HOJA Y HOJA
Poemario de LUIS MARÍA MARTÍNEZ
Texto de AUGUSTO CASOLA
De la naturaleza
Un relámpago azul pasa y no vuelve
(Lluvia de verano, 8);
Un alazán es la tormenta
Que pasa y pasa enloquecido
(La tormenta, 9);
Hay una pausa oscura que conmueve
Qué bien vale vivir por porfiado.
(Después de la lluvia, 11)
LÍRICAS
Dice el 27 de agosto de 1956 en Poesía (15):
POESÍA
Oh, poesía, te amo grandemente:
¡todo mi corazón está contigo!
Porque eres fiel,
porque estás a mi lado cada día,
porque eres guitarra o luz,
te amo.
Y ahora poesía, dame la mano
y refugiémonos en otro sitio,
a conversar los dos tranquilamente
porque quiero contarte tantas cosas,
que no quiero escribirlas con la sangre...
Y en Ciudad, tendré tu rostro (el 14de setiembre de 1977, 18), exclama:
Por más que me discutas
y digas que no puedo llevarte en posesión de siempreviva
navegante dé un río que riela tu sonrisa inevitable,
cántaro de la vida,
boyero que bosteza la pérdida muy lenta del ganado,
ven aquí levemente, acércate a este ser alucinado
y deja que detecte tu materia sonora,
la que excarcela el día, la piedra, el habitante,
el pájaro y el árbol,
el sol y las abejas.
Dentro del título principal, se destaca un subtítulo: La casa (22), que abarca el lapso comprendido entre agosto de 1993 y el 22 de junio de 1994, fechas destacadas por el autor quien, por algún motivo que desconozco, optó por encerrar en este novedoso cuaderno de poesías, diferente en mucho a su tenor habitual.
La casa guarda, en el secreto de un aparte confidencial, el diálogo del poeta consigo mismo. Desnuda sus emociones y libera las resonancias del diapasón que le nacen de adentro, esas vibraciones mudas que ya nos alcanzó o nos alcanzará alguna vez, según sea la edad que descansa hoy sobre nuestros hombros.
En los poemas siguientes, se puede percibir la presencia del "hombre gris" al que se refirió Noemí Nagy una década atrás:
DIEZ AÑOS (22)
Dejamos la casa
después de diez años,
de sentir sus aires, su vida y sus cosas:
años y más años de haberla habitado,
de activar tu asombro,
de mover sus velas cual un barco amigo,
de entender sus pasos.
Me causa una pena la casa vacía,
El patio sin nadie,
La sala en silencio.
Ya nadie conversa y camina o anda.
La vida aquí tiene color de ceniza.
Me detengo para hacer una breve disquisición acerca de la métrica a que recurre Luis María Martínez en este poema, donde combina con habilidad el dodecasílabo con los versos hexasílabos, para crear esa su admirable musicalidad melancólica que envuelve al conjunto.
No hay duda -lo dije antes e insisto en ello-, que el poeta es un profundo conocedor de la retórica -como no puede ser de otra manera para alguien que desee escribir poesía-, especialmente hoy, cuando hay tantos autores convencidos de que ella consiste en colocar frases en orden vertical, separadas arbitrariamente, sin orden ni concierto, lo que les conduce, en lugar de crear poesía, que es música, a caer en un vértigo disparatado de estridencias en medio de disonancias tales que al oírlas y superado el escalofrío que produce, no se puede menos que recordar esa música descendiente de la dodecafónica ideada por Schönberg, a la que llaman moderna y compararlas con las creaciones de Mozart, Beethoven, Bach, Brahms, Scarlatti o Vivaldi, si nos proponemos abrir un amplio abanico de preferencias.
En respaldo a mi posición, transcribo lo que D. José Coll y Vehl (87) define como poesía. Dice: Poesía es la expresión de la belleza ideal por medio de la palabra sujeta a una forma artística.
Sentimental es el poema 3. En él asienta, con el recurso del alejandrino -a veces quebrado-, una morosa solemnidad que fluye con cierto aire reminiscente y resignado (24):
ME ESTOY VOLVIENDO VIEJO, SENTIMENTAL Y RARO
Es que ya estoy solo ahora, en esta casa amena,
que estuvo ayer poblada y fue la amada casa
de mi mujer, mis hijos y hasta de mis amigos,
que venían, reían y hablaban
de cosas de la vida,
de la historia y el verso y de las narraciones,
como valores firmes y eternos de la vida,
y luchaban y luchaban por verlos realizados.
