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LUISA MORENO DE GABAGLIO
  PINCHO Y CANELA, MIEDO EN LA NOCHE, HUELLAS DE BOTAS, LA IMAGEN , DE CACERÍA y PINCHO ADOLESCENTE - Cuentos de LUISA MORENA SARTORIO - Año 2011


PINCHO Y CANELA, MIEDO EN LA NOCHE, HUELLAS DE BOTAS, LA IMAGEN , DE CACERÍA y PINCHO ADOLESCENTE - Cuentos de LUISA MORENA SARTORIO - Año 2011

PINCHO Y CANELA , MIEDO EN LA NOCHE ,

HUELLAS DE BOTAS, LA IMAGEN , DE CACERÍA,

PINCHO ADOLESCENTE

Cuentos de LUISA MORENA SARTORIO

 

 

LUISA MORENA SARTORIO (Chaco, 1949)

Cuentista y poeta. Aunque tiene el título de Doctora en Ciencias Veterinarias (1976), se ha dedicado más a la creación literaria que a su profesión. Miembro de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SET), socia fundadora de Escritoras Paraguayas Asociadas (EPA), también socia fundadora de PRONATURA e integrante de varios Talleres Literarios, Luisa Moreno Sartorio tiene cuentos publicados en libros colectivos del “TALLER CUENTO BREVE" (dirigido por Hugo Rodríguez- Alcalá), en el diario Hoy en r-revistas literarias locales y extranjeras. En 1992 publicó su primer libro, ECOS DE MONTE Y DE ARENA, una colección de cuentos ecológicos. cuya segunda edición apareció dos años después en versión bilingüe (español-guaraní), traducida al guaraní por MARIO RUBÉN ÁLVAREZ con el título de KAPI'YVA (1994). Dos relatos de dicha colección han sido distingui­dos en concursos literarios de cuentos breves: "CAPIBARÁ” (2° Premio en el Concurso "Veuve Clicquot Ponsardin", 1988) y "RÉQUIEM PARA UN DORADO" (Mención de Honor en el Concurso de la Revista "Punto de Encuentro” de Montevideo, Uruguay, 1990). En 1994 apareció CANELA ENCENDIDA, su primer poemario y obra que incluye el poema "PANTHERA ONCA", ganador del segundo premio en el concurso de cuentos y poemas ecológicos organizado por el círculo Español de Puebla- (México) en 1993,y posteriormente EL ÚLTIMO PASAJERO Y OTROS CUERVOS (1997), NARDITA EN SU PAISAJE (2000), LOS RUBIOS DEL QUEBRACHAL (2003) y LA CASA DE LOS BALCONES AZULES (2005), una novela corta. En el 2007 apareció EL TORDILLO RELÁMPAGO Y OTROS CUENTOS (2007). su libro de cuentos más reciente.

 


PINCHO Y CANELA


Era el día de las ánimas, cuando el cazador mató a la capibará, y quedaron cuatro carpinchitos de los cuales solo dos sobrevivieron. Fue­ron criados con leche de vaca y los sabios cuidados de Maruto, quien les dio el nombre de Pincho y Canela, por la pelambrera dura de color canela. Viven en un tajamar cercano a la casa. Al atardecer, cuando el sol hiere el espejo del agua, los hocicos charolados rompen el cristal y enfilan con la rapidez de un torpedo hacia la costa. Acuden, solícitos, a mis

silbidos, asoman el lomo en la orilla y salen sacudiéndose millones de diamantes de sus largos espinos. Desmonto de mi alazán y les digo cosas cariñosas. Ellos entienden, me miran dulcemente y acercan la cabecita para que les acaricie las orejas. Canela ofrece el cuello, y, apasionados como son, se echan de costado para que siga con mis sobaditas en el vientre liso y rosado, mientras el poniente se dora, se tuesta, se quema, toma el mismo color de Pincho. "Me tengo que ir", les digo. Ellos parecen entender, pero sé muy bien que les gustaría estar más tiempo conmigo. Pincho se incorpora y permanece con la cabeza gacha como los niños cuando simulan enojo. Subo de nuevo a mi caballo y me despido de ellos. Me siguen un corto trecho, se detienen, levantan la cabeza como para atrapar con el olfato ese algo del cual se impregna el aire que dejamos. Después nos borrarnos en la noche. Ellos vuelven a su hogar de agua y camalotes; yo, hacia donde sube una columna de humo azul que huele a azúcar quemada.

