NILA, UNA MARIPOSA DE SIETE COLORES
Por ANTONIO V. PECCI
Periodista y escritor
La destacada periodista y escritora Nila López, fallecida esta semana, deja una huella profunda y un legado de gran calidad literaria, volcada en cientos de artículos y libros.
Un querido amigo, René Báez, nos decía un día, como de paso, un pensamiento del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias: “De las pesadillas se despierta, pero de la realidad no”.
Es lo que nos sucede al enterarnos de la partida de la destacada escritora en plena madurez creativa... Su partida fue casi súbita, se dio en el curso de breves días. Pero el impacto en lo personal fue enorme.
Queda evocarla en aquella faceta en que uno la conoció. Sus numerosos amigos y amigas, del ámbito literario, de la comunicación y de la gestión cultural, podrán opinar con suficiente conocimiento de causa sobre lo que ella alcanzó a producir.
En mi caso valoro el hecho de que fue una persona que se tomó muy en serio su lugar en la sociedad. Si bien su talento para comunicarse y para las relaciones públicas podrían haber dado la imagen de una mujer cuya sonrisa espléndida y su belleza le abrirían paso a programas y espacios periodísticos en que podía brillar sin mucho esfuerzo, no accedió a lo banal. En especial, en su labor periodística. Tenía talento suficiente pero también inteligencia y una ética en su labor intelectual, que la llevó a no cruzar la línea para embarcarse en programas ‘fashion’ y ser una ‘celebrity’, en que fama y dinero se dan la mano.
La conocí en 1976, casi por casualidad, cuando fuimos vecinos en el barrio San Antonio, con ella y su pareja de entonces, José Luis Guggiari. Poco tiempo después me enteré de que, en una de las oleadas represivas, ambos habían sido detenidos y llevados al dantesco Departamento de Investigaciones de la Policía, a cargo de Pastor Coronel.
Ella salió libre al poco tiempo y le ofrecí si quería hacer alguna colaboración para la página cultural que estaba a mi cargo, en el semanario Sendero, vocero de la Conferencia Episcopal. Aceptó y me agradeció. La paga era poca, pero llegamos a publicar varios materiales de ella, junto a los de Jorge Aguadé y Luis Ughelli, quienes se iniciaban en la tarea periodística.
Un tiempo después pasó a Última Hora, luego a La Tribuna, ya como colaboradora regular y con mejor paga. Posteriormente, en los 90, sería requerida por el diario Noticias, donde llegaría a dirigir la revista de fines de semana, a lo que seguiría su paso a la revista dominical de ABC como periodista del staff.
En todos estos medios, destacó por la calidad de su prosa, delicada y pulcra, en que logró lo más difícil del oficio: la ordenación del pensamiento escrito. En sus textos se traslucía su vasta cultura, su mirada amplia sobre la realidad, su sensibilidad social y su eficiente manejo del lenguaje, que sirvieron de base para proyectar su espíritu inquieto e innovador.
MIRADA TRANSGRESORA
Una de sus especialidades era la entrevista. Entre las muchas que realizó, recuerdo que me causó sorpresa leer un domingo un amplio reportaje a un personaje que pasaría inadvertido para muchos colegas. Se lo llamaba popularmente ‘Mariscal’, era un guardacoches, excombatiente de la Guerra del Chaco, que se había instalado a realizar su trabajo en la zona de las despensas del Puerto. Este hombre, maduro, era, a su manera, un filósofo de la calle, de esos que lanzaban una reflexión punzante sobre algún aspecto de la realidad con entera franqueza. Nila lo convirtió en un personaje digno de ser escuchado, más allá de sus anécdotas en el campo de batalla. La realidad cotidiana vista por alguien de la clase popular, casi un marginal, fue rescatada de manera magistral en su reportaje.
En los programas de televisión, noticieros, o grandes reportajes con Bruno Masi, desplegó su talento histriónico, su conocimiento sobre distintos países y culturas, y su gran rapidez mental para captar el color local, el modo de ser y de vivir de la gente cubana, china, africana, en entregas memorables.
Incursionó en literatura con fuerza y demostró que los temas y personajes elegidos podían ser volcados con gracia en los escritos, sin perder profundidad. Sucesivos libros de poemas y de ficción le valieron distintos premios, pero no le alcanzó esa rica trayectoria para ser galardonada con el Premio Nacional de Literatura. Como a Josefina Plá, Carlos Villagra Marsal, y a nuestro conviviente Luis María Martínez. Ironías de la vida, en 1995 el jurado declaró desierto el premio y en el 2001 otro jurado se lo brindó, para sorpresa de muchos, a un conocido escritor quien había sido figura importante, un conocido ‘comisario cultural’ de la maquinaria represiva de la dictadura que, desde el diario Patria, fustigaba contra Roa Bastos, Bareiro Saguier, Josefina Plá y grupos del teatro profesional.
