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EPIFANIO MÉNDEZ FLEITAS (+)

  CARTA ABIERTA DE EPIFANIO MÉNDEZ FLEITAS a EDGAR INSFRAN, 1963


CARTA ABIERTA DE EPIFANIO MÉNDEZ FLEITAS a EDGAR INSFRAN, 1963

CARTA ABIERTA DE EPIFANIO MÉNDEZ FLEITAS

A

EDGAR INSFRAN

 

AL DESCUBIERTO LA TÉCNICA TOTALITARIA DE CALUMNIAS

Y FALSEDADES DE EDGAR INSFRAN

 

 

            Montevideo, 9 de Febrero de 1963.

 

            Señor Dr. Edgar Insfrán

            Ministerio del Interior

            Asunción.

 

            El 11 de enero próximo pasado, reunió usted en el Círculo Policial a un grupo de personas del régimen, ante el cual expuso lo que PATRIA TEMBIGUAI en su edición del día siguiente calificó de "importante mensaje".

            Bajo el subtítulo de "Itinerario de un Crimen Alevoso" a guisa de prólogo, llenó de asombro a su auditorio con una nota de suspenso, al estilo de las novelas policiales, explotando la trágica muerte de un joven cadete del Liceo Militar de nombre, ALBERTO ANASTASIO BENITEZ.

            El golpe efectista perseguido lo puso usted de manifiesto con el primer párrafo: "El 7 de diciembre ppdo. -decía-. frente al templo de la Recoleta, al pie del tablero indicador de la parada de ómnibus de la línea 2, un joven cadete, del Liceo Militar Acosta Ñu, se había dado cita con la muerte".

            Este introito elegiaco de estudiado patetismo, seguido de una serie de incidencias destinadas a agrandar y ahondar la expectativa en torno a su relato, resultó al final que tenía por único objeto inculparme del bárbaro asesinato.

            No sorprenderá, pues, que le dirija esta carta, aún cuando hace ya tiempo es usted un cadáver político, Esta réplica a su diatriba e imputación no la hago porque me importe Usted ni lo que usted diga, sino en homenaje a la verdad y a la opinión pública, que puede ser confundida por la técnica totalitaria de su propaganda basada en la repetición sistemática de calumnias y falsedades.

            La primera prueba de la patraña que envuelve su relato está en su punto mismo de partida, cuando refiere que habiendo sido examinado el cadáver del cadete por el médico forense, éste había certificado que la causa de la muerte era el ahorcamiento, persuadido por la "casi evidencia del suicidio"; y ocho días más tarde -también según usted-, se constató que la víctima había recibido, primero, "dos brutales patadas en el bajo vientre" y la ultimación se hizo "a golpes aplicados con una palanca de hierro."

            Basta un mínimo de sentido común para comprender que ningún profesional médico -excepto el forense, actualmente subordinado, a usted- pudo haberse "confundido" para expedir el certificado de defunción por ahorcamiento, no obstante romperle los ojos, huellas tan enormes como las que debió exhibir el cuerpo del infortunado adolescente con los brutales golpes recibidos. ¿Cómo es posible que se le haya deslizado a usted, dramaturgo del crimen, este hilo delator que tarde o temprano despejará el misterio de lo que su cacumen abría concebido coma "obra" perfecta?

            Usted no puede ignorar que en toda investigación de hechos delictuosos, existen dos elementos cuya dilucidación es previa a cualquier otro paso: ¿A quién puede beneficiar el delito? ¿A quién le puede perjudicar?

            Aquí gene usted otro hilo que omitió anudar. En su exposición consta categóricamente que la trama conspiraticia de los capitanes Ortigoza, Falcón y Ortellado, salió a luz como consecuencia de la muerte del cadete y no al revés. Quiere decir, que de no mediar la investigación -por sugestiva coincidencia dispuesta por Stroessner y no por usted-, dicha trama hubiera quedado en el secreto. También es de todos sabido que los tres capitanes implicados -excepto quizá Ortigoza, y también sin quizá- habían caído hace tiempo en la órbita de la política personal de usted. De modo que si la sola sospecha de delación hubiera inducido a los conspiradores al asesinato, no queda ninguna duda de que el crimen les beneficiaba directamente a ellos e indirectamente a usted.

