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NILA LÓPEZ (+)
  EL BOSQUE SAGRADO, 2007 - Narrativa de NILA LÓPEZ


EL BOSQUE SAGRADO, 2007 - Narrativa de NILA LÓPEZ

EL BOSQUE SAGRADO

Narrativa de NILA LÓPEZ

Editorial SERVILIBRO

Tel.: 595 21 444770

Asunción – Paraguay

2007 (77 páginas)

 

 

 

ÍNDICE

 

Dedicatoria

Introducción de Purísima Campesina

 

Primera Parte: ENCUENTRO CON LA BRISA

-        Los tres días anteriores

-        La energía cinética

Segunda Parte: LAS PESADILLAS

Tercera Parte: UN DÍA DE HONOR A LOS CABALLOS

Cuarta Parte: LA EXPLORACIÓN DEL ARROYO

Quinta Parte: EL CONCURSO DE CANTO Y DANZA

Sexta Parte: UN GALLO GALLAZO MUERTO DE AMOR POR UNAMUJER     

Séptima Parte: COMPARTIR LA COMIDA

-        Recetas para cocinarlas

-        Varios tipos de cocinas 

-        Nos mudamos de fuego lento a los pedidos telefónicos

Octava Parte: EL FÚBOL MUEVE EL MUNDO Y LOS BOLSILLOS

Final: EL BOSQUE SAGRADO

 

 

 

INTRODUCCIÓN DE PURÍSIMA CAMPESINA

 

         Este libro ha nacido como prolongación espontánea de los cuadros que estaba pintando, para dar una pequeña ayuda, desde el arte (desde mi aura lila y luminosa - ¡a pesar de todo!- y desde los poderes cósmicos), para repoblar el bosque atlántico. Porque somos unidad perfecta, y toda ira se muda a las piedras y las estrellas tiemblan mientras el pequeño planeta hierve en una sola rabia que duele a Uno y al Universo.

         También rindo aquí el homenaje a mis antepasados celtas de la punta de Galicia, cuyas formas perviven en mi cuerpo y mi espíritu.

         Fue Raquel Chaves, la escritora y amiga, quien advirtió el fenómeno de pasar sin transición de una forma artística a otra, señalándome la manera sutil en que nuestros actos se fugan de sus particulares motivaciones y se van encadenando en espacios sugerentes, la mayoría de las veces, inadvertidos. Tanta pintura al óleo, pastel y acrílico, tanta pintura de árboles y bosques, me llevaron a recordar lo que siempre hice en el campo, y pasar, sin proponérmelo conscientemente, de la pintura a la escritura sobre el mismo tema: la Luna que alumbra la noche y el Sol que anima el día, el agua, el fuego, el aire, el amor de los que protegen el bosque sagrado y la Tierra que incansablemente nos alberga como a sus criaturas generalmente indefensas.

         He aquí una síntesis de lo que he pensado desde que era una niña panteísta al nutrir mis primeros saberes y contactos con la naturaleza.

         Los nombres de los personajes son reales en su mayoría y corresponden a personas a las que he invitado a compartir ese paraíso, en diferentes épocas.

         Este es un momento de gran felicidad porque he nacido artista y me reconozco ardientemente en la que sigo siendo y en la que seré. Por eso agradezco a la vida, a Julio Spinzi, que supo inventar el edén que inspiró esta obra, y a todas las personas que me ayudan a renacer y hacen posible que mis sueños se cumplan, especialmente mis hijas, Giovanna y Adriana Guggiari.

 

 

 

PRIMERA PARTE

 

ENCUENTRO CON LA BRISA

 

         Cuando llegamos a la estancia de San Pedro, los chicos estaban cansados y, a la vez, alborotados. Traían, entre las cosas que no se veían en sus mochilas, las mismas ilusiones de todos los años y algunos inventos craneados, como nuevos juegos, truculentos, algunos, y otros perversillos, de esos que asustan y te hacen recordar a duendes maléficos de cuentos antiguos y a otros seres oscuros de la naturaleza, no sólo al más famoso del lugar, que es el pombero, sino a bichos y árboles que se convierten en cualquier cosa y te enredan con su encanto macabro, hasta conseguir gire te extravíes sin posibilidad de retorno a un sitio conocido.