Ahora yo recorro la casa despoblada,
y recuerdo y recuerdo las cosas sucedidas,
que aquí estuvimos antes y más allá un amigo
que llegó de muy lejos o de acá de muy cerca,
y entonces pienso y pienso
que la vida es muy bella, muy ardiente y que pasa
con bríos renovados y empuje inagotable.
Sigue El tereré, al que sus ágiles endecasílabos pareados le transmiten esa cualidad vital que sin duda ocupa en nuestras vidas y exhibe sin ambages la aristocracia de su nobleza (26):
Canto yo al tereré de nuestra vida.
¡Corro y corro que inspira esta bebida!
Sencillo y popular, un claro arriero
y albañil, campesino y carretero.
Pero también se interna en la oficina
del financista, o bien, en su piscina.
Tiene rango, ya tiene de teniente,
de general, mayor o de gerente.
Tiene conversación con la empleada,
con el duro boyero y su majada.
Es modesto, es humilde y confiable,
y tiene con el pueblo trato afable.
Es obrero y señor en todas partes,
actor como escritor de muchas artes.
Canto yo al tereré de nuestra vida,
amena y popular, oh, gran bebida.
Para concluir con Me despediré (27), poema con el cual cierra el aparte abierto por el breve palpitar del corazón en el recuerdo, saturado de la melancolía propia de sus 61 años de entonces. Recurre al octosílabo, salvo en el primer verso Yo me despediré un buen día y en el segundo de la última estrofa de la naturaleza un día.
Yo me despediré un buen día
de todo lo que aquí vive.
Me despediré del tiempo,
del verdor y de las rosas,
de la tierra y de las cosas,
del pensar y el pensamiento.
Me despediré un buen día
de los vientos y de los ríos,
de los pájaros que pasan
y del fuego que me habita
y que arde en un momento.
Me despediré saliendo
de la naturaleza un día,
y sin que nadie lo note
hasta de mi propia vida.
No se pretende decir que el dominio de la preceptiva y dentro de ella, el de la métrica, convertirá a una persona en poeta, sino que, para el que quiera serlo, es imperativo categórico el conocerlas y alcanzar un cómodo y adecuado dominio sobre ellas, para que no se vuelvan meras herramientas que componen cuerpos sosos y sin gracia, sino sustento de lo que les exigen a su inspiración; que sean sonetos, romances, liras o versos libres, es lo de menos. Lo importante es desenvolver la música contenida en el poema, porque la poesía es la música de las matemáticas, es arte y el arte se mueve entre lo bello y lo sublime, donde al decir de Kant, lo sublime conmueve, lo bello encanta (10).
ERÓTICAS
En 1960 el poeta tiene 27 años y bulle en su sangre la fuerza de la juventud. No es entonces el "hombre gris" sino el de la "sangre joven", enfrentado a la realidad de la vida, con ojos despiertos al amor y el fuego encerrado en su presente. Entonces dice en Recuerdo:
Recuerdo la mañana,
la de aquella mañana rumorosa,
cuando el amor se arrinconó en un beso
y en nuestra sangre ardía el pulso de la especie.
Era el llamado puro,
urgentísimo aviso de un arquero de brumas,
¡hijo inmortal del hombre!,
llamándome,
llamándonos de pronto a una pasión de asombros
donde el amor se hace de légamos y alas,
y el corazón no sabe si es pájaro o es aire.
Porque aquella mañana de sangre desbridada,
fue la pura mañana
en que el amor se impuso en nuestras bocas
para arder como lámparas de sangre
haciendo paralelas nuestras vidas.
Es 1960 y casi todo el contenido de Hoja y hoja se desarrolla dentro de un tiempo perimido ya que los poemas del conjunto abarcan -salvo el grupo al que nos referimos antes-, los años que van de 1953 a 1977
Aquí nos encontramos con la graciosa ironía de que recubre el autor a Qué suerte, amor (33):
Qué suerte, amor, haberte conocido,
porque en sumando voy multiplicando
mi pulso por tu pulso sacudido,
mi amor de lumbre por tu amor de mando.
