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ESTER DE IZAGUIRRE (+)
  QUÉ IMPORTA SI ANOCHECE (1980) - Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE


QUÉ IMPORTA SI ANOCHECE (1980) - Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE

QUÉ IMPORTA SI ANOCHECE (1980)

Poesías de ESTER DE IZAGUIRRE


 

A Clara, Patricio y Manuel


PRÓLOGO


Hay libros destinados a reflejar con diáfano fluir una intimidad; se podrá decir que todos los libros aspiran a reflejarla -y que de algún modo lo hacen- pues la palabra siempre deja filtrar el repliegue, el sesgo del espíritu que la crea. No nos engañemos; hay casos que podrán admitir el odioso yo -Pascal mediante- o emboscarse en la tercera persona para ocultar, más o menos eficazmente, a la primera, pero sólo dan una imagen desconocida del ser que los ha creado. Nada más alejado de esta apreciación que el libro de Ester de Izaguirre.

Qué importa si anochece tiene el aire tranquilo y sereno de una confidencia, articulada con la precisión melodiosa de una pieza de cámara. Las emociones del oficio de vivir -Pavese algo sabía de ello- pasan, por su registro estremecido, melancólico hasta doliente pero que tiene la fortaleza de que se ve vivir en plena conciencia, que no se engaña sobre la ríspida naturaleza de ciertas cosas y que aspira, sobre todo, a cristalizar en el prisma del canto, la multiplicidad del color de la existencia; porque en ella, el poema es unidad de vida, es la consustanciación, la medalla grabada con los años, con el atesoramiento de muchas horas y  con la ardida, vibrante experiencia que integra, naturalmente, el desaliento de muchos instantes en los que triunfó el dolor.

El poema es un ademán de comunicación constante; puede no tener respuesta, lo dice «Teléfono ocupado», puede transitar por toda la gama del adiós insinuado, de la separación en una cruz del camino, «Mentira», «A la hija que se va» saben de ello, pero el deseo está tendido al otro porque sabe bien que no hay yo si no existe . Los adjetivos y los pronombres a los que alude en «Ausencia del poeta», los pronombres que Pedro Salinas elevaba a categorías estelares en el diálogo de la existencia, están allí para decirnos en qué severa medida ella sabe dibujar el sentido de los días que pasan y cavan desencuentros; hay tristeza y llanto, pero no se oculta el vislumbrar de la esperanza; una ilusión puede perderse pero a la ilusión se le entrega una moneda, no la totalidad de un ser. En la percepción de este balance vital, vale siempre la feliz sociedad de mirada y sentimiento; las imágenes pueden proponer claras asociaciones, «mirada lacia», «columpio de la lluvia», y también restaurar vocablos aprisionados en el ayer, «pretal», «socavón», o sumar neologismos, «duendesco», «encresalidé», sin embargo constantemente habrá en su léxico la bruñida voluntad de dar a la palabra su faceta y su estremecimiento. El libro cumple llanamente, con sosegada entereza su misión de testimonio; la presencia que se contempla en el espejo y que adquiere por ello, las dimensiones de su desventura -y como en un poema notable quiere comprar una risa-, es la misma que sabe aún en el perceptible paso del tiempo, en la alusión de Heráclito, la victoria del instante, el presente activo que es una afirmación de vida. Hay un poema, «La flor sobre la alfombra», que lo resume.

En todo llanto hay una resurrección y en toda despedida una posibilidad de regreso. Comprenderlo es un acto vital; transmitirlo, un acto de belleza. Líricamente ambos se aúnan en la conclusión de plenitud que nos dice: Qué importa si anochece.

Ángel Mazzei


 




QUÉ IMPORTA



Qué importa que la muerte me espere en una esquina

   

como en alguna cita querida y postergada,

   

y no importa esta larga fatiga que calcina,

   

ni los últimos vuelos ni algún ala quebrada.