         La primera acción era descargar el equipaje y ubicarlo en cada habitación con discusiones seguras porque a uno le faltaba una cosa, y a los demás, otras.

         Padres y tíos parecían inmunes a los fenómenos mágicos que muy astutamente empezaban a manifestarse con una brisa que no era suave ni intranquila y había decidido ser una moradora más, una compañera del grupo, emitiendo efluvios que para los niños de doce años, por ejemplo, eran evidentes portadores de un signo codificado, ultraterreno.

         Para no exagerar, sólo les confirmo que todos los chicos y jóvenes ven y sienten la brisa con más potencia que los adultos. Se les pone la piel de gallina y se miran tratando de que uno de ellos tenga la pista que aclare el hecho.

         Mía Sol se acercó sigilosa y comentó que justo, justito al tercer día, cuando se dirigieran a buscar las hojas de los bananos para colocar las chipas sobre ellas, antes de introducirlas en el tatakua (horno), en vez de expandirse sin ton ni son por los alrededores, la brisa formaría un conjunto que llegaría serenamente al lugar que ellos estaban usando, y crearía un halo fosforescente sobre toda espesura visible. Y tendrían una sensación de tibieza, de gran paz.

         Sorpresivamente una risa que parecía haber estado prisionera en alguna cárcel lóbrega durante muchos siglos, confirió a los perfiles de la brisa un espacio brillante.

         Con un sonido nunca antes percibido por los oídos de los jóvenes, fue penetrando en sus organismos.

         Después, muy despacio, despacio, despacio, se manifestó con un susurro, en un lenguaje propicio para ser descifrado.

         Mucho verso el mensaje contenía:

 

¿Por qué durante inviernos pasajeros

vanamente

os detuvo la ignorancia?

¡Nunca notasteis que existimos!

¿Cómo entender que

tal visión

negara el aire en movimiento

y sólo en un tornado se fijara?

 

¿Habrá que comprender

la indiferencia,

tanta mordacidad,

engaño y disimulo,

tal vez como vacío,

como aplastante vulgaridad?

 

¿Por qué nuestros arrullos no sentisteis?

En vuestras tiernas frentes

hubo llamados ciertos,

paseamos por las gargantas

y también por vuestras piernas,

sin excluir los pies,

donde es frecuente que anidemos.

 

¿Cómo contar verazmente

la ausencia de algún vínculo,

mientras la bella forma

de tocaros los cabellos

era para informaros

que en cada poro,

llenos de luz,

mil secretos se agolpaban?

 

¿Y que con otras brisas

más distantes

teníamos poderes

para imprimir en cada piel

vastos murmullos, ruidos, silencios

que pasarían muy lentamente

al fondo mismo de cada espíritu,

para ampliarse

con fuerza ardiente

en otra esfera,

ya protegidos

por el imperio de la brisa?

 

         Tendremos la ocasión de oír vuestras respuestas. Buenas o malas, allí estaremos, en esa cita tan postergada cuya fecha y lugar vosotros escogeréis.

         Y del modo apacible en que apareció... la brisa se disipó.

         Nadie volvió a verla ni a sentirla, y empezó una disputa horrorosa sobre la agenda: qué día escogerían para escuchar y sentir una vez más la brisa y qué interpretaciones expondrían que de verdad fueran verdaderas.

         Y no es repetición: la verdad verdadera es difícil de encontrar, porque aún si estuvieses mudo, de manera exacta y precisa los delicados músculos faciales cantan su canción, cuyo contenido no se puede desmentir, pues habla por sí mismo, y la boca cerrada puede expresar todas las cosas con gestos que son irreprimibles. De la mirada, ni hablemos. La mirada sí que es una cuentera consumada.

         Lo que ocurrió en el encuentro entre la brisa y los muchachos fue determinado como oculto hasta cierta ocasión en que se hallaran seres humanos que merecieran saber lo que clandestinamente crece a nuestro alrededor.