 


MIEDO EN LA NOCHE


Esa noche el sueño me era esquivo. No había viento, pero creía escuchar, en ese vago espacio mercurial, el temblor de los árboles. Pienso en mi madre; tal vez ahora sea una estrella, o nube, o brisa... A veces, la nostalgia se me hace intolerable, entonces evoco a Pincho, todo púas y ojitos de niño indio, y sonrío sin querer. Los insectos laten entre el pasto reseco, y el perro viejo aúlla a la luna. Es anciano y desvaría, y, desde tiempo atrás, declaró la guerra a la luna llena, y le ladra, y rezonga hasta dentro de sus pesadillas. Sin embargo, esta noche, su aullido es melancó­lico, siniestro, como si presintiera algo que él ya no puede remediar. El viento se arrastra en forma extraña, levanta serpientes de polvo que hue­len a cosas infames y se aleja siseando entre el tupido palmeral. Las estrellas han subido al cielo, y están pálidas inquietas. Una bandada de cotorras, chillando como viejas, huyen despavoridas. Cuando vuelve el silencio: un cara-bang, cara-bang, llena de estupor el campo dormido. Mi  corazón se detiene en seco. Canela. Pincho... ¿estarán bien?

 


HUELLAS DE BOTAS


Las tortillas brincan en el aceite caliente y se llenan de globos en la cara dorada: son globos rellenos de queso. La machú trae la bandeja de frituras y sirve el cocido con leche en jarros enlozados de medio litro. Afuera, se insinúa un día brumoso y sombrío. No tengo ganas de ir al rodeo. Prefiero llevarle a Pincho una serenata con el organillo, mi flaman­te regalo de Navidad. Di la excusa de que mi alazán estaba enfermo: "tiene mal de la cruz y reposa en el potrero de pangolas". Pero no me escucharon, y tengo que montar en esa mula caprichosa y pendenciera.

Cuando terminó el aparte de los desmamantes, regresamos. Liberé de los aperos a la mula y fui caminando hasta el tajamar. Enseguida vi las huellas de botas, y el olor a pólvora parecía adherido a los espartillos. Un nudo me apretó la garganta, corrí sollozando hasta la ribera. De nada sirvieron mis silbos, ni mis gritos. Desconsolado, me senté en una de las cabeceras del estanque. Una rabia sorda me agitaba el corazón. ¡Asesi­nos!-pensé. Los últimos rayos del sol viraban del rojo al violáceo, en el agua silenciosa, desolada, triste. De pronto, cuando estaba por volver a casa, escuché un suave rumor de pasos: ahí estaba Pincho con una grave expresión en sus ojitos de niño, dejó que le acariciara la cabeza, pero no me ofreció la barriguita. En la mirada, en la sobria actitud de su entrega, supe que sufría, que estaba de duelo. Los hombres habían matado a su hermanita, su única compañera. Lentamente me siguió hasta la casa. Comprendí que, por esa noche, él no deseaba estar solo. Al llegar la hora de dormir, aceptó otra vez mis caricias en las orejas, pero me negó la dulce ofrenda de su vientre rosado: continuaba pudoroso y digno en su dolor.

Tardé en dormirme, buscaba en el cielo una estrella nueva junto a mi madre para llamarla Canela.

