SILVER

Cuento de LUCY MENDONÇA DE SPINZI

SILVER

Así se hacía llaman Silver. Nunca sabré si fue un apodo, o tal vez, su nombre. De él me quedó la figura borrosa, un puñado de recuerdos tiernos, y el modo cariñoso con que yo le decía, Silver, encerrando en la palabra toda una gama afectiva, que con la perspectiva del tiempo transcurrido, puedo entender ahora que incluía sentimientos inspirados por el amigo, protector, preceptor y maestro de entretenimientos.

Ese nombre siempre me evoca el aura que envolvía su personalidad. La melancolía era el elemento sustancial de ese aire suyo, además de la circunspección y la mesura de su porte.

No retuve en la memoria nada de su aspecto físico, como si solamente me hubiera dejado en el alma una benéfica presencia fantasmal.

Se pasaba mucho tiempo en la biblioteca de mi padre, leyendo en un silencio que jamás me atreví interrumpir. Además de su imagen quieta en la habitación forrada de estanterías repletas de libros por los cuatro lados, tengo presente la otra: concentrado trabajando con sus manos en la fabricación de juguetes destinados a mi minúscula persona. Un biplano de madera con la escarapela paraguaya pintada en el extremo de sus alas, una pequeña sortija negra que llevó con orgullo de niña en el dedo anular - fabricada con el carozo del coco paraguayo -, y una hélice de cartón revestido de papel dorado, acoplada al extremo de una vara, son los tres objetos que perduran en mi retina vívidamente, nacidos de su ingenio para alegrar mi niñez.

Sin darme cuenta apareció en mi primera infancia, y así también, sin darme cuenta, se esfumó.

La sensación que dejó en mi ánimo su presencia, no pertenece a la anécdota. Va mas allá, a esa atmósfera que se instaló en mi hogar como con una visita de otro mundo. Se trasuntaba en la conducta de mis padres durante su permanencia entre nosotros. Hubo algo como sagrado, respetuoso y dolido que yo percibía con la fuerza del instinto infantil.

A través de los años me hice infinitas preguntas: ¿Cuál sería su profesión? ¿Tendría esposa e hijos pequeños como yo entonces? ¿Qué sucedió con él al término de la Guerra del Chaco? Cuando regresó a la patria con los suyos, después de su experiencia como combatiente, y luego como prisionero de guerra en un hogar paraguayo, quizá nunca recuperó lo perdido en la contienda, o quién sabe, acaso llevó consigo algún aporte de experiencia vital que lo hizo más completo como persona, a costa, es cierto, de mucho dolor. Deseo pensar que así fue, para seguir creyendo que el sufrimiento llevado con dignidad en el cumplimiento del deber, tiene un sentido superior que escapa al entendimiento simplista.

Llevo su nombre conmigo, y la respetuosa melancolía se acrecienta en mi ánimo, con el correr del tiempo, cuando lo pronuncio.

LUCY M. DE SPINZI.