Creo que a Nila no le perdonaron su irreverencia, su actitud transgresora, su actitud crítica frente a la dictadura y ‘sus inesperados exabruptos’. Como Josefina, estuvo también rodeada de epítetos como ‘loca, rara, peligrosa’, propios de una sociedad conservadora, impregnada de prejuicios y de machismo, que mira de reojo a quien se perfila como diferente.
En los últimos tiempos, la periodista y escritora colaboró menos en los medios, pero se insertó con fuerza en Facebook, donde publicaba casi diariamente textos breves, saludos, algún poema suyo y de otras escritoras, y valiosas biografías de personajes universales. Había elegido ese medio para llegar a más gente y como medida de su exigencia íntima y personal manteniendo el pulso, como quería Neruda: “Ni un solo día sin una línea”.
En febrero pasado le envié un mensaje invitándola a escribir sobre una persona a quien ella admiraba, el crítico Enrique Marini Palmieri, para un homenaje que le brindaríamos desde el Correo Semanal. Me respondió enseguida: “En mi muro escribí algo hoy, querido Antonio. Pero me estoy mudando de casa y no tengo un solo minuto libre. Besos”. Unos días después me envió el catálogo de Agriaroma, la pequeña empresa de aromaterapia que desde hace unos años la llevaban adelante ella y su compañero, Julio Spinzi, en una nueva faceta de su vida.
Creo que la definida trayectoria de alrededor de cuarenta años de una figura tan excepcional, vertida en textos periodísticos, en los de poesía y ficción debieran ser reunidos para el disfrute de la gente. Quizá nos encontremos ante una nueva Josefina Plá, Susan Sontag o una Rosa Montero.
Poemas de Nila López
Sí, reúnanse en mí todas las voces
Sí, reúnanse en mí todas las voces,
griten desde este sur las viejas rabias.
Susurren los secretos más audaces,
clamen, propongan, digan sus plegarias.
Expándanse en el círculo de sueños
que en sopor se debaten esperando.
Alcancen los minúsculos peldaños
de un cielo que nos nutra redimiendo.
Intrusa en esta jungla de detalles
Intrusa en esta jungla de detalles,
informes, genocidios y momentos,
la antepenúltima bomba de Irán,
y el desconcierto del amarillo sol
que llega aun así cada mañana,
a veces tengo ganas de esfumarme,
convertirme en manchón de la pantalla,
llorar abiertamente y sin testigos,
reírme de maldades cotidianas,
pedirles que comprendan mi estupor,
contarles cuentos claros, novedosos,
hacer la historia otra, a mi manera,
develar los misterios de la imagen,
ser sólo camarógrafa del día.
Levántate
Levántate.
Si de tanto esperar
debes morir,
hazlo para nacer al fin
con otro grito
que no pida
rosarios, dedales, cacerolas.
Álzate
y en los canales
del siglo que se acaba
batallemos.
(Del libro Artificios naturales)
Poemas para Nila
Despedida
Y se detuvo el tren
siempre a horario y certero
y aguardaba en el andén
una mujer con sombrero
Con aplomo señorial
cruza infinita la puerta
falda de claro percal
y su cabellera suelta
Bajo humos de señales
la poesía se hace ovillo
y caen lágrimas de cristales
sobre un brocal amarillo
Aníbal Saucedo Rodas
******
Nila
¿Qué puedo decir en este hermoso día
que llora en silencio sobre tu mejilla soleada?
¿Qué puedo hacer para arrancar palabras
y clarear con manantial de luz a esa estrella
desolada que gime en el horizonte?
¿Cómo alcanzarte si ya te has ido
hacia la pura transparencia de los caminantes?
Aún florece el ámbito estelar de la poesía
en tus labios ya caídos.
Tu palidez de cera vigila este circuito de la tierra
donde caen las lágrimas
porque tus pasos desenredaron las nubes
hasta perderse.
Venías dibujando el amplio fulgor de tu vida
en sitios de itinerancias perpetuas.
En cada latido bullía el perfume azul
de lugares tan distantes
como la divina providencia.
Vuelan las ráfagas del aire sosteniendo
aquel abrazo fraterno que nos dimos una noche
perdurable de febrero.
Déjame llorarte indestructible poeta
del viento mañanero.
Hoy cierras los ojos a esta vida,
pero abres tu esencia luminosa
hacia el espacio perpetuo
en que pulsarás la lira
ante la presencia infinita de Dios.
Victorio V. Suárez
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección CORREO SEMANAL
Sábado, 24 de Abril de 2021
www.ultimahora.com
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