            Por otra parte, con o sin malicia, el "error" del médico forense, da que pensar de que "alguien" muy influyente -tanto como para obligarlo a tamaña improbidad profesional- estaría en los entretelones del secreto para que hubiese logrado que la inhumación del cadete sobre la hipótesis del ahorcamiento y del suicidio, cerrara el camino a posibles juicios e investigaciones de orden criminal. Este intento echa por tierra todo el andamiaje de su burda imputación, por cuanto es absurdo que precisamente usted y sus colaboradores se me hubieran prestado a procurar la impunidad con el intento de dejar el hecho a cubierto de ulterioridades. Índice éste irrefutable de que el centro de interés para favorecer a los delincuentes, lejos de afectarme, no sería ajeno a usted.

            De donde se saca en limpio que el rimen favorecía exclusivamente a los conspiradores y a usted, y su comisión, aparte del occiso, tendía perjudicar a Stroessner.

            Traicionado por el subconsciente, no pudo usted disimular su condición de farsante trasnochado. Con palabras que no admiten dos interpretaciones, usted reveló en su propio relato que tenía plena conciencia de la absoluta inviabilidad de mi participación en el complot y, por ende, en el crimen. "Los conspiradores -subraya usted en un párrafo, literalmente- ocultaron celosamente la verdadera filiación del movimiento, y todos creían que estaban en trance de servir una causa colorada; nunca se nombró a Epifanio Méndez y cuando se lo mencionó alguna vez ese funesto nombre al capitán Ortigoza, la rechazó por el total desprestigio de que aquel goza en el ambiente militar".

            Pálido, tétrico, ínfimo atenuante. ¿Cree usted que con esta "habilidad" logrará restañar la herida que ha abierto en quienes, escudados en su cadaverina ministerial, se jugaron para el hartazgo de su ambición, recibiendo por toda correspondencia el tremendo calificativo de "alevosos" asesinos? ¡Vaya conspiradores de celuloide que cumplían "drásticas consignas" de un tal "funesto"  político que "nunca se nombró!". ¿O es que usted cree que todo el país cabalga en sus ancas el potro de la esquizofrenia?

            Conociendo como conozco su mentalidad y su epilepsia crónica, además de percibir nítidamente la dirección de su aguja magnética en la aplicación de su método de cínica embustería, lo que le ha pasado y está pasando, se lo puedo precisar como si me lo hubiera escrito: hacia fines de año usted estaba empeñado en concretar su "lepatístico"  y largamente planeado golpe; para el efecto hizo participes del "secreto" a algunos militares en actividad y otros de la reserva, más una media docena de procastristas infiltrados en el Coloradismo; el triunfo lo tenía por seguro; bajo su gobierno se iba a rehacer la unidad partidaria; naturalmente una "unidad" sui generis; en preparación del golpe, usted abonó el terreno desde noviembre apresando a cientos de correligionarios bajo la acusación de "intento de asesinato del general Stroessner"; ¡nada menos!.  En esta imputación dejó usted otro de sus hilo delatores: cuando menos se esperara tres o cuatro de sus capangas -todos ellos gangsters bien pagos- caerían sobre Stroessner y le acribillarían. Cual Nerón incendiando Roma para descargar su crimen sobre los cristianos, usted tras heredar el trono y disponer solemnes exequias al "ilustre prócer de la Segunda Reconstrucción", prendería a veinte o treinta dirigentes, civiles y militares, para al mismo tiempo de "vengar" en ellos el "alevoso" atentado, limpiar su camino de estorbos.