Qué bien me siento, amor, como me siento,
porque entre nos no existe el sustraendo,
la resta que se hurta al casamiento,
el yerto amor que busca el dividendo.
Mas nuestro amor se va multiplicando:
¡mi amor de lumbre por tu amor de mando!
Y para terminar con este novedoso poemario donde se vislumbra a un Luis María Martínez casi desconocido, no puedo sino transcribir, poseído de mi sentido perverso del humor, este soneto realizado en impecables endecasílabos, a los cuales se obligó el poeta, tan esquivo él a las premisas de la preceptiva, pero que seguramente le sirvieron para no desbocarse en demasía en ese ímpetu que clama por saltar para confundirse en el cosmos vital, esa concupiscencia, ese anhelo voraz e insatisfecho que acompaña a la juventud.
Es que si bien la palabra sexo tuvo su envoltorio tabú, siempre su sentido fue unívoco y todos entendían a qué se estaba refiriendo quien la pronunciara. Ocurre en nuestros días, que al sexo ya no se le llama así, ahora su nombre es género y no faltan quienes toman este disparate en serio, por lo que no me extrañaría mucho escuchar, cualquier día de estos, un diálogo entre confidentes, de este tenor:
- ¿Es una relación sentimental?
- No, solamente general.
- Sin embargo, hace ya algún tiempo que andan juntos. No funciona ¿o qué?
- Generalmente funciona bien, pero no queremos pasar de lo casual y vos ¿cómo andas?
- Después del divorcio, nada serio: un poco de género aquí, otro poco de género allá..., en fin...
Y como quienes me conocen saben que a mí me gustan las cuentas claras y el chocolate espeso, propongo a la craneoteca que administra la educación en nuestro país y a otros gramáticos no menos inspirados, que de hoy en más se diga que la sintaxis exige que haya concordancia entre número, sexo y persona. Tal vez así se les dé el gusto a todos los especuladores de la lengua castellana.
Con una sonrisa pues y el perdón del poeta, transcribo esta antigualla de soneto que él, motu proprio, tituló "Sexo" (371
Robusto y sanguinario anda y anda
cual una carne cálida y rasante,
donde la sangre-sangre manda y manda,
dando a este sexo ímpetu pujante.
Negro como si fuese un ancho pozo
quiere este sexo remover sus soles,
sangre plena de arranque y alborozo,
carne como encendida de alcoholes.
Y al concebir sus gestos como amante
siente vibrar la sangre que resuella
bajo su piel de hombre exuberante...
Y es que lo lleva a la pasión fornida
que aspira a verse en todo como estrella
enterrando en la sangre su caída...
ESCOLARES
Concluye Hoja y hoja con unos poemas dedicados a las maestras y una breve dramatización a la que llama Las madres (madre viuda y humilde), un breve responso a la melancolía.
Transcribo este poema escrito en 1970, como pequeño homenaje a ese grupo de personas tan sacrificadas y tan maltratadas que son los maestros.
TAN SÓLO UN ¡HASTA PRONTO! (42)
Parece que la bella misión de los maestros
fuera nomás, digamos: ¡repartirse!
como lo hacen las rosas perfumadas
en medio de la hermosa primavera rosada,
que llena el corazón con sus bellezas
y hacen brotar el ansia de vuelo inimitable.
El maestro reparte enseñando bellezas
y es cual la primavera que pasa por el mundo
dejándonos su estela de hermosura y colores.
Como la primavera nos deja ese recuerdo
dulce de haber sentido su tibieza apurada,
lo mismo por su oficio de activa mensajera
que al pasar deja hermosas llamaradas fraternas.
Y como esa estación del mundo que transita,
después de haberse dado por entero a su oficio
la vida al gran maestro lo llama a que repose.
Mas como conocemos lo que dio para el niño,
mas como valoramos su hermoso magisterio,
tan sólo le podemos decir un: ¡hasta pronto!
y un ¡muchas gracias! tierno por todo lo entregado...
Fuente: LUIS MARÍA MARTÍNEZ - OBRERO DE LA PALABRA. Por AUGUSTO CASOLA. Editorial ARANDURÃ, Asunción – Paraguay. Agosto del 2012 (244 páginas).