   
 

 

Qué importa la moneda de cobre cotidiana


 
 

que nos da de limosna, un dios también mendigo,

   
 

si a veces cuando vamos subiendo la mañana,

   
 

nos saluda de lejos la mano de un amigo.

   
 

 

Si todavía me asombra la lluvia amanecida,

   
 

si los ojos del perro me devuelven confianza


 
 

en el disfraz absurdo que me miente la vida.

   
 

 

No importa que anochezca si el amor es mi centro,

   
 

si del amor me nazco, por el amor escribo

   
 

desde el amor existo y en el amor me encuentro.

   
 
 



 




A LA HIJA QUE SE VA


 

Me faltaron silencios y juguetes

     
 

y todo lo que lograra custodiarte;

     
     
 

estás naciendo todavía.

     
 

Aún estás aprendiendo las palabras

     
 

con las que ayer, segura, me nombrabas.


   
 

El plazo se acabó. Se cumplió el tiempo

     
 

de hundirnos solas en las tardes plenas,

     
 

de olvidarse a la vida

     
 

en las páginas de un libro de poemas.

     
 

Un tiempo se acabó, pero comienza


   
 

el de saber que fuera de la casa

     
 

-de tu casa y la mía-

     
 

toda la calle, la que fue desierta,

     
 

se convierte en un puente, florecida,

     
 

y la puerta de calle, en ala abierta.


   
 



 




NEGACIÓN



Yo no busco la boca de los besos

     

sino la otra, que tienes más adentro,

     

de donde viene la palabra quiero.

     

Yo no busco la piel

     

que puedo acariciar con estos dedos,


   

yo busco la que envuelve tus recuerdos.

     

Yo no busco más hijos, los que ya no vinieron,

     

yo me nazco en el río de tu sangre

     

desde donde hacia el todo me navego.

     
 



 




A UNA JOVEN PAREJA QUE SE ABRAZA EN LA CALLE


 

Ámense ahora

     
 

que el amor es como un cuadro

     
     
 

premiado en la bienal.

     
 

Ámense ahora, que toda la tarde es una plaza

     
 

donde dejan pasear a la esperanza.


   
 

Ahora, que aún hay un milagro

     
 

perdido en la ciudad.

     
 

Y dan un premio al que lo atrape.

     
 

Vivo.

     
 



 




FECHAS EN ROJO Y NEGRO


«No se festejará más el carnaval».

 

De un diario



 

Cuando una vez por año aparecen los ritos

     
 

de volvernos distintos,

     
 

regreso al pueblo antiguo

     
 

y juego a ser comienzo.

     
 

Ahora se apagaron las luces de colores,


   
 

todos los días del año son iguales.

     
 

Ya no hay tregua para dejar el rostro,

     
 

y esta humana identidad desencontrada;

     
 

para usar otro yo quiero, otra mirada.

     
 

Ya no hay más carnaval.


   
 

Nazco de mi palabra y de mi canto,

     
 

el lugar de mi infancia

     
 

es este verso sin nombre.

     
 

Yo podría ser otra.

     
 

Yo podría volver a la crisálida.


   
 

Y aquí estoy sin embargo,

     
 

mientras la cruz del almanaque

     
 

me señala

     
 

con sus siete palabras.

     
 



 




VIDA



Recuerdo y no sé a quién.

   

Quisiera regresar y no sé a dónde,

   

mientras la muerte lame las cortezas

   

que vamos arrojando por la borda.

   

Todo es mar. Todo noche.


 

En qué isla lejana

   

quedó anclado tu nombre.

   
 


Porque el amor es eso:

   

descubrir los abismos y quedarnos

   

con los ojos malditos y despiertos.


 

Porque el amor es eso:

   

un confuso desafío

   

y un deseo ferviente

   

de entregarse al olvido.

   
 
 



 




PRESENCIA



Se eclipsan las palabras,

     

se humedecen, germinan

     

desde un fondo de raíz iluminada.

     

Te veo en el columpio de la lluvia

     

porque fuiste a buscarle a la ausencia


   

sus razones de fiebre,

     

y quedaron los cuerpos dibujados

     

con el nítido lápiz del silencio.

