poner en los labios a manera de beso
el signo de la Cruz;
encender en el alma el fuego de los siglos
y quemar tus heridas con el mismo cauterio
que calcinó tu vida
que dejaste a jirones
en cada verso tuyo, en cada línea de oro,
en la estrofa apretada que rimaba el misterio
y santiguar el alma, ya puesta de rodillas,
con la ceniza santa de tu cuerpo quemado.
Quien no sienta en el alma el dolor de la tuya
ni venga iluminado por tus propias ideas,
que renuncie a acercarse
a tu augusta morada,
que deje en el umbral del campo santo
afuera,
todo el ropaje impuro que encubra cobardías.
El que venga hasta ti,
debe saber que llega hasta el volcán que un día
incendió con el fuego de sus sacros dolores
todas las almas puras;
desfloró con su verbo las castas azucenas que dormían
[en su alma
y pobló de armonías las cítaras etéreas.
El que llega hasta ti,
que no crea que llega
como se llega a todas las tumbas de los muertos,
tumbas frías que guardan
la frágil osamenta que duerme como todas
la quietud de los siglos.
El que llega hasta ti,
sepa que llega al santuario donde la idea duerme,
donde el verbo reposa,
donde el numen se aquieta,
donde la estrofa oculta su incendio de orfebre
para que el oro luzca su brillo cincelado;
sabe que allí la luz
no ha tenido el eclipse en que se hundió tu carne,
que hay brillos entornados
las cuatro líneas rígidas que aprisionan tus huesos
de los que brotan ráfagas de ígneas llamaradas
que iluminan la oscura soledad de lo ignoto.
Son las luces de tu alma,
son las luces no extintas
que llevó tu cerebro como finos estambres de tu encéfalo
[pródigo,
para encender e1 mundo con el oro bruñido
de tu siembra idealista.
Por eso estoy aquí:
para rezar a solas tu verbo aún encendido,
para poner al borde de tu oquedad que guarda
tu recuerdo por siglos, mi emocionado acento.
Vengo:
Para traerle no la frase angustiada, no la expresión,
no el perfume de flores que tu losa no aspira,
ni el incienso aromado como dádiva inútil,
ni el aceite encendido,
ni la Cruz redentora.
Vengo:
A beber de ti esa savia nutricia que aún te mantiene vivo,
a escuchar el eco de tus sones de argento,
a dejar que mis sienes se sientan cual las tuyas
golpeadas por los recios latidos
de tus propios martirios,
a enrojecer mis ojos con el fulgor eterno
con que brilló tu vida y brillas en la muerte,
decirte bien cerca,
tan cerca que me escuches,
esta sola expresión:
Manuel Ortiz Guerrero,
que el hermano en la vida
te saluda en la muerte
mi fraternal amigo.
FRANCISCO BOLIVAR (Peruano)
MANUEL ORTIZ GUERRERO
Che cuä rejhe añopüta ysapy satí jhovyva,
MANUEL ORTIZ GUERRERO rera añatöi jhaguä,
jha ta che resapemo yvágagui ogueyyva
Ñandeyara rymbava, jhovyva umi muä.
MANUEL ORTIZ GUERRERO jhecope reyujhuva
opa ara co’eme, potí yojhei pyré,
iñacägui oipo’ovaarandú jhi apuva
ñande apyté mombayvajha ñande resapé.
Ndaipórimi iyurúgui ñe’ë pyjhó osëva,
ndaipori ipy’apype jhapichare pochy.
Mboriajhú rojhechá pe tatape oyeyopeva
jha jhetä rayjhupape ¡Jhi’ante ochyryry!
Co’ägäité peveva, muä che resapevo
jha mainumby ajhecharö, jhesé che mandu'á,
jha jhera ajhenoivo: ¡MANUEL ORTIZ GUERRERO!
ñecö’öi jhatyrova che acägui oye’opá.
A MANUEL ORTIZ GUERRERO
Alma bohemia, a la ilusión tejiste
una guirnalda con las madreselvas
y las violetas del jardín interno
del lírico huerto de la ensoñación.
Alma bohemia, de la luna amante,
tú fuiste su devoto impenitente,
tú le tejiste bellas filigranas
con el hilo sutil del sentimiento.
De tus versos vertías la belleza
del agua cristalina de los ritmos
musicales, floridos y divinos
que invitan a soñar y a ser más bueno.
"Suma de bienes", "Schubert en tu piano"
cantan cosas de un reino de leyendas,
que sugieren ideas de otro imperio
donde moran excelsas cualidades.
"Loca", "Jamás" son joyas, son alhajas,
trasuntan un retazo de infinito,
de ese inmenso tesoro que escondía
la caja melodiosa de tu espíritu.
Fuiste apóstol de un culto que profesan
los que saben de amor y de belleza,
dignos varones que jamás se postran
ante el altar del oro y la codicia.
Fuiste hermano de todos los que luchan
por la asunción triunfal de días nuevos
y fuiste abanderado de la idea
que salvará la humanidad futura.
El arte soberano fue tu emblema
que hiciste tremolar sin desaliento
en el mástil triunfal de lo más alto
de tu egregia y galana inspiración.
.
ENLACE INTERNO A LA TERCERA EDICIÓN DEL LIBRO
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MANUEL ORTIZ GUERRERO - OBRAS COMPLETAS
Editorial Manuel Ortiz Guerrero
© Patronato de Leprosos del Paraguay
1ª Edición, 1952. - 2ª Edición, 1969. - 3ª Edición, 2010.
Asunción – Paraguay
Enero 2010 – 398 páginas.
En caso de interés para compra,
Comunicarse al número: 595 21 226.792/ 208.914
Contacto: WILSON BERNAL