FUNCIÓN PATRONAL
de ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE
(BIBLIOTECA POPULAR DE AUTORES PARAGUAYOS Nº 4)
© de esta edición Editorial El Lector/
© de la introducción FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH
ABC COLOR y Editorial El Lector, Asunción-Paraguay 2006
Director editorial: Pablo León Burián
Coordinador editorial: Bernardo Neri Fariña
Guía de trabajo: Francisco Pérez-Maricevich
INTRODUCCIÓN
LA METÁFORA DEL PARAGUAY EN ALCIBIADES GONZÁLEZ DELVALLE
1
El periodista, dramaturgo y narrador Alcibiades González Delvalle nació en Ñemby (hoy parte del Gran Asunción) en 1936.
En la década del '30 Ñemby (o San Lorenzo de la Frontera) no difería de cualquier otra población del Paraguay interior: era una comunidad pequeña y ensimismada, sumida, como todas las demás, en una suerte de sonambulismo mágico. Sus habitantes compartían creencias y recuerdos comunes, en los cuales más se advertían las malaventuras que las bienandanzas
En 1936 no acababan de sobreponerse al esfuerzo moral y físico que demandó la defensa del territorio del Chaco, cuando las inquietudes de cambio social y político incubadas en los comba tientes de la contienda internacional desembocaron en la llamada Revolución de Febrero (1936), encabezada por un héroe aureolado por sus hazañas de intensa resonancia popular. Sin embargo, las vicisitudes colectivas antes que debilitarse mediante el cumplimiento de las expectativas, se acentuaron, a través de las sucesivas crispaciones o estallidos político-partidarios cuyo epicentro se hallaba en los cuarteles convertidos en árbitros de la vida nacional. Este clima, anómalo y progresivamente enrarecido por la militarización de la vida política y la sectarización ideológica, potenciada por las consecuencias locales de la Segunda Guerra Mundial y la posterior Guerra Fría (con su temible Doctrina de la Seguridad Nacional), ocupó todo el espacio histórico y social del país hasta el derroca-miento del gobierno stronista en febrero de 1989.
2
Este es, a muy grandes y gruesos trazos, el marco temporal, el contexto de vida en el que González Delvalle (como todos los de su generación) debió construir su personalidad intelectual, acumular sus experiencias morales y decantar su sentido crítico respecto de la realidad objetiva que observaba en el país y su sociedad. El ejercicio del periodismo le permitió asumir experiencias vividas por su sociedad, las que, a su vez, le dieron ocasión no sólo para configurar su universo dramático, sino desnudar, mediante memorables series de notas periodísticas, los ocultos mecanismos de la corrupción que permeaba el tejido social comunitario. Esto, como era de rigor, le hizo objeto de la malquerencia oficial que no toleraba otro discurso que confrontase el suyo propio. En consecuencia, tuvo que sufrir las represalias "disciplinarias" del aparato policiaco del régimen.
Su obra teatral posterior a sus iniciales zarzuelas obedeció a dos ejes temáticos bien claros: (a) el histórico y (b) el folclórico o representativo de la cultura popular. En ambos la percepción crítica de la condición humana y su traducción estética a formas dramáticas son valiosas y significativas dentro del proceso de desarrollo del teatro paraguayo.
Es sabido que un escritor toma conciencia de sí y de su tiempo en la medida en que alcanza a cuestionarse a su sociedad, interpelándola en sus mitos, su autoimagen proyectada en los textos históricos, sus estereotipos socializados y asumidos colectivamente. La sociedad de la que el escritor procede es la que nutre de conflictos, expectativas, dudas y dilemas a su espíritu, proponiéndole un repertorio ambiguo de alternativas, interrogantes y opciones sobre o por las cuales apostar, jugar o decidirse.
Si escoge esto último, entonces el repertorio o inventario se le convierte en una carta acusatoria, un memorial de agravios, a los que el escritor (el hombre) debe responder con todo lo que es, levantando cargos, rebatiendo argumentos, replicando, alegando, testimoniando en un debate que sólo acabará con la vida.