     
 



EL CANARIO



No me vigiles más, Dueño de Casa,

     

ya me domesticaste pero he muerto.

     

ábreme, al fin, la jaula.

     
 



 




TIEMPO


 

Hoy me veo tatuada en los recuerdos

     
 

como en la piel de un marinero triste.

     
 

Las memorias se van buscando a Dios

     
 

pero Él también se convirtió en recuerdo.

     
 



 




EL MENSAJE


 

Hoy lo encontré, escondido,

     
 

en esta nueva casa que alquilamos.

     
 

El amor está en todo:

     
 

entre dos que se abrazan

     
 

y entre los que quizás se han olvidado.


   
 

En la palabra gol de los domingos,

     
 

en el ojo que no ve las realidades

     
 

porque sólo percibe lo que sueña;

     
 

en la mano que aprieta una moneda,

     
 

en el árbol que espera su disfraz de verano.


   
 

Y hasta en un mausoleo de papel,

     
 

de tinta, de silencios

     
 

y de letras.

     
 



 




AUSENCIA DEL POETA


A Julio Nicolás de Vedia y Eduardo Carrol



Cantabas a las cosas

     

y todas palpitaban de certeza.

     

Te fuiste ayer ungido de inocencia,

     

   

o quizás te llevaron

     

porque trocabas en espejos


   

la opacidad de las preguntas.

     

Tu voz, en la lluvia de la tarde,

     

tus gestos de adjetivos esenciales

     

y pronombres sacrílegos

     

han creado la frase impronunciable


   

como el signo de Dios.

     

Poeta; hoy tu nombre es el nombre de la ausencia.

     
 



 




RETORNO


 

Estás allí otra vez.

     
 

Ya no tienes tus ojos

     
 

pero estás detrás de ellos

     
 

observándome el sueño.

     
 

Tu imagen no es la misma


   
 

pero te reconozco como un libro leído

     
 

y olvidado.

     
 

Ya me he salvado de la nada

     
 

como el perfil de un árbol

     
 

cuando la tarde cae.


   
 



 




LAS ORILLAS


 

Es la espalda del hombre que no fue.

     
 

Mi mano la recorre.

     
 

Como una llaga al aire está la ausencia,

     
 

está la mano sin la piel al viento.

     
 

Una bandera despiadada y sola


   
 

me flamea por dentro.

     

   
 

Mi mano faro.

     
 

Mi mano barco,

     
 

sin mares,

     
 

sin islas,


   
 

sin orillas.

     
 



 




CELEBRANTE


A Victoria Pueyrredon


Celebro esto que veo todavía.

     

Celebro sobre todo las formas de las cosas,

     

el límite que impide las cenizas y el caos,

     

la sangrienta mirada del semáforo,

     

algún jumper celeste que se pierde


   

sobre un cuerpo que ignora su existencia.

     

Celebro los colores de este invierno que nace,

     
 

celebro los rituales de esta calle porteña

     
 

desde un bar con miradas de vidriera.

     
 

Y los rostros que pasan con abismos


   
 

a los que no puedo arrojar la piedra

     
 

de mi asombro.

     
 

Estoy sola.

     
 

Entre infinitos cuerpos y lugares,

     
 

entre tantas ciudades semejantes


   
 

yo ya no tengo forma.

     
 

Sólo pienso en el vaso,

     
 

en el claro cristal que me dibuje

     
 

y en el que pueda entera,

     
 

derramarme.


   
 



 




REFERENCIA


 

No soy protagonista de mi tiempo,

     
 

apenas soy la prueba de que los años pasan.

     
 

Fue el día en que lo vi con aquel traje,

     
 

la tarde del encuentro en algún bar,

     
 

fue la mañana de la despedida.


   
 

Después todo fue igual.

     
 

No hubo ayer ni mañana. No hubo tiempo.

     
 

Desde que no te veo,

     
 

está pasando un día

     
 

que no termina nunca de pasar.