 


LA IMAGEN


A Pincho se le ha ido la tristeza, o lo disimula igual que yo. Está con un nuevo entretenimiento: descubrió su imagen en el agua, y, creyendo que es su hermana, ¡hop, hop! ladra y se tira sobre ella, haciéndola peda­zos. Después de una afanosa búsqueda, vuelve a salir desilusionado, con­fundido. Al cabo de un rato, la superficie líquida se aquieta, se juntan los pedazos y reaparece la fascinante figura como si surgiera del fondo del tajamar, y Pincho, alborozado, se lanza de nuevo, con más bríos aún, tras ella.

Hoy traje del monte una miel dorada tirando a rojo. Un metro de panal nuevo y perfumado a aromitas. Lo coseché del hueco de un guaya­cán. Al pasar frente a la casa de Pincho, me detengo a saludarlo. Pincho Huele mis manos untadas de miel y lame con deleite y suavidad la punta de mis dedos. Corto un cuadradito y se lo dejo sobre una hoja ancha de camalote.

La negrura es completa, las estrellas han descendido: unas se mecen en las hojas de los árboles, otras estallan en millones de diamantes que se hunden chispeando en la tierra. El estanque estará bullente de ellas, y Pincho las debe de andar paseando sobre su lomo de fuego. Un grupo me vigila cerquita del techo del mosquitero, contengo la respiración para no asustarlas, y me duermo abrazado a una de las más brillantes, tan tibia, tan suave que me invade una honda ternura conocida. Despierto seguro de que era mi madre convertida en lucero.

 


DE CACERÍA


Pincho y el perro viejo se han hecho muy amigos. Ignoro qué se dicen, pero intuyo que el perro lo tomó bajo su protección. Pasan largas horas sumidos en profundas reflexiones, a veces veo que se detienen, y, grave el semblante, tensas las orejas, observan el vuelo de las libélulas, o de las pequeñas mariposas blancas, que inundan el campo después de la época de las lluvias. También les gusta escarbar bajo los troncos, olfatear huellas, curiosear escondrijos. Pincho es algo atolondrado y no entiende por qué se le da al viejo en perseguir yerutíes, perdices o conejos, y mucho menos, cuando el perro cree ver algo que no existe y se obstina en cazar el sueño. Entonces Pincho se queda sentado, y me parece que hasta se ríe, viendo a su amigo ladrar a alguna flor, que, asustada, tiembla y se des­hace.

 


PINCHO ADOLESCENTE


¡Qué grande está Pincho! Hoy vino a saludarme, le toqué la pancita rosada y supuse que estaría rellena de lilas y verdolagas. En sus ojos hay un brillo extraño. Por primera vez percibo que huele a bicho silvestre. Fue un rato al galpón para ver a los peones, tal vez, a buscar la caricia avara el, anciano. Después lo vi consultar largamente con su amigo el perdiguero. Volvió preocupado. Se acostó sobre mis pies, pero no quiso jugar conmigo. Me miraba como contándome algo importante; sin embargo, yo no logre captar su inquietud, y al parecer quedó resentido conmigo. Enton­ces insistí en jugarle una broma, y, con gran sorpresa de mi parte, él reaccionó, malhumorado, agresivo, y se mandó a mudar a su casa. Pensé: 'tal vez esté enfermo", aunque deseché la idea porque nunca lo vi más vigoroso saludable. Intrigado y triste por su actitud, tan inesperada e injusta no sabía qué hacer. Podría averiguar el motivo de su enojo o simplemente esperar. Decidí lo último porque la noche ya se me había metido en los ojos. En la cocina encontré al anciano. Las llamas del fogón nos separaban: "¿Qué le pasa a Pincho. Matías?". Desde su orilla me miró sonriendo:

-Le llegó la primavera.

 

DE: ECOS DE MONTE Y DE ARENA

(Asunción: Editora Litocolor, 1992)



Fuente: LITERATURA INFANTO-JUVENIL PARAGUAYA DE AYER Y HOY. TOMO II (K – Z). TERESA MÉNDEZ-FAITH, INTERCONTINENTAL EDITORA S.A. Pág. web: www.libreriaintercontinental.com.py. Asunción – Paraguay, 2011.



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