            Teóricamente la conspiración era perfecta como perfecto creyó iba a ser el crimen de la Avda. Molas López. Pero os "idus" de la tiranía -y hoy los muchos hilos sueltos escapados de sus manos- comenzaron a jugarle malas pasadas. El "amo" se le puso en guardia. Ordenó una investigación que a usted ni poco ni mucho le interesaba. En pleno Consejo de Ministros le increpó con la vista aludiendo a "dos miembros del Gabinete que están en la conspiración". Usted trató de sacarse de encima el gesto acusador, señalando al Dr. Bernardino Gorostiaga y a José Antonio Moreno González como los supuestos afectados por el impacto. Pero en definitiva, lo único que sacó usted en claro es que terminó enloqueciéndose del todo.   En su acceso de locura creyó salirse del atolladero convocando en el Club Policial a los consabidos personeros para leerles su novelón -truculento por cierto-, con el que pretendía ahuyentar a los idus que le atormentaban, procurando desviar la atención del amo hacia su plato favorito: él "peligro del epifanismo". Pese a sus esfuerzos, Stroessner no se dignó concurrir al espectáculo, sin que a estas horas usted sepa si en puridad él le considera ministro, conspirador o comediógrafo.

            Obvio es aclarar que no me concierne elegir el destino trágico o apacible, de su amo; cuanto más césares se creen los tiranos, mayor es el número de "brutos" de que se rodean. Pero sí me toca íntimamente la suerte que pudieran correr los treinta correligionarios, los veinte, o los que fueran, que serian implacablemente arrastrados por la red de los tenebrosos planes que campean por la mente de usted.

            Quienes conocieron la infancia suya, suelen referir que sus inclinaciones morbosas se manifestaron tempranamente cuando se solazaba clavando alfileres en los ojos de aves domésticas. De haberlo examinado Freud, con seguridad le reconociera instinto de cuervo. Las maneras como corresponde usted al espaldarazo de la gente, me hacen pensar de qué no sería capaz ese instinto.

            Paso por alto las ñoñerias cinematográficas a que echó manó desesperadamente, abrumado por los complejos del crimen que taladran su mente. En el Paraguay, país de conspiradores, sólo en el trance de usted puede componerse una trama tan pueril como la del complot por teléfono, con estafetas impúberes y esquelitas escolares. Esas chicanerias bobas no sirven ni para tema de una mala película.

            Saltando de la calumnia interna a la intriga internacional; simuló usted fustigar una supuesta, "trilogía del castrismo paraguayo" constituida por el Dr. Carlos Pastore, el Dr. Oscar Creydt y por mí. La intriguilla esta, encaminada a agitar el cuco del castri-comunismo ante el Departamento de Estado, es pura pérdida de tiempo. Los servicios de inteligencia norteamericanos -que sin duda cumplirán con eficacia su cometido- no pueden ignorar la caterva de comunistas y castristas que usted tiene en la Policía de Investigaciones para azote del pueblo, y en especial de los colorados, así como la posición mía, intergiversable, de enfrentamiento radical con los métodos y doctrinas que riñen con el Coloradismo. La distancia ideológica, política y hasta personal que me separa del Dr. Creydt -con quien usted me endilga una fantasiosa entrevista "al promediar el año de 1962"- y del castri-comunismo, es tal vez comparable sólo con el abismo que existe entre usted y yo.

            La tira cómica de los "ochocientos mil dólares" en mi cuenta, "en uno de las Bancos de Montevideo", es simplemente una secreción fecal de su intelecto. Usted desafía al entendimiento, distorsiona la lógica y ofende a la razón, cuando pretende convencer que es posible que un funcionario de segunda categoría haya sustraído al país, semejante montaña de dinero, sin la complicidad o confabulación de cientos de funcionarios de diverso rango, sin excluir al propio Gobierno. No hago hincapié en mi defensa personal, que no la necesito, pero si reivindico el prestigio, en primer término de mi Partido, y por extensión rechazo el agravio gratuito a los que fueros mis colaboradores -la inmensa mayoría todavía en funciones dentro del Banco-, agravió que también injustificadamente alcanza al Gobierno de la época.

            Para cortar de raíz tan imbécil especie, he autorizado públicamente, a través de la prensa internacional, a los directores y gerentes de todos los Bancos -no sólo de Montevideo sino del mundo entero, suministrar informes sobre depósitos, títulos y bienes de mi pertenencia, a cualquier persona que se los requiera. Esto, naturalmente, sin perjurio de la acción criminal que ejerceré en su hora contra los calumniadores.

            Yo me explico que usted se asombre de que uno se sostenga durante siete años en el destierro sin pedir ni dar cuartel al régimen que lo expatrió. Cómo no, que me explico... para usted, que en mucha menos tiempo tuvo que recurrir a medios de supervivencia tan poco edificantes...