En su teatro, González Delvalle dio un buen testimonio del tiempo que le tocó en suerte vivir de una manera honesta y lúcida. Su trilogía histórica rescató esa herencia del pasado no en términos de su configuración canónica, sino reconduciéndola a la interioridad humana que la experimentara. Esta estrategia dramática operó como una proyección desmitificadora en la conciencia del espectador (y del lector) abriendo un espacio objetivo a la percepción crítica de la experiencia humana que en el texto se elabora.
PROCESADOS DEL 70, ELISA Y SAN FERNANDO, componentes de su trilogía histórica, son como un contrapunto polifónico a la monótona salmodia convencional que la retórica stronista acostumbraba entonar respecto de esos temas. Con esa trilogía, el autor introdujo una perspectiva inédita en el tratamiento de la sustancia humana del acontecer histórico -central en la autocomprensión paraguaya de su destino colectivo-, a través del registro estético y el lenguaje de un texto urgido de claridad y explorador de las motivaciones y significaciones primordiales.
No menor intensidad tienen las obras en las que el autor explora el mundo de lo popular. Este mundo está dominado por el mito, el cual se encuentra por debajo de las estructuras y con figuraciones económico-sociales, en la dimensión cultural, allí donde la racionalidad y sus instrumentos de percepción no se han despojado aún de su matriz irracional y mágica. El hombre, en esta dimensión, se presenta víctima y no protagonista, y la miseria, el hambre, la desolación y el abandono por los que es arrastrado en su existencia son tanto causas como efectos de esta condición humana pauperizada y empobrecedora.
3
Esta descripción sucinta de su obra dramática era in-dispensable para ubicar la experiencia narrativa del autor en el contexto de sus preocupaciones. FUNCIÓN PATRONAL, aparecida en noviembre de 1980 bajo el sello de NAPA, es hasta el presente, la única novela conocida del autor.
La novela describe el clima de antagonismo que divide a una comunidad innominada del interior del país en dos bandos contrarios. Ambos bandos aprovechan la ocasión que les ofrece la festividad religiosa en honor del patrono del pueblo para intensificar su pugnacidad recíproca. Los bandos están representados por dos clubes de fútbol, presidido cada uno por los líderes que orientan la opinión política de la gente: Ña Pastorita y Tío Ra, el oficialismo y la oposición. La rivalidad no se reduce a lo deportivo; éste no es sino una máscara del conflicto real instalado a mayor profundidad, al nivel de los valores, de la concepción de la vida.
Los personajes que anudan la acción y la conducen a través de situaciones y conflictos vitales muy intensos son sólo aparentemente banales. La religiosidad como sucedáneo compensatorio de la frustración, como en las hermanas Aldana, cuyas vidas se centran en las operaciones de vestir al santo patrono en la festividad anual; el egoísmo, la voluntad de poder, la astucia y la pasión manipulatoria de Ña Pastorita, como proyecciones asimismo compensatorias de su íntima soledad y desasosiego; la perseverancia y la voluntad puesta en la realización de sus convicciones de Tío Ra, ocupan todo el espacio narrativo. Los papeles secundarios dentro de ese mundo de intereses, mezquindades, simulaciones y oportunismo son representados por la prostituta forastera, el compuestero, el sastre, el violinista, el comisario y el cura cuya participación no incide en el dinamismo de la acción.
Una sucesión de episodios no lineales, distribuidos en 24 segmentos narrativos, se hallan sometidos a una técnica estructural cercana al juego cinematográfico, con su diseño en zigzag, con avances y retrocesos, implicaciones, raccontos y anticipaciones temporales, con enfoques o encuadres de espacios simultáneos, y punto de vista del narrador omnisciente ocupa el contexto del relato de la acción, que a pesar de lo abigarrado de los episodios del argumento, es simple y sencilla. Se trata de la mostración de su tema: el triunfo de la perseverancia del más débil en la consecución de su fin, a pesar de los fracasos aparentes y aun por encima de algún perjuicio material que ello implique. En otras palabras: la resolución positiva del antagonismo profundo entre dos morales, dos conductas, dos visiones de país.
FRANCISCO PÉREZ-MARICEVICH.
Asunción, julio de 2006
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