   
 



 




CUANDO ERA CHICA



Cuando yo era chica

     

arrojaba piedras a la hondura del pozo

     

para escuchar el golpe que se ahogaba en el agua.

     

Hoy arrojo la risa de mis nietos

     

a la cisterna oscura de mi pena;


   

me detengo a escuchar pero es muy honda.

     

Sólo se oye la noche con su ronda

     

de perros que hablan a la luna llena.

     
 



 



MADRE YO QUIERO



Madre, yo quiero que en la mesa fantasma me presentes

     

tu cena con sabor a desafío,

     

sobre el mantel abierto del pasado;

     

quiero ver tu desvelo que acercaba los días de la infancia

     

a los cielos prohibidos.


   

   

Madre, yo quisiera que en un parque final de diversiones

     

me compraras una risa

     

como un trompo mareado de miradas.

     

Madre, yo quisiera que me desgranaras como un collar

     

sobre el mar y la tierra.


   

Y me hicieras de nuevo.

     
 



 




ESTÁS


 

Es inútil. Ya estás.

     
 

En el color del vino,

     
 

en el gusto que tiene

     
 

este pan cotidiano,

     
 

en el camino largo que cruza una mirada.


   
 

Estás y si te niego

     
 

me niego hasta la hondura.

     
 

Ven. La vida no es más que esto que se escapa

     
 

sobre un río sin dueño y una corriente clara.

     
 

Y nunca más retornarán sus aguas.


   
 



 




COMO SI NADA HUBIERA SUCEDIDO


«En la casa de mi infancia había otra gente,
como si nada hubiera sucedido...»
.

 

Los amantes del año I- Película



 

Hasta el aire era extraño. Ya no quedaba nada.

     
 

Me busqué en las barrancas que tenían

     
 

olor a lluvia verde y miel de otoño.

     
 

Reconocí en los ojos de una chica perdida

     
 

esa mirada absorta que aguardaba sucesos y milagros.


   
 

¿Y qué pasó después?

     
 

Todavía le pregunto a los cielos

     
     
 

en los que ya no asoma la violencia del rayo

     
 

ni la piedad celeste de un eclipse

     
 

por qué no ocurren cosas.


   
 

No tengo más que un tiempo que se acaba

     
 

ni más piel que la que está languideciendo.

     
 

En la casa de mi infancia había otras gentes

     
 

como si nada hubiera sucedido;

     
 

recobraban las aves su linaje de viento


   
 

sobre el árbol querido que me llenó de signos.

     
 

Quiero librar de cárceles al rostro,

     
 

de máscaras, de sombras, de imposturas,

     
 

para acertar al fin con la respuesta,

     
 

para encontrar entera a la criatura


   
 

que dejé en esta casa arrebatada.

     
 



 




SI...


A Nélida Petrocelli



Si hay un llanto por mí

     

cuando me beba las estrellas,

     

es que me llevo todo con el traje

     

y es que no dejo nada aquí en la tierra.

     

Lejos de los patios de la infancia,


   

cerca del hombre entero de la pena,

     

si alguien me llora

     

cuando me beba todas las estrellas

     

es que nadie sabía

     

que dejo toda el alma en el poema.


   
 



 




AYER TE VI OTRA VEZ



Pasabas por la esquina del asombro,

     

como el sueño que suele repetirse

     

y al despertar nos preguntamos cuándo

     

y para qué y adónde.

     

Te vi otra vez pasar


   

y oí como el silencio de un rezo impronunciado

     

que iniciará la procesión del júbilo,

     

la fiesta de la vida, fiesta pura

     

y de pura mentira disfrazada.

     

Ayer te vi otra vez


   

y por una o dos mañanas,

     

ciega

     

para ver esta copa, aquella mesa,

     

mis manos que te escriben sin saberlo.

     

Ellas ciegas también.


   

También desiertas.

     
 



 




CICLO



Puedo escuchar el frío

     

por las calles derrotadas del invierno.