            Absurdo tras absurdo, uno más ¿qué representa? ¿Qué dólares más deteriorados los ochocientos mil de marras, que para adquirir un artefacto de pirotecnia, ¡requiere la financiación adicional de Martín Venialgo! No; usted no dice eso. Lo que usted dice es otra cosa. Le estoy escuchando: "-Esta ocasión yo no me la pierdo para repetir el saqueo a la estancia de Venialgo!" Esto sí es lo que usted dice. Y presto puso en camino de San Cosme a sus cuatreros ministeriales para que las mil cien cabezas ya robadas tres meses antes, -a la luz del día y con custodia policial- ¡añadieran cuatro mil más!

            El primero de estos arreos todavía podía interpretarse con benevolencia cómo una discreta satisfacción de sus conocidos impulsos "cleptomaniacos"; impulsos de los que hacen testimonio luengos y venerables antecedentes como la incautación de Radio Stentor, la apropiación de los automóviles del Ing. Ostertag, de Ramón Villagra, de Núñez Fernández, de Augusto Rojas, del Dr. Rubén Florentín Peña, de la Sra. Banks, de los obrajes de Alberto Gunther, de la estancia de Martínez, de la fortuna de los Lohman, de la hacienda de los Talavera, etc., etc. Pero estas últimas cuatro mil cabezas ya sobrepasan la medida y entrañan un precedente de alcances imprevisibles. En esto, el desborde antijurídico configura una bárbara "doctrina"' que en el siglo y medio de vida independiente del país, ningún gobernante había osado sostener: que por el hecho de considerar a alguien enemigo, es lícito entrar a saco en su propiedad y apoderarse de sus bienes. La tiranía, por manos de usted, ha completado espectacularmente su identificación ideológica, táctica y técnica con el régimen de Castro... Y usted es quien se atreve a motejarme de castri-comunista!

            En su afán de dramatizar al máximo su perorata, no trepidó usted en acumular citas a cual más infortunadas, por notoriamente falsas unas, y otras por estultas. Así la alusión, por ejemplo, a la muerte del Dr. Petit, ocurrida en circunstancias históricas por todos conocidas y de la que, si alguna responsabilidad cupiera deducirse, a nadie seria ella imputable, conforme a todos los principios militares, jurídicos y morales, sino al Comandante en Jefe de la acción -que lo fue Stroessner- en que tuvo lugar ese suceso. Hablar de aquel episodio en el intento de recuperar la deteriorada confianza del amo - que ese fue el objeto de su discurso- era hasta más que una estulticia: era "mentar la soga en casa del ahorcado".

            En cuanto al juicio sobre "mi" administración, lo que usted debe hacer es pedir la extradición del Dr. Paul Poumaillou, de la Misión de Operaciones de los Estados Unidos, y decretar su decapitación, por haber consignado en su "ESTUDIO SOBRE INVERSION Y PLANIFICACION EN EL DESARROLLO ECONOMICO DEL PARAGUAY", las siguientes cifras respecto de "la evolución del producto bruto interno" durante el período que me afecta.

            ("En millones de guaraníes a precios de 1956").

            1952: G. 12.100 - 1953: G. 14.500 - 1954: G. 15.500 - 1955: G. 16. 800 - 1960: G. 15.200.

            Si tuviera que ocuparme de pulverizar su esperpento párrafo por párrafo, tendría que alejarme con exceso del asentido de la proporción para su merecimiento. Con lo dicho basta para dejarle a usted COGIDO en la hazaña de sus propias maquinaciones, ENCOGIDO como cuero de estaquera, y SOBRECOGIDO entre los golpes de cachiporra de sus secuaces.

            Mientras tanto, pongo alerta el oído para ver si le dan tiempo, Stroessner o los acontecimientos, de realizar su plan de "projimidad cristiana", "extirpando" a sus opositores, sin "sentimentalismos", "quirúrquicamente", "sin titubeos".

            La Historia, el país, y en especial el pueblo colorado. NO SE LO PERMITIRAN.

 

 

            Epifanio Méndez

 

 

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