 


LOS TRES DÍAS ANTERIORES

 

         Amanecía y las ramas de los árboles eran dueñas de los primeros rayos de sol, azules, amarillos y rojos. Todo estaba en silencio, pero los chicos se despertaban furtivamente para ir a ordeñar las vacas en el corralón, y tomar allí mismo la leche nueva, atentando contra su salud. ¡Ah, la canela jamás faltaba, ni el azúcar! Se sentían en el paraíso bebiendo la leche fresca, y había uno más arriesgado, Juanjo, que lo hacía desde la propia ubre de la vaca.

         Y luego sentenciaba:

         - ¡Es un néctar cósmico!

         A los demás les parecía repugnante. Y se burlaban:

         - ¡Es un néctar cómico!

         - ¡Cónico!

         - ¡Cólico!

 

         Juanjo, muy ufano y como gran mamífero, decidió defenderse explicando en su favor:

 

De un mismo sitio venimos:

somos especies contiguas.

 

Nadie puede desmentir

que nos une algo recóndito

y que hay magnéticos reinos

que muy pocos estudiamos.

 

Así es fácil deducir

que hacemos ganar dinero

a quienes sólo comercian

con leche pasteurizada

o engordan con falsedad

a unos pollos que comemos

a sabiendas bien sabidas

de hormonales consecuencias.

 

¿Qué más os puedo decir?

 

De todo un poco hay que saber

 

Así ocurre en muchas cosas

y tendremos que adiestrarnos

para dejar de engañarnos

por los rufianes.

 

El agua de manantial

es clarísima y más limpia

que la que avanza por tubos.

 

Usos y modas

vendrán y se irán.

 

Por eso es tan importante

entender

exactamente

que nuestra actividad nace

aquí mismo, en la energía,

y que la nuestra procede

de alimentos necesarios:

así, químicos compuestos

desde el estómago inician

un paseo peculiar

que nos obsequia gentil

cómo entender, y la fuerza.

 

También concurre feliz

la energía en movimiento

cuyo nombre, bien sabemos,

se denomina cinética.

 

         - Podernos ponerla en práctica con mi hermanito Matias. Él será el comandante general.

         Todos se miran atónitos, ya que Juanjo se dedica mucho al fútbol, siempre se muestra muy calladito y lo consideran tímido.

         Luego de examinar la propuesta durante escasos minutos, los chicos y las chicas exclaman grupalmente:

         -¡Síiiii! Hecho está y aceptamos la idea de Juanjo.

 

         LA ENERGÍA CINÉTICA

 

         Matías pidió carraspeando que se acomodaran bajo la sombra de un antiquísimo árbol donde no tendrían calor ni les molestarían los mosquitos y otros insectos muy allegados a la zona, ubicada en el departamento de San Pedro, con un arroyo allí nomás, enfrente, tan grande que parecía un río y estaba habitado por patos silvestres, garzas e inmensos yacarés con sus crías, además de peces de tantas variedades, que sería cansador nombrarlos en esta oportunidad.

         Todos corrieron hacia el árbol y adoptando posturas de yoga decidieron ser parte de la función, que era dominar las especificidades de la energía cinética.

         Matías, con una seriedad espeluznante y cara de maestro sabio, inició de esta manera su exposición:

         - Buenos días, queridos participantes, a este ciclo sobre la energía cinética. Veamos: si las partículas de los objetos tienen más energía, es porque se encuentran a más temperatura. El calor es la energía cinética total de las partículas en movimiento de los objetos. Calor y temperatura, entonces, son dos elementos que debemos tener muy presentes cuando nos referimos a la energía cinética, que luego podremos explorar, por ejemplo, en nuestro arroyo Mbutu'y Pero vayamos a temas anteriores:

         - ¡Que no sea muy largo, excelentísimo señor profesor! -pide Giuliano, que no sabe quedarse quieto más de diez minutos, aunque el tema le interese.

         - Seré breve -contesta Matías-, si dejáis de interrumpirme.

         - ¡De acuerdo! -dicen todos.