     

Nadie. Mi sombra y yo

     

ebrias de soledad andamos.

     

Y entre las dos, el nombre del ausente


   

aterido, en la niebla.

     

Es el último invierno el que transito.

     

Es el final de un ciclo,

     

la última nota de un grito consumado.

     

Me he convertido, al fin, en una estatua


   

y la luna desprecia al parque mudo

     

   

en el que yazgo para siempre, quieta.

     

Mi sombra y yo, ebrias de luz

     

descansan.

     

Detenidas.


   
 



 




DEPARTAMENTO CÉNTRICO



Hay cuadros en los muros de la jaula

     

que traen la frescura de la tierra

     

y el asombro lejano de la lluvia.

     

De pronto como un llamado antiguo

     

por una ventana abierta me hace guiños la tarde.


   

Si está allí, si aún existe,

     

un pedazo de cielo basta y sobra

     

para poder seguir encarcelado.

     
 



 




CONQUISTA


 

Te acercaste a mi playa. Era la tarde

     
 

y el otoño agrisaba las arenas.

     
 

Le pusiste tu nombre a mis orígenes

     
 

y al fin mis ojos se volvieron tierra

     
 

para aceptar la cruz de tu conquista.


   
 

Después volvió la historia a ser historia

     
 

y la playa de nuevo está desierta.

     
 



 




ALIVIO


A María Luz



Para qué si ya todo se ha comprado

     

en esta pobre feria de despojos.

     


   

Para qué, sobrevivientes del naufragio,

     

fundar la patria donde nazca otro hombre,

     

para qué nuestros brazos, flores muertas


   

en un jardín ajeno.

     

Para qué el infinito de una noche

     

creada para el olvido.

     

Ay, dios desencontrado,

     

cada día, ebria de lágrimas,


   

recompongo la cifra de los primeros sueños.

     

Ya basta de esperar. Cierro la puerta

     

y la sombra me ciñe

     

como un traje de fiesta.

     
 



 




LA SERPIENTE


 

El camino fue largo.

     
 

Puedo verlo detrás de mí

     
 

como una serpiente inmóvil.

     
 

Si pudiera aplastarle los anillos de años,

     
 

los ojos de esperanzas apagadas.


   
 

Aún es largo el camino.

     
 

Mirarla es despertar a la tristeza.

     
 

Detenerse, erguida de quietud,

     
 

es robarle a las estrellas, para siempre,

     
 

la luz.


   
 



 




NIRVANA


 

Hoy ando por los caminos

     
 

adonde no llegarán los cantos

     
 

de aquel héroe de mi infancia.

     
 

Por los eriales nuevos

     
     
 

donde rumia el silencio los destinos.


   
 

Hoy voy por los caminos que estrena la existencia.

     
 

Nazco de cada huella que marco sobre el barro.

     
 

Por el sendero nuevo ya no hay cosas,

     
 

ni muebles ni relojes, ni alhajas ni vestigios.

     
 

Mi ceguera se quedó como un niño


   
 

perdido a su costado.

     
 

En mi cara no hay ojos sino enormes ventanas,

     
 

todo mi cuerpo es casa que camina;

     
 

mi corazón es una antorcha viva

     
 

que convierte las sombras en hogueras


   
 

y soy una caricia que germina

     
 

al conjuro de antiguas primaveras.

     
 



 




ESCLAVO


 

Te creí como las altas catedrales

     
 

que nos obligan a mirar el cielo,

     
 

y estás allí,

     
 

en un lugar de minuteros rotos

     
 

y de resignación encuadernada.


   

Si pudiera arrancarte de tu holgura,

     

de tu esqueleto esclavo

     

y de tu sangre obediente,

     

para gritar el nombre de los días

     

que inventamos unidos.


   

Si pudiera nombrarte.

     

Y si al poder nombrarte,

     

despertaras.

     
 



 




A UNA ILUSIÓN ARROJADA A LA CALLE


 

Yo la vi en plena calle. Era la noche.

     
 

Y allí murió sin que supieran nada

     
 

los que pasaban sin hacer preguntas.

     
 

Le arrojé mi limosna de tristeza

     
 

por si la precisaba todavía.


   
 

Una moneda apenas.

     
 

No la vida.

     
 



 




OLVIDOS



Zozobro inclinada sobre el río sin aguas

     

de la calle Corrientes.

     

Vago buscando un alma

     

para contarle tiempos,

     

para pedirle voces


   

con que llenar silencios.

     

Ahora sólo evoco este error de ser hombre,

     

caminarme tan sola

     

y tener que morir sin haber encontrado.

     

Y no saber qué buscaba.


   
 



 




CIUDAD-MUJER



Te amortajaron de llegadas tarde ciudad-mujer amada,

     

malvestida de luces para la noche larga.

     

Hay algo en tus veredas como una despedida.

     

Porque arrojaste al río una luna de estreno

     

y porque había unos baches peligrosos,


   

clausuraron tu calle que va al cielo.

     
 


 



MILAGRO


A Juana Arancibia


 

Yo soy toda un milagro y no me creo.

     
 

Puedo tocar las llagas restañadas,

     
 

pueden mirar mis ojos antes ciegos.

     
 

Puedo andar los caminos

     
 

que ni los más audaces descubrieron.


   
 

Vivo una resurrección sin haber muerto.

     
 

Yo soy toda un milagro y no me creo.

     
 



 




A LA CASA EN VENTA



Te vendimos.

   

Como se vende un pan.

   

Como a una esclava en un mercado antiguo.

   

Y hubo algún vendedor

   

con barbas de saber bien lo que hacía:


 

señalaba la blancura de tus muros,

   

manoseaba tus árboles perplejos.

   

Pude tasar la infancia de mis hijos,

   

las lluvias y las siestas de veinte años,

   

las caricias de Negro, de aquel perro


 

que se quedó dormido entre mis brazos.

   
 

 

Y cómo pude ver que, terminada

   
 

la ceremonia oscura de la entrega,

   
 

otra cara, otra voz, otra mirada

   
 

hacia un no sé y un nunca te llevaba


 
 

entre el rumor creciente de la feria.

   
 

Yo debí pasar hambre hasta quedarme

   
 

con todo el corazón a la intemperie,

   
   
 

antes que ver hollados los recuerdos

   
 

por pisadas ajenas.


 
 

Hoy buscaré un mercado, uno cualquiera,

   
 

para vender mis culpas.

   
 

Y mi pena.

   
 
 



 




A UN DÍA DE VERANO NUBLADO Y FRÍO


 

Es estío. La tarde se ha nublado

   
 

para que canten gallos a lo lejos;

   
 

y desorienta al rostro del bañado

   
 

la ausencia de cristales y reflejos.

   
 

 

Apenas se estremece el paraíso


 
 

donde un gorrión ensaya a contramano;

   
 

yergue la oreja el perro ante el hechizo

   
 

de un día equivocado del verano.

   
 


Aparece un silencio dando tumbos

   

en el tiempo aquietado entre las ramas


 

como una alondra que perdió sus rumbos.

   
 

 

Es este otoño y este invierno agrario

   
 

nueva estación del cielo, no grabado

   
 

en el papel sin luz del calendario.

   
 
 



 




UN PUEBLO SIN NOMBRE


(Andalucía, 1974)


 

La herrería, el cura, la farmacia,

   
 

el almacén, el bar y un parroquiano;

   
 

el burro insomne y de mirada lacia,

   
 

las paredes blanqueadas con desgano.

   
 
     

 

El callejón angosto, solitario,


 
 

una anciana enlutada que camina

   
 

con un ruido marchito de rosario

   
 

desde una muda sequedad de espina.

   
 

 

Pueblito atado en el pretal del mundo

   
 

marcado del candor que tiene el nido


 
 

que le falta a la tierra en que me hundo...

   
 

 

Pueblo sin nombre, cambio el tiempo mío

   
 

por un instante solo, detenido

   
 

en los bordes antiguos de tu río.