         Y de esta manera prosigue Matías:

         - No podemos ver la fuerza, pero sí sentir sus efectos. Empujan, tiran, estiran, hacen girar un objeto. Algunos tipos de fuerza son los que utilizando la flexión doblan los objetos. La fuerza centrípeta mantiene los objetos en un círculo y los esparce en sus alrededores, como, por ejemplo, los vientos huracanados.

         - ¿Cómo podemos saber si lo que explicas es cierto? Seguro que lo viste en la televisión -dice Giuliano. Todos se ríen a carcajadas.

         El profesor hace caso omiso al comentario desagradable y a las burlas. Prosigue tranquilamente:

         - A la fricción se opone el movimiento. El empuje hacia arriba actúa sobre los objetos sumergidos. La fuerza de la gravedad nos mantiene firmemente sujetados al suelo. Un ejemplo de movimiento que va superando la inercia es que cuesta más pedalear al principio, porque se necesita vencer la inercia de la bicicleta, más la nuestra. Una vez que estamos en marcha, la inercia nos ayuda a mantenernos en movimiento.

         Exactamente en ese momento llega la abuela Carmen, y con tres palmadas da por concluida la función y los obliga a acompañarla a recoger las verduras de su huerta ecológica para luego dirigirse hacia el huerto de frutas.

         - ¿Quién es esta bruja maleducada? -pregunta al oído de Felicia un recién llegado a la estancia.

         - Ni la cites. Aquí todos la reverencian.

         - Adelante. Arriba. Agacharse, levantarse, bien erguidos, como yo, hasta que todas las canastas rebocen.

         - Pasa que tú infaliblemente quieres tantas cosas. Nunca te das por satisfecha -arguye Berta con voz muy fina y bajita.

         Carmen la mira de esa forma indiscutiblemente indiscutible que la define y da su opinión sobre el asunto:

         - Porque una parte lo consumiremos aquí y lo que sobra lo llevaremos a casa, en Asunción, como ya es tradicional en nuestra familia y en nuestra casa de puertas abiertas. Nosotros compramos eligiendo las semillas en distintos países y también en el nuestro. Nosotros escogemos los climas y los terrenos propicios. Compartir es el lema. Y debe practicarse concretamente. La generosidad no puede ser una palabra sin firma, sin acepción bien determinada por cada gesto en acción.

         - Abuela, ya estoy cansado -dice Leonardo, que es el más pequeño entre todos, y el más gracioso.

         - Pues creo que después te cansarás mucho más, porque la recolección apenas está comenzando. Imagínate si tú mismo hubieses tenido la obligación de sembrar y regar y darles los cuidados culturales, todos los días y todas las nochecitas a cada plantita, así, planta por planta. ¡Cómo harías para andar por el jardín con sus estanques en laberinto, sus variadas especies, los vegetales frágiles o rozagantes en oasis umbríos donde hay grutas y pérgolas, terrazas, parques y glorietas. Pero mi jardín es muy sutil, lo dejo para mañana.

         - No me importa, no me importa. Quiero mi teté. No me importa lo que tú quieras. Yo quiero lo que quiero porque soy in de-pen-dien-te.

         - Pues no y no. Y no. Estamos en el tiempo más hermoso: el de la cosecha. Aguanta.

         - Quiero hacer pipí -grita de nuevo Leonardo.

         Impertérrita, la abuela le ordena:

         - Bájate el cierre y entre esos yuyales lo harás reposadamente.

         - Bueno, está bien, abuelita. ¿No me picará ningún bicho?

         - Nada, nada. Te sentirás hermanado con los yuyos.

         Muy pronto terminan de recogerlo todo, pero como las canastas son muy pesadas la abuela llama a unos operarios para que se hagan cargo de esta parte del entretenimiento.

         Los hombres contestan al unísono:

         - Con mucho gusto, señora Carmen. A su servicio para lo que desee.

         Al alejarse del lugar el grupo va encontrando aguadas maravillosas, cientos de peces chicos y grandes, exóticas plantas, y piedras de colores en las que no pueden fijar los ojos sino por brevísimos segundos, pues los enceguecen y alucinan transportándolos a un mundo increíble que hasta hoy nadie conoce con certeza.

         Sí, sí. Ellos llegaron de este modo fantástico al fondo del mar.




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