   
 
 



 




LA FLOR SOBRE LA ALFOMBRA


 

Apareció una flor sobre la alfombra,

     
 

campo sequío donde nunca llueve;

     
 

tenía cinco pétalos de nieve,

     
 

uno por cada límite de sombra.

     
 

Resbaló una semilla estremecida


   
 

creyendo que en el páramo volcada,

     
 

su destino de luz terminaría

     
 

con el ala dolida y quebrantada.

     
 

Pero tuvo su aurora y su rocío,

     
 

tuvo un canto de pájaros de veras,


   
 

un trasegar de sueños, algún río,

     
 

prometidas y ciertas primaveras.

     
 

Y el grano tibio se volvió corola,

     
 

la alfombra fue una estepa perfumada,

     
     
 

y se rindió la tarde única y sola


   
 

también ella feliz y enamorada.

     
 



 




EL DESHOLLINADOR



Noche y escoria fue tu descendencia,

   

tu Atlántida de hollín y chimenea,

   

tu museo de cera y de inocencia

   

y hasta el hueco ritual de la galera.

   
 

 

Ayer te vi por Santa Fe y Callao


 
 

como impreso en un álbum desolado.

   
 

Se te voló un saludo de la mano

   
 

y una mueca duendesca de soslayo.

   
 

 

Los encrisalidé como el sagrario

   
 

esconde en la migaja los misterios


 
 

del que no está en la ciencia ni en los sabios.

   
 

 

Vestigio de Vulcano y Prometeo,

   
 

negativo del tiempo, sepia-humano.

   
 

Un deseo de ser. Sólo un deseo.

   
 
 



 




PALABRAS


A Enrique Anderson Imbert



Para que no mueran las palabras yo no quiero la muerte.

     

Sólo esta móvil boca las pronuncia.

     


   

Estos orbiculares se pliegan redondeados con gestos de bandera.

     

Sólo esta lengua obliga a la nostalgia que le deja la tierra.

     

Sólo estos dientes marcan sedientos de perfiles


   

las celdas que me encierran.

     

Habla todavía, manantial de la voz,

     

socavón de plegarias.

     

Habla todavía, sedienta e insaciable,

     

impotente y cobarde,


   

humana boca mía.

     
 



 




PERSONAJE DE CUENTO


A Jorge Luis Borges


 

La cifra señalaba la huida de Teseo,

     
 

el laberinto,

     
 

las palabras en fuga,

     
 

la fe en un Prometeo

     
 

al que le devoraban el cansancio.


   
 

Alguno creó entonces un héroe alucinado,

     
 

quien a su vez creó a su rabino en Praga.

     
 

Cuando anda por las calles de la ciudad porteña

     
 

no es verdad su figura,

     
 

porque en cualquier momento se hará niebla,


   
 

del color de esos ojos que sin luz pueden ver

     
 

a los que miran con los ojos ciegos.

     
 

Observar desde Cambridge el rostro de Ginebra,

     
 

medir la vida circular del verbo,

     
 

conmensurar las causas esas manos,


   
 

y el eterno retorno, su búsqueda insegura.

     
 

Alguien le arroja flores y academias,

     
     
 

espadas augurales,

     
 

escudos incendiarios,

     
 

le acercan un micrófono a los labios,


   
 

y lo tocan, lo tocan para saber si es cierto.

     
 

Los países son cuentas de un singular rosario

     
 

que él recorre con sus orantes pies de vagabundo.

     
 

Busca al autor del cuento en el que vive

     
 

para hacerle preguntas:


   
 

Por qué fue en Buenos Aires y en América.

     
 

Y por qué fue en la tierra.

     
 


 

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POEMAS (1960-1992). OBRAS COMPLETAS

Obras ESTER DE IZAGUIRRE

Edición digital:

Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2002

N. sobre edición original:

Edición digital basada en la de [Asunción (Paraguay)],

Editorial Don Bosco, [